-Hasta mañana.- Se despiden Kairi y Naminé, unos minutos antes del atardecer.
-Buenas noches.- Respondemos Sora y yo.
Me giro para mirar la caida del sol, pero al ver la estación no puedo evitar alzar la mirada hacia la torre, y suspirar de resignación, mi cuerpo ya no me permite subir hasta allí.
-Yo también me voy.- me dice Sora- Buenas noches.-
-Buenas noches, hermano.- sonríe, y veo su espalda alejarse.
A todos nosotros nos gusta estar solos en el atardecer, es nuestro momento del día, cuando nos ponemos romanticones y recordamos los mejores momentos de nuestra vida. Antes solíamos encontrarnos justo depués, pero ahora...
Ahora ya no podemos, los años han pasado por nosotros sin favoritismos, y somos como cualquier otra persona de 79 años.
79...
He vivido 63 años sin él, sin tocarle, son olerle, sin saborearle. Le he visto todos los dias, en todas las fotos que le hice cuando aún estaba aqui, y le he oído en esos mensajes que me dejo en el contestador, y que me hacen sonreir con ternura, no hay nana mejor que su voz diciéndome te quiero, pero lo echo tanto de menos...
Buf, lo que hace el atardecer, y la edad, para que negarlo.
Cuando el cielo se vuelve completamente negro, me giro y vuelvo a casa, mirándolo todo a mi alrededor, admirando esta ciudad que creamos entre los 5, copiando aquella en la que estubimos por una semana, pero esta vez de verdad.
Gracias a los cuadros de Naminé y la herencia de Axel, consegimos hacer una réplica exacta, a tamaño real, que bautizamos como Villa Crepúsculo.
Subo con esfuerzo las escaleras hacia mi casa, exactamente igual a la que comparti con él, y me tumbo en la cama, encima de las sábanas, estoy realmente agotado.
Me levanto como puedo, me quito la ropa y me pongo el pijama.
Saco del cajón la pastilla, para una de esas enfermedades que tenemos los viejos, y me la trago con ayuda de un vaso de agua.
Le doy al botón del contestador, para que repita los mensajes guardados, y me meto entre las sábanas, cerrando los ojos.
-Tiene dos, mensajes viejos.-
-Hola... Bueno, ya se que es muy tarde para llamar, pero esque no podia dormirme sin darte las buenas noches y decirte que te quiero, buenas noches, Roxas, hasta mañana...- El silencio llena la habitación, y sonrío con nostalgia, mientras espero al sigiente mensaje.
Se oye un pitido, segido por un suspiro de Axel.
-Hola Roxas, supongo que no estas en casa, o tal vez estes pero no quieras contestar al teléfono, no importa, pero por favor, escucha esto.- Me giro hacia la ventana, adormilado y con los ojos cerrados.
>No sabes cuanto te echo de menos, siento como si llevara 3 vidas sin verte, pero no tenia otra opción, debia irme, aunque he dejado todo mi ser junto a ti.
>Esta noche me voy para no volver. He tenido que llamarte de un movil que no es mio para que no localicen la llamada, pero no podia hacer otra cosa, no puedo irme sin ti. Por favor, Roxas, ven conmigo, te estaré esperando donde siempre, ven, por favor, te esperaré lo que haga falta, pero ven, te lo suplico, te quiero, te quiero...-
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Siento pequeños y suaves besos recorrer mi rostro, y sonrío aletargado.
-Roxas... Roxas... Despierta...- Esa voz me suena, pero no consigo situarla.
-Oh, venga, no me hagas esto, ya te he esperado décadas, ¿lo captas? Aho...- Reconozco la voz y abro los ojos rápidamente.
Me echo encima de él, agarrándome a su cuello y llorando de alegría, al fin, ¡al fin!
Me abraza por la cintura, que siento desnuda, y sus lavios rozan mi cuello, aspirando mi aroma, como solía hacer.
Me calmo un poco y me separo de él, para poner su frente contra la mia.
Habia olvidado la intensidad de estos ojos, que ahora me miran de frente, como si fuera lo mas interesante que existe, y que me hacen sentir como si lo fuera.
-Te quiero.- decimos al mismo tiempo, y sonreimos.
Su voz tampoco es como en los mensajes, esa no me provocaba estos escalofrios que ahora recorren mi cuerpo como corrientes eléctricas.
Y sus lavios, ¿eran tan sensuales sus lavios? ¿Eran tan suaves como parecen?
Acerco los mios para comprobarlo, y cierro los ojos mientras nos rozamos.
No es suficiente.
Nuestras bocas se abren, y nuestras lenguas salen precipitadas a encontrasre, con suaves caricias y fuertes abrazos, enredándose la una con la otra, intentando fundirse en una.
Su sabor... ¡Dios! Es delicioso; dulce y con un punto salado al final, como los helados de sal marina, lo único que no consegimos para nuestra Villa Crepúsculo, su sabor.
Subo mis manos a su cabello, y lo agarro con los puños cerrados, acercándoo mas a mí.
Siento cómo alza los brazos, y baja los dedos por mi columna, con un ligero roce, que me provoca un inmenso placer.
Le empujo hacia el colchón, poniendo una pierna a cada lado de las suyas, y me separo con reticencia, tirando de su cabello.
Jadeamos.
Le miro a los ojos, veo la lujuria en ellos, y una sonrisa traviesa en sus lavios, que se refleja en los mios cuando sus dedos escalan por mi pechohasta colarse entre mis dientes.
Los lamo uno por uno, mirándole a los ojos, provocándole, moviendo mi cadera sobre la suya, sintiendo un ligero roce entre mis nalgas, y bajando la mano, en la que no veo ni una sola arruga, hacia mi entrepierna, que Axel se apresura a tender.
Gimo sin poder contenerme, con sus dedos aún en mi boca, y se apresura a sacarlos.
-Es para oirte mejor...- dice juguetón.
Me inclino haci él, y cuando siento un dedo en mi entrada, un gemido sale demis lavios hacia su oido.
-Axel...- Un escalofrío le recorre, y sonrío satisfecho.
Siento otro dedo dentro, y ahora es a mi a quien le recorre el escalofrío, que me produce un gemido que escapa mientras mordisqueo el lóbulo de su oreja.
Sus dedos se mueven en círculos en mi enterior, introduce un tercero y continúa el movimiento.
No puedo aguantarlo más, saco sus dedos de golpe, echándome hacia atras, y sujeto su miembro.
Me yergo sobre él, y lo introduzco todo de una vez.
-¡Uh!- gemimos al mismo tiempo.
El calor recorre mi cuerpo, segido por una oleada de placer.
Subo y bajo un par de veces, con sus manos en mi cintura, pero no es necesario, los dos llevamos demasiado tiempo sin hacer esto con nadie, y el clímax nos alcanza al poco tiempo, agotándonos.
Me tumbo sobre él, con la respiración agitada, esperando a que se calmen los espasmos, y sus brazos rodean mi cintura, al fin estoy en casa.
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Tengo tanto que preguntarle, tantas cosas que contarle, pero ya habrá tiempo para eso, después de todo, tenemos toda la eternidad por delante, y será una eternidad juntos.