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Kyuubi Boy por Kohaku Elric

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Notas del fanfic:

 

Hola! ^^

Bueno, pues he vuelto más pronto de lo esperado, dispuesta a cumplir una promesa que le hice a una de mis amores sobre escribir un one-shot en el que la pareja protagonista, para variar en mi estilo xD, fuesen Gaara y Naruto. La verdad es que no sé como me habrá quedado, pero sé de buena tinta que alguien que yo me sé estaría encantada de fustigarme xDD (cuando vaya tienes que darme un cursillo intensivo). Para variar, me ha salido bastante larguito pero es que se ve que resumir no es lo mío...

En fin, mientras preparo el fic nuevo, espero que os guste ^^

Notas del capitulo:

 

Para Lyris, con todo mi amorhs xD

Los personajes de Naruto pertenecen a Masashi Kishimoto©

 

˜ * ˜ * ˜ * ˜ * ˜ * ˜ * ˜ * ˜

 

 

 

 

¿Era de día o era de noche?

 

No lo sabía, pero a juzgar por su atontamiento masivo y una ligera sensación de resaca, debía haberse pasado más de diez horas durmiendo.

 

Se removió un poco en la cama, gruñendo con fastidio cuando sus insensibilizados músculos le provocaron un repentino calambrazo de dolor. Su almohada, húmeda por el sudor, desprendió un leve efluvio a alcohol y tabaco que casi le hizo volver a vomitar.

 

Malditas fiestas universitarias...

 

La próxima vez que Kiba le llamara con la simple excusa de que la juerga la organizaban las preciosas chicas de la facultad de enfermería, lo iba a mandar a la mierda. A él y a los doce whiskys con coca-cola que se bebió tan alegremente como si fueran vasos de agua. Y encima, mientras veía a su amigo enrollándose a lo bestia con una tía rubia que llevaba el pelo recogido en una coleta, él no se había comido ni un miserable rosco. Aunque bueno, teniendo en cuenta sus gustos sexuales ya sabía de antemano que no le iba a resultar tan fácil; así que, sin nada mejor que llevarse a la boca, pilló una jumera tan grande que no se acordaba ni de cómo había conseguido llegar a la residencia.

 

¿Por qué había ido a esa maldita fiesta si no tenía ganas? ¿Por qué había acabado vomitándole a Kiba encima de su chaqueta nueva? ¿Por qué continuaba siendo virgen con veintiún años? ¿Por qué... por qué diablos tenía que ser gay?

 

Y, por si la vida no era ya complicada, él se la jodía aún más suspirando como un imbécil por un guaperas insufrible que nunca le miraría a la cara. Sabía que algunas chicas lo encontraban "mono", e incluso que varias de ellas estaban deseando pedirle una cita para salir. Por ejemplo, tenía a Hinata, una chica de su clase muy guapa aunque bastante tímida, coladita por sus huesos.

 

Pero ni con ésas.

 

A él le gustaba ese arrogante gilipollas engreído, y por más que intentaba comprenderlo no lograba adivinar qué diantres veía en él para sentirse obsesionado de esa manera. ¿Su brillante pelo negro? ¿Sus ojos gélidos y misteriosos? ¿Su increíble cuerpazo esculpido a base de horas y horas de gimnasio? ¿Su mala leche, sus respuestas cortantes, su asquerosa manía de ir pavoneándose por ahí con su novia pelirrosa? Aquella noche se había pasado más de dos horas peleándose con el espejo, probándose toda la ropa que tenía en busca de algo nuevo que pudiese resultar la perfecta mezcla entre lo sencillo y lo sexy. Sus vaqueros oscuros y ligeramente desteñidos, sus botas a lo militar y una ajustada camiseta naranja habían acabado siendo el conjunto estrella, acompañados de una cazadora de cuero negro y su pelo rubio estudiadamente desordenado y tieso gracias a la mitad del tubo de gel fijador. Aún así, no sabía para qué se había molestado en arreglarse tanto, si el objetivo de sus tórridas fantasías estaría allí presente rodeado de fanáticos lameculos y sin enterarse aún de que él existía. Lo suyo era un caso perdido y él, una maldita quinceañera despechada.

 

Bostezó ruidosamente y se dio la vuelta, quedándose boca arriba mientras se rascaba a conciencia la espesa maraña rubia que tenía enredada encima de la cabeza. Menos mal que era sábado y no tenía que ir a la universidad, porque su profe de filosofía le había amenazado con suspenderle la asignatura si volvía a faltar a clase. Encima, le habían retirado la beca por sus malas notas y ahora tenía que costearse los estudios de su propio bolsillo, porque su abuela ya le había dejado bien claro que no se iba a gastar su jubilación en pagarle las juergas.

 

"¡Búscate un trabajo y empieza de una puñetera vez a ser responsable!" le había chillado la vieja por teléfono cuando la llamó para darle la mala noticia.

 

Sí, vale, eso le parecía de puta madre, lo de conseguirse un currillo y tal... pero que era su abuela, coño, no el cobrador del frac. A ver dónde encontraba él un trabajo decente con su escaso tiempo libre, donde no lo explotaran por dos yenes y le alcanzase para pagarse la matrícula, la residencia y todos sus gastos personales. Al principio había probado en un burguer y luego en una gasolinera, pero no llevaba ni cinco días y ya estaba harto de limpiar parabrisas y freír hamburguesas de pollo, así que se había despedido con la triste idea de que tendría que dejar de estudiar. La tarde anterior había estado ojeando el periódico en busca de un nuevo empleo, pero había sido un curioso anuncio el que había logrado captarle toda su atención.

 

 

Kakashi´s Love, stripper. Despedidas de soltero, fiestas privadas. Espectáculos personalizados. También acompañante y go-gó. Sólo para chicos.

 

 

Y todavía no sabía por qué de pronto se le había ocurrido la maldita idea de llamarle.

 

 

˜ * ˜ * Flashback * ˜ * ˜

 

Aún un tanto inseguro, terminó de marcar el número y se puso el móvil en la oreja, mordisqueándose el interior de las mejillas en un inconsciente gesto por conseguir controlar su creciente nerviosismo. No sabía muy bien lo que iba a decirle, pero ese anuncio le había dado una idea y él, dada su desesperante situación económica de extrema urgencia, se habría agarrado a un clavo ardiendo. A los cinco tonos, justo cuando iba a colgarle por si le saltaba el contestador, una voz madura, seductora y muy varonil le dio la bienvenida con un encantador saludo.

 

- Kakashi´s Love... tu fantasía inolvidable. ¿Te apetece pasar conmigo uno de los mejores momentos de tu vida?

 

- Eh... no - el chico casi se arrepintió de haber sido tan brusco, pero sabía por experiencia propia que la verdad, aunque dura, era muy efectiva y te ahorraba sufrir algunos ratos de bochornosas confusiones -. La verdad es que... yo... bueno, llamaba para...

 

- Ah, eres de los tímidos - lo interrumpió la voz sugerente adoptando de pronto un divertido aire juguetón -. Vamos a ver... ¿es para algún amigo? ¿Para una fiesta loca de altos ejecutivos? ¿Una sesión privada... para ti?

 

- No, no... Yo lo que quiero es saber lo que... - el rubio se interrumpió, con las mejillas ardiendo y sintiendo de pronto que le faltaba el aire -. Lo... lo que cobras.

 

- Pues eso depende del servicio... Por cierto, ¿puedes decirme tu nombre, encanto?

 

- Me llamo Naruto...

 

- Tienes pinta de ser muy jovencito, Naruto.

 

- Acabo de cumplir veintiuno - protestó el muchacho de inmediato.

 

- Ya veo... ¿Y qué es exactamente lo que necesitas?

 

Naruto dudó, reflexionando antes de contestar. "Un puto milagro es lo que necesito" pensó cabreado mientras llegaba a la asquerosa conclusión de que, fuera como fuese, su vida se estaba yendo irremediablemente al carajo.

 

- Voy a serte sincero, ¿vale? - dijo al fin, pensando que, en los psiquiatras, mucha gente le contaba sus problemas a un completo desconocido -. Estoy... estoy bien jodido. Y mucho. Me han quitado la beca, y no tengo ni un miserable yen para poder seguir pagándome los estudios. Aparte de eso, mi abuela no quiere saber nada del tema, y ningún trabajo de los que encuentro me alcanza lo suficiente para cubrir todos los gastos de la universidad. No me llega ni para comprarme un maldito bol de ramen en el puesto de la esquina, ni para coger el autobús por las mañanas. Ah, y ya puestos, y con todos los tíos decentes y comprometidos que hay por el mundo, yo estoy colgado del mayor gilipollas de la Tierra.

 

- Pues sí estás jodido, sí - concedió Kakashi dejando escapar un paciente suspiro -. Pero si querías llamar a un puñetero consultorio, creo que te has equivocado de número. Yo me desnudo por dinero, chaval, pero no voy solucionándole la vida a pobres jovencitos gays reprimidos.

 

- ¡Oye! Que yo no... - empezó a protestar Naruto con enfado. Vale, él era joven y gay pero... ¿reprimido? Bueno, teniendo en cuenta su escasa actividad sexual en los últimos meses, puede que tuviese razón -. Yo... yo sólo quería saber si se ganaba mucho dinero haciendo lo que tú haces.

 

Al otro lado de la línea, el hombre volvió a suspirar y farfulló algo parecido a un "sabía que acabaría pasando esto".

 

- Mira, Naruto... prácticamente todavía eres un crío. Búscate un trabajo de camarero en algún garito de moda, consigue una novia guapa y sigue emborrachándote todos los fines de semana. Hazme caso, porque tengo mucha más experiencia que tú.

 

En lugar de mandarle al cuerno, Naruto decidió que ya había llegado la penosa hora de dejar aparte su orgullo y ponerse a lloriquear.

 

- Pero necesito el dinero... ¡Y no se me ocurre otra manera de reunir una gran cantidad en poco tiempo! Si esto sigue así tendré que dejar la universidad, me quedaré sin amigos y me veré obligado a volver a casa de mi abuela y sobrevivir a su diabólica ira... ¡Tendré que ayudarla en las tareas de la casa! ¡Y recogerla a ella y a sus amigas cuando van al bingo! ¡¿Sabes que esas malditas viejas pervertidas me pellizcan el culo cuando creen que no las veo?! ¡Mi vida entera va a irse a la mierda!

 

- En serio, chaval, sigo pensando que te vendría mejor ir a un psiquiatra...

 

Frunciendo el ceño y a punto de ahogarse en la desesperación, Naruto olvidó su desastroso intento de dar pena para pasar al último y definitivo recurso: la suplicación.

 

- Por favor, por favor... No quiero que esas viejas endemoniadas me usen de porno-chacha... ¡Maldita sea! ¡No tienes ni puta idea del miedo que se pasa cuando las ves a todas juntas tomándose unos carajillos! ¡Están poseídas, joder! ¡¿Es que no tienes corazón?! ¡Un día de éstos me acabarán violando!

 

- ¿Ves? Por eso yo sólo trabajo con hombres - sentenció Kakashi con determinación -. Las viejas alcohólicas son uno de los grupos con factor de riesgo más elevado.

 

- ¿Ni siquiera vas a darme un consejo? No sé... algunas nociones básicas para poder empezar. No te habría llamado si no estuviese completamente desesperado.

 

- A decir verdad, te haría una demostración en vivo y en directo, pero por lo que me cuentas he deducido que no tienes ni para comprarte una caja de preservativos y yo desde luego no me despeloto de gratis. En fin, si tan decidido estás a hacerlo, te diré algunas cosas que podrán ayudarte...

 

˜ * ˜ * Fin del flashback * ˜ * ˜

 

 

Después de escucharle atentamente durante otros diez minutos e, irremediablemente, agotar todo el saldo de su teléfono móvil, Naruto se quedó pensativo mientras aguardaba que Kiba viniese a buscarle. Al fin y al cabo, él practicaba bastante deporte en la facultad y sus músculos estaban bien definidos, tenía la piel morenita de nacimiento y, cuando no ponía cara de idiota, hasta podía decirse que quedaba bastante resultón.

 

Y necesitaba el dinero.

 

Lo necesitaba si quería terminar la carrera y seguir con su irresponsable vida de estudiante universitario. Lo necesitaba si no quería pasarse el resto de su vida atemorizado y explotado por una temible horda de viejas borrachas. Lo necesitaba porque, por encima de todo, quería seguir viendo a ese chulo playa Uchiha y suspirar por sus perfectos huesos y su morbosa cara de mala hostia.

 

Maldita sea, era absolutamente patético...

 

Lo haría. Desnudarse provocativamente delante de un desconocido no tenía por qué suponerle un trauma. Sólo era trabajo. Además, incluso también ofrecería sus servicios a las mujeres. El mundo gay aún estaba algo limitado, y su precaria situación no admitía el menor escrúpulo por su parte. Al fin y al cabo, si podía ganarse un buen montón de pasta por menear el paquete un par de noches a la semana, al menos no tendría que hacer de gigoló con las amigas de su abuela.

 

"Ya está. Decidido."

 

Esperando que Kiba fuese tan impuntual como siempre, encendió su portátil dispuesto a poner un rápido anuncio en Internet. No podía utilizar su verdadero nombre, no fuera a ser que alguien conocido se las apañase para descubrir que, en lugar de tomarse una cerveza con los colegas, se pasase despelotándose la mayor parte de su tiempo libre. Tras meditarlo un poco acabó metiéndose en una página de contactos, dejando un reclamo bastante parecido al que le había inspirado la repentina idea de convertirse en stripper.

 

Kyuubi Boy, stripper, jovencito. Rubio de ojos azules, cuerpo de deportista. Sexy y cariñoso. Sólo privados. Discreción y seriedad. Económico. No te arrepentirás.

 

Después, había dejado su número de teléfono y su dirección de e-mail, por si alguien prefería contactar con él mediante el correo electrónico. Lo releyó para comprobar que todo era correcto y cerró el portátil apagándolo al instante.

 

Perfecto. Quedaba sugerente, clásico y escueto... y no faltaba mucho a la verdad. Su descripción física era la adecuada, que no era lo mismo que decir que el manubrio le medía tres palmos, porque tampoco era cuestión de exagerar. En cuanto a lo demás... lo que se dice sexy, sexy... quizá si lo fuera comparado con un gato muerto. Y atropellado. Entre las muchas cosas sexys que se le ocurrían (principalmente Sasuke Uchiha echándose agua por el torso tras una agotadora clase de gimnasia), desde luego, él no entraba para nada en la definición. Tras veintiún años de sufrir diversos y ridículos percances, había llegado a la triste conclusión de que había nacido torpe y que no podía hacer nada para remediarlo. Siempre tropezaba en los pasillos, tiraba todos los libros que había en su taquilla, se las apañaba para echarse encima la mitad del almuerzo y perder los deberes cuando se suponía que debía entregar un trabajo.

 

¿Y cariñoso? Quizá... eso si tuviese a alguien a quien poder demostrárselo. Muchas veces, sobre todo cuando intentaba dormirse ignorando aquel molesto ardor en la entrepierna debido al desuso, se sentía feliz imaginando lo cariñoso que se mostraría con el Uchiha mientras el moreno gemía de gusto y él le dejaba el culo como un colador.

 

En fin, ya había dado el gran paso y tendría que hacerlo. Eso, o volver con su abuela Tsunade con el rabo entre las piernas y dejar que un puñado de ancianas depravadas le metiesen mano hasta en el carné de identidad. En aquel preciso instante, Kiba había hecho sonar el claxon de su coche y Naruto se había apresurado a ir a su encuentro, tratando de no pensar en el anuncio y en lo que haría si alguien se animaba a llamarle.

 

El estómago le rugió amenazadoramente de hambre, y se removió en su cama intentando calmar el molesto dolor de cabeza. Tendría que ir pensando en darse una ducha y comer algo, si es que al encargado de la cafetería conseguía darle la suficiente lástima como para que le regalase un batido y dos magdalenas. Después, iría paseando hasta la casa de Kiba a ver si su amigo había conseguido sobrevivir a la ferocidad de la apasionada rubia. En alguna parte del montón de ropa arrugada que había esparcida por el suelo, su teléfono móvil empezó a sonar con una conocida canción de los Offspring, anunciándole la instantánea entrada de una llamada.

 

- Joder... - masculló cuando probó a incorporarse y todo a su alrededor pareció ponerse patas arriba -. Yo criticando a la vieja borracha, y resulta que tiene un digno heredero...

 

Consiguió arrastrarse hasta los pies de la cama y, allí, estirar un brazo para rebuscar en sus pantalones y sacar su teléfono de uno de los bolsillos. Era un número completamente desconocido. Pulsó el botón para aceptarla y se colocó el aparato en la oreja, tratando de reprimir un enorme bostezo.

 

- ¿Diga?

 

- Eh... ¿Eres Kyuubi Boy?

 

Al oírle, Naruto se espabiló de golpe sin necesidad recurrir a los infalibles remedios caseros de toda la vida: un litro de café y la caja entera de aspirinas. Al responder al llamante intentó sonar interesante y adulto, tal y como Kakashi le había aconsejado.

 

- El mismo... ¿Con quién tengo el gusto de hablar?

 

- ¿Podrías venir a mi casa esta noche a las once?

 

- Sí, claro... ¿Y qué tipo de servicio prefie...?

 

- ¿Tienes pene? - le interrogó el otro, de forma tan tajante que al principio Naruto no supo si le estaban tomando el pelo.

 

- Eh... sí, si que tengo - respondió finalmente, con cautela y dispuesto a mandar a la mierda a su interlocutor si sólo se trataba de un molesto graciosillo.

 

- ¿Grande?

 

Irreflexivamente Naruto se miró la entrepierna, allí donde su miembro destacaba sus evidentes formas contra la elástica tela del calzoncillo.

 

- No quiero parecer un arrogante, pero seguro que no te decepcionará - le dijo con una media sonrisa que destilaba orgullo viril y masculino -. Bueno, pero no me has dicho qué es lo que quieres que ha...

 

Pero le fue imposible seguir hablando, porque su primer posible cliente le interrumpió para soltarle toda su dirección de golpe y asegurarle que lo estaría esperando con muchas ganas de verle en acción. Cuando acabó la llamada, Naruto lanzó el teléfono a su cama mientras sentía en el estómago los inevitables nervios de su primera actuación.

 

- Mierda... creo que no he escuchado bien la última parte...

 

 

 

 

 

 

˜ * ˜ * ˜ * ˜ * ˜ * ˜ * ˜ * ˜

 

 

 

 

 

Lo haría.

 

Podía hacerlo.

 

Después de todo, había confianza.

 

Respiró hondo una vez más, preparándose mentalmente para lo que se le venía encima. Se miró pensativo las puntas de sus pies, enfundados en unas Converse negras bastante deterioradas, reflexionando si, al fin y al cabo, aquello había sido una buena idea.

 

Pero tenía que hacerlo. Lo necesitaba si quería causar una buena impresión. "Profesionalidad ante todo" le había remarcado Kakashi. Ya se había dado una ducha y hasta depilado... con cuchilla, eso sí, porque no quería ni imaginarse aquella cera caliente y torturante pegándose sin compasión a sus ingles, y quizá más allá. Antes de quitársela, seguramente habrían tenido que anestesiarle.

 

Ya lo tenía todo listo: la música, el baile, los accesorios, la ropa que llevaría (unos vaqueros rotos ajustados, una camiseta blanca y su cazadora de cuero) "Y, por lo que más quieras, no se te ocurra ponerte el típico disfraz de bombero". Respecto a ese tema, Kakashi había sido explícitamente exigente. Ahora tan sólo le quedaba... eso.

 

"Venga, Naruto, no puede ser tan difícil" se animó interiormente sacudiendo la cabeza con resolución. Totalmente decidido, alzó una mano y llamó a la puerta.

 

- ¡Ya voy! - contestó una alegre voz desde dentro. Al instante, un chico moreno de espesas cejas, largas pestañas y brillante cabello cortado al tazón, le dio una calurosa bienvenida asfixiándolo de un agotador abrazo -. ¡Naruto-kun, por fin has venido a visitarme, y eso que vives en la habitación de al lado! ¡¿Has cultivado tu gloriosa flor de la juventud, tal y como te aconsejé el primer día de clase?!

 

¿Qué si la había cultivado? Si su compañero de residencia se refería a lo que tenía entre las piernas, esa flor se le había chuchurrío hacía ya tiempo.

 

- A ver, Lee... - empezó, rascándose nerviosamente la nuca -. Necesito que me hagas un favor.

 

- ¿Es que no quieres pasar?

 

- La verdad es que hoy llevo bastante prisa, pero te prometo que otro día vuelvo y me quedo un rato.

 

- ¡Yoooosh! ¡Eso es fantástico! - los expresivos ojos de Lee relucieron con enfermizo entusiasmo -. ¡Así podré enseñarte todos los vídeos de mi entrenamiento espiritual junto a Gai-sensei, mi querido maestro de artes marciales!

 

A Naruto, que prefería que lo atropellase una manada de elefantes despavoridos a tener que soportar la visión de aquellas terroríficas cintas, no le quedó otro remedio que aceptar el ofrecimiento. Todo si quería que Lee le solucionase aquel pequeño problemilla de última hora.

 

- Sí... será estupendo. Esto... ¿Puedes prestarme un... una cosa? - el rubio dudó un momento, pues no le parecía muy normal tener que pedirle algo tan íntimamente personal como lo que él necesitaba en ese momento -. Sé que es algo raro que me presente aquí para esto, pero es que lo necesito urgentemente y ya es tarde para poder salir a alguna tienda y comprarlo. Yo sé que tú tienes porque... bueno, los he visto algunas veces cuando haces la colada y los pones a secar en la ventana.

 

- ¿Quieres que te deje mis leotardos verdes? - le preguntó su compañero, a punto de echarse a llorar de la emoción. Naruto se dio cuenta de que hasta tenía los ojos empañados, y se apresuró a negar con la cabeza antes de que Lee se abalanzara sobre su armario.

 

- Yo... en realidad... lo que necesito es... un... un... tanga - dijo esto último en voz tan baja, con las mejillas ardiendo y mirando hacia el suelo, que no supo si el pobre Lee habría captado aquel tímido susurro.

 

- ¡¡¿Un tanga?!! - gritó el moreno haciendo aspavientos. Desde luego, se había enterado él y ahora con ese aullido de lobo muy probablemente la mitad de la residencia -. ¡Claro que sí Naruto-kun! ¡Tengo de hilo, de seda, de cuero, con dibujitos, en terciopelo... pasa y escoge el que quieras!

 

- ¡El de cuero! - se apresuró a contestar Naruto a toda prisa, deseando lo antes posible largarse de allí -. El de cuero es perfecto.

 

- Es algo agresivo, pero muy morboso - comentó despreocupadamente Lee mientras revolvía en el cajón de su mesita de noche -. Lo único malo, que al ser la tela tan dura puedes irritarte un poco los...

 

- Eh... sí, bueno, lo tendré en cuenta - lo tranquilizó Naruto mientras el otro le tendía la comprometida prenda -. Muchas gracias, Lee. Te lo devolveré como nuevo.

 

- De nada, Naruto-kun ¡Y recuerda que tienes que venir un día a ver los videos!

 

Tras despedirse diciéndole adiós con la mano, Lee cerró la puerta y Naruto volvió a quedarse solo en el pasillo del segundo piso de la residencia. Tras mirar el provocativo tanga con renovado temor, lo apretó fuertemente en el interior de su puño cerrado y se apresuró a encerrarse en su cuarto, ridículamente acojonado al pensar que tendría que meterse eso en la raja del culo.

 

"Bueno, vamos allá"

 

Se quitó los pantalones de chándal y su camiseta de andar por casa, quedándose como Kami-sama le trajo al mundo. Se miró al espejo, examinándose atentamente por si se había olvidado de algo que aún debía corregir. Kakashi le había aconsejado que se frotase con un poco de aceite, así que tras buscar un poco en la pequeña bolsa que se iba a llevar consigo encontró el bote y empezó a restregarse aquel resbaloso líquido con el único fin de dejar su piel extremadamente suave y brillante. Después, llegó el crucial momento de ponerse el tanga. Tal y como le había dicho Lee, la tela era algo rígida pero lo peor no era eso, sino la incómoda sensación de algo extraño invadiendo su trasero y a la que, sin más remedio, tendría que acostumbrarse. Intentando no pensar demasiado en lo que le esperaba, terminó de vestirse en silencio y, a falta de dinero para coger un taxi, salió de la residencia dispuesto a caminar hasta la casa de su cliente.

 

 

 

 

 

 

˜ * ˜ * ˜ * ˜ * ˜ * ˜ * ˜ * ˜

 

 

 

 

 

 

"Es aquí... en el número 64"

 

Se trataba de un enorme bloque de pisos de aspecto antiguo, construido a las afueras del centro de la ciudad. Naruto sintió un pequeño escalofrío de forma inconsciente.

 

Aún estaba a tiempo... ¿Y si se iba de allí?

 

Borraría el anuncio, aceptaría su derrota y volvería cabizbajo a la casa de su abuela, resignándose a llevar una existencia mediocre durante el resto de sus días. Desde que sus padres habían muerto siendo él un bebé, había tenido que abrirse paso en la vida con uñas y dientes, luchando y esforzándose por conseguir cuanto quería. Cierto que su abuela Tsunade lo había criado lo mejor que sabía, pero últimamente se pasaba más tiempo enganchada a la botella de ginebra que al teléfono intentando buscarle una buena solución a sus problemas. Estaba acostumbrado a apañárselas solo y aquella vez, por lo visto, tampoco sería una excepción.

 

Si no lo probaba, seguro que más tarde se arrepentiría por no intentarlo.

 

Entró en el edificio y tomó el ascensor, sintiendo ya el incómodo cosquilleo nervioso en su estómago y una ligera sensación de mareo causada por la ansiedad. Para intentar calmarse empezó a repasar mentalmente todas las instrucciones que le había dado Kakashi y, aunque el hombre le había dicho que, probablemente, la primera vez acabaría siendo un desastre, Naruto se prometió a sí mismo que aquella noche dejaría a su cliente con la boca abierta. El ascensor se detuvo demasiado pronto, abrió sus puertas en el sexto piso y lo dejó salir. El pasillo era largo, iluminado tenuemente por las diminutas luces de emergencia situadas cada varios metros en las paredes. Por fortuna, aquella pobre iluminación fue suficiente para poder distinguir los oxidados números de metal que identificaban la puerta principal de las viviendas. Al llegar y detenerse justo enfrente del número 64, cerró momentáneamente los ojos y elevó una sencilla y desesperada plegaria.

 

"Por favor, Kami-sama o quien quiera que estés allí arriba, si todo esto me sale bien y puedo conseguir el dinero, prometo no volver a ver películas porno en..."

 

¿Toda su vida? No, eso era pedir demasiado. Con lo bien que se lo pasaba él en calzoncillos, bolsa de palomitas en mano y la otra preparada para entrar en acción cuando aquello se le pusiera en efervescencia. Vale que no fuera un obseso, pero dada su precaria y difícil vida sexual aquellas películas porno gay que se bajaba a escondidas de Internet eran lo único que le hacían sentirse aún un jovencito sexualmente activo. Así que, en el último momento, cambió su pacto divino por algo mucho más fácil de poder sobrellevar.

 

"...prometo no volver a ver películas porno en Semana Santa."

 

Sí. Eso era perfecto. Una semana sí podría soportarlo. A falta de imágenes, siempre le quedaría su imaginación. Miró su reloj de pulsera para comprobar que era la hora acordada, pues la puntualidad era algo sumamente importante en aquella curiosa profesión. Suspirando para intentar controlar sus aceleradas pulsaciones, apoyó la mano en el picaporte dispuesto a llamar.

 

Y cuál fue su enorme sorpresa cuando la puerta se abrió suavemente hacia el interior.

 

¿Acaso la habían dejado así para que él entrara?

 

El piso era pequeño y confortable, ordenado, aunque tenía muy poca decoración. Naruto avanzó inseguro por el pasillo en penumbra, guiándose hasta la tenue luz de una lamparilla de mesa que había en el salón. En ese preciso instante le acometió un ridículo ataque de pánico y le dio por pensar que, a lo mejor, su cliente era un perturbado mental que disfrutaba destripando a inocentes y macizorros jovencitos. Menos mal que había seguido el consejo de Kakashi en lo referente a la seguridad personal, y había dejado una nota en su cuarto con la dirección en la que se encontraba.

 

- Eh... ¿Hola? - pronunció con timidez, dejando su mochila encima de la mesa.

 

- Voy - le contestó una voz inconfundiblemente ronca y masculina desde algún lugar del interior -. ¿Cuánto te debo?

 

Joder, eso sí que era ir directo al grano. Kakashi le había dicho que no fuera estúpido y cobrase siempre por adelantado, no fuera a ser que, después de desnudarse y provocarle un soberano calentón al otro, se quedase a dos velas por no haber exigido el dinero a tiempo. "El mundo está lleno de listillos, Naruto" le había instruido en tono serio y paternal. "Recuerda siempre que nuestro maravilloso arte tiene un precio."

 

Sin embargo, él era un completo estúpido. Y, por ser su primera vez, le pareció algo frío cobrarle nada más empezar.

 

"Voy a hacerlo, y lo haré bien" se animó mentalmente mientras apretaba decidido los puños.

 

No perdió el tiempo y colocó una silla en el centro del cuarto, al mismo tiempo que miraba a su alrededor en busca de algún reproductor de música que estuviese a mano para poner su Cd, aquel que se había grabado a última hora con algunas de las canciones que Kakashi le había asegurado que lo ayudarían a triunfar. Localizó una mini cadena en la estantería del rincón y, tras sacar de su mochila algunas de las cosas que le harían falta durante su actuación, colocó el Cd en el reproductor y esperó impaciente a que su cliente apareciera por la puerta.

 

¿Cómo sería?

 

La verdad era que lo estaba devorando la curiosidad. No era lo mismo desnudarse para un madurito apuesto que para un viejo verde al que no se le levantaría a no ser que le drogara elegantemente con la mitad de una caja de viagra. Aquello era uno de los baches de la profesión, y Naruto había intentado mentalizarse de que tendría que hacerlo aunque el cliente no le gustase.

 

- Espero que hayas traído el cambio, porque sólo tengo un billete de...

 

Al mismo tiempo que el dueño del piso hacía su aparición en el salón, un taquicárdico Naruto conectó la música y se giró hacia su presa, dibujando una estática y nerviosa sonrisilla en los labios.

 

Y se quedó de piedra.

 

Aquel hombre, más bien todavía un muchacho, tendría aproximadamente su edad. Una abundante y graciosa maraña de suaves ondas pelirrojas orlaba su cabeza y le confería un aspecto travieso, aún cuando su gesto huraño, a pesar de la sorpresa de verle allí plantado, fuese duro e impenetrable. Llevaba puestos unos pantalones cortos de chándal y una camiseta de tirantes en color marrón, a juego con sus zapatillas de andar por casa. Sus hermosos ojos verdes, sin duda lo que más llamaba la atención en su pálido rostro como de porcelana, se redujeron a un par de crispadas rendijas en cuanto Naruto se le acercó sin miramientos dispuesto a cogerle de la mano.

 

- Ven conmigo, encanto. Voy a hacer que te lo pases muy pero que muy bien.

 

El chico no hizo ademán de querer agarrarle, pero tampoco se apartó cuando Naruto se las apañó para empujarle hacia la silla y hacer que se pusiera cómodo para disfrutar del espectáculo.

 

- ¿Qué significa todo est...? - empezó a preguntar con un ligero aire de cabreo. Naruto, pensando que a su cliente tal vez le gustase fingir que se sorprendía ante aquella esperada visita, se armó de confianza y se dispuso a representar su papel.

 

- Ahora tan sólo relájate... - le susurró sensualmente al oído. De pronto, y antes de que el ceñudo pelirrojo pudiera seguir protestando, sacó unas esposas del bolsillo trasero de sus pantalones vaqueros y se las apañó para inmovilizarle los brazos contra el respaldo de la silla.

 

- ¡¿Pero que demonios crees que estás hacien...?!

 

Al atrayente ritmo de la música, y eso que él no es que bailase especialmente bien, Naruto se desprendió de un pañuelo negro que llevaba atado a la muñeca. Ni corto ni perezoso, amordazó al muchacho con enérgica delicadeza y se alejó un par de pasos para poder contemplar su obra. Allí estaba su pobre víctima, atado a la silla y sin poder pronunciar ni una sola palabra. De vez en cuando, el pelirrojo se sacudía con furia y le lanzaba miradas asesinas, con las mejillas tan coloradas que daban la impresión de ser un par de jugosas fresas contrastando con la blanca tez de su piel. Estaba claro que su cliente estaba actuando, y aquello le facilitaría mucho las cosas para su propia representación.

 

"La mayoría de los hombres, sobre todo aquellos que poseen un férreo orgullo de acero, siempre coinciden en una misma obsesión. A sus parejas nunca le confesarían sus verdaderos deseos, pero yo te aseguro que todos sueñan con ser dominados y entregarse sin límites al increíble morbo de la sumisión. Uno de mis mejores recursos es esposarlos y amordazarlos para que se sientan en inferioridad de condiciones, lo que, invariablemente, aumenta muchísimo su excitación."

 

En aquella parte, Naruto había escuchado a Kakashi con admirable atención. Desde luego, el hombre tenía una basta experiencia en espectáculos y aquello era el mejor recurso para poder empezar. Por lo menos, con las manos atadas no iban a poder meterle mano hasta arrancarle la piel, por muy concienciado que estuviese de que tarde o temprano iba a tener que dejarse sobar a lo bestia.

 

- Ahora, chico travieso, voy a darte tu merecido.

 

Naruto volvió a susurrarle al oído, aunque aquella vez también se dio cuenta de que el pelirrojo daba un leve respingo como si se le hubiese erizado de pronto la piel. Todo era mucho más fácil de lo que se había imaginado.

 

"Si no se te da bien el baile, puedes probar a balancearte al compás de la canción mientras te acaricias lenta y provocativamente."

Naruto así lo hizo, situándose frente al chico mientras se desprendía sin prisas de la cazadora, que repentinamente había empezado a darle bastante calor. El rubio lo miró a los ojos, maravillándose de nuevo por su hermosa tonalidad aguamarina y la profundidad insondable de sus rasgadas pupilas negras, que ahora lo contemplaban con visible estupor. A menos de un metro del pelirrojo, con su mano izquierda acariciándose el pelo y la otra bajando sensualmente por su cuello, Naruto sintió que un levísimo y repentino sonrojo cubría sus mejillas de color carmín.

 

Estaba insinuándose como un auténtico pervertido, y lo peor era que él mismo estaba empezándolo a disfrutar. Sintió una conocida dureza presionar impaciente contra su ajustado pantalón, reprochándose contrariado la mala suerte de haberse empalmado como una fiera en celo nada más empezar el numerito.

 

"Es importante que controles tus propios impulsos" le había remarcado Kakashi casi al final de la conversación. "Siempre es bueno que te sientas bien en tu trabajo, pero recuerda que son los clientes quienes se tienen que excitar."

 

¿Los clientes? ¡Y un cuerno! No llevaba ni cinco minutos despelotándose y ya estaba más caliente que la parrilla que había utilizado aquellos interminables días para freír las puñeteras hamburguesas.

 

Aquello no era normal... o sí. Teniendo en cuenta que llevaba sin echar un buen periquito desde que nació, y que tenía a un precioso pelirrojo amarrado a una silla y completamente a su merced, lo único que le extrañaba era por qué no se le había tirado encima ya para violarle. Desechando a toda prisa aquellos pensamientos impuros, Naruto se dio la vuelta para que su cliente no pudiera darse cuenta de que estaba a punto de sufrir un severo ataque de inflamación testicular, lo que comúnmente se conocía como "dolor de huevos".

 

- Prométeme que vas a portarte bien a partir de ahora - murmuró con la voz entrecortada, casi refiriéndose más a su bulliciosa entrepierna que al pobre jovencito que tenía inmovilizado en la silla.

 

Intentó distraerse, concentrarse únicamente en la canción. La conocida letra daba vueltas en su mente, lo abstraía a ratos para después devolverle, en cuanto abría los ojos, a la cruda realidad de la situación. Algo mareado empezó a juguetear con el borde de la camiseta, retorciéndolo entre sus dedos al mismo tiempo que sus caderas se balanceaban justo enfrente del desencajado rostro de su único espectador. Unas vibrantes notas, agudas e intensas como lo eran sus propias y contradictorias sensaciones en aquellos peligrosos momentos, le hicieron olvidarse de todos sus temores y lanzarse a por todas en aquella trepidante vorágine de confusión.

 

- Take me, take me... I´m yours... harm me, force me ... I´m your slave... and I´ve lost the control - cantó al compás de la música mientras tiraba de la prenda hacia arriba y la lanzaba al extremo opuesto de la habitación.

 

Sí. Definitivamente, la situación se le estaba yendo de las manos. Jamás habría creído que desnudarse para un desconocido pudiese resultarle tan jodidamente excitante y, si seguía así, él mismo sería el que no podría evitar el empezar a tocarle. A esas alturas el pelirrojo ni siquiera forcejeaba, únicamente se limitaba a contemplarle con los ojos muy abiertos y las mejillas furiosamente sonrojadas por la enorme vergüenza que le causaba su condición. Naruto se desabrochó los pantalones mientras sus traviesos dedos se perdían bajo la goma del tanga, acariciándose el pubis con descaro mientras interminables gotas de sudor le resbalaban por la frente y hacían brillar su torso a la tenue luz de la lámpara. Quiso ir más allá, y tras bajarse los vaqueros se sentó a horcajadas sobre las rodillas del muchacho mientras le acariciaba delicadamente los pálidos hombros, inclinándose hacia su cuello para soplarle con premeditada ambigüedad. Al contacto con el cálido aliento su indefensa víctima se envaró, dejando escapar un apenas perceptible y culpable gemidito.

 

¡Lo había conseguido! En su primera vez ya había logrado excitar a su cliente sin ni siquiera haberse desnudado del todo, solamente utilizando su propia improvisación. Si en aquellos momentos Kakashi hubiese podido verle, seguro que habría sentido una rotunda punzadita de orgullo. El único inconveniente que veía era que, una vez que terminase el trabajo, o se la meneaba escondido en la primera esquina o aquello le explotaría sin más remedio por obligarle a acumular tantísima tensión.

 

Inclinó la cabeza para volver a mirar al pelirrojo, que clavó en sus ojos azules una intensa mirada incierta que Naruto no supo interpretar. Sus rostros apenas estaban separados unos pocos centímetros, y gracias a esa íntima cercanía el rubio pudo darse cuenta de que el muchacho también había comenzado a sudar. Naruto sentía en sus nalgas desnudas el suave roce del minúsculo pantalón de chándal que llevaba puesto el pelirrojo, así como el chico debía de sentir, y de ver, la notable erección que se apretaba contra sus muslos mientras pedía a gritos que alguien le sofocara de una puñetera vez aquel hormonal incendio.

 

Vale, había perdido completamente la cabeza. El alarmante ritmo de sus pulsaciones habría asustado a un médico, su respiración era un jadeo entrecortado que se atropellaba al salir de su boca y su cuerpo, sus músculos, habían comenzado a temblar levemente.

 

¿Sería siempre así, o es que aquel chico de rostro nacarado y mirada escalofriante le ponía tan tremendamente cachondo hasta el punto de no saber ni lo que hacía? Coño, que había ido a trabajar, no a ponerse como una moto sin tubo de escape. Atrapado en aquel influjo maldito de sus ojos verdes, Naruto alzó con timidez una mano y la acercó a la estática cara del pelirrojo, acariciándole los labios por encima de la tela negra que los cubría. Estirando un dedo, lo metió bajo el borde de la mordaza y tiró suavemente hacia abajo, quitándole al fin el pañuelo que se deslizó suavemente hasta caer en sus hombros y rodear su cuello. Y sí, allí estaban. Unos labios pequeños pero perfectos, delineados en un delicioso color rosado que contrastaba vivamente con su pálida piel. Sintió un agradable cosquilleo en la nuca, seguido por la imperiosa y acuciante necesidad de besarle hasta quedarse sin respiración. En aquellos momentos no le importaba si estaba bien o mal, y el ver que el silencioso pelirrojo tampoco hacía ademán de querer apartarse fue el último estímulo que necesitaba para hacerlo.

 

Desde luego, aquello no terminaría con un "gracias por la visita". Tras coger aire, Naruto cerró los ojos y se preparó para el glorioso contacto.

 

- ¡Mendokuse! Esto... qué problemático. He llamado a la puerta pero como estaba abierta y se escuchaba música, creía que había una fiestecita y me he decidido a entrar.

 

¿Fiestecita? ¡¿Fiestecita?! ¡Claro que había una jodida fiestecita, pero en sus bajos corporales! Antes de que tuviese tiempo de reaccionar, se dio cuenta de que estaba en tanga sentado sin pudor ni vergüenza sobre un hombre maniatado y que, para más inri, había estado a punto de besarle. El recién llegado, que llevaba una ridícula gorra blanca de Tele Konoha por cuya abertura trasera salía una coleta de puntiagudos y desordenados mechones, dejó una pizza sobre la mesa y se encogió de hombros como si el encontrarse a dos tíos hechos y derechos montándoselo a lo Full Monty fuese lo más normal del mundo.

 

- Siento el retraso pero es que, la verdad, me daba flojera venir hasta aquí. Ah, y no paréis por mi culpa, porque ponerme nervioso me cansa mucho y aún tengo que coger la moto para volver. En cuanto a la pizza... en fin, entiendo que os he cortado el rollo de mala manera, así que como no tengo ganas de esperar, hoy invita la casa... ¡Hasta luego!

 

Sin haberse alterado lo más mínimo, el chico se dio la vuelta y levantó una mano en un vago gesto de despedida, cerrando la puerta a sus espaldas cuando salió del piso aguantándose la risa.

 

Y de repente Naruto lo comprendió absolutamente todo. Desde el principio el pelirrojo había estado esperando una pizza, y no a él.

 

Su cara de asombro y su enfado preliminar habían sido perfectamente normales, teniendo en cuenta que un tío se le había colado en la casa, le había esposado a una silla y se había puesto a restregarle el paquete sin venir a cuento.

 

"Por mi madre... pero qué cagada más descomunal."

 

Para colmo, la música se trabó en aquel preciso momento y el Cd saltó de la pletina, rallándose y dejándolos sumidos en el más absoluto silencio. Naruto, aquella vez con la cara ardiendo de puro bochorno, ni siquiera se atrevió a mirar al pelirrojo. Por primera vez fue completamente consciente de su completa desnudez, apenas disimulada por la escasa tela del tanga que únicamente le cubría su ya no tan notable erección. Su supuesto cliente, que no se había movido ni un ápice, tampoco pareció querer decirle nada.

 

Vale, en cuanto saliera de allí, con su decencia en coma y su autoestima por los suelos, metería la cabeza en la primera alcantarilla que encontrase.

 

- Esto... - tras luchar consigo mismo para que de su garganta saliesen unas pocas y enronquecidas palabras, Naruto se atrevió por fin a levantar la cabeza y mirarle con un lastimoso gesto de aflicción -. Tú... ¿No me has llamado, verdad?

 

El otro muchacho tan sólo pestañeó, convirtiendo su semblante en una inexpresiva máscara impasible.

 

- No.

 

¿Qué se hacía en estos casos? ¿Chasquear los dedos y desaparecer? ¿Quitarse el tapón y desinflarse tan rápido como una muñeca hinchable? ¿Ponerse de rodillas y suplicar el perdón? Kakashi le había advertido que podrían sucederle cientos de contratiempos, pero nunca nada semejante a equivocarse de cliente.

 

Él había nacido siendo gilipollas, y encima la clase de gilipollas condenado a sufrir la más nefasta mala suerte.

 

- Lo... lo siento - se disculpó, aún con las mejillas furiosamente encarnadas -. Yo... me... me iré enseguida.

 

Suele ocurrir que, cuando estamos deseando que se nos trague la tierra, nos olvidemos de todo lo demás. Eso fue precisamente lo que le sucedió a Naruto, que no se acordó de que al bajarse los pantalones, éstos se le habían quedado enredados en los tobillos. Y fue a levantarse de las rodillas del pelirrojo con tanta prisa que inevitablemente dio un traspié y fue a parar con sus morenitas posaderas desnudas incrustadas en el suelo.

 

- ¡Tsk! Joder... cómo duele... - murmuró frotándose la zona afectada mientras sentía que sus ojos se le llenaban de lágrimas.

 

Sí, quería llorar, aunque fuese una reacción humillante y poco masculina. Había hecho el peor ridículo de su vida, todos sus planes se habían ido al traste y, definitivamente, tendría que tragarse el orgullo y volver con su abuela. A esas alturas, ya le daba lo mismo que una salvaje pandilla de violadoras octogenarias le pellizcasen el culo hasta dejárselo en carne viva.

 

- Yo... mierda... tan sólo quiero seguir en la universidad... - farfulló a media voz, compadeciéndose de sí mismo -. Sólo... sólo necesitaba el dinero...

 

- Oye... ¿Estás bien? - una blanca mano de dedos largos y finos apareció de pronto ante su vista, tendida hacia él en un inequívoco gesto de ayuda.

 

No, no lo estaba. Quería morirse de la vergüenza y volver a la residencia, para intentar ahorcarse con una sábana. "Estaría mejor encerrado en la maldita jaula de un zoológico" pensó el rubio aceptando el auxilio mientras se dejaba izar por el desconocido hasta quedarse de pie. Rápidamente, volvió a subirse los pantalones y a recoger su camiseta del suelo, murmurando de nuevo una torpe disculpa que se perdió entre sus labios. Ponerse la prenda no lo hizo sentirse mucho mejor, aunque sí un poco menos vulnerable. Con manos temblorosas y sin saber lo que hacía metió sus cosas en la mochila cuando, siempre en silencio, el pelirrojo se le acercó despacio para entregarle las esposas.

 

- Ah... esto... - quizá demasiado tarde, Naruto cayó en la cuenta de que su víctima se las había ingeniado para liberarse -. ¿Has podido quitártelas tú solo?

 

- La verdad es que no las cerraste bien desde el principio - le confesó el chico sin variar ni un ápice aquella eterna mueca de enfurruñamiento.

 

Su cerebro, que ya normalmente funcionaba con exasperante lentitud, aún tardó unos pocos segundos en comprender el significado oculto bajo esas inocentes palabras. O sea, que el tío había podido sacárselo de encima con un par de hostias y, sin embargo, había fingido estar esposado a la silla mientras él le restregaba el culo por varias partes de su estupenda anatomía.

 

La pregunta desde luego sobraba, pero Naruto era tan simple que no se quedaría tranquilo si no le daban una convincente respuesta.

 

- ¿Y por qué... por qué no me has parado?

 

Al oírle, la pálida cara del pelirrojo adquirió la misma tonalidad que su llamativo cabello. Tras meditarlo un poco, se dispuso a mentir como un bellaco.

 

- Pues... porque... porque...

 

"Porque estabas igual de cachondo que yo, así que ahora no me vengas con aires de monja mártir" se dijo Naruto acordándose repentinamente del misterioso bulto que había atisbado bajo esos cortitos pantalones de chándal.

 

Fuera por lo que fuese, el muchacho no quiso seguir hablando y se dedicó a contemplarle en silencio, clavándole aquellos perturbadores ojos verdes que, sin saber exactamente el por qué, lo ponían bastante nervioso. Parecía como si tratase de decirle algo tan sólo a través de su mirada, algo que Naruto, sintiendo unas leves mariposillas en el estómago, no atinó a comprender.

 

- Bueno pues... creo que mejor me voy - el rubio agarró su cazadora, se colocó la mochila sobre un hombro y se giró cansinamente en dirección a la puerta. Era casi medianoche y, por aquel día, era evidente que ya había hecho bastante el ridículo.

 

- Esto... ¿Has dicho que necesitas el dinero, no? - lo detuvo repentinamente el pelirrojo.

 

- Sí, pero... ya da igual.

 

El chico suspiró, cerrando momentáneamente sus brillantes ojos verdes. ¿Desde cuándo se preocupaba él por la vida de otros? La verdad era que, salvo su propia persona, le importaba un bledo todo lo demás. Todo... salvo ese crío torpe de pelo desordenado que parecía a punto de echarse a llorar. Al fin y al cabo, por una maldita vez que hiciese algo altruista en su vida, no se iba a morir.

 

- ¿Cuánto cobras? - le preguntó impaciente, alcanzando su cartera de encima de la mesa que había en el salón.

 

- Qu... ¿Qué? - balbuceó el rubio, sin comprender absolutamente nada.

 

- Que cuanto dinero tengo que darte - le aclaró el pelirrojo sacando un más que generoso fajo de billetes.

 

- Pero yo... - titubeó Naruto al adivinar su intención -. No puedo cobrarte nada si no he hecho mi trabajo.

 

- Acabas de lloriquear que querías seguir estudiando, ¿no? Así que no le des más vueltas, coge el puñetero dinero y lárgate.

 

- No - negó tercamente el rubio retrocediendo un par de pasos -. Si de verdad quieres pagarme, al menos déjame terminar.

 

El chico dejó escapar una especie de gruñido fastidioso y se dio la vuelta, dispuesto a encararse con aquel pequeño exhibicionista aquejado de un repentino ataque de honradez.

 

O eso, o es que era gilipollas.

 

- Pues venga, termina con lo que estabas haciendo y vete - le indicó secamente a Naruto mientras se sentaba otra vez en la silla, con el rostro vuelto hacia un lado y un encantador sonrojo tiñéndole las pálidas mejillas.

 

El rubio, cuando el bochorno hubo dado paso a la perplejidad, aún tardó cerca de un minuto en reaccionar. Su nuevo cliente, bien que refunfuñando y gruñendo, se lo había dejado claro. Quería que siguiese bailando como si nada. Que volviese a despelotarse con alegría. Que le menease el paquete enfundado en aquel minúsculo tanga justo delante de la cara.

 

Pero había dicho que le pagaría.

 

A ver si ahora iba a resultar tan irresistible que, incluso colándose en una casa por error, le salían clientes inesperados.

"Con lo que saque esta noche, tendré para pagar la residencia una semana" se obligó a recordar mientras dejaba otra vez la mochila sobre la mesa y se dirigía hacia el equipo de música para desatascar el Cd. Cuando las primeras notas de una erótica melodía envolvían el ambiente, transformándolo en algo íntimo y secreto, Naruto, aún de espaldas al muchacho, empezó a contonearse suavemente. Puso todo su empeño en intentar hacerlo al igual que había empezado, quitándose la camiseta casi con lenta agonía después de haber estado jugueteando provocativamente con ella. Los vaqueros, que ya tenía desabrochados, no tardaron mucho en hacerle compañía tirados en un rincón. Llevando tan sólo el escaso tanga, se situó justo enfrente del pelirrojo y se dio la vuelta, mostrándole su terso trasero tostadito y respingón del que, francamente, se sentía muy orgulloso.

 

Y entonces ocurrió.

 

Fue tan sólo un segundo, un leve roce, una traviesa caricia que lo sorprendió con la guardia baja y la absurda creencia de que, medio en pelotas delante de un desconocido, nadie iba a meterle mano.

 

"Es normal" pensó intentando poner en orden sus pensamientos. "Kakashi ya me lo advirtió."

 

Terminó la atrevida exhibición de su anatomía trasera y se giró, decidido a enfrentarse a la abismal profundidad de aquellos turbulentos ojos verdes. Aún sentía el débil eco del contacto hormigueándole en una de sus nalgas, como si aquellos dedos le hubiesen provocado una pequeña descarga eléctrica al rozarle la piel. Tal y como había hecho antes se le sentó encima pero, en aquella ocasión, dispuesto a probar algo nuevo. Buscó con sus propias manos las del pelirrojo, que le miraba con una indescifrable expresión sofocada, y las llevó hacia su pecho colocándolas justo encima de sus pezones. Guiadas por sus propias sensaciones, acariciando lascivamente su torso como si ya lo conocieran de toda la vida, Naruto tuvo que apretar fuertemente los dientes en un desastroso intento por contener un débil gemido.

 

"Coño, fijo que está pensando que soy alguna especie de perturbado sexual" se regañó el rubio nada más dejar salir aquel sonidito tan sugerente.

 

El ambiente se había caldeado tanto que incluso le costaba respirar, y entre aquellas caricias prohibidas y los provocativos contoneos de su baile muy pronto empezó a jadear. Pero él no era el único que se estaba excitando ya que, entre las piernas del otro, rozándose intencionadamente contra la suya, descubrió de nuevo una culpable erección que le confirmó definitivamente todas sus sospechas. Estaba claro que a aquel tímido muchachito, aún con su apetecible carita de mala leche y su carácter tan brusco, le gustaban los címbreles matutinos tanto como a él. Bajando la vista hacia abajo vio claramente el notable bulto en los pantalones y, además, el suyo propio, que amenazaba con reventar de un momento a otro la tela del tanga y salir disparado. Olvidando cualquier precaución al respecto, se inclinó hacia delante y acercó su cara a la del sufrido pelirrojo, rozándole el lóbulo de la oreja con sus rosados labios.

 

- ¿Cómo te llamas? - le susurró curioso, mientras sentía las cautas manos del chico bajando lentamente por su espalda.

 

- Ga... Gaara - le contestó el susodicho, con un ronco suspiro de voz.

 

- Gaara... - repitió Naruto en su oído, provocándole un repentino estremecimiento de placer.

 

Era un nombre hermoso, extraño y atemorizante, muy apropiado para alguien como él.

 

- Yo... - comenzó a decirle el rubio mientras el otro giraba la cara y se lo quedaba mirando de frente, aprisionándolo en su dominante mirada -. Yo me llamo Naruto...

 

Tuvo que interrumpirse en seco, cuando advirtió que los labios del chico apenas se separaban unos pocos centímetros de los suyos. Se quedó hipnotizado por ellos, por ese pedacito de carne suave y rosada que se entreabría insinuante. Y entonces, sin pararse a pensar en lo que hacía, le besó. El pelirrojo abrió los ojos con sorpresa y ahogó un repentino gruñido, mezcla imprecisa entre el rechazo y el placer. Los voraces labios de Naruto, que sabían ligeramente a ramen y chicle de menta se impusieron a los suyos con una sorprendente avidez. Para el rubio, aquel hambriento beso, voraz, traicionero y atrevido, pero al mismo tiempo tan deseado, le puso el mundo patas arriba y tuvo que aferrarse con todas sus fuerzas a Gaara para no caerse de sus rodillas.

 

No hubo necesidad de palabras, porque sus cuerpos sudorosos y sus miradas de puro vicio ya hablaban por sí solos, convirtiéndose en el detonante para que aquella situación tan delicada se les escapase de las manos y de cualquier estúpido intento de autocontrol. Pasándole los brazos bajo los muslos, Gaara agarró a Naruto y cargó con él mientras abandonaba la silla, dirigiéndose presuroso hacia su propia habitación. Haciendo gala de una increíble ferocidad lujuriosa, tiró a Naruto sobre la cama y se quitó la ropa como si ésta le quemara, revelando un ajustado bóxer negro que dejaba entrever por la parte de arriba el rojizo y áspero vello de su pubis y, algo más abajo, aquella palpitante tentación.

 

- Lo... lo estabas buscando desde el principio... - se excusó, como si esa pobre explicación bastase para contentar al rubio -. Y yo ya he llegado al límite...

 

- Asumo toda la culpa - declaró un revoltoso Naruto, indicándole por señas que se tumbase presuroso encima del colchón.

 

Y gimió, arrebatado por sentir otra vez esos labios presionando violentos contra los suyos, la húmeda lengua devorando hasta el último rincón de su boca mientras bebía y se saciaba de su propia saliva como si no tuviese otra salvación. Sus manos, enloquecidas, se colaron bajo el bóxer de Gaara y rodearon su dolorosa erección, acariciándola mientras el pelirrojo hacía lo propio apartando el minúsculo tanga y provocándole un sonoro jadeo extasiado que resonó en la habitación.

 

Aquello era ir directos al grano, sexo puro y duro sin ningún tipo de afecto ni amor. Y, aunque fuese su primera vez, Naruto no necesitaba ninguna de esas dos cosas para hacer lo que estaba haciendo. Lo suyo, y seguramente lo de su compañero pelirrojo, solamente sería desfogarse con un buen polvo y decirse adiós. Eran dos extraños que acababan de conocerse, a los que el destino había cruzado y la libido, mucho más maliciosa, enredado en una cama sin ningún tipo de consideración.

 

- Mmm... - gimió quedamente Gaara mientras sus dedos se ensortijaban en el rizoso vello de su entrepierna y le hacían suspirar. Con la otra mano, el pelirrojo buscó su cabeza y la guió directa hacia su entrepierna, presionando suavemente en un inequívoco gesto de lo que quería que le hiciera.

 

¡¿Qué?! ¿Chupársela? ¿Él? ¿Allí? ¿Ahora?

 

Hasta entonces Naruto había sabido disimular bastante bien su evidente falta de experiencia, al igual que intuía que el pelirrojo sí que sabía lo que estaba haciendo y que, en caso de averiguar que él aún era tan puro y casto como una princesita de cuento, sin duda alguna se mofaría de él. Sólo de pensarlo, y teniendo en cuenta que ya había hecho un ridículo mortal con lo del striptease, se moría de la vergüenza.

 

Pero bueno... aquello era lo normal, ¿no? De hecho, lo había visto miles de veces en las películas. A lo mejor, el sexo oral daba un poco de reparo al principio, pero entonces recordó que Kiba le había dicho en una ocasión que, bien hecho, era lo más parecido a la gloria.

 

Con la ideas claras y un gracioso gesto decidido, Naruto comenzó a besarle las caderas, dibujándole a su paso un brillante sendero de saliva que iba desde su vientre hasta rodear su ombligo, descendiendo después a los abismos hasta aprisionar en su boca el cálido glande y succionar sin pudor.

 

- Ah... ¡Joder!

 

Desbordado, Gaara cerró los ojos, se aferró a las sábanas y arqueó su pálido cuerpo al sentir el atrevido contacto, sacudido por una intensa conmoción. Sus respectivos calzoncillos hacía ya rato que se encontraban en paradero desconocido, pues ambos chicos habían comprendido que sobraban cuando sus manos no fueron suficientes ni el masturbarse mutuamente, la única opción.

 

- Más... más rápido... - le pidió el pelirrojo enredando una mano en los suaves cabellos dorados, por si él mismo tenía que atender a su lujuriosa demanda.

 

Pero Naruto, que aunque torpe aprendía bastante rápido, no necesitaba que le dijeran las cosas dos veces y menos cuando se la estaba chupando a un tío bueno que, muy probablemente, acabaría a cuatro patas mientras él le daba lo suyo, lo de agradecimiento y lo del resto de su vida. Porque si algo tenía claro, era que él había nacido activo y había venido a este mundo a demostrarlo. Después de su triunfal estreno, ya podían echarse a temblar todos los culitos prietos de Konoha y alrededores.

 

- Joder, hazlo hasta el fondo - gruñó inesperadamente el chico, haciéndole un poco de presión con la mano que tenía puesta en su cabeza.

 

En su ignorancia, Naruto no se había percatado de que únicamente se había limitado a lamer aquello como si fuese un cándido chupa-chups, a base de tímidos roces de lengua y leves caricias de sus labios. Aunque por lo visto, tenía que tragárselo entero para terminar de hacerlo perfectamente bien. Un tanto sorprendido por aquel inesperado acontecimiento, abrió la boca para coger aire justo antes de engullir su miembro mientras cerraba los ojos con fuerza y respiraba con visible agitación.

 

Fue una sensación un tanto extraña, sentir aquel miembro caliente y duro colmando su boca mientras el pelirrojo gemía entrecortadamente de placer. No es que le gustase especialmente, pero tenía que reconocer que sí era algo oscuramente morboso. Cuando pasaron algunos segundos y se hubo acostumbrado al nuevo inquilino, apretó los labios en torno al tronco y se retiró despacio, con mucho cuidado de no rozarle aquella sensible parte con los dientes.

 

- Tú no has probado muchas de éstas, ¿verdad? - le preguntó inesperadamente Gaara cuando, tras varios minutos de entrenamiento, Naruto ya comenzaba a mejorar un poco su habilidad.

 

- Eh... yo... - el rubio se sonrojó violentamente, tratando de inventar una buena excusa que le librase de tener que admitir la verdad -. Bueno, es que casi siempre me lo hacen a mí.

 

Por fortuna, la sugerente visión del chico inclinado mansamente entre sus piernas, con las mejillas ruborizadas y los labios brillantes de húmeda saliva, era algo que no se podía desperdiciar.

 

- En el cajón de la mesilla tengo preservativos - le indicó simplemente Gaara señalándole con un pálido dedo el pequeño mueble que había a su lado.

 

Naruto, imaginando que había llegado el momento definitivo, buscó los condones a tientas y empezó a colocarse uno, agradeciendo mentalmente todas las veces que había tenido que hacerle lo mismo a un plátano en las clases de educación sexual que les daban en el instituto. Su amante enarcó una rojiza y casi inexistente ceja al ver que Naruto había asumido resueltamente el codiciado papel dominante de aquel esporádico revolcón.

 

- ¿Eres activo? - preguntó inseguro, como si necesitase que el mismo Naruto se lo confirmara.

 

- Sí - se apresuró a responder el rubio, asintiendo con fervor. Luego precisó, por si a su compañero aún le quedaban algunas dudas -. Salvajemente activo.

 

Por toda respuesta, Gaara se encogió de hombros y se dio la vuelta, apoyándose sobre los codos mientras abría ligeramente las piernas. Si tenía que ser sincero consigo mismo, lo cierto era que, desde el primer momento, había querido y deseado que aquel jovencito despistado le sacudiese el polvo acumulado desde su última y desastrosa relación. Aquello no tenía nada que ver con su orgullo, ni cuestionaba su masculinidad ni ninguna otra de aquellas cosas propias de machos por las que los hombres solían preocuparse tanto. Él tan sólo pretendía pasar una aburrida noche de sábado viendo una película mediocre, atiborrándose a pizza y helado y fingiendo que le daban igual las miles de personas que saldrían a divertirse. Desde que había descubierto que el sinvergüenza de su ex-novio le engañaba hasta con las piedras, no había hecho otra cosa que desarrollar el síndrome de la "maruja despechada" y encerrarse en casa negándose a mantener un mínimo contacto con el resto de la humanidad. Por eso, cuando aquel chico tan majete se le había colado en el piso y empezado a despelotarse con poca práctica pero con muchas ganas, había recordado que era humano y que, desgraciadamente, sus necesidades también. Vamos, que de no disfrutar un fogoso encuentro como dios manda, estaba que se subía por las paredes.

 

Por su parte Naruto dirigía la vista hacia su preciado objetivo, para después fijarla en su miembro erecto enfundado en el preservativo. En el fondo, parecía sencillo. Tenía el agujero, tenía el palitroque y solamente debía ensartarlo como a una brocheta. Casi lo mismo que jugar a los dardos y acertar a la diana en la primera oportunidad.

 

- Relájate - escuchó que le anunciaba el rubio como si, en lugar de estar a punto de follárselo, fuese a darle un masaje. Pese a todo, mientras le decía aquello sus manos le habían acariciado los muslos en un cariñoso gesto que no le pasó desapercibido

 

- Agh... - gimió de pronto Gaara apretando los dientes cuando sintió una incómoda sensación punzante que pugnaba por abrirse paso en su trasero.

 

- ¿Te duele? - se alarmó inmediatamente Naruto, deteniendo su avance para observar al pelirrojo y cómo éste giraba la cabeza para mirar hacia atrás.

 

- ¡Ostias, cómo no me va a doler, si me la estás metiendo a palo seco!

 

Naruto observó confundido su rostro enfadado, preguntándose que qué era lo que estaba haciendo mal. ¿A palo seco? ¿Pero qué quería? ¿Qué le cantase al mismo tiempo unas sevillanas?

 

- Sé que tienes unas increíbles ganas de follar, pero al menos prepárame un poco primero - le espetó Gaara con reproche.

 

"Coño, si será verdad que me gusta lo del sexo salvaje. Menos mal que no he seguido con lo mío, sino seguro que le hago un taladro mejor que el de Bricomanía."

 

¿Cómo había podido olvidarlo? Todo era culpa de los malditos nervios, que le habían jugado una mala pasada. Se esforzó en recordar el contenido de las películas eróticas que habitualmente veía, cayendo en la cuenta de que, antes de la penetración, los chicos siempre solían jugar un poco.

 

- Jeje, perdona... - masculló de nuevo un tanto azorado, rascándose nerviosamente la nuca -. Las prisas...

 

- Hazlo con los dedos, porque no tengo lubricante.

 

Naruto asintió de forma inconsciente y observó cómo el pelirrojo volvía a apoyar la barbilla entre sus brazos cruzados, dispuesto a dejarse manosear. Algo inseguro, estiró el dedo índice y se lo quedó mirando, como si aquella fuese la primera vez que lo veía.

 

"Sólo tengo que metérselo en el culo" se instruyó mentalmente mientras tomaba nota de lo que hacían los chicos de las pelis porno y se chupaba un poco el dedo. Como preámbulo, acarició levemente su entrada y Gaara no pudo evitar estremecerse al sentir el contacto. Lo introdujo ligeramente, casi con miedo, obteniendo un ronco suspiro de parte del pelirrojo. Al instante, sintió que las tibias paredes de aquel pequeño agujerito comprimían su dígito envolviéndolo en una nueva y estimulante sensación. Algo confuso, bajó la vista para fijarla en su propio miembro y calculó enseguida las dimensiones.

 

Eso no cabía ahí ni de coña.

 

"Por Kami-sama, si lo voy a destrozar" pensó preocupado al tiempo que exploraba tímidamente con su dedo. "¿Acaso este tío es masoca o qué?"

 

Sólo por intuición, probó a meter un segundo dedo y sintió que todos los músculos de su compañero se tensaban de golpe, acompañados de un súbito gemidito que Naruto no tuvo ninguna duda de que había sido de satisfacción. Acumulando confianza, empezó a profundizar en su cuerpo hasta que aquello cedió, abriéndose lo suficiente como para que Gaara le dijese que ya estaba listo para entrar en acción. Cogiendo aire, Naruto se situó a sus espaldas y comenzó a penetrarlo despacio, notando que, aquella vez, el pelirrojo estaba mucho más preparado para recibirle. Aún así, Gaara se aferró a las sábanas con fuerza y dejó escapar un pequeño quejido, que más que refrenarle lo que hizo fue aumentar su tremenda excitación. Él también jadeó entrecortadamente, sintiéndose asfixiado por el cálido interior del pelirrojo y la sola idea de que, al fin, se había estrenado con un precioso culo que de seguro hubiese sido la envidia de muchos.

 

Probó a moverse un poco, saliendo despacio y volviendo a entrar, mientras todo su cuerpo temblaba violentamente con cada roce. No se atrevió a hacerlo más fuerte ni más rápido, porque vio que Gaara estaba sudando y tuvo miedo de hacerle daño. Y fue, precisamente, esa notoria falta de confianza lo que acabó por delatar su pequeño secreto.

 

- Oye, tú... - escuchó que lo llamaba el pelirrojo, en tono serio e impaciente.

 

- Naruto... me llamo Naruto - le recordó el rubio, un tanto nervioso.

 

Gaara no se andó con rodeos.

 

- ¿Eres virgen, verdad Naruto?

 

Vale, lo habían pillado, y estaba seguro de que ahora tendría que pagar las terribles consecuencias de su error. Con la cara más roja que una amapola y el corazón latiéndole a mil por hora, se retiró del cuerpo del muchacho para sentarse en la cama, mirarlo azorado y juguetear nerviosamente retorciendo las sábanas.

 

- Sí, lo era... - le confesó aturullado -. Al menos hasta que te la he metido hace un momento.

 

Gaara tan sólo dejó escapar un impreciso suspiro, y se rascó pensativamente la nuca mientras se daba la vuelta para poder mirarlo.

 

- ¿Por qué no me lo dijiste desde el principio? - le preguntó, aunque sin emplear ningún tipo de tono recriminatorio.

 

- Es que me... - Naruto tragó saliva con visible esfuerzo, porque de pronto sintió que se le había secado la boca -. Me daba vergüenza.

 

- ¿Pero cuántos años tienes?

 

- ¿Yo? Eh, pues... veintiuno.

 

- ¿Y todavía no habías follado con nadie? - le soltó inesperadamente el pelirrojo aguantándose la risa.

 

Naruto frunció las cejas y se enfurruñó, inflando de forma infantil sus sonrojados mofletes.

 

- Pues no, ¿qué pasa? ¡¿Qué tendría que haberme tirado ya a la mitad de Konoha?! - se paró de golpe para aspirar una densa bocanada de aire, porque un bochorno asesino se había apoderado de todo su ser -. ¡¿Es que acaso no puede uno ser un chico sensible, que tengo que ir por ahí refregándome hasta con los postes de teléfono?! ¡Y si he sido virgen hasta ahora era porque... porque...!

 

"Por que quería encontrar al chico adecuado."

 

Mentira cochina. Era porque su innata torpeza muy a menudo rebasaba los límites de lo humano, justo como le estaba ocurriendo en aquellos momentos. Por lo menos, y eso ya era un consuelo, había conseguido ponerse un maldito condón sin saltarle un ojo a alguien.

 

Se quedó callado y encogió sus rodillas, abrazándoselas mientras desviaba la vista hacia las sábanas revueltas y se miraba los pies. Se sorprendió cuando, tras unos pocos segundos, sintió una presencia tras su espalda y alguien le rodeó por detrás, apretándolo contra otro cuerpo igual de sudoroso.

 

- La primera vez siempre suele ser un desastre - le murmuró Gaara al oído, de una forma que casi hubiese podido catalogarse como "tierna" -. Pero aún así, tienes la enorme suerte de que yo estoy aquí para enseñarte lo contrario.

 

Antes de que tuviese tiempo de hacer algo, de reaccionar, el pelirrojo ya se las había apañado para intercambiar posiciones y tumbarlo sobre la cama, sentándose a horcajadas sobre su bajo vientre mientras le inmovilizaba los brazos a ambos lados de la cabeza.

 

Y todas las alarmas de Naruto se dispararon en aquel preciso momento.

 

"Ah, joder... no irá a... a... ¡¿a metérmela él a mí?!"

 

Pero el chico lo único que hizo fue comenzar a frotar sus caderas contra las del rubio, de forma que el erecto miembro de Naruto se veía comprimido una y otra vez entre sus nalgas, proporcionándole una serie de nuevas caricias que poco a poco lo estaban poniendo cardiaco. Justo cuando ronroneó de placer, Gaara se inclinó sobre su cuerpo para besarle en la boca, haciéndole cosquillas en la lengua mientras resbalaban el uno sobre el otro en aquel sugerente vaivén. Una de las veces vio que Gaara volvía a erguirse hasta quedarse arrodillado aprisionando sus piernas, como si estuviese buscando una posición en concreto y le costara encontrarla. Abrió la boca para decirle algo pero, de pronto, el pelirrojo se dejó caer de golpe sobre su miembro cortándole la respiración.

 

- Jo... joder... - masculló entre jadeos, con todos los sentidos ebrios de placer.

 

Era tan caliente, tan estrecho... una sensación nueva y completamente desconocida, que lo sacudió de arriba abajo y hasta le hizo sentirse un poco mareado. Volvió a gemir sin control alguno cuando Gaara comenzó a moverse, deslizándose de arriba abajo mientras al mismo tiempo describía pequeños círculos con sus caderas.

 

Al principio todo fue sentir, experimentar, acariciar su interior de todas las maneras posibles. Poco a poco, Gaara comenzó a aumentar el ritmo mientras, debajo de él, Naruto se tensaba debido a la obscena y repetitiva fricción. El ruido que hacía el trasero del muchacho al chocar contra su pelvis lo excitaba sobremanera, y ni él mismo sabía el por qué. En ningún momento quiso cerrar sus brillantes ojos azules, perdidos en la hipnótica contemplación del pálido y fuerte pecho de su amante y de su rostro de nácar, tan hermoso y encendido como lo estaba el suyo propio.

 

- Ven... - le susurró el pelirrojo mirándolo con inconfundible lascivia.

 

Naruto no entendió muy bien lo que debía hacer, pero Gaara tiró de sus manos hacia arriba indicándole que se sentara. Con el cálido miembro de Naruto aún en su interior, Gaara abrió un poco más las piernas y se acomodó en la nueva postura, quedando sentado sobre los muslos del rubio mientras le rodeaba el cuello con sus brazos.

 

- Vaya... - Naruto sonrió con timidez, sintiendo el sudoroso torso del chico junto al suyo en aquella íntima cercanía -. Así... puedo sentirte aún más...

 

Gaara volvió a besarle con premeditación, primero acariciando sus labios con la punta de la lengua, haciéndole cosquillas en la parte de dentro y, tras unos deliciosos segundos, colándose al fin en su boca sin necesidad de pedir permiso. En mitad de aquel apetecible beso, Naruto se sorprendió alzando una mano para enredarla juguetona entre sus llameantes cabellos rojizos.

 

"Me gusta este chico" pensó mientras le acariciaba la nuca y bajaba lentamente por su espalda, sintiendo bajo los dedos las pequeñas vértebras que conformaban su columna vertebral. Al llegar a su trasero, el rubio lo agarró con ambas manos para acompañarlo y ayudarlo en su acompasado vaivén, impulsándolo hacia arriba sólo para volver a estrellarlo con fuerza contra su cuerpo. Junto a su oído, los febriles jadeos de Gaara se sumaban a los suyos propios, entrecortándoles la respiración y, por lo menos a él, excitándolo de tal manera que creyó que acabaría volviéndose loco.

 

Una repentina punzada en su ingle le avisó de que estaba llegando a su límite, y tensó involuntariamente las piernas cuando aquella increíble sensación amenazó con desbordarle hasta minar completamente sus fuerzas, abrazándose fuertemente al pelirrojo con las pocas que le quedaban. Experimentando aún los últimos resquicios de aquel increíble orgasmo, sin duda alguna el mejor de su vida, vio cómo Gaara botaba un par de veces más sobre su miembro y apretaba los dientes, eyaculando entre ambos mientras le salpicaba el abdomen con su tibio semen.

 

Jadeando con violencia, Naruto entrecerró los ojos y sostuvo el agotado cuerpo de Gaara contra el suyo, que dejó caer la cabeza hacia delante apoyándose tranquilamente sobre su hombro. Pasados unos minutos, cuando fueron capaces de hablar sin que les faltase el aliento, Gaara le dio un leve beso en la base del cuello justo antes de moverse para salir de él.

 

- Toma, límpiate - le ofreció a Naruto tendiéndole un paquete de kleenex. Luego, viendo que el rubio se quedaba mirando el condón usado que tenía en la mano como si fuese una reliquia, se permitió sonreír brevemente mientras le tendía otro pañuelo de papel -. Hazle un nudo y ponlo aquí dentro, anda.

 

El rubio le agradeció el consejo, asintiendo con las mejillas ligeramente sonrojadas mientras seguía sus instrucciones para tirar el preservativo. Al fin y al cabo, para masturbarse uno mismo no se necesitaba ningún tipo de protección, y eso era precisamente lo único que había hecho Naruto desde que había entrado en la adolescencia.

 

Cuando Gaara lo hubo dejado todo en la papelera, volvió para tumbarse en la cama y echarse el famoso "cigarrito de después", pasándole el paquete de tabaco a un silencioso Naruto.

 

- No, gracias - rechazó el rubio encogiéndose de hombros -. No fumo.

 

- En fin, no podías ser tan perfecto - comentó en broma Gaara tras soltar la primera bocanada de humo -. ¿Qué tal la experiencia?

 

- Ha sido... - una enorme sonrisa irrumpió en su boca, iluminando su rostro moreno de azules ojos brillantes -. Ha sido increíble.

 

El otro asintió, cerrando los ojos mientras se relajaba tumbado a su lado. Normalmente, aquel era el momento de los abrazos, los susurros y los "te quiero", pero no cuando eran dos extraños que se habían desfogado aquella noche por un imprevisible capricho del destino. Aún así, aquel chico rubio y exageradamente torpe tenía un cierto punto de insólito encanto que le llevó a alzar una mano para acariciarle suavemente la cara, como, si no recordaba mal, ni siquiera había hecho nunca con su ex pareja.

 

- ¿Por qué lo haces? - le preguntó, rompiendo el silencio.

 

- ¿Eh? - Naruto le miró alarmado, completamente confuso.

 

- Que por qué te desnudas o haces lo que quiera que hagas con desconocidos. Eres demasiado joven para meterte en esto, y la verdad es que no tienes pinta de ser un gigoló.

 

- Ah, bueno, eso... - Naruto volvió a sonrojarse, y a Gaara le hizo gracia la tremenda facilidad que tenía el rubio para ponerse como un tomate -. Es que... me hace mucha falta el dinero.

 

- Hum. Ya veo.

 

- Pero no es para nada malo - se apresuró a aclarar cuando vio que el pelirrojo le observaba con cierta suspicacia -. Estoy estudiando en la universidad, pero me han quitado la beca por imbécil y mi abuela se niega a pagarme los estudios, así que si no consigo dinero suficiente para renovar la matrícula, me echarán de la residencia y tendré que volver a casa, a hacer de porno-chacha para las amigas de la vieja.

 

- ¿Y hoy... era tu primer día como stripper? - Gaara le dio otra calada al cigarro, conteniendo una molesta risita sardónica.

 

- ¿Tanto se me notaba? - repuso Naruto, compungido.

 

- Si quieres un consejo, mejor que sigas estudiando.

 

- Bah, si es que estas cosas me pasan por ser gilipollas - suspiró el rubio, abrazándose al desánimo -. Me cuelgo de un chulo insoportable al que le gusta presumir de novia y que ni siquiera me mira cuando me tropiezo intencionadamente con él por los pasillos... bueno, sí, me presta un valioso segundo de su tiempo pero para dejarme bien claro que sólo soy un capullo, un inútil y que mire por dónde voy. Así que de tanto hacer el idiota he acabado suspendiéndolo todo y me han quitado la beca.

 

Gaara se quedó mirando su semblante abatido, recordando al mismo tiempo las ridículas estupideces que él mismo había cometido por su ex novio cuando, sin ningún tipo de remordimiento, Sai le había engañado con muchos otros. La última vez, con un tal Kakashi que había contratado una noche pensando que Gaara volvería bastante tarde del trabajo. Por eso, al ver a aquel chico en el mismo plan y darse la casualidad de que se había equivocado de casa, vio la pequeña oportunidad de vengarse de Sai aún cuando ya hacía un par de meses que habían dejado de ser novios. Pero los planes no siempre salen como uno quiere, así que lo que en un principio había sido un salvaje revolcón para desquitarse estúpidamente de su orgullo herido, había terminado siendo la excitante iniciación en el sexo de un completo desconocido.

 

Y lo mejor, o lo peor de todo, es que le había gustado.

 

- Es bastante tarde - escuchó que comentaba Naruto cuando el despertador digital de su mesilla hubo marcado las tres -. Tengo que volver.

 

Gaara asintió, aplastando la colilla del cigarro en el cenicero que había justo al lado del reloj. Las despedidas tras un polvete rutinario siempre eran inevitables.

 

- Cuando salgas, coge todo el dinero que hay en mi cartera y llévatelo - le dijo al rubio mientras lo observaba salir de nuevo al salón para ir recogiendo su ropa desperdigada -. No sé si será lo que pretendías ganar, pero es mejor que nada.

 

Al cabo de cinco minutos, cuando ya había cerrado los ojos y se había acomodado sobre la almohada, Naruto se asomó a la puerta del dormitorio con la cazadora puesta y la mochila colgando de un solo hombro.

 

- Oye... bueno, que gracias - le murmuró con una pequeña y traviesilla sonrisa tímida.

 

- Suerte con lo tuyo - le contestó el somnoliento pelirrojo a modo de despedida, alzando débilmente una mano.

 

Dándose media vuelta, Naruto se aproximó a la mesa del salón para ir a buscar su recompensa, celosamente guardada en una billetera negra de cuero que tenía grabado un bonito reloj de arena. Al primer vistazo contó un generoso fajo de billetes que, como poco, le permitirían sobrevivir lo que quedaba de mes con absoluta tranquilidad. De forma inconsciente alzó la cabeza para volver a mirar a Gaara, acostado de lado en la cama con la sábana verde cubriéndole hasta la cintura y sus rojos cabellos esparcidos por la almohada.

 

Y entonces, esbozando una estoica sonrisa mientras sacudía la cabeza, volvió a dejar el dinero sobre la mesa y salió del piso con mucho sigilo para no molestarle.

 

 

 

 

 

 

 

˜ * ˜ * ˜ * ˜ * ˜ * ˜ * ˜ * ˜

 

 

 

 

 

 

- ¿Eres Naruto Uzumaki?

 

Al escuchar su nombre, el aludido levantó la cabeza de un enorme libro repleto de fórmulas de cálculo y problemas de álgebra avanzada con el que se había estado peleándose la última media hora. Total, ni él mismo sabía por qué aún se empeñaba en seguir esforzándose, si aquella misma semana iba a tener que dejar definitivamente la universidad. Después de meditarlo mucho y de su particular primera experiencia como stripper había decidido que, como resultaba bastante jodido luchar contra el destino, había veces en las que no quedaba otro remedio que rendirse ante él. Y ésa era una de aquellas veces.

 

La joven que le había preguntado aquello era rubia y vestía con un estilo un tanto alternativo, destacando su extravagante peinado de cuatro pequeñas coletas disparadas en cualquier dirección. Naruto la reconoció enseguida como la chica que trabajaba en la recepción de la universidad, informando a los estudiantes y llevando un poco el tedioso papeleo. Cuando Naruto asintió, confirmando que aquel era su nombre, ella le tendió un pequeño sobre blanco mientras sonreía levemente guiñándole un ojo.

 

- Nos veremos por aquí - se despidió diciéndole adiós con la mano.

 

Naruto, totalmente descolocado por su extraña reacción, cerró el libro con un suspiro y lo depositó sobre la mesa de la biblioteca. La carta procedía del rectorado, y seguramente era un aviso de que estaban a punto de cancelar su matrícula por impago y ponerlo de patitas en la calle. Sintiendo un incómodo nudo en la garganta, rasgó el sobre y comenzó a leer.

 

 

"Estimado señor Uzumaki:

Tenemos el placer de comunicarle que su beca de estudios le ha sido nuevamente restituida, rogándole disculpe el pequeño error que cometimos al cancelarla. Así mismo, le recordamos que dicha beca cubre el importe total de la matrícula y su estancia en la residencia de estudiantes.

Sin más, un cordial saludo.

Sabaku no Kankurô Asistente administrativo del rectorado de la Universidad de Konoha."

 

Abriendo los ojos, y la boca, con enorme incredulidad, Naruto dejó escapar de golpe todo el aire contenido en sus pulmones.

 

¡¿Le habían devuelto la beca?! ¡Pero si ese trimestre lo había suspendido absolutamente todo!

 

"¿Acaso la vieja ha...?"

 

Pero no. Naruto no se imaginaba a su abuela Tsunade yendo a ver al rector para tratar de seducirle con sus muchos, y alcohólicos, encantos de mujer madura. Apretó la carta entre sus manos, eufórico, con el corazón martilleándole dentro del pecho y los ojos llenos de lágrimas. ¡Después de todo, iba a poder seguir estudiando!

 

Tenía que llamar inmediatamente a Kiba y darle la buena noticia porque, desde que el chico se enteró de que Naruto próximamente lo abandonaría, estaba sumido en una depresión tan lúgubre que ni las fiestas universitarias de todos los viernes conseguían animarle.

 

Al levantarse con prisas para ir a devolver el libro a su correspondiente estante, el sobre se le resbaló del regazo y fue a parar al suelo, justo debajo de la mesa. Cuando Naruto se agachó para recogerlo, vio asomar en su interior un pequeño papelito amarillo que no había visto antes. Era una especie de post-it de los que solían usarse en las oficinas, en el que alguien había escrito unas cuantas frases con caligrafía pequeña y desigualada.

 

 

"Nunca se sabe cuando la suerte puede llamar a tu puerta. La mía era rubia con ojos azules y un desagradable mal gusto para el baile. La tuya, que mi hermano Kankurô fuese el asistente administrativo del rector de la universidad.

Si te parece bien, podrías agradecérmelo haciéndome otra visita inesperada, pero no como Kyuubi Boy o como sea ese estúpido nombre que te inventaste, sino como Naruto Uzumaki. Y ya puedes dejar de ir babeando tras heterosexuales estreñidos y matarte a estudiar, porque la próxima vez no seré yo quien te salve tu apretadito culo. "

Una cálida sonrisa entreabrió sus labios y arañó levemente su pecho, haciéndole cosquillas en el estómago y un creciente atisbo de tímida ilusión. Guardándose la carta en el bolsillo, sacó su teléfono móvil convenciéndose de que, como seguramente Kiba se empeñaría en celebrarlo con unas cuantas cervezas aquella misma tarde, no pasaría nada si esperaba para decírselo a su amigo al día siguiente. Gaara le había escrito su número al final de la nota, así que Naruto lo grabó en su agenda bajo el ocurrente nombre de "pelirrojo gruñón".

 

Cuando al fin se decidió, sin dejar de sonreír, pulsó la tecla de llamada y esperó impaciente.

 

Notas finales:

Espero que os haya gustado (al menos que no os hayáis aburrido xD) y también volver muy pronto con el nuevo fanfic, un NaruSasu principalmente que aún no tiene título, pero del que os dejo un pequeño resumen:

 

"- Haz las maletas. Volvemos a Konoha.

Naruto nunca creyó que su padre tomaría la drástica decisión de pronunciar esas temidas palabras. Ni tampoco imaginó que, al final, acabaría gustándole vivir en aquel aburrido pueblucho perdido entre montañas. Naruto no creía en los cuentos de miedo, hasta que allí conoció a Sasuke Uchiha y su terrible maldición.

La historia de un amor imposible a prueba de todo, incluso desafiando a la mismísima eternidad..."

 

Nos vemos pronto ^^

Haku

 

 


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