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SI TU ME QUISIERAS... por Orseth

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            Greyback tocó la puerta de la habitación de Draco sin obtener ninguna respuesta, por lo que enfadado la abrió de golpe; cuando entró, encontró a Roger desparramado en la silla con sus pergaminos en el suelo y la cama vacía; alarmado corrió al baño encontrándolo también vacio, por lo que con pasos apresurados se acercó a Roger sacudiéndolo por el hombro.

            -¡Roger, Roger!... ¡despierta maldito imbécil! ¿¡Donde esta Malfoy!?

            Pero por más brusco que fue con el medimago, éste simplemente continuó durmiendo.

            -¡Idiota!... ¡Stella, Marcus!... ¡maldita sea! ¿¡Donde están todos?!... ¿¡donde esta todo el mundo?! –exclamó saliendo de la habitación buscando a los otros dos mortífagos encontrándolos atrás del sofá.

            Sintiendo que algo frio le recorría el cuerpo, Greyback observó al hombre y a la mujer inconscientes y amordazados; sacó su varita para liberarlos y despertarlos.

            -¡Malfoy!... ¡ese maldito! –exclamó Stella tambaleándose.

            -¿¡Qué demonios pasó!? –bramó Greyback tomándola fuertemente de los brazos- ¡apenas me desaparezco y todo se va a la mierda!

            -¡Agh!... ¡suéltame, hijo de puta! –gimió Stella sintiendo que le rompía los brazos.

            -¡¿Qué diablos estabas haciendo que un muchacho casi invalido se te escapo?!

            -¡Que... que me sueltes! –Respondió Stella sin conseguir liberarse- ¡además se supone que Roger también estaba vigilándolo! ¿¡Donde estaba él, porque solo me culpas a mí?!

            -Ese idiota... –dijo Greyback soltándola y regresando a la habitación seguido por los otros dos.

            -Algo le hizo a este imbécil –dijo el hombre lobo señalando al medimago.

            -¿No está muerto? –preguntó Stella aun Sobándose los brazos.

            -No –dijo Marcus acercándose a Roger- pero sino encontramos a Malfoy, todos desearemos estarlo.

            -Por todos los diablos... –susurró Stella acercándose rápidamente al gabinete de pociones- reanimaré a este idiota.

            -Encárguense de él –dijo Greyback- Marcus...

            -¿Si?

            -Avisa a los nuestros que están en los alrededores, yo voy a buscar a Malfoy, no debe estar muy lejos.

            -De inmediato, se repartirán en grupos ¿le pediremos ayuda a los gigantes también? –preguntó Marcus.

            -¡No seas idiota! –Respondió Greyback exasperado- ¡ellos solo moverán sus pies para aplastarte, imbécil!... ¡ahora muévete!

            -De acuerdo –respondió Marcus entre dientes lanzándole miradas de odio a Greyback, quien sin esperar más respuesta, salió de ahí.

            Mientras tanto afuera, Hagrid se removía inquieto en su lugar.

            -No se ve nada extraño.

            -Esperemos, hace rato estaba muy oscuro y... ¡espera!... ¡mira! –Exclamó Harry señalando la entrada de una enorme cueva- ese parece...

            -¡Greyback!

            Harry no contestó, su corazón latía rápidamente pensando que tal vez no se había equivocado.

            -Mira... –señaló el auror-  parece como si... ¡como si  buscara a alguien!... ¡Hagrid, parece asustado y desesperado!

            -O una de dos –respondió Hagrid- o alguien les avisó que estamos aquí...

            -O Draco se les escapó –dijo Harry mirándolo.

            -Mira, otro tipo está saliendo... y la cara que trae no es de determinación, más bien es de terror, y francamente no creo que se deba al miedo que nos tienen ¿he?

            -¡Por Griffindor, Hagrid!... ¡Draco estaba aquí y escapó! ¡Debemos encontrarlo antes que ellos!...avisare al departamento para que vengan a apoyarnos.

            -Tardaran demasiado Harry –respondió Hagrid preocupado- a lo menos un dia sin tomar ningún tipo de precaución.

            -Por eso debemos apresurarnos, nos separaremos; tú ve por ese lado y yo iré por aquel, ten mucho cuidado, seguramente habrá más mortífagos ocultos.

            Después de enviar un aviso con calidad de urgente al ministerio, Harry comenzó a rodear el valle lo más cauteloso posible.

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            En una gruta helada, Draco permanecía sentado en una roca dormitando, hasta que un cabeceo lo hizo despertar de golpe; suspiró desalentado al darse cuenta que se sentía demasiado cansado; la espalda le dolía horrores y el miedo comenzó a apoderarse de él.

            -Ya amaneció... –pensó poniéndose de pie con dificultad- seguramente ya deben estar buscándome.

            Miró a todos lados sin tener idea de adonde dirigirse, por lo que simplemente comenzó a caminar.

            -¡Rayos!... –gimió encorvándose al sentir dolor en el vientre- ¡uff!

            Descansó unos momentos para después iniciar su caminata, la cual nuevamente se vio interrumpida por un mareo.

            -Algo anda mal... –pensó sosteniéndose de la pared- no me siento bien...

            Un sudor frio comenzó a invadirlo asustándolo más, por lo que solo atinó a sentarse en la siguiente roca.

            -Ahora no, por favor... espera un poco, aun no es tiempo... –susurró angustiado mientras sobaba su vientre adolorido; pero la imagen de Voldemort tocándolo con mirada codiciosa lo hicieron ponerse nuevamente en marcha a pesar de su creciente malestar.

            Al cabo de media hora ya arrastraba los pies aunado a su cojera mientras se sostenía de la pared.

            -¡Debo seguir, debo seguir! –pensó desesperado sintiendo que en cada paso iba a caer- ¡ah!... –gimió al sentir un pataleo- ¡rayos!

            Se detuvo sorprendido al sentir un terrible dolor con tan simple movimiento.

            -Definitivamente esto está mal... no es normal que sus movimientos me duelan tanto... ¡ah!... –gritó cayendo de rodillas- no... no... yo debo seguir... –balbuceó comenzando a avanzar sobre sus manos y rodillas hiriéndolas con las pequeñas piedrecillas.

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            Varita en alto, Harry caminaba de prisa entre arbustos y rocas, pendiente del más mínimo movimiento; la ayuda tardaría demasiado en llegar y no podía esperar hasta entonces.

            -Aguanta Draco, ya voy –pensó con todos sus sentidos alertas.

            Pero no muy lejos de ahí, alguien más lo buscaba con el mismo ahínco.

            -¡Maldito Malfoy!... en cuanto te ponga las manos encima me las vas a pagar –pensó Greyback saliendo de una gruta sin encontrarlo.

            -¡Greyback! –Gritó Marcus a varios metros de él- veinte de los nuestros ya están aquí, ya los repartí para seguir buscando.

            -Es lo bueno de que estaban cerca –pensó Greyback sin hacer mayor caso- al menos que esa partida de inútiles haga algo.

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            Stella esperaba que la poción que había vertido en los labios de Roger hacia unos momentos surtiera efecto.

            -mmm... –balbuceó Roger comenzando a despertar.

            -¡Abre los ojos, idiota! –Exclamó Stella zarandeándolo- ¡Malfoy escapó!

            Las palabras de le mujer llegaban a un cerebro de Roger demasiado aturdido para responder.

            -¡Roger!

            -Ya... ya te oí... –respondió Roger con dificultad.

            -¡Despierta bien maldita sea!

            Todo a su alrededor daba vueltas cuando Roger abrió los ojos.

            -Rayos... –masculló tomando su cabeza entre sus manos al tiempo que volvía a cerrar los ojos con fuerza.

            -Mueve tu maldito culo, Malfoy se fue; si no lo encontramos, estamos muertos –dijo Stella saliendo de la habitación.

            -Pequeño tramposo... –pensó Roger sonriendo cansinamente mientras se levantaba dirigiéndose a su gabinete para tomar algo que lo ayudara a disipar por completo su sopor- pero así como estas no puedes ir muy lejos... y te juro que cuando te encuentre, no volverás a engañarme.

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            Draco entretanto se había arrinconado en una caverna, incapaz ya de dar un solo paso; el dolor en su espalda y vientre ya no se lo permitían; pero el duro y frio suelo tampoco le daban gran descanso, por lo que se removió incomodo soltando de plano la varita para buscar inútilmente una posición más cómoda.

            -La espalda me mata... –pensó recargando la cabeza en la pared al tiempo que cerraba los ojos- y todo me duele... ya no puedo caminar...

            De repente un ruido le hizo abrir los ojos y tomar la varita rápidamente.

            -¡Papá, mamá ayúdenme! –rezó mientras sentía que la adrenalina recorría su cuerpo.

            Después de unos instantes, el sonido que había escuchado, claramente se convirtió en unos pasos; apretó los dientes mientras sostenía la varita dispuesto a dar batalla hasta las últimas consecuencias.

            -Es preferible que muramos los dos, a permitir que sufras ese destino tan terrible... –susurró mientras tragaba saliva- pero antes nos cargamos a cuanto cabrón podamos.

            Levantó la varita lista para lanzar un “Avada” cuando una voz familiar lo desconcertó.

            -Malfoy... ¿estás aquí?

            Draco arrugó el ceño completamente desconcertado, él conocía esa voz, ¿pero de donde?

            -Malfoy, soy Hagrid –dijo el guardabosques en voz baja- ¿estás aquí?

            Draco abrió más los  ojos en la semi oscuridad de la caverna el ver salir ante si a una tremenda figura.

            -¡Malfoy! –exclamó Hagrid deteniéndose de repente al encontrarse con un chico rubio sentado en el suelo con las piernas abiertas y apuntándole con la varita.

            -¡No des un paso más! –exclamó Draco.

            -¿No me reconoces?... ¡soy Hagrid, el guardabosques de Hogwarts!

            -No soy tonto ¿Quién eres en realidad?

            -¡No estoy mintiendo! –respondió Hagrid con voz contenida- mira... eee... ¡Buckbeack!... ¡gracias a ti condenaron a muerte a Buckbeack!

            Draco se sorprendió al escuchar eso, sin embargo no iba a caer tan fácilmente.

            -Eso cualquiera lo supo, dime algo que solo tú podrías saber –exclamó Draco haciendo gestos de dolor.

            Hagrid se quedó en blanco de repente, ver a Draco Malfoy así, con el rostro demacrado, el cabello revuelto, con un vientre enorme y al parecer con mucho sufrimiento, lo habían descolocado por completo; hasta que un nuevo quejido de Draco lo sacó de su estupor.

            -Yo... este... ¡ya sé! –Dijo Hagrid triunfante- ¡gracias a ti me quitaron a Norberto!

            -Y... ¿y quién diablos es Norberto? –respondió Draco tratando de estirar su espalda buscando alivio.

            -¡Norberto, mi dragón!... tú seguiste a Harry y a los chicos hasta mi cabaña en la noche en el primer año en el colegio, le fuiste con el chisme a McGonagall y todos fueron castigados, los enviaron al bosque prohibido y  a mí me quitaron a Norberto.

            Draco se le quedó mirando fijamente por unos segundos, hasta que finalmente bajó la varita exhalando un profundo suspiro.

            -No es posible... –balbuceó agotado- no puede ser que estés aquí... creo que ya alucino...

            -¡Tranquilo, ya viene la ayuda! –exclamó Hagrid acercándose presuroso.

            -¿Y Harry?... ¿Dónde está Harry?

            -También vino, solo que nos separamos para buscarte, no sé donde esta ¿te puedes levantar?

            -No, ya no puedo... –respondió Draco negándose a ponerse de pie- todo me duele.

            -No te preocupes, yo te cargaré.

            Pero cuando estaba a punto de levantarlo, unas voces los hicieron quedarse quietos.

            -¡Ve por ese lado, yo iré por aquel! –dijo una voz a lo lejos, pero lo suficientemente cerca como para que Hagrid se acuclillara junto a él.

            -Rayos, no podemos salir por ese lado –dijo Hagrid- ¿hay alguna otra salida?

            -¿Y yo como diablos voy  a saber? –respondió Draco inclinando la cabeza.

            Hagrid analizó la situación rápidamente, no podía invocar un “Patronus” para avisar a Harry en donde estaban pues descubriría su ubicación ante los mortífagos, y tampoco podía arriesgar a Draco a un enfrentamiento, por lo que decidió quedarse ahí y ocultarse lo más posible.

            -Tranquilo –dijo sentándose a su lado- estaremos bien, la ayuda llegara pronto.

            Aunque se sentía aliviado por eso y al fin veía una luz en el camino, el malestar de Draco iba en aumento.

            -¿Te sientes mal? –preguntó Hagrid preocupado.

            Draco no contestó, simplemente tragó saliva mientras sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.

            -Tranquilo Malfoy, ya verás que Harry llega pronto.

            -Es que me duele... –susurró Draco poniéndose una mano en el vientre- con cada patada que da, siento como si cientos de agujas se me clavaran... nunca había pasado esto... también siento que se me parte la espalda en dos...

            -Ven aquí –dijo Hagrid de repente causando confusión en Draco.

            -¿Cómo?

            -Te ayudaré a levantarte para que te sientes en mis piernas –respondió Hagrid levantándolo- no soy el sofá más lindo, pero al menos soy más suave que este frio piso.

            Cuando Draco se sentó en las piernas de Hagrid, definitivamente le dio la razón; por lo que sintiéndose un poco más cómodo, se recargó en el brazo del semi gigante.

            Pasaron así unos minutos, hasta que nuevamente comenzó a moverse.

            -¿Te duele la espalda?

            -Si –respondió Draco en un susurró casi inaudible.

            -Inclínate un poco hacia adelante.

            -¿Para qué?

            -Te daré un masaje –dijo Hagrid inclinando a Draco hacia adelante y poniéndole su manaza en la espalda.

            -No lo sé, mejor...

            -Confía en mí –interrumpió Hagrid comenzado a frotarle suavemente la espalda.

            -¡Vaya! –Exclamó Draco después de unos momentos- se siente bien...

            -Pues claro, soy muy tosco, pero tampoco soy tan bruto, yo solía darle masajes en el estomago a Haragog cuando se indigestaba y eso le ayudaba mucho.

            -¿Haragog?

            -Si, era una criatura muy delicada cuando era bebé, y muy lindo debo añadir, pero cuando creció comía todo lo que caía en sus redes, era muy glotón, por eso terminaba con dolor de estomago.

            Draco no entendía nada de lo que Hagrid decía, y francamente le importaba un cacahuate, lo único en que pensaba era en que Harry estaba cerca y en que su cuerpo no resistiría mucho más.

            -Ya... –dijo recostándose de nuevo- no aguanto estar inclinado mucho tiempo.

            -¿Tienes hambre? Tengo unas galletas en mi bolsillo.

            -¡Ah!... –se quejó Draco al sentir movimiento en su interior y revolviéndose en las piernas de Hagrid- ¡que... que ya no se mueva!

            Hagrid no sabía que decir... ¿Cómo consolar el dolor de Draco si era más que evidente que las palabras no servían de nada?

            -¡Agh! –gritó Draco sin poderse contener.

            -¡Nos van a oír! –exclamó Hagrid tapándole la boca con la mano, la cual Draco mordió de desesperación.

            Hagrid solo apretó los labios al sentir los dientes clavarse en su hosca piel, simplemente esperando que el acceso de dolor del muchacho menguara.

            Finalmente Draco lo soltó diciendo en voz baja:

            -Lo siento... no quería lastimarte, no era mi intención...

            -No te preocupes, no me dolió nada –respondió Hagrid sonriéndole mientras tomaba su sombrilla rosa para conjurar el hechizo “Muffliato” para que no los escucharan- nunca has sentido los dientes de un Dugbog –añadió Hagrid después de conjurar el hechizo- ¡esas sí que son mordidas!

            -¡Ah! –Gritó Draco de nuevo sujetándose de la ropa de Hagrid- ¡Que... dolor!

            -Toma mi mano –ofreció Hagrid tomando la mano de Draco haciéndola ver muy pequeña en comparación con la suya.

            -Ya no puedo... –gimió Draco comenzando a llorar de nuevo- duele mucho...

            -Calma pequeño, resiste... –susurró Hagrid soltándole la mano para poder sacar un pañuelo de su bolsillo para secarle la frente perlada de sudor.

            -¿En... en serio Harry vino también?

            -Si, esta como loco buscándote.

            -Llévame con él... quiero ir con Harry...

            -Claro que iremos –respondió Hagrid quitándole un húmedo mechón rubio de los ojos- solo ten un poco de calma...

            -¡No me calmes!... ¡no quiero que me calmes! –Exclamó Draco al borde de la desesperación- ¡sácame de aquí!... ¡quiero irme de aquí!

            -La ayuda ya viene, tardará un poco, por eso debemos resistir.

            -Yo... yo lo sé... –respondió Draco en su susurro mirándolo con sus ojos enrojecidos- pero si no lo saco de aquí, le harán cosas horribles... tengo que alejarlo de ellos... yo... yo debo protegerlo.

            -Lo sé muchacho, lo sé... también se que te duele y que estas agotado.

            -Vámonos de aquí Hagrid... por favor... –exclamó Draco tomándolo de la mano- ya no puedo esperar, necesito un medimago, él ya... él ya tiene que nacer, por eso me siento así... puede morir... ¡yo no... yo quiero que se muera! –concluyó Draco con voz quebrada.

            -Y no va a morir, no pienses eso –dijo Hagrid comenzando a desesperarse también.

            La situación empeoraba, la ayuda tardaría horas, tal vez días en llegar, los mortífagos cada vez más cerca y Draco estaba al límite.

            -Si deciden entrar aquí y conjurar un “Homenum Revelio” para detectar nuestra presencia, estamos perdidos –pensó Hagrid lamentando no tener la suficiente preparación para conjurar un “Protego Horribilis”- en todo caso, aunque pudiera, él no va a resistir tanto tiempo.

            -Vámonos, por favor... quiero ir con Harry... –dijo Draco con voz bajita.

            -De acuerdo –respondió Hagrid enderezándolo con cuidado y tomándole el rostro con ambas manos- saldremos de aquí, pero necesito tu ayuda; cuando dejemos este lugar, el hechizo “Muffliato” no nos va a seguir.

            -Entiendo, entiendo... –exclamó Draco asintiendo con fuerza.

            -Ellos están muy cerca.

            -Si, si, lo haré... juro que me esforzare más, ni un grito saldrá de mi boca.

            Comprendiendo que el chico estaba esforzándome más de lo posible,  Hagrid se puso de pie cargándolo en brazos y sosteniendo su paraguas al mismo tiempo.

            Sin saber a  donde les llevaría el fondo de la cueva, Hagrid se adentró en ella siguiendo las corrientes de aire que le indicaban que no era una caverna totalmente cerrada.

            Nunca se imaginó que hacia tan solo unos días se encontrara en una situación semejante; se había alegrado mucho al recibir el mensaje de que Harry estaba en Hogwarts y que quería hablar con él al estar aplicando insecticida para las babosas carnívoras en su huerto; lo que nunca imaginó ni en sus mas hilarantes sueños era lo que Harry les había contado y mucho menos que se encontraría llevando en brazos a Draco Malfoy por segunda vez junto con su bebé, un bebé que debía ser protegido a costa de su vida misma.

            -Ha... Hagrid... –dijo Draco en un susurro mientras apretaba la varita contra su pecho.

            -¿Si?

            -Si llegado el momento no podemos salir a tiempo, prométeme algo...

            -¿A qué te refieres con eso, Malfoy? –Exclamó Hagrid frunciendo el ceño- hablas como si ya nos hubiésemos dado por vencidos.

            -Solo... solo soy realista... pero por favor prométeme algo.

            -Bueno ¿y qué quieres que te prometa?

            -Si no hay más remedio, júrame que tú mismo sacarás al bebé y que te lo llevarás lejos para ponerlo a salvo.

            -¿¡Qué?! –exclamó Hagrid deteniéndose y hablando con voz contenida- ¿¡estás loco, Malfoy?!... ¿¡cómo se te ocurre semejante locura?!

            -Promételo...

            -¡Por supuesto que no! ¿¡Y tú qué?!... ¿¡se supone que te deje muerto y destazado?!

            -Es que...

            -¡Es que nada! –Interrumpió Hagrid comenzando a caminar de nuevo- los dos saldremos de aquí... bueno, los tres contando al pequeñísimo Malfoy que llevas guardado.

            Draco no pudo menos que sonreír cansinamente al escucharle a Hagrid tal apelativo.

            -Es un Malfoy... –susurró con voz cansada.

            -Si, y aunque es muy pequeño, seguro será un cabrón como su papá, estoy seguro –dijo Hagrid intentando aligerar el ambiente.

            -¡mmm! –gimio Draco mordiéndose los labios.

            -Aguanta, aguanta...

            Draco no contestó, simplemente cerró los ojos con fuerza haciendo todo el esfuerzo posible para no gritar.

            -Cuando cumpla once años, irá a Hogwarts –dijo Hagrid con voz firme y sin dejar de caminar- será un Slytherin como tú y le sacará canas verdes a McGonagall.

            Draco tragó saliva mientras dejaba caer la cabeza hacia atrás.

            -Pero... –respondió al fin- si resulta... un Griffindor... lo desheredaré.

            -¿Lo prefieres Hufflepuff o Ravenclaw? –preguntó Hagrid sonriéndole.

            -No... en ese caso lo prefiero Griffindor.

            -¡Nada! –escucharon de repente a unos cuantos metros de ahí; voces provenientes del exterior, lo que indicaba que la caverna tenía muchas salidas, además de las obvias entradas de luz.

            Draco miró a Hagrid, quien rápidamente se replegó en la pared hasta que las voces dejaron de oírse; sin decir nada, se dirigieron al otro extremo, en donde la roca abría una brecha.

            -¡Cuidado! –Susurró Draco al ver ahí a tres hombres de pie, mirando en varias direcciones- está bien, bájame... –dijo al ver el dilema de Hagrid- tienes que ser rápido para encargarte de dos mientras yo le apunto al otro.

            -¿Seguro estarás bien?

            -¡Lo estaré, lo estaré! démonos prisa.

            -De acuerdo.

            Draco se sujetó de la pared en cuanto sus pies tocaron el suelo.

            -Tú al de la derecha y yo a los otros dos –dijo Hagrid en voz baja.

            -Sí.

            Con sendos “Desmaius” se despacharon a los tres mortífagos que vigilaban esa salida.

            -Bien, vámonos de aquí –dijo Hagrid volviendo a tomar en brazos a Draco, quien de plano recargó su frente en la barbilla peluda del semi gigante.

            Solo que habiendo caminado apenas unos cuantos metros, una voz a sus espaldas los hizo detenerse.

            -Vaya, creí que tardarían mas en salir.

            Hagrid se giró para encontrarse con un joven de cabellos castaños.

            -No... –susurró Draco sintiendo que el alma se le iba al suelo al ver a Roger plantado frente a ellos- no, no...

            Hagrid miró a los lados descubriendo aproximadamente a diez hombres rodeándolos apuntándoles con sus varitas.

            -Pero ya no resistes ¿verdad Draco? –dijo Roger dando unos pasos hacia ellos.

            -No te acerques –siseó Hagrid.

            -¿Y quién rayos eres tú?... eres muy bajo para ser un gigante ¿vives por aquí? –preguntó Roger despectivo.

            -Es el guardabosques de Hogwarts –dijo Stella, quien se puso a su lado- era el protegido de Dumbledore, ha salido en los diarios.

            -Ya veo... eres un semi gigante ¿cierto?

            Hagrid se sorprendió por la rápida conclusión de Roger, aunque aun así continuó en silencio.

            -Así que saben en donde estamos –dijo Roger mirándolo con gesto serio- entonces no perdamos más tiempo –añadió extendiendo los brazos- vamos Draco.

            -¡No! –Respondió Draco horrorizado- no te atrevas a tocarme.

            -No tengo tiempo de estupideces, entrégamelo –dijo Roger mirando a Hagrid.

            Draco iba a responder nuevamente, pero un movimiento en su interior lo hizo pegar un grito.

            -Estas al límite Draco, ya no puedes esperar más y lo sabes.

            -No, no... –Susurró Draco encogido- yo quiero irme de aquí... Harry... ven a ayudarme...

            -Harry Potter no está aquí –exclamó Roger frunciendo el ceño- cada minuto es vital y no solo para ti ¿estás consciente de eso?

            -Hagrid... no... no dejes que me lleve, te lo suplico... –jadeó Draco recargando la cabeza en la barbilla peluda.

            -Por principio de cuentas –dijo Roger acercándose más- devuélveme mi varita.

            Draco apretó la varita contra su pecho; devolverla significaba ceder, y cada célula de su cuerpo se negaba a caer nuevamente en manos del enemigo.

            -No –respondió en voz baja.

            Mientras tanto Hagrid había estudiado la situación encontrándola definitivamente nefasta.

            -¿No?

            -¡Ah!...

            -¡Entrégamelo ya! –Gritó Roger sobresaltando a todos- no forcejeo contigo para no lastimarlo, pero si no hay opción, eso haré ¿quieres eso?

            -Déjanos ir –dijo Draco entre dientes  y en medio de su dolor.

            -Sabes que no puedo –respondió Roger extendiendo los brazos y dirigiéndose nuevamente a Hagrid- dámelo.

            -¡Ah!... cielos... –gimió Draco en los brazos de Hagrid, quien era desarmado por otro mortífago.

            -Es tiempo de sacar al bebé –dijo Roger.

            -Maldito sirviente –exclamó Hagrid al fin- cuando tu señor Tenebroso logre su cometido, a todos ustedes los mandará al infierno y sumirá al mundo en la oscuridad... tú puedes hacer la diferencia... ¡todos ustedes!... ¡sus mismas familias estarán en peligro! ¿¡Que no se dan cuenta?!

            -¡Basta de palabrería!  -he sido demasiado condescendiente, si no me lo das, yo te lo quitaré a la fuerza, tú decides... –dijo Roger mirándolo como si tuviera todas las de ganar, lo cual era cierto para rabia de Hagrid- ambos van a morir y tú serás el responsable.

            -Eres un maldito bastardo hijo de puta –exclamó Hagrid entre dientes.

            -Si, si... ya sé –dijo Roger Condescendiente- pero dejemos los halagos para después y entrégame a Draco.

            Draco vio la encrucijada en el rostro de Hagrid.

            -No... –Susurró poniéndole una mano en el hombro- no quiero irme con él...

            -El tiempo pasa, semi gigante –exclamó Roger- ¿soportarás el peso de la muerte de un bebé en tu conciencia?

            Los mortífagos que les apuntaban y el tembloroso cuerpo de Draco, hicieron que finalmente Hagrid tomara una decisión.

            -¡No! –exclamó Draco cuando Hagrid dio un paso hacia Roger.

            -Buena decisión –dijo Roger pasando los brazos por el cuerpo del rubio.

            -¡No Hagrid! ¡No dejes que me lleven! –exclamó Draco aferrándose a su cuello.

            -Lo lamento –respondió Hagrid sintiendo todo el pesar del mundo al ver la desesperación de Draco.

            -¡No, ayúdame! –dijo Draco aferrándose al chaleco de piel de topo de Hagrid, quien sintiéndose impotente, lo depositó en los brazos del medimago.

            -¡Suéltame infeliz! –forcejeo Draco comenzando a darle golpes a Roger para después casi inmediatamente dejar de hacerlo al sentir una nueva oleada de dolor- ¡ah!... ¡oh!...

            -Cálmate o te dolerá mas –dijo Roger dándole la espalda a Hagrid y comenzando a alejarse de ahí siendo seguido por Stella y Marcus dejando a Hagrid con los demás.

            -Ha... Hagrid ayúdame... –balbuceó Draco extendiendo su mano hacia el guardabosques, quien solo pudo apretar los puños con todas sus fuerzas viéndolos alejarse.

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