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SI TU ME QUISIERAS... por Orseth

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            Media hora después, habiendo ideado un plan emergente, Remus, Emmeline y Harry salían de ahí.


            -Moony… -llamó Sirius antes de que amigo desapareciera por las escaleras.


            -¿Sí?


-¡Vaya con el lobito! –silbo Sirius sonriendo travieso- no te basta ser el dedo meñique del Ministro, también lo has de ser de Voldemort ¿eh?


            -Baboso –mascullo Remus rodando los ojos dándose la vuelta.


 


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            El equipo uno conformado por los tres primeros aurores, se dedico a controlar a varios mortífagos con el hechizo Imperius y en grupos pequeños ocultaron a los treinta y seis aurores en varias zonas estratégicas del castillo; si por ellos hubiera sido, hubiesen hechizado a todos, pero muchos estaban siempre en grupos y no podían arriesgarse tanto; a los que mató Emmeline los cubrieron diciendo que Voldemort los envió a otra misión en su ausencia.


            -Bien… -dijo Remus siendo ya de madrugada- Emmeline, ve a ocuparte de la enfermera y del  bebé; Harry, de algún modo abra que llevarles de comer a los nuestros, ocúpate de eso.


            -Dalo por hecho Remus.


 


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_


 


            A medio día, Marcus y Greyback conversaban en el salón principal aparentando regodearse de su importancia ante Voldemort.


            -No hemos dormido nada –dijo Harry en voz baja- he pasado más tiempo  en vela en otras misiones y sin embargo ya me duele todo el cuerpo.


            -Es por el estrés –respondió Remus comiendo a mordiscos una costilla de cordero- yo me siento igual.


            -Ni hambre tengo –dijo Harry viendo las viandas de comida que estaban sobre la mesa.


            -Come de todos modos, necesitas estar al cien por ciento.


            -Lo sé –respondió Harry hincándole el diente a una enorme pierna de pollo- oye Remus…


            -Llámame Greyback.


            -De acuerdo, yo…


            -Deseas ir a verlo ¿verdad?... al  bebé.


            -Pues si… la verdad si –respondió Harry con aflicción- sé que debo mantener mi posición, y créeme que lo haré, no hare nada que ponga en riesgo la misión, pero… bueno…


            -Esta bien –dijo Remus limpiándose el feo rostro lleno de grasa y arroz con su manga- por ahora no podemos hacer nada más que estar alerta, si constatar con tus propios ojos que se encuentra bien te hará concentrarte mejor, pues ve a verlo.


            -Gracias –respondió Harry sonriendo ampliamente.


            -Es mas… -dijo Remus aventando en el plato su hueso- vamos los dos, yo también ardo en deseos de conocer a ese pequeño.


 


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            Cuando los dos aurores llegaron hasta la habitación en la que Emmeline estaba y dar las debidas contraseñas, su compañera les abrió la puerta.


            -Pasen.


            Un llanto lastimero se escuchaba en la habitación mientras Clarisse extraía con un gotero, una solución rosa claro de un frasco.


            -¿Está enfermo? –pregunto Remus al verla acercar el gotero a la cuna.


            -Clarisse dice que desde que llegaron aquí no ha parado de llorar, duerme muy poco y su garganta ya esta lastimada.


            -¿Son cólicos?


            -No, ya revise eso y no es –respondió Clarisse.


            Un llanto seco, más bien parecido a un débil lamento salía de la cuna adornada de encaje blanco.


            -Estoy preocupada Remus –dijo Emmeline- llora todo el tiempo y cuando duerme está muy inquieto, no puede descansar y no quiere comer.


            -¿Puedo cargarlo? –preguntó Harry de repente.


            -Ni eso lo calma –exclamó Clarisse regresando el gotero vacio al frasco- ya probé de todo.


            Harry hizo a un lado las cortinillas de la cuna sacando con cuidado el pequeño bulto que había ahí; el joven auror miró embobado al bebé envuelto en la manta azul.


            -Hola bebé… -susurró mirando los enrojecidos e hinchados ojos de los cuales brotaban lagrimas cristalinas.


            -¡Válgame! –Exclamó Emmeline- ¡está llorando más!


            Harry arrugo el ceño sintiéndose consternado al ver la lastimada garganta esforzándose más en llorar; pasó diez minutos caminando de un lado a otro arrullándolo sin ningún resultado hasta que una pequeña vibración en su muñeca le indico que era hora de tomar la multijugos.


            -¿Lo sostengo en lo que la tomas? –preguntó Emmeline.


            -No –dijo Harry- en un momento lo hago.


            En cuanto transcurrió el tiempo límite, los grotescos rasgos de Marcus desaparecieron dejando ver un rostro libre de arrugas y un cabello negro alborotado.


            -Ya no llores pequeño, pronto te sacaremos de este feo lugar –dijo Harry ya con su propia voz mientras continuaba arrullándolo.


            Para sorpresa de los demás, el llanto fue cesando poco a poco hasta dejar de oírse por completo.


            -¿Qué rayos hiciste? –preguntó Emmeline.


            -Nada.


            -Yo creo que necesitaba a alguien familiar –dijo Remus sonriendo.


            -Toma –dijo la enfermera acercándole un biberón a Harry- intenta darle de comer.


            En cuanto Harry acercó el biberón, una pequeña boca color rosa se abrió ansiosa.


            -¡Vaya! –exclamó Emmeline sonriendo- ¡contigo si quiso!... ven, siéntate aquí.


            Harry se sentó en un cómodo sofá sin dejar de hablar suavemente en tanto unos brillantes ojos azules parecían escudriñarlo atentamente mientras una manita de largos dedos se sujetaba de uno de los suyos con los que sujetaba el biberón.


            -¿Ya puede verme bien? –preguntó Harry.


            -Por ahora tiene una vista clara como de unos veinte o treinta centímetros de distancia –respondió Clarisse.


            -Ya veo… -dijo Harry sonriendo al ver el pequeño puño aferrado a su dedo.


            Cuando la leche se terminó, la enfermera exclamó:


            -Ahora recuéstalo en tu hombro para que le saques el aire.


            -¿Aire? –repitió Harry desconcertado.


            -Los bebés tragan aire cuando succionan la leche, debes hacer que lo expulsen o tendrán molestias estomacales.


            -Vaya, nunca lo imagine.


            -Yo hacía eso con Teddy –dijo Remus- es fácil.


            -¿Y cómo hago eso?


            Clarisse le acomodó el delicado cuerpo dándole indicaciones y para cuando terminó de hacerlo, el bebé ya estaba profundamente dormido.


            -Por las faldas de Morgana… -exclamó Emmeline exhalando un profundo suspiro- desde ayer no le había visto dormir así… Harry, tú serias muy buen papá ¿no has pensado en tener hijos?... digo, aunque seas gay puedes buscar el modo ¿no?


            -No había pensado en eso.


            -Pues deberías.


            -“Bueno, uno como este seria genial” –pensó Harry jugueteando con los sedosos mechones castaños.


            -Debemos irnos –dijo Remus- no debemos estar tanto tiempo juntos.


            -Si, claro –respondió Harry levantándose con pesar y depositándolo cuidadosamente en la cuna.


            Solo que en cuanto dio un paso hacia atrás, el llanto nuevamente se dejó oír.


            -¡Rayos! –Exclamó Emmeline preocupada- tan dormidito que estaba, Harry cárgalo de nuevo.


            Cuando Harry lo tomó en sus brazos, el llanto cesó como por arte de magia.


            -¿Qué sucede pequeño? –Preguntó Harry mirando los ojitos llorosos- ¿tienes miedo?


            Y nuevamente entre arrullos y palabras dulces volvió a dormirlo, pero apenas tocó el colchón de la cuna, el bebé abrió los ojos inmediatamente comenzando a llorar.


            -No, no llores… -dijo Harry alzándolo de nuevo y acunándolo en sus brazos.


            -Es muy pequeño para dejarlo estresarse tanto –dijo Remus- Emmeline, intercambiaras asignaciones con Harry.


            -Muy bien –respondió Emmeline tranquilizándose al ver como el llanto se había transformado en suaves hipidos.


            -¿Entonces yo me quedaré aquí? –preguntó Harry entre sorprendido y encantado.


            -Si, pero Harry… -dijo Remus muy serio- mira, parece que el bebé está tranquilo solo cuando tú estás con él, pero con tu propio rostro y tu propia voz… esto implica un doble riesgo.


            -Lo sé.


            -Hechiza tú a esta mujer para que sea a ti a quien obedezca, no abras la puerta a nadie si no damos las contraseñas ¿de acuerdo?


            Después de cambiar el hechizo de la enfermera, los dos aurores salieron de la habitación dejando a Harry con el bebé.


            -Bueno bebé… -susurró Harry sentándose en el sofá- es hora de que cierres esos ojitos y descanses… tranquilo… -añadió limpiando las pequeñas lagrimas que habían alcanzado a brotar- yo te voy a cuidar.


            Cuando finalmente se durmió, Harry se dedicó a contemplarlo sin ninguna prisa; sus cejas casi imperceptibles, su cabello castaño.


            -Pareces un camarón… -susurró sonriendo- estas muy colorado.


            No encontró parecido con nadie en particular en el pequeño rostro, pero con Teddy había sido lo mismo, le habían dicho que al crecer, los rasgos se definirían; lo que si era reconocible a simple vista era la pequeña y respingona nariz.


            -Igual a la de tu berrinchudo papá –dijo Harry tocándola con la punta de su dedo- no sabes cuánto te quiere… si pudiera, te llevaría ahora mismo con él, te está esperando con los brazos abiertos.


            Las siguientes tres horas las pasó absorto mirando cada detalle; su rostro, su cabello, sus diminutas manos cerradas en puñitos; hasta que Clarisse se levantó para preparar un biberón.


            -Toma.


            -¿Lo despierto?


            -No, solo ponlo en sus labios, él comenzara a succionar automáticamente.


            Varias horas después, un ligero gimoteo saco a Harry de su ensoñación.


            -¿Todo bien? –Preguntó al verlo despertar- veamos si necesitas un cambio de pañal.


            No tenía ningún problema en cambiar pañales pues había aprendido con Teddy, la única diferencia era que Teddy no era tan pequeño.


            -Veo que no estás tan despierto –dijo Harry al verlo bostezar perezosamente sobre el mueble acojinado en donde lo desvestía para cambiar el pañal mojado- ¿tiene más ropa?


            -Sí –respondió Clarisse abriendo un gabinete lleno de ropa.


            Envolviéndolo en la manta, Harry lo cargó mientras inspeccionaba las diferentes prendas eligiendo finalmente un mameluco de color blanco con bordados azules y orejitas de conejo en la capucha; sacó ropa interior y procedió a vestirlo quedando al final con un bebé completamente dormido.


            -Muy bien conejito… -dijo tomándolo en sus brazos- es hora de volver a tu madriguera.


            Cuando Harry lo colocó cuna, el bebé gimoteó un poco, pero ante los canturreos de Harry terminó por dormirse de nuevo.


            La cena apareció para los dos adultos recordándole a Harry que se moría de hambre; rato después se metió al baño para que a los tres minutos un llanto desesperado lo hicieran levantarse rápidamente del inodoro.


            -¿Qué pasa?


            -Lo levanté para revisar su pañal y comenzó a llorar –respondió Clarisse arrullándolo sin ningún resultado.


            Harry se metió rápidamente a lavarse las manos y salió extendiendo los brazos.


            -Dámelo… ya no llores nene… -canturreo al tenerlo ya en sus brazos acariciándole una mejilla con la suya propia- ya estoy aquí, todo está bien…


            Con palabras cariñosas, el bebé dejó de llorar poco a poco, por lo que Harry se sentó con él en brazos; estaba preocupado, era como si el bebé estuviese asustado, como si de alguna manera se sintiera en peligro.


            -No dejaré que te hagan daño –exclamó mientras le besaba la frente- y tu duerme un rato… -dijo a Clarisse mientras él recostaba al bebé en el mueble acojinado para revisarle el pañal.


            -¿Cómo te irás a llamar? –Dijo mientras volvía a vestirlo- mmm tal vez tu papá te ponga “Lucius” pero ese nombre no pega para nada contigo.


            Cuando se sentó de nuevo en el sofá no podía dejar de sonreír como un bobo al contemplar la pequeña boca buscar ansiosa el dedo con el cual le acariciaba la tierna barbilla recibiendo en respuesta unos pujidos en señal de protesta por no poder atrapar el dedo.


            -No, no, los dedos no se chupan, eres muy pequeño para hacer estos berrinches ¿eh?... no sé a quién me recuerdas.


            Y platicando con él, finalmente se quedó dormido.


           


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 -¡Vaya, no sabía que tuvieras esos gustos! –dijo Joshua Johnson a Greyback al verlo bajar las escaleras.


-“¿Y estos quienes serán?” –pensó Remus al ver a un par de hombres al pie de la escalera, por lo que simplemente dijo: -¿de qué hablas?


            -Vamos Greyback, no te hagas el tonto.


            Remus lo miró despectivo sin tener la menor idea de lo que le hablaba.


            -No tengo tiempo para tonterías –respondió esperando con toda su alma no estar actuando equivocadamente.


            -Antes lo tenías.


            -Pues ahora no.


            -Ah pero para Stella si ¿no?


            -¿De qué diablos hablas?


            -Hace unas semanas los vi cogiendo como perros… -dijo Joshua socarronamente- ¿no decías que esa bruja era patética?


            -Creo que en verdad estabas muy, pero muy urgido –replico el otro hombre- pero creo que en realidad ese esperpento te gusta.


            -“Rayos… así que es eso…”-pensó Remus.


            -¿Lo ves? –dijo Joshua- el que calla, otorga.


            -Ocúpense de sus asuntos, par de idiotas –gruñó Greyback dándose la vuelta y continuando con su camino.


 


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            -mmm… -se estiró Harry en el sillón sintiendo los brazos un tanto engarrotados debido al peso del bebé- “¿Qué hora será?” –pensó mientras bostezaba.


            Un rápido  vistazo a su reloj le indico que ya eran las seis de la mañana y un ligero movimiento le indicó un pequeño error.


            -Rayos… -susurró viendo un puchero aparecer en la pequeña boca- ¡no te di de comer en la noche!


            En cuestión de instantes, el llanto no se hizo esperar despertando a Clarisse.


            -En seguida prepararé el biberón –dijo la enfermera levantándose.


            Minutos después, el bebé bebía del biberón gimoteando dolorosamente como si hubiese sufrido la peor injusticia del mundo.


            -Definitivamente eres un Malfoy –dijo Harry rodando los ojos.


            Cuando el desayuno apareció, el bebé ya estaba dormido, por lo que la enfermera y Harry comieron tranquilamente.          


            -Clarisse…. –dijo Harry dejando su vaso de jugo de naranja.


            -¿Sí?


            -¿Qué sucedió el día en que el bebé nació?... ¿Cómo es que lograste escapar con él?


            -Cuando Roger extrajo al bebé, me lo entregó para limpiarlo en tanto él procedía a tender a Draco Malfoy, algo que me extrañó mucho pues momentos antes Greyback había entrado a decirnos que el señor Tenebroso había ordenado su muerte luego que el bebé naciera.


            -¿Y después?


            -Yo no dije nada, pero Greyback entró justo cuando él terminaba, le gritó a Roger que qué era lo que estaba haciendo; Roger no respondió, simplemente me dijo a mí que le diera al bebé, pero Greyback gritó que no, Roger entonces se giró sacando su varita pero el otro se le adelantó lanzándole un Cruciatus… la verdad… -añadió Clarisse como rememorando ese momento- yo nunca había visto a nadie resistir tanto un Cruciatus.


            -¿A qué te refieres?


            -A que Roger ni siquiera cayó al piso… se le doblaron las piernas pero no cayó de rodillas como pensé que pasaría.


            Harry observó a la mujer sin verla realmente intentando imaginar la situación; él sabía muy bien lo que era sufrir ese hechizo en carne propia, el dolor enloquecedor de sentir cada célula del cuerpo estallar en un sufrimiento inigualable.


            -Gritó tan fuerte… -continuo Clarisse- pero no cayó, solo se sujetó de la cama mientras Greyback no dejaba de gritarle que era un traidor; la verdad… no se por cuánto tiempo se lo aplicó, pero sus gritos eran horribles… creo que el que no cayera al piso era lo que enfurecía a Greyback, por que en vez de matarlo de una vez, seguía torturándolo; francamente no sé de dónde sacó Roger tantas fuerzas para resistir un Cruciatus.


            Harry no dijo nada, simplemente dirigió su vista a la cuna exhalando un profundo suspiro.


            -Finalmente cayó de rodillas, fue entonces que Greyback cesó en su ataque dejándolo temblando de dolor…


            -“Temblando de dolor…” -Harry recordó los espasmos que sacudían su cuerpo cada que cesaba ese maldito hechizo.


            -Se acercó a él y jalándolo del cabello lo hizo verle a la cara… le dijo que aun no iba  a morir, que le mataría lentamente, pero que antes asesinaría a Draco Malfoy frente a sus ojos, que… que primero le arrancaría los brazos y después las piernas para que se desangrara.


            Harry cerró los ojos mientras fruncía el ceño, el solo imaginar oír a Greyback decir esas palabras hizo que un escalofrío le recorriera el cuerpo.


            -Y  que su hijo no sería más que el simple contenedor del señor Oscuro… que su alma seria arrancada de su cuerpo y solo sería un simple títere.


            Harry apretó los dientes mientras bajaba la vista a su plato con los restos de pastel de pollo, miró sus manos y se dio cuenta  de que estas temblaban en un puño.


            -Entonces de repente, Roger se le abalanzó y comenzaron a pelear, fue cuando Greyback me gritó que me fuera con el niño, por lo que salí de ahí y ya no supe nada más.


            -Ya veo…- susurró Harry levantándose y caminando hasta la cuna, a la cual descorrió las delicadas cortinillas de encaje para mirar la pequeña vida que dormía placida ahí debido a su sola presencia; y se juro a su mismo una vez más sacarlo sano y salvo de ese horrible lugar- dime Clarisse… -preguntó después de un rato- ¿sabes cómo se lleva a cabo el ritual para que el bebé se convierta en un horrocrux?


            -No.


            A Harry no le sorprendió saber eso, así que volvió a sentarse.


            -¿Y cuál es el plan después de que eso pase?


            -Iremos a otro lugar, la verdad no se a donde, pero he oído al señor Tenebroso decir que hay otras personas que se encargaran de cuidarlo.


            -¿Es el mismo lugar al que va cuando desaparece?


            -No lo sé, pero no es la primera vez que desaparece así, acostumbra hacerlo cuando no quiere ser molestado por absolutamente nadie.


            Harry ya no preguntó nada más, durante el transcurso del día siguió ocupándose del cuidado del bebé, como cuando lo sacaba de su cuna para cambiarle el pañal sin que siquiera despertara.


            -Es hora del baño –dijo Clarisse a las cinco de la tarde- ¿quieres hacerlo o lo hago yo?


            -Hazlo tú, yo nunca he bañado un bebé.


            -De acuerdo.


            Clarisse tomó al bebé aun adormilado y comenzó a desvestirlo, todo fue bien hasta que lo tuvo envuelto en una manta y lo alzó en brazos.


            -Shhh… -exclamaba ella suavemente mientras le mojaba el cabello.


            -Déjame intentarlo a mi –dijo Harry incapaz de resistir el llanto desconsolado del bebé.


            Clarisse le pasó al pequeño que se movía inquieto intentando liberarse.


            -Todo está bien, nene… -susurró Harry a su oído- no te va a pasar nada, yo te voy a cuidar…


            El llanto siguió por un par de minutos hasta que las cariñosas y dulces palabras de Harry terminaron por calmarlo.


            -¿Ya mejor? –Preguntó viendo los ojitos llorosos- ahora probemos que rica está el agua.


            Siguiendo las indicaciones de Clarisse, Harry lavó al pequeño de la cabeza sintiendo el suave cabello enjabonado como seda entre sus dedos para después hacerlo con el resto del cuerpecito riendo al verlo agitarse dentro del agua caliente.


            -Rica ¿no? –exclamó riendo al verlo encoger las piernitas una y otra vez- ¡vaya!... así que así pateabas a tu papá… con razón ya lo tenias al borde de la histeria…¿¡que eso?!... ¡¿acaso te estás riendo?!... –exclamó sorprendido al ver la pequeña boca curvarse mostrando unas encías rosadas.


            Tragó saliva sintiéndose conmovido y emocionado a la vez.


            -Pequeño diablillo… -susurró mientras lo envolvía con una mullida toalla de color azul y unicornios estampados- tenias que ser hijo de un Slytherin… me has robado por completo el corazón.


 



           



 


            -¿Cómo va todo? –preguntó Remus a Emmeline habiéndose cruzado en un pasillo.


            -Todo bien, los mortífagos dominados con el Imperius han ordenado a los elfos domésticos llevarles de comer y guardar absoluto secreto- respondió la auror habiéndose asegurado de estar solos.


            -Bien, sigamos así –dijo Remus siguiendo su camino.



 



 


 


Al anochecer, Clarisse se acostó a dormir, por lo que Harry tomó al bebé en brazos y se sentó en el sofá para darle su biberón;  y como ya era costumbre, se dedicó a observar cada detalle del redondo rostro, le acarició una tierna mejilla provocando con esto que una diminuta mano se aferrara a su dedo.


 


            -“Tan profundos y misteriosos como el mar”… -pensó Harry viendo los ojos azules mirarlo muy atento- tu papá cometió muchos errores espantosos… -susurró acariciando la manita- pero al final dio su vida por ti y por tu otro papá… creo que eso debe contar algo ¿no?... a veces el último momento de tu vida es el más importante.


            Harry lo abrazó escondiendo su nariz en el cuello aspirando el suave aroma a bebé.


            -Que rico hueles dormilón… -dijo sonriendo al verlo cerrar los ojitos poco a poco hasta quedarse dormido.


            Después de cargarlo por un rato mas, lo acostó en su cuna procurando esta vez poner una alarma para las horas de comer, después se recostó en el sofá durmiéndose casi al instante.


            Al día siguiente se levantó sintiéndose nervioso, el plazo dado por Voldemort estaba tocando a su fin y el bebé aun estaba en el castillo cuando  ya tendría que estar en un lugar seguro y en los brazos de su padre


            Unos gimoteos que reclamaban su atención lo sacaron de sus cavilaciones, por lo que preparo un biberón dejando a la enfermera dormir un poco más.


 


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            -¿Cómo va la Legeremancia con los mortífagos? –preguntó Remus a Sirius en una de las torres altas del castillo en la que el animago y su equipo estaban ocultos.


            -Mas o menos… -respondió Sirius viendo el paraje mientras el viento azotaba su cabello- Voldemort es muy cuidadoso… -añadió mirando a Remus- sus esbirros saben muy poco de sus planes, solo hemos podido averiguar que en cuanto regrese, la seguridad del castillo se concentrara en las afueras y en el lugar en el que se lleve a cabo el ritual, que cabe decir no tienen idea de donde será.


            -Eso mismo averigüé con otros a los que yo he interrogado, nadie sabe gran cosa en realidad y eso es un gran problema, podríamos colocar algunos aurores ahí, pero si no sabemos donde será…


            -Bueno, se supone que el grupo que estará cerca de él serán ustedes, Moony.


            -Eso es casi seguro, pero ya sabes que con ese loco no se sabe… no deben reunirse, Padfoot –añadió Remus después de unos momentos exhalando un suspiro.


            -Lo sé, debemos matarlo antes de que se reúna con el bebé.


            -Aunque eso será muy, muy difícil… significaría que hay que matarlo casi en cuanto aparezca.


            -Hoy vamos a caer muchos, Moony –exclamó Sirius con una sonrisa forzada.


            -Así es… -convino Remus mirando el paraje.


            -Y no hemos hablado de mi renuncia –dijo Sirius con una sonrisa ladeada.


            -Lo haremos cuando volvamos.


            -Claro, claro…


            Pasaron unos minutos en silencio, como asimilando la calma antes de la tormenta para que después Remus comenzara a hablar.


            -Bueno, repasemos detalles… afortunadamente nuestros intercomunicadores sirven dentro del castillo, Harry, Emmeline y yo les hemos aplicado un hechizo de ocultamiento.


            -No sabemos la hora exacta en el que ese bastardo llegará pero para el atardecer ya habremos tomado nuestras posiciones como lo hemos planeado.


            -Para ese entonces ellos también ya estarán colocados, habrá que tener mucho cuidado para evitar un enfrentamiento; yo estaré atento en el salón principal, junto a Emmeline.


            -Yo debería estar con ustedes Moony, es demasiado arriesgado tener solo dos aurores ahí, sin nadie que les cubra las espaldas.


            -Ya casi no hay Multijugos, apenas llegaremos a la noche, no creas que no lo he pensado… no me siento un súper hombre ni nada por el estilo, de hecho Harry y Emmeline casi no han salido de sus habitaciones para ahorrar lo más posible, debemos aguantar hasta que él venga… no podemos precipitarnos; pero tu serás nuestro equipo de apoyo Sirius, en caso de que nosotros fallemos entran ustedes, los equipos tres y cuatro estarán enfocados a eliminar a cuanto mortífago se pueda, siempre intentando impedir que acudan en ayuda de los principales.


            -Y además no hemos podido inspeccionar el castillo como se debe, solo fracciones mínimas, como tú dices Remus, no podemos arriesgar todo el plan, son ochenta mortífagos contra casi cuarenta aurores… me está dando claustrofobia, no me gusta estar encerrado en esta torre como doncella desvalida esperando a mi príncipe rescatador.


            -Créeme Padfoot, que lo que menos pareces es una doncella desvalida, en todo caso el príncipe rescatador terminaría besando al dragón tan solo al verte a ti.


            -Jo jo… que graciosillo me resultaste Moony.


            Remus ya no respondió, simplemente recargo sus manos en la fría piedra de la torre mirando el atardecer.


            -Todo saldrá bien –exclamó Sirius viendo la espalda de su amigo.


            -Considerando que nuestros planes nunca salen como están planeados, eso espero.


            -Pero nos la apañamos bien a pesar de eso.


            -Si… bueno, volviendo al plan –dijo Remus dándose la vuelta- hay que considerar que no podamos impedir que el bebé se reúna con él bebé, Harry será su guardián, nadie mejor que él para cuidarlo.


            -Quien iba a decir que ese chiquillo se iba a liar tanto con Harry –dijo Sirius sonriendo.


            -Bueno, prácticamente fue él quien los cuidó todo el tiempo de gestación.


            -La verdad es que me muero por conocerlo –exclamó Sirius cruzándose de brazos resintiendo un poco el frio del lugar y el fuerte viento- seguro esta todo hinchado, colorado y calvo.


            -Hinchado y colorado ya no tanto, y calvo, pues no… la verdad es que tiene bastante pelo.


            -¿De qué color son sus ojos?


            -Azules.


            -¿Azules?


            -Si, tienen el mismo tono que los de Narcisa.


            -¿Y es rubio?


            -No, tiene el cabello castaño.


            -Como el de su padre –concluyó Sirius sonriendo de lado- como dije… quien lo iba a decir.


 


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            Habiendo ultimado detalles de todo el plan, Remus bajó de la torre para ir a ver los demás equipos, después tomo su poción “Matalobos”, esperaba no tener que llevar su farsa hasta el final, por eso no importaba gran cosa no transformarse en hombre lobo esa noche;  y finalmente fue al salón en el que Voldemort se había desaparecido y se dispuso a esperar junto a Emmeline sin poder evitar que otros mortífagos estuvieran ahí también.


            Remus, Emmeline, Harry, Sirius y los dos líderes de los equipos tres y cuatro mantenían los intercomunicadores abiertos para estar enterados de todo detalle y seguir cualquier indicación de Remus.


            Harry en tanto se había pasado el día caminando de un lado a otro sintiéndose a punto de explotar de puros nervios; entonces se quedó quieto… tan quieto como una liebre al ser sorprendida por la lámpara del cazador.


            -Oh Dios… -susurró al sentir un escalofrío recorrerle la espalda- ha llegado…


            Lo había sentido… supo  el momento exacto en el que Voldemort había regresado al castillo, y no había sido por ningún dolor en la cicatriz, pues ya no había ningún vinculo con él; lo había sentido porque todo el   castillo pareció vibrar, porque todo el castillo pareció envolverse en un ambiente tétrico y terrorífico.


            En ese instante, el bebé dentro de la cuna comenzó a llorar siendo cargado inmediatamente por Harry.


            -Ya mi amor, tranquilo… -susurró oprimiéndolo suavemente contra su pecho- no tengas miedo, no te va a pasar nada, yo te voy a cuidar… ya no llores…


            De pronto se quedó quieto al oír una voz en su oído espantosamente familiar.



 



 


            -Por fin estoy aquí… -exclamó Voldemort ante un sonriente Greyback, quien lo recibió haciendo una reverencia.


            -Mi señor, lo esperábamos con ansias.


            -¿Alguna novedad? –preguntó Voldemort sentándose en su silla.


            -Ninguna, todo en orden.


            -No esperaba menos de ti, Greyback.


            Los demás mortífagos que se encontraban ahí estaban inclinados, incluyendo a Emmeline, quien resistiendo las ganas locas de salir corriendo, levantó un poco el rostro preguntando:


            -Mi señor Tenebroso, lo esperábamos con ansias… ¿Cómo se siente hoy?


            -¡Ah!... ¡exultante Stella, feliz! –respondió Voldemort poniéndose súbitamente de pie- hoy es el día de mi renacimiento, hoy es el día en  el que bailare sobre la tumba de Dumbledore y de todos aquellos que osaron oponerse a mi poder.


            Mientras Voldemort disertaba sobre su próximo triunfo, Remus estudiaba la posiciones de los demás mortífagos dándose cuenta de que no había realmente muchas posibilidades de salir vivo de ese salón; pero siendo algo que ya sabía, metió discretamente su mano en su bolsillo para tomar su varita en tanto Emmeline  llamaba su atención.


            Solo un tiro… no habría oportunidad de lanzar un segundo hechizo.


            -“Vamos Moony”… -pensaba Sirius a varios metros de ahí sintiendo las gotas de sudor correr por su rostro-   “solo un tiro y entraremos a apoyarte”


            Entonces Remus tomo con fuerza su varita, pero estando a punto de sacarla y ya con la boca abierta para recitar fuerte un “Avada Kedavra…”


            -Te espero en el calabozo de los lamentos –exclamó Voldemort despareciendo justo delante de sus ojos.


            -¿Q-qué?


            -El calabozo de los lamentos… -exclamó Joshua Johnson con una sonrisa, uno de los mortífagos que estaban ahí ¿Acaso ya olvidaste donde esta?


            -Claro que no, imbécil –respondió Greyback dándose la vuelta y saliendo de ahí seguido por Stella y los demás mortífagos.


            -Para llegar al calabozo de los lamentos… -dijo Sirius a través de su intercomunicador examinando un mapa que otro auror sostenía frente a su cara- sigue derecho unos diez metros y entra en la primera puerta, después gira a la izquierda y baja por la primera escalera que veas…


            Con paso firme, encabezando al pequeño grupo y gracias a las indicaciones que Sirius le fue dando, Remus llego al llamado “calabozo de los lamentos”; era un calabozo enorme iluminado con antorchas, lleno de implementos de torturas colgados en las paredes,  motivo por el cual seguramente había tomado el nombre; los demás implementos que debían de haber estado en el centro del calabozo habían sido retirados.


            Había en el piso un enorme círculo con muchas runas antiguas formado con ceniza y en un extremo del frio y helado calabozo, a Voldemort, quien dando pasos lentos y pausados comenzó a susurrar:


            -Toda esta listo.


            Sabiendo que en cualquier momento mandaría atraer al bebé, Remus cruzó una rápida mirada con Emmeline, quien comprendió al instante que ya no importaban los cinco mortífagos que había detrás de ellos, que su deber era lanzar ese preciso hechizo.


            -No necesito que me cubras la espalda… -le había dicho Remus horas antes sin que nadie, ni siquiera Sirius los escuchara- cuando acepté esta misión sabía que no iba a regresar… quiero que ese precioso segundo de sorpresa, lo utilices en lanzarle otro hechizo a Voldemort; si el mío  llega a fallar, tu eres la última oportunidad.


            Y mirándolo fijamente a los ojos y apretando los dientes con determinación, ella había aceptado sin vacilar sabiendo que al igual que él, su regreso era poco menos que imposible.


            Con pasos precavidos, ambos aurores fueron acercándose a él, entonces Joshua exclamó:


            -Mi señor…


            -¿Qué demonios quieres? –respondió Voldemort molesto.


            -Es que yo…


            -No fastidies, ellos están por llegar.


            -“¿Ellos?” –pensaron los aurores, incluidos los que escuchaban a través del intercomunicador.


            Pero Remus decidió no perder más tiempo  y sacó su varita sonando en ese mismo instante, un chasquido que desconcertó a más de uno.


            Remus y Emmeline quedaron literalmente con la boca abierta al ver aparecer ante ellos a los mismísimos hermanos Lestrange, Rabastan y Rodolphus; y junto a ellos a Antonin Dolohov y Walden MacNair; todos sino rodeando a Voldemort, si interponiéndose entre ellos y los aurores.


            -¡Moony!... ¿¡que pasa?! –Exclamó Sirius ante el pesado silencio que se había instalado- ¡Remus!


            Remus solo se pasó la lengua  por los labios resecos mientras veía al siniestro grupo mirarlo con sonrisas satisfechas y burlonas.


            -¿Qué hay, Greyback? –Exclamó Rodolphus Lestrange riendo al ver su evidente sorpresa- pensabas que estábamos muertos ¿verdad, estúpido hombre lobo de mierda?


            Viendo sus posibilidades de atacar a Voldemort por sorpresa reducidas a prácticamente cero, Remus ocultó discretamente su varita entre sus ropas mientras respondió lo mejor que podía.


            -Los diablos están saliéndose del infierno, no me sorprende mucho que estés aquí, Rodolphus Lestrange.


            Al oír el nombre, Sirius volteó a ver a otro auror con la sorpresa reflejada en su rostro, y sabiendo que su amigo y jefe no podía decir claramente lo que pasaba, se dispuso a escuchar atentamente.


            -El señor Tenebroso es muy precavido, no revela sus planes por completo –dijo Rabastan.


            -Eso ya lo sé, Rabastan –respondió Remus.


            -Rodolphus y Rabastan Lestrange… -musitó Sirius- ¿Quién mas habrá llegado?


            A pesar de la situación vuelta en contra por completo, la mente de Remus trabajaba a mil por hora.


            -“Acercarse es imposible”… -pensó observando la barrera humana que se interponía entre ellos y su objetivo.


            -La fase lunar ya ha comenzado –exclamó Voldemort- Greyback, trae al bebé.


            -Si, mi señor –respondió el hombre lobo desapareciendo y apareciendo un par de minutos después con Clarisse cargando a un bebé que no dejaba de llorar.


            -Muy bien Greyback… -exclamó Voldemort sin moverse de su sitio-  ¿todos mis demás mortífagos están en sus puestos?


            -Este castillo no podría estar más vigilado, mi señor.


            -Muy bien… Joshua, sal de aquí y cierra la puerta.


            El mortífago obedeció sin objetar una palabra.


            -Dámelo, deseo cargarlo –exclamó el mago oscuro dando unos pasos hacia Clarisse, quien solo atinó a mirarlo fijamente.


            -¿Qué esperas, bruja estúpida?  -dijo Antonin Dolohov al ver a la enfermera quedarse quieta con el bebé en brazos.


            Emmeline miró a Remus sin poder ocultar por completo su angustia mientras éste veía la escena con rostro impasible aunque por dentro deseara apartar de un manotazo a Rabastan, quien se interponía entre él y Voldemort.


            Voldemort llegó hasta Clarisse, quien sujetando con firmeza al bebé lo miró fijamente.


            -Yo… -exclamó al fin- no quiero que el bebé lo importune con su llanto, mi señor.


            Sin decir nada, Voldemort se lo arrancó de los brazos ante la angustia de Remus, quien buscando la mirada de Clarisse, le hizo una disimulada negativa con la cabeza.


            -“¡No hagas nada, Harry!” –pensó mientras los ojos negros de la enfermera se clavaban en él.


            -Lloras hundido en tu inocente ignorancia… -musitó Voldemort mirando al pequeño bebé que lloraba con verdadera desesperación- pero pronto terminará.


            Cuando Voldemort caminó unos pasos por el calabozo dejándose al descubierto, los tres aurores comprendieron que no podían hacerle nada mientras tuviera al bebé en brazos.


            Harry solo apretaba los dientes al ver las manitas crisparse sobre la manta; y conociendo el temperamento impulsivo de Harry, Remus solo esperaba que no hiciese nada apresurado.


            -Tranquilo Harry… -musitó Sirius por el intercomunicador- solo espera el momento oportuno.


            Remus suspiró agradecido por la intervención de su amigo.


            -Bien… -hablo Voldemort volviéndose a ellos- ¿Por qué no comenzar?


            Harry y los demás aurores casi contuvieron la respiración al verlo caminar al centro del círculo y colocar al bebé en el centro.


            -Y ahora mí invitado especial…


            -“¿Invitado especial?” –pensó Remus apretando con fuerza su varita.


            Harry moría por ir por el bebé al ver su rostro bañado en lágrimas y las manitas agitarse como en busca de algo.


            -Muy bien… -dijo Voldemort a la orilla del circulo- para hacer mi horrocrux debo partir mi alma, aunque en este casi lo he hecho tantas veces que ya no queda mucho; pero no importa, he modificado el ritual de tal manera que lo que me queda de alma pase a este niño.


            Remus cerró los ojos sintiendo sus manos temblar, la poción “Matalobos” nunca hacia  un efecto total, siempre terminaba sintiéndose enfermo y por un momento temió perder la concentración.


            -“Bien…” -pensó abriendo los ojos- “es ahora o nunca…”


            Los tres aurores vieron la oportunidad perfecta, Remus y Emmeline para atacar y Harry para recuperar al bebé, solo que en ese preciso momento, un chasquido en el fondo del calabozo los interrumpió nuevamente.


            -Mi señor… -dijo una voz familiar- ya estoy aquí y lo he traído.


            -Alecto –dijo Voldemort girándose- llegas justo a tiempo.


            -¿¡Alecto?!... ¡¿Alecto Carrow?!... –musitó Sirius desde su posición al oír la voz.


            Y no menos que él, los tres aurores que estaban en el calabozo, la miraban estupefactos.


            -Ahora no falta nada… -exclamó Voldemort- tengo mi sacrificio perfecto... ¿verdad Lucius?



 


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