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SI TU ME QUISIERAS... por Orseth

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            -Te he repetido muchas veces que por mí no hay problema.

 

            -Pero para mí si lo hay, ni mi hijo ni yo queremos ser unos mantenidos.    

 

            -Harry ni siquiera sabe que es un “mantenido” –exclamó Harry comenzando a molestarse- y tu no deberías considerarte eso, esta es tu casa ¿Cuántas veces tengo que decírtelo?

 

            -Quiero comprarme mis propias cosas sin tener que estarte pidiendo dinero a cada rato.

 

            -Pues para eso podemos abrir una cuenta a tu nombre.

 

            -¡Ese no es el problema, por todos los cielos! ¿¡Acaso no lo ves?!

 

            Sirius, quien había estado discretamente observando todo, decidió salir por pies al ver los ánimos caldearse cada vez más.

 

            -Por lo visto soy un estúpido, así que ¿Por qué mejor no me lo aclaras tú?

 

            -Yo nunca dije eso, no te vayas ahora a hacer el ofendido –respondio Draco dejando un gorrito en la cama para ponerse las manos en la cintura- solo te hago ver algunas cosas que tal parece estas pasando por alto.

 

            -No, el que parece que está pasando por alto muchas cosas eres tu… a ver dime, si tanto te urge trabajar ¿de qué te emplearías?... ¿de mensajero? Porque para eso existen unas aves llamadas “lechuzas” que ya se encargan de eso.

 

            -No tienes que ser tan sarcástico, sé que mi “currículo” no es el mejor.

 

            -Mira, lo siento, no quise sonar así; pero mira tú situación, ni siquiera terminaste la escuela y la gente en las tiendas ni siquiera quiere atenderte ¿Cómo pretendes entonces que te den trabajo?

 

            -Pues…

 

            -Además… -interrumpió el moreno- ¿Qué hay de Harry? ¿Quién lo va a cuidar? ¿Contratarás a una niñera para que se encargue de él?

 

            -¡Por supuesto que no! ¡Nunca le confiaría mi hijo a una perfecta desconocida!

 

            -¿Y bien? ¿Entonces cual es el plan?

 

            -Buscaré un trabajo en donde me permitan cuidar de él.

 

            En ese punto, Harry no pudo evitar sonreír con ironía molestando mas a Draco.

 

            -Te agradecería que si no estás de acuerdo, al menos no te burlaras –dijo el rubio enfurecido.

 

            -No, si no es burla… -respondio colocando al pequeño dormido en la cuna para después volverse hacia Draco- es que me sorprende que pienses que las cosas son tan fáciles allá afuera.

 

            -Nunca dije que lo sería.

 

            -Lo que quieres es casi imposible.

 

            -Nunca lo sabré si no lo intento.

 

            -¿Sabes a lo que te arriesgas?

 

            -¡Deja de cuidarme tanto! –Exclamó  exasperado- ¡Sé cuidarme solo!

 

            -Si, claro –dijo Harry sonriendo sarcástico.

 

            -¿Exactamente qué demonios significa eso?

 

            -Nada –respondio Harry alzándose de hombros dirigiéndose a la puerta- solo acuérdate que no estarás saliendo solo a la calle, llevarás a un bebé contigo al que pueden lastimar; espero que al menos hayas pensado en eso y no solo en ti, buenas noches.

 

            ¿Pero quién se creía ése?... ¡por supuesto que sabía que nada sería fácil! Y si creía que con sus últimas palabras lo haría sentir culpable y desistiera de sus propósitos, entonces no conocía para nada a Draco Malfoy.

 

 

 

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            Al día siguiente, los tres desayunaron en un tenso silencio en el que solo Sirius se animó a decir una que otra cosa recibiendo puros monosílabos por respuesta.

 

            -Nos vemos –se despidió Harry sin siquiera darle su acostumbrado beso.

 

            -Como si me importara un mísero beso –pensó dolido.

 

            -Hasta al rato –dijo Sirius palmeándole un hombro.

 

            -Nos vemos.

 

            Al quedar solo, subió a su habitación a preparar algunas cosas sin poder evitar ponerse nervioso mientras las hacía.

 

            -Listo –musitó metiendo una manta en la enorme pañalera color melón, regalo de Tonks en donde ya iban pañales, biberones, sonajas, un gorrito extra, toallitas húmedas y un paraguas por si acaso- Rayos, parece que voy de viaje –pensó contrariado viendo la enorme bolsa de tela, sintiéndose frustrado por no poderla encoger a falta de varita- bueno nene… -añadió viendo a Harry acostado en la cama viendo muy atento lo que hacía su papá- es hora de irnos.

 

            Cargando a Harry en un canguro horizontal color azul marino con estrellitas, su pañalera en un hombro y él mismo con una gorra de Harry con la que pretendía no llamar la atención, se dirigió al callejón Diagón en busca de empleo.

 

 

 

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            En las últimas visitas al callejón, recordaba haber visto anuncios de solicitar ayudante en algunas tiendas, por lo que armándose de valor y reprimiendo sus nervios entró a la primera siendo reconocido en un instante por el hombre que atendía, siendo por lo tanto olímpicamente ignorado. Sabedor de que sería inútil preguntar siquiera por el trabajo, salió de ahí en busca del siguiente.

 

            -Es una broma ¿verdad? –exclamó la mujer entrada en años, dueña de la cuarta tienda que recorría- es el colmo del cinismo ¿acaso esta burlándose de nosotros?

 

            -Ni es una broma ni estoy burlándome –respondio Draco arrullando a Harry, que comenzaba a llorar en ese instante- solo le estoy…

 

            -Usted y su pequeño monstruo… -interrumpió la mujer señalando a Harry despectivamente- deberían hacerle un favor al mundo y desaparecer.

 

            -Váyase al infierno, urraca estúpida, ¿cree que la fortuna estará siempre de su lado?... solo míreme y dese cuenta de que un día de estos, las humillaciones que hace, le caerán encima por triplicado –dijo Draco dándose la vuelta y saliendo de ahí.

 

            Con su orgullo y dignidad hechos puré, el rubio caminó con paso rápido tratando de deshacer el nudo que se le había formado en la garganta; ya sabía que eso pasaría, Harry estaba equivocado si pensaba que esperaba otra cosa, pero una cosa era saberlo y otra muy distinta vivirlo.

 

            Finalmente se oculto en un callejón para poder dejar correr un par de lágrimas mientras sacaba un biberón para su hijo, que no dejaba de llorar.

 

            -Tranquilo nene… aquí está tu leche…

 

            Se sentó en una caja esperando que Harry terminara de comer para después ponerse de pie e iniciar su búsqueda, pues aunque estaba muy dolido, también estaba el doble de decidido.

 

            Sus pasos lo llevaron a la entrada del callejón Knockturn, en donde definitivamente ya no entró, pues tampoco era un imprudente para arriesgar a su hijo adentrándose en ese lugar.

 

            -Aunque tal vez si le pregunto al señor Kesller…

 

            Elliot se alegró de ver de nuevo al chico rubio con su bebé e invitándole un té, escuchó su dilema.

 

            -Yo estoy a punto de mudar mi negocio, si no con gusto te ayudaría, pero siendo sincero no creo que aquí encuentres algo.

 

            -Sí, eso pensé… -respondio Draco sin siquiera probar el té- estoy pensando en ir a Hogsmeade, aunque ahí tampoco tengo buena fama.

 

            -Conozco a alguien aunque siendo sincero, no creo que te ayude, su familia murió en la guerra a manos de los mortífagos.

 

            -Que mal… pero no pierdo nada con intentar ¿no cree?

 

            -Tienes determinación ¿eh? –exclamó  sonriendo mientras tomaba un trozo de pergamino para anotarle la dirección.

 

 

 

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            -¿Quieres dejar de una vez de dar vueltas como león enjaulado? –dijo Sirius sacando un sándwich de una maquina de comida metiendo dos knut por una rendija- ¿quieres de pollo o de atún?

 

            -De ninguno… -respondio Harry sentándose en una banca del corredor.

 

            -Tranquilo, no es tonto.

 

            -Claro que lo es ¿a quién se le ocurre salir con un bebé sin siquiera contar con una varita para defenderse? –respondio Harry molesto.

 

            -Bueno, pues si –respondio su padrino sentándose junto a él al tiempo que desenvolvía su sándwich de pollo.

 

            -Sabes lo que la gente nos hace cuando nos ven en la calle ¿Qué ocurrirá si a alguien se le ocurre atacarlo?... con un solo hechizo que reciba, por muy pequeño que sea, irá a dar al hospital, es un inconsciente testarudo, es más, cuando regreso del trabajo tengo que andar recordándole que tome sus medicamentos ¿Cómo pretende salir a buscar trabajo si no siquiera sabe hacer nada?

 

            -¿Y tu como sabes que no sabe hacer nada?

 

            -Bueno, no es que no sepa, se que tiene muchas habilidades… pero es un mortífago ex convicto, de frágil salud, sin varita mágica y con un pequeño en brazos, no debería exponerse tanto… insisto, es un idiota y mas idiota soy yo por haberlo dejado ir.

 

            Sirius sonrió en medio de su bocado mientras veía a su ahijado morir de preocupación, porque atrás de todo ese enfado, Harry en realidad moría de miedo.

 

            -Tiene que salir algún día… no puedes cuidarlo todo el tiempo.

 

            -¿Y si les pasa algo?

 

            -Draco ha sobrevivido a muchas cosas, deja que se las arregle, él necesita sentirse capaz.

 

            -Pues sí, pero… Sirius, conmigo no le falta nada; tú sabes que la herencia de mis padres la use para poder ir a la academia de aurores y quedó muy poco, pero con las inversiones que hice, tengo algunos fondos… no soy rico, pero él no tiene la necesidad de trabajar.

 

            -Solo ponle falda y ya es toda un ama de casa.

 

            -¿Cómo?

 

            -Vamos Harry, cuida al niño, asea la casa y hasta nos prepara la comida para cuando lleguemos… es prácticamente tu esposa.

 

            -Bueno… pues viéndolo así… -musito Harry rascándose la nuca.

 

            -Ni cuenta te habías dado ¿verdad?

 

            -Pues no, la verdad no… pero… a riesgo de sonar muy machista… yo no lo veo tan malo ¿o sí? digo, cuida a Harry, es lo que quería ¿no?

 

            -Pues sí, pero… vamos Harry, apenas tiene veintiún años, tú has vivido mucho más que él aunque tienen la misma edad, él desea ser independiente como tú, poder comprarle él mismo los pañales a su hijo… al menos yo lo desearía si estuviera en su lugar.

 

            Harry suspiró apesadumbrado, sabía que Draco tenía todo el derecho de buscar su propio camino, pero él simplemente se moría de la preocupación.

 

 

 

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            -mmm… veamos… -musitó Draco pergamino en mano mirando las calles hasta ubicar una tienda de figuras de porcelana llamada “Capodimonte” con estantes llenos de figuritas, las cuales al acercarse pudo notar que eran exquisitas, y ahí, en la puerta de cristal el letrero de “Se solicita ayudante”

 

            Un suave gorjeo bajo su manta le hizo tomar valor y abrir la puerta con renovada determinación.

 

            Una campanilla se escuchó seguida de una voz femenina proveniente de la trastienda.

 

            -¡En seguida salgo!

 

            Sintiendo su corazón bombear con fuerza, esperó pacientemente tamborileando los dedos en el mostrador.

 

            -Hola, buen día –saludó una mujer como de unos sesenta años, de cabello castaño entrecano peinado en un chongo en alto- me llamo Marie ¿en qué puedo servirle?

 

            -Buenos días, vengo a preguntar sobre el anuncio que está en la puerta.

 

            -¡Oh si! Es de ayudante general, el horario es de 9:00 am a 4:00 pm con media hora de comida y el sueldo es de… mmm…

 

            -Querida ¿Dónde dejaste la factura del mármol veneciano? –preguntó un hombre asomándose por la puerta de la que había salido la mujer.

 

            -Ernest ¿de cuánto es el sueldo de ayudante general?

 

            -¿Un interesado? Qué bien ¿traes alguna referencia? –preguntó el hombre amablemente acercándose.

 

            -Bueno, el señor Elliot me dijo que viniera a preguntar.

 

            -Elliot, hace semanas que no lo veo, ¿Cómo te llamas?

 

            Draco suspiró sabiendo que ese momento era inevitable.

 

            -Mi llamo Draco Malfoy.

 

            El par de ancianos se le quedó mirando fijamente con la sonrisa congelada en el rostro, sonrisa que fue desvaneciéndose poco a poco hasta quedar un gesto duro.

 

            -¿Draco Malfoy, dijiste? –exclamó Ernest.

 

            -Si –respondio Draco quitándose la gorra mientras ponía su mejor cara.

 

            Marie bajo la vista al canguro cubierto con la manta y luego miró a su marido, quien apretando los puños, hablo con voz contenida.

 

            -¿Cómo demonios te atreves a venir aquí? ¿De dónde te sale tanto cinismo para burlarte de los demás?

 

            -Yo no pretendo burlarme de nadie, simplemente vengo a…

 

            -Echarnos en cara que burlaste la justicia –interrumpió Ernest.

 

            -No es así, fui juzgado y declarado inocente.

 

            -Compraste al Wizengamot.

 

            -¿Cree que si tuviera dinero estaría aquí, buscando trabajo?

 

            -Eso es solo una pantalla.

 

            -Presente pruebas de mi inocencia –respondio Draco enfureciéndose cada vez más.

 

            -Eres un Malfoy, la maldad siempre estará presente en tu familia.

 

            -¡Eso es mentira, usted no sabe nada de mí!

 

            -No necesito saberlo, tu padre es la prueba.

 

            Draco no pudo evitar sonreír al tiempo que negaba con la cabeza… al fin comprendía que para la gente nunca habría suficiente castigo para la familia Malfoy.

 

            -¿Aunque él haya matado al mismísimo Voldemort?

 

            -Eso no termino de creérmelo.

 

            -Si no fuera por él, el mismísimo Harry Potter estaría muerto, pero tiene razón, ustedes nunca creerán nada.

 

            -Así es, así que ve a regar tu ponzoña y tus mentiras a otro lado.

 

            Draco volvió a ponerse la gorra antes de darse la vuelta y salir de ahí.

 

            Ya afuera, un tenue gimoteo lo hizo levantar la manta encontrándose con un puchero de Harry, el cual parpadeo sobresaltado al caerle una gota de agua en la mejilla; fue entonces que se limpio las lágrimas amargas que corrían por su rostro, lagrimas de coraje y frustración.

 

            -Ya Harry, no llores… -musitó tratando de contener sus propios sollozos- ¿ya tienes hambre? Ahorita te doy tu leche.

 

            Cruzó la solitaria calle para sentarse en una banca de madera que estaba pegada a un edificio de tres pisos con fachada vieja y destartalada.

 

            -¿Qué hace, el muy cínico? –exclamó Ernest viéndolo a través de su escaparate.

 

            -Ni idea… seguro demostrarnos lo poco que le importa nuestra opinión.

 

            Draco puso su pañalera en la banca buscando en ella el biberón y cuando lo encontró, se lo dio a Harry susurrándole palabras cariñosas.

 

            -¿Acaso está…? –musitó Ernest asombrado.

 

            -Parece que si –respondio Marie pegada al vidrio viendo con igual asombro, como el chico rubio sonreía mientras le daba el biberón a la “cosa” que tenía en los brazos.

 

            Después de un rato, Harry acabo de comer, entonces Draco lo puso sobre su hombro golpeando suavemente su espalda, todo eso sin quitarle para nada la manta debido al frio ambiente.

 

            -¿Será algo feo? ¿Por qué no lo destapa? –exclamó Ernest intrigado.

 

            -A saber… a lo mejor porque hace frio.

 

            -Esto está mal Marie… esa “cosa” es un peligro ¿Por qué el ministerio lo dejó salir así como así?... ¡es creación del que no debía ser nombrado, por todos los cielos!

 

            -¿Y yo que voy a saber, Ernest?

 

            Cuando Harry estuvo de nuevo acostado en su canguro, Draco sacó una sonajita y comenzó a agitarla frente al pequeño, que enseguida comenzó a reír y a tratar de alcanzarla.

 

            -¿Y ahora que hace?

 

            -¡No lo sé Ernest, no lo sé! ¿Por qué no sales y le preguntas? –respondio Marie exasperada viendo todo junto a su marido.

 

            -¿Y porque te enojas?

 

            -¡Porque por si no te has dado cuenta, yo también estoy acá, junto a ti; y tampoco veo nada de lo que hay bajo esa manta!

 

            Entonces la puerta que estaba cerca de la banca en donde estaba Draco, se abrió repentinamente saliendo un hombre echando pestes por la boca.

 

            -¡Me importa un rábano tu trabajo de mierda, puedes quedarte con él y metértelo por el culo!

 

            -¡Lárgate de una vez, maldito ladrón, hijo de puta!

 

            -¡Maldito saco de basura, púdrete en el infierno!

 

            Draco abrazó a Harry cuando el hombre pasó junto a él sin siquiera mirarlo, y hasta que éste se perdió de vista volvió la mirada hacia la puerta por donde había salido y que ahora estaba cerrada… ¿había dicho “trabajo”?

 

            Con renovados bríos y decidido a demostrar que un Malfoy era más que dinero e influencias, se levantó y se dirigió  hacia allá.

 

            -¿Tan pronto regresaste, ladrón de mierda? –exclamó un hombre gordo, con barbas llenas de rastros de pan y olor a sudor.

 

            Draco contuvo el asco que le produjo semejante pinta y hablo con toda la educación que pudo.

 

            -Buenos días.

 

            -¿Qué diablos quieres?

 

            -Busco empleo.

 

            -¿Y a mi qué?

 

            -Pude darme cuenta de que perdió  a un empleado.

 

            El tipo miró despectivamente a Draco y luego a sus brazos cargando lo que aparentemente era un bebé.

 

            -¿Y cómo lo supiste?

 

            -Estaba sentado en aquella banca.

 

            -Ah…mmm… pasa, hablemos mientras como.

 

            Sintiendo algo de esperanza, Draco entró cerrando la puerta tras él.

 

            -¿Entro con el miserable de Thompson? –exclamó Ernest desde su escaparate.

 

            -Vaya, si que va en serio en su plan de impresionar a la gente –respondio Marie dando un último vistazo y regresando a sus labores dejando a su marido pegado al vidrio.

 

 

 

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            -Siéntate  -dijo Douglas Thompson indicándole una silla frente a su escritorio mientras él se sentaba del otro lado al tiempo que tomaba un enorme sándwich entre sus manos- pues si, perdí un empleado, un empleado ladrón al cual le levantaré una denuncia para que lleven su culo a Azkaban, por lo que podrás darte cuenta que no tolero a los ladrones.

 

            -Y yo no lo soy.

 

            -No me interesa lo que digas, cualquiera puede hablar bien de si mismo… -respondio Thompson dándole un mordisco a su sándwich hablando después con la boca llena- fabrico ropa al por mayor y cuento o más bien contaba con dos empleados hasta que pesque a este imbécil llevándose prendas.

 

            -Me llamo Draco Malfoy –exclamó Draco soltando su nombre para ser corrido de una vez antes de tener que soportar toda la perorata del tipo de a gratis.

 

            -¿Draco Malfoy? –Repitió Thompson dejando de masticar- ¿de la familia Malfoy?

 

            -Si, de la familia Malfoy.

 

            -¡Vaya! –Exclamó Thompson de un rato- ¿un Malfoy pidiéndome trabajo?

 

            -Así es –respondio Draco muy dignamente- y si piensa decirme que no solamente por mi apellido, dígamelo de una vez para no perder mi tiempo.

 

            -¡Uy!... muy digno el muchachito.

 

            -Bien –respondio Draco levantándose.

 

            -Espera, no he dicho que no.

 

            -Entonces también déjeme decirle algunas cosas que necesito si es que considera darme el empleo –dijo Draco volviendo a sentarse.

 

            -No te daré más dinero solo por ser un Malfoy.

 

            -No pretendo eso.

 

            -¿Entonces? –preguntó Thompson viéndolo sospechosamente.

 

            -Solo puedo aceptar el trabajo si me permite traer a mi hijo conmigo.

 

            -Aquí no es guardería –respondio Douglas ceñudo limpiándose la cara con la manga.

 

            -Lo sé pero no tengo con quien dejarlo, por lo tanto tengo que traerlo conmigo.

 

            -Eso implica pérdida de tiempo mientras lo atiendes.

 

            -Si, pero imagino que tiene un margen de producción, si yo cumplo con ese margen no hay ningún problema ¿no es verdad?... además hay otra cosa.

 

            -¿¡Otra?!... estas muy exigente como para andar pidiendo trabajo, además ni si quiera estoy convencido de dártelo.

 

            -Bueno, así lo sabe de una vez.

 

            -¿Pues qué es?

 

            -No tengo varita.

 

            -¿Qué no…? repitió Douglas asombrado antes de estallar en carcajadas.

 

            Draco esperó armándose de toda la paciencia del mundo hasta que el hombre dejara de reír.

 

            -¿Qué es un mago sin varita? –dijo al fin sin dejar de reír del todo.

 

            -¿Entonces?... ¿lo está considerando o voy a gastar mi tiempo en algo más útil que estar aquí?

 

            -Tranquilo, tranquilo… -respondio Thompson calmándose al fin- negociemos; el horario es de 8:00 am a 5:00 pm, de lunes a viernes; el pago es de seis galeones a la semana.

 

            -¿¡Seis galeones?! –pensó Draco atónito sin dejar que eso trasluciera en su cara.

 

            -Y para que lo sepas de una vez, no hay prestaciones.

 

            -¿No las hay? ¿Pero eso no es contra la ley?

 

            -¿Y desde cuando tu eres muy cumplidor con la ley?... si no te gusta ve a buscar a otro lado.

 

            -No, termine de hablar.

 

            -Si acaso te diera el trabajo, necesitarías una varita… y resulta que yo tengo una extra, esta vieja y algo maltratada pero aun sirve, la usarías mientras estas aquí y la devolverías al salir, pero esto no está incluido en este trabajo, por lo que te descontaría un par de Knuts de tu sueldo.

 

            -¡Eso no es justo!

 

            -¿Y es justo el que yo te preste una varita cuando no es mi obligación?... en todo caso deberías agradecer mi generosidad, además en ningún trabajo te dejarían tener un niño, eso también es contra la ley –añadio Douglas sonriendo ladinamente.

 

            Draco suspiro sin responder, sabía que estaba frente a un explotador con un trabajo de mierda; sin embargo también sabía que eso era lo único a lo que podía aspirar.

 

            -De acuerdo –dijo al fin- acepto.

 

            -Y yo también acepto que traigas a…mmm…

 

            -Mi hijo –completo Draco con gesto serio.

 

            -¿Puedo verlo?

 

            -No –bufó Draco hastiado de la morbosidad de la gente respecto a su hijo.

 

            -Bueno –respondio Douglas alzándose de hombros- preséntate mañana a las 8:00 de la mañana, son diez minutos de desayuno y media hora de comida.

 

            -Bien, gracias –dijo Draco levantándose y saliendo de ahí.

 

 

 

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