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SI TU ME QUISIERAS... por Orseth

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-¡Greyback! -exclamó Lucius viendo con sorpresa el rostro ensangrentado del hombre lobo.
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-¿A dónde iban, Lucius? –preguntó Greyback caminando lentamente hacia ellos sin soltar a Narcisa quien miraba a su familia con rostro angustiado.
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-Salíamos de la batalla, no tenemos varita y así no somos útiles al señor Tenebroso –respondió Lucius fríamente.
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-Ya veo –dijo Greyback sonriendo siniestramente mientras la sangre que manaba de su cabeza herida por las bolas de cristal de la profesora Trelawney no dejaba de gotear- bueno, vámonos, es hora de reagruparnos.
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-¿Reagruparnos?
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-Si Lucius, reagruparnos –dijo Greyback mirándolo duramente mientras caminaba hacia el bosque arrastrando consigo a Narcisa.
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-Espera... –dijo Lucius haciendo volverse al hombre lobo- debo hablar con mi esposa, déjanos solos.
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-¡Que conmovedor, una reunión familiar! -exclamó Greyback con sorna- pero es una lástima, eso no podrá ser.
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-¿Por qué no?
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-Porque nos vamos de aquí todos... ahora.
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-Grey...
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-¡Muévete Lucius! –rugió Greyback perdiéndose en el bosque.
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-Papá... –exclamó Draco angustiado.
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-Vamos –dijo Lucius apretando los dientes mientras seguía a Greyback.
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Pronto llegaron a otro lugar del bosque en donde un grupo como de veinte mortífagos esperaban; unos estaban heridos y esperaban sentados en el suelo mientras los otros al verlos aparecer se apresuraron a tomar sus escobas.
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-Vámonos –dijo Greyback soltando a Narcisa y dirigiéndose con paso decidido hacia los dos rubios que lo seguían.
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Draco dio unos pasos hacia atrás mientras Lucius se ponía enfrente de él al ver a Greyback acercarse.
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-Quítate Lucius, tenemos que movernos.
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-¿Y eso que tiene que ver con mi hijo? -respondió Lucius sin moverse de su lugar.
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-Que él viene conmigo.
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-¿A dónde?
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-Lejos de aquí, ahora apártate.
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-No –respondió Lucius permaneciendo en el mismo lugar mientras Draco veía todo con cara de susto- si vamos al mismo lugar, mi hijo viene conmigo.
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-¡No hay tiempo! –gritó Greyback lanzándole un zarpazo al rostro haciéndolo caer al suelo con la cara ensangrentada provocando un grito de horror en Narcisa, quien corrió a ayudar a su marido.
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-¡Lucius!
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-¡Papá! -exclamó Draco dando un paso hacia su padre derribado.
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-Tu vienes conmigo –dijo Greyback tomándolo de un brazo.
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-¡No, suélteme! –respondió Draco intentando soltarse inútilmente.
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-Johansson... –dijo Greyback arrastrando a Draco tras de sí- las escobas.
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Un mortífago alto y negro le arrojó una escoba que el hombre lobo atrapó con una mano para después montarse en ella sentando a Draco enfrente de él ante el azoro del chico.
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-¡Draco! -gritó Narcisa viendo en donde estaba su hijo.
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-¡Mamá!
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Johansson arrojó dos escobas al matrimonio Malfoy mientras todos los demás montaban en las suyas y levantaban el vuelo siendo seguidos inmediatamente por los padres del chico. Greyback no necesito voltear para saber que lo seguían, simplemente murmuró sonriendo:
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-¿Qué mejor cadena para sujetar a los Malfoy?... el señor Tenebroso siempre tiene razón.
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Sin darse cuenta, Draco sujetaba con fuerza la ropa de Greyback intentado mirar sobre su hombro en medio de la ventisca y del numeroso grupo, a sus padres; no supo a ciencia cierta cuanto volaron ni en qué dirección, pero al cabo de un buen rato comenzó a divisarse a lo lejos una enorme casona.
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Cuando aterrizaron y puso los pies en el suelo, Draco intentó correr hacia el grupo de mortífagos que también aterrizaban buscando con la vista a sus padres siendo sujetado al instante por el brazo.
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-¿A dónde, pequeño Malfoy? –exclamó Greyback.
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-Suélteme, iré con mis padres –respondió Draco intentando soltarse.
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-¡Ya deja de ser marica y pórtate como un hombre! –exclamó fastidiado Greyback presionando con fuerza sobrehumana el brazo del chico haciéndolo gritar de dolor.
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-¡Deja en paz a mi hijo! –gritó Lucius abriéndose paso a empujones.
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Por toda respuesta y sin darle tiempo a llegar a él, Greyback solo sonrió caminando hacia la casona sin soltar a Draco; cuando todos estuvieron dentro, se encontraron en una estancia vacía, iluminada solamente con unos cuantos candelabros colocados en el suelo; Lucius y Narcisa detuvieron su andar a tan solo unos pasos del hombre que sujetaba a su hijo.
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Un ambiente frio y pesado comenzó a sentirse de repente, como si un vacio se hubiese hecho presente de quien sabe donde haciendo temblar a todos; entonces, de una oscura esquina, una alta figura encapuchada surgió silenciosamente caminando hasta el frente del grupo en donde permaneció en silencio varios minutos observando a los mortífagos inclinados frente a él; Draco permanecía hincado, con la vista clavada en el piso sin atreverse a levantarla, sintiendo con creciente temor como la oscura figura se acercaba a ellos.
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Podía percibirlo, cada célula de su cuerpo podía sentirlo... el señor Tenebroso estaba furioso y a punto de explotar; se mordió un labio para no gritar, ya ni siquiera sentía el fuerte agarre en su brazo, simplemente atinó a quedarse quieto sintiéndolo pasear entre ellos.
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-Greyback... –susurró Voldemort con voz sibilante.
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-¿Si, mi señor?
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-Ya sabes que hacer.
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Sin decir nada, Greyback se puso de pie haciendo levantar a Draco para salir de la habitación ante el azoro y angustia de los tres Malfoy.
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Ni siquiera pudo gritar ni decir nada, simplemente vio las miradas angustiadas de sus padres mientras Greyback lo sacaba a rastras de la habitación.
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El hombre lobo lo llevó por algunos pasillos y escaleras hasta una habitación en donde abriendo la puerta lo arrojó sin decir nada cerrándola después tras de sí; Draco se quedó quieto por unos momentos permaneciendo de pie en medio de la oscura estancia, entonces volviendo a la realidad, se volvió y vio la puerta cerrada, y con pasos trémulos se acercó hasta ella e intentó abrirla girando el picaporte varias veces sin conseguirlo.
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-Quiero salir... –musitó débilmente- quiero salir... déjenme salir... –para terminar golpeando con los puños la puerta y gritando con todas sus fuerzas- ¡déjenme salir! ¡Quiero salir!
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Pero por más que gritó, golpeó y pateó la puerta e intentó desaparecerse una y otra vez hasta quedar agotado, nadie acudió siquiera a callarlo, por lo que agotado y disfónico, miró a su alrededor buscando otra salida; vio una ventana y corrió hacia ella encontrándola cerrada y sin ningún modo de romperla por encontrarse hechizada.
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Sintiendo claustrofobia y pánico, terminó acurrucándose en una esquina abrazando sus rodillas llorando silenciosamente; cayó en una duermevela hasta que se sintió acalambrado, se puso de pie viendo que en la mesa había aparecido una jarra de agua, un pan y un plato de sopa helada y horrible.
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Con el paso de los días, la misma rutina fue estableciéndose hasta que finalmente dejó de armar escándalo limitándose ahora a mirar solamente por la ventana el paraje desolado; un miserable cepillo de dientes apareció en el baño sin pasta dentífrica, por lo que acabó cepillándose los dientes con jabón; duró semanas encerrado usando la misma ropa, su chamuscado y maltrecho uniforme de Hogwarts; lavándolo en el lavabo y colgándolo en el cortinero.
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Hablaba solo imaginando que lo hacía con sus padres, o a veces destrozaba la habitación para terminar limpiándola el mismo a falta de tener algo que hacer; a veces le daban ataques de pánico o de ira, pero de nada le valía, nadie acudía en su ayuda, parecía que estaba solo en esa enorme casa; simplemente su comida aparecía dos veces al día en su mesa; sufría de pesadillas constantes que lo hacían despertar en medio de la noche empapado en sudor y llamando a sus padres a gritos, creía oír murmullos y ya no sabía si era su propia mente jugándole una mala pasada o la misma casa que parecía una tumba.
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Un día en que simplemente vegetaba mirando el cielo gris a través de la ventana desde su cama, un sobre entró por debajo de la puerta; levantándose como resorte corrió a tomarlo y a abrirlo con manos desesperadas reconociendo al instante la caligrafía de su padre.
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“Querido Draco, tu madre y yo estamos cumpliendo una misión del señor Tenebroso, así que no te preocupes por nosotros y pórtate bien y obedece en todo, pronto nos encontraremos de nuevo si es que no das problemas, cuídate mucho y no olvides que te amamos.
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Con cariño, tus padres.”
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Si releyó la carta veinte veces fue poco, hasta que una sonrisa tonta asomó a sus labios mientras murmuraba:
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-¡Papá!... ¡mamá!... ¡están bien!... por Merlín... –exclamó haciéndose un ovillo en la cama en donde paso toda la noche estrujando la carta contra su pecho como si en cualquier momento fueran a arrebatársela.
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Al día siguiente, después de leerla de su nuevo y de su rutinario y helado baño matutino se miró al espejo; ¿Cuánto tiempo llevaba encerrado?... no tenía la menor idea, lo que si sabía es que había sido el suficiente como para que su cabello le creciera hasta debajo de la barbilla rozándole los hombros; entonces el ruido de una puerta abriéndose interrumpieron sus pensamientos, corrió fuera del baño para encontrarse con un tipo algo gordo que lo miró como si fuese una cucaracha.
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-El desayuno está listo –exclamó de mal talante desapareciendo por la puerta abierta.
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“¿Puerta abierta?”
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Draco se quedó paralizado... si la puerta estaba abierta y le estaban avisando del desayuno... ¿significaba entonces que podía salir?...Se vistió rápidamente y caminó hasta la puerta, la ansiedad por salir era únicamente frenada por el temor de ignorar que iba a encontrar afuera.
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Finalmente inhaló profundo y se asomó... lo único que vio fue el pasillo vacio, por lo que al cabo de unos momentos se aventuró a salir y a caminar despacio hasta encontrarse con unas escaleras, las cuales comenzó a bajar despacio hasta que el sonido de unas voces lo hicieron detenerse.
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-Buenos días, pequeño Malfoy –exclamó una voz erizándole los cabellos.
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Greyback le sonrió desde la cabecera de la mesa en donde otras personas, ocho hombres y dos mujeres desayunaban; Draco recorrió ansiosamente a todos los que estaban sentados.
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-No están aquí –exclamó Greyback adivinándole el pensamiento-, están en una misión especial del señor Tenebroso.
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-¿Y donde es eso? ¿Cuándo volverán? –preguntó Draco fríamente.
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-Eso no lo sé, pero siendo ellos tan cuidadosos de su retoño, me pidieron encarecidamente que te cuidara mucho –dijo Greyback sonriendo siniestramente- pero baja de ahí, siéntate a desayunar.
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-¿Por qué?... ¿Por qué hasta ahora? –se atrevió Draco a preguntar sin moverse de su lugar.
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-¡Ah! Es que queríamos que le tomaras cariño a la casa, si quieres puedes llamarla hogar... ¿vas a bajar o no?
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¿Y cómo decidir?... ya no sabía si era peor regresar a la maldita y asquerosa habitación a bajar con el hombre lobo y los demás que comían echándole apenas una mirada.
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-Porque de una vez te digo... –añadió Greyback bebiendo una copa de vino- que aquí vas a continuar viviendo mientras tus padres hacen su trabajo.
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-¿Y hasta cuándo será eso?
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-Ya te dije que no lo sé, así que o traes tu culo hasta aquí o yo iré por ti.
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Con risas mal disimuladas, los comensales lo vieron bajar la escalera y sentarse en uno de los lugares vacios de la mesa; la comida era en mucho muy diferente a lo que le daban en la habitación, había huevos con tocino, panqueques, leche, pan, café y vino; solo que aunque se le antojó probar todos esos manjares, no se animaba a mover un dedo.
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-Darryl... sírvele un poco de huevos con tocino al pequeño Malfoy –dijo Greyback al hombre que estaba sentado frente a Draco-, hay que hacerlo entrar en confianza... como una gran familia.
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Cuando terminó de desayunar subió a su habitación que hasta hacia una hora antes le parecía una prisión, y que ahora le pareció un refugio; así pasó una semana, bajando a tomar los ahora tres alimentos y escurriéndose cuanto antes a su cuarto; entonces, un día después de desayunar, Greyback lo llamó antes de que llegara a las escaleras.
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-Espera pequeño Malfoy, ven aquí.
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Draco torció la boca antes de darse vuelta y caminar hasta el hombre lobo, quien al tenerlo enfrente sacó un sobre de su chaqueta.
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-Toma.
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-¿Qué es? –preguntó Draco sin tomarlo.
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-Un trabajo para ti.
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-¿Un trabajo?
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-Si, en el sobre esta la dirección, iras a entregarlo.
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-¿Y porque no usa una lechuza? –preguntó Draco suspicaz.
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-Tenemos un problemilla con ellas, lo más seguro por ahora es entregar las cosas de mano a mano.
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-¿Y porque yo?... ¿cómo sabe que no escapare?
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-No lo harás... –respondió Greyback sonriendo- no mientras tus padres estén en manos del señor Tenebroso.
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Draco ya no dijo nada, solo miró con desprecio al hombre que tenia frente a sí y arrebatándole el sobre vio la dirección.
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-Está lejos de aquí ¿Cómo se supone que iré?
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-Ese es tu maldito problema –respondió Greyback alzándose de hombros.
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-No tengo ni varita, no tengo escoba ni dinero...
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-Tal vez puedas desaparecerte... ¡ah, se me olvidaba que no puedes!
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-Que... ¿pretende que pida un raid?
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-Toma –dijo Greyback lanzándole un saquito con monedas-, me importa una mierda como lo hagas, pero quiero que ese sobre sea entregado hoy mismo y a ti te quiero aquí para la hora de la cena ¿entendido?
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Draco tomó la bolsita y se dio la vuelta deteniéndose en cuanto Greyback comenzó a hablar de nuevo.
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-Por cierto... ya puedes desaparecerte, la casa está encantada y por eso no podías, aun así ten cuidado, que si el maldito ministerio de agarra, yo mismo te buscare para destrozarte la garganta.
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Draco no dijo nada, simplemente se dio la vuelta y salió de ahí; se le hizo muy raro sentirse de alguna manera libre, sabía que seguía siendo un prisionero estuviese en donde estuviese, pero sentir el aire en su cara lo hizo sentir un poco mejor.
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Como pudo entregó el sobre llegando exactamente a la hora de la cena a la casona; cada día era una entrega o dos y a veces pasaban semanas sin recibir ninguna encomienda, nunca abrió ningún sobre, no le interesaba en lo más mínimo conocer el contenido y se repetía a si mismo que cuanto menos supiera mejor; pudo tener algunas cosas en su cuarto, como ropa semi nueva porque su uniforme ya le quedaba muy chico y además estaba muy raido, un cepillo dental y pasta dentífrica, un pequeño radio que sintonizaba una sola estación de música, algunos libros y hasta cigarrillos, habito que había adquirido para soportar aquellas noches de soledad en las que su propia habitación parecía querer devorarlo; ya estando afuera se entero que estuvo encerrado ocho meses.
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Con el paso del tiempo los días acumularon dos años desde su partida de Hogwarts, se acercaba su cumpleaños diecinueve y el día en que cumplió dieciocho, solo recibió una nota de sus padres, algo que atesoraba como el más valioso de los regalos, y aunque la nota era muy escueta le bastaba leerla de nuevo para sentirse contento; ese día tomó unas tijeras y se cortó el cabello, ya no le interesaba si quedaba bien, era solo que ya no había visitas a los salones de belleza más prestigiados, así que cuando lo sentía excesivamente largo, simplemente lo cortaba el mismo y ya, aunque la primera vez que lo hizo, el resultado no fue muy alentador.
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-Parece que me mordió un caballo –prensó haciendo un gesto de resignación mientras se miraba al espejo.
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Podía entrar y salir de la casa a cualquier hora, se había habituado a ella y a su nueva forma de vida aunque nunca interactuó con los demás, él solo hacia su trabajo de mensajero y nada más; para su cumpleaños número veinte, el día que faltaba se le hizo eterno y la mañana en que los cumplió, se levantó de un salto buscando el sobre que sabia estaría ahí... solo que en esa ocasión no había nada; desesperado barrió el piso con la vista, abrió la puerta y miró hacia afuera... nada.
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Cerró la puerta con fuerza y después se sentó en la cama exhalando un profundo suspiro, miró la ventana bañada por una suave llovizna y sin poder evitarlo recordó sus primeros cumpleaños, cuando lo primero que veía al despertar, era a su madre sentada en su cama con un pastel hecho por ella misma, luego, cuando entró a Hogwarts ella ya no aparecía más en su habitación, él ya era “grande” para eso y además no estaba permitido, pero su pastel nunca faltaba; y su padre, siempre tan sonriente y orgulloso dándole a escoger lo que él quisiera de regalo, eso le encantaba, pero ahora se daba cuenta que lo que en verdad le gustaba, era pasar la tarde con él, sin mascaras ni apariencias ante nadie... volvió a suspirar profundamente añorando más que nunca su antigua vida.
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Ese día recibió un encargo especialmente difícil, llevar una carta a un lugar muy lejos y complicado aunado a la extrema vigilancia del ministerio; llegó muy entrada la noche, calado hasta los huesos y muy cansado, arrastrando los pies subió les escaleras de la silenciosa casona hasta llegar a la puerta de su habitación, la cual abrió con desgano para quedarse literalmente paralizado al ver quien estaba ahí.
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-¡Draco!... ¡hijo!... –exclamó Narcisa al ver en la puerta al chico rubio que la miraba como si estuviese viendo un muerto- ¡hijo!... –dijo Narcisa acercándose a él- ¡mi amor!...
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-¿Ma... mamá? –balbuceó Draco al ver a la delgada mujer acercarse a él.
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-Hijo... –dijo Narcisa tomándolo de la mano y cerrando la puerta- ¡Oh por Merlín!... –exclamó tomándole el rostro con ambas manos- ¡estás tan alto!
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Pero Draco solo atinó a quedarse totalmente quieto, con los ojos muy abiertos mientras aquella mujer lo miraba extasiada.
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-¿Eres tú?... –murmuró Draco con voz apenas audible.
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Narcisa lo miró unos segundos antes de sonreír mientras decía:
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-Mi amor... mi Draco... claro que soy yo.
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Draco miró esos profundos ojos azules, luego miró el rostro demacrado y el cabello rubio atado en una simple coleta; esa mujer no se vestía como antes, ni se peinaba como antes, su cutis maltratado y su cuerpo excesivamente delgado... definitivamente esa mujer no era la que Draco conoció toda su vida... pero esa mirada azul tan intensa... tan llena de amor... esa mirada si era la misma, tan única e infalsificable; no podía ser otra persona, era ella... definitivamente era su madre quien tenía frente a sí.
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Lentamente alzó los brazos y con manos trémulas acaricio suavemente el cabello rubio que escapaba en algunos mechones, luego pasó su mano por la húmeda mejilla, todo con dedos temblorosos y tan cuidadosamente como si se tratara de una burbuja de jabón que pudiese hacer estallar con cualquier toque.
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-Mamá... eres tú...
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-¿Y quién mas si no? –exclamó Narcisa riendo entre lagrimas mientras le acariciaba el rostro con ambas manos- estas tan guapo... ¡y tu cabello tan largo!... Draco, eres el vivo retrato de tu padre... por Salazar... mi niño ya es todo un hombre.
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-Eres tú... –volvió a exclamar Draco provocando una mirada de dolor en Narcisa- ¡mamá, eres tú!... –dijo Draco abrazándola efusivamente mientras las lagrimas escapaban de sus ojos; Narcisa trastabilló hacia atrás por la fuerza del abrazo mientras Draco dejaba escapar todo el dolor que había guardado durante tanto tiempo.
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-Mi niño... –murmuró ella abrazándolo por la cintura.
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Draco lloró mucho mas rato sin decir nada, y ella lo dejó ser; no lo interrumpió ni trato de calmarlo, simplemente espero lo que tenía que esperar; hasta que mucho rato después Draco se separó de ella para mirarla al rostro mientras preguntaba:
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-¿Dónde has estado?... ¿Por qué se olvidaron de mi?
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-Draco... –respondió Narcisa con profundo dolor- nunca nos hemos olvidado de ti... yo nunca podría... ¿Cómo hacerlo, hijo mío, si eres parte de mi?... ¿Cómo hacerlo si eres el corazón que me da vida?
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-¿Entonces?... ¿entonces?... –exclamó Draco entre hipidos- ¿Por qué no estamos juntos?... ¿y papá?... ¿Dónde está papá?
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Sin responder Narcisa lo tomó de la mano y lo condujo hasta la cama en donde ambos se sentaron.
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-Mi hijo... –exclamó ella recorriéndole el rostro con la mirada y acomodándole un mechón de cabello tras la oreja- ya tienes veinte años... la última vez que te vi estábamos parejos... y ahora me sobre pasas por una cabeza... eres muy alto...
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-Mamá ¿Dónde está papá?
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-Draco... has sido tan valiente –dijo Narcisa como si no lo escuchara.
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-No... yo he tenido tanto miedo... no soy para nada valiente... –respondió Draco sorbiendo la nariz.
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-Claro que si lo eres, mi amor... ser valiente no es ser suicida.
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-Pero...
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-Draco escúchame... –interrumpió Narcisa.
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-¿Dónde está papá? –dijo Draco sin hacer caso- dime por favor ¿Por qué no está contigo?... ¿le paso algo malo?... no me digas que le paso algo malo... –terminó de decir Draco con voz ahogada agachando la cabeza y cerrando los ojos con fuerza- mi papá... dime... dime por favor que está bien...
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Narcisa se quedó callada por unos segundos, por lo que Draco levantó el rostro para mirarla.
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-Mamá...
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-Si... –dijo Narcisa sonriendo dulcemente- él está bien... y te manda todo su amor.
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-¿Y porque no está contigo?... ¿Por qué no vino?... mamá, hay muchas cosas que no entiendo...
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-No me alcanzara la vida para arrepentirme de todo lo que he hecho...
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-¿De qué hablas?
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-De haberte metido en este infierno... porque si bien nunca recibí la marca, secunde a tu padre en todas esas ideas locas del señor Tenebroso... ideas que también compartí y que ahora me parecen tan obsoletas...
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-Tú no tienes la culpa.
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-Claro que la tengo y me arrepiento tanto... daría mi vida por cambiar el pasado... pero como sé que no se puede, quiero que me escuches con atención.
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-¿Qué pasa?
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-Sé que has sido muy valiente... y ahora mi amor, debes serlo más.
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-¿Por qué?
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-Bueno... la vida es dura, uno nunca sabe lo que pasara el día de mañana.
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-Mamá, no estoy entendiéndote.
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-Lo sé... –respondió Narcisa sonriendo mientras exhalaba un suspiro y sus ojos comenzaban a inundarse de lágrimas- solo te diré, hijo mío... que nunca te desanimes a pesar de las adversidades, porque yo siempre voy a estar contigo y tu padre también, porque a pesar de lo que hizo, él te ama demasiado... tanto como yo...
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-¿Entonces...?
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-Escucha hijo... –dijo Narcisa poniéndole un dedo en los labios- no oirás mi voz, pero me escucharas con el corazón... no me veras, pero estaré presente... cuando mires en tu interior, me encontrarás, porque yo, mi niño, siempre estaré contigo...
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-Hablas... hablas como si estuvieras despidiéndote.
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-¿Despidiéndome?... no mi amor, ¿Cómo puedo despedirme si te llevo en mi corazón todo el tiempo?
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-No hablo de eso... tu...
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-Shhhh... déjame hablar... necesito hacerlo... eres lo mejor de mi vida, lo más hermoso que he hecho... tú haces que todo valga la pena...
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-Yo también te quiero...
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-Lo sé, mi amor, lo sé... –dijo Narcisa mientras las lagrimas escapaban de sus ojos- y solo Merlín sabe lo que has sufrido por nuestra causa.
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-Puedo resistirlo... yo puedo aguantar lo que sea si estamos juntos –dijo Draco tomando sus manos.
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-Abrázame... –dijo Narcisa simplemente- déjame sentirte... déjame amarte... mi niño, mi Draco...
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Al tener a su madre entre sus brazos, Draco continuo con su llanto silencioso mientras recargaba su mejilla en su hombro.
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-En este momento soy tan feliz por tenerte de nuevo conmigo... –dijo Narcisa acariciando el cabello de su hijo.
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-No te irás ¿verdad?... viniste para quedarte ¿cierto?... ¿mamá?
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-Si mi amor... ya te dije que siempre voy a estar contigo... que ni yo ni tu padre te vamos a dejar nunca... estés donde estés... –respondió Narcisa sin dejar de llorar.
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-¿Por qué...?
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-Aun tienes muchas cosas que afrontar... –interrumpió Narcisa sin dejar de abrazarlo- debes ser más fuerte que nunca, no debes quebrarte hijo... y salir de aquí en cuanto puedas.
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-Dijiste que no íbamos a separarnos, ¿Cómo me pides que me vaya de aquí? –dijo Draco separándose.
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-Si, claro... –respondió Narcisa limpiándole una lagrima- es solo que sabes que tu padre y yo podemos defendernos muy bien, así que no debes temer por nosotros, por eso te digo que aproveches cualquier oportunidad para escapar de esto...de todo esto...
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-No entiendo...
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-No importa, ya lo harás...
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-No me gusta como hablas... siento que...
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-Deja de decir cosas raras... –interrumpió Narcisa sonriendo dulcemente- hay tantas cosas que nunca dije o hice... perdóname por todo eso...
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-No tengo nada que perdonarte, ni a ti ni a papá... fui un niño muy feliz, mamá.
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-Mi hijo... –dijo Narcisa llenando sus ojos de la imagen del jovencito que la miraba anhelante- mi querido Draco... te amo tanto...
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-Mamá... –respondió Draco abrazándola de nuevo- este es el mejor cumpleaños que he tenido ¿Cuándo veré a Papá?
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-El siempre está contigo –respondió Narcisa abrazándolo fuerte sin de llorar.
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-Pero...
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-Mejor vamos a dormir –interrumpió Narcisa poniéndose de pie-, es muy tarde y debes estar cansado.
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-No, esta noche no dormiré, -dijo Draco sonriendo- tenemos mucho de que platicar.
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-Si, pero debes estar muriéndote de sueño, tengo entendido que fuiste muy lejos –dijo Narcisa limpiándose las lagrimas que no dejaban de brotar.
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-Si pero no me siento cansado... –dijo Draco poniéndose de pie- hoy menos que nunca dormiré ¡mejor bailemos!
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-¡Estás loco! –exclamó Narcisa riendo al ser tomada por la cintura y comenzar a dar pasos de baile como si el mejor vals del mundo estuviese sonando.
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-Si, por ti... por la mujer más hermosa del mundo.
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-Pues muchas gracias, apuesto caballero –respondió Narcisa siguiendo el baile, para después de un rato sentarse riendo los dos.
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-Te extrañé tanto –dijo Draco mirándola con amor.
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-No más que yo a ti... ¿quieres agua? –respondió Narcisa sirviendo agua en un vaso de una pequeña jarra que Draco tenía en su buró junto a la cama.
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-No tengo sed, gracias.
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-Vamos, solo un poco.
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-Bueno –dijo Draco alzándose de hombros.
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-No hay muchachas bonitas por aquí ¿verdad? –dijo Narcisa mientras Draco bebía el agua.
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-Para nada, todas están horrorosas –respondió Draco dejando el vaso vacio en el mueble.
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-Ven, recuesta tu cabeza en mi regazo mientras te canto una canción.
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-Mamá, no soy un bebé.
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-Para una mamá un hijo siempre será su bebé así tenga cien años –respondió Narcisa acomodándose en la cama.
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-De acuerdo –respondió Draco mas que encantado recostándose en la cama y colocando la cabeza en las piernas de su madre.
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-¿Recuerdas la canción que te cantaba cuando eras pequeño?... ¿esa que te cante hasta los diez años?...después ya no quisiste dizque porque eras grande.
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-Si, la recuerdo –respondió Draco comenzando a bostezar.
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-¿Quieres que la cante?
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-Si
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-Bien... –respondió Narcisa acariciando una mejilla de su hijo- Draco...
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-¿mmm? –respondió Draco muriéndose de sueño.
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-Te amo... tu padre y yo te amamos... nunca lo olvides.
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-Yo... tamb... –balbuceó Draco antes de quedarse profundamente dormido.
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Cuando Draco despertó, lo primero que buscaron sus ojos fue a su madre, por lo que se levantó de golpe mirando a todos lados.
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-¿Mamá? –llamó sin obtener ninguna respuesta, por lo que se levantó y se dirigió al baño encontrándolo vacío- ¿mamá?
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Sintiendo una creciente desesperación, Draco salió de la habitación para bajar las escaleras corriendo y encontrarse a todos desayunando.
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-¿Dónde está mi madre? –preguntó mirando principalmente a Greyback.
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-Ni idea –respondió este alzándose de hombros.
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-No se haga idiota... –exclamó Draco caminado hasta él- ¿¡acaso le hizo algo?!
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-Vaya, vaya... –dijo Greyback llevándose una copa de vino a los labios- el pequeño Malfoy esta encabronado.
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-¡Déjese de estupideces y dígame que le hizo a mi madre! –exclamó Draco dándole un manotazo a la copa estrellándola en el piso ante la mirada sorprendida de todos los que estaban ahí; Greyback se quedó quieto unos instantes, con la mano en el aire como si aun sostuviera la copa y apretando los dientes.
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-Dígame...
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-¡Yo no tengo porque darte ninguna maldita explicación! –rugió Greyback saltando de su asiento y tomando a Draco por el cuello hasta estamparlo en la pared en donde se le acercó tanto sin soltarlo hasta quedar a solo unos centímetros de su rostro- escucha... pequeño Malfoy... –susurró el hombre lobo mirándolo a los ojos- si tu mami se fue de nuevo abandonándote por segunda vez, es muy tu problema... a mí me importa una mierda en donde esta... ¿entendiste?
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Draco solo tragó en seco mientras sentía como la fuerte mano del mortífago le apretaba cada vez más la garganta.
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-Te pregunte si entendiste –repitió Greyback viendo como la boca de Draco se abría desesperadamente en busca de aire mientras le arañaba el pecho y el brazo que lo sujetaba en un intento de soltarse.
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-¿Cómo quieres que responda si lo matas, Fenrir? –exclamó Johansson mientras mordía una pierna de pollo.
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-mmm... sí, creo que tienes razón –respondió Greyback soltando a Draco quien se desplomó al suelo tosiendo-, escucha, solo porque soy muy buena persona... –continuó el hombre lobo mientras regresaba a su lugar- te diré lo que vi, Narcisa salió muy temprano de aquí sin decir nada, así que no tengo ni puta idea de donde pueda estar, y deja de fregar que me muero de hambre... lárgate.
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Respirando entrecortadamente, Draco se levantó como pudo para regresar a su habitación, en donde cerró de un portazo para después comenzar a dar vueltas de un lado para otro como león enjaulado mientras susurraba:
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-¿Dónde estás?... ¿Qué te hicieron?
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Desesperado se llevó las manos a la cabeza sin dejar de caminar de un lado para otro; finalmente se detuvo y camino hasta su cama en donde se dejó caer para recargar sus codos en sus rodillas mientras se cubría la cara, en eso levantó la vista y sus ojos se toparon con el vaso vacio en el que su madre le había dado agua la noche anterior.
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-No... –Murmuró viendo el vaso fijamente- no... tú no pudiste...
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Tomo el vaso con mano temblorosa y se le quedó viendo mientras algunas cosas tomaban sentido en su mente.
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-Yo anoche no tenia sueño... hasta que me diste de beber...
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Miró hacia el frente sintiendo que la respiración se le cortaba, apretando con fuerza el vaso hasta romperlo entre sus dedos.
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-Mamá... –susurró sintiendo sus ojos arder- ¿Por qué?... ¿Por qué?... –miró el vidrio roto entre sus dedos sin siquiera ver la sangre que escurría, viendo solamente el rostro risueño de su madre- ¿Por qué me abandonaste otra vez?
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Soltó los vidrios y caminó hasta la ventana, la cual abrió dejando que la fría brisa matutina le golpeara el pecho; todo el día permaneció en su habitación, sin recibir afortunadamente ningún encargo; los demás días actuaba automáticamente, saliendo a hacer sus entregas y regresando a encerrarse, como hacia siempre, pero estas veces no leía, simplemente se acostaba y se dormía para simplemente pasar el tiempo sin sentir; hasta que después de un mes en que su madre lo visitó, alguien tocó a su puerta a media tarde haciéndolo lanzar mil maldiciones por lo bajo pero sin levantarse a abrir.
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Los toquidos volvieron a sonar haciendo que gritara molesto:
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-¡Arroja el maldito sobre por debajo de la puerta! -Sin embargo ni hubo tal sobre ni los toquidos cesaron- ¡maldita sea! -bufó Draco levantándose de la cama y abriendo la puerta como energúmeno.
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-Hola... –saludó titubeante un joven como de unos veinticinco años, de cabello castaño y ojos color miel, de complexión delgada, apenas un par de centímetros más alto que Draco y piel apenas un poco menos de pálida que la de Draco.
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Draco nunca lo había visto, pero eso fue lo que menos le importo, por lo que ignoró por completo la sonrisa tímida del joven.
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-¿Qué carajos quieres? –preguntó mirándolo con odio.
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-Siento molestar –dijo el joven extendiendo su mano-, mi nombre es Roger... Roger McGregor.
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Notas finales: AHORA SI, MUCHA PACIENCIA PARA LA PROXIMA, BESITOS!!!!!!!!!

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