Corres, corres para verle, porque deseas estar con él, porque con tantas horas de trabajo le has hechado mucho de menos, porque si no le ves pronto, sientes que vas morir. Pero tu felicidad desaparece cuando le ves en una cafetería con una chica. No hacen nada raro, sólo están hablando. Ves la cara de la muchacha que habla con tu amante, es alguien que conoció en su infancia. Te convences de que no es algo más que una amiga, él te ha dejado muy claro que sólo son amigos y tú, en el fondo, también lo sabes, pero no puedes evitar que los celos florezcan. Y, para colmo, les ves, cómo él la abraza, un abrazo, algo que a ti jamás te ha dado, algo que tu pides millones de veces y el siempre niega, algo por lo que tu suspiras pero nunca llega, y ahora, se lo esta dando a ella. Ves a cámara lenta como su brazos rodean su cintura, ella rodea su cuello y se funden en un abrazo, y el la levanta. Tú no puedes hacer nada más que salir corriendo, con lágrimas asomando por tus ojos, dispuesto a no recordar ese momento, pero no puedes, cada vez que cierras tus hermosos ojos amatistas esa imagen aparece en tu mente.
Llegas a un parque, el mismo de siempre, aquel al que siempre vas cuando estas triste, ya que nadie pasa por allí y puedes ver la ciudad tranquilamente, y olvidarte de lo demás. Allí le conociste, en ese mismo lugar pudiste ver su rostro, contemplar su figura y sentir su fragancia, por primera vez. Y allí te enamoraste de él. Cierras tus ojos de nuevo, otra vez esa imagen... Intentas que los celos desaparezcan, hace rato que lo hicieron, justo en el momento del abrazo desaparecieron, siendo reemplazados por la tristeza, por la mayor de las tristezas. Verle abrazando a alguien te ha dolido, pero lo más doloroso fue que él no lo haga contigo. Tus lágrimas no paraban, recorren tus mejillas cual río. Lloras sin nadie que te consuele, solo, en un parque, en una noche del frío invierno... Recuerdas lo que dijo una vez Hiro, tu fiel amigo de la infancia:
"Sólo contigo soy así de cariñoso... Dependiendo de la persona con la que estés, te comportas de una manera u otra..."
En algún momento, te consoló esa frase, pero ahora solo piensas en por qué, por qué a ella, si sólo son amigos, la abraza tan fuerte y con tanta alegría y a ti, que eres su pareja, a penas te dedica una palabra tierna. Ese pensamiento te hace llorar más, ocultas la mirada detrás de tus manos y te muerdes la lengua, en un intento de parar esas lágrimas. Te sientas en el banco con las rodillas encogidas y la cara entre ellas. Después de un corto tiempo los ríos de agua salada en tus mejillas van menguando, ya no queda nada, ya no puedes llorar más, simplemente sollozas y te intentas tranquilizar. Piensas en quejarte, pero sabes que no sirve de nada, él ya lo sabe, porque se lo has dicho (entre lágrimas, bromeando y de todas las formas posibles) y porque él mismo te lo dijo una vez...
Secas la última de tus lágrimas, y te levantas del banco, pones tu mejor sonrisa, esa sonrisa tan alegre a los ojos de los demás pero que guarda una gran tristeza en su interior.
Un poco más animado, la esperanza regresa a ti, la esperanza de que cambie, de que haya muestras de cariño para ti, de que deje de ser tan frío como su nombre indica. Vuelves a casa para regalar, una vez más, todo tu amor a ese rubio escritor que tienes como amante, a tu amado Yuki.
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