Tus manos se paseaban nerviosas por todo mi cuerpo mientras besabas mis labios
vírgenes. Lamiste mis labios y yo abrí la
boca en el acto para dejarte entrar. Nuestras lenguas jugaban apasionadas mientras
tú te dedicabas a memorizar mi cuerpo.
Oh, Dios… No sabes el tiempo que llevo esperando esto Yuu Kanda. Un gemido
escapó de mis labios cuando tomaste mi miembro
entre mis manos y comenzaste a masturbarme. Mis mejillas se volvieron más rojas
de lo que ya estaban. Dejaste mi boca y
fuiste depositando besos hasta llegar a mi oreja, donde me susurraste:
-Moyashi… te amo…
Abrí los ojos con sorpresa para que después saliera un gemido de mi boca. Puse mis
brazos detrás de tu nuca y te acerqué a
mis labios.
-Ka-Kanda… yo también… t-te amo…- unimos nuestras bocas en un juego aún más
apasionado. Aprovechaste mi distracción e
introdujiste un dedo en mi cavidad. Me dilataste hasta que estuviste satisfecho y a
ese dedo le siguió un segundo y después
un tercero. Sacaste tus dedos de mi interior y te posicionaste en mis piernas. Antes
de penetrarme me dijiste:
-M-Moyashi… podemos dejarlo aquí si no quieres…- le corté con un beso apasionado
para después decir:
-Q-Quiero, Bakanda. Por que te amo…
Kanda me recostó sobre la cama y poco a poco me fue penetrando. No pude soltar
un grito de dolor ya que mis labios estaban
ocupados con los de Kanda. Unas pequeñas lágrimas escaparon de mis ojos al sentir
la intromisión. Kanda las lamió para después
empezar a moverse dentro de mí.
Arqueé la espalda y gemí más alto. Se sentía como en el cielo.
Miré los ojos oscuros de Kanda para después apretar las sábanas. Poco a poco
Kanda aumentó el ritmo de las embestidas
mientras que los gemidos se hacían más repetidos y más audibles. No podíamos
parar de mirarnos. Yo perdido en su mirada azul
oscuro, y él… supongo que perdido en mis ojos plateados. Besó mi ojo maldito,
para después, ambos llegar al clímax. Salió poco
a poco de mi interior, se recostó y me posicionó sobre su pecho.
-Moyashi… ¿quieres ser… mi pareja?-preguntó después de haber normalizado
nuestras respiraciones.
-Kanda…- lágrimas asomaron a mis ojos y contesté-claro que quiero, Bakanda.
Kanda me besó el cabello plateado para después caer en los brazos de Morfeo.
Le observó dormir hasta que yo también caí
en los brazos de Morfeo. Desde luego había sido una noche muy especial, pero
sobretodo… muy movidita.
Esos encuentros se producían casi todas las noches. Aunque, por la mañana, actuaban
como si nada hubiera pasado. Y es que
podría costarles sus vidas. Y ya bastante tenían con que todas sus noches fueran
moviditas, como para que, encima, también
lo fueran sus vidas. Sin embargo, ambos estaban satisfechos con esa vida. Estar al lado
de la persona amada… ¿qué más se podía
pedir?
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