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La diferencia entre el sexo y el amor II por LoveShonenai

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Notas del capitulo:

Bueno, para empezar, me atrevo a decir que es el capítulo más difícil que me ha tocado escribir. Nunca en mi vida me había mortificado ni jalado los muchos cabellos de mi cabeza para escribir un bendito capítulo. Léanlo, ya sabrán al final que me refiero...(aunq creo que el nombre del capítulo lo dice todo ¬¬) pero yo me refiero a las circunstancias hehehehe.

¡Bueno, a leer se ha dicho!

La diferencia entre el sexo y el amor II

Capítulo II: Divorcio

El dueño de la melodía de mis sueños

No podía siquiera teclear porque su mente volaba por otro mundo, sus pensamientos solo giraban entorno a aquella misteriosa melodía y a su aún irreconocible compositor. Quería conocerle, hombre o mujer, no le importaba, con tal de que fuese el dueño de aquella hermosa melodía con la que había soñado por más de diez años. Dejó de lado su computadora, viendo fijamente los alrededores. No estaba su esposo, su pequeño Shuichi no se encontraba en casa, estaba trabajando mientras que el niño que ya consideraba su hijo se encontraba en la escuela. Se levantó con rapidez y se dio un largo estirón. La rutina ya le estaba cansando, su vida diaria se había vuelto tan rutinaria que ya no sentía algo especial para despertar con un buen y mejorado ánimo.

Todos los días era lo mismo: Se levantaba cerca de las siete de la mañana, hora en la que su pelirosa esposo se vestía para trabajar puntualmente. Mientras que Shuichi salía ya listo, él iba al comedor en pijama, se sentaba, Shuichi hacía un rápido café, acompañado de dos tostadas y un delicioso huevo revuelto, le daba un beso antes de irse a trabajar y finalmente, Shuichi desaparecía de su vista y de la casa. Una hora después se levantaba Rikku quien sin ayuda de nadie se cambiaba y aseaba. Eiri se alistaba y se llevaba al niño llevando consigo el almuerzo que Shuichi ya le dejaba listo. Después de llevarlo, regresaba nuevamente a la casa a trabajar en su novela, hasta la hora del almuerzo en la que tenía que recoger a Rikku de la escuela. Preparaba algo rápido para que el niño comiera y después continuaba con su trabajo exceptuando algunas ocasiones en las que el niño interrumpía por alguna pregunta de sus tareas diarias. A las diez de la noche en punto llegaba Shuichi, siempre llegaba a esa hora cuando no había pendiente ni un concierto ni una gira, ya que en esos días él llegaba cerca de las dos de la madrugada. Y que decir de su llegada, totalmente exhausto, pero eso no le impedía el darle siquiera un beso cariñoso a su esposo y a su ya dormido hijo. Pero eso era todo, su vida de casados ya se había vuelto una rutina, una aburrida rutina.

A eso le temían antes de casarse, al menos Shuichi era quien expresaba aquel temor de ser consumido por la costumbre. Y, al parecer, poco a poco se cumplía lo tan temido. Pero no era la culpa de Shuichi, si no suya, ya que Eiri empezó a ver todo de esa manera desde que descubrió que su tan amado esposo no era el dueño de la melodía de sus sueños. Era increíble darse cuenta de cómo algo tan estúpido y poco importante como eso podía afectar tanto la vida de Uesugi Eiri en su vida de recién casado.

Miró el reloj, eran ya las doce de la noche, ya había dado un nuevo día y su esposo no llegaba aún del trabajo. Que extraño, pensó. Que él recordara, Shuichi no le dijo en ningún momento que regresaría tarde del trabajo. Tomó su teléfono celular en mano y marcó el número de Shuichi pero este no contestaba, ahora si que lo había invadido el pánico, y claramente su rostro lo mostraba. Comenzó a sudar frío y su mente no paraba de dar vueltas. ¿En dónde estaba Shuichi?

Intentó mantener la calma pero le era imposible, estaba muy preocupado, tanto…que su corazón palpitaba fuertemente y sin descanso, como si fuese a salir de su pecho. Se dirigió hacia la cocina y tomó algo de agua del caño. Maldecía el simple hecho de la prohibición que le hizo Shuichi sobre fumar, ya que tenían a un niño en casa ahora.

No pasó mucho tiempo esperando cuando sintió el rechinar de la puerta abierta, dejándose ver la delgada silueta de Shuichi entrar con total sigilo a su casa.

- ¿Tanto trabajo tienes que hacer para llegar a estas horas, Shuichi?

La voz de su amado Eiri lo alertó, haciéndole saltar un poco por la sorpresa que se llevó. Rió un poco, era una risa nerviosa, pero paró al ver el serio semblante de su esposo, quien no dejaría las cosas por alto hasta escuchar la respuesta salir de los labios del exhausto cantante.

- ¿Podemos hablar mañana temprano? Ahora estoy muy cansado, amor, por favor.

- Hoy si que no te me escapas. Habla de una maldita vez, Shuichi.

Claramente odiaba cuando Eiri usaba ese tono tan áspero para expresarse. Bajó la mirada. Sabía que esto, obviamente, los haría alejarse más de lo que ya se encontraban.

- Verás…En dos días tengo una gira por Europa, Eiri.

- ¿Otra?

- He intentado rehusarme, pero Touma-san me ha dicho que es imposible porque el contrato ya estaba hecho.

Obviamente Shuichi se esperaba una muy mala reacción a continuación, más no la sintió llegar. Vio a su esposo esconder sus ojos tras unos flequillos de su rubio cabello. Se puso de pie el escritor y, sin más, se alejó de él cerrando la puerta de la habitación tras de sí. Oh no, pensó el pelirosa cantante, eso significaba que nuevamente debería dormir en el sofá de la gran sala. Vaya forma de terminar el día.

Se vino otro día, un ojeroso Shuichi se levantaba poco dispuesto a trabajar, ya que no había dormido casi nada por culpa de la preocupación que nació dentro de él al no entender del todo la reacción tan poco común de su ex amante y ahora esposo. Ahora pensaba seriamente lo que Touma le había dicho una vez. Eiri tenía que entender que aquella carrera era su todo, el sueño de su vida, su más grande logro. ¿Pero y si no lograba entender sus ideales? ¿De verdad tendrían que separarse? Aquella ocasión se lo hizo saber tan seriamente, incluso en momentos como ese podía dejar de proteger a Eiri a capa y espada para hablar las cosas claras y como eran.

- Mamá…

La voz del niño lo alertó. Rikku se había levantado aún mucho antes de lo acostumbrado. 'Lo acostumbrado' Maldición, otra vez ese maldito término que tanto aprendió a odiar, la costumbre de la que tanto le hablaba su madre, aquella palabra que podía ser capaz de acabar con el amor aún más grande del universo. ¿Acaso su amor terminaría así, como una simple rutina?

- Rikku-kun ¿qué haces despierto tan temprano?

- No podía dormir más, ayer me acosté muy temprano.

- Si, lo sé.

- ¿Te vas a trabajar, mami?

- Si, Rikku-kun. Mamá Shuichi tiene que salir a trabajar muy temprano, ya lo sabes.

- Oí ayer en la madrugada que discutías con papá.

- Ah, eso…-suspiró algo cansado con respecto a esa situación.- Pues si, ya sabes como es papá respecto a esas cosas.

- Mamá ¿de verdad te vas otra vez a una de tus giras?

- Si, pequeño. Tengo que ir porque es parte de mi contrato, no puedo fallarle a Touma-san.

Sonrió algo desganado el pequeño, más aceptó lo que su madre tenía que hacer, después de todo era parte de su trabajo y de ningún modo podía ser tan irresponsable de no ir, pero el simple hecho de alejarse de su mamá le dolía mucho, ya que por tantos ensayos, conciertos y giras, ya no podía pasar tanto tiempo al lado de su talentosa madre.

- Mejor ve a trabajar, mami, se te va a hacer tarde.

- ¿No quieres que te prepare el desayuno?

- ¿Tienes tiempo de hacerlo?

- Si hago algo rápido, no voy a demorar mucho.

- ¡Entonces está bien! –sonrió el niño, al menos comería algo hecho por su mamá en la mañana.

Se introdujo un par de minutos en la cocina para preparar un desayuno para su hijo. No demoró mucho en verdad, así que rápidamente salió de allí y sentó a Rikku para que comiera mientras él se deleitaba con un dulce jugo de frutas. El niño comía gustoso mientras Shuichi, mirándolo, se decía a sus adentros que incluso Rikku, siendo tan pequeño, puede aceptar que su trabajo era muy importante para él. Pero claro…Rikku no era Eiri y por ende no entenderían igual.

- Muchas gracias por el desayuno, mamá.

-  De nada, Rikku-kun. Ahora ve a tu habitación a ver algo de televisión hasta que sea hora de alistarte para ir a la escuela ¿de acuerdo?

- Si, mamá.

Entró rápidamente al baño y se alistó como pudo, ya que dudaba mucho que Eiri lo dejara entrar a la habitación. Cogió su mochila y salió de la casa sin hacer mucho ruido, yendo finalmente a trabajar, ya que sería su último día en Japón por un largo tiempo.

Por otro lado, un joven escritor de mirada ámbar miraba desde la ventana como Shuichi caminaba por la calle a trabajar, sin siquiera haberse despedido de él. Con un pésimo humor salió de la habitación y se metió al baño, dispuesto a ducharse, comprobando lo muy necesitado que se encontraba de Shuichi. Se quitó rápidamente la ropa y entró a la ducha, tomándose su tiempo para bañarse ya que aún era muy temprano para llevar a Rikku a la escuela. Dentro de sí pensó que lo que estaba haciendo Shuichi con él no era para nada justo, apenas había pasado poco tiempo desde su última gira y ya se iba de nuevo y lo peor del caso es que su esposo no estaría con él, no le haría compañía en su cumpleaños y eso le enfermaba. La melodía había quedado atrás en ese momento porque solo podía pensar en lo dolido que se sentía a causa de la indiferencia de Shuichi.

- Me pregunto… ¿qué debería hacer ahora? ¿Dejar de hablarle? Ya lo hice y al parecer a él le importa un cuerno que lo haga. No quiero que vuelva a irse, sin embargo, se irá…y me dejará solo nuevamente.

Una razón más para enojarse con él, lo dejaría solo.

&&&

La jornada terminó de una manera bastante sofocante, ya no podía siquiera pensar en llegar a casa y ver el semblante de Eiri porque de seguro iban a pelear y ya estaba cansado de esa situación. Entró a la casa y se dejó caer en el sofá, totalmente abandonado de fuerzas. Ahora si tenía que irse y dejar a Eiri…por más que él no quisiera entender la importancia de su trabajo. Se levantó del ya incómodo mueble y a hurtadillas entró a la habitación que compartía con su esposo comúnmente –ya que si peleaban, su lugar sería otro- encontrándolo bastante concentrado en lo que escribía. Decidió no molestarlo para así evitar una pelea segura y sofocante. Se quitó la ropa rápidamente y reemplazó su vestimenta por una fina toalla cubriendo su delgado cuerpo. Alistó su ropa de dormir y sin decirle nada a su esposo, salió de la habitación, llevándose la llave por pura precaución, y se dirigió al baño a tomar una pequeña ducha.

- Seguramente aún está molesto…será mejor no fastidiarlo. Mejor me doy prisa y hago mis maletas de una vez, sino mañana me voy a quedar dormido.

Salió de la ducha y se secó rápidamente el cuerpo para después sustituir su desnudez con la ropa de dormir, la pijama. Salió del baño hacia la habitación y se dio con la sorpresa de que la puerta había sido cerrada con llave, eso sí que lo enojó. Por Dios ¿Hasta donde llegaría la inmadurez de su esposo? Abrió la puerta encontrando a Eiri escribiendo ya con la ropa de dormir. No dijo nada a pesar de que su cabeza hervía por discutir con él, más se resistió. Abrió el armario y sacó tanto su maleta de viaje como ropa para diario y algunos atuendos especiales para los conciertos que daría. Eiri solo lo miraba de reojo, maldiciendo la hora en que Shuichi decidió ser cantante.

- ¿Por qué mejor no sacas todo el closet? Ahórrate la venida y quédate a vivir allí si eso quieres.

Shuichi se quedó callado, había decidido no responder a nada de lo que su esposo le dijera, por más desagradable que fuese. Siguió empacando aún ante la furiosa mirada de su esposo. Quería llorar, no podía negarlo, pero se iba a resistir, porque sabía que no tenía la culpa por la incomprensión de su joven esposo, al cual, muy a pesar de todo, amaba con toda el alma y corazón.

- ¿No vas a acompañarme mañana al aeropuerto, verdad?

- Mejor vete desde ahora, así te ahorras el taxi.

- ¿Por qué tienes que decir cosas tan crueles? Sé un poco más comprensivo y entiende que esto es mi sueño de toda la vida. ¿Es que es para ti tan difícil de comprender?

- Fuiste tú quien decidió irse, así que haz lo que te venga en gana.

- ¿Por qué nunca entiendes lo que digo? ¡Yo no elegí la gira, fue Touma-san el que hizo el contrato no yo! ¡No fue para nada mi decisión, Eiri!

- Ya te lo dije, haz lo que te venga en gana. Lárgate, muérete, haz lo que quieras. –las mismas palabras que decía para él también era un gran dolor en el corazón, porque por más que quisiera, no podía evitar el sueño de Shuichi.

Las lágrimas al fin salieron de sus ojos amatistas, sus palabras eran tan hirientes que dolían mucho, dolía mucho el entender tantas cosas como la incomprensión e indiferencia de Eiri hacia lo que él amaba para su vida. Su amado no podía entenderlo, entonces Touma-san tenía razón.

- Eres tan cruel. Tus ofensas no tienen límites.

Eiri dejó de mirarlo, ya hasta le dolía tener que verlo de frente, solo le provocaría decir más cosas hirientes, simplemente no podía controlar su enojo tan infundado e inmaduro. No podía creerse tan egoísta.

- Al menos quería saber si me extrañarías…al menos deseaba saber si podría venir a verte en tu cumpleaños.

- Por eso no te preocupes, porque para ese día estaré pasándomela bien con una que otra amante de por ahí, así que tú puedes irte por ahí a tu gira para cantar tus absurdas canciones de amor con tu banda de cuarta.

Esa si que fue la gota que derramó el vaso. Sintió su mejilla arder. Por primera vez en su vida, Shuichi le había pegado una bofetada, una muy dolorosa porque él estaba llorando. No lo miró a los ojos, porque después de todo le hizo una promesa a Touma, dejaría a Shuichi realizar sus sueños…más él no importaba.

- Eres…despreciable.

Shuichi-san está en lo más alto de su carrera.

Si tú no puedes apoyarlo, mejor aléjate de él y déjalo ser feliz solo.

Touma tenía razón, quizás ya estaba cansado de aquella rutina que lo incitaba más y más a estar solo…por el simple hecho de que Shuichi no podía estar a su lado las veinticuatro horas del día. Debió entenderlo antes…Shuichi y él no estaban predestinados después de todo.

- Será mejor que nos divorciemos, Eiri. Ya estoy cansado de esto.

La petición del pequeño le cayó como agua helada al cuerpo. Lo que tanto temía al fin había llegado, el odiado divorcio, la consecuencia terrible de un demonio llamado rutina, costumbre. Shuichi no esperó respuesta de su amado, solo se quitó el pijama y en su lugar se puso ropa de calle, dispuesto a salir.

- Creo…que lo nuestro no iba a funcionar después de todo.

Una lagrimilla rebelde recorrió el rostro albino de Eiri, más no se esforzó por ocultarla. Su Shuichi ya se había cansado y él también, aún más sabiendo que él no era el dueño de su soñada melodía. Se encontraba tan sumido en su nerviosismo que no se dio cuenta cuando Shuichi había tomado su maleta para después acercarse a él con lo que quedaba de cordura en su mente. Lo besó en la frente y seguidamente se marchó, más Eiri no lo siguió. Una vez que oyó la puerta cerrarse, comenzó a tirar todo lo que se encontraba a su alrededor, incluso su valiosa computadora. Lloró y lloró lo más que pudo mientras que el pequeño Rikku lo veía llorar desde la esquina de la puerta. Sin querer la videocámara de Shuichi cayó del estante y Eiri, al recogerla, provocó que un video se reproduciera automáticamente. Lo que vio y escuchó a continuación, lo dejó petrificado.

Oye, Hiro, coloca bien la cámara ¿si? Enfócala bien porque quiero verme a mí mismo tocando el piano.

Vaya presumido. Ya, comienza a tocar.

Bueno, esta canción se la dedico al amor de mi vida. Una vez, una adivina me dijo que el día que encontrara a mi amor, tocara esta canción y él la reconocería. Así que esta canción es para mi Eiri.

La melodía comenzó a sonar al compás de las suaves notas del piano. Del rostro de Eiri comenzaron a salir más y más lágrimas. ¡La canción que tocaba Shuichi fue la que escuchó aquel día! ¡Todo el tiempo era Shuichi el que tocaba! ¡Su único y gran amor era él! Se dejó caer en el suelo mientras que su pequeño hijo le dio un enorme abrazo, reconfortándolo. Ahora sí que ya no tenía dudas. Iba a buscarlo y borraría esa maldita idea de Shuichi acerca de divorciarse, ya nada le importaba más que su amado Shuichi, su eterno esposo y amante. Se arregló rápidamente y, en compañía de Rikku, salió a buscar a su esposo.

 

Notas finales:

Si, ya sé lo que dirán: ¡Yuki estúpido! ¡¿Cómo pudiste herir así a Shuichi?! Y bueno, resultó que el pelirosa hermoso bello de mi Shu-chan...etto...(Yuki me está mirando mal! OMG!) bueno, de acuerdo...¡Shuichi era el que tocaba esa melodía en piano!

No me maten, esperen la continuación!


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