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Jealousy por maiikaulitz

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Notas del fanfic:

Espero que les guste este one-shot n.n

 

Notas del capitulo:

♥ espero que les guste ♥

n.n

A leer!

Jealousy

 

 

 

La fina puerta doble de roble oscuro se abrió de repente, con un fuerte estruendo. Entraba por el umbral una “jovencita” de baja estatura y ojos azules.

 

-¡Maldición!-Insultó mientras entraba al recinto, arrastrando los pies con finos tacones por el suelo. El mayordomo “la” miró tranquilamente, mientras acomodaba el saco mojado en el vestidor de la mansión. 

 

-No se preocupe, Boochan, le queda bien esa imagen de adorable jovencita-Susurró en su oído el más alto, mientras posaba sus manos en los hombros de Ciel.

 

El niño hizo una mueca de protesta.-Parece que no eras el único que lo notó…-Rodó los ojos mientras se sacaba los altos tacones, y los arrojaba lejos.

 

-Por supuesto que no, Boochan…-Hizo una pausa mientras tomaba en brazos a su amo, y aparecían ambos en la habitación del menor, como por arte de magia. No quería que sus sirvientes lo vieran de tal manera.-Parece que el vizconde de Druitt también notó su femenina presencia…-Mirándolo a los ojos.- ¿O me equivoco?-Insinuó algo molesto el mayor.

 

-¡Idiota! ¿Qué insinúas?-Preguntó molesto el más pequeño mientras se sacaba las joyas que habían sido de su madre, y las colocaba cuidadosamente en una caja negra.

 

-¿Acaso hay algo que debería insinuar?, Boochan-Terminó la frase arrastrando las palabras mientras se acomodaba detrás del niño. Lo tomó por los hombros y lo obligó a pararse, quedando así cara a cara. El conde se sonrojó a más no poder, pues tener la cara de su mayordomo así de cerca, sería algo a lo que jamás se acostumbraría.

 

-Sebastian, ¿Qué te pasa?-Preguntó algo nervioso el menor, mientras intentaba apartarse de su mayordomo. Era inútil, pues cada paso que retrocedía, Sebastian lo adelantaba, quedando finalmente atrapado entre su mayordomo y la pared.

 

El mayor tomó su rostro para verlo con más detalle. Ciel era hermoso, el humano más perfecto que había visto en su vida. Incluso más que él. Pero eso nunca lo admitiría.

 Apoyó suavemente sus labios con los de su alma, formando lentamente lo que sería un apasionado beso.

 

Acarició los cortos y sedosos cabellos y las rosadas y suaves mejillas. El menor estaba muy sonrojado y avergonzado, pero a pesar de todo, intentaba seguir la pasión de su demonio.

 

El beso fue obligado a terminar, pues el de piel lechosa se había quedado sin aire. Usó como apoyo la pared, mientras intentaba recuperar el aire. Lamentablemente sufría de asma, así que le costó un poco recuperarlo, humillándose completamente frente a su mayordomo. El de cabello lustroso lo miró tiernamente, mientras le daba un suave beso en la frente.

 

-Estoy celoso-Susurró Sebastian en el oído de su amo, mientras este abría los ojos completamente, no cabiendo en su asombro.  

-Pensé que no te gustaban los sentimientos humanos.-Declaró el noble mirándolo como si Sebastian fuera un ser inferior.-Ni mucho menos ese tipo de sentimientos.-El mayor sonrió a la respuesta de su amo, hasta en esas circunstancias se daba el lujo de ser tan orgulloso y vengativo, definitivamente era alguien muy especial.

 

-¿Qué quiere que haga entonces Boochan? Que ignore lo que vi con mis propios ojos.-Preguntó de verdad molesto Sebastian. No era ningún idiota, había visto como “fingía” reírse en los brazos del rubio. Coquetear en lugares apartados, e incluso regalarle sonrisas casi extintas. Eso lo ponía de muy mal humor. La naturaleza de los demonios sólo le permitía sentir ciertos sentimientos, y por lo general, el egoísmo, la codicia y los celos eran los principales.

 

-Por Dios Sebastian, ¡Solamente fingía! Ese beso fue repugnante…-Miró cómo se deformaba de ira la cara del mayor ¡También lo había besado! Eso era lo único que le faltaba. Por suerte se había saltado ese detalle, sino, la gente hablaría del vizconde en pasado…

 

-¿¡También lo besaste?!-Gritó casi desquiciadamente el demonio. La sangre corría desesperadamente por sus venas y la adrenalina se incrementaba, tornando sus ojos más brillantes. El joven lo miró frunciendo el seño.

 

-Solamente fue un “beso” corto, y sin lengua…Así…-Acto seguido el menor depositó un suave beso en los labios del mayor. Casi cómo un roce leve, pero lleno de inocencia y pureza. No hubo intervención de sus lenguas, o de saliva. Sólo una simple demostración de cariño, cursi y sencilla.

 

-¿A eso le llama sólo un beso Boochan?-El menor se sonrojó más que antes, depositando un “suave” golpe en la cabeza de su contratista.

 

-¡Idiota!-Cruzándose de brazos, llamó con la mirada a su mayordomo, para que lo libere  de esas ropas femeninas.

 

El mayor entendió el mensaje, comenzando a despojar de sus ropas al menor. Primero retiró las suaves medias con puntillas blancas en los extremos. Luego retiró el fino gorro con rozas y moños rozados, sólo dejando en su cuello, el enorme listón que hacia conjunto con la gama de colores. Lo despojó del aparatoso vestido, lleno de flores, tules y cedas, sólo dejándolo con el moño de su cuello, el corsé y los guantes negros de sus finas manos.

 Retiró estos últimos con los dientes, dando a entender a Ciel, que “esto no se quedaría así”.

 

-Rá…rápido Sebastian, tengo mucho sueño y estoy cansado…-El menor comenzaba a excusarse, pero el demonio fue más rápido.

 

-No intente nada, Boochan, esta noche será mío de todas formas…-Hizo una pausa para acariciar la rosada mejilla del uke.-Sólo disfrute del momento…-Aflojó en un ágil movimiento la cinta que presionaba el corsé, permitiéndole al menor tomar una buena bocanada de aire.

Comenzó a acariciarle lentamente las piernas, desde la punta de los pies, hasta llegar a la parte superior. Lo hacía lentamente, pues sabía que era una zona sensible para su amo.

 

-Se…Sebastian…¡No!...-Replicó el mayor mientras intentaba alejar la mano que ahora atendía a sus rosados pezones. El mayor sonrió ante la reacción, robándole un dulce beso de los ya rosados labios.

 

Lo recostó mejor en la cama, mientras acariciaba “sus” largos cabellos ondulados, atados en dos prolijas coletas. Acarició su vientre y masajeó con suaves y estratégicas caricias su fina espalda. Lo miró nuevamente a la cara, recogiendo con sus labios un jadeo del menor. Admiró orgulloso la marca que anunciaba a todos que ese bello ser le pertenecía en cuerpo y alma.

 

Acarició sus nalgas, Provocando sorpresa en el rostro infantil, preso de sus candentes caricias. Tomó una de las finas manos del menor, y la posó en su propio pequeño y palpitante miembro.

 

-Sebastian… ¿Q…Qué quieres que haga?...-Preguntó algo confundido, mientras el mayor insinuaba, actuando el mismo, lo que quería que su compañero hiciera. El joven conde miró atónito, sonrojado, y excitado, como el mayor se auto proporcionaba placer, acariciando con su mano su entrepierna. El más petizo entendió el mensaje, comenzando el mismo un vaivén en su rosado miembro. Los gemidos se hacían protagonistas en la habitación. El mayor abandonó sus roces, sólo para contemplar como el joven conde acariciaba sus partes íntimas.

 Rodeaba toda su extensión con su fina mano, y con la otra acariciaba uno de sus pezones, ensalivados previamente. Justo cuando estaba a punto de colapsar, el demonio lo tomó de las caderas, obligándolo a parar. El de ojos azules, tan inmerso en el placer que se otorgaba, había olvidado la presencia de su amante, tomándolo por sorpresa, y robándole un jadeo suavecito.

 

-Se…Sebastian… ¡Ya hazlo!-Casi rogó completamente excitado el más joven, mientras rozaba con sus dedos la entrepierna del mayor.

 

-Como diga Boochan…-Comenzó a dilatar la pequeña entrada con un par de dígitos mojados, contemplando, extasiado las reacciones del conde.

 Gesticulaba exageradamente, pues no estaba acostumbrado a este tipo de irrupciones.

El dolor pasó, y por fin, con un leve asentamiento de la cabeza, el menor le dio el permiso a su seme.

 Entró lentamente por el estrecho paraje, mientras acariciaba una de las mejillas del receptor. A medida que el tiempo pasaba, el dolor se iba, dando paso al placer. Las embestidas se incrementaban, no solo en cantidad, sino que también en rapidez y profundidad.

 

Estaban ambos al borde del éxtasis, ya no aguantaban más. Pocos segundos pasaron, para que por fin, ambos amantes derramaran por completo su semilla y se durmieran, exhaustos a la luz del alba.

Notas finales:

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