Dentro de una pequeña habitación se veía a dos pequeños niños jugando y brincando en la cama, solo se escuchaban sus risas de diversión, cuando una mujer entró por la puerta:
-Niños, ya es hora de dormir.
-Sí, mamá- dijo un pequeño rubio de ojos azules y de inmediato bajo de la cama para comenzar a ponerse su pijama.
-Pero, mamá, aun es temprano. Además no tengo sueño- hablo el otro niño. Tenía el cabello de un inusual color plateado y unos ojos rojos brillantes. –Déjanos jugar un poco más- decía al tiempo que seguía brincando en la cama-.
-No Gilbert, ya es hora de dormir. Baja de ahí y cámbiate. Subiré en cinco minutos y quiero verlos dormidos. –Salió de la habitación.
-Buuuuu, que aburrido- decía el ojirojo, mientras seguía saltando.
-Gil, hazle caso a mamá. Además ya es tarde- dijo el pequeño rubio, que ya traía puesta su pijama blanca que le llegaba a las rodillas-. Si mamá vuelve y ve que ni siquiera te has cambiado se molestará.
-No seas tan miedoso West. Además no tengo sueño.- Siguió brincando- Anda, juega conmigo un poco más.
-Pero si no dormimos ahora mamá te va a castigar y yo no quiero que otra vez no nos deje jugar juntos- dijo el pequeño en un tono triste, ya con los ojos acuosos por el llanto que amenazaba con salir.
-West- el peliplata dejo de saltar al ver a su hermano con ese rostro de tristeza- no, espera no llores- se apresuro a saltar fuera de la cama para acercársele- mira ves, ya deje de saltar, me cambiare y nos iremos a dormir en este momento pero por favor no llores, sabes que no me gusta- rogaba el peliplata con sus manitas juntas frente al pecho- ¿está bien?, no llores-.
El rubio observo los ruegos de su hermano y no pudo más que darle una gran sonrisa al tiempo que sus mejillas se sonrojaban.
-Sí, de acuerdo.
Así el peliplata ya más tranquilo se puso su pijama que era igual a la del rubio y tomo un gran peluche de un pollito amarillo, después apagó la luz del cuarto y se encamino a la cama que compartía con su hermano, quien ya se encontraba dentro abrazando un peluche de un perrito de color café.
-¿Ya estás contento West?- decía al tiempo que se recostaba a su lado viéndolo a los ojos.
–Jajaja, gracias Gil- se levanto un poco para besar la mejilla de su hermano- así podremos jugar todo el día de mañana ¿no es así?- sonreía.
-Sí, creo que si- regresándole la sonrisa de igual forma.
Duraron unos minutos en silencio, parecía que ambos se habían quedado dormidos hasta que el rubio hablo nuevamente.
-Oye Gil- hablo en susurros.
-¿Qué pasa West? creí que estabas dormido.
-Es solo que… no nada.
Gilbert se sentó para distinguir de forma confusa el rostro de su hermano.
-¿Qué pasa West?
-Nada, es una tontería- se cubrió el rostro con el peluche de perro- olvídalo Gil, duérmete ya-.
Gilbert hizo una mueca de molestia al escuchar las negaciones del rubio, lo que mas odiaba después de ver a su hermano llorar era que este no le dijera que pensaba o preocupaba.
Así que sin pensarlo le arrebato el peluche con el que se cubría para mirarlo a los ojos -Me vas a decir que es lo que tienes Ludwig- dijo levantando un poco la voz.
El pequeño rubio tembló un poco al escuchar que su hermano lo llamaba por su nombre, ya que este nunca lo hacia salvo tal vez cuando se enojaba o quería tratar un tema delicado, mientras que Gilbert al ver su reacción se sonrojo por a ver reaccionado de esa forma.
-Pe… Perdona West… si no quieres decirme… está bien-.
-No es eso- evito la mirada rojiza de su hermano mayor- es solo que te reirás de mi-.
-Claro que no, dime, no seas malo-.
-Bueno… es que… me quede pensando y, tengo miedo-.
-¿Miedo? ¿De la oscuridad?, si quieres enciendo la luz- se disponía a levantarse cuando el rubio lo sujeto de la mano.
-¡NO!, no te vayas- se levanto abrazándolo al peliplata por la espalda- no es la oscuridad, tengo miedo porque en un futuro, algún día me dejaras y me quedare solo, y no quiero-.
Gilbert se quedo callado al escuchar la razón por la que su hermano estaba triste y temeroso, no pudo más que sonreír y volverse para corresponder el abrazo del menor.
-kleinen bruder*, no tienes por qué tener miedo- le susurro bajito al oído- yo nunca te voy a dejar, es más- se separo de él- levanta tu dedo meñique- el menor lo observo confundido pero lo obedeció levantando su dedo, el cual se engancha por el dedo meñique de su hermano- Te prometo que nunca te voy a dejar solo- juró mirándolo a los ojos.
-Gilbert- susurro al tiempo que sus mejillas se ponían rojas.
-Kesesese.. al menos hasta que te canses de mi- sonrío al tiempo que se rascaba la mejilla.
-¡Eso nunca!- respondió enseguida el rubio- ¡Quiero que estemos juntos siempre!- tomo las manos de su hermano entre los suyas- yo prometo que siempre te querré a mi lado- termino apretando un poco más el agarre de sus manos.
-Gracias Ludwig- le sonrío de forma sincera.
Así ambos pequeños volvieron a recostarse en la cama, esta vez tomados de las manos, con sonrisas en sus rostros y consientes del gran cariño que tenían.
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