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Burlar al destino por Mai-Kusakabe

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Notas del fanfic:

Es una idea que me ha asaltado recientemente, pero me apetece escribir sobre ella.

Notas del capitulo:

Este capítulo es una especie de prólogo que no dice gran cosa del argumento, la verdad.

Capítulo 1- Aquella ciudad

La llave espada liberó otro corazón a la vez que un chakarm cubierto de fuego pasaba girando a toda velocidad por detrás suyo, acabando con un sincorazón que había osado a acercarse a él por la espalda.

-No te distraigas.- Dijo una voz conocida a la vez que su dueño pelirrojo recuperaba su arma.

-Gracias.

-Roxas. Roxas, despierta.- Una mano lo zarandeó suavemente y Roxas se vio devuelto a la realidad, mirando de frente los hermosos ojos azules de su madre, tan iguales a los suyos.- Ya casi hemos llegado.

-¿Qué? ¿A dónde?- Preguntó medio adormilado.

Su madre se rió.

-¿Cómo que a dónde? ¡Pues a nuestro nuevo hogar! Será mejor que te laves la cara, parece que sigues más dormido que despierto.

Roxas la miró medio confuso mientras salía por una puerta que no le recordaba a la de su habitación y fue entonces cuando fue consciente del leve movimiento de su alrededor y comprendió que aquella puerta no le recordaba a la de su habitación porque no era la de su habitación. Se encontraba en un tren rumbo a su nueva cuidad, donde sus padres se tenían que trasladar por razones de trabajo. Twilight Town se llamaba aquella ciudad.

Se levantó de la cama y fue al pequeño baño de aquel compartimento de primera clase a lavarse la cara. Otra vez había tenido uno de aquellos sueños que lo acosaban de vez en cuando. Eran muy extraños. Aparecían cosa de una o dos veces al mes desde hacía cosa de un año, cuando despertaba los recordaba al detalle y dentro de los propios sueños recordaba momentos de algunos otros, como si se continuasen cronológicamente pero él no los soñara en el orden correcto, porque había hechos que pasaban claramente antes de otros sueños anteriores. Cuando cumplió sus actuales dieciseis años había decidido escribir aquella historia según iba soñándola, ordenando los fragmentos en el orden que parecía correcto según los sueños o sucesos de estos que recordaba en otros sueños.

Hasta ahora aquella historia tenía varias lagunas bastante importantes. Como el chico pelirrojo. Aquel chico era el personaje que más aparecía a parte de él mismo, pero hasta ahora ni una sola vez había llegado a escuchar su nombre, siempre que iba a decirlo él o algún otro de los personajes despertaba, o el sueño comenzaba una vez dicho el nombre. Y como este, había otros muchos interrogantes en la historia, así como fragmentos que no sabía dónde situar.

Dos toques en la puerta del compartimento lo sacaron de sus cavilaciones.

-Roxas, cariño, ve vistiéndote. Ya vamos a parar.- Avisó la voz de su madre desde el otro lado de la puerta.

-Vale.

El rubio se puso un pantalón de chandal negro y una camiseta azul con el logotipo de una marca deportiva al frente. De uno de los bolsillos de la maleta que utilizaba como equipaje de mano sacó su objeto más preciado y se lo puso. Era una pulsera de dos hileras de cuadros blancos y negros enormemente parecida a la que llevaba en un par de sueños de los que había tenido, en los que por alguna razón desconocida no estaba en aquella misteriosa organización de los abrigos negros, el pelirrojo no estaba con él y tenía tres amigos que solamente aparecían en aquel momento de la historia: Hayner, Pence y Olette. En ese momento de la historia también vivía en una ciudad que no tenía nada que ver con el castillo de estancias claras donde pasaba el resto del tiempo. Pero lo más extraño era que durante aquellos sueños no recordaba nada de los otros. Uno podría pensar que aquello era porque eran el principio de la historia, pero es que en los sueños que tenía como el principio de la parte del castillo tampoco recordaba aquella ciudad. De hecho ese era uno de loa fragmentos que no lograba situar.

Como había dicho, aquella historia tenía muchas lagunas y era un verdadero misterio.

Miró hacia la ventana, por donde se veía el paisaje cada vez pasar más despacio, indicando que ya estaban deteniéndose. Guardó el pijama en la maleta y comprobó que no se dejaba nada en el compartimento antes de salir al pasillo, donde ya estaban esperándolo sus padres. Desde allí salieron a la zona del vagón con las butacas, donde los pasajeros esperaban para salir del tren.

Las puertas se abrieron y los pasajeros comenzaron a bajar. Sus padres y él también lo hicieron, Roxas llevando su maleta de mano, su madre una maleta mediana y su padre un par de maletas grandes que contenían todo lo que tendrían hasta que el camión de la mudanza trajera los muebles de toda una vida y un montón de cajas llenas de cosas.

Al pisar la estación, la mano de Roxas tembló y dejó caer la maleta al suelo, pero él no pareció notarlo, centrado como estaba en contemplar al frente con los ojos desorbitados.

-¿Roxas? ¿Estás bien?- Preguntó su madre sin obtener respuesta. Sin ser escuchada siquiera.

Aquello no podía ser. Frente a sus ojos se alzaba, como tantas veces la había visto, la torre del reloj donde tan a menudo comía helados en sus sueños contemplando el atardecer. Pero aquello no podía ser, ¿verdad? No podía estar frente a sus ojos un objeto creado por su imaginación de forma inconsciente, no podía ser que aquel cielo en permanente atardecer fuese el mismo que tantas veces contemplara en sueños.

"Un momento" se obligó a pensar, movido por su parte racional "mamá dijo que habíamos pasado varias vacaciones en esta ciudad cuando yo era pequeño, quizá en los sueños solamente aparece esta torre porque inconscientemente me acordaba de ella. Claro, eso es" se trató de autoconvencer.

-¿Roxas?

-¿Eh? ¿Qué?- Preguntó, saliendo de su estupor.

-¿Te encuentras bien?

-Sí, claro.

-Vamos, venga, tenemos que ir a nuestra nueva casa.

Roxas asintió y siguió a sus padres por unas calles desconocidas que por alguna razón creía conocer y le recordaban mucho a las vistas y recorridas en sus sueños, aunque de vez en cuando se encontraba con algunas cosas que lo sorprendían realmente porque no esperaba encontrarlas allí, como una tienda de informática donde se esperaba una de caramelos o una casa en el lugar donde, en la parte de los sueños en la que vivía en esa ciudad, estaba el lugar secreto con sus amigos.

Finalmente llegaron a una casa de dos pisos cercana a la zona comercial de la ciudad, donde entraron y, tras hacer un recorrido por todas las habitaciones y elegir cuál sería cuál, sus padres se fueron a vaciar las maletas que traían y Roxas fue a hacer lo mismo con la suya.

Terminó pronto y decidió salir a explorar un poco la ciudad. Se despidió de sus padres y salió de la casa, comenzando a caminar por las calles llenas de gente y tiendas, unas calles que a la vez le sonaban pero en las que era incapaz de reconocer bastantes elementos.

Fue entonces cuando vio una cabeza rubia moverse entre la gente que pertenecía a una chica de ojos azules ataviada con un vestido blanco que compraba algo en una frutería.. Esa chica... ¡no podía ser! Ya la había visto antes, ¡pero en sus sueños! La chica giró la cabeza en su dirección, sus miradas se cruzaron e inmediatamente la vio girarse y comenzar a correr entre la gente, sin esperar siquiera a recibir el cambio.

Roxas echó a correr detrás suyo pero cuando giró la esquina se encontró con una calle abarrotada de gente y ni rastro de la rubia. ¿Se lo habría imaginado? No, imposible. La había visto con mucha claridad, y eso era lo que no entendía. Aquella chica apenas había aparecido en un par de sueños, y su persona estaba envuelta en misterio. Pero ¿por qué había una persona real igual que ella? ¡Y hasta con la misma ropa! Aquello era ridículo... Y más aún, ¿por qué había reaccionado de esa forma?

z88;

Continuará

Notas finales:

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