Desde el primer día que lo vio supo que tenía algo especial que le llamó la atención de sobremanera. No sabía que era, si su cabello castaño o la cicatriz que cruzaba su rostro. Lo único que sabía era que Squall le atraía.
Por eso cuando fue en busca de su cristal, Bartz le dio aquel preciado amuleto, porque quería cerciorarse de que estaría bien y hacerle saber que contaba con él incluso si tenía problemas. Porque le atraía de manera sorprendente siempre se encontraba jugándole bromas junto a Zidane para llamar su atención. Por eso siempre le seguía, por la manera tan independiente de Squall que lo volvía loco.
Pero siempre tuvo la creencia de que Squall sólo lo veía como un amigo, un camarada en esa búsqueda por terminar el conflicto de los dioses. Y además, el mayor ya tenía alguien en quien pensar, alguien que era el género contrario a Bartz: una mujer de nombre Rinoa. Y viéndolo así, ¿cómo Squall podría fijarse en alguien como Bartz? No había forma de que eso sucediera. Y le dolía, aunque no lo admitía o fingía que no le importaba.
Sumido en sus pensamientos, cosa rara en nuestro aventurero, se encontraba observando el lugar en el que estaba. Sobre pasto verde, y el cielo azul claro contrastaban con sus sentimientos en ese instante. Quería estar solo, pero a la vez escuchar algunas palabras de aliento, aunque no supiera de quién.
"Hey, Bartz!", escuchó que le llamaban. Era Zidane, uno de los mejores amigos que tenía entre los guerreros de Cosmos.
"¿Qué sucede, Zidane", respondió de la mejor forma que pudo, tratando de ponerle la alegría que lo caracterizaba.
"Te vi pensativo y pensé que te pasa algo, porque no es muy normal en ti verte en ese estado, así que quería saber si te sientes bien", el chico mono movía su colita de un lado a otro, y en su rostro tenía una expresión de preocupación.
"No te preocupes. No pasa nada, tal vez sólo lo estés imaginando", le sonrió de una forma algo forzada.
"¿Seguro?", el rubio dudo un poco al ver la expresión de su amigo.
"¡Claro!", Bartz trató de que su expresión se viera menos forzada y más natural.
"Bien, entonces iré a tratar algunos "asuntos" pendientes", se dio la vuelta y cuando estaba a punto de irse escucho a Bartz mencionar:
"¿Eso incluye coquetear con Terra?", sonrió divertido, "¿Acaso no tienes una novia?"
"¡No pienso ir a coquetear con ella! De hecho tengo que ir a molestar a Squall un momento, estoy aburrido. ¿Vienes?", el chico mono se giro para ver al castaño.
"Iré después, así que mejor adelántate", Bartz le respondió, algo inexpresivo.
"Está bien, entonces me voy", se dio la vuelta y corrió en la dirección que Bartz supuso se encontraba Squall.
"Squall...", susurró. 'Si tan sólo pudiera estar con él y ser algo más... Sería muy feliz', sonrió de manera melancólica. 'El amor duele, eh. Y yo que pensaba que me haría feliz'.
Algún día le diría al mayor cuanto le quería. Se aseguraría de que fuera antes de regresar a sus respectivos mundos y vería la manera de volver a encontrarse con él una vez que eso sucediese. Y si sus sentimientos eran correspondidos, lo cual era imposible, así como su amor por él, sólo así sería feliz y podría morir de la misma forma, con alegría en su corazón. Y si ocurría lo contrario, al menos quería conservar su amistad.
Bartz se levantó y mirando hacia un punto inexistente de aquel cielo azul, se hizo esa promesa; se dio la vuelta y corrió en la misma dirección que Zidane. Siquiera podría divertirse un poco más molestando a Squall y reírse un buen rato con ellos.
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