Un silencioso grito desesperado.
>oOoOoOoOoO OoOoOoOoOo<
Era un día de esos nublados, en donde las calles se tiñen de oscuridad, en una de las ventanas de una gran casa se podía observar la silueta de una persona, si se miraba bien de cerca era un chico de unos veinte años, que observaba hacia afuera, su rubio cabello se encontraba empapado, ya que momentos antes se había duchado, sus ojos azules se encontraban opacos, nadie sabía por qué ese chico de extraña belleza tenía el semblante tan triste. Sus mejillas eran adornadas por unas finas marcas que lo hacían parecer un tierno animalito.
Con un suspiro se alejó del ventanal y se dirigió hacia algún punto de la habitación, cuando hubo llegado a la puerta bajó por las enormes escalinatas, caminó hasta el despacho donde se encontraba su esposo, un hombre de sangre fría, aunque de apariencia sensual, su piel blanca y tersa, sus ojos tan negros como la noche y ese sedoso cabello color ébano con sutiles reflejos azules, todo un espectáculo de hombre.
No te esfuerces por buscar alguna excusa,
Sé bien que tienes que partir.
Tanta prisa por llegar tienes ahora,
Hasta el sitio donde esperan ya por ti,
El rubio miraba por la rendija de la puerta, mientras observaba como aquel hombre que era su marido, hablaba por teléfono con su secretaría, una mujer, que a su parecer era bastante coqueta. La había visto un par de veces, pero aún así no le inspiraba confianza, esa rosada cabellera que le llegaba hasta los hombros, esos ojos verde intenso que le podrían haber quitado la respiración a más de alguno, esa sensual figura que para su visión no era más que una prostituta de barrio que esperaba a su próximo cliente.
Al cabo de unos minutos de observar a su esposo conversar amenamente, se dirigió a otro punto de la casa, ahí tomó el auricular de la sala y procedió a escuchar la conversación que tenía entablada su marido con aquella mujer.
-¿entonces quedamos mañana por la noche? – la voz grave y sensual de su marido era indiscutible.
-¿no se enterará tu esposo Sasuke-kun? – se escuchaba la voz de aquella mujer.
-no te preocupes, te aseguro que no se enterará, y más si tú no se lo dices –
-mmm, entones, ¿mañana a las nueve? –
-si – respondió seguro de sí mismo.
-entonces mañana, adiós cariño – se despidió desde el otro lado y colgó, igualmente colgó su esposo con un “he dicho que no me llames así”.
El rubio colgó con lentitud el auricular sin que los implicados se dieran cuenta, una amarga lágrima se deslizó por sus mejillas. Sin meditarlo mucho subió a toda prisa hasta su habitación y se encerró, sabía que su esposo no llegaría hasta que terminara su trabajo en el despacho, ya que era el presidente de una importante empresa.
Te agradezco los momentos que me diste,
No hace falta que te diga nada más.
Las palabras que tenía yo guardadas,
Seguirán por mucho tiempo sólo en mí.