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Era un día soleado en Hogwarts, el sol alumbraba cálidamente los pasillos de piedra, y el pasto en el exterior se movía con suavidad, peinado por la suave brisa que preveía el invierno. La mayoría de los alumnos mayores de 14 se encontraba en Hogsmeade disfrutando de su fin de semana, otros, se entretenían en los espacios verdes, e incluso había algunos que habían decidido pasar el día encerrados en la interminable biblioteca.
Harry, Ron y Hermione eran de esos. Tenían un extenso trabajo sobre los diferentes ingredientes de algunas de las pociones de “Realización de Pociones Avanzadas”, el libro que Severus Snape les había presentado hacía un año, y ahora reutilizaban para los exámenes de fin de escolaridad. A Harry y a Ron no les hacía mucha gracia quedarse un fin de semana haciendo un trabajo práctico, y mucho menos de la clase de ese desagradable profesor. De todos modos, Harry había accedido al recordar que Snape lo había tratado de estúpido por no conocer las propiedades tóxicas del Acónito y la escena que había armado con lo de “El niño que vivió”. No lo hacía por que le interesaran las pociones, lo hacía sólo para, aunque sea una vez, poder ver la cara de derrota de ese profesor que tanto parecía odiarlo sin razón aparente. Una vez Harry hubo aceptado, Ron no tuvo otra opción más que seguir a Hermione, que murmuraba sobre locaciones de libros, y a Harry, que parecía extrañamente motivado por empezar.
Se pasaron la tarde buscando libros y registrando en papel los descubrimientos. El pelirrojo miraba desganado un libro sobre ingredientes con propiedades vivificantes, aburrido de los murmullos constantes de Hermione y el silencio absoluto de Harry; ambos escribían con celeridad y casi ansiedad. Ron suspiró y se dejó caer sobre la mesa frustrado, no le interesaba saber por qué las artemisias se utilizaban para diferentes tipos de pociones somníferas. Estaba por dejarse caer dormido cuando Hermione levantó la voz y en un tono neutral le dijo:
-Si no vas a hacer nada supongo que lidiarás con las consecuencias, por mi parte me serviría si me trajeras Hierbas de las Estepas y sus Propiedades.-
Ron iba a reprocharle, pero no se sentía inspirado, por lo cual solo suspiró y se levantó, dirigiéndose con los pies pesados a la sección de Herbología. A mitad de camino escuchó como una voz conocida lo llamaba. Lavender Brown lo saludó desde una mesa a unos metros y, pateándose mentalmente, se acercó.
-Hola Ron, ¿Cómo estado? Desde el año anterior que no hablamos.- Dijo la rubia acomodándose en la silla sobre sus rodillas, regalándole una de esas extrañas sonrisas casi sicóticas.
-Bien, ya sabes, entre esto y aquello… lidiando con Mione que parece que los ojos van a salírsele de tanto que está estudiando… y bueno, con Harry… que es… Harry.- Dijo mirando el suelo extrañamente. Ella lo miró sonriente, pero se volteó al ver a las gemelas Patil pasar a su lado.
-¿Won-Won, Me esperas unos minutos? Voy a devolverle algo a Parvati.- La rubia seguía tan animada como siempre, sino un poco más. – ¡No te vayas sin que hayamos terminado de hablar!- Gritó tirándole besos al aire y corriendo como una loca. Bueno, no es que le faltara poco para serlo, si es que no lo era ya. Suspiró apesadumbrado, no sabría cómo sacarse a la rubia de encima, y tampoco sabía qué le diría a Hermione cuando no apareciera con su libro, cuyo nombre ya había olvidado incluso. Comenzó a ojear el libro que tenía Lavender, aburrido, hasta que sus gesticulaciones exageradas y gestos con las manos volvieron a aparecer. De reojo observó apenas unas palabras escritas en el margen de la hoja. Cerró el libro y se dispuso a continuar la conversación con Lavender, que parecía haber vuelto a las costumbres de cuando salían... maldito fuera el por darle la impresión de que podía tratarlo así... más allá de no tener idea de cómo había hecho eso...