Capítulo XXVIII
Pelea interna:
Linca ingreso a la plaza acordada como punto de reunión, cojeaba visiblemente por la paliza que Raúl le había obsequiado al verlo tan cerca del de cabello fuego, era un lugar blanco, lleno de estatuas griegas que enmarcaban el ingreso a una sala posiblemente adornada para un banquete con miles de guardias y muchas extravagancias, cosas de reyes ególatras y estirados, a sus lados se observaban dos corredores más en ese edificio en el cual uno era recorrido por un hombre de largo abrigo negro, visiblemente un demonio y seguramente no cualquiera por la cantidad de maldad que emanaba, ambos llegaron al centro de aquel recinto, completamente vacío exceptuando al grupo de vampiros que los esperaban de pie.
Los tres lideres nocturnos se miraron entre si, con un gesto que el resto de espectadores no pudieron descifrar.
El vampiro relajo la expresión de su rostro mientras suspiraba y los otros dos a su vez destensaban los músculos.
—Me esperaba un salón de baile, majestad…—Inicio el demonio.
—Yo también…—Linca se rasco la nuca mirando todo, ambos había asistido al banquete de inicio de guerra hacia siglos siendo infantes y ahora, una sala sin absolutamente nada los tomaba por sorpresa.
—Lo supuse, además esto no es una fiesta, es una guerra, los banquetes los he reservados hasta cuando ganemos la guerra…—El pelinaranja volteo levemente el rostro para verlos, mostrando uno de los colmillos—… si es que ganamos…
—Ganaremos, lo sabes. —El demonio sujeto el brazo del menor de los tres para que lo viera a los ojos—… hemos hecho las cosas bien, convocaste a la noche perpetua, trajiste a los celestiales… no ha habido masacres en ninguno de los refugios.
—Pero no hemos podido atacar, los humanos llevan la delantera, han destrozado casi todos los templos y palacios. —Linca aparto al demonio del vampiro y se sentó en el suelo en vista de que no habían sillas—… los guerreros se encuentran debilitados.
Mishogu se masajeo el brazo antes apresado en la mano de ese hombre que destilaba tanta sensualidad como ferocidad.
—Ese resulta ser el motivo por el cual los he convocado, estoy seguro que ellos piensan que las antiguas afrentas entre especies nocturnas persisten…
Interrumpido por:
—Y persisten…—De Linca.
El pelinaranja frunció el entrecejo molesto por la interrupción, al igual que el tercer miembro.
—En fin, ellos saben de la existencia de afrentas entre nosotros y las van a provechar…
—Quieres una alianza. —No había sido una pregunta si no una afirmación contundente y clara del demonio.
—Así es… una alianza nos salvara de la esclavitud que los humanos nos quieren imponer.
Linca se alzó mirando a los otros dos.
—¿Y si uno de los tres se niega? —Sus ojos rubís no mostraban burla ni malicia, había sido una pregunta inocente.
—Si uno de los tres se niega…—Repitió cansinamente el demonio—… los otros dos sucumbirán y el restante no podrá con una guerra solo.
—¿Y entonces que hacemos? —Linca sonrió a lo infantil, su padre fue el que lidio con la guerra y él no sabia absolutamente nada de ellas, solo que lo vivo se moría y el dolor se quemaba en el alma.
—Yo Seijaku*…—Inicio el demonio, su cabello de un violeta fuerte se meció sobre sus hombros descubiertos cuando se corto la muñeca—… te apoyo en esta guerra, en nombre de los demonios. —Deposito la sangre en el centro de los tres y le lanzo una mirada a Linca que en el acto se vio obligado por dos pares de ojos claros y letales a dar un paso al frente.
—Yo Linca…—Se mordió la muñeca y depósito las gotas de sangre en el centro del círculo para mezclarlas con las otras—… los apoyare en esta guerra, en nombre de los licántropos.
El vampiro realizo el mismo corte en su muñeca y deposito la sangre en silencio para luego mirar hacia atrás, donde su comitiva vampírica miraba después a los rostros delante de él y hablo.
—Yo Mishogu, acepto su apoyo en esta guerra, en nombre de los vampiros…—La sangre se mezclo para luego alzarse como si se tratase de un pedazo delgado de metal que se enredo en las muñecas cortadas y volverse una especie de brazalete negro.
—Así no nos pueden derrotar…—Linca se toco el brazalete—… esta hecho, las especies se han unido y no habrá nada que las separe.
Seijaku en cambio sonrío abrazando de la cintura a los dos, con la malicia envenenada propia de los de su especie, ambos eran más pequeños que él y cabían en sus brazos a la perfección.
—Hay que cerrar el trato desde cada una de las costumbres de los tres, puesto mi hermoso vampiro ya tuvo la suya, nosotros queremos la propia, ¿No, mi bello Linca?
El aludido alzo una ceja confundido, los licántropos sellaban los pactos con una batalla, no sabia como rayos los cerraban los demonios.
—Su-supongo que si, para ser justos…
El pelivioleta le lanzo una mirada matadora al grupo que escoltaba al vampiro obligándolos a salir si no querían ser incinerados con la mirada, dejando a los tres completamente solos, al pelinaranja aquello le daba mala espina pero no quería, por mucho que le fastidiare, incordia al rey de los demonios, pero aun así la cercanía que había impuesto entre los tres lo hastiaba, el rubio le respiraba en la yugular y las manos del demonio se cerraban en su cintura con posesión y no se podía ni imaginar como eran las costumbres de los otros dos.
Sintió que una boca había viajado hasta su cuello, Linca intento apartarse pero fue pegado con más fuerza al vampiro que estaba tan o más incomodo con aquello que Seijaku había iniciado pero conforme le mordían y succionaban la piel del cuello la incomodidad fue sustituida por el placer, no tardo en empezar a morder al vampiro que se había erizado por completo al entender las costumbres de los demonios.
—No creo que esto sea necesario…—Intento zafarse de los dos pares de brazos que ahora lo asediaban con caricias indecentes—… y además no es el momento…
El de cabello violeta sujeto la barbilla del pelinaranja y lo obligo a mirarlo a los ojos ya encendidos en deseo.
—Esto es más que necesario preciosura…—Lamio su mejilla recogiendo unas gotitas de sudor—… así se cierran los pactos en mi especie
El rubio lanzo una carcajada al aire apretándose contra el mayor de los tres.
—Y después prepárate encanto…—Siguió con el juego que el otro inicio—… que después me tocara a mi disfrutar de mis costumbres…
El pelinaranja apretó los dientes, aquellos dos hombres, tan promiscuos como ellos solos, no iban a dejarle rezagado en el camino si es que creían que iba dejar dominarse por ser más pequeño, estaban tan equivocados.
Metió a Linca entre los dos y con esa furia propia de su carácter le quito la chamarra de cuero negro que usaba marcándole el cuello y los hombros a besos bruscos
—No crean, amores…—Y el típico tono sarcástico de siempre en una voz ronca de excitación—… lo de ante es solo protocolo…—Metió la pierna entre las de Linca y las separo—… los vampiros las celebramos de una forma similar a la de los demonios…
—¡Ni hablar vampiro! —Forcejeo para evitar que su cuerpo fuera el compartido por esos dos—… eres más enano que yo… además tengo más años.
El pelinaranja rio glaciar, empujando a Linca contra Seijaku para que ambos miembros se rozaran y le beso el cuello, compartiendo sobre el hombro del rubio un beso húmedo con el demonio del silencio.
—Después de que ambos te la metamos…—El pelivioleta murmuro en el oído del rubio—… no queras metérsela a alguien más…
Pero todo aquello era por el bien de la alianza…