Besando cadáveres me encuentro, buscando en ellos la efímera imagen del amor perdido. En esta noche tempestuosa de ternura perversa, me encuentro gritando tú nombre, esperando el regreso de la que se no volverá, viendo la luna, eterna romántica que despierta mi desilusión.
Los cadáveres cantan felices por mi tristeza, felices ante mi desilusión; veo aparecer la silueta bañada en luz de encanto, no sé si es ángel o demonio, no sé si es la muerte que viene por mí.
La sorpresa que mi rostro refleja es opacada ante la sombre de aquel ser, toma este ser herido como si no pesara nada y besa cual hambriento animal que ha despertado sus instintos.
Sangre, el beso sabe a sangre, el líquido que escure entre nuestra unión, lame con maestría el líquido escurridizo y vuelve con gula a mi boca.
Alejo de mi aquel ser y miro sus ojos, son tan parecidos, son tan similares que cuando me doy cuenta estoy atrapado entre sus brazos y no puedo escapar, no quiero escapar, se parecen tanto a ti, esos ojos que me hacen llamarte y desearte Yuki; no sabes cuánto me aferro a ti , a tu recuerdo.
Si pregunto quién es puedo perder la ilusión de hacerme creer que eres tú. Me recuesta en aquel pútrido lugar que antes me parecía santo y hoy lo repudio y amo por igual, desprende de mi prenda a prenda, y yo sin la fuerza para defenderme, ¡fuerzas! ¿Para qué? No deseo defenderme, esos ojos que eran cafés y ahora rojos me hipnotizan, me dominan y no pretendo ir contra ellos.
La pasión inunda mi cuerpo, aquel ser pareciera conocerme de mucho tiempo y a la vez parece descubrirme hasta ahora. Me posee cual animal en celo, pero eso es lo que es, un animal y yo que tan burdamente le confundí con ángel y demonio.
Me mira nuevamente mientras detiene este baile de sensuales placeres en el que me tiene prisionero, me mira lujurioso y cautivante, su nombre sale de mis labios, se cómo se llama y no me sorprende saberlo, le conozco, lo presiento, sé que lo conozco de muchos evos es solo que no lo recuerdo.
Kaname, grito al final del placer de este baile, donde todo es blanco y relajante, donde no existe nadie más que él para mí. Lo observo y él sonríe ¿feliz? Quien sabe, se acerca nuevamente y muerde mi cuello, y de mi garganta sale el sonido impetuoso que delata mi placer al sentirle beber mi sangre, no siento ya nada, no veo nada y caigo en el sueño impuesto por este ángel, demonio o animal de hipnotizan tés ojos rojos.
Despierto sintiéndome mareado, me encuentro en una habitación que espeluznantemente me parece conocida, siento a alguien observándome, veo a mi lado y e encuentro con mi ángel demonio, Kaname.
Por fin despiertas… me dice mientras acaricia mi mejilla.
Si, por fin despierto… digo mientras beso la palma de aquella mano que me toca con devoción.
Mientras él se acerca para retomar la danza que tuvimos hace unos momentos, y yo recuerdo y despierto por fin de aquel letargo y me doy cuenta que nunca ame a Yuki, que mi vos llamaba a Kaname y que mi corazón lo reclamaba a él, y ahora que estoy despierto sé que espere una eternidad por él, porque él no es ángel ni demonio, aunque si tiene un instinto animal, uno que me cautiva a cada roce, a cada palabra y cada mirada, él es mi amor vampírico, es mi amante vampiro.