Kyou Kara Wagamama Puu
Prólogo
-Un magnifico hombre francés en un restaurante Suizo-
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Cuando ella entró en la habitación, todos, hombres y mujeres, voltearon a admirarla. Y que no había para admirar. Tenía largas y esbeltas piernas que enmarcaban su elegante figura, cabello rojo atado en lo alto que caía como una cascada por su espalda hasta su atrevida retaguardia, y los ojos del azul más brillante de este lado del charco. Pero no era todo eso lo que hacía que todo el mundo la mirara con cierta añoranza. Su rostro tenía una belleza que parecía fuera de este mundo. Ese tipo de belleza exquisita solo podría encontrarse en mundos imaginarios de los Campos Elíseos. Parecía fuera de lugar en este mundo mortal común.
Estaba por acercarme a ella (bonita como era, no me preocupaba, después de todo, yo mismo había salido con una lista de modelos) cuando entró su acompañante. Tenía un tipo de rostro ordinario, moreno, mayor, en sus sesentas diría yo. Su pelo era en su mayoría negro excepto por las dos rayas blancas encima de las orejas. Me hubiera burlado del hombre mayor intentando recuperar su juventud con sus gafas de sol oscuras, si no fuera por el aura que le rodeaba. Me volví a sentar admitiendo la derrota. Entonces ese es el tipo de hombre que prefiere esta belleza sobrenatural.
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Capítulo 1
-Yuuri-
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Murata y yo nos quedamos mirando la máquina de adivinar la fortuna chapada a la antigua. Era una de esas que había visto en una película americana acerca de un niño que deseó ser grande. Excepto que en vez de Zoltar [1], había una planta con un gran bulbo que parecía un cruce entre un capullo de rosa y una Venus atrapa moscas con labios grandes y gruesos. ¿No había otra película con una de esas?
—La pequeña tienda de los horrores —respondió, mi amigo genio de una prestigiosa preparatoria, a la pregunta que no pregunte.
—Ah, ya veo —respondí—. ¿Esta es la nueva moda ahora? ¿Poner parafernalia mixta de películas americanas de los ochenta?
—Esta es la única de este tipo que he visto hasta ahora —dijo, y puso una moneda de 100 yen dentro. Varias bombillas de luz brillaron en un orden secuencial y la señal de "Ve tu futuro" se iluminó. Murata tomó la pequeña pieza de cartón blanco que cayó en la bandeja inferior y la leyó. Sonrió y me la mostró.
Leí, "Te casaras con el hombre de tus sueños y tendrás siete hijos".
— Tal vez deberían hacer el género para la fortuna neutral —opiné—. Te lo dije, desperdiciarías tu dinero.
— ¿Cómo sabes que no me casare con el hombre de mis sueños?
Lo miré desconcertadamente. Algunas veces, no podría decir cuando estaba bromeando y cuando era serio.
— Vive un poco —continúo—. Como yo conseguí mi futuro, vas a tener que conseguir el tuyo también. Tal vez también te casarás con el hombre de tus sueños.
¡Ja! Solo si el hombre de mis sueños fuera el súper bishounen Wolfram von Bielefeld que estaba ahora en otro mundo, probablemente derrotando a su guardia personal durante el entrenamiento, o pintando valla a saber que horribles retratos con una igual de horrible pintura apestosa.
¿El hombre de mis sueños? ¿Qué estaba diciendo?
— Hey, ¿esa no es Hashimoto? —exclamó Murata asintiendo hacia la entrada de la tienda de video juegos que estaba detrás de esta máquina de adivinar la fortuna.
Me agaché inconscientemente haciéndome lo mas invisible posible. No era como si importara, a menos que ella tuviera visión de rayos X, sería imposible que me viera. Hashimoto Asami-san era una buena chica que asistía a una prestigiosa preparatoria como Murata. No podría decir nada malo acerca de ella en realidad. De hecho, me atrevería a decir que era linda. No al mismo nivel de atractivo que Wolfram. Bueno, nadie estaba al mismo nivel de atractivo que él, aun no había conocido a nadie en la Tierra cuya belleza trajera de vuelta a los hombres del borde la muerte. Así que intentar comparar a Hashimoto con él, sería injusto.
Murata me miró y sonrió—. Voy a ir a saludar, ¿vienes?
—Um… necesito conseguir mi fortuna primero, ya sabes —respondí.
— ¿La estas evitando?
—No, no, por supuesto que no. Pero sabes que si me ve querrá arrastrarme por todo el lugar. Y en realidad deberíamos volver a Shin Makoku. Si llego tarde de nuevo, Wolfram se va a enojar.
Wolfram era bastante especial cuando se trataba de la ubicación de su prometido. Siendo yo ese prometido. No importa que fuéramos ambos chicos. Él tenía el hábito de enojarse de mi supuesta infidelidad. No quería enojar a Wolfram. Un Wolfram enojado usualmente terminaba en un Yuuri adolorido y amoratado. Por lo tanto, trate de volver mi objetivo constante el mantener al ex príncipe caprichoso contento y calmado.
Metí la moneda de 100 yen dentro, mientras Murata se alejo llamándola por su nombre.
—Entonces… ¿ya no piensas que es una pérdida de dinero? —dijo una voz sonora.
Cualquiera podría decir que salte fuera de mi piel de la sorpresa. No había nadie alrededor que pudiera haber dicho eso. Mire detrás de mí y vi que el banco para comprar las fichas de los juegos estaba vacío. Deje que mis ojos revisen el lugar con disimulo sin voltear la cabeza. Tenía una vaga sensación de temor. Era ese misma sensación que tuve cuando era chico, la que venía después de mirar muchas películas de terror, y luego de darme cuenta de que era el único que quedaba en la planta baja, sabiendo que tenía que ser el que apagara las luces. Mi pequeño yo sabía en el fondo de su mente que apenas apretara el botón, los zombis vendrían deambulando por mí.
Aquí no había zombis y aun era de día. Deje salir un suspiro de alivio, tuvo que haber sido uno de los juegos el que lo dijo.
Miré a la máquina de adivinar la fortuna, y espere que las bombillas rojas incandescentes brillaran. No pasó nada. Me fije en la bandeja de abajo. Ninguna pequeña carta con funestas fortunas. Revise el espacio donde se devolvían las monedas y recupere la mía. —Me pregunto si está rota —me dije a mismo.
—No, no estoy. Solo quería darte una oportunidad de arrepentirte y ahorrarte un poco de dinero.
Esta vez literalmente salte. No fuera de mi piel. Pero un par de centímetros en el aire y unos cuantos pasos atrás. Me tropecé y caí de espaldas mirando arriba hacia el bulbo verde con labios gruesos que me miraba desde atrás del vidrio. Mirarme era un término relativo, no tenía ojos. Pero tenía la sensación de que ciertamente estaba fulminándome con la mirada.
—Um… tu… —No, esto no estaba pasando. Estaba en la Tierra. Esto no era Shin Makoku. Aquí no había esqueletos voladores. Y ciertamente aquí no había plantas parlantes. A menos que fuera una película.
Levanté la vista al techo, a las esquinas. Estaba un poco oscuro, ¿lo que vi era una cámara? Sí, eso era. Tenía que ser. Los japoneses eran bien conocidos por su extraña tendencia por los programas de juegos destinados a avergonzar hasta la muerte a sus participantes.
—Está bien. Me atrapaste —dije, mi vos sonando anormalmente alta—. Puedes salir ahora.
Me levanté y me incliné casualmente hacia la maquina. Tan casualmente como un adolescente aterrado podía manejar.
—Bonita planta —sonreí tímidamente. Mi voz ni siquiera se quebró.
—Claro, lo soy —contestó sarcásticamente—. ¿A quién le pedias que salga?
—Tu… y… y el resto de tus compinches. Por supuesto.
—¿Mis compinches? —se las arregló para resoplar dejando de lado la falta de fosas nasales—. Aquí solo estoy yo, y ya estoy afuera. Como puedes ver. No eres tan ciego como enclenque, ¿verdad?
—¡Hey, tu no ere s el que tiene permitido llamarme así! — me quejé.
Gruñí y me froté la cabeza frustrado. Grité en voz alta de nuevo hacia la pared y el techo para que los bromistas salieran.
—Solo salgan ya. Dije que me atraparon, ¿está bien? Estoy seguro de que mamá estará encantada de ver mi cara en televisión. Pero no van a obtener nada más de mí, así que por qué no solo siguen con su siguiente víctima.
—Mira —dijo la planta—, podemos seguir así por la próxima hora. Porque no pretendemos que de verdad soy una planta que habla, ¿está bien? Entonces podrías sacar tu fortuna y seguir con tu vida, y yo con la mía.
—Eres una planta bastante boca floja.
Su única respuesta fueron besos en el aire. Maravilloso, no solo una planta que habla, también un chico listo.
—Bueno, bueno —dije—. No tengo tiempo para perder con ustedes chicos, de todos modos.
—Bien, ¿quieres tu fortuna o no?
Antes de que respondiera, eche un vistazo disimuladamente hacia la entrada. Hashimoto y Murata estaban aun parados ahí hablando. No había nada que hacerle.
—Claro, porque no.
—Tu entusiasmo es sobrecogedor. Ahora, finalmente puedo cumplir con la culminación del trabajo de mi vida. Mis creadores estarían tan orgullosos de mí, una humilde planta, que pudiera servirle a usted, oh gran señor.
—¿Tienes que seguir y seguir con ese tono sarcástico en tu voz? ¿Me vas a dar mi futuro o no?
—Esto no es gratis, ya sabes.
—Un poco mercenario, ¿he?
—¡Hey, no es como si no estuviera teniendo un día de trabajo honesto aquí! Hay cuentas que pagar, como la electricidad, y la renta de este lugar no es barata. Y sabes, también tengo que comer.
Una escena de La pequeña tienda de los horrores con la planta cantando acerca de comer gente apareció en mi cabeza. Pregunté—: ¿No bebes sangre humana, no?
—Puaj, eso es asqueroso, ¿porque pensarías eso?
—Um… por nada —dije mientras colocaba la moneda de 100 yen dentro.
Las luces comenzaron a parpadear. Entonces pararon.
—Solo quería hacer una pequeña pausa para dejarte saber que —dijo—, me gustan los dulces.
—Bueno, la próxima vez te traeré algo.
—Bien, tomaré tu palabra —incluso sonrió mostrando dos hileras de dientes afilados.
Las luces terminaron de brillar y el cartel de "Ve tu futuro" se encendió. Tome la tarjeta de la bandeja. Era roja.
—Ohhhh… ¡conseguiste la roja! —comentó.
—¿Las rojas significan que es algo malo? —pregunté intranquilo mientras los graznidos de los pájaros de mal presagio retumbaban en mi cabeza.
—Hmph, no del todo. Son especiales creo.
Leí la tarjeta. Esta decía, "Mañana, recibirá cualquier cosa que desee para hoy".
—¿Un deseo gratis? ¿Ni siquiera conseguí la fortuna que decía que me casare con el hombre de mis sueños?
—Bueno, si lo que quieres es casarte con el hombre de tus sueños…
—¡Eh! ¡No! ¡No! En verdad… está bien. Si esto es real, probablemente solo desee que los Leones de Seibu ganen el próximo partido.
—Eso es un desperdicio de un deseo —dijo en un tono de mocoso.
—¿Por qué? ¿Sabes que van a ganar? —tal vez podría hacer una apuesta con mis compañeros de clases si supiera el puntaje final.
—¿Porque sabría algo como eso?
—Porque —dije lentamente enfatizando cada palabra—, eres una maquina de adivinar la fortuna.
—Te costar 100 yen.
—Está bien, creo que esperare a ver el partido.
—¡Tacaño!
Ignore lo que dijo y eche un vistazo de nuevo. Los dos seguían parados ahí. ¿Cuando iban a terminar? Murata y yo necesitábamos ir a la fuente del parque pronto o sufriría el abuso domestico de Wolfram tan pronto como llegara.
—Si no es el hombre de tus sueños lo que quieres —se burló la planta—, entonces tiene que ser la mujer de tus sueños. ¿Es esa, y solo estas siendo tímido?
—¿Hu? Oh no, solo estoy esperando a que terminen —respondí.
—¿Porque te estás escondiendo de ella?
—No me estoy escondiendo… está bien, me estoy escondiendo. No es que no me guste. Pero tengo una cita que mantener y mi amigo está esperando. Él es más bien impaciente… y violento. Violentamente impaciente, podrías decir.
—¿Porque querrías un amigo así? —preguntó.
—No es tan malo. En realidad, es bastante cercano. Y se preocupa mucho por mí. Y yo me preocupo por él. Siempre me está empujando a que de lo mejor, nunca se conforma con intentos poco entusiastas. Hasta podrías decir que estaría perdido sin él. Solo desearía que a veces me entendiera mejor; creo que eso podría ayudar a disminuir sus rabietas explosivas.
Si solo hubiera sabido que conversar con las plantas chistosas parlantes que dicen la fortuna y conceden deseos causaría grandes problemas, habría dejado a Hashimoto arrastrarme por todo el lugar y luego sufrir la violenta muestra de afecto de Wolfram.
Continuará…