Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Prohibido prohibir. por Hellouniverse

[Reviews - 20]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Jai! Aquí presentandome con este segundo capítulo (:

Bueno, este capítulo es bastante distinto al otro. Yo dije que esta historia se enfocaría más a la violencia física y psicológica de niños, que al cliché donde se ambienta la historia. En este capítulo se empieza a revelar un poco eso. Por supuesto a mi no me gusta la violencia injustificada, así que no crean que todo lo que yo escribo no tiene razón en la historia... para descubrir eso solo hay que esperar los próximos capítulos (duh).

Este es como una especie de recuerdo o presentación. No es un flashback, puesto que es demasiado largo para serlo. Este sería más como un racconto. Habrán varios en mi historia.

Por último, si usted es una persona: que no le gusta el drama, grave, fanática del lemon y no de la trama, le recomiendo que aplique Ctrl+W.

De ninguna manera veo el maltrato de forma positiva, y sí, quizás le pongo color al asunto, pero me gusta el drama, ¡Y que tanto!

Eso .-.

 

 

 

Era un día común y corriente en la casa de los Villanueva. Su madre acababa de llegar de su buffet de abogados, y lucía bastante contenta.

 

— ¡Niñas, bajen! –Gritaba ansiosa la mujer- ¡Tu también, Javier! –Agregó.

 

Las dos niñas no tan pequeñas, bajaron emocionadas. Ellas sabían que cuando a mamá le iba bien en su trabajo, soltaba dinero como loca.

 

La primera de ellas tenía 16 años. Sus cabellos eran rubios, llegándole hasta a la altura de los pechos; y la segunda, era ya más alta, de 18 años. Ambas igual de rubias que su madre, compartiendo entre las tres, los ojos azules de la mayor.

 

Después de unos segundos, el más pequeño también bajó. Al contrario de las mujeres de la casa, su apariencia era totalmente distinta. Sus cabellos eran azabaches, y sus ojitos eran de un profundo color chocolate. Este tenía apenas 9 años, siendo el menor de la familia. Todos compartiendo un tono claro de piel.

 

Cuando finalmente los 3 niños estuvieron abajo, la mujer habló.

 

—Como verán… mamá esta muy, muy feliz porque acaba de ganar un importante caso, así que como aún es temprano y hace calor, pensé en invitarlos a comer algo rico –Dijo victoriosa.

— ¿En serio? –Preguntó alegre la menor de las mujeres, Consuelo.

—Sí, es en serio… así que ambas, vayan a ponerse sus sandalias –Comentó contenta, a lo que sus hijas corrieron escaleras arriba.- Y tú también, Xavi. ¡Ve a ponerte tus zapatillas!

—Pero mamá –Alegó el más pequeño- hace calor, ¿Por qué no me puedo poner mis sandalias?

 

La mujer sin responder, lo miro reprobatoriamente, dándole a conocer su opinión del asunto a través de la cara, a lo que el pequeño solo se dedicó a mirarla con temor, para posteriormente subir torpemente las escaleras.

 

Las chicas, como habían sido las primeras en subir, también lo habían sido en bajar.

 

Consuelo, la menor, lucía un hermoso mini vestido verde de tiras, con un par de sandalias plateadas, acompañada de sus liso cabello suelto. En cambio, Sandra, la mayor, lucía una mini falda de mezclilla bien combinada con un top rojo, concordando con sus aros y zapatitos. Sus cabellos rubios, al contrario de su hermana, iban amarrados en una cola de caballo baja, hacía el lado izquierdo de su cabeza. Ambas eran el orgullo de su madre, siempre bien “arregladitas” y “perfumaditas”, “como una mujer debe de ser” les decía.

 

Luego de unos segundos, bajó el hombrecito de la casa. Llevaba puesta una polera de mangas cortas de color rojo, su color favorito. También llevaba unos pantaloncillos de jeans hasta debajo de la rodilla, no podía ser más arriba que eso —puesto que su madre siempre le había prohibido usar pantaloncillos cortos—, y un par de zapatillas deportivas.

 

Después de que todos bajaran, emprendieron rumbo al jeep de la mujer, para encaminarse al centro comercial. Como era día de semana, no les costó mucho encontrar estacionamiento a la sombra, y mucho menos demoraron hacia la heladería.

 

Paradas las 3 mujeres ya en el local, las miradas no se hicieron de rogar, puesto que las tres eran bastante guapas. Caminaron hacia el mostrador, ellas primero y siguiéndole los pasos, el más pequeño.

 

— ¿Qué helados van a querer? –Le preguntó el cajero a la previsora del hogar.

—Ehhh… yo voy por una copa, y ¿ustedes niñas? –Preguntó mirándolas.

—Ambas queremos una copa también –Respondió Sandra por las dos.

— ¿Y tu, Javier? –Preguntó.

—Tam… -Iba a decir el pequeño, pero su madre lo interrumpió.

—Y un cono –Dijo finalizando la orden.

— ¿De cuantos sabores el cono?

— Tres –Contestó el niño en una amplia sonrisa.

—Muy bien: 3 copas y un cono de 3 sabores, ¿no? –Corroboró el chico. La mujer asintió pagándole- Muy bien, favor de elegir los sabores con mi amigo de al lado.

 

Los 3 hijos y la mujer caminaron unos pasos para encontrarse con un chico alto, rubio y de grandes ojos verdes preparando los helados.

 

—Okay, ¿De que sabor querrán las copas, señoritas? –Preguntó galante.

—Las tres queremos una copa “Tiempo dulce” –Respondió algo tímida Consuelo.

—A la orden…

 

Así, el chico preparo las 3 copas en menos de 3 minutos.

 

La copa “tiempo dulce”, consistía en: mermelada de frutilla al fondo de la copa, seguido de helado de frutillas a la crema, para después llevar trozos de esta misma fruta, para finalmente agregarle crema chantilly, adornándola con una pequeña galleta.

 

—Muy bien, aquí tienen –Dijo, entregándole cada copa a las 3 mujeres correspondientes.

—Y tu amiguito… –Musitó leyendo la boleta de la orden- ¿Qué sabores quieres? Puedes elegir tres –Le indicó con una sonrisa.

—Sí –Asintió feliz- Ehhm, quiero de vainilla, mora, y frambuesa –Dijo mirando fijamente la amplia colección de helados.

 

El chico iba a comenzar a armar el cono, cuando la mujer, tajante lo interrumpió.

 

— ¡Nada de eso! –Exclamó, sorprendiendo un poco al adolescente- Esos son sabores de niñas, tú eres un hombre, así que nada de andar pidiendo helado de frambuesa, ¿me escuchaste? –Reprendió duramente al pequeño, al que algunas lágrimas amenazaron con desbordarse de sus ojos.

—Pe-pero… -Dijo al borde de un sollozo.

— ¡Sin peros! –Sentenció- Y si no los pides tú, los pido yo, porque ya pagué por ellos, ¿me escuchaste? –El pequeño asintió lentamente- Así que mientras tú los pides, tus hermanas y yo iremos a sentarnos, y apúrate –Le ordenó para finalmente irse.

 

El pequeño miró taciturno alrededor. Su madre había gritado bastante fuerte, y casi toda la gente que se encontraba pidiendo sus helados, lo miraba fijamente. Incluso el joven que lo estaba atendiendo quedó sorprendido.

 

—En-entonces quiero –Titubeó nervioso- De vainilla, pistacho… y –No sabía que más elegir. Se moría por pedir helado de frambuesa, su sabor favorito.

—Si me permites ayudar, me di cuenta que eres de los que gustan de frutos rojos, ¿no? –Preguntó con curiosidad el rubio.

—Sí, me gustan mucho –Contestó aún tímido el niño.

—Entonces te gustará el de frutilla especial que tenemos, te lo recomiendo

 

El pequeño elevo un poco más su cabecita, y divisó el sabor de helado que el chico le indicaba. Este era de un intenso color rojo, así que le pareció correcto.

 

—Está bien, quiero de ese –Decidió finalmente el pelinegro con una sonrisa tímida.

—Toma, aquí tienes –Dijo pasándole el cono, a lo que el pequeño lo recibió sobre la punta de sus pies.

—Gracias… y Adiós…

 

Pero cuando estuvo a punto de irse, aquel príncipe para sus ojos, le dijo algo.

 

— ¡Oye! no le hagas caso a tu mamá, yo soy hombre, y mi helado favorito es el de Frutilla –Sostuvo con una amplia sonrisa.

— ¿Y como te llamas? –Preguntó inocentemente el pelinegro, asombrando al rubio.

—Allan –Contestó.

—Entonces le diré que Allan es un hombre, y que a él le gustan las frutillas tanto como a mí, ¡Gracias! –Rió el ojicafé, a lo que corría donde su mamá y hermanas

 

Cuando finalmente llegó a la mesa, las mujeres se encontraban conversando acerca de “la nueva de colección de ropa de verano” y otras cosas de chicas. Estas no se dieron cuenta cuando el pequeño llegó, así que este solo se sentó en su silla, probando su helado con una amplia sonrisa en la cara.

 

Le había encantado el sabor ese peculiar sabor a frutilla, y al recordar el rostro de aquel príncipe no pudo evitar sonrojarse, sin saber muy bien el por qué.

 

La madre, de repente se distrajo levemente de la conversación con sus hijas y miró fijamente al pequeño. Se sorprendió. El niño se encontraba felizmente saboreando su barquillo, con sus mejillas sonrojadas.

 

— ¡Qué te dije! –Gritó la mujer, quitándole violentamente el cono al pequeño- ¡¿Eres un hombre o no?! ¡Te dije claramente que helados así no! –Exclamó enojada.

—Pe-pero si pedí de pistacho, vainilla y un especial de frutilla, ¿Qué tienen de malo? –Preguntó tímidamente, buscando con la miraba su helado.

—Se ve que tú no entiendes, te entra por un oído y te sale por el otro. ¡Te dije claramente NO helados de niñas! –Gritó nuevamente enfatizando el “no”.

— ¡No son de niñas! –Se atrevió a gritarle de vuelta el pequeño- ¡Allan es un hombre, y a él le encanta el helado de frutilla! –Agregó el pequeño.

 

La mujer se descontroló y agarró a su hijo de los cabellos, causando que soltara un gritito. Sus hijas la miraban calladas, estaban atónitas.

 

— ¡¿Y quién es Allan?! –Preguntó sacudiendo un poco a Javier.

—A-Allan es el chico de la heladería –Sollozó.

— Pues dile a Allan, que no me importa como sea él. A mí me importa como sea mi hijo, y si sus padres no se encargaron de corregirlo, no es mi problema –Gritó sacudiéndolo aún más fuerte.

 

Las personas del local miraban fijamente la escena. Nadie fue capaz de parar el escándalo de la mujer.

 

— Pero… ¿Por qué no puedo comer helado de frambuesas o frutilla? –Titubeó tímidamente, al son que sus lágrimas caían por sus mejillas- ¿Qué tienen de malo?

— ¡Todo! –Gritó enfadada- Y ahora se paran los 3, que nos vamos… Ya me arruinaron todo el día –Bufó molesta, al mismo tiempo que agarraba su cartera y salía tironeando al chico.

 

El pequeño lloraba desconsolado, su madre había votado su helado, y lo había dejado en vergüenza frente a todo el establecimiento.

 

Finalmente toda la familia salió, siendo los 3 hijos, los más avergonzados. Se encaminaron al auto, Javier y la mujer adulta se subieron primero, pero antes de que se subieran las hermanas, Consuelo habló.

 

—Pero mamá –Pataleó- Dijiste que iríamos de compras, ¡No es justo!, nosotras no tuvimos nada que ver con el tonto de Javier

 

La mujer meditó un poco, y comprendió que sus hermosas hijas no tenían la culpa de nada, así que accedió a su petición.

 

—Esta bien –Suspiró- pero solo un rato, ¿okay?

— ¡Sí! –Exclamó victoriosa la chica

—Y tú te quedaras acá en el auto hasta que volvamos, ¿me entendiste? —Indicó al menor que aún estaba en el auto— Así que te quedas aquí sentadito, y dejas de llorar si no quieres que nos arreglemos en la casa –Le amenazó. Javier asintió asustado, y la mujer se bajó para dirigirse al centro comercial con sus hijas.

 

Apenas la mujer y sus dos hijas se fueron, el chico comenzó a sollozar suavemente. Para él, que apenas tenía 9 años, era totalmente obvio: Su madre no lo quería. El nunca llegaría a ser lo suficientemente bueno como sus hermanas.

 

Una vez, Consuelo le había contado una historia sobre él. Le contó que todo estaba preparado para que él fuese mujercita, de hecho, estaba predestinado a llamarse Javiera en vez de Javier. El médico les había dicho a sus padres que sería otra niñita, y ambos esperaron ansiosos el famoso alumbramiento. Pero todo resultó en una no muy grata sorpresa, cuando se dieron cuenta que no era bebita, sino bebito. Había sido una tremenda decepción para toda la familia, la cual recibió al pequeño con su pieza pintada de rosa, forrada de flores y corazones decorando el lugar. También le contó que tuvieron que cambiar cada cosa que habían comprado para su él. Incluso, sus primeras horas de vida tuvo que vestir con unos enteritos que por suerte eran amarillos, puesto que toda la otra ropa que había llevado la mujer a la clínica, era rosada. La vez que su hermana le contó esto, una parte de su corazón se quebró.

 

Cada vez que se miraba al espejo, odiaba imaginarse que su madre lo querría más si tuviera su pelo largo, pero este no podía llegarle hasta más abajo de sus oídos, porque su mamá se lo tenía prohibido.

 

 

Javier no sabía el por qué, pero Miriam, su madre, tenía una enorme lista de prohibiciones para él.

No podía llevar el pelo hasta más abajo de sus oídos, no podía ponerse pantalones ajustados y tampoco que fueran hasta más arriba de la rodilla. Su closet estaba lleno de poleras y camisas azules, rojas, verde oscuro, y llenas de figuras de acción. En este, estaba terminantemente prohibido el color rosado, amarillo, verde claro y morado. Nunca lo entendería. Su madre amaba el rosado, todo el tiempo les compraba vestidos rosas a sus hermanas, y a él ni siquiera le dejaba mencionar el color.

 

Tampoco tenía permitido llorar, aunque como aquella era una necesidad básica del ser humano, él tenía tajantemente prohibido llorar delante de su madre. 

 

 

 

 

Notas finales:

Quedó tan corto, que me da vergüenza... pero así tenía que ser.

En fin, muchas gracias a los reviews anteriores (que me hacieron demasiado feliz), podría decir que los respondí con euforia xD.

Como siempre, esta cajita de abajo siempre recibirá de todo: Comentarios extras, halagos, criticas constructivas y todo eso, pero de buena manera por favor... Si aquí nadie es Oscar wilde ni un lexicólogo de la rae.

Eso, ¡que viva la buena onda! y subo la continuación el miercoles en la nite (:


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).