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The thought to tell por Kurenai_no_Angel

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
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Notas del fanfic:

Se que en alguno de mis otros fics, no recuerdo cual, dije que no volvería a escribir sobre esta pareja porque seguramente estaríais hart@s de leerme. Pero que queréis que os diga, me resulta prácticamente imposible. Cuanto más fotos busco de ellos, más me enamoran y más quiero escribir. Así que, lo siento :D Dadme una oportunidad T.T

Notas del capitulo:

Esta vez vengo con una historia un poco distinta, lo prometo. No puedo decir mucho porque si no haría spoiler de mi propia historia y eso sería estúpido de mi parte xD Tengo que advertir que seguramente según vayáis leyendo habrá cosas que no tengan sentido y os surjan muchas dudas, pero no os preocupeis, todo se desvela en el último capítulo :D De todas formas, si os queda alguna duda siempre me la podéis preguntar por reviews ;) Bueno, no me enrrollo más, espero que os guste ^^

Se miró por duodécima vez al espejo y comprobó de nuevo que todo estaba en orden. Su cabello rojo lucía despeinado pero eso era algo que no podía evitar pues daba igual cuantas veces pasara el cepillo, siempre acababa de esa forma alborotada y rebelde. Echó un vistazo crítico a su uniforme. La chaqueta verdosa con rayas correctamente colocada, la camisa blanca metida en los pantalones y la corbata roja y azul bien anudada. Estaba nervioso, muy nervioso. Cogió su maleta y se dirigió al taxi que lo esperaba en la puerta de su casa. Hoy era su primer día en la Academia Saotome, encargada de enseñar a futuros ídolos musicales. Se había preparado mentalmente para tan gran ocasión. Era un día muy especial para él pues no iba a esa academia por pura casualidad. Le atraía un motivo muy poderoso para hacerlo. Tras media hora de camino, el taxi se detuvo delante de la reja. Estaba abierta y, para su sorpresa, no había nadie para recibirlo. Recorrió el camino que iba desde allí hasta la puerta de la escuela, la cual empujó con cuidado. Se sacó el mapa del bolsillo de la chaqueta y contempló aquel enorme edificio, tratando de orientarse. Después de darle mil vueltas a aquella hoja de papel, decidió, desesperado, preguntar a un alumno que por casualidad pasaba por allí que dónde se encontraban los dormitorios. El chico le miró de arriba abajo, como para comprobar que, efectivamente, era novato allí. Siguió sus indicaciones. Subir las escaleras hasta el primer piso, girar por el segundo pasillo a la derecha y en la primera esquina doblar hacia la izquierda.

Se abrió ante él un pasillo que no parecía tener fin. A un lado de él había una hilera de puertas con números dorados en ellas. Buscó el que le venía indicado en el margen del mapa. Después de cinco minutos mirando número tras número, llegó a su habitación. Llamó suavemente con los nudillos. A los pocos segundos, un joven alto y de cabello azul despuntado le abrió.

 

-Ah… ¡buenos días!-exclamó nervioso.- Soy Ittoki Otoya, mucho gusto.- se presentó con una inclinación.

-¿Tú eres mi compañero de habitación?- preguntó alzando una ceja.

-Esto… ¿eres Ichinose Tokiya-san?-tartamudeó intimidado.

 

No contestó. Abrió la puerta de par en par y le dejó pasar. Se sorprendió al ver el cuarto. Era enorme. El gran ventanal del fondo estaba abierto y corría una agradable brisa que movía las cortinas. La habitación se podía decir que estaba dividida en dos. En la pared en la que se encontraba la ventana, había una cama. Encima de ella una estantería llena de libros y discos de música. También había diversos posters decorando. Al otro lado, otra cama con su correspondiente estantería encima, vacía. En el medio de las dos, había un escritorio con un bote lleno de bolígrafos, portaminas, rotuladores de varios colores, post-it y un montón de partituras esparcidas. Al fondo del todo, enfrente de las camas, estaba el amplio armario con una puerta al lado que debía de ser el baño.

Otoya entró y dejó la maleta en el suelo, cerca de la cama vacía. Tokiya le indicó con brevedad cual era su espacio y que debían compartir escritorio. Ya había hecho un hueco en el armario para que pudiera colocar su ropa y sus pertenencias. Constaba de dos cajones, el segundo estaba libre. Asimismo, la estantería podía llenarla con las cosas que quisiera al igual que podía decorar su trozo de pared correspondiente a su gusto. Le pasó una lista acerca de las reglas de convivencia para que pudieran estar ambos cómodos. Entre ellas, había el horario con el que tomaba duchas o que no le gustaba ser molestado mientras hacía tareas o leía. Otoya dijo a todo que sí, obedientemente. Ordenó sus cosas en los espacios que le había asignado su compañero de habitación y luego salió a pasear por la escuela.

En una semana, conoció a los que serían sus amigos. Haruka Nanami, una chica tímida y muy agradable que llegó después de él y la cual sería la encargada de escribir la música para sus letras. Masato Hijirikawa, un chico que iba a su clase, junto con Nanami. Era responsable y serio. En ese aspecto se parecía bastante a Tokiya. Y por último, de la clase A, a la que Otoya pertenecía, Natsuki Shinomiya. Era el acosador de Syo. Se conocían desde la infancia y este consideraba que Syo era adorable y mono por lo que se pasaba prácticamente todo el día pegado a él. En la clase S, a la que iba Tokiya, se encontraban Syo Kurusu. Era muy abierto y alegre. Siempre llevaba pinzas rojas recogiéndole el pelo y un gorro. Digamos que personalizaba muy a su estilo el vestuario escolar. Ren Jinguji, el ídolo de las chicas. Lo tenía todo, era guapo y atrevido y un seductor en potencia. Tanto Syo como Ren eran compañeros de Tokiya.

Tiró la mochila sobre el suelo después de un cansado día de clases. Se apoyó contra la puerta y miró la habitación. Recordó el primer día que había entrado allí y el orden reinante. Sonrió. Se podría decir que Otoya le había dado un toque personal a aquel lugar. Una mullida alfombra tapaba parte del suelo. Le gustaba sentarse y tumbarse en ella. Su estantería había sido llenada por un millar de cosas de manera caótica. También había incluido un sillón en el que descansaba su inseparable guitarra y una pequeña mesita delante de él. Y pensar que lo recordaba como si fuera ayer y ya habían pasado cuatro meses…

Fue hasta su cama, quitándose por el camino la chaqueta y aflojándose la corbata. Reparó en la cama de Tokiya. Era la única zona que aún mantenía el orden. Estaba tumbado en la cama, boca arriba. Tenía un brazo en la frente y el otro descansaba sobre su vientre. La ventana volvía a estar abierta. Unos pétalos blancos se habían colado por la rendija. Debían de ser de algún árbol en flor. Algunos habían llegado hasta la cama de Tokiya. Se acercó hasta él y le miró. Su corazón palpitó con fuerza. Recuerdos dolorosos llegaron a su mente. Trató de acallarlos pero fue imposible. Habían pasado demasiadas cosas aunque fuera hace tiempo y no era algo que pudiera olvidar con tanta facilidad. Se inclinó para mirarle mejor. Sus pómulos definidos, sus labios carnosos, su suave piel, su pelo desperdigado por la almohada… Su pecho subía y bajaba rítmicamente. Otoya se mordió el labio inferior. Sentimientos contradictorios, pasado y presente, chocaban dentro de él en un remolino caótico. Inspiró hondo. Solo empeoró las cosas pues el aroma a vainilla que desprendía Tokiya le llenó las fosas nasales. Olía deliciosamente bien y el aire que entraba del exterior contribuía a esparcirlo y a envolverle. Cerró los ojos y se dejó llevar. El beso fue suave, apenas un roce que le hizo estremecerse. Se le puso el vello de punta y creyó que el corazón se le iba a escapar.

Se retiró rápidamente. Sus mejillas se habían teñido de rojo y una lágrima traicionera se escapó de sus ojos. Tokiya no se había movido, seguía en la misma posición, profundamente dormido. Suspiró al comprobar que no se había enterado y se enjugó las lágrimas. Se sentó en silencio sobre su colchón. Revolvió entre las cosas de su cartera que recuperó del suelo y sacó una foto. Sonrió con tristeza y acarició el papel. Apoyó su cabeza contra la fría pared. Ahora sí que no podía evitar llorar.

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El columpio se balanceaba adelante, atrás. Su risa se escuchaba en el parque solitario. La nieve caía incesante. Se ajustó la bufanda para no pasar frío. La persona que la columpiaba, se colocó delante de ella y la miró, sonriente. Cogió sus pequeñas manos y las calentó entre las suyas propias, provistas con gruesos guantes.

 

-De nuevo los olvidaste, ¿verdad?- preguntó en un pequeño reproche.

-Es que salí con prisa de casa.- hinchó los mofletes a modo de protesta.

-No te preocupes, aquí estoy yo.- su sonrisa se amplió mucho más.- Ya te lo dije, nunca estarás sola, siempre estaré a tu lado.- sentenció enérgicamente.

-¿Me lo prometes?- sus ojos brillaron emocionados.

-Claro, es una promesa. Porque te quiero.- afirmó rotundo.

-Somos muy pequeños para esas cosas.- dijo afligida.-Eso es algo de mayores.

-El amor no entiende de edad.-ella le miró sorprendida por esa frase.- Lo escuché en una película.- sonrió abiertamente.- Y yo sé que te quiero.- insistió.- Y que estaremos siempre juntos.- se inclinó hacia adelante para abrazarla.

-Siempre…-susurró en su pelo mientras se dejaba envolver por su calidez.

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Abrió los ojos asustado. Respiraba con agitación y sentía las sábanas pegadas a su cuerpo. Se pasó las manos por la cara. Tenía las mejillas mojadas. Un intensó olor a vainilla llegó hasta él. Se giró bruscamente al punto de ver como Tokiya le miraba desde el borde de la cama.

 

-¿Estás bien?

-S-sí.- se apresuró a secarse la cara aunque era noche cerrada y no podía verle, solo su silueta.

-¿Has tenido una pesadilla?- su voz no sonaba tan fría como siempre. Eso le estremeció.

-Sí, algo así.- contestó escuetamente.

-Si quieres puedes contármela.- se ofreció. Definitivamente, eso era raro en Tokiya. Se bajó de su cama y fue hasta la de Otoya, poniéndose de rodillas en el suelo.

-No fue pesadilla como tal, fueron… recuerdos que pensé que había perdido.- aunque no quería contarle nada, tampoco le parecía bien desaprovechar la oportunidad que le brindaba.

-¿Malos?- por sus preguntas, daba la impresión de que se había percatado de sus lágrimas. En ese momento, el pelirrojo no deseaba otra cosa que echarse a llorar a los brazos de Tokiya para que él le consolara. Pero era consciente de que no podía hacerlo.

-Más… o menos…- al ver que no iba a conseguir nada más de él,Tokiya le deseó buenas noches y se metió bajo las cálidas sábanas.

 

Otoya trató una vez más de conciliar el sueño, a pesar de saber que le iba a ser bastante difícil una vez desvelado. Trató de pensar en cosas agradables para que la opresión que sentía en el pecho se difuminara. Después de una hora dando vueltas, logró dormirse. La mañana amaneció muy soleada. Se restregó los ojos pesadamente y se levantó con un ruidoso bostezo. Escuchó el agua caer y sonrió. Era la hora de la ducha de Tokiya. Se incorporó con pereza y mientras esperaba a que dejara el baño libre, hizo la mochila con los libros y apuntes que necesitaría. Después de que llegara su turno, salieron al pasillo. Tokiya parecía querer preguntarle algo, pero en el último momento se echó atrás. Otoya creía saber qué era, así que decidió cambiar rápidamente de tema.

Salieron al vestíbulo principal y una alegre Nanami les saludó. Tokiya la recibió con una amplia sonrisa. Otoya le miró. ¿Tokiya? ¿Sonriendo? Eso sí que era extraño. Se olvidó de ello cuando Syo le pasó el brazo por detrás y le dio los buenos días riendo. Al parecer estaba de muy bueno humor porque había logrado zafarse del disfraz que le tenía preparado Natsuki, el cual venía detrás de él decepcionado por no haber podido probarle el traje de gato, si el pelirrojo no había entendido mal. Seguidamente, aparecieron Ren y Masa discutiendo acerca de no sé qué que había hecho el primero. Otoya suspiró. Le había costado acostumbrarse al ritmo de la academia pero ahora era algo rutinario y le gustaba. De camino a clases, no pudo evitar mirar a Tokiya de reojo mientras charlaba animadamente de fútbol con Syo. Se le veía cómodo hablando con Nanami, que no paraba de sonreír. El corazón le dio un pinchazo y se llevó la mano al pecho instintivamente.

 -¿Pasa algo?-Syo se había dado cuenta de que no le prestaba demasiada atención.

-No… bueno…tan solo me preguntaba que porqué de repente Haruka y Tokiya se llevaban tan bien.- aprovechó.

 -La verdad es que no lo sé. Últimamente se ven a menudo y pasan mucho tiempo juntos. Pensé que tú sabrías algo teniendo en cuenta que compartís habitación.

 -Bueno, ya sabes como es Tokiya.-se encogió de hombros.-No es demasiado abierto con la gente. Aunque te puedo asegurar que conmigo tiene mucha confianza.-confesó orgulloso. Si, eso era algo de lo que se sentía orgulloso. En este tiempo, había logrado desenmascarar al frío Tokiya y había descubierto que, bajo ese semblante de persona carente de sentimientos, era alguien cálido e, incluso, tímido. Aunque… descubierto no era la palabra…

 -Pues es raro que no sepas nada entonces.- la voz de Ren le sacó de sus pensamientos.

 -¿Sobre qué debería saber?- ahora se sentía mucho más inquieto que antes y los pinchazos se reanudaron. Se apretó el pecho. Ren se colocó estratégicamente entre él y Syo, para que el resto no pudieran oírles.

 -Digamos que… el otro día les vi… besándose.- la última palabra fue casi un susurro. Otoya sintió que se paralizaba.

 -¿Haruka y Tokiya están… juntos?- Syo no pudo evitar que se le escapara un gritito de emoción.

 -Pero, ¿el amor no estaba prohibido?- Otoya se aferró con todas sus fuerzas a esa posibilidad.

-Si te descubren, sí.- Ren les guiñó el ojo antes de desaparecer en su aula.

Syo se despidió con una palmadita en el hombro del pelirrojo que fue arrastrado hasta su clase por la marea de alumnos que inundaba el pasillo. Antes de eso, pudo ver como Tokiya se despedía cariñosamente de Haruka y esta se sentaba en su mesa sonrojada y con una sonrisa tímida en los labios. Su compañera de habitación, Tomo, en seguida se acercó hasta a ella. Otoya no pudo escuchar la conversación que mantenían, pero a juzgar por los gestos, Tomo parecía bastante ansiosa por que Haruka le contara algo, la cual se negaba porque, al parecer, le daba vergüenza.

 Otoya se sentó en su sitio. La cabeza le daba vueltas y el estómago se le había revuelto. El pulso le iba más acelerado de lo normal y se sentía mareado. Hundió la cabeza entre sus brazos, apoyados en la mesa. Tokiya. Haruka. Juntos. Un nudo infranqueable se formó en su garganta y el aire le faltaba, como si se estuviera asfixiando. Las lágrimas se le acumularon en los ojos y se pellizcó para evitar que salieran. La profesora Ringo hizo su aparición y anunció que la tarea de ese día consistiría en crear una nueva canción con el compañero correspondiente. Esa vez el tema no sería cualquiera. La canción debería hablar de amor. Cuando terminó de hablar, todos se emparejaron. Haruka se sentó al lado de Otoya. Todavía seguía con esa sonrisa en el rostro.


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