El pequeño Tom cumplía 6 años, veía atentamente con una gran sonrisa su pastel de cumpleaños y luego soplo las velas.
- ¡¡Eeeeh!! ¡Felicidades Tom!- decía al unísono su familia.
- Ahora tus obsequios- dijo su mama emocionada y el niño corrió a donde estos se encontraban.
Tom vio con fascinación todos sus regalos y agradeció por cada uno sonriendo enormemente cada que los abría.
- Falta el mío- dijo una de sus tías- este te gustara. Es especial- finalizo con voz dulce entregándole una caja mas o menos pequeña.
El niño tomo la caja y con desesperación la abrió arrancando la envoltura. Al levantar la tapa, una pequeña cabecita blanca salio de ahí.
- ¡Miau!- exclamo el pequeño felino al ver a Tom.
- Hola- lo saludo el niño emocionado- Es… muy lindo. Siempre quise un gatito- dijo a su tía sacando al gatito de la caja.
- Lo sabía. Sabía que te gustaría la sorpresa.
- Siiiiii!!- exclamo Tom contento- este ah sido mi mejor cumpleaños.
- ¿Y como le pondrás?- dijo curioso su padre.
- Mmm… siempre quise un amigo llamado Bill, y se que este gatito será mi mejor amigo- murmuro el chico- así que te llamaras Bill- indico mirando los marrones ojos del felino que gustoso movió su colita.
2 años después
Tom se dirigía a la escuela. Aunque realmente no quería ir, pero su mama lo saco a rastras de la cama y no le quedo mas que levantarse y salir, no sin antes de despedirse de su amado gatito Bill.
En el camino se preguntaba, porque desde que se lo dieron, el pequeño gatito casi no crecía, a pesar de ya tenerlo 2 años, mas el tiempo en que se habían tardado en dárselo. Según le dijeron, los gatos solían crecer rápido.
Llego a la escuela y saludo a sus amigos. Las clases transcurrieron normales, a la hora de la salida, no quiso llegar a casa aun, pues sabia que sus padres no estarían y se aburría comiendo o estando solo casi toda la tarde hasta que ellos llegaban, a veces sus tíos le daban un vistazo, pero en si su única compañía era su pequeño felino.
Después de pensarlo un poco, se encamino a un pequeño parque que estaba a unas cuadras de su casa y se sentó junto a un árbol a ver el paisaje. Había otros niños de su escuela ahí, pero no quiso ir a jugar con ellos. De pronto, de unos arbustos salio un niño mas o menos de su edad, pelo negro y corto, piel blanca, ojos café claro, y vestido con una playera y shorts blancos.
- Ho..hola-dijo el niño
- Hola- dijo Tom extrañado. Lo miro a los ojos, esa mirada le recordaba a alguien.
- ¿Quieres jugar? Digo te vi solo y pensé que querías compañía- se explico el chico pelinegro tímido.
- Ok, juguemos- afirmo Tom.
Jugaron en los columpios, se corretearon por el parque e incluso treparon los árboles y brincaban al piso. Así estuvieron hasta que se cansaron, Tom al ver la hora, vio que era momento de irse.
- Debo irme. Mis padres llegan en un rato, y tengo hambre- dijo Tom agarrando su mochila.
- Bien, supongo que me voy también. ¿Nos vemos luego?- dijo el niño pelinegro.
- Seguro, jugaremos mas seguido. Adiós- exclamo Tom y luego corrió a su casa.
Llego y aun no llegaba nadie, subió a su habitación y dejo su mochila en la silla que estaba frente de su escritorio y se quitó el uniforme poniéndose mas cómodo, un short largo de color negro y una camiseta larga sin mangas, como esas que usan para jugar básquet-ball, el amaba esas camisetas. Soltó sus rastas y se puso unos tenis.
Se miro en el espejo y luego se rió al recordar el gesto de sus padres al decirles el año pasado que se iba a hacer rastas en el cabello, y todo por su nueva obsesión: el hip-hop. Obvio les pareció una idea loca, pero al ser su único hijo decidieron que lo mejor era verlo feliz.
Al voltear a su cama, vio a su peludo amigo recostado en las cobijas y sonrió ampliamente contemplando y corrió tomándolo entre sus brazos.
- Oh Bill!! aquí estas pequeño gatito travieso- dijo Tom emocionado- Te quiero tanto- murmuro abrazándolo y el felino solo ronroneo feliz.
Bajo a la sala y dejo a su minino en el sofá y entro la cocina, preparo un poco de pasta para merendar, y al terminar el teléfono empezó a sonar.
- Diga- exclamo Tom al contestar.
- Soy yo Tom. dijo su madre al otro lado de la bocina- ¿como estas cariño?
- Bien, acabo de comer hace un rato.
- Excelente. Bueno hijo solo llamo para avisarte que tu padre y yo iremos a cenar fuera, así que llegaremos tarde. Cenas y duérmete temprano, ok?
- De acuerdo, ¿vas a mandar a alguien a cuidarme?
- No Tom, me quedo claro desde la otra vez que ya estas grande para eso. ¿Ya hiciste tu tarea?
- En eso estoy.
- Vale, no te interrumpo entonces. Nos vemos hijo, termina la tarea tranquilo, cena y duerme. Hasta luego.
Colgaron y Tom suspiro resignado, subió a su recamara no sin antes dejar limpia la cocina, el pequeño Bill se acurruco en su cama mientras el intentaba terminar su tarea.
- Listo. Creo que ya termine con estas fracciones- exclamo feliz y luego miro a su gato- ¡¡Bill!! mi pequeño amigo, juguemos un rato y luego cenamos, ¿va?
Tom estaba acostado y le hacia cosquillas a su pequeño felino y este maullaba feliz, luego Bill se subió sobre el y se frotaba contra su pecho a lo que Tom sonrió mirándolo a los ojos, de pronto recordó al niño con el que jugó en el parque, no sabia porque.
Comenzó a rascarle el lomo a Bill y este empezó a ronronear, ambos aun se miraban fijamente. De la nada los ojos de Bill empezaron a brillar y Tom se sorprendió, sabia que los ojos de los gatos brillaban, pero no a tal magnitud y habiendo luz en la habitación.
Continuara...