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Peluchín por taptap

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Notas del capitulo:

Bien, este es un fic para mi querida Hell (FubukiHell).

No sale ningún cocker spaniel jugando con un patito, pero bueno... ¡ESPERO QUE TE GUSTE!

A todos los demás que leáis esto... ¡ESPERO QUE LO DISFRUTÉIS!

PD. Mirad las notas finales todos aquellos que sigáis "La Apuesta".

Quién la sigue la consigue” He oído esta frase millones de veces, y hasta el momento, nunca me la he creído. Siempre he creído en que no hay nada mejor que perseguir tus sueños, de hacer aquello que te gusta, de ser feliz. Pero lo cierto es que nunca me había planteado que a veces los sueños tienen dos partes, y que si ambas no colaboran te quedas igual que cuando empezaste: sin nada.

Hace meses, o mejor dicho años, que empecé a descubrir que en el amor también se tienen sueños, que querer es algo de dos. Nunca me había planteado el hecho que puedes sufrir mucho por amor, y que ese sufrimiento lo cause la persona que es tu sueño particular: la persona por la que darías todo sin pedir nada a cambio.

Soy una persona un tanto enamoradiza: cualquier gesto amable que vaya un poco más allá ya me parece una declaración de amor eterno. Pero con los años aprendes; te das cuenta de lo que es amor y de lo que es encandilamiento puro y duro. Y eso es lo que me ocurrió con Hyukjae.

Es mi mejor amigo desde que entramos en la locura de Super Junior: toda esta trayectoria sin él no habría tenido sentido alguno. Las mañanas, las tardes, las noches; todos los momentos del día eran buenos para estar juntos. Él lo sabía todo de mí y yo lo sabía todo de él; nos conocíamos a la perfección.

Pero fue hace unos años cuando empecé a darme cuenta de que quería más, que no quería ser alguien que lo conoce como la palma de su mano: quería ser su sueño particular. Sí, me enamoré como un idiota, sin tener en cuenta las consecuencias que esto podría traer. De ésta manera, decidido a decirle la verdad, me declaré, dejándole muy claro que si él no sentía lo mismo no importaba: la amistad estaba por encima de todo.

Las cosas nunca salen como uno se las plantea, ni tienen los efectos que uno desea: decir lo que sientes a veces puede ser altamente contraproducente. Fue entonces cuando entramos en una espiral sin salida, en la que la distancia era la protagonista y los reproches continuos eran el centro de nuestras conversaciones. Quizás le sentó mal, o quizás se sintió traicionado por haberle escondido mis sentimientos durante tanto tiempo.

Nuestra relación cambió, pero él también. Nunca bebía ni salía de fiesta; solíamos quedarnos juntos en casa viendo una peli o jugando a algún estúpido juego de mesa, del cual Hyuk acababa inventándose las reglas. A partir de mi confesión, la fiesta y el alcohol se convirtieron en sus mejores amigos; trasnochar, su modo de vida.

Empecé a pensar que todo era por mi culpa, que le había destrozado la vida a mi mejor amigo. No hablábamos, me evitaba, me hacía sentir mal; aún así quise darle otra oportunidad, otra oportunidad a la amistad que tuvimos y que nunca dejé de pelear por ella. Hablamos, lloramos, nos abrazamos: nos dimos cuenta de que había sido un error de los dos; mío por no avisarle a tiempo de que estaba hundiendo su vida, él por no querer reconocer que me quería.

Aquella noche fue la mejor de mi vida: nunca nadie me había hecho sentir tan importante. La luna fue testigo del comienzo de algo que parecía tener futuro, algo que parecía que iba a hacer feliz a ambas caras de la moneda.

Pero no fue así, llegué demasiado tarde. Hyuk se había vuelto irrecuperable.

Era mi cumpleaños, 15 de octubre. Nunca he tenido mucha costumbre de hacer nada especial, pero esa vez Hyuk me prometió un día solos, sin nadie que nos molestara, alejados de la vorágine que nos rodeaba cada día. Me pidió que cancelara todos mis planes, que les dijera a todos que debía ir a un lugar muy importante que solo podía asistir yo. 

Solíamos dormir juntos, pero esa mañana me levanté solo y sin rastro de Hyuk a mi lado. Supuse que se había levantado más pronto para preparar algo relacionado con mi cumpleaños, al menos eso creía yo.

 Me levanté de la cama y me encontré un papelito arrugado, pero que tenía alguna cosa escrita. Indudablemente, era la letra de Hyuk: “A las 11 am, en la puerta”  Estaba hecho un manojo de nervios; no todos los días es tu cumpleaños y preparan algo así por ti. Bajé a la cocina: tan solo faltaban 10 minutos para que el mejor día de mi vida empezara.

Allí estaba Ryewook, como siempre preparando el desayuno de los chicos ¿Qué haríamos sin él? Yo, seguramente nada. Durante todo el tiempo en que Hyuk y yo decidimos hacernos daño mutuamente, él estuvo allí, cocinando miles de pastelitos y permitiendo acurrucarme en su pecho cuando las lágrimas se abrían paso sin permiso alguno.

Y así pasaron los minutos, en la cocina con la pequeña jirafa del grupo, viendo como todos engullían el desayuno y yo esperaba impaciente la llegada de Hyuk. Pero algo en mí m decía que aquello no estaba bien, que algo no estaba en su sitio. Ya habían pasado más de dos horas y él no estaba allí; tampoco su móvil daba señales de vida.

Estaba muy desanimado, para qué mentir, pero aún quise darle una última oportunidad ¿Una llamada de teléfono más no daña a nadie, no? Apreté una vez más el botón de la llamada y acto seguido Hyuk descolgó el teléfono:

-          Hyuk, ¿Dónde estás? –

-          Ahhh, hola Hae – dijo con la voz ronca – ¿Qué quieres? –

-          Habíamos quedado a las on –

De repente me quedé sin voz, sin aire. Hyuk no estaba preparando mi cumpleaños; tampoco se acordaba. Pero lo peor de todo, es que sabía dónde estaba.

Oí como el teléfono caía al suelo, permitiéndome así  escuchar todos y cada uno de los gemidos que se colaban por el auricular, y de los cuales podía perfectamente reconocer los de Hyuk. De pronto, alguien volvió a coger el teléfono acompañado de un “Mierda, la he cagado”, llamándome insistentemente.

-          Hae – dijo Hyuk – Hae, escucha, esto no es lo que parece. ¡Por favor! Escúchame.

Colgué el teléfono, dejándolo al mismo tiempo encima de la mesa de la cocina. Los chicos parecían haberlo escuchado todo, sus caras mostraban una cara de sorpresa parecida a la mía.

Subí corriendo las escaleras que conducían a nuestra habitación, dispuesto a dar carpetazo a la persona que más había querido en este mundo. Entre y empecé a sacar todas y cada una de mis cosas de la habitación; la estancia de la casa donde más mentiras se habían dicho y donde más sentimientos se habían fingido.

-          ¿Qué haces Donghae? – dijo Ryeowook desde la puerta.

-          Me voy de esta habitación – dije sin mirarle – Estoy sacando a Lee Hyukjae tanto de mi vida como de mi corazón.

 

Después de aquello, la relación entre los dos se volvió especialmente distante y fría. Intentó por todos los medios acercarse a mí, regalarme alguna excusa barata que intente justificar el por qué quiso arruinarme la vida; al fin y al cabo, pretendía excusarse por algo que verdaderamente ahora me importa un  pepino.

Hace ya varios meses de eso, y aún ahora intenta que todo vuelva a ser como antes: a ser como cuando Lee Hyukjae era una persona leal y respetable.

-          Donghae, ¿podemos hablar? – dice acercándose poco a poco. Últimamente tiene una ojeras impresionantes, pronto parecerá un panda.

-          No tengo tiempo, de verdad. – digo apartándolo de mi camino. Sin darme cuenta, me coge de una de mis muñecas.

-          Por favor, no te vayas. Déjame al menos que me explique y pueda disculparme –

-          Las disculpas son para aquellos que te importan, que en mi caso no es así. Nunca te he importado para nada más que para el sexo – digo con toda la frialdad posible – Además, tengo cosas que hacer con Ryeowook.

Es cierto que paso más tiempo de lo habitual con Ryeowook; me aporta la seguridad que Hyuk me arrebató hace unos meses, o al menos se esfuerza para que me sienta así. Salimos juntos, vemos películas juntos; cualquier cosa que podamos hacer los dos, es el plan perfecto. Esta tarde hemos quedado en el paseo que hay junto al río, para dar de comer a los patos. No es que me gusten ni los patos ni el río, pero junto a Wook seguro que me lo pasaré bien.

Últimamente he oído a los chicos decir que Ryeowook y yo hacemos buena pareja, que seríamos los perfectos protagonistas de una película de amor. Lo cierto, es que hace unas semanas que ronda por mi cabeza una idea un tanto estúpida por mi cabeza… ¿Funcionaría? Después de todo lo que me ha ocurrido con Hyuk, ya no me fío de nada ni de nadie, excepto de Ryewook.

-          Hyung, mira – dice Ryeowook apuntado con el dedo a un pato – Este bicho se parece a Kyuhyun, ¿no crees? –

-          Qué malo eres… ¿No te gustaban los patos? –

-          No, y Kyuhyun tampoco – dice riendo.

Me gusta su compañía, hablar de banalidades y reírnos de los miembros de Super Junior. Pero lo que me gusta aún más es su risa cuando le cuento algún chiste, sus ojos cuando me mira fijamente como si no hubiera nadie más en el lugar y su voz cuando me susurra al oído que yo me merezco alguien mucho mejor que el mono. Adoro que se preocupe por mí, por si he comido bien y suficiente; que esté pendiente de que nadie más se atreva a hacerme daño.

-          Hyung –dice Wookie serio.

-          Wookie, ¿qué dijimos sobre formalidades? – parecemos desconocidos.

-          Perdón – dice con una gran sonrisa – Donghae, quiero contarte un cuento.

Si hay algo sumamente gracioso sobre Ryeowook, es que siempre usa cuentos para explicar las cosas. La gente puede pensar que es raro, pero creo que aún lo es más aquellos que hablan en tercera persona, ¿no creéis?

-          Había una vez dos animalitos, un pez pequeñín e indefenso y un mono asqueroso y odioso. Al principio eran muuuuuy amigos, pero después de que el mono traicionara a mi querido pez, este quedó muy solo y desamparado. Entonces, apareció otro animalito llamado… -hace una pausa para pensar – Peluchín. Sí eso, Peluchín. El caso es que Peluchín siempre había cuidado del Pececín sin que este se diera cuenta, y cuando el mono lo traicionó, Peluchín corrió a recomponer el corazón roto del pez. – me mira fijamente a los ojos - ¿Hasta aquí lo has entendido?

-          Sí – digo asintiendo con la cabeza al mismo tiempo – ¿Y qué tipo de animal es Peluchín? – su cara parece un interrogante gigante.

-          Ehm… Una jirafa.-

-          ¿Y a donde quieres llegar con esto? –

-          Aún no te lo he contado todo… - dice con cara de preocupación – Peluchín está enamorado de Pececín desde hace mucho tiempo.

Mi corazón late a mil por hora; creo que me va a salir por la boca. Ryeowook se acaba de declarar, de una manera infantil y muy suya, pero sigue siendo una declaración al fin y al cabo.

Cojo sus manos temblorosas y levanto su mentón; no quiero que se avergüence de nada, quiero hacerle sentir seguro por una vez. Acerco su cuerpo al mío, mirando fijamente sus ojos que poco a poco van dejando atrás el miedo del rechazo. Noto perfectamente como huele; no es ningún perfume en particular, es su olor: huele a Ryewook.

Acerco sus labios a los míos, juntándolos y empezando un suave movimiento que hace saltar todas y cada una de las chispas que se albergan en el interior de mi pecho. Las mariposas en mi estómago deciden que es hora de removerse y producirme una sensación extraordinaria de vértigo que nunca experimenté con Hyuk.

-          Entonces… ¿Qué piensas del cuento? –

-          Que yo también te quiero, Peluchín.

Notas finales:

¿Qué os ha parecido? ;)

Bien, el tema de "La Apuesta". Como veréis, hoy es domingo (bueno, al menos donde yo vivo) y eso significa que toca capítulo del fic. Lo que pasa es que me he quedado atascada y sin tiempo, así que calculo que para el miércoles/jueves ya estará.

Me sabe fatal, pero que le vamos a hacer... Si lo tengo antes (que lo dudo xD) lo cuelgo :)


¡Muchos besitos!


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