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Mi angel por Gabilliam is love

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Notas del capitulo:

Es de solo unos capitulos, espero que lo disfruten tanto como yo mientras lo escribia.

A LEER.

La vida es relevante, su significado no es preciso o conciso. Cada paso, cada acción es relativa, y las personas escogen el significado que desean, en la mayoría de los casos, no por convicción, sino por aflicción. Para mi uno de los significados de la vida ha terminado hace demasiado tiempo, pero aun conservo uno que para mí no es solo existir; sino vivir.

Su presencia es siempre tan pura, su alma continúa limpia y su aura es tan resplandeciente. Su sonrisa está tan llena de inocencia, amo poder ver la verdad en sus ojos, me vuelve loco la sencillez de sus palabras, la inocencia de sus actos. Permanecía siempre a su lado, aunque él no pudiese darse cuenta, él simplemente creía que estaría para él cuando sea que me llamara, siempre que me necesitara, y también yo lo creía así.

Cada respiro lo daba por él, cada paso que el daba estaba supervisado por mí, no conozco un ángel que haya sido más fiel en ninguna etapa de la historia, he contado cada lágrima que ha derramado desde que permanezco a su lado, incluso desde antes que pudiera hacerlo de manera presencial.

Ahora lo observaba desde arriba, lo acompañaba de regreso a casa después de la escuela, pero él no podía saberlo, ni eso, ni lo que siento por él, mucho menos podría imaginarse que ese día no sería igual a cualquier otro. Deidara, lo lamento tanto, jamás pensé que este día llegaría, el último, y no podía soportarlo, un ángel no está hecho para soportar semejante dolor. La agonía que me envuelve entorpece cualquier rasgo de humanidad que aun conservo conmigo.

Verlo caminar sólo me partía el alma, jamás me había atrevido a ver las cosas de ese modo; yo siempre estoy a su lado, pero la imagen de quien sea que se atreva a mirarlo, el pequeño Deidara camina sin compañía y así sería a partir de ese día, caminaría sin mí. Me negaba a tolerar esa idea, no podía seguir viendo.

Deidara llegó a su hogar y corrió al jardín; era nuestro lugar de encuentro, su hermoso jardín, entre los árboles y flores, aquellos aromas, colores y la esencia del lugar en sí, era una de las cosas de la tierra a las que tenía afinidad en particular.

-¿Itachi?- susurró Deidara mientras dejaba su mochila en el césped.

No podía responder, tenía prohibido hacer acto de presencia.

-¿Itachi?- susurró extrañado una vez más.

Jamás había tenido que decir mi nombre dos veces, siempre estaba ahí incluso antes que tuviera que llamarme.

El pequeño insistía, decía mi nombre cada vez más fuerte, comenzaba a alterarse y yo comenzaba a sofocarme. Sus gritos eran perturbadores, me dolía en lo más profundo no poder responder a su llamado y me era imposible simplemente ignorar su dulce voz. Él estaba tan acostumbrado a mí.

-¡Itachi por favor!- gritaba desconsolado, era como si estuviera al tanto de la tragedia que estaba ocurriendo, como si me rogara que me quedara a su lado-No puedo hacer nada sin ti- susurró finalmente y se dejó caer al suelo.

Lo atrapé entre mis brazos antes de que su cuerpo tocara la tierra; mis instintos no me permitieron ignorar su caída. Me vi obligado a infingir las órdenes que se me habían dado con anterioridad.

-Aquí estoy Dei- susurré en su oído y lo coloqué de pie sobre el suelo.

La alegría se desbordó en su rostro dejándome ver su radiante sonrisa, sus ojos miraron los míos, sus brazos rodearon mi cuello con fuerza, me vi obligado a desplegar mis alas para disfrutar el contacto de su piel con la mía.

-Creí que no vendrías- comentó.

Miré sus ojos, moría por tocar de nuevo su piel, pero solo sonreí.

-No iba a hacerlo- respondí después de unos segundos.

Su rostro se tornó dubitativo, pero no eliminó la sonrisa que exponía.

-¿A que te refieres?- preguntó acercándose a mi.

Acaricie su mejilla con mis dedos y le brindé un intento de sonrisa cálida. Sentía mis ojos acuosos, pero si derramaba una lágrima entonces todo terminaría.

-Ya no podré estar más a tu lado Deidara- dije tratando de mantener mi mirada en sus ojos-Me han relevado de mi misión en la tierra- expliqué.

-Tu misión en la tierra es estar a mi lado- dijo un tanto nervioso.

-Lo siento Deidara... me han quitado mis alas- dije tristemente.

Sus ojos se giraron hacia arriba, entendía su expresión; sin embargo, yo no estaba mintiendo, sería lo último que se me permitiría hacer a mi mismo, y mucho menos cuando mis palabras son con destino a los oídos de Deidara, el pequeño miraba mis enormes alas y en su rostro se expandía el halo de duda.

-Pero...

-Hoy es el último día que las conservo- lo interrumpí.

Me dolía el callar sus palabras para anteponer las mías; sin embargo, no debía mostrarme dolido, mi agonía prolongaría la suya aun más.

-No... entiendo nada Itachi...

-Ya no soy un ángel Deidara- exclamé elevando el tono de mi voz-No te serviré de nada.

-¿Cómo puede ser eso posible? Es decir...

-He sido castigado Deidara... y me han quitado mis alas por...

No debía seguir, esas últimas palabras salieron de mí boca sin ser previamente pensadas. Ahora le había hecho saber a Deidara que había una razón en especial; una razón que él no debía conocer.

-¿Por...?- preguntó dando un paso hacia mí.

-¡Ya no soy más un ángel Deidara... así que déjame en paz!

Aquellas palabras me dolieron más a mí que a él. Sabía que le causaba dolor interno, su rostro me lo hacía saber.

Pero mi corazón se quebró, no soportaría verlo por más de un segundo de esa forma, caminé hacia él y lo abracé con fuerza al tiempo que lo envolvía entre mis alas.

-¿Por qué te han quitado tus alas?- preguntó en un susurro mirando mi rostro.

El pequeño se atrevió a deslizar sus dedos por mi mejilla, sentí como mi rostro se sonrosó y al igual que sus ojos, los míos se cristalizaron.

Su pregunta hizo mi cuerpo estremecerse, esta vez directa y no podía evitar la respuesta en determinada situación.

-Por... enamorarme de un humano- contesté en un susurro.

Aun lo mantenía apretado entre mis brazos y pude sentir como su cuerpo se estremeció, su corazón comenzó a latir con más fuerza, quería seguir hablando pero sus labios dubitativos se cerraban justo después del instante.

-¿De... quién... de qué humano?- preguntó después de varios segundos de silencio.

Apuñe mis ojos con fuerza, tragué saliva con dificultad y respiré profundo antes de contestar.

-De ti- contesté al tiempo que abrí mis ojos para invadir su mirada.

Deidara se colocó nervioso de inmediato, sentí su cuerpo intranquilo así que dejé de aplicar presión con mis brazos. Me sentí decepcionado de mí mismo, entendía a Deidara; posiblemente se sentía traicionado.

Sus brazos apretaron los míos con más fuerza y su rostro se aproximó al mío, no podía dejar de observarlo, miraba sus labios aproximarse cada vez más hasta que por fin sentí su cálida caricia de terciopelo sobre los míos. Sus ojos permanecían cerrados así que cerré los míos y decidí corresponder al delicado movimiento de sus labios, ya estaba desobedeciendo las reglas; no había nada más que pudiera perder.

El viento se colaba entre mis alas para acariciar nuestros rostros, abracé el cuerpo de Deidara con más fuerza mientras nuestros labios se movían cada vez más rápido, me dejé llevar por el momento, olvidé todo lo que no fuéramos nosotros y me dejó de importar el mundo, introduje mi lengua con cuidado dentro de la boca de Deidara, moría por sentir el movimiento de la suya, deseaba memorizar el sabor de su saliva y la textura de cada milímetro del interior de su boca. Deidara se despegó de mí para tomar aliento, su rostro estaba enrojecido, le daba un hermoso tono a su piel.

Aquél rubor no era de verguenza o arrepentimiento; su inocencia se desbordaba por los poros de su piel, a sus 14 años de edad el pequeño jamás había sido besado. Tomé su rostro entre sus manos y besé superficialmente sus labios. Deidara delizó sus manos por mi pecho desnudo y después las colocó alrededor de mi cuello una vez más.

-Yo... te quiero a mi lado para siempre- dijo con su voz agitada.

-Eso es lo que más deseo amor- contesté mientras limpiaba una lágrima desubicada que corría por una de sus mejillas.

-Quédate Itachi Uchiha... yo te amo- concluyó su petición en un susurro.

-Yo te amo más de lo que te puedes imaginar Dei.

-¿Y por qué tienes que irte?- preguntó aferrándose más fuerte a mi cuerpo.

-Yo estaba aquí para protegerte Deidara... no para enamorarme de ti- dije dolorosamente.

-A mí no me importa eso... si tu te vas jamás lo podré superar Itachi...

-No es por que yo así lo quiera amor... así lo dictan las reglas...

-¡A mí no me importan las reglas!- me interrumpió dejándose ir sobre mi cuerpo.

Acaricié de nuevo la suavidad de su piel, mis manos jamás habían sentido algo que me maravillara tanto, caímos fuertemente sobre el césped, pero mi cuerpo amortiguó su caída y mis alas se extendieron provocando que varias plumas volaran a nuestro alrededor. El pequeño posó sus labios sobre los míos una vez más, así que nos sumergimos de nuevo entre los roces de nuestras bocas y posteriormente de nuestros cuerpos.

Comencé a tocar a Deidara por debajo de la camisa de su uniforme, pero no me atrevía a llegar más lejos, su cuerpo estaba tibio, sus ojos miraban deseosos, sus manos me tocaban con impaciencia. Se quitó la camisa para despues colocar sus manos sobre el borde de mis jeans, acaricié su rubio y sedoso cabello y toqué sus labios con las yemas de mis dedos, sonreí.

-¿Que haces Dei?- pregunté en un corto susurro.

-Quiero estar contigo Itachi, quiero...

-Shhhh- dije obligándolo a cerrar sus labios después de haberlos besado.

-¿Qué sucede?- preguntó curioso.

-No puedo hacerlo... Deidara.

Continuara...

Notas finales:

Hasta que mi cerebro se recupere no habra continuacion, y calculo que seran unos meses ¡Nah! solo sera hasta que me decida si a ustedes les a gustado y comentan, hasta entonces no habra continuacion (O tal vez si *dudando*)

Como sea se me cuidan todos ¡Los quiero!

^.^


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