Aun iban al colegio. Kouta estaba a punto de cumplir doce años y Keroru tenía once recién cumplidos. Era Febrero, ya llevaban cinco meses saliendo. Lo más difícil era ocultárselo a sus padres. Hasta entonces solo habían sido "vecinos-mejores-amigos-de-la-infancia". Si, realmente vivían el uno en frente del otro, y de pequeños dormían casi siempre juntos. De pequeños hacían todo juntos y por eso en el colegio los llaman "los inseparables". Kouta aun se acordaba de la confesión de Keroru, cada vez que lo hacia se excitaba. Recordaba ese graciosísimo “Te amo” de Keroru y no podía evitar sonreír. Después de esos cinco meses lo único que habían hecho había sido besarse a escondidas, aunque a veces jugueteaban con la lengua.
Llegaron a clase, cada uno se fue a la suya. Cuando estaban el uno sin el otro se sentían muy solos. Kouta espero hasta la hora del recreo y se llevo a Keroru con el. Estuvieron caminando hasta llegar detrás de la escuela. Era un sitio hermoso aunque la mayoría de los niños iban allí para desahogarse y eran principalmente de primero y segundo de primaria. Kouta le soltó la mano y se puso frente a el, mirándole a los ojos.
- Quiero que lleguemos mas lejos - dijo Kouta alegremente
- ¿Como que mas lejos?
- ¡Vamos a hacer el amor!
- ¡No digas tonterías!
- Lo digo en serio
Entonces le apoyo contra la pared y le metió la lengua en la boca. Estuvo unos segundos así y paro para poder respirar. Justo cuando iba a continuar Keroru le detuvo para decirle una cosa.
- Espera, somos demasiado jóvenes, ni si quiera vamos a preparatoria. No quiero perder mi virginidad ahora.
- ¿Y vas a esperar tanto tiempo?
Entonces, sin dejarle responder, volvió a besarle. Poco a poco Kouta fue metiendo la mano por debajo de la camiseta de Keroru hasta llegar a sus rosados pezones. Keroru sintió como una parte de su cuerpo se ponía dura mientras comenzaba a alzarse y a marcársele en los pantalones. Keroru gemía mientras Kouta le pellizcaba los pezones y jugaba con su lengua.
- Es-espera - decía gimiendo - los demás nos van a ver.
- Eso será si hacemos demasiado rudo como para que se enteren - dijo con picardía.
Kouta le quito la camiseta y comenzó a bajar la lengua por su cuello dejándole una marca mientras Keroru jadeaba y gemía. Bajo hasta sus pezones donde se detuvo un rato. Keroru le apretaba la cabeza contra su pecho según el le mordisqueaba y le pellizcaba mientras que la otra mano de Kouta bajaba hasta el duro miembro que intentaba romperle los pantalones.
Kouta sonrió y decidió molestar un poco a Keroru: paro. Keroru se quedo sorprendido.
- Tócate
- ¿¡Que!?
- Hazlo o parare - dijo para convencerle.
Entonces Keroru, que tenía muchas ganas de que continuase, le hizo caso. Se sentó en el suelo, apoyándose en la pared llena de graffitis, y se quito los pantalones. Agarro su miembro (que nunca antes lo había tenido tan duro) y comenzó a mover las manos en un vaivén que iba cada vez mas rápido. Kouta se excito mas al ver a su pequeño amante haciendo esas cosas y no pudo evitarlo. Le aparto las manos de su miembro y comenzó a lamerlo. Keroru estaba a punto de correrse.
- Ko-kouta... c- creo que me voy a-
Pero ya era demasiado tarde y no le dio tiempo a acabar su frase. Se corrió dentro de la boca de Kouta, quien intento (y consiguió) tragarse todo el semen de su pareja. Estaba tan excitado que, de repente, cogió a Keroru, se sentó en una piedra muy grande en la que se solían sentar ellos dos a hablar y le coloco encima de el, penetrándole el pequeño agujero que tenia detrás. Keroru lanzo un grito y se alegro de que no hubiera nadie cerca en ese momento. Kouta agarro las caderas de Keroru y comenzó a moverlo de arriba a abajo. En pocos minutos Kouta también se corrió, justo después de salir de Keroru.
Volvieron a besarse pero de repente sonó la alarma que anunciaba el fin del tiempo libre. Rápidamente se vistieron y al salir Kouta le susurro algo al oído de Keroru. "Esta noche no tenemos prisas". Keroru se sonrojo y se dirigió a su clase. “¡Mierda!”. Keroru se acordó de que la segunda clase seria de educación física y se le verían todos los moratones. Decidió que tenia que cambiarse antes de que empezara y se fue la los vestuarios rezando por que nadie le viera.
Por alguna razón se alegro de no haber esperado, pero seguía creyendo que era demasiado joven para haber perdido la virginidad.