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Russian Roulette por SHINee Doll

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Notas del fanfic:

SHINee & colados. Advertencia: lenguaje inadecuado (?), violencia, cosas sucias (?!). Una historia de lo más común. Actualizaciones semanales.

Notas del capitulo:

12.10.13

Prólogo:
Un vistazo a los participantes.


"La única puerta".

Suspiré, tomando la manija y tirando de ella. El interior distaba de ser lo que me imaginaba, pero eso no fue lo que llamó mi atención, sino el encontrar dentro a otros cuatro chicos, todos mirándome fijamente cuando entré.

Lejos de sentirme incómodo o avergonzado, como hubiese sido normalmente, una extraña mezcla de poder y confianza me embargó.

Había únicamente cuatro asientos plásticos de un color naranja brillante, sostenidas por un grueso tubo negro de metal, de esos que se veían en los hospitales de las pequeñas ciudades y en los viejos autobuses. Sobre la pared contraria a las sillas había un letrero grande y morado, rectangular, donde se podía leer, si tu vista era lo bastante buena y la dibujada letra lila cubierta de diamantina te lo permitía, algo que llevaba por título «Carta de Sarah».

Uno de los muchachos se puso de pie, indicándome con la cabeza que dejaba el asiento libre para mí. Un gesto bastante considerado a decir verdad. Sonreí un poco, lejos de su mirada, ocupando uno de los extremos de aquella hilera, con un chiquillo rubio sentado a mi lado, estrujándose las manos con nerviosismo.

La dichosa «Carta de Sarah» era un poema corto que apenas rimaba, bastante predecible, aunque lo importante era el contenido; trataba los sentimientos, pensamientos y miedos de una niña (que al final te enteras no sobrepasaba los tres años de edad) ante una madre que siempre está enojada y no la quiere, y un padre que regresa alcoholizado a casa y... en un giro avasallante y desafortunado de los hechos, termina a golpes con la vida de la pobre e indefensa criatura. Más abajo venía una conclusión (por así decirlo), un claro mensaje sobre la violencia infantil; y un montón de apartamentos plásticos con folletos de información sobre el abuso sexual en menores.

La puerta al interior de la habitación se abrió y una mujer bajita de cortos cabellos negros, alrededor de los cincuenta o cincuenta y cinco años, asomó su cabeza; debía medir un metro sesenta a lo mucho y su sonrisa fue amable desde el primer momento.

— ¿Quién de ustedes será el primero en pasar? — cuestionó dulcemente y su tono me hizo recordar a mi abuela.

Nos miramos entre nosotros y luego a ella, inseguros de quién se levantaría primero. Ninguno lo hizo.

— Empecemos contigo. — señaló al chico del extremo contrario al que me encontraba, un castaño de cabellos decolorados y cuerpo apenas musculoso, con unos ojos de cachorro y una sonrisa soberbia, presuntuosa, de esas que me daban asco, pero no causó tal efecto en mí, porque la encontré tan falsa como el color dorado que tuvo mi cabello en algún punto tempano de mi adolescencia, resultado de una caja de tintura y una tarde de aburrimiento.

Cuando pasó a mi lado, me miró un breve instante y estuve seguro de que una conexión se creó entre nosotros. Esos segundos que nuestros ojos se cruzaron fueron tiempo suficiente para que todos mis sentidos se enfocaran en él.

— Tu nombre es Jonghyun, ¿verdad? — preguntó la mujer, recibiendo un asentimiento de cabeza y regalándonos una última sonrisa antes de cerrar la puerta.


«...no podré soportarlo mucho tiempo más; si las cosas siguen así, yo...»


Viré los ojos hacia los otros tres chicos presentes, todos ellos parecían perdidos en sus mundos, con los audífonos de sus reproductores de música puestos. Crucé los brazos, echando la cabeza hacia atrás y apoyándola en la pared, con las únicas palabras del tal Jonghyun, que había alcanzado a escuchar antes de presionar el botón de reproducir en mi teléfono celular, dándome vueltas por la cabeza.

La habitación donde estábamos era un sólo cuadro, de paredes blancas, con uno que otro letrero como esa carta, aunque menos impresionantes. Y luego estaba esa puerta que conducía a otro cuarto, el estudio de la mujer que nos recibiría uno a uno para hablar de nuestros problemas... los cuales podían ser escuchados por el resto con suma facilidad.

Chasqueé la lengua, cerrando los ojos con fuerza. Entonces escuché murmullos y me incorporé, el castaño y el rubio se miraban entre sí intensamente, al punto de desconcertarme; el pelinegro también les miraba, con sus labios abultados apretados, sentado en el suelo con la espalda apoyada en la pared, justo donde terminaba el cartel violáceo.

— Tranquilízate un poco. — musitó el castaño, con una sonrisa que pareció iluminar su rostro entero. — Estando aquí, nada puede ocurrir.

El pelinegro se quitó uno de sus audífonos, frunciendo el ceño.

— Quizá debas seguir tu propio consejo. — habló con su voz grave, hermosa. — Tus pies se mueven con demasiada insistencia.

— Me ponen nervioso. — reconoció el rubio, desviando la mirada hacia su regazo, volviendo a apretujar sus manos.

Luego, tres pares de ojos recayeron en mí. — ¿No tienes algo que decir? — espetó curioso el castaño, enarcando una ceja.

— Yo estoy perfectamente bien. — me encogí los hombros y cambié la canción, ignorándoles.

Todo volvió a quedar en silencio, con cada uno en su burbuja.

La verdad es que sí tenía mucho que decir, y esa era la razón por la que me encontraba ahí y no en cualquier otro sitio.

Pasó media hora antes de que la puerta se abriese y Jonghyun saliese de ahí, visiblemente menos animado que al entrar. Volvió a ocupar la silla de antes, soltando un largo suspiro; ocultó el rostro en sus manos y bufó ruidosamente. Llegué a pensar que lloraría, gritaría o haría algo más, pero no fue así. Cuando apartó las manos se encontraba completamente recuperado, con esa sonrisa falsa en su rostro masculino.

"Una perfecta máscara", me dije mentalmente, volviendo a concentrarme únicamente en la canción que escuchaba.

— Tú, pasa por favor. — abrí los ojos de golpe y la miré, inquieto. No me hablaba a mí. — ¿Cuál es tu nombre?

El castaño se levantó, caminando hacia ella. — Jinki. — dijo tosco, torpe, avergonzado. Luego la puerta se cerró.


«...tengo miedo, mucho miedo, demasiado...»


Subí un poco más el volumen, seguro que me dolería la cabeza esa tarde. Algo hizo estruendo, como si fuesen cosas cayendo, la mujer hablaba tranquila del otro lado de la puerta, Jinki pedía disculpa tras disculpa, al borde de la desesperación y el llanto.

Alcé una ceja, sacándome ambos audífonos de un tirón, preocupado por el escándalo.

— Es algo patoso. — susurró el rubio, mordiendo su labio inferior. — Le he visto caerse dos veces antes de llegar aquí.

Sonreí ante sus palabras, su tono era suave y dulce, el correcto para una melodía romántica. — También lucía nervioso. — le recordé, sin mirarle.

— Jinki suele ser así. — intervino Jonghyun, clavando sus ojos serios en mis sorprendidos orbes. — Es la tercera vez que nos vemos en este lugar. — aclaró, despreocupado.

El rubio asintió, dándole la razón. — La segunda para mí. — musitó, jugando con sus dedos.

— Es la primera vez que vengo. — reconoció el pelinegro, echando la mirada a un lado.

— También yo. — suspiré, jugando con un hilo suelto de mis pantalones negros.

Jinki salió con los ojos húmedos y la nariz levemente enrojecida, recuperando su asiento, ocultando su cara de nosotros.

— Taemin. — respondió el chico a mi lado al tiempo que se ponía en pie, dedicándole una sonrisa tímida a la mujer. Y se perdió, como los otros dos, tras ese trozo de madera.


«...estoy nervioso, si ellos se enteran que vine de nuevo...»


Me gustaba mucho esa canción, tanto que inconscientemente empecé a tararearla.

— I'll wait for you ~ — cantó Jonghyun bajito, riendo un poco después. Su voz era más bonita que la del cantante; sonreí.

— Four Seasons. — soltó Jinki, girando el rostro recompuesto en mi dirección. — Es una buena canción.

El otro de nuestros compañeros rodó los ojos, arreglando sus desordenados cabellos. — Si te gustan las cosas cursis, claro. — arrugué la nariz, molesto.

— Cursi o no... — lo reté con la mirada. —...la melodía es impresionante y la letra buena.

— Punto a favor. — dijeron los otros dos, riendo un poco.

Estaba por agregar algo más cuando mi celular vibró y un nuevo mensaje entró. Me temblaron las manos al ver quien lo enviaba y mi teléfono se resbaló cayendo al piso. Moví los pies, nervioso, lanzándolo accidentalmente en dirección al muchacho serio, que lo tomó entre sus dedos, alzándolo, para luego mirarme con algo de sorpresa en cada rasgo.

Sin duda, lo leyó. Gracias al cielo la puerta se abrió y Taemin salió, distrayendo la atención del alto.

— Minho, pasa, por favor. — pidió ella y él asintió, dejando el móvil en mi palma extendida en su dirección.

Realmente deseaba que la tierra se abriese y me tragase, porque ese «te lo haré esta noche» me provocaba una vergüenza terrible y... escalofríos.


«...no seguiré obedeciéndole, ya no puedo fingir ser lo que quiere...»


Regresé el móvil a mi bolsillo, tratando de no pensar más en esas palabras.

— Así que su nombre es Minho. — rectificó Taemin, sonriendo un poco. — Parece que de ahora en adelante seremos un grupo de cinco.

— ¿A qué te refieres con eso? — indagué curioso, cambiando de postura para mirarlos a los tres.

Jonghyun sonrió, imitándome. — Generalmente entramos uno a uno, luego tenemos un rato donde nos reunimos todos con ella.

— Así es. — indicó Jinki, estirándose un poco. — Habíamos sido sólo nosotros hasta la semana pasada, pero parece que ahora ustedes dos se unirán también.

— Ah. — la verdad, no me hacía demasiada gracia todo eso. — ¿Será así todo el tiempo?

Los tres asintieron. — No es tan malo. — murmuró el rubio.

— Ustedes ni siquiera se hablan. — lo acusé, mirándolos fijamente. — Era para que pudiesen...

— No es tan sencillo. — cortó Jonghyun, echando el rostro a un lado. — No estamos aquí para...

Hello ~ — solté tosco, ofuscado. — ¿Para qué otra cosa venir? No sé ustedes, pero es abrumador encerrarse entre estos cuatro muros y fingir que del otro lado no se encuentra una persona escupiendo toda esa porquería que lleva dentro. No sé ustedes, pero no puedo sólo quedarme quieto durante dos horas en una reducida sala de espera. No sé ustedes, pero...

Los tres se echaron a reír, mientras trataba de tranquilizarme.

— Entonces, quizá debamos ser un poco más abiertos. — concluyó Jinki, descubriéndose la boca. — Al menos un poco.

— Si vamos a estar juntos, deberíamos intentarlo. — Taemin me sonrió, complacido.

— Sólo falta que Minho quiera cooperar. — argumentó Jonghyun. — Por mí no se preocupen, no me opongo.

Parecía haberlo invocado, porque apenas dijo su nombre el pelinegro se reunió con nosotros.

— ¿Cooperar con qué? — preguntó, mirándome a mí en lugar de a Jonghyun.

— Te lo explicaremos mientras él está dentro. — habló con soltura Jinki, señalándome con su pulgar.

Me puse de pie, forzando una sonrisa. — Mi nombre es Kibum, sólo para que lo sepan. — asintieron.

Minho se sentó en el lugar que dejé libre.

«Psicología», leí y con un suspiro entré, cerrando la puerta tras de mí, dejando a mis nuevos «amigos» fuera.

Serían treinta minutos bastante largos...

Notas finales:

Siguiente: 

Capítulo I. Lo que se esconde tras una sonrisa.

Sígueme: @_missgap


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