Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El chico del gorro de dinosaurio por SHINee Doll

[Reviews - 19]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Dedicado a Litha, porque más tarde que nunca. ¡Feliz cumpleaños! Aunque ya pasase un mes de él.

Notas del capitulo:

Con amor para ela y para cada una de ustedes.

La primera vez que le vi era miércoles, pasaban de las seis de la tarde y nos encontrábamos a mitad del otoño. Mi padre no podía pasar a buscarme al instituto ese día, a causa de una importante reunión de negocios con los dueños de una compañía americana, que parecían dispuestos a formar una alianza comercial con nosotros y que, para nuestra fortuna, nos daría mucho más de lo que teníamos en ese momento. Caminaba por una de las calles principales, tratando de parar un taxi para ir a casa. Y ahí fue cuando mis ojos le encontraron. Estaba sentado en la parada de autobuses, completamente solo. Tenía el cabello corto y oscuro, en una tonalidad que asemejaba al chocolate amargo que papá solía traer de sus viajes a Europa; su tez era un tanto más morena que la mía, acentuando esa masculinidad reinante en cada uno de sus rasgos; sus ojos pequeños, como de cachorro, me figuraban dos pozos de chocolate fundido, brillantes y hermosos. Escuchaba música con una sonrisa en sus labios, tarareando de vez en cuando, moviendo sus dedos al ritmo de aquella pista que sólo llegaba a sus oídos. Lo más curioso no era eso, sino que llevaba puesto un gorro de dinosaurio que se veía realmente gracioso.


— ¡Eh, Kibum! — giré el rostro. Jinki y Taemin, mis amigos, corrían en mi dirección sin dejar de agitar sus manos. — ¿Pensabas tomas el autobús? — cuestionó el mayor, recuperando el aliento. — Mi chofer nos recogerá en la próxima avenida, podemos llevarte a casa.


Asentí, sonriendo ante la idea de llegar antes y mucho más cómodo. De reojo observé la parada. El castaño del gorro de dinosaurio nos miraba con cierta curiosidad reflejada en sus orbes marrones, aunque fingía no hacerlo. Taemin volteó a verlo y codeó a Jinki, señalando disimuladamente (o eso pensó) con su dedo índice el gorro del desconocido. Le regañé en voz baja, tratando de no reírme ante sus comentarios, cosa que al mayor de nosotros le costaba todavía más. El autobús comenzó a acercarse y se detuvo algunos metros delante de la parada. Él masculló algo entre dientes, se levantó y avanzó hacia él, subiéndose y ocupando uno de los lugares del fondo, regalándome una estupenda vista de su atractivo perfil. Era bajito, no mucho, pero yo le sacaba varios centímetros seguramente; aunque su cuerpo era musculoso, de brazos fuertes y… tal vez abdomen marcado, ¿cómo podía saberlo?, aunque nada perdía con imaginarlo. Oh, claro que no.


Tal como Jinki ofreció, se hizo. Conocía al chofer de los Lee, habíamos conversado con anterioridad en algunas de mis visitas a la residencia de los padres de mi amigo que, para nuestra suerte, eran realmente cercanos a los míos y accionistas mayoritarios de la compañía que lideraba mi progenitor. Me saludó con una sonrisa amplia, fuera de formalidades, contento de verme gozando de buena salud luego de pasar tres semanas tumbado en cama con dolores musculares, jaquecas migrañosas, fiebres continuas y demás síntomas poco gratos tras el piquete de un insecto.


— Te has quedado bastante callado. — me reprochó Taemin, poco acostumbrado a mi desánimo. — ¿Estás pensando en él? Puedes negarlo y dejaré de insistir, pero conozco esa mirada tuya, Kibum, y se la estabas dedicando al muchacho ese.


— ¿Crees en el amor a primera vista? — interfirió Jinki esta vez, dejando de mirar por la ventana del coche para dirigir su atención a mi rostro. Negué, un tanto incómodo por la intensidad de sus ojos pequeños y rasgados. — Tampoco yo lo hacía. Luego, una tarde cualesquiera, me encontré cara a cara con la criatura más hermosa del mundo y mi corazón no volvió a latir del mismo modo.


— Espero que hables de mí. — soltó en tono amenazador el más chico, acomodando sus cabellos rubios con cuidado. — Si no es así, date por muerto, Lee Jinki.


Los tres reímos, haciendo bufar al menor. Conocía de sobra los sentimientos de ambos y jamás me permitían olvidar esa historia suya de la primera vez que se vieron y el sinfín de sensaciones que les recorrieron al tocar la mano del otro en uno de esos formales saludos en los clubes campestres al que sus padres asistían los fines de semana para jugar al golf. Suerte para Jinki que su padre adoraba a Taemin y aceptó sin objeción alguna que lo convirtiese en su pareja dos años atrás, burlándose de vez en cuando de nosotros diciendo que el pequeño rubiecillo había usurpado el lugar que me correspondía por antigüedad. Conocía a Jinki desde hacía seis años y a Taemin hacía dos y medio, pero los adoraba con toda mi alma por igual, como si fuesen mis amigos de toda la vida. Y en realidad eran mis únicos amigos, porque nunca consideré a otra persona digna de mi confianza luego de que mi madre huyese con otro hombre año y medio atrás.


— Me despido primero, entonces. — murmuré al ver la entrada a mi hogar cada vez más cerca. — ¡Nos vemos mañana!


Mi padre no llegó a cenar, así que terminé comiendo solo frente a una mesa para ocho personas y servida para dos. Cuatro empleadas permanecían en el comedor, custodiándome, o esa impresión me daba. Insistí un par de veces en que volviesen a sus actividades o, en todo caso, tomaran asiento a la mesa y me acompañasen, pero ninguna aceptó aunque se vieron tentadas. Dos de ellas eran mayores que yo, una de mi misma edad y la otra un poco más chica; pero me trataban con tanto respeto que hacían parecer la diferencia entre nosotros abismal.


Terminé dejando medio plato y la copa de vino sin tocar. Me despedí con una sonrisa y subí la escalera de mármol con paso lento, preguntándome varias cosas acerca de «el chico del gorro de dinosaurio», como había decidido llamarlo desde que subió al autobús y se alejó de mi campo de visión. No se veía demasiado mayor, aunque quizá lo fuese uno o dos años, tres me parecían demasiados. Me permití recordar lo que llevaba puesto una vez llegué a mi alcoba y me tumbé en la enorme cama llena de coloridos cojines y almohadones: botas militares, jeans desgastados, camiseta sin mangas negra y un chaleco gris oscuro de zipper. La combinación perfecta para decir «soy sexy y lo sé», mostrando sus brazos maravillosos. Sólo algo no encajaba con aquel cuadro masculino, rudo y seductor, y era el estúpido gorro de dinosaurio. ¡Pero vamos!, era una cosa ridícula. Las patas del dinosaurio quedaban bajo el mentón (quise pensar que ahí se abrochaba), los cortos brazos le rozaban la frente y la cabeza le quedaba sobre la propia. Era como si el dinosaurio le diese un abrazo desde atrás y descansara la barbilla en sus cabellos. Bufé, sintiéndome un tanto celoso del horrible gorro.


Al día siguiente pedí a mi padre que no fuese a recogerme ni enviara al chofer tampoco, con la excusa de quedarme en la biblioteca para concluir un proyecto para mi clase de sociales. No logré convencerlo de que ese era el motivo, así que recurrí al nombre de Minho, uno de mis compañeros, para escudarme. Su padre y el mío no fraternizaban, así que al decir que mi trabajo era con él, sabía que no podía simplemente invitarlo a casa. Terminó aceptando con la única condición de que llegase antes de la hora de cenar y que el propio Minho me acompañase al regreso.


— ¿Eso le dijiste? — preguntó con desinterés él, aunque su sonrisa denotaba pura diversión. — Eres muy astuto, Kibum, pero, si lo has olvidado, y creo que lo hiciste, realmente tenemos un proyecto juntos para el viernes, aunque no es de sociales, sino de lengua.


— ¡Maldición! — vociferé, echando la cabeza hacia atrás. — ¿Por qué demonios no me lo habías recordado?, es miércoles ya.


— Dividamos el trabajo, recojamos algunos libros y mañana nos reunimos para dar los toques finales. — concluyó satisfecho, levantándose de su asiento y esperando le imitara. — Hagamos lo que sea que tengas que hacer, así podré ir a dejarte y luego irme a casa también.


— Gracias, Minho. — consideré la posibilidad de lanzarme sobre él y abrazarlo, pero ya se hablaba demasiado de nosotros como para aumentar los cotilleos.


Conocía poco a Minho, pues era su primer año (último también) en nuestro instituto. Llegó de Estados Unidos un día y al siguiente ya era compañero mío en cada clase, y no sólo de clase, sino también de mesa en teoría y laboratorio. La única que no compartíamos era la del almuerzo, porque él se sentaba con sus amigos del equipo de atletismo y yo con mis amigos de siempre, como el mal tercio que tanto me gustaba ser.


No hizo preguntas cuando insistí en volver caminando y no en taxi, autobús o metro. No me gustaba ninguno de los tres, pero tampoco ofreció llamar a su chofer, mucho menos a su hermano, pues sabía el problema en que estaría metiéndose por el simple hecho de estar conmigo en ese momento. Mis ojos se iluminaron cuando divisé a «el chico del gorro de dinosaurio» en la parada, cómodamente sentado en la banca. Formé un puchero al ver nuevamente el gorro sobre su cabeza, y una sonrisa se posó en sus labios, como si hubiese visto mi reacción o leído mi mente; aunque era imposible, porque sus orbes estaban cerrados e igual yo podía ir discutiendo con mi compañero-amigo-lo que él creyese que Minho fuera mío.


— ¿A él espiamos? — preguntó el alto con diversión, con su aliento rozando mi oído.


— Se más discreto, Minho. — pedí, golpeándole con mi codo. — Si te escucha, créeme que será lo último que digas en tu vida, Choi.


— Oh, Kibum, estoy seguro de que mi falta de discreción será algo bueno. — no me dio tiempo de procesar sus palabras, porque ya estaba cruzando la calle para dirigirse al muchacho que seguía sin mirarnos. — ¡Eh, Jonghyun!, ¡cuánto tiempo!


El moreno abrió sus ojos de inmediato y una amplia sonrisa le cruzó el rostro. Se levantó, dejando su mochila a un lado, y compartió con Minho un abrazo tan apretado que no había lugar para que el aire pasase siquiera. Yo seguía de pie del otro lado, sorprendido y mudo, tratando de darle un sentido a lo que mis ojos veían. Mi compañero le dijo algo, luego me señaló y con un movimiento de cabeza me ordenó acercarme, pero mis piernas no querían responder.


— No seas tímido. — se burló, llamándome con la mano. — Mi amigo quiere conocerte.


No sé cómo lo hice, pero crucé la calle y llegué hasta ellos. Las presentaciones fueron rápidas. Minho y Jonghyun habían sido amigos en América. El mayor había vuelto un año antes que él, acabado el instituto y ahora estaba en la mejor universidad de nuestro país estudiando música. Por vez primera, en toda mi vida, me sentí agradecido de tener a Choi en una categoría lo bastante buena como para haberle pedido semejante favor ese día; porque nosotros no éramos amigos propiamente, pero tampoco le odiaba como supuestamente debía hacerlo por cuestiones de honor familiar.


— Esta es la segunda vez que nos cruzamos, ¿verdad? — preguntó él, sonriéndome hermosamente. Asentí, creyéndome incapaz de pronunciar palabra alguna. — Parece que estábamos destinados a conocernos, ¿no te parece?


— Hablando de encuentros… — interrumpió Minho, colocando una mano en mi hombro. — …se me hace tarde para reunirme con una vieja amiga. Lamento no poder acompañarte a casa, Kibum, pero demoramos demasiado en la biblioteca. Sé que lo entenderás y habrás de disculparme. — me guiñó un ojo y suspiré, inseguro. — Jonghyun, mi buen amigo, dejo al pequeño gato en tus manos.


Puse los ojos en blanco ante sus palabras melodramáticas y el apodo poco convencional. «Pequeño gato», había dicho, y sonaba muy estúpido. Además estaba el hecho de que yo era mayor que él. Tres meses, pero mayor. Aunque «pequeño gato» era mejor que «el chico del gorro de dinosaurio»; no había duda sobre ello. Le miré con cierta incomodidad y vergüenza luego de que el alto desapareció en la siguiente cuadra. Me sonrió nuevamente y escuché el camión acercarse. No hizo intento alguno por detenerlo y eso llamó mi atención.


— ¿No era el tuyo? — indagué con curiosidad, sin mirarle a la cara.


— Sí lo era. — respondió cálidamente, sentándose nuevamente en la banca negra. — Pero si lo detenía ahora y subía, posiblemente me hubiese arrepentido toda la vida.


— ¿Cuánto demorará en llegar el próximo? — me senté a su lado, balanceando las piernas.


— Hora y media. — le miré con asombro, incrédulo. — Debía haber tomado el anterior, pero entonces, dime, ¿cuándo hubiese vuelto a tener una oportunidad para hablar contigo? — mis mejillas se encendieron ante sus palabras. — Dudo que Minho sirviese de intermediario más de una vez y, bueno, tampoco creo que pudiese tratarte de este modo que lo hago ahora en el futuro si te abandoné a tu suerte al ver mi autobús aparecer.


— No me habrías abandonado a mi suerte. — repuse inmediatamente, entre divertido y ofendido, ignorando a propósito el resto de su discurso. — Sé perfectamente el camino a mi casa y puedo llegar solo hasta ella.


— Oh, ¿en serio? — se burló, inclinando su cabeza y sonriendo. El estúpido dinosaurio se movía cómicamente con él. — Entonces, ¿no me dejarás acompañarte a casa? — desvié la mirada, seguro de que alcanzaba a escuchar el errático latir de mi corazón. — Kibum, ¿aceptarías la invitación de un desconocido para ir a comer el sábado?


¡Oh, santo cielo!, ¡por todos los Dioses del Olimpo y los unicornios rosados! Él me estaba invitando a salir. Él, Kim Jonghyun, «el chico del gorro de dinosaurio» me pedía una cita…en el primer día que hablábamos. Consideré más que esa mañana, más que nunca, darle un enorme abrazo a Minho cuando le viese al día siguiente, porque sin su absurda idea de presentarnos nada de eso hubiese sido posible.


— Eso depende. — comenté, risueño. Enarcó una ceja, esperando continuase. — ¿A qué hora pasas por mí?


Rió musicalmente mientras le anotaba mi dirección en una hoja de mi libreta. Conversamos algunos minutos más, luego me despedí alegando que se hacía tarde, pero lo cierto es que me encontraba demasiado emocionado y si no armaba una escena pronto en la privacidad de mi casa, lo haría en la vía pública y frente a él, cosa que deseaba evitarme a toda costa. Tomé el primer taxi que pasó, agitando mi mano por la ventana hasta que dejé de verle. Mantuve esa estúpida sonrisa en mi rostro el resto del día, cosa que no pasó desapercibido para todos los que me vieron y mucho menos para mi padre.


— ¿Ocurrió algo bueno hoy? — cuestionó a mitad de la cena, bebiendo de su copa. — Estás demasiado sonriente luego de ese trabajo de sociales.


— No tiene nada que ver con el proyecto. — solté emocionado, sin medir mis palabras. — Un chico me ha invitado a salir, papá.


— Absolutamente no. — me frenó inmediatamente, mirándome con ojos acusadores; mi expresión decayó considerablemente. — Te prohíbo que tengas una cita con Choi Minho. — frunció el ceño, dando un trago más largo, con un tono que no dejaba lugar a objeciones.


— No me refería a él. — rodeé los ojos, formando un puchero. — ¿Quién quiere salir con esa jirafa ojona? — se rió al escucharme llamarle de esa forma, y mis mejillas se encendieron sin razón alguna, quizá porque estaba teniendo esa conversación con mi padre que, como el de Jinki, se encontraba cómodo con mis preferencias.


— ¿Quién es el muchacho? — enarcó una ceja castaña, revolviéndome los cabellos con su mano torpe. — Quiero saber cómo lo conociste.


El resto de la cena hablamos de «el chico del gorro de dinosaurio», conocido comúnmente como Jonghyun, y mi indiscutible atracción por él desde la primera vez que le vi. Al final terminó aceptando, seguro de que podía cancelar -sólo por esa vez- la comida en el club a la que planeaba asistir conmigo a su lado. Me levanté de la mesa con una sonrisa más grande que la que tenía cuando me senté frente a ella, lo abracé con fuerza por la espalda y luego subí a mi habitación, tomando el teléfono para tener una larga y exhaustiva conversación con Jinki y Taemin a la vez y contarles la novedad de la semana.


Saldría con Kim Jonghyun el sábado. Sólo pensar en ello hacía que me estremeciera y riera tontamente. Me sentía como una de esas adolescentes enamoradizas de las películas de comedia romántica. Aunque no distaba mucho de serlo, en realidad.


No pude evitar cuestionarme antes de dormir si estaríamos sólo nosotros dos el sábado o nos acompañaría su estúpido gorro de dinosaurio.


Bueno, habría que esperar para saberlo…

Notas finales:

La parte dos (final) será publicada la siguiente semana. ¡Saludos!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).