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Cárcel y Aposento por YumeRyusaki

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Notas del fanfic:

Su autora favorita –léase el sarcasmo xDD- regresa con un cliché, un enlace matrimonial con cambio de princesa. Y en la noche de bodas el rey descubrirá que la noble dama traía regalo entre las piernas xD Bueno, aquí no habrá apasionada noche de bodas, no por el momento al menos xD –se abanica-

Notas del capitulo:

Para una mayor comprensión del capítulo:

1. KAI. Antigua provincia de Japón que correspondería a la actual prefectura de Yamanashi. Localizado en Honshu central, al oeste de Tokio, en una región sin salida al mar, la cual incluye al monte Fuji cerca de la prefectura de Shizuoka.
Tomaré a KAI no como una prefectura de Japón si no como un estado independiente. En mayúsculas escribiré el nombre del Reino (KAI) y en minúsculas cuando me refiera a Yutaka (Kai), para evitar confusiones.

2. Madara y Gama. Nombres de los mini-álbum de the GazettE. Suruga. Provincia de Japón, aliada de KAI en el periodo Sengoku. Kurana. No existió. En el fic son tributarios que planean el derrocamiento de Kai. Al leer Kurana al revés, se lee Naraku que significa infierno. Naraku es una canción de tG del single Shiver.

3. Hankou Seimeibun. Mini-álbum de tG. Chijo. Canción del single remember the urge.

4. Echigo. Gobernada en el periodo Sengoku por Uesugi Kenshin. No hago referencia a esa época ni a Japón, el señor de Echigo corresponde ahora al padre de Uruha.

5. Kai no Tora/Tora no Kai o “El tigre de Kai”. Se le conoció así a Takeda Shingen por sus dotes militares. Shingen fue el Daimyo de KAI en el periodo Sengoku. Y admito haberme inspirado en él y su primera concubina Yuu-hime para crear parte de este fic.

6. Oyakata-sama. Significa “mi señor”. Solía llamarse así a los señores feudales. Ser llamado así seguramente quitaría estatus al rey. Pero tampoco puedo escribir, su excelentísima o ilustrísima majestad  puesto que no se trata de un reino europeo, o similar. Tampoco puede ser Shogun porque no es Japón. Podría ser Heika que significa emperador, pero prefiero usar Oyakata, de esta manera, Okata-sama equivale a “mi señora”.

7. Aoi. Aparte de azul, también significa Flor de Malva. En este caso, en vez de un Crisantemo que es el escudo japonés, usare la flor de malva como el símbolo del reino de Kai. De manera que Yutaka al ser el tigre de… Yuu es la flor de malva de… Lo que quiero decir es que Aoi es el segundo al trono, la carta de triunfo de Kai, en el hipotético caso que el tigre de Kai llegara a caer en batalla aun estaría la flor de malva y símbolo de Kai para que el país no pereciera.

8. Uruha cuyo significado es bonita, guapa o hermosa. Kai no llamo a Uruha por su nombre, sino que utilizo su nombre como adjetivo.

9. En las artes marciales japonesas, Uke es la persona que recibe la técnica de ataque o defiende. Kai está subiendo el ejemplo al nivel de guerra. Hace referencia que si guerrea es para proteger, si invade otras tierras es para que no lo invadan a él y Aoi no es alguien preparado para defender sino para atacar, por eso es que Kai lo convirtió en el símbolo de la nación

CARCEL Y APOSENTO
YumeRyusaki


 

KAI era una nación joven. Y aun así era el reino más grande y poderoso que se conociera en los alrededores de oriente. Su poder había llegado a esos gobiernos de los que alguna vez fuera tributario, intercambiando papeles. Madara, Gama, Suruga y Kurana eran algunos de los nombres de los países que ahora servían a KAI. El poderío militar era tal que nadie podía hacerle frente, incluso Kurana, los rebeldes y bárbaros feudatarios que no podían aceptar haber perdido su poder ante una nación que por décadas les sirvió a ellos.

Pero así como había reinos tributarios, también había aliados, tales como la familia Ryugasaki, señores de Edo, el Sol Naciente, y los Hankou Seimeibun de Chijo. Y aunque aún no se firmaba la alianza con la familia Takashima de Echigo. Los preparativos para ello ya estaban más que listos.

El señor de Echigo daría a su hija mayor en matrimonio al rey de KAI y con eso el pacto sería celebrado. Y, aunque la princesa de Echigo fuera entregada para convertirse en la señora de KAI, estaba claro que no sería más que una rehén para garantizar honesta lealtad de Echigo para con KAI.

Ese era el destino de toda princesa cuyo reino necesitara urgentemente una alianza.

 

La familia Tanabe soberana de KAI, era bastante pequeña. Se componía apenas del monarca: Yutaka Tanabe, y del matrimonio de la hermana menor del anterior rey. De esa unión había nacido Yuu Shiroyama, primo y actualmente consejero real, el segundo al trono en sucesión de sangre, aun cuando Yuu era mayor por cuatro años. Yuu tenía un hijo de 9 años, aparte de él, su esposa, la princesa de Chijo, no le había dado más descendencia.

Si la familia era tan pequeña se debía a que Takeshi Tanabe —anterior rey— y su primogénito, con algunos miembros de la familia Shiroyama, habían muerto valerosamente en batalla al proteger el fuerte donde la reina y el príncipe menor se resguardaban de la feroz invasión de Kurana. La reina, como último recurso para proteger su descendencia al ver las fuerzas del rey caer, vistió a su hijo con harapientas ropas dejándolo atrás y haciéndole pasar por sirviente de los Shiroyama, entregándose dos días después, alegando no tener razón para vivir ante la muerte de sus vástagos y de su rey. La noticia corrió como pólvora por todos los feudos y reinos. KAI había caído a manos de Kurana. La familia real había perecido.

Siete días y seis noches hubo festejos en tierras enemigas. La séptima noche el príncipe huérfano, acompañado de tres de los hermanos Shiroyama —Yuu incluido— y de un ejército de no más de quinientos hombres, asaltó el castillo principal y pasó por cuchillo miles de gargantas de los traicioneros kuraneses, incluyendo a la mayoría de los miembros de la familia real. Los que lograron huir podían contarse con los dedos de una mano y aquellos que rogaron piedad fueron convertidos en esclavos. Una vez el príncipe limpió la sangre de su espada, Yutaka Tanabe, ante los gritos de júbilo  de los soldados y familiares, se proclamó rey de KAI.

De aquello, habían pasado exactamente diez años. Tiempo que el joven rey había ocupado en asegurar sus dominios ante la constante amenaza de sus vecinos. Gastaba su vida en batallas de conquista que había olvidado casarse y tener un sucesor. Con 23 años seguía siendo joven, pero las batallas parecían interminables y asegurar un heredero era uno de los deberes más importantes como monarca. Por lo anterior, por el acoso de los miembros de la corte y porque además significaba enormes beneficios económicos a KAI, el rey aceptó la alianza matrimonial con Echigo.

Lo que preocupaba al ministro y al jefe de la guardia real era aquella extraña fijación del rey por una mujer que se rumoreaba era kuranes. Nadie, ni el mismo Yutaka conocía su origen, y aunque era muy probable que los rumores fueran ciertos, la había convertido en su concubina, tenía más derecho que cualquier otra dama en el palacio y por eso era conocida como «la favorita del rey».

La preocupación consistía en que si Sara seguía teniendo tal papel y continuaba habitando en el castillo incluso cuando la princesa de Echigo se convirtiera en la señora de KAI, podía significar una guerra mayor a la que Yutaka no estaba acostumbrado a pelear. Una guerra sin cuartel y de las más peligrosas.

«Las hembras son muy celosas con su territorio» solía decir un sabio y anciano soldado, ya retirado, y al escucharlo, a más de uno se le enchinaba la piel.

 

Sin embargo, algo que se desconocía en KAI era que la princesa de Echigo, la futura reina acababa de morir, la mujer que daría herederos a Yutaka Tanabe había muerto por una enfermedad de esas que aparecen un día y no se pueden controlar. Por tanto, ante situaciones desesperadas, Kansuke Takashima, la hiena de Echigo, tomó medidas desesperadas al elegir a su único hijo varón y colocarlo en el lugar de su hermana gemela recién fallecida. No había dudas, esa alianza tenía que efectuarse.

Cuando la caravana donde la princesa viajaba llegó al castillo, Yutaka no salió a recibirle, no inmediatamente al menos. Yuu supo que, en efecto, habría problemas en un futuro que se le antojaba demasiado cercano.

Después de que Uruha, princesa de Echigo, presentara sus respetos al rey, este se dirigió al salón donde le esperaban Yuu, su primo y consejero, Meimu el primogénito de la familia Ryugasaki, señor de Edo y, Reita, el jefe de la guardia real.

Yutaka Tanabe, mejor conocido en batalla como El tigre de Kai o simplemente Kai, para los amigos y subalternos, vació de una su tazón de sake, estaba haciendo sublimes esfuerzos por no soltarse a reír. ¡Vaya que el rey de Echigo jugaba sucio! Ya podía imaginarse lo que estaba tramando esa vieja hiena, sonrió divertido, la alianza matrimonial sería más benéfica de lo previsto.

«Las hienas no deberían siquiera intentar reírse ante los colmillos rabiosos de un tigre sediento de sangre», pensó saboreando las delicias de una victoria que no había peleado.

—Oyakata-sama es afortunado —comentó el ministro, feliz por haber hecho una buena elección para reina de Kai—. Uruha-dono es verdaderamente hermosa.

—Quizás Yuu-dono debería observar en vez de solo ver —replicó enfadado Reita—: Ese miserable hombre queriéndose pasar de listo —bebió de una su sake, dejando el tazón vacío violentamente en la madera—. No se aflija, Oyakata-sama, yo le entregaré la cabeza del señor de Echigo por osar intentar burlarse de usted.

—Así que te diste cuenta —sonrió divertido al ver la confusión en el rostro de su primo, apiadándose de él, añadió—: La futura reina de KAI es un hombre.

—¡Es imposible! —Alcanzó a murmurar Meimu cuando se hubo recuperado de la impresión—.  Es hermosa… hermoso —corrigió.

—Lo es… Pero sigue siendo hombre. No importa cuántas capas de maquillaje lleve o que tan ostentoso y femenino sea su kimono, esa belleza —añadió con retintín—: es un hombre.

—No es posible… Conocí a Uruha-dono en una de las reuniones con Kansuke Takashima y era obvio que se trataba de una mujer. —Intentó defender el ministro, ahora con la duda asomándose peligrosamente—, aunque ahora que lo pienso, se ve ligeramente diferente.

—¿Podría ser… Kouyou-dono? —Intentó adivinar Meimu.

—¡Es él! —exclamó Reita a bocajarro—. Ahora recuerdo: en la batalla de Chigire, Kouyou dirigió la retaguardia. Gracias a su brillante estrategia, el ejército de Echigo pudo escapar a salvo.

—Oh —canturreó el rey—. Es inusual que elogies a alguien —Reita se sonrojó levemente por su alabanza e intentó restarle importancia al asunto.

—¿Pero por qué daría a su primogénito al reino de KAI?

—¿Será porque la verdadera Uruha-dono murió hace dos semanas? —preguntó retórico el rey sin alzar la vista de su sake, sonriendo por dentro por el escándalo que se armaría en segundos.

—¿Oyakata-sama sabia eso y no hizo nada? ¿Pero cómo pudo seguirle el juego…? —gritos y reclamos en la medida que el respeto les permitía eran dirigidos a él, que tan solo podía sonreír divertido.

El tigre de Kai no tenía reparo con divertirse por la histeria de sus hombres de más confianza. Quizás debió mencionarles lo que su espía había descubierto pero, ¿qué culpa tenía él del juego sucio de los de Echigo? Había estado seguro que le darían a una de las princesas menores, aunque seguramente eso hubiese sido una burla, además de que las princesas no eran mayores de los doce años, eran hijas de la segunda o tercera esposa, quizás de la misma concubina. En dado caso, también imaginó que le darían una bella doncella, una de esas que estaban entrenadas para adaptarse a cualquier situación y seguir las órdenes del amo. Nunca imaginó que le entregarían en matrimonio al único hijo varón y heredero de Echigo solo por ser gemelo idéntico de la fallecida Uruha. Y la duda que seguramente todos se estaba haciendo, Meimu la convirtió en voz:

—Takashima-dono debe estar verdaderamente desesperado para dar a su único hijo varón a otro reino.

—Lo está —afirmó Kai—. Ellos necesitan esta alianza o su pueblo perecerá. Su ejército se ha debilitado y no soportaran otro embate del enemigo. Necesitan nuestra protección y nosotros necesitamos sus puertos y redes de comercio. Es un buen trato, solo que nunca imaginé que mi esposa sería un hombre.

—Lo que no entiendo es como pretendían que Oyakata-sama no los castigara después de esto.

—Apuesto que la falsa Uruha-dono apelaría a nostalgia por su tierra, dolor de cabeza y cansancio por el viaje para no reposar y verse descubierta. Al mismo tiempo intentaría ganar el corazón de Oyakata-sama para que cuando le descubrieran, rogara piedad por su propia vida y la de su pueblo. —Se aventuró a decir Yuu y no estaba nada lejos de la realidad. Era justo lo que se había planeado.

—Sí, algo así imaginé —murmuró el rey.

—No se aflija, Oyakata-sama, le aseguro que le entregaré la cabeza de esa hiena y la de su hijo —dijo Reita desenvainando su espada.

—Guarda eso, Akira —ordenó tajante el rey. Los tres hombres tragaron saliva ligeramente asustados por la atmosfera que se respiraba. Era el olor del campo de batalla. Y la brillante y siniestra sonrisa apareció en el amable rostro—. No me importa si es hombre o mujer, cuando se convierta en mi esposa será ciudadano de KAI, por lo tanto, su lealtad nos pertenece. Dejaré que piense que puede jugar conmigo, después de todo no tengo interés en reposar con ella o él… o lo que sea.

—Oyakata-sama, ¿realmente planea casarse? —El rey sonrió por respuesta, mostrando su copa vacía, Reita la rellenó con el embriagante líquido.

 

*

Los vasallos hereditarios que asistieron a la ceremonia, la dama de compañía de Uruha, la guardia real y demás invitados seguían sin poder creer que el rey estuviera vistiendo su traje de batalla y en la cintura su katana. Se veía imponente, con ese acorazado protegiendo su cuerpo y ese andar dominante. Alguna que otra doncella no pudo evitar un suspiro enamorado por lo bien que el rey lucia en su majestuoso uniforme militar. Pero, cuando el rey se casa, pensaban los invitados, debía llevar una túnica ceremonial, ostentosa y elegante, con la seda más cara del mercado, bordado en oro justo como… justo como la flor de malva de KAI, como el consejero y segundo al trono, justo como estaba vestido Yuu Shiroyama.

Pero Kai no se había equivocado al vestirse con el uniforme militar y tampoco Aoi le estaba quitando presencia al vestirse como estaba. Había sido precisamente el rey quien le había pedido a su primo que portara esa túnica, porque la alianza matrimonial no era por algún sentimiento parecido al amor, si no por fríos y austeros negocios. Y de esa manera se vestían cuando eran asuntos políticos. Kai representando el poderío militar y Aoi el parlamentario.

 

Después de sellar aquel pacto con sangre, después de que Uruha sirviera el sake caliente al rey y se inclinara solemnemente en muestra de humildad y servicio a su esposo, a su señor,  la ceremonia finalizó.

 

*

—Oyakata-sama le ruego me perdone. El viaje ha sido… —Kai tuvo que contenerse para no reír, realmente ese hombre no tenía imaginación. Había esperado ansioso por ver el numerito que armaría para no reposar pero lo que Uruha decía no solo era aburrido si no que ya se lo esperaba. Alzó la mano para que callara.

—No planeo forzarle, Uruha-dono, puede tomar todo el tiempo que necesite… Solo recuerda cuál es tu posición en este castillo y en estas tierras. Ya no eres princesa de Echigo, eres la señora de KAI.

—Soy la esposa de Oyakata-sama, lo sé… —aceptó y Kai supo que se sentía avergonzado por tratarse a sí mismo como mujer.

—No es tan sencillo como eso —disimuló una sonrisa por la ignorancia del joven—; cuando digo la señora de KAI no me refiero a mí, sino a estas tierras. Ahora eres la madre de esta nación. ¿No te dijeron esto antes de venir aquí?

Uruha maldijo para sus adentros no haber puesto atención a las palabras de su padre, pero tampoco lo podían culpar: estaba nervioso no solo por tener que ir a otro reino sino que también tenía que hacerse pasar  por mujer y enamorar a un hombre siendo él uno. No tenía idea como un hombre podía ganar el corazón de otro. Ahora estaba quedando como un idiota ante los ojos de su señor.

—Suplico perdón, Oyakata-sama.

—Está bien, hermosa —Uruha sintió su rostro enrojecer por la manera en que el rey le llamaba. A él siempre le gustó el nombre de su hermana pero dirigido a ella; ahora que tenía que usar ese nombre le parecía demasiado femenino e incorrecto, él era después de todo un guerrero. Quizá por esos pensamientos no captó el juego—: ¿Al menos conoces mi nombre?

—Kai —respondió de inmediato y se pateó mentalmente al recordar.

—Parece que Uruha-dono no puso atención a la ceremonia —Se rió un poco y a Uruha le entraron ganas de retarlo a un combate por las incontables burlas a su persona—. Creo recordar que tu padre no se llama Echigo, ¿cierto?

—No, su nombre es Kansuke Takashima, señor de Echigo —añadió con orgullo.

—Por supuesto, la hiena de Echigo —Uruha frunció el ceño ante el mote que Kai daba a su padre—. Yo soy Yutaka Tanabe, Kai no Tora. Puedes llamarme como gustes —concedió.

—¿Yutaka escrito con los kanjis de «defensor»? —preguntó intrigado por el nombre de su ahora marido—. ¿Yuu-dono no debería ser uke? —Kai arqueó una ceja confundido, luego sonrió captando el concepto de la pregunta.

—Salgo al campo de batalla para recibir el ataque del enemigo, aunque se me vea como el atacante yo solo estoy defendiendo mi tierra —explicó, ante los ojos brillantes de emoción de Uruha. Después de todo nadie entendía mejor a un guerrero que otro.

—Tora no Kai —susurró con admiración— le llamaré Kai, mi señor. —asintió.

—Escuché que Uruha-dono tiene un hermano gemelo. Kouyou es así como se llama, ¿cierto? —preguntó, listo para divertirse con las reacciones del joven.

—Mi hermano murió —contestó en automático, su rostro se volvió sobrio. Kai, entonces, supo que al cuerpo de la verdadera Uruha le habían puesto el nombre de Kouyou. No supo la razón, pero el asunto le pareció que dejaba de ser divertido.

 

*

Cuando Uruha al día siguiente despertó, Kai ya no estaba en las habitaciones. Se levantó y llamó a la mujer que tiempo atrás había sido la dama de compañía de su hermana. Una vez estuvo ataviado con aquel molesto y majestuoso kimono salió a caminar por el castillo, quería distraerse y que mejor que hacerlo al tiempo que conocía el lugar que sería por siempre su hogar y su cárcel. Uruha lo tenía bastante claro, por muy señora de Kai que fuera, seguía teniendo en la frente el tatuaje que gritaba «rehén».

Las personas que encontraba a su paso le reverenciaban solemnemente como si del mismo rey se tratara, bueno, después de todo era la reina.

Pero no todas las personas se inclinaron ante él, la mujer que le salió al paso le miraba con severos ojos de odio.

«Altanera e insolente», pensó con enfado.

—Okata-sama —dijo la mujer con marcado tono mordaz—: le presento mis respetos.

—¿Cuál es tu nombre? —dijo, el enfado empezando a colarse en su pecho. Esa mujer que fingía presentarle su respeto ni siquiera le había reverenciado como debía y sus ojos grandes solo desprendían aversión.

—Sara —contestó con arrogancia. Uruha no pudo menos que barrerla con la mirada con el mismo desprecio que se mira algo desagradable. Sara no portaba un kimono tan ostentoso como el suyo, pero las telas que llevaba puestas era más finas que las que cualquier dama debía llevar en el palacio.

«¿Quién es esta mujer?» Se preguntó, la respuesta no tardó en llegarle.

»¡Oyakata-sama!

La mujer exclamó feliz. Uruha creyó que Kai reñiría a Sara por su insolencia pero no fue así. Kai recibió gustoso el abrazo de la mujer. Y, al parecer, murmuró algo —agradable— cerca de su oído porque Sara sonrió y asintió.

No era hermana del rey, eso lo sabía porque según la historia que le había contado su padre, los antiguos reyes solo tuvieron dos hijos, el mayor murió en batalla y, además, ese abrazo distaba mucho de ser fraternal. Era el abrazo de una mujer y un hombre, de una pareja, si bien no de amantes, si de compañeros de cama.

Uruha sintió la rabia creciendo en su interior. No, no eran celos, él no amaba al rey, ni siquiera lo conocía fuera de sus hazañas como el tigre de Kai. Sentía rabia por el poco respeto que le ofrecían; rabia porque por muy rehén que fuera seguía siendo la reina, y, por sobre todas las cosas, rabia por el evidente menosprecio que recibía.

La mujer se retiró y Uruha nunca se sintió tan humillado como entonces. Sara no solo no le había dirigido una leve inclinación sino que además besó con descaro a Kai y este no hizo nada para evitarlo. Con la mirada, la mujer le hizo saber que eso apenas empezaba.

—¿Quieres que te muestre el castillo? —preguntó Kai, Uruha asintió, ya sin ganas de conocer el lugar que por siempre seria su cárcel. 

 

Notas finales:

Y damas y señores de la corte de KAI eso ha sido todo por hoy. Si tienen alguna duda no duden en preguntar que se les responderá. Si tienen un consejo, es más que bienvenido. Y los tomates, en una cestita por favor xDD 
Entonces… para cuando les gustaría el próximo capítulo. Viernes, sábado o se esperan hasta la próxima semana. ¿Mañana? Ustedes dicen…
Etto… cuídense de los tigres con sonrisas amables, no son como los pintan. Aqui como vizualice a Aoi y Kai en la alianza matrimonial. 

***SPOILER***

— ¿Cómo planea darle un heredero a Oyakata-sama, si no es capaz de retenerlo más de una noche en sus aposentos?

—Parece que está bastante bien informado. —Dijo Uruha y una idea paso por su cabeza. Inconcebible, pero posible, quizás… — ¿Sera que Reita-dono está molesto, porque usted mismo no puede darle un heredero a mi señor? — dijo posesivamente, tal y como Reita lo hacía al hablar de Kai.

—Si he de ser sincero. Si.

—Eso es… 


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