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Solo para que lo sepas. por Hellouniverse

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Notas del capitulo:

Buenos días fellas, hoy día estoy madrugando especialmente para entregarles esta historia —mentira es solo que estoy aburrida y no quiero dormir aún—.

Hace mucho que no subía algo a esta página, y pues tenía muchas ganas, además como hoy día es 12/12/12 aproveche de subirla a ver si el cosmos me ayuda con la inspiración en general.

Solo eso, no hay ninguna advertencia, hasta ahora todo lo de abajo está libre de pecado alguno.

Si gustan, ¡lean!

Si me odiaron a primera vista... pues no lo hagan.

:((((

*editado* (percebes marinos! se me olvidó decir esto)

Cursiva: escritos del cuaderno de Emilio.

*fin*

I

Mírame

 

 

Míralo.

Toma su mano.

¿Acaso no ves como te está mirando desde su silla?

¿No te das cuenta que te necesita?

¿Por qué te haces el desconocido,

Cuando su amor es tan fuerte?

 

 

      ¿Por qué no me miras? ¡Hazlo! Estoy tratando de concentrar todas mis fuerzas en hacer que tus ojos se crucen con los míos. ¿Es acaso porque no soy tan tierno y lindo como esa chica de allá? Porque si es por eso, estos braquets que tengo puestos no serán para siempre y puedo mejorar, ¿o no es por eso? ¿Acaso es porque soy invisible? Porque literalmente paso tan desapercibido por todos que podría llegar a apostar que ninguno sabía mi nombre, ¿Es por eso? Porque, por qué otra cosa podría ser si no era eso.

 

      Supongo que debo estar loco por escribir estas cosas en mis cuadernos, por imaginarme millones de historias entre los dos; historias llenas de brisas cálidas, romance y nostalgia. Mírame. Aquí en mi cuaderno está escrito, mírame, ¿Qué puedo hacer para que lo hagas?

 

—Emi, reacciona —susurraste divertido mirándome a la cara—.  Si el profesor te ve de nuevo andando en las nubes ya sabes lo que pasará.

 

Te vi fijamente. Mírame. Nunca dejes de hacerlo.

 

—Sí, lo sé —te sonreí aunque verdaderamente no lo sintiera—.

 

      Y pues así era lo nuestro. Por más que me mirara él no podía verme, por más que él me hablara no podía conocerme. Lo veía claro, no es que yo fuera verdaderamente invisible, era solo que… para él yo lo era.

 

 

***

 

 

Caminaste a través de una tierra vacía, conocías el sendero como la palma de tu mano. Sentiste el aire debajo de tus pies, luego te sentaste cerca del río y te hizo completo.

 

Llegaste a través de un árbol caído, sentías como sus ramas te miraban.

¿Es este el lugar que solías amar? ¿Es este el lugar con el que soñabas?

 

 

      Tal como escribí en este cuaderno escuchando aquella canción de Keane, quería ir a un lugar que solo yo quisiera. Supongo que escribí estos versos dedicándomelos a mí: ¿Era este el lugar que solía amar? ¿El lugar de ser tu amigo y nada más que eso? ¿Es este el lugar con el que soñaba? ¿El mísero lugar que ocupaba en tu corazón?

 

      Tu corazón, siempre lo siento, pero no sé diferenciarlo de los demás. ¿Sientes tú el mío? ¿Sientes los deseos que tengo para que vengas y me acaricies? Quisiera sentirte a mi lado, que me hicieras compañía, que acariciaras suavemente mi cabello arrullándome. Deseaba sentir la llema de tus dedos deslizándose delicadamente por mi espalda hasta llegar a mi nuca, y que luego me susurraras al oído lo que más deseabas. Quería saberlo todo de ti, mis intenciones jamás han sido malas ni mucho menos lujuriosas. Me gustaría conocerte, ¿a ti no? ¿No te da curiosidad saber cómo eres? Porque a mí no me convence esa actitud tuya que entregas todos los días. ¿Quién era el verdadero tú? Sería genial acordar algún lugar y vernos, pero sería imposible. He andado por muchos lugares, por muchos años, pero no logro encontrarte, y es que nuestros mundos no eran iguales, pero el tiempo lamentablemente pasaba igual, por nosotros no iba a parar. El tiempo no esperaba a nadie.

 

      ¿Te gustaría? Fue lo que pensé antes de quedarme dormido, y es que últimamente he estado escribiendo cosas muy profundas y cursis en mi cuaderno.

 

 

***

 

 

Las luces se apagaron, te mostraron un mundo que no conocías, al cual nadie podía entrar, y nunca nadie lo haría, y este hermoso mundo era tu mente. Nadie entraría, te gustaba ser una persona egoísta.

 

 

      “No los dejes entrar, no lo hagas, no los dejes” Susurraba una voz al son que abría mis ojos. Contemplé mí alrededor; el sol reflejado en mis cortinas verdes hacía que la habitación se viera hermosa y vivaz, lo que sinceramente me daba ganas de levantarme, pero no me quitaba el sueño.

 

      Mis sentimientos eran raros, ni yo me entendía. A veces leía mis notas y las encontraba tan, pero tan patéticas que me daban ganas que quemar la libreta y pegarme un tiro, pero por alguna desconocida razón nunca lo hacía, y así me sentía libre, de alguna manera gracias a estos versos mi alma se sentía más liberada.

 

      Pero bueno, creo que mi alma se volvió a sentir intimidada cuando sonó la tercera alarma que había puesto para levantarme y es que solía tener el sueño bastante pesado. Eran las seis con cincuenta minutos, mi última oportunidad para pararme de la cama y llegar a una hora decente a mi escuela. Me paré —aplausos— y comencé por ponerme mi uniforme. Rebusqué por todos los rincones de mi habitación hasta que encontré mis “preciados” pantalones de tela gris. Enseguida me los coloqué, luego me puse una polera de mangas cortas azul marino, un polerón estilo canguro del mismo color, para después culminar todo con mis zapatillas.

 

      Estaba ya casi en la hora, así que corrí a lavarme los dientes, arreglarme un poco el cabello, agarrar mi bolso y salir hecho un correcaminos hacia la escuela.

 

      Como habrán leído en los párrafos del principio me gustaba relatar lo que siento muy dramática y exageradamente, yéndome literalmente al espacio so high. Me gustaba narrar en tercera persona y también me gustaba llamarme Emil ya que odiaba mi asqueroso nombre. Emilio San Martín definitivamente no era el nombre de un protagonista de su propio cuento, más bien era un nombre tan anticuado como esas novelas policiacas de los setentas, pero como soy considerado con mis orígenes, decidí no dejarlo de lado completamente, por lo que me hice llamar Emil. No estaba demás decir que yo era el único que me llamaba así.

 

      Me subí al subterráneo, me coloqué mis audífonos  y deje de relatar mi vida por unos cuantos minutos —treinta específicamente—.

 

      “Estación M. Montt, línea uno, siete con cincuenta minutos” Esos fueron mis apuntes mentales al llegar a mi sala de clases. Entré, salude a mis amigos, a los conocidos y a los no tan conocidos también y me senté. Las clases de esa mañana fueron normales, y por normales me refería a aburridas, pero de todas formas me gustaba que fueran así… así sentía que no me perdía de nada muy importante.

 

      En las clases de matemáticas siempre me acordaba de ti, pensaba en qué estarías haciendo; si durmiendo, prestando atención o haciendo una mientras fingías la otra. Pensé en todo eso y más, hasta que algo cambió; la profesora había comenzado a hablar de un matemático griego y la clase de volvió inhumanamente más aburrida, pero gracias a eso una idea llegó a mi cabeza.

 

      ¿Qué pasaría, si por accidente dejara este asqueroso cuaderno en tu banco? Este no tendría ni nombre ni ninguna marca que lo hiciera poseedor de algún dueño —además de mi caligrafía y tu nombre, claro—. Me enamoré de la idea, e incluso creí que si tú, sí, tú, recogieras este cuaderno sabrías reconocer de quien verdaderamente era. Confiaba en ti y en el destino.

 

      Matemáticas terminó y el receso comenzó. Nadie hizo nada muy importante en ese descanso, además de dormir y comer. Lenguaje llegó, receso, historia, almuerzo. Comida, risas, más comida, anécdotas, bromas, y finalmente la salida. Por fin había llegado. Salí, me escondí en uno de los pasillos y esperé a que todos los de mi clase se fueran. Cuando ya pude divisar que nadie estaba en los alrededores, avancé lentamente hacia la puerta con el cuaderno entre mis brazos. Finalmente llegue a mi tan ansiada sala y no había nadie, ni siquiera estaban los tipos del aseo. Que día más perfecto, esto haría historia, pensé. Deposité suavemente el cuaderno sobre su mesa y lo mire por unos segundos. Era de un simple color verde, y tenía un disimulado cartelote que decía “léeme” al más puro estilo de Alicia en el país de las maravillas. Me alejé corriendo, esperando a que llegara el día de mañana para que por fin recogieras mi secreto e hicieras uno de mis delirios posible.

 

      En casa todo estaba como todo los días. Papá y mamá trabajaban como cualquier ser humano común, mientras mi hermano estaba literalmente echado en el sofá viendo un anime. Me encontraba realmente cansado por lo que me senté junto a él a ver dichosa serie —que según él era muy buena—.

 

      Daniel San Martín era como un chico común. Era mi holograma viviente, mi antítesis, mi hermano. Éramos gemelos, pero gracias a mis considerados padres que no nos colocaron los mismos atuendos en nuestras infancias, ahora gozábamos de personalidades completamente distintas, aunque lamentablemente no podía decir lo mismo de nuestra apariencia. Éramos idénticos. Ambos teníamos el mismo pelo castaño caoba y los mismos ojos verde jade. Ambos éramos bastante guapos, teníamos el mismo corte de cabello y Jesús, ¡teníamos hasta las mismas expresiones! Lo único que podía a ayudar a diferenciarnos eran nuestros uniformes, el broche que usaba yo en el cabello, y ah, el hecho de que… ¡él era unos centímetros más alto que yo! Y eso que yo era mayor, maldición.

 

      La tarde se pasó rapidísima y no me di ni cuenta cuando ya eran las nueve de la noche. La serie ya iba como en el capítulo veinte desde que llegué y Daniel estaba completamente dormido a mi lado. Me levanté con cuidado para ir a preparar algo de comer. Siempre era yo el que preparaba todas nuestras comidas y no me molestaba para nada, amaba cocinar de hecho, además no quería morir envenenado por mi hermano —el cual cocinaba horrible—. En cambio yo, no digamos que era un genio en la cocina, aún no sabía cómo hacer muchas cosas, pero en las pocas que sabía hacer era bastante perfeccionista y prolijo.

 

      Esa tarde decidí hacer pasta para la cena, nada fuera de lo común. Cocí los fideos cuidadosamente y me preocupe de que la salsa bolognesa quedara sabrosa. Creo que me habré demorado al menos unos 20 minutos, esa fue una comida bastante rápida para mí.

 

—Daniel, ¡Despierta! —grité desde la cocina mientras prendía las luces del living-comedor.

—Mhm ya… —gimoteó—. ¿Qué es ese olor, Emi? —preguntó curioso—.

—La comida, ¡Y no me digas Emi! —protesté—.

— ¿Y qué clase de comida, Emi? —repitió—.

 

Suspiré cansado.

 

—Eso no importa, solo ven, pon la mesa y come

 

      Al parecer mi suspiro cansador lo hizo reaccionar y moverse.  La cena estuvo bastante buena, y es que yo mismo era el fan número uno de mi cocina —mi hermano era el fan número dos—. Por eso no sé por qué preguntaba qué había para comer, si sabía que como lo había hecho yo debía estar exquisito —Whoa, que egocéntrico, pero sí—. Finalmente todo acabó y cada uno se fue a su habitación. Éramos bastante unidos, pero también amábamos nuestra privacidad como todas las personas.

 

      Cuando llegué a mi habitación, entré, cerré la puerta y solté un gran suspiro y es que estaba demasiado nervioso por lo del asunto del cuaderno. Ustedes pueden preguntarse: ¿Qué pasaría si alguien llega primero que él y toma el cuaderno? Pues verán, la cosa es sencilla… como él era el que vivía más lejos de la escuela, siempre era el que llegaba primero —y espero que así sea, dios—.

 

      Estuve unas horas en mi computador jugando, hasta que me percaté de la hora para ver que  ya eran las más de las dos de la mañana, ¡mierda! Apagué rápidamente el aparato y me acosté. Ahora me quedaban exactamente cuatro horas y media para dormir —de solo pensarlo me daban ganas de morir—.

 

      Esa noche soñé algo especial, soñé que efectivamente encontrabas el cuaderno, pero en vez de creer que era mío, pensaste que era de mi hermano. ¿Cómo podría ser de él? ¿Cómo podrías equivocarte si te escribí toda mi alma en él? Quizás a veces esperaba mucho de ti, o mucho del destino. No me rompas el corazón por favor, ¿no ves que lo tienes colgando de un hilo?

 

      Creo que ese había sido uno de los sueños más cortos de mi vida.

 

      La mañana llegó tan rápida como siempre —lágrimas— y tuve que hacer la misma rutina de todos los días junto a mi hermano. Levantarse, lavarse o bañarse si era necesario, vestirse, caminar como zombie hacia el comedor para comer la primera cosa que viéramos en el refrigerador, sentarnos, ver un rato la televisión y luego irnos. Antes todos los días nos íbamos juntos, pero luego llegamos al consenso de que cada uno se iría por su cuenta, ya que los reclamos de tener que esperar al otro eran mutuos, así que para que no peleáramos se creó esa regla. Esta vez mi hermano salió primero que yo porque a mí se me había perdido un zapato, ¡menudo zapato imbécil! Sí, ahora todos mis problemas recaían en un simple zapato. Lastimosamente cuando lo encontré ya eran las siete y media de la mañana… y me demoraba treinta minutos en llegar a mi escuela, ¡genial!, llegaría tarde… otra vez.

 

      Salí corriendo de mi casa, solo me faltaba la tostada en la boca para parecer una bishojo en apuros. Tomé el subterráneo, escuché música, pero no me pude relajar del todo. Al final llegué y supe que oficialmente había llegado tarde por la gran cantidad de chicos que esperaban ser anotados por la rectora. Oh la rectora, aquella mujer que te miraba buscándote algún defecto que criticarte, o al menos sentía que así era conmigo. Tuve que esperar unos minutos para encararla.

 

—Así que de nuevo tarde, San Martín, ¿Acaso su reloj se quedó dormido con usted? —preguntó burlesca—.

—Así parece —respondí de la misma manera—.

—Responda con cuidado, no sea irrespetuoso y abróchese esos cordones —espetó anotándome en su hoja de atrasos—.

—Sí, como sea —susurré atándome los dichosos cordones—.

—Y que sea la última vez —me advirtió—.

—Apueste a que no —contesté con una sonrisa—.

 

      No le di tiempo ni de responder puesto que me fui de su lado hecho un rayo.

 

      ¡Estaba demasiado nervioso! Como había llegado tarde no podía entrar hasta el segundo bloque, el cual empezaba en media hora. ¿Habrá visto el cuaderno? ¿Lo habrá leído? O… o… o quizás lo fue a dejar a los objetos perdidos, pero… el cuaderno tenía algo bastante peculiar que lo hacía llamativo, y este algo era el patético papel de “léeme” que le había pegado en la tapa. Tuve que estar sentado esperando como un tonto junto a los otros atrasados hasta que tocaran el timbre. Cuando este sonó, agarré todas mis cosas y me fui rápidamente a mi sala.

 

      Ahora me encontraba parado afuera de ella, mirando la puerta fijamente muerto de miedo. ¿Qué me imaginaba? Entrar, que la profesora estuviera dando su clase, que me pidiera mi pase, para luego girarme lentamente a mirarlo a él y verlo aún consternado. De alguna forma quería que mis escritos movieran su mundo, que aunque no supiera quien rayos lo había escrito, quería que supiera que había alguien aquí afuera velando por él.

 

      Iba a tocar la puerta, pero antes de eso alguien me tocó el hombro haciéndome desistir de mi acción.

 

—Emi, emmm, ayer encontré este cuaderno en mi mesa, supe que era tuyo por tu caligrafía, y eh… —murmuraba nervioso, se notaba que había estado corriendo—. Lamento que haya caído en manos equivocadas, ¡Lo siento! —alzó la voz avergonzado.

 

¿Qué?

 

—Ayer cuando iba camino al subterráneo me acordé de que había olvidado un libro, y resulta que cuando volví un extraño cuaderno estaba sobre mi mesa, en el cual había un letrero que decía “léeme”. No pude evitar leer unas cuantas hojas, pensé que era para mí, lo siento… —Decía y decía sin parar—.

 

Mierda… ¡mierda!

 

—… Aunque no vayas a pensar que soy un bocón, eh… No pienso decirle nada a Dante —Sentenció finalmente—.

 

      Mis piernas empezaron a temblar al igual que mis manos, esto no podía estar pasando, yo había escrito mi corazón en ese puto cuaderno, ¡no era solo una carta de amor de colegiala!

 

 

Notas finales:

Y bueno, eso es todo, si puedo subiré todos los miercoles —eso no me lo creo ni yo, pero lo intentaré xD.

Obviamente subiré otro capítulo si esta historia obtiene algún review porque si no lo borraré y lloraré en una esquina de mi habitación :(((

Nunca me gusta hacerme de rogar por los reviews, pero gat dammit son tan necesarios, necesito saber su opinión, si no ¿Cual es la gracia de subir la historia? Es como un hipster sin su cámara. Impossible.

Adiosito :333

 


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