Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Solo para que lo sepas. por Hellouniverse

[Reviews - 47]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

hello a todos, amigos! hoy día subo bastante temprano porque resulta que mañana como evento inédito tendré vida social así que no sé a qué hora volveré exactamente por lo que quise adelantarme (:

quiero agradecer los reviews y es que jesus fucking christ me encanta cuando dejan comentarios que se nota que los hicieron con sus kokoros, de verdad gracias. Ay no ya me emociono, es que hace tanto que no subía historias que recibir esos reviews alegraron mi vida *coro de ángeles*

ahora los que quieran pueden proceder a leer, contaminen sus mentes y eso...

  • Si quieres puedes leer
  • Si no quieres, DONT H4T3 M3 CUZ 1M 4W3SOM3

pd: cursiva son los escritos de Emilito.

II

El chico más guay.

 

     

      No tuvieron que pasar muchos segundos para que me derrumbara por completo. Podían creer que exageraba, —y era cierto—, ¡pero es que ustedes no entendían! Yo había escrito mis más profundos pensamientos en ese maldito cuaderno. Meses, días, horas y minutos escribiendo cosas de él, para que finalmente todo fuese revelado a un chico que apenas conocía en vez de ÉL. Lo siguiente que pasó no es una historia muy linda de contar puesto que inevitablemente las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas.

 

—Emi… Emilio, ay no —musitó asustado el chico—.

 

      Tantos días, ¡tanto esfuerzo para nada! Claro, ustedes podrían decir ¿Y por qué no te olvidas de esto y vuelves a dejar el cuaderno en su mesa? ¡Pues no! Ya no quería, y es que nadie entendía la seriedad de lo que sentía. ¿Qué pasaría si otro chico más recogía el cuaderno? Se transformaría en la noticia del año, todos se burlarían y Dante comenzaría a sentirse acosado por mí. Además yo había sido el idiota de la idea del año, eso bajaba bastante mi reputación.

 

      No sé cuando pasó, o quizás estaba inmerso en otro planeta, pero la cosa es que mis sollozos se alzaron de forma creciente hasta ser alcanzados por mi preocupada profesora que abrió rápidamente la puerta para ver qué pasaba. Ahí estábamos el chico sin nombre y yo. Se formó un silencio inmenso que abarcó tanto a la clase como a nosotros tres. Antes de que la profesora pudiera preguntar cualquier cosa, levanté levemente la cabeza y alcancé a vislumbrarlo. Este solo se encontraba mirando preocupado la situación, desde aquí podía ver cómo me miraba con sus ojos, como si quisiera venir a ayudarme. ¡Soy un imbécil! ¿Cómo se me pudo ocurrir semejante idea de mostrarle el cuaderno? ¿Cómo podría destruir sus ilusiones por mí? Y es que todos hablaban tan fácilmente de confesarse, de dejar pasar la amistad para dar rienda suelta al amor, pero no era tan fácil, ¡que me parta un rayo si no era así!

 

      Frases como “Atrévete” o “Confiésate, no tienes nada que perder” valían menos que un peso para mí. ¿Nada que perder? ¿Perdón? ¿Acaso no era suficiente perder la confianza de esa persona? Porque vamos, nadie reacciona tan neutral frente a una confesión. Claro, todos creían que era tan fácil como: “Si no te gusto, podemos seguir siendo amigos” y aquí no ha pasado nada y todos felices. ¡Felices, las pelotas! La verdad es que después todo se volvía incómodo y claro, ¿Cómo no estar incomodo? Si se supone que estás compartiendo con la supuesta persona que te confesó su amor. Yo no quería destruir mi lazo con Dante. A pesar de que entre los hombres era más fácil sembrar la amistad, también era más fácil destruirla con un “me gustas” y es que éramos tan simples que para nosotros no existía algo como “no importa, te quiero de todas maneras” sino “Ugh te gusto, aléjate” o “¿Te gusto? ¡Oh mierda ahora debo correr!

 

      Todo se sentía tan difícil para mí y es que al ser ya un homosexual aceptado me daba hasta un sentimiento de culpa enamorarme. Para mí ya eran pocas las probabilidades de encontrar un amor natural o sorpresivo, ya hasta casi parecía que para encontrar pareja debía ir a una marcha o bar gay o quizás nada de lo que yo decía era verdad y el único que nunca había podido encontrar una pareja era yo. No piensen que yo hablo por hablar, ya que todo lo que estoy diciendo son mis experiencias. En mis dieciséis —casi diecisiete— años ya había tenido dos parejas estables y amorosas, pero mis relaciones no habían sido de lo más lindo. El primero se enamoró de una chica y me pidió perdón casi de rodillas, con ese chico habíamos estado casi un año, era agradable pensar que al menos él pensó en mis sentimientos. Con mi último novio fue todo lo contrario, creo que hasta pensaba más en masturbarse que en mí. Fue la típica relación de gay-heterosexual curioso, donde él creyó tener sentimientos por mí, pero finalmente fue todo lo contrario. El me destruyó por completo. Solía decirme que nadie se enamoraría de mi, que las personas como yo nunca triunfarían en este mundo y que irremediablemente me terminaría enamorando de una mujer porque eso era lo natural. Miles de veces quiso excusar nuestros besos en supuestas calenturas y hasta decía que aún no botaba porque yo le daba pena. Me hizo llorar cientos de veces, me costó mucho recuperar mi autoestima después de ese episodio. Yo solo quería a alguien en quien apoyarme. Es cierto que a veces —casi siempre— soy bastante llorón, quizás tenía toda la apariencia de débil y pasivo, pero lo era en la misma cantidad que casi todos los humanos. Como todos solo quería a alguien que me abrazara cuando no supiera qué hacer, alguien donde apoyarme cuando sintiera que mi mundo se caía a pedazos o tal vez solo quería a alguien que me dijera “Que te vaya bien mañana”, pero claro, ¿Qué podía saber un mocoso de dieciséis años del amor? ¿Qué acaso no me bastaba con el saludo de mis padres?

 

 

Preferiría morir que admitir que no sé

No lo sé, ¡No lo sé!

Pero tu preferirías estar solo antes de

 Admitir que te equivocaste…

 

 

      Me daba miedo, me daba tanto miedo que Dante me rechazara, que ya no quisiera verme o aún peor, tenía miedo de que se alejara lentamente, haciéndolo casi parecer normal.

 

      Aún podía verlo, él me miraba con su carita tan inocente, ¡¿Cómo podría yo destruir aquel rostro con mis deseos internos?! ¿Cómo podría hacer pasar por esa incomodidad a un amigo? Y lo peor y más patético es que ni siquiera se lo iba a decir a la cara, tan solo le iba a mandar un estúpido cuaderno que ni siquiera tenía mi nombre. ¿Cómo pude tener una idea tan idiota? Ah claro… lo olvidaba, los idiotas tienen ideas idiotas.

 

— ¿Qué le pasa a Emilio, Valentín? —preguntó preocupada la profesora, sacándose sus lentes

—E-es un asunto personal de él, ¿puedo acompañarlo al baño? —contestó nervioso—.

—Sí, claro, quédate con él hasta que esté bien, yo me preocupare de ponerlos presentes en el libro —musitó aún preocupada, y es que yo lloraba a lágrima viva—.

 

      La profesora nos cerró la puerta y lo primero que hizo el tal Valentín fue acompañarme al baño a calmarme o no sé, a lavarme la cara llena de mocos al menos. Una vez allí, me soné, lave mi rostro y pude calmarme tan solo un poco. Las lágrimas cesaron, pero mi corazón humillado se sentía aún peor.

 

—Perdóname —dijo muy apenado— Yo… lo dije de una manera tan superficial, que olvidé que tus sentimientos podían ser serios

 

      Lo mire fijamente, me demoré al menos unos treinta segundos en responderle.

 

—Cállate y no digas más, ¿sí? —susurré triste—. No soy tan imbécil, sé que no fue tu culpa, ¿Cómo podría serla? Si todo lo causé yo —dije con la voz quebrada

—No, ¡no digas eso! Yo… yo no le diré nada, ¿Cómo podría decirle algo como eso?

— ¡No es eso, idiota! ¿Qué no te das cuenta? Leíste el cuaderno de mis sentimientos más profundos, más secretos, no solo leíste una tonta declaración de amor, ¡leíste mi corazón! Un chico que apenas y conozco resulta que ahora sabe todo de mi —sollocé frustrado—.

—Pero ya no sé qué hacer, ¿Qué quieres que hiciera? El cuaderno estaba en mi mesa, este mismo decía “léeme”, lo leí y supe inmediatamente que era tuyo, me siento atrás de ti, sé reconocer tu caligrafía. En un momento pensé que era para mí, ¡lo siento! ¿Qué querías que hiciera? Al momento de leer el nombre “Dante” supe que el cuaderno había tomado un destino equivocado, pero eso fue ya después de unas páginas y no sé qué hacer, no puedo borrar aquellas palabras de mi mente, me hubiese encantado que esto jamás hubiese sucedido, pero pasó, ¡En verdad lo siento! —Vociferó desesperado—.

 

      Me quedé en silencio al menos unos minutos. Valentín no me había dicho nada que no supiera, y eso era lo que más me dolía. ¿Qué podía hacer él? ¡Yo fui el idiota iluso! Todo hubiese sido tan distinto si como la gente normal me hubiese confesado cara a cara, pero no, Emilio tenía que dejar su marca personal del chico más imbécil, patético y llorón del colegio. ¿Recuerdan cuando mencioné eso de “recuperar mi autoestima”? Pues no la he recuperado del todo.

 

— ¿Te has enamorado alguna vez? —le pregunté ya más tranquilo—. Y te hablo de enamoramiento, no de atracción o calentura…

 

Este negó lentamente con su cabeza.

 

—Ojala que aquella persona que quieras te corresponda, se siente horrible querer a alguien y no poder acercársele, tenerla tan cerca y a la vez tan lejos… puede sonar cursi, pero tiene sentido. Dante y yo hemos sido amigos desde nuestro primer año aquí, él me habló el primer día de clases cuando yo aún no conocía a nadie, no podría decirte que me enamoré a primera vista de él, aunque su forma de ser si logró enamorarme en solo unos meses, pero me di cuenta de que Dante era solo mi amigo, y que él lamentablemente no estaba enamorado de mi. Me hubiese encantado que él pensara de la misma manera, pero las cosas que pasan aquí en la tierra no toman el mismo curso que en mis hojas…

 

Mi voz comenzó a quebrarse nuevamente y mis ojos se aguaron.

 

—Todo es tan fácil para ti porque tu solo lo leíste, no lo sentiste. No estás parado aquí avergonzándote frente a un chico que ni siquiera conoces…

 

      Creo que ya nada más fue necesario de decir, tan solo quería que alguien estuviera a mi lado en silencio y Valentín lo entendió, pero no como lo hubiese querido. De la nada y sin esperarlo éste me abrazó fuertemente, fue uno de esos abrazos apretujados llenos de apoyo. Una luz brilló en mí, pero no duró nada en apagarse. Las lágrimas volvieron a aparecer y a correr con más calma por mis mejillas. Ya no sabía si lloraba porque mi tonto cuaderno no llegó a los brazos mi príncipe azul, por mis malditos recuerdos o por toda la humillación que estaba enfrentando. Valentín no dejaba de abrazarme, y sentía que podía llorar sin restricciones, sentía que podía llorar todas mis frustraciones. De repente el chico también empezó a hacerme cariño en el pelo. Reí internamente. Yo pensaba que a todas las personas les constaba consolar a otras, pero mientras unas no tenían idea qué hacer, otras lo sabían de memoria.

 

— ¿Estás mejor? —preguntó suavemente limpiando mis lágrimas con sus dedos—.

 

Asentí anonadado.

 

— ¿Sabes, Emilio? Creo que te entiendo…

— ¿Qué cosa? —pregunté extrañado

—Eso que dijiste del enamoramiento —repitió con una sonrisa—. Por eso, quiero ayudarte. No cualquier chico llora en frente de otro, y no cualquier chico lo consuela. Somos unos desconocidos, pero compartimos un sentimiento, la vergüenza. Sé que tus sentimientos son verdaderos, por eso quiero apoyarte y ayudarte para que te declares a Dante

 

Le iba a replicar pero no me dejó.

 

—Podría decir “te ayudare a que se enamore de ti” pero no me parecería correcto. ¿Tú no quieres forzar las cosas, cierto? Tú solo quieres hacerle saber tus sentimientos y que él decida, ¿no? Por eso, déjame ayudarte.

 

Se veía tan inocente y entusiasmado, que no pude decirle que no.

 

—Está bien, eres parte del problema así que más te vale a ayudarme a solucionarlo, además… ya no hay nada más que pueda perder, eres el que más me conoce ahora —bufé en una burla—.

—Por cierto, soy Valentín —dijo algo avergonzado— Aunque creo que ya lo sabías, pero… sería bueno presentarme correctamente

—Sí —asentí—. Yo soy Emilio.

—Sí, lo sé, E-M-I-L —deletreó riéndose

 

      Me sonrojé al menos un poco. Se me había olvidado que como él había leído mi cuaderno ahora sabía cómo me hacía llamar, ¡Ay dios! ¡Maldito el día en que escribí ese cuaderno!

 

— ¿Quieres ir a la sala? —consultó—.

—Sí, a pesar de que no sé con qué cara lo miraré —lloriqueé abatido

—Pues con la misma que traes todos los días y, ¿Qué podrías decirle sobre tu llanto?

—No sé, quizás le diga que solo son problemas familiares

—Está bien, Emil

— ¿Seguirás molestándome con eso? —dudé, cansado—.

—Sí —respondió en una risita—.

 

      Valentín era un chico bastante común al igual que mi hermano. Tenía el pelo corto, más o menos a la altura de las orejas y de un color castaño claro, casi miel, al igual que sus ojos. Era alto, muy alto, tanto así que yo apenas y le llegaba a su barbilla, pero bueno, no sé a dónde más quería llegarle si apenas media uno sesenta y cinco al lado de su metro ochenta. Era bastante ordenado, pero no nerd, no sabría cómo decirlo, era más como pacífico, no le gustaba discutir con nadie y nunca he visto que se lleve mal con alguien tampoco. Otro rasgo importante de él eran los lentes de marco negro que tenía que ocupar todo del tiempo.

 

— ¿Qué tan mal ves como para usar lentes siempre? —pregunté de la nada, caminando hacia la sala—.

—Pues —dudó pensando— Si me los saco veo toda tu cara borrosa

—Que mal, ¿y desde cuándo?

—Desde que era un niño, ya estoy totalmente acostumbrado

— ¿Y nunca has usado lentes de contacto?

—Pues no, nunca y no sé por qué, supongo que no me molesta llevar estos lentes —aseveró  divertido—. Me hacen ver incluso más inteligente para las chicas

 

Reí por unos minutos.

 

—Parece que tu uniforme viene en el pack también, ¿o no? —me burlé mirándolo—.

 

      Y es que el siempre era demasiado formal. Usaba la clásica camisa con su corbata a medio cerrar en vez de ocupar la polera como lo hacía yo. También ocupaba el blazer azul marino del colegio, y es que se veía tan ordenadito y limpiecito, era igual a los tipos “megane” de las series que veíamos con mi hermano, siempre ordenados y serios.

 

—No es que yo venga demasiado ordenado, es que tú vienes como se te antoja. Mira esas zapatillas, esos no son los zapatos de la institución —dijo sarcásticamente, a lo que volví a reír—.

—Al parecer no —contesté—.

 

      Finalmente llegamos a la puerta, al mismo punto donde habíamos comenzado. Valentín y yo nos miramos, él me veía con una sonrisa sincera, tratando de aminorar mis nervios por verle la cara a Dante y es que moría de la vergüenza. Luego de estar parados afuera unos segundos, decidimos entrar y enfrentarnos a la situación.

 

      Una vez dentro pude ver los rostros de todos. Dante al parecer estaba concentrado en unos ejercicios, pero cuando escuchó la puerta cerrarse luego de que entramos levantó la cabeza para encontrarse con mis temerosos ojos. Me miró con la misma preocupación de antes, y ahora si que podía sentir el montón de preguntas que se me vendrían encima por su parte.

 

      La profesora me preguntó cómo estaba y luego nos mandó a sentarnos, creo que fue la primera vez que no quería que la clase terminara, y es que no quería enfrentar a Dante, aunque solo me hiciera una mínima pregunta, no quería mirarlo a los ojos. Además, Dante no era un chico idiota, el sospecharía inmediatamente que todo mi drama tendría algo que ver con él. Bueno, como el tiempo lo predijo, la clase terminó y dio paso al receso. Mire a Valentín como queriendo buscar ayuda, pero él solo me hizo unas señas y se fue de la sala, al igual que todos menos Dante y yo.

 

— ¿Me vas a decir qué te paso? —preguntó preocupado

—Nada importante, solo problemas míos —contesté desviando la mirada

— ¿Nada importante? Emilio, ¡llorabas como una maría allá afuera! —exclamó—. Y de verdad estoy preocupado, nunca te había visto llorar así, tan desesperado.

—Hay muchas cosas que no sabes y no has visto de mí

—Lo sé, pero… —suspiró frustrado— Como tu amigo espero que al menos me cuentes lo que te pasa. Tú realmente te aíslas solo y no piensas en cómo me sentiré yo

 

      Créeme, siempre pienso en cómo te sentirás.

 

—No quiero aproblemarte, ¡Lo siento!

—Jamás me molestarías. Imagínate si yo llegara llorando así un día, ¿Qué pensarías tú? ¡Lo obvio! Querrías saber qué me pasa, querrías ayudarme, consolarme, o al menos eso espero, así que por favor, ¡Déjame ayudarte!

 

      Por favor Dante, no me hables más, no entiendes nada, ¡nadie entiende nada! ¿Cómo podría mirarte a los ojos? ¿Cómo podría contarte mis problemas? ¿Cómo podría abrirte mi corazón? Si todos mis problemas eran causados por ti. ¿Eso era lo que querías que te dijera? Pues te lo digo, me traes loco. Ya no me gustas, al contrario, estoy completamente enamorado de ti, de tu físico, de tu personalidad, de todo, y no sé qué hacer para pararlo.

 

—Lo siento, Dan, pero esta vez no quiero que me ayudes, lo digo enserio —dije triste

—Bah, allá tú —bufó molesto— Allá tú cuando me necesites y no me encuentres —gritó saliendo de la sala.

 

Y ahora yo estaba aquí… solo.

 

      No sabía qué hacer, desearía que llegara un ángel y me ayudara, pero creo que un ángel debe tener asuntos más importantes que venir a consolar a un chico. Yo sabía que esto pasaría, y es que Dante solía ser bastante impulsivo al principio, por lo que siempre que peleábamos el que se quedaba cabizbajo todo el tiempo era yo. Mi vida era un desastre: estaba enamorado de mi amigo, escribía cursilerías en cuadernos estúpidos, tenía las ideas más tontas del planeta, no sabía considerar los riesgos, me dejaba consolar por desconocidos, veía anime toda la tarde… ¡Mi vida era asquerosa!

 

—Maldito día. Dante, ¡Te odio!

 

      Grité lo más fuerte que pude, sin importarme si había alguien cerca para oírlo. Pasaron los minutos y el receso terminó, todo después fue relajado, cotidiano, nada nuevo, hasta que llegó la salida y antes de poder cruzar la puerta para irme el rubio me interceptó.

 

 

“— ¿De verdad me odias? —preguntó dolido— Porque yo todo lo contrario.

 

Y dicho esto, de la nada agarró mi rostro con sus suaves manos y depositó un delicado pero fugaz beso en mis labios.”

 

 

      ¡Já! Me hubiese encantado que eso hubiera pasado, pero no. Me encontré con Dante a la salida, sí, pero no pasó lo que yo hubiese deseado.

 

—De verdad me odias, ¿tan poco significo para ti? —cuestionó dolido—. Dime, yo… no soy orgulloso, dime en qué me estoy equivocando, dime qué estoy haciendo mal y lo dejaré de hacer, pero por favor no me odies más —expuso desesperado—.

—Yo… yo no te odio —susurré arrepentido—. Yo… he tenido tantos problemas en mi casa y conmigo mismo que a veces pierdo la cabeza y me enfado con el primero que se me cruza. De cierta forma me enoja saber que no me ayudas, pero también me enoja más saber que tampoco hay nada que puedas hacer

— ¿De verdad no hay nada en lo que pueda ayudar? —preguntó

 

Lo pensé por unos segundos. Había algo que solo él y nadie más que él podía hacer.

 

—Podrías darme uno de esos abrazos con los que me asfixias, ¿puedes? —consulté con una suave sonrisa—.

 

El solo rió radiante.

 

—Claro, ¡Mis abrazos siempre están disponibles! —vociferó con una sonrisa de oreja a oreja.

 

      En ese momento me hubiese encantado largarme a llorar otra vez, ¿Por qué tenías que ser tan dulce conmigo? ¿Por qué no podías ser el chico malo del cuento? Así algún día me daría cuenta de que no valías la pena, pero lamentablemente eras todo lo contrario. Un chico dulce y algo tonto, que a pesar de dárselas de rebelde y extravagante solo eras un chico común, y todos lo sabían, pero tenías algo especial, y eso especial que tenías era el lugar que ocupabas en mi corazón, porque en él jamás serías uno más del montón, en él eras mi uno en un millón. Mi corazón ya no latía con otra esencia que no fuera la tuya.

 

 

Definitivamente en este mundo existía una gran cantidad de personas.

Personas que sabían consolar a los desesperados, personas cobardes,

personas que con solo un abrazo remecían el mundo de otra,

personas comunes y corrientes, sin súper poderes, aburridas y esperanzadas.

Solo personas.

Personas que me encantaban.

Personas como tú.

 

 

Notas finales:

y eso fue todo, incluso está más largo porque me fui en la volá (o me extendí demasiado) cuando lo corregí.

si quieren pueden dejar reviews, si les da flojera aléjense de aquí yo QUIERO 5000 COMENTARIOS O NO HAY MÁS HISTORIA. THE END.

bueno, si algo les confunde de mi historia (dammit siempre alguien se confunde) pueden preguntar en el sagrado cuadrado de abajo sino morirán el viernes con la duda en sus cabecitas.

Adiosito!! y lo de los reviews no era cierto

(Espero que en serio nadie lo haya creido)

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).