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Solo para que lo sepas. por Hellouniverse

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Notas del capitulo:

Feliz año nuevo!!!!!

Espero que sus nuevos años esten llenos de alegría y diversión, a pesar de que para mi solo ha sido un día más, sinceramente no creo en eso de "año nuevo vida nueva" solo ha pasado un día desde el 31 god dammit, pero aún así felices fiestas (:

Si alguien esperó la actualización de la semana pasada solo puedo pedir perdón y es que llegó el 24 de dic y santa me  dejó un regalo bastante especial... "Hija, ya no hay internet, nos lo cortaron" y omg ahora recién un tío me prestó como un dispositivo de internet móvil porque no sé para cuando tendre mi internet :( *cries*

Pero bueno, la cosa es que en esos días aproveche de escribir, así que ya la otra semana si tengo internet subo puntual a una hora decente como lo estoy haciendo ahora yey /o/

Recuerden que la cursiva son los escritos de Emilito, y espero que nadie se haya olvidado de esta historia jesús xD 

III

Felipe, el simpático.

 

 

      Después de ese acontecimiento tan mágico el día pasó para dar paso a otro igual que el anterior. La mañana resplandecía como siempre y es que estábamos en pleno verano. Me gustaba el verano, amaba el sol, amaba levantarme en las mañanas con el sol en mi ventana, sentía que esa abrasadora calidez que se esparcía en mi corazón me daba fuerzas, aunque odiaba tener que sentir los olores de otras personas, verlos a todos sudados y cansados, pero bueno, no siempre se podía amar algo completamente.

 

      La escuela en esta época también era bastante corriente. Habían chicos sociables, chicos tímidos, chicos heterosexuales hasta la médula y chicos como yo, homosexuales. Sí, era una escuela de puros chicos y es que por esta zona solo los había de un solo género, aunque eso para mis amigos heterosexuales no era un gran problema puesto que había un colegio solo de mujeres a unas cuantas cuadras de aquí. Así éramos todos felices creo yo. Los días aquí se pasaban bastante tranquilos, me gustaba mucho el ambiente además de las personas.

 

      Era jueves y las horas comenzaron a pasar rápidamente hasta cuando ya era el almuerzo. Fui con algunos amigos a la cafetería, todo siempre en un ambiente muy grato. Yo creía ser una persona bastante sociable, pero no por eso tenía muchos amigos, todo lo contrario. Me hubiese encantado ir a comer con Dante, pero él también tenía sus amigos, al igual que Valentín que también se le veía divertido riéndose con unos chicos de por allá. A veces los veía a todos tan felices, que a pesar de que me encantara la felicidad, irremediablemente me sentía ahogado en este sentimiento. ¿No les ha pasado que a veces ver las cosas marchar tan bien te hacen creer que en cualquier momento todo se va a desmoronar? Así me sentía yo, y no quería que nada cambiara. No quería que Dante supiera lo mío, jamás podría soportar que nuestra amistad cambiara para mal, tampoco quería que vinieran las tristes nubes a tapar el sol, solo quería estancar el tiempo y quedarme en esta preciada época para siempre. El almuerzo terminó para que después rápidamente nuestro horario de clases acabara.

 

      La campana sonó y como en todas partes algunos salieron corriendo, mientras que otros salían calmadamente. Yo era parte del segundo grupo, me gustaba arreglar mis cosas con calma, no tenía nada que me apurara realmente. Tomé mis cuadernos y los acomodé en mi bolso para luego salir de la escuela con mis audífonos puestos. Ahora debía hacer el mismo tramo que hacía todos los días: tomar el subterráneo —que quedaba a unos pocos metros de mi escuela—, recorrer al menos unas seis estaciones, bajarme y caminar unos veinte minutos.

 

      Me gustaba caminar, hiciera frio o calor, siempre me ha gustado, sobre todo si caminaba escuchando mi música. Me gustaba mirar los autos pasar, mirar los arboles, sentir el viento rozar mi piel, en ese aspecto era bastante observador y detallista. Creía que con una buena canción en mis oídos y un buen paisaje podía tener de lunes a domingo pequeñas grandes aventuras. También, todos los días de camino a mi casa, siempre tenía que atravesar un gran parque en el cual a veces me sentaba a la sombra a descansar, u otras veces me compraba un refresco y me tiraba al césped a pensar. Esa tarde planeaba hacer lo segundo, hasta que recibí una sorpresa bastante inesperada en el parque.

 

—Valentín, ¿Qué haces aquí? —pregunté tocándole el hombro—

 

El chico se quitó sus audífonos rápidamente para voltear a verme. Estaba sentado en uno de los asientos que rodeaban el gran parque. Pude notar que también tenía un helado en las manos.

 

—Emi —dijo sorprendido— ¿Vives por aquí?

—Sí, vivo en los edificios de allá —nombré apuntándolos— ¿y tú? ¿Acaso vives por acá también? —pregunté ahora yo más sorprendido

—Podríamos decir que sí, pero no vivo en tus edificios, yo vivo en unas casas que quedan como a veinte minutos caminando de aquí

— ¿Sí? ¿Y desde cuándo? Todos los días que paso por aquí nunca te he visto —lo interrogué aún atónito—.

—Desde siempre —dijo gracioso— Solo que quizás nunca nos hemos encontrado

—Puede ser… quizás el destino nunca lo quiso —susurré mas para mí que para él—.

—Quizás —contestó mientras comía su helado— Aunque igual como yo tengo que caminar todo este parque hasta el fondo, puede ser que nuestros tiempos nunca se tuvieron que cruzar…

 

Esas palabras me hicieron recordar uno de mis tantos delirios literarios…

 

 

Sería genial acordar algún lugar y vernos, pero sería imposible.

He andado por muchos lugares, por muchos años, pero no logro encontrarte, y es que nuestros mundos no eran iguales.

Pasábamos por los mismos lugares, siempre uno al lado del otro, sin embargo no respirábamos el mismo aire.

Si la hora y los relojes eran solo inventos falsos entonces… ¿En qué tiempo nos encontraríamos?

 

 

— ¿Y cómo te fue con Dante? —curioseó, sacándome de mis pensamientos—

—Pues como todos los días… —dije aún medio ido—

—Mmm supondré que te fue bien, ¿Piensas algún día confesarte, Emi? Te lo pregunto en serio —dijo mirándome fijamente, dejando su helado lejos de su boca—.

—No lo sé, de verdad no lo sé —suspiré abatido—. A veces siento que este sentimiento presiona tanto mi corazón que me hace perder la respiración, pero otras veces me siento tan feliz siendo solo su amigo que… no sé qué hacer —finalicé tristemente—.

 

Valentín rió, pero con una pizca de melancolía.

 

—Yo la verdad no sé de donde darte consejos si yo tengo nula experiencia —dijo algo avergonzado—

— ¿De verdad nunca te ha pasado algo parecido? —quise saber, bastante curioso—

 

El solo me miró sorprendido, pero no me vio con ese típico rostro de sorpresa, fue más bien con ese burlesco de “eres un tonto curioso”. Me puse un poco nervioso, siempre se me olvidaba que apenas y nos conocíamos.

 

—Pues no —carcajeó, rompiendo la tensión—, pero si he tenido mis cosas por aquí y por allá, pero jamás han pasado a mayores. Yo jamás me he enamorado —sentenció—. Jamás me ha gustado tanto una persona como te pasa a ti…  no sé cómo se sentirá aquel sentimiento

—Es que… últimamente todo ha pasado tan velozmente que… estamos aquí sentados hablándonos como amigos cuando solo nos conocimos en un bochornoso y patético accidente hace solo un día —jadeé apesumbrado—.

—Puede ser, pero me agradas Emi —una media sonrisa se pintó en su cara—. Espero que no te moleste que te llame así, es que Emilio es muy formal y Emil suena demasiado a novela amorosa

—Y seguramente “Emi” suena bastante masculino y acorde a mí, ¿no? —me quejé—.

—Quizás —Dijo riendo—.

—Sueles reír mucho, ¿No te duele la cara?

—Y tú hablas y hablas sin parar, ¿No te duele la cara a ti también? —me enfrentó cómico—

 

Tonto estúpido, pero tenía un buen punto. Después de su respuesta ambos nos quedamos en silencio varios segundos, pero no fue uno de esos silencios incómodos, más bien fue de esos silencios que sirven para replantearse las cosas y palabras.

 

—Además, no es necesario habernos conocido hace meses para poder sincerarnos entre nosotros, ¿no? Si solo somos amigos… no nos vamos a casar —aseveró divertido—.

—Tienes razón, es solo que se me hace un poco raro —dije aún pensativo—.

—Bueno, nosotros tampoco somos los más normales…

 

Valentín tenía razón, si todo esto había comenzado por un no tan común acontecimiento, todo esto debía seguir su curso “no tan común”.

 

—Dime, Valentín —nombré llamando su atención luego de unos segundos de profundo silencio— ¿A ti no te molesta juntarte con un tipo como yo? —pregunté seriamente mirando hacia la nada—.

— ¿Un tipo como tú? —dijo extrañado—

—Gay, homosexual o como sea —suspiré cansado—.

 

Pude sentir su mirada fijamente en mi rostro, pero por muy intensa que la sintiera, no fui capaz de voltear la mía.

 

—No digas eso. ¿Sabes? El día que encontré tu cuaderno en mi mesa me sorprendí mucho, con tan solo mirar aquel libro y su nota pude deducir que se trataba de alguna declaración o algo parecido —decía mientras yo lo escuchaba atento—. Cuando me di cuenta de que la caligrafía de aquellas páginas era la tuya realmente mi alma se despegó de mi cuerpo —rió— me dije “Whoa, este chico sí que está enamorado de mi” o al menos eso pensé hasta que alcancé a leer el nombre de Dante Lozano entre líneas. Me sentí avergonzado y patético, definitivamente sentía que me había metido en un gran problema sentimental y así fue, ¿no lo crees? —quiso averiguar, pero yo seguía sin mirarlo—. Sinceramente… cuando pensé que tus palabras eran para mí o cuando me di cuenta de que en verdad eran para Dante, nunca me cuestioné tus supuestos sentimientos hacia un hombre, solo los acepté como un amor más…

 

Por un momento deje de escuchar sus palabras y unos pasos llamaron mi atención. Alcé mi cabeza para ver qué pasaba cuando de la nada me encontré con sus intensos ojos miel mirándome fijamente. Él ya se había parado de mi lado y ahora me miraba concentrado con una pequeña sonrisa en su boca.

 

— ¿Quieres jugar a algo? —preguntó con un tono de voz que no pude descifrar— Mira, te reto a que adivines de que sabor es mi helado…

—Está bien —dije intentando quitarle el helado de las manos—

—Pues te equivocas, no te daré de comer de este —advirtió tirando su helado sorpresivamente al suelo—

— ¿¡Pero qué haces!? Ese helado no tuvo la culpa de nada —le reclamé a lo que él solamente rió a carcajadas—

 

Me avergoncé un poco, ¡solo un poco!

 

—Creo que no me estoy explicando bien —suspiró cansado luego de reírse tanto—. Mira, quiero que adivines el sabor del helado probando mis labios, ¿ok?

— ¿¡Qué!? ¡Qué aprovechado eres!—dije altamente avergonzado al son que tomaba mis cosas e intentaba irme—

—Está bien, mira —cantó cruzándose en mi camino— cuando nuestros labios se unan, tu solo debes mover los tuyos suavemente, ¿ok?

— ¿¡Qué estás diciendo!? ¡Loco! —exclamé aún alterado—

 

El inmediatamente retrocedió unos cuantos pasos para luego volver a encararme.

 

—Sí, puede ser que sea un loco y un tarado, pero mira, cerraré mis ojos y cuando sienta tus labios, comenzaré a mover los míos, tu solo debes seguirme el ritmo —susurró tranquilo, ignorándome—. Si logras adivinar te compraré otro helado, ¿sí?

 

      En ese momento no sé qué mierdas habrá pasado por mi cabeza, pero como un tonto le obedecí. Quizás lo hice de imbécil, de curioso, de hambriento y cerdo que soy o quizás de cachondo por un beso, ni yo lo sé.

 

      Me acerqué lentamente, él se tuvo que agachar y yo ponerme en cuclillas para tomar su rostro con mis manos, éstas me temblaban un poco, y es que estaba demasiado nervioso por mi primer —digo quinto— beso. El hecho de que Valentín tuviera que agacharse para alcanzarme me hacía sentir como una damisela. Sus ojos estaban aún cerrados tal como lo prometió y una gran sonrisa burlona se esparcía por su cara. Maldito. Me acerqué un poco más hasta sentir nuestras respiraciones chocando. Tragué nervioso, el tomó suavemente mis caderas con sus manos

 

—No te aproveches tanto —me quejé al sentir sus manos—

 

En ese momento en vez de parar sus atrevimientos, sujetó mis caderas con firmeza.

 

—Debes cerrar los ojos al dar un beso, Emi —susurró con sus ojos cerrados—.

—Si cerrados los tengo —refunfuñé—.

 

Mentira, estaba tan nervioso que se me había olvidado ese pequeño detalle, pero eso no tenía que saberlo Valentín.

 

—Tus lentes pueden ser molestos —susurré, ahora con los ojos cerrados—

 

La verdad me daban lo mismo, solo quería molestarlo. Valentín suspiró cansado y se los quitó evitando abrir los ojos.

 

— ¿Está bien así?

—Sí —contesté en un puchero satisfecho

 

      Y no se dijo nada más, supongo que ahora venía mi parte del juego. Finalmente me acerqué tanto que nuestros labios se rozaban, pero aún no me atrevía a unirlos del todo, hasta que de la nada recibí un empujón milagroso —una nalgada— que hizo que nuestros labios por fin se conectaran. ¡Y con una nalgada el asqueroso romántico!

 

      Sus labios me recibieron con una sonrisa en ellos, dándome pequeños besos al principio, para después comenzar a chuparlos y a morderlos mientras yo intentaba seguirle el ritmo. Se sentía bien, muy bien. Valentín dejó de posar sus manos en mis caderas para ahora dejarlas en mi cintura, mientras que mis manos perdieron su fuerza y cayeron a ambos lados de mi cuerpo. Todo se volvió más intenso, nuestro beso, nuestros latidos, todo, pero cuando yo planeaba meter mi lengua en el asunto él se separó.

 

—Ya dime, ¿De qué sabor era? —rió—

 

Lo mire por unos segundos. Este era uno de esos momentos de mi vida en los que no sabía que mierdas pasaba, pero me gustaba.

 

— Mora —contesté bastante seguro, y es que este juego había sido tan estúpido, digo, el helado era de color morado, ¡Era obvio que era de mora!

 

Valentín pareció meditarlo unos segundos, pero cuando sus ojos se encontraron con mi molesto rostro decidió dejar el teatrito

 

—Ya, está bien, no me mires así —dijo fingiendo miedo— era de mora, ¡tenías razón! Ahora te debo un helado, pero yo jamás dije cuando te lo daría —rió burlesco—.

 

Sinceramente me hubiese enojado al escuchar eso, pero ya no le prestaba atención a nuestro juego. No podía dejar de pensar en aquel beso, y no podía dejar de sentir que mis labios aún palpitaban de la excitación.

 

—No lo pienses tanto, Emi, déjalo así, no te compliques, solo fue un juego —me dijo relajado—. Vaya, eso sonó demasiado liberal para mí —rió de sí mismo—, pero en serio… no todo en la vida es tan complicado. Ahora cambia esa cara y nos vemos mañana, ahora solo te debo tu premio…

 

      Después de aquellas palabras su silueta se perdió al pasar de los árboles y plantas, mientras que yo no hacía nada más que mirarlo irse fijamente. ¿De verdad me estaba complicando tanto? Quizás sobre interpretaba demasiado mi papel de señorito en apuros… ¿A todos les pasaba esto, no? “Si en esta época ya es común besarse con los amigos” pensé no muy convencido y es que esa oración no había sonado para nada bonita.

 

      Esa noche casi no pude dormir, pues no podía dejar de pensar en ese maldito beso, mi primer beso, ¿lo entienden? El primer beso de un poeta de segunda, ni yo me lo creía. Muchas veces me las di de conocedor al hablar de sentimientos, al describir emociones, pero todo siempre siguiendo su curso lógico y cultural, pero ahora finalmente sería capaz de describir algo desde el fondo de mis sentimientos, sin mentiras ni alucinaciones. También no dejaba de pensar en que no me molestaba el hecho de que mi primer beso haya sido con Valentín en vez de Dante, pero no me malentiendan, mi corazón seguía detrás de aquel rubio, quizás lo que pasó con Valentín solo fue una de esas cosas que “los amigos con derechos” hacían.

 

 

***

 

 

      Viernes, ¡Al fin era viernes, señor jesús! Toda mi rutina era la misma, pero ahora la vivía con una pizca de felicidad al ser el último día, pero aún así me sentía demasiado cansado, ya no podía ni acordarme hasta qué hora me había quedado pensando. Me vestí, tomé desayuno, conversé unos minutos con mi hermano, saludé a mis papás, todo lo que normalmente siempre hago, pero ahora más dejado. Amaba el viernes, ¡lo amaba! Todo me salía bien los viernes, incluso ahora, que mi papá debía llegar más tarde al trabajo por lo que se ofreció ir a dejarnos a Daniel y a mí a nuestros colegios. Que genial, un día sin atochamientos, sin andar corriendo para llegar a la hora.

 

      Tuvimos que pasar a dejar a mi hermano primero puesto que íbamos en distintas escuelas, ambas estatales y prestigiosas, pero la suya quedaba más cerca de la casa. Lo dejamos y luego de despedirnos mi papá y yo ahora debíamos partir rumbo a mi escuela, la cual quedaba un poco más lejos. Esta quedaba muy cerca de una calle bastante transitada, por lo que Felipe —mi padre— tuvo que parar en el camino. Activó las luces de estacionamiento y me bajé del auto, pero antes de empezar a caminar el hombre abrió su ventana para avergonzarme como siempre.

 

—Que tengas un buen día amorcito, y ¡pórtate bien! —dijo alzando la voz en una carcajada—

 

Me acerqué nuevamente al auto, no podía dejar las cosas así.

 

—Eso no deberías decírmelo a mí, usted pórtese bien será mejor señor Felipe —contesté burlesco—

—Así me gusta, señor Felipe —dijo remarcando la palabra “señor” —

—Ya —reí— vete o llegarás tarde a tu trabajo

—Lo sé —suspiró— te amo, ¿lo sabes no?

— ¡Ay papá! No te pongas sentimental, si sabes que yo también te amo —dije más tímido—

— ¡Uy si le dio vergüenza! ¡Así debería ser! Todos los días deberías decirme que me amas

 

Justo le iba a responder cuando de la nada llegó Valentín —el cual venía pasando por mi lado— y aprovechadamente saludó a mi papá.

 

—Buenos días, señor “papá de Emilio” —saludó alegre

—Dime Felipe —respondió él— ¿y tu quien eres? ¿es amigo tuyo, Emilito? —dijo preguntándome a mí—

 

      ¿Recuerdan cuando dije que los viernes siempre eran perfectos para mí? Pues podían haber ciertas ocasiones donde los viernes eran de lo peor, y es que odiaba que me dijeran “Emilito”, ¡lo odiaba! Y era obvio que este viejo lo sabía, todo lo hacía apropósito para avergonzarme.

 

—Sí —mascullé molesto— él es Valentín, y lo demás no te incumbe —le corté notando que quería preguntar más—

 

Agarré a Valentín fuertemente del brazo y este me miro riéndose, seguramente pensaba que debía ser bastante vergonzoso tener un papá así, ¡y lo era!

 

—Está bien, no se me enoje —se quejó sacando uno de sus brazos por la ventana para pellizcarme una mejilla—. Cuida bien de este chico mira que es bastante molesto a veces —dijo mi padre a Valentín—

—No se preocupe señor, yo cuidaré bien de él —dijo seguro—.

 

Yo solo estaba ahí parado, muerto de la vergüenza. Esta vez mis mejillas sí se habían coloreado y… en otras noticias este viernes no podía ir peor.

 

—Y suelta el brazo de tu “amigo”, Emilito, se lo dejarás morado —comentó pícaro para luego cerrar la ventana rápidamente e irse.

 

      Si antes tenía mis mejillas rojas ahora tenía toda mi cara de ese color. Me la cubrí con mis manos inmediatamente. Maldito viejo, ya no sabía qué me daba más vergüenza, el hecho de que me haya pellizcado las mejillas en frente de un reciente amigo, o el hecho de que sabía el por qué de su última frase, y es que el viejo sabía de mi homosexualidad.

 

      Hace ya más de un año que se lo había confesado, y solo a él puesto que a mi mamá y mi hermano aún no se los había contado. Nuestra familia siempre ha sido unida, y nunca me ha dado vergüenza decirles algo, pero cuando descubrí que me gustaban los chicos fue una etapa sumamente difícil para mí, de hecho me tuve que confesar con el viejo porque me había visto llorando por ese chico que tanto sufrir me había hecho. Después de ese episodio mi papá se puso muy sobreprotector, de hecho ahora él sabía que me gustaba Dante y también, como típico de los padres, odiaba a Dante por rechazarme —Aunque éste ni siquiera supiera lo que me hacía sentir—. Pero de cierta manera lo comprendía, a nadie le gustaría ver sufrir a su hijo.

 

— ¿Estás bien, Emi? —preguntó Valentín

—Sí, solo sentémonos un rato —dije aún tapándome la cara con mis manos—

—Está bien…

 

      Cerca de mi escuela habían unos cuantos asientos así que nos sentamos ahí, pues como me había ido a dejar mi papá, había llegado más temprano justo para toparme con este chico. Valentín solo respiraba tranquilamente mientras yo esperaba que se me pasara la vergüenza, ¡jamás podría entrar así de rojo a mi escuela! Sentía que hasta mis oídos estaban colorados y eso irónicamente me hacía sentir más vergüenza.

 

—Tranquilo, Emilito, si tus orejas no están tan coloradas —musitó riéndose mientras las tocaba—

— ¡Ya! —reclamé pegándole un manotazo para que soltara mis avergonzadas orejas—.

 

      Y las soltó, pero ahora no podía parar de reírse. Al parecer estaba rodeado de gente estúpida —incluyéndome—. A pesar de todo, no pude evitar unirme a sus carcajadas y es que este día estaba siendo tan malditamente cómico, que no podía evitar tener un poco de compasión conmigo y reír. Estábamos en eso cuando de la nada apareció Dante bastante molesto.

 

— ¿Vas a entrar a clases o no, Emilio? Falta poco para que empiecen —dijo bastante molesto—. Y dile a tu “amigo” que también puede entrar —finalizó con recelo—.

 

¿Mi “amigo”? ¿De qué rayos estás hablando, Dante?

 

 

Notas finales:

Y eso sería todo, espero que para todos los que leen (hasta los fantasmas) no haya sido tan aburrido, porque para mi al menos no lo es hfjk yo soy la fan número uno de mi historia xD

Solo me queda decirles que si quieren pueden dejar reviews y si no quieren no lo hagan, de todas formas me alegra ver como suben las visitas :3

Adiosito,

nos leemos!


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