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All I want for Christmas is you por Aeren Iam

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Notas del capitulo:

Bueno! pues nada, este si que creo que va a ser el último relato que escribo este año, es muy fluffy pero me apetecía algo así,(estamos en navidad!!!) de antemano, gracias a Izumi (al fin te tengo en fb hijamia XD) cada viñeta lleva un tema con el que acompañarlo en el título, yo usé la version de Michel Buble, pero todas son válidas.

 

***

en mi perfil de AO3 podréis encontrar la ilustración en la que se basa este fic.

**

 

All I want for Christmas is you

 

I

White Christmas

El móvil resonó con molesta insistencia en el bolsillo izquierdo de la chaqueta y Harry maldijo a todo mago y bruja que recordaba porque ese era precisamente el brazo donde llevaba a Al, que con sus espesos cabellos negros y su jersey rojo parecía un redondo y diminuto elfo. El jodido aparato zumbaba y zumbaba contra su cadera, mientras  intentaba avanzar en medio de la calle abarrotada de gente que tan poco previsora como él, habían dejado las compras navideñas para última hora. Suspiró con resignación, no es como si le esperasen en casa, esa Nochebuena estarían sólo su peque y él, así había sido desde que Ginny regresó con las Harpies; cuando le abandonó con un crío de tres meses, alegando que él disponía de un trabajo mucho más estable que el suyo, —con horarios y todo eso, Harry—. Torció la cara y se ajustó las gafas, pensando, y no por primera vez, que lo que su ex había hecho era escapar de algo que era obvio que les quedaba grande, muy grande.

Con veintitrés años, era el único de sus compañeros que tenía hijos. Eran demasiado jóvenes, esa fue su excusa para no casarse cuando los señores Weasley lo sugirieron, y esa misma frase fue la que le restregó por la cara la pelirroja antes de abandonar el piso que compartían, pasando a convertirse en una figura cada vez más borrosa en la vida de los dos. Era un puto pringado, repitió con un humor poco apropiado para esas fechas, pero ignorando el persistente zumbido del aparato y arreglándole el gorrito al pequeño Al, decidió que no todo era tan malo. Los ojos verdes de su hijo le contemplaban con esa adoración que le robaba un poco el aliento; seguridad, fe ciega y entonces los instintos que no creía tener hasta que vio la primera ecografía, se despertaban con fervor y le convertían en un idiota balbuceante que agobiaba a los chicos de la oficina con cuentos sobre lo listo que era Al, que había empezado a andar con once meses, o lo tranquilo que era, ahora que con sólo trece ya dormía toda la noche del tirón. A veces no se reconocía a sí mismo, pero era inevitable, el amor de su bebé lo llenaba todo, cuidarle le había ayudado a superar la decepción de saber que su relación se había acabado precisamente cuando tendría que haber sido más firme, y ahora, diez meses después, casi le agradecía a Ginny que se hubiese esfumado. Mientras notaba con alivio que el móvil dejaba al fin de bailar en el fondo del bolsillo, donde seguro que también estaba el chupete de Al, se dijo que si era sincero consigo mismo, tenía que reconocerle el valor a la menor de los Weasley, de los dos, fue la primera en comprender el error de alargar algo que llevaba bastante tiempo más muerto que Voldemort.

Cinco tiendas, dos empujones y ocho pisotones después, Harry estaba convencido que sus pies se habían transformado en una masa que palpitaba clamando por un descanso, el bebé se le retorcía entre los brazos, le dolía la espalda y ahora sí, maldecía por la estúpida ocurrencia de haberse ido hasta aquellos  grandes almacenes muggles cuando hubiese podido adquirir cualquier chorrada para el puñetero juego en el que los chicos de administración les habían liado para que participasen. Harry formaba parte de la plantilla del Departamento de Control de Criaturas Mágicas, ya que tras la guerra, sus ansias de seguir los pasos de su padre y ser auror desaparecieron; con dieciocho años, lo único que ambicionaba era vivir tranquilo, sin tener que arriesgar el cuello cada minuto de su vida.  Si a esa edad le hubiesen dicho que acabaría en pleno Londres buscando un objeto muggle para Malfoy se hubiese echado a reír con todas las ganas del mundo. Ahora, cinco años después, el destino le daba otra bofetada porque de verdad,  el rubio contable no le caía nada mal y compartía con Harry algo que el resto de sus amigos no: como él, Draco era un joven padre con un niño a su cargo. Así que allí estaba, casi a punto de desistir y marcharse sin el dichoso reproductor de mp3 con el que quería impresionarle porque además de buen compañero, el ex Slytherin le gustaba, le gustaba y mucho.

—Papá —protestó Al, con su tonillo de: «o me dejas un rato en el suelo o te voy a montar una bien gorda en minutos»—. ¡Piu!

—Ya Al, cariño —le tranquilizó, haciendo malabares con las bolsas, deseando haber tenido la previsión de conjurar un bolso para guardarlo todo, joder.

—¡Piu! —gritó el chico de nuevo,  sus trece quilos pesando más que nunca. Notó el sudor perlándole la nuca, mierda se le iba a caer todo al pavimento. Bufó intentado maniobrar entre la riada de gente que iba de acá para allá—. ¡Piu, papá, es Piu!

Apretó los párpados armándose de paciencia, ya que estaba tentado de ponerse en el mismo plan que su hijo y armar una pataleta. Entonces, vislumbró por el rabillo del ojo una tienda de cacharros electrónicos, ¡era ahora o nunca! Con el niño berreando a pleno pulmón entró en el atestado establecimiento y se hizo con el aparatito que según le aclaró el vendedor era lo último en tecnología. Como vivía en un barrio muggle podría llenarlo de algo de su propia colección de música, tendría que servir, o eso esperaba al menos.

Satisfecho y ansiando dar con una cafetería tranquila donde alimentar y consolar a un enfurruñado Albus que le miraba con un ceño que le derretía, no se fijó por donde iba hasta que fue a tropezarse con otro comprador. Tres de las bolsas fueron a caer en mitad del pavimento, provocando que se le escapase un taco poco apropiado.

—Potter deberías controlar ese lenguaje. —El risueño regaño le hizo ruborizarse como una colegiala, a  su lado, tan increíblemente guapo como siempre, Draco Malfoy le tendía los regalos.

 


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