Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Navidad Es... por LadyScriptois

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hola! De nuevo. 

Esto es algo que escribi hace algunos dias, pero no me animaba a subirlo, bueno, la cosa es que ya esta escrito y se que navidad ya paso, pero no se, no quiero que se queden guardados. 

Es una grupacion de One-Shot  basados en ciertas caracteristicas de navidad. (Familia, Amor y Diversion)

Las historias no tendran relacion entre si, por lo cual aparecera como finalizado, ya qu ele capitulo subido estara finalizado.

Bueno, disfruten.

22/11/2013

GRACIAS POR ENCONTRARTE LEYENDO ESTA HISTORIA.

Actualmente este fic se encuentra en ESTADO DE CORRECCIÓN.

Pueden encontrar el fin con el avance de sus correcciones en thficcion.com, bajo mi seudónimo Eil-W.

Cuando las correcciones sean culminas,  la historia será completada.

DISCULPA LAS MOLESTIAS.

 

Notas del capitulo:

27/12/12

Es importante unir a la familia en navidad, compartir e incluso recibir y dar regalos.

Lo que podria interferir es que no haya reconocimiento y se vean de otra manera.

 

Personajes: Bill, Tom, Simone, Gordon, Originales. 

Categoria: Romantico, AU.

Advertencia: Ninguna.

*El incesto solo se da entre parientes de primer (padres) y segundo (hermanos) nivel.

 Unión Familiar

Simone y Sara eran hermanas, una divorciada y otra madre soltera, respectivamente.  Habían salido adelante juntas, mejorando su posición económica día a día. Vivían juntas, y con los dos pequeños. El hijo de Simone nació primero y un año después nació el de Sara.

Cuatro años después, la última se comprometió con Dave, quien vivía en Hamburgo y tuvieron que separarse, por lo que estaban muy felices y emocionadas porque este año podrían compartir juntas la navidad.

Los primeros años compartían juntos las fechas especiales, pero hace cinco años que lo dejaron de hacer y desde hace tres que no se veían, ya que Tom, el hijo de Simone,  tenía prácticas de futbol,  de guitarra, que salir con sus amigos o chicas y nunca tenía tiempo libre; y Bill, el hijo de Sara,  estaba demasiado enfocado en mantener sus excelentes calificaciones, en sus clases de pintura, yoga y vocalización  como para hacer un viaje a Berlín y visitar a su tía y primo. No obstante y a pesar de todos los intereses desligados de sus hijos, las hermanas siempre mantenían contacto. Sara llamaba al menos dos veces por semana para hablar con Simone y Tom, y Simone hacia lo mismo. Ambos primos hasta los seis mantuvieron contacto constante, ya a los ochos era mensual y a sus doce años apenas por teléfono anualmente. Hoy en día era nulo.

Simone solía regañar a Tom por su poco interés. Existían miles de métodos, desde llamadas, mensajes, chats,  hasta la gran variedad de redes sociales, pero no. Para el chico de rastas lo más interesante era su guitarra, el futbol, sus amigos y las chicas. Era adolescente, esa era su excusa. No entendía ese afán de su madre de intentar que él y su primo se mantuvieran como si fueran hermanos o algo así cuando ya era prácticamente dos extraños.

Sara en lo único que tenía problema era con hacer que Bill se alejara un momento de sus actividades extracurriculares para ir a la ciudad donde vivían su tía y primo, de resto siempre atendía las llamadas, confiaba mucho en Simone y preguntaba por Tom.

:::

—Mami, volvemos por carretera. – pidió Bill, tomando un jugo para controlar su loco estómago. Estaba seguro de que si de él dependiera no volvería a subir a un avión.

—Ya compramos los boletos. Lo siento. – se disculpó besando su frente y pasando por alto el puchero de Bill, quien cuando su madre le dio la espalda hizo un gesto de frustrado porque no funcionó su arma.

Sara alquiló un carro y se dirigió a la dirección que le dio su hermana, llegando pronto a una casa en un pequeño circuito cerrado de clase media alta y tranquilo. Todas las casas vecinas tenían una linda decoración navideña y esa no era la excepción, la cual combinaba mucho con su fachada blanca.

Luego de una calurosa bienvenida que les regaló Simone y su esposo desde hace diez años, Gordon,  se encontraban desempacando su ropa. Pasarían allí tres días y solo habían tres habitaciones, la del matrimonio, la de invitados que la tomaría Sara y por lo tanto los primos en una misma.  Se sentía libre deshaciendo las molestas, ya que su primo no había aparecido por el lugar.

Acomodó sus pertenencias, charló con sus tíos, se bañó, vistió un jean ajustado y un sweater negro holgado que le cubría hasta los muslos y dejaba su clavícula y hombros expuestos, los cuales se rozaban con su larga cabellera negra lisa, suave y con destellos claros, enmarcó sus ojos con sobras oscuras y delineador y aplicó humectante en sus labios. No haría algo en especial, pero a él le gustaba arreglarse siempre.

Entró a la cocina y encontró a sus tíos y madre preparando la cena y sonrió ante la escena.

— ¿Necesitan ayuda? – les pregunto entrando a la estancia.

—Oh, no cariño. No quiero que te ensucies. – le respondió su tía buscando algunas cosas en el refrigerador.

—Aunque puedes picar esto. – dijo Gordon mostrándole unos vegetales y riendo.

—No, Gordon. – le reprendió Simone. —Ve a ver televisión. – le pidió dándole un beso en la frente.

Bill hizo caso y se marchó a la sala. Encendió el plasma, vio unos dibujos animados que no veía hace mucho tiempo, pero luego se aburrió. No era de ver mucha televisión. La apagó y vio a ambos lados, estaba el lindo arbolito de navidad y toda la decoración en la casa,  enfocó su mirar en la puerta de la vivienda y decidió salir a dar una vuelta.

 

:::

 

Hace más o menos una hora que le avisó a su madre y tíos que se marcharía, y que caminaba por las aceras, a decir verdad parecía muy solo todo y había anochecido. Cuando considero que se alejó demasiado, decidió volver.

— ¿Aquí era a la derecha o a la izquierda? – se preguntó dudoso cuando se encontró en una gran “Y”.

Recordó un pequeño truco le enseñó su profesor de yoga cuando no sabía qué hacer.

“—Deja que tu cuerpo te guie...” 

Siguió las instrucciones paso por paso, luego de mirar a ambos lados y verificar de que hubiese alguien cerca observándolo o carros en la vía.

Cerró sus ojos y respiró lentamente hasta que sintió su cuerpo totalmente relajado, giró varias veces hasta que se sintió mareado y empezó a caminar con la vista enfocada en el suelo para no saber por dónde iba.  El primer par de docenas de pasos fueron dadas sin problemas.  El pelinegro estaba totalmente sonriente y satisfecho,  hasta que vio que pisaba asfalto y escuchó el  fuerte sonar de una corneta.

Levantó la vista y fue iluminado por una cegadora luz. 

“No sigas la luz” se decía cerrando los ojos no queriendo morir.

— ¡¿Qué coño pasa contigo?! – le preguntó una varonil voz bajándose de aquella negra camioneta.

— ¿Morí?– preguntó aun con ojos cerrados.

— ¡Dios!– el chico llevó sus manos a su cien y se masajeó.

—No morí. – dijo saltando y sonriente, cuando abrió los ojos y se vio intacto.

—No. – ratificó. — Ten cuidado por donde vas. – le pidió un tanto aturdido por la escena.

—Lo hago. – le discutió, enfocando al rastudo que le reclamaba un tanto enojado.

—Caminar mirando al suelo parece que te juega en contra. – apuntó, mientras verificaba que su camioneta no tuviese daño al haber frenado tan violentamente.

—Mi cuerpo me guía. – se defendió con ceja enarcada y un mohín de enojo.

—A la muerte. – se burló. — Mira preciosa, agradece que no te haya atropellado y no me mires así. – le pidió. — Aunque te ves linda enojada. – dijo divertido.

— ¿Disculpa? ¿Me dijiste preciosa? ¿Linda? – cuestionó ofendido.

—De no ser por el carácter que tienes pediría tu número de teléfono.– siguió con chulería y con una sonrisa ladina que hizo enrojecer al pelinegro, tanto por enojo como porque el rastudo era apuesto y le coqueteó ligeramente.

— No me digas linda, porque no lo soy. – le pidió. Su orgullo podía más.

—Oh, tienes baja autoestima. – dijo automáticamente y luego su mente maquineó una loca idea. — ¡Intentabas suicidarte! – le acusó.

— ¡¿Qué?! ¡No!.

—No puedo dejarte aquí, me sentiría culpable  si mueres. Te llevaré a casa. – sentenció y le tomó de la mano.

—Suéltame. Sé que soy lindo y no pienso suicidarme. – le explicó.

— ¿Lindo? – preguntó repasando una vez más a la persona que tenía ante él y el más bajo sonrió victorioso.

—Ha, toma eso. – apuntó con su pose diva. — Soy un chico. – se burló ante la cara atónita del rubio. — Puedo darte mi número si quieres. – dijo riendo.

El rastudo lo observó una vez más y se perdió en su rostro, indudablemente el chico era lindo y luego sonrió sacando su celular de última generación.

—Sería un placer. – le pidió sonriendo ladino.

—Oh, no lo haré. – cruzó sus brazos. — Intentaste matarme, me confundiste con una chica y de paso piensas que tengo instinto suicidas.

—Está bien. Lo siento. – se disculpó luchando contra sus ganas de poner sus ojos en blanco ante lo que decía.

—Te disculpo. – aceptó con aires de superioridad.

—Para remediarlo, ¿Me dejarías llevarte? – pidió. Quería el número del chico, le parecía muy lindo y en cuanto al carácter, tal vez lo podría controlar.

—No. Adiós.  

Bill caminó a la derecha y luego se devolvió ante la atenta mirada de Tom.

—Era por el otro lado. – informó cuando el más alto le sonrió divertido. 

El rastudo lo vio alejarse una cuantas casa y luego lo vio detenerse y devolverse.

— ¿Eres de por aquí? – preguntó tragándose su orgullo.

—Se el nombre de cada persona que vive en este lugar.

—Eso será de ayuda. – dijo y vio a Tom sonreír satisfecho. — Pero no dejaré que me lleves. – aclaró. —Me dirás que camino debo seguir.

—Está bien. Dime el apellido.

—Eh, Trümper ¿O usan el de Gordon? Kaulitz. – dijo.

— ¿Kaulitz, eh? – preguntó con naturalidad luego de tragar grueso. — ¿Familia?

—Sí, bueno. De Gordon Kaulitz no directamente. – explicaba. — Está casado con mi tía, Simone. ¿Sabes dónde es?

—Por supuesto. Sube. – le pidió.

El pelinegro, luego de pensarlo, obedeció y se encontraban camino a su destino.

—Es linda ¿Es tuya? ¿O la robaste? Tienes pintas de gánster o criminal. – dijo.

—Regalo de dieciséis. – informó. — Y me lo dice quién va vestido por ahí como chica. – Bill prefirió ignorar eso.

—Tienes buen gusto. Mis padres me comprarían un auto si pasaba el examen de manejo, pero aún no lo paso.– comentó. Suspiro triste y luego sonrió. — ¿Crees que la décima es la vencida?

— ¿Lo has presentado nueve veces? – preguntó sorprendido.

—No es tan mal. – se defendió ante la cara de asombro del rastudo. —Tengo una bicicleta y ella me lleva a todos lados. El ejercicio es bueno. ¿Tú vas al gimnasio o algo, o acaso no haces ejercicio? – preguntó.

—Juego futbol.

—Eres delgado para jugar futbol. ¿Tienes, ya sabes, el abdomen marcado y bíceps?

—Sí.

—Puede ser la ropa. – continuó su casi monologo. — ¿Por qué usas ropa tan ancha? ¿Es para comprar una vez cada diez años? – rio ante lo que dijo.  — Y tienes un piercing. Es sexy. Yo tengo dos.

—Solo veo uno.

—Mira. – dijo y mostró su lengua, al rastudo le pareció muy sexy esa bolita metálica en la rosada lengua del pelinegro. — No me dolió, pero si cuando me tatué. Tengo dos tatuajes. ¿Tú tienes?

—No

—Lo sabía. ¿Quieres ver mis tatuajes? Mamá no sabe.

—Que rebelde. – ironizó.

—Este. – levantó su largo cabello exponiendo su blanca nuca, mostrando su arte de tinta. Al rastudo le pareció más lindo ese níveo trozo de piel que el tatuaje. — Y este. – levanto su sweater ante un piloto que alternaba su mirada entre el cuerpo de Bill y el frente. Detuvo la camioneta justo cuando el pelinegro expuso sus lindas caderas y bajó un poco su pantalón para exponer lo que el de ropas anchas considero como una sensual estrella. — Solo tenías que ver el tatuaje. Pervertido. – le acuso bajando su ropa cuando notó que el otro estaba observando su plano vientre.

—Tú eres el que se estas exhibiendo.

— ¿Falta mucho? – preguntó con un carmín en su rostro.

—No. – dobló a la derecha y se estacionó ante la casa que le indicó el pelinegro.

—Gracias. – dijo y depositó un besito en la mejilla del rastudo.

—Gracias a ti. – dijo y lo vio bajar de su auto.

Tom se encaminó a una pastelería cercana, ya que su madre le pidió que cuando llegara llevara algunos postres para la cena.

 

:::

 

Bill entró y tenía un ligero cosquilleo es sus labios. Ese chico olía bien y su piel era muy cálida y era apuesto y…. ¿Cómo se llamaba?

—Tom llegara pronto. – informó su tía.

— ¿Dónde ha estado? – preguntó Sara

—Mañana es víspera de navidad, así que hoy tuvo una reunión con sus amigos para celebrar. Creo que podemos ir armando la mesa.

—Yo quiero ayudar. – se ofreció Bill.

—Está bien. – concedió su tía que no lo dejaba hacer algo.

Llevaba la ensalada a la mesa cuando escuchó un auto entrar al garaje de la casa.

—Hola, mamá.– escuchó como saludaba.

Había una puerta que conectaba la cocina con el garaje así que supo que quien llegó fue su primo Tom.

— ¡Tía! Qué guapa esta. – esa voz le parecía conocida.

—Estas tan alto, cariño. Y muy guapo. – le escuchaba a su madre. — ¡Bill! – le llamó y él se tensó, le ponía nervioso, sin saber porque, ver a Tom. — ¡Ven acá!

Bill dejó la ensalada, respiró profundo  y se dirigió a la cocina.

—Di… dime, mami. – fue lo único que pudo decir al reparar en la presencia de su primo que le sonreía ladinamente.

— ¿No lo reconoces?  – le preguntó sonriente Simone.  — Es Tom.

— ¿Tom? – preguntó con fingida sorpresa. —No te reconocí. Hola. – dijo sin moverse de su lugar a casi dos metros de distancia de su primo.

—Parecen desconocidos. – comentó Sara. —Ve a darle un abrazo. – le pidió dándole un empujoncito.

Bill caminó con un poco de lentitud y lo abrazó siendo correspondió, comprobando que como pensaba, Tom era muy cálido y olía excelente.

—Estúpido. Lo sabias. – le susurró el pelinegro.

—Yo también te extrañe, primito. – le dijo haciendo que las dos hermanas suspiraran ante la escena.

—Sube tu mano. Degenerado. – le susurró cuando sintió que la mano del lado estaba fuera de la vista de las hermanas bajaba peligrosamente a su espalda baja.

—Hueles bien. – le susurró y el menor sonrojado rompió de pronto el abrazo.

 

:::

 

— ¡Oh, Dios! No puedo creer que te atreviste a coquetearme cuando sabias que somos primos. –  le reclamó desde la cama.

Tom dormiría en el sofá, por eso fue que decidieron que compartieran habitación, porque las otras no tenían uno muy cómodo como para dormir.

— No sabía que éramos primos. – le dijo saliendo del baño con sus rastas recogida y su marcado torso expuesto.

El menor no pudo evitar observarlo y sonrojarse. Definitivamente, tenía el abdomen marcado, bíceps y ¡Oh... la ropa engañaba!

— Y no te coqueteé. Tú eras el que se estaba desnudando en mi camioneta.

—Yo no estaba desnudándome. Solo te mostraba mis tatuajes.

— ¿Y yo acaso te lo pedí? Solo acepta que estabas buscando mi atención. – le sonrió jugando con su piercing.

—Te aprovechaste de mi pobre ignorancia y que estaba perdido. – dramatizó.

— Joder. Por eso no pedí tu número desde el inicio.

—Aprovechador, oportunista. – le insultó y le lanzó un cojín. — Por eso nunca te hubiese dado mi número.

—Qué bueno. Solo guárdate tu drama. – le pidió.

— ¿Me estas llamando dramático? – cuestionó divamente.

—Te amordazare si no te cayas.

—Atrévete. – le retó.

Sus mejillas se coloraron, pero mantuvo su mirada desafiante cuando vio a Tom dirigirse a la cama.

—Aléjate o gritaré. – amenazó cuando el mayor apagó la luz.

—No te hare algo. – se acostó a su lado. — Controla tu fiera interna. – pidió.

— ¿Entonces?

—Dormiré. En mi cama. – explicó haciendo énfasis en la última frase y  jalando un poco del cobertor que tenía Bill para cubrirse del frio.

—Me lo quitaste todo. – se quejó. —Este me lo dio tía Simone, ve a buscar el tuyo en el sofá.

—Cállate, solo estas muy lejos. Acércate.

—No. Prefiero morirme del frio.

—Como quieras. – le ignoró y se dispuso a dormir. 

Pasaron varios minutos, hasta que notó que Bill fue azotado por un escalofrió.

—Te estas congelando.

—No…– mintió desde la otra punta de la enorme cama.

Sintió como una de sus manos fue tomada por una calentita, y luego jalado bruscamente.

—Animal. – le insulto. Tom lo atrajo hacia él de pronto.

—Sí, sí... Agradece, así no tendrás frio. Pareces un cubito. – dijo al sentir los fríos pies del menor.

—Es tu culpa.

—Tienes razón. – el menor sonrió satisfecho, hasta que sintió como Tom lo abrazaba y lo apegaba más a él.

— ¿Qué haces?

—Te quitare el frio. – lo abrazó por la cintura haciéndolo estremecer. Bill se removió, pero fue aprisionado más fuerte. — Deja de moverte. – le pidió atrayéndolo más, hasta que el pelinegro descanso su cabeza sobre su pecho rindiéndose.

—Bruto. – murmuró bajito con las mejillas sonrojadas al verse recostado sobre ese fibroso pecho y caliente cuerpo que olía a una mezcla de virilidad con perfume caro.

—Solo agradece y cállate. Sé un niño bueno o Santa no te traerá lo que pediste.

—Soy un niño bueno, tú eres…

— ¿El niño malo? – le preguntó interrumpiendo, y jugado con su piercing ante la mirada de Bill.

—Deja de coquetearme. Somos primos. – murmuró. Se sentía nervioso y su corazón estaba latiendo como loco  ante la cercanía.

—No te coqueteo. – le aseguró recostando  al pelinegro de espaldas a la cama e inclinándose sobre él dejándolo sin habla. — Te ves realmente lindo cuando no hablas sin parar. – le acarició las mejillas sonrojadas y luego suspiró frustrado. — Provoca besarte. – le confesó.

—Ahora si estas coqueteando. – dijo con sus mejillas sangrante.

—Lo estoy haciendo. – aseguró acercando peligrosamente sus rostros hasta que sus alientos se mezclaran.

—So… somos primos. – murmuró.

—No me importa. Me gustaste desde que te vi y aun me gustas.

Miró los labios esponjosos y escarlatas del menor y luego lo miró a él buscando aprobación.  Volvió su vista a su boca y vio la punta de la sonrojada lengua del menor recorrer sus labios rápidamente dejándolos húmedos y brillantes.

—Tu... estas coqueteando ahora.– rio. — ¿Puedo hacerlo?

—Pue… Puedes. – aseguró.

Las manos del menor viajaron a los hombros del Tom y se movieron a su cuello cuando sintió una lengua invadir su cavidad con suavidad y frotarse con su piercing.  El rastudo tomó sus manos y entrelazó sus dedos profundizando más en su boca. Disfrutando ese exquisito sabor que lo vició desde la primera probada. Nunca encontraría algo similar.  Sus lenguas se encontraron y se rozaban con suavidad al igual que sus labios que se amoldaban a la perfección entre suspiritos del menor.

—Eres bueno besando. – murmuró contra los labios de Bill.

— ¿En… en serio? Era mi primera vez y yo… – explicó emocionado sin poder evitarlo y sonrojado, haciendo sonreír al mayor.

— ¿Tu primer beso, eh? – sonrió volviendo a besarlo castamente. —Ese fue mi regalo de navidad

—Sera más bien al contrario. – aclaró sintiéndose menos tímido. — Te regale mi primer beso. Es algo valioso ¿Sabes? Mi profesor de yoga dice que las energías…– no pudo hablar más  porque Tom lo besó nuevamente

—Tu profesor de yoga debe enseñarte a valorar el silencio. Yo te enseñare, ¿Vale? – le preguntó y volvió a unir sus labios manteniendo la boca de Bill ocupada en otra cosa.  

—Está bien. – dijo en un suspiro.

Notas finales:

:)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).