Tonto el que no entienda,
Cuenta una leyenda,
Que una hembra gitana
Conjuró a la Luna
Hasta el amanecer.
Llorando pedía,
Al llegar el día
Desposara un calé.
-Dime, Luna de plata, ¿por qué no puedo conseguir a un hombre que me ame?- susurró la morena gitana, de pelo púrpura y ojos de oro - ¿acaso no merezco un amor apasionado y sincero?
Tendrás a tu hombre piel morena,
Desde el cielo habló la luna llena,
Pero a cambio quiero
El hijo primero
Que le engendres a él.
Que quien a su hijo inmola,
Para no estar sola
Poco le iba a querer.
-Pero Luna... - reprochó. No era un trato muy justo, pero era mejor que nada, así que agachó la cabeza y aceptó calladamente.
Luna quiere ser madre,
Y no encuentras querer
Que te haga mujer.
Dime Luna de plata,
¿Qué pretendes hacer
Con un hijo de piel?
... Hijo de la luna.
La mujer encontró al hombre deseado, se casaron y vivieron juntos, pero...
De padre canela
Nació un niño,
Blanco como el lomo
De un armiño,
Con lo ojos grises
En vez de aceituna
Niño albino de Luna.
El niño era blanco, níveo, con los ojos grises, plata fundida y en su pequeña cabeza se podía notar la sombra de un sedoso cabello blanco.
¡Maldita su estampa!
Ese hijo es de un payo,
Y yo no me lo callo.
Furioso, el gitano arrojó al niño fuera de sus brazos, sorprendido de que este no comenzara a llorar por el impacto. La morena gitana lloraba por los dos.
Luna quiere ser madre,
Y no encuentras querer
Que te haga mujer.
Dime Luna de plata,
¿Qué pretendes hacer
Con un niño de piel?
... Hijo de la luna.
Esto no se queda así...
Gitano al creerse deshonrado,
Se fue a su mujer
Cuchillo en mano,
¿De quién es el hijo?
¡Me has engañado fijo!
Y de muerte la hirió.
Luego se hizo al monte,
Con el niño en brazos,
Y allí le abandonó.
El niño no lloraba. La Luna bajó del cielo a cuidar de él.
Luna quiere ser madre,
Y no encuentras querer
Que te haga mujer.
Dime Luna de plata,
¿Qué pretendes hacer
Con un niño de piel?
... Hijo de la luna.
La Luna acarició la cabeza del pequeño mientras este la miraba con los ojos abiertos.
-Ojos grises, piel y cabello blancos, te pareces a él. Además no lloras, debe ser orgullo, plasmado en tí desde tu nacimiento - hizo una pausa y acarició el suave rostro del recién nacido - una vez leí un libro, se llamaba Mar, concha y arcoiris, y tu, hijo mío, eres idéntico a él - el niño la miró con los ojos llenos de determinación y la Luna sonrió con amor maternal - tendrás su nombre y vivirás aquí entre la naturaleza, Superbia Squalo.
Y en las noches que haya luna llena,
Será porque el niño este de buenas,
Y si el niño llora
Menguará la luna
Para hacerle una cuna.
La Luna encontró una pequeña salida de una montaña, en donde caía una cascada a un diminuto estanque de agua cristalina y estaba totalmente rodeada por árboles. Allí construyó una pequeña cabaña al estilo japonés, ya que se había prendado de su elegante estilo, crió al pequeño hasta que cumplió los diez años de edad y antes de marcharse, le obsequió al infante un cachorro de liguer, una mezcla de tigre de bengala y león.
-Bester- le dijo ella al pequeño, al mismo tiempo que le entregaba un libro y una espada - lee este libro y entenderás su nombre y el tuyo.
-Mar, concha y arcoiris - leyó el título grabado en la portada - gracias, mamá.
-Hay algo mas, cariño, una verdad que debes saber - acunó al chico en sus brazos y cantó la canción del hijo de la luna - esta es tu verdadera historia, Squalo, es quien eres en realidad.
- ¡Ja! No te preocupes, yo soy fuerte- y cogió la espada que su madre le había obsequiado - practicaré mucho con esto y mataré a mi padre, ya verás- dijo decidido.
-No - le dijo suavemente la Luna - es mejor no matar si no se requiere, pequeño, prométeme que no matarás a menos que sea una emergencia - los ojos de la Luna eran serios como la petición que acababa de mencionar. El pequeño intentó buscar las palabras para luchar contra el impedimento de su madre, pero no lograba articular palabra alguna.
- Está bien, te lo prometo, mamá - puso su mano en su pecho, sobre su corazón y sobre su marca de nacimiento, una mancha más oscura que su piel en forma de luna menguante.
La Luna asintió y luego de una dulce sonrisa, desapareció del lado del niño. De ahí en adelante, solo bajaría en luna nueva.
La canción del hijo de la luna llegó a oídos de la gente del común. Historias y sonetos y poemas y cantares se crearon alrededor del muchacho. Y aunque unos decían que era feo y desagradable y ruin, otros defendían que era una belleza sin par y un noble espíritu de la noche. Pero todos afirmaban que sus cabellos eran blancos, que su mirada era platinada y que, sobre su corazón, había una marca en forma de luna menguante.