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Por ti por Fobos

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Notas del fanfic:

Bueno, Miechan yo en lo personal no te conozco pero sinceramente espero que te guste, trate de incluir todas tus preferencias, y no sé. Espero que te agrade. 

 

Notas del capitulo:

Bueno, Miechan yo en lo personal no te conozco pero sinceramente espero que te guste, trate de incluir todas tus preferencias, y no sé. Espero que te agrade por que lo hice con cariño u//u. 

PD: Muchas gracias a Alejandra (Nami-ni-san) por tomarse la molestia de corregir todas los horrores ortográficos.  

 

 

Ese día en especial aún cuando la temperatura de la cuidad fuera por debajo de los -7°C, las calles estaban poblada de parejas –en gran parte jóvenes– que acarameladas caminaban tan abrigados como les era posible, compartiendo sus bufandas, sonrojados por el gélido ambiente. Todo el ambiente irradiaba amor. Amor que podías mostrar sin miedo a nada.

Al verlos a todos tan felices, sonrientes por la calle la impotencia se apoderaba de él.

Él, no era un amargado, al menos no con el amor. Lo era con quienes a pesar de vivir su amor no eran capaz de dejar que otros vivieran el suyo, él amaba a su pareja, realmente lo hacía, más que a nada.

Llevaba más de 4 años junto a un jovenzuelo caprichoso que logró después de un sinfín de tácticas que involucraban un intenso acoso y provocación, enamorarlo hasta decir basta. Ese niño berrinchudo que había logrado capturar su corazón más allá de lo que nadie había logrado antes, y había un largo antes, pues siempre se caracterizó por ser un conquistador, un casanova. Hasta que llegó él, con su sonrisita y gestos infantiles, para quitarle toda su experiencia como Don Juan, y llevarlo a la perdición.

Debía decir que no se arrepentía, no se arrepentía de estar con Kouyou, su amante veinteañero. No le importaba  perder una y otra vez su trabajo porqué en ninguno de estos aceptaban maricones. No importaba recibir la mirada de asco de cada integrante de su tradicional familia, ya  no significaban nada esos “Maricones de mierda, deberían desaparecer” que habían recibido en un prestigioso restorán la semana pasada. Nada importaba cuando pudiera tenerlo a él, a su pendejo irritante junto a él.

Él quería ser libre, libre de besarlo, acariciarlo, de amarlo sin importar si los miraban o no, quería poder recibirlo con sus brazos abiertos cada vez que de sorpresa lo esperaba fuera del trabajo, quería tanto pero, recibía tan poco.

Se sentó en la primera banca vacía que encontró y frotó sus manos contra su frío rostro, debía decir que sus 38 años estaban bien ocultos en su registro de nacimiento, ya que físicamente él no demostraba más de unos 32 años.

Esperar no era lo suyo, ya que cuando estaba mucho tiempo en silencio, sin hacer nada comenzaba a pensar, a desvariar mejor dicho. Pero, frente a todo ahí se encontraba, esperando el final de la jornada de Kouyou. Éste trabajaba en una pequeña librería en la zona céntrica de la cuidad. El dueño, un hombre ya anciano que cansado de toda una vida de trabajo había contratado a Kouyou para que se encargara de la tienda.

Miró la hora; 18:55. En sólo minutos Kouyou saldría a cerrar y se irían a casa. Cenarían, hablarían de su día y con prontitud irían a dormir. Aunque en gran parte de las ocasiones, ese dormir se retrasaba un par de horas.

En efecto, al poco tiempo Kouyou salió y él no pudo evitar sonreír por lo adorable que se veía con ese gran gorro de lana y la bufanda que cubrían parte de su rostro. Le vio cerrar la librería, con parsimonia sin mirar a su alrededor. Sin notar su presencia. Él sin apartar la sonrisa de sus labios esperó en silencio.

Cuando Kouyou dejo todo bien cerrado, y emprendía camino, notó conocida figura que lo miraba sonriente. No pudo evitar la emoción y con paso rápido se acercó.

─Hola ─ Contuvo sus más íntimos deseos de lanzársele encima y besarlo hasta perder la razón.

─Hola ─Se acercó sus caras y depositó un corto beso en sus labios, nada demasiado ostentoso pero lo suficiente como para satisfacer sus deseos de besarlo.

No eran necesarias más palabras, sólo una sonrisa era suficiente.

─Vamos a casa ─Tomó la mano de su amante, sin pensar en nada y comenzó a caminar hacia la estación de metro cercana.

Sin pensar en nada, caminaron, ignorando los murmullos y miradas de algunos al pasar. Había tomado la determinación de no dejarse intimidar nunca más y no lo haría. Esperaron el tren, hablando de cosas triviales; como ese interesante reportaje sobre los calamares que había visto Kouyou la noche anterior.

El tren llegó y se disponían a ingresar cuando un fuerte empujón casi bota a Kouyou, de cabeza a las vías. Lo tomó fuertemente del brazo casi en el aire, mientras que sus agresores, reían y realizaban gestos de burlas refiriéndose a su homosexualidad.  Respiró profundo, cuenta hasta mil, se dijo así mismo, con la sangre hirviendo. Miró a su niño y le preguntó con suavidad una y otra vez si se encontraba bien, recibiendo un suave sí, por respuesta.

El tren por obviedad ya había partido y ellos en medio de la loza, tomaron asiento para esperar el siguiente.

Kouyou, cabizbajo desde el “accidente”, miro a su amante. Con su ceño fruncido y su mirada llena de rabia fue todo lo que necesito para, tomar de nueva cuenta su mano y presionarla con cariño.

─Yuu ─No era que a él no le dolieran todos estos actos homofóbicos de los que eran víctima de vez en cuando, él había aprendido a sobrellevarlo con el tiempo, a dejar de llorar a escondidas y ser feliz sin importar qué. A no darles en el gusto.

El moreno lo miró sin decir nada, acariciando con su pulgar su mano. Aún demasiado sumido en sus pensamientos.

No dijo nada, sólo se acercó y lo besó, en ese preciso momento todo el mundo a su alrededor desapareció. Ya no existía nadie, sólo ellos. Ellos y su amor.

Lo besó hasta la saciedad, más allá incluso de lo que su propio cuerpo permitía.

Cuando el beso terminó y la magia ya había pasado, rio sin saber muy bien porqué,  tal vez  por todas las miradas que caían sobre ellos, por el nerviosismo que le producían todas ellas o por la creciente excitación que había recaído con fuerza en él.

Tomo la mano del otro y aún con esa risa de origen desconocida, lo hizo levantarse y esperar el tren cuyas luces ya podían verse a la distancia. El moreno, se encontraba bajo una mezcla de emociones bastante extrañas, extrañeza  y excitación. Pero, sin duda se dejaba guiar; no importaba hasta donde llegaría todo esto, pero si era tomado de esa mano iría a donde fuera.

Esta vez subieron al vagón sin inconvenientes, se sentaron juntos en un lugar apartado y sin decir nada pasaron los minutos, hasta que llegaron a la estación que les correspondía.

Ambos vivían en un departamento mediano cercano al centro de la cuidad, cuando habían tomado la determinación de gastar todo lo que poseían en lo que sería su hogar les había tomado tiempo encontrar un barrio que no significará un problema para ellos. Éste, había sido todo lo contrario, nadie parecía tener problema con ellos y vivían realmente tranquilos ahí.

Caminaron tomados fuertemente de las manos, tranquilos sin contratiempos, mirando cada quien por su lado los restos de la nieve que días atrás había caído, acariciaban sus dedos ayudando a mantener mínimamente la temperatura de estos. Llegaron hasta su edificio, entraron sin mayores problemas, saludaron al conserje que aburrido leía y subieron hasta su hogar.

Subieron en el ascensor, comentando algo sobre lo que comerían esa noche, y antes de pensarlo ya estaban en su piso. Entraron a su departamento, aliviados de por fin estar en casa.

Kouyou, tiró su bolso sobre la pequeña mesa en el centro de su living, sin tener cuidado sobre si caía algo de la decoración de ésta. Yuu en cambio, ordenado como era, dejo sus cosas directamente en la habitación. Para él este pequeño acto te ahorraba mucho más adelante, ya que si no desordenabas no perdías tiempo teniendo que ordenar luego.

Mientras el más joven tomaba una ducha, Yuu se encargó de comenzar a preparar la cena. Normalmente era Kouyou quien realizaba estas acciones pero, de vez en cuando no estaba mal que fuera él quien las realizara.

Cuando Kouyou, salió con un holgado pantalón azul, sin camiseta y el pelo, que llevaba en un desordenado corte hasta los hombros, escurriendo. Para Yuu todo cambió, dejó de lado lo que fuera que hacía en ese momento, su sangre se encendió como si de combustible se tratara y su cabeza obnubilada por el creciente deseo no lo dejaba pensar con la claridad que quería, sin poder luchar contra sí mismo, se dejó llevar. Se dejó llevar por ese deseo sin límites, y se acercó hasta Kouyou y lo besó, con todo lo que sentía, con todo lo que se hombre le hacía sentir.

Lo besó con pasión, succionó esos labios que le volaban la cabeza y bebió de ellos todo lo que pudo.

Ya sin poder detenerse lo empujó hasta la primera desafortunada pared que en su camino se cruzó, y dio rienda suelta a toda su pasión; sin escuchar nada de lo que le decía el otro, continuó con lo que él quería, besó todo lo que pudo y más, mordió dejando pequeños caminos de marcas violáceas, y sin duda lamió cuanta porción de piel tuvo a su alcance.

Kouyou, se dejó hacer.  Correspondió cuanto beso pudo y sin perder el tiempo acarició y desvistió al moreno al ritmo de sus caricias. No podía negar que  tener al moreno de esa manera, ardiendo de deseo por él, era uno de sus más absolutos placeres.

Una vez más todo pasó demasiado rápido antes de que pudieran notarlo, ya no había vuelta atrás.

 

Ambos, bajo la calurosa atmósfera que habían creado se encontraban sudorosos, agitados. Kouyou gemía bajo, mordiendo su labio mientras era embestido con fuerza por Yuu, las piernas del menor cruzadas por la espalda del moreno resbalaban por el sudor, mientras que el liviano cuerpo de Kouyou se daba leves traqueteos contra la pared. Gemían sin poder evitarlo, se besaban entre jadeos y disfrutaban el intenso roce de sus cuerpos.

Extasiados de todo el abrumador placer que ambos sentían, se llamaban entre susurros ahogados. El menor se auto acariciaba lanzando agudos gemidos que se perdían en la amplitud del departamento. Mientras que el moreno, cercano al clímax embestía con toda la fuerza que tenía, buscando su propio desahogo.

Cuando el orgasmo les azotó, no pudieron pensar en nada más que en ello. Era increíble la manera en que este sinfín de sensaciones atacaba todo su cuerpo, el intenso hormigueo en la zona pélvica, los temblores, los jadeos sus ojos llorosos. Todos los delataba.

Sin siquiera regularizar su respirar, Kouyou volvió a tocar el piso, y sintiendo sus piernas de gelatina, se sostuvo de los brazos de su amor para evitar caer.

─Fue…  muy intenso ─dijo Kouyou, con la voz tan agitada que se escuchaba como un susurro ahogado.

─Claro… qué esperabas ─Rio de su propio chiste mientras  que su amante le empujaba levemente sin dejar de reír.

Estuvieron ahí, parados en medio de su departamento acariciándose levemente, bromeando hasta que el cansancio comenzó a ganarles. Fue entonces cuando sin siquiera comer fueron a dormir, uno junto al otro, enredados desnudos, aun con restos de su pasión en sus cuerpos.

No importaba nada si podían estar juntos, habían pasado por mucho y a estas alturas de su relación nada podría separarlos.

Yuu acarició el rostro de un dormido Kouyou, con suavidad. Delineó el perfil de su nariz, el contorno de sus labios─. Te amo ─susurró contra su mejilla, para besarla y dormir, abrazado a ese hombre, a ese niño que amaba.

 

 

 

Notas finales:

¡Gracias por leer!


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