Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Domination por Moonlight Rose

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bueno pues esto es la respuesta al "amigo secreto" dedicado para Kimiko, a decir verdad este fue un tema complicado para mi, especialmente la parte del mpreg, aún así y a pesar del resto de inconvenientes, espero que sea de tu agrado.

No supo cuanto tiempo estuvo dormido o mejor dicho inconsciente, la verdad no podía definirlo a ciencia cierta, ya que solo fue despertado abruptamente por una molesta música, la cual se acompañó por un intenso dolor de cabeza, mientras sus oídos eran invadidos por el bullicio habitual que posee toda... ¿fiesta? No, no podía ser, pues él estaba... en otro lugar o eso creía, pues su memoria hace tiempo que no le daba ningún dato útil, no entendía nada, al igual que tampoco podía ver nada, solo percibía un penetrante aroma a alcohol, tabaco y otros tantos desconocidos, al igual que una sensación de frío recorriendo cada centímetro de su piel, para terminar con la voz de un hombre demasiado animada e irritante.

 

—Adoptado por una acomodada familia inglesa, diecisiete años de edad, posee ojos sutilmente rasgados, una mirada profunda y un color casi tan oscuro como el de su liso cabello, piel blanca y tersa, casi como una damisela...virgen —Susurró lo último con lo que pretendía ser un aire de misterio, el cual resulto ser todo un fracaso, por lo que como si lo hubiese notado, volvió a gritar aturdiendo aún más al chico — ¡Damas y caballeros! ¿Cuánto ofrecen?

 

Aún más desconcertado que antes, logró ponerse de pie sintiendo sus piernas temblorosas y débiles, a la ves que palpaba el frío suelo debajo de sus pies descalzos, el bullicio era cada vez más fuerte, exigiendo algo que no lograba entender del todo, hasta que una intensa luz blanca dio directamente a sus ojos, los cuales inmediatamente cubrió con sus manos en un movimiento algo brusco que le hizo sentir un punzante dolor en todo el cuerpo, especialmente el cuello, pues llevaba un pesado collar en el mismo, o al menos para él lo era, además de que se hallaba unido a una resistente cadena.

 

—¿Q...qué hago... aquí? —Su voz temblorosa no podía ser escuchada por nadie más que por él mismo y en el momento en el que intento escapar, el hombre del micrófono tomó la cadena y lo acercó hacia si para luego abrazarlo por la cintura, deslizando su mano hasta sus glúteo, comenzando luego a  exhibirlo, haciéndolo girar y caminar por todo lo que ahora reconocía como un escenario, mientras repetía insistentemente — ¿Cuánto ofrecen por él? — Así estuvieron un largo rato, escuchando fuertes sumas de dinero cada vez más grandes, las cuales hacían que el subastador frotara sus manos entre si, ansioso por tener el dinero en sus manos, sin embargo para su sorpresa, cuando creyó que la venta se había concretado a un precio razonable, diez millones para ser exactos, un hombre de alborotados cabellos rubios se levantó de su asiento y con toda calma agregó.

—Veinticinco millones o el doble de lo que ofrezca cualquier otro de los presentes—al decirlo todos voltearon a verlo sorprendidos, pues era una idea completamente desquiciada solo por un chiquillo, así que por obvias razones nadie quiso mejorar la oferta, hasta el anfitrión se quedó mudo y giró su rostro hacia el asustado muchacho, preguntándose que había visto en él aquel hombre enfundado en un impecable traje blanco, fumando con tranquilidad un cigarro mientras sonreía complacidamente, cual niño después de obtener el caramelo o el juguete más perfecto que más anhelaba y ahora sería solo para él.

Si bien era cierto, aquel muchacho poseía facciones masculinas pero bien definidas, su cuerpo era delgado pero aquellos músculos ligeramente marcados que se hacían mucho más evidentes con aquel kimono entreabierto, lo hacían ver más que bien, al igual que sus estilizadas blancas y largas piernas que podían entreverse debajo de la fina tela de su vestimenta, al igual que la mitad de su pecho, lozano y casi perfecto, pero aún así continuaba resultándole excesivo, quizás solo por el simple hecho de que el hombre que portaba el micrófono y lo analizaba, jamás podría poseer tal cantidad de dinero.

 

~Nightmare~

 

 

Después de haber sido tan vilmente humillado, al haber sido vendido como un insignificante trozo de carne al mejor postor, por un completo desconocido que solo buscaba dinero fácil, se encontraba ahora dentro de una lujosa y amplia limusina, dirigiéndose a lo que sería su nuevo “hogar”, acompañado de tres hombres altos, fornidos y con una pinta de matones que asustarían a cualquiera con tan solo mirarlos, por lo que todo el camino se mantuvo alerta, tratando de ver algo por una de las oscuras ventanas, al tiempo que trataba de recordar como es que había llegado hasta ahí y más importante aún, pensaba como iba a  librarse de ellos.

 

Luego de un largo camino, llegaron a una enorme mansión, la cual se encontraba en una zona demasiado aislada, rodeada únicamente de árboles, un bosque supuso de inmediato, por lo que con el alma en un hilo entró al recinto,  caminando por un largo y amplio pasillo, hasta llegar a una habitación, tan lujosa como todo lo que había visto hasta ahora, con decorados azules en las paredes, cuadros famosos, una suave alfombra y en el centro, una enorme y mullida cama con un fino encolchado de plumas del mismo azulado color, sobre la cual descansaba lo que reconoció como un portatrajes.

 

—Vistete. —Fue lo último que escuchó por parte de aquellos hombres, antes de ser abandonado en ese lugar el cual recorrió de un lado a otro, inspeccionando cada rincón, tratando de ver por las ventanas la altura a la que se encontraba o quizás algo más, cosa que era realmente difícil gracias a la oscuridad de la noche que había caído desde hace ya varias horas, por lo que resignado y más bien curioso, fue a buscar la ropa que se le había impuesto, lo que para su sorpresa era nada más y nada menos que un diminuto short de cuero al cual le colgaban correas y aros metálicos, unido a un par de calentadores a media pantorrilla, un top del mismo color y unas muñequeras del mismo material y con los mismos adornos.

 

— ¿Pero que demonios? —murmuró en voz alta, lanzando la ropa a una esquina, negándose a usar aquello, limitándose a tirarse sobre la cama, que resultó ser más cómoda de lo que se veía, pretendiendo descansar al menos por un par de horas.

 

Pero eso no estaba en el plan de alguien más, pues algunos minutos después, la puerta se abrió, dejando entrar a aquel hombre rubio, llamado Akira, aunque era mejor conocido como Reita, quien miró con desagrado al chico dormido sobre la cama y sin usar la ropa que le había dado, por lo que se acercó a esta y tomó sus cabellos, levantándolo un poco y obligándolo a que lo mirase a los ojos.

 

— ¿Por qué mierda no estás arreglado? — conforme hablaba, tiraba con más fuerza de su cabello hasta lograr que se levantara del colchón, para luego arrojarlo al suelo justo donde estaba aquel diminuto traje. El chico por su parte se hallaba adormecido y desconcertado, apreciando inmóvil a quien creía era el dueño de todo a su alrededor, aunque más bien le parecía un chico rebelde, casi de su edad, fingiendo ser rudo al vestir y comportarse de aquella forma, no obstante no podía negar que lucía más atractivo, que con aquel traje aburrido.

 

—Escuchame bien... a partir de ahora, eres mi mascota, mi perro fiel, harás todo lo que te diga y... tu nombre será Aoi. —Caminaba por la habitación alrededor de él, cual depredador acechando a su indefensa presa, acercándose cada vez más hasta tomar uno de sus hombros y levantarlo del suelo empujándolo con fuerza contra la pared. —Así que quita esa cara de idiota y cámbiate de ropa. — el pelinegro por su parte en un inconsciente y acelerado impulso de rabia golpeó su rostro y trató de abandonar la habitación, sin embargo no fue suficiente, pues el otro alcanzó a tomarle de una mano y con una fuerza mayor de la que esperaba podría tener, lo empotró contra la pared, estrellando su espalda en la misma fuertemente.

 

—Veo que tienes problemas de conducta y debemos arreglar eso. —Atinó un golpe en su rostro, haciendo que la comisura de uno de sus labios sangrara, para luego sacar un collar de uno de sus bolsillos, el cual estaba unido a una larga y delgada cadena, colocándoselo al menor en el cuello, tirando después del mismo para hacerlo caer al suelo, pateando un par de veces su estómago, antes de arrastrarlo hasta una habitación contigua, la cual era mucho menos estética que la primera, donde enganchó la cadena a una pared y sus manos las ató detrás de mi espalda y luego comenzar a desgarrar sus ropas hasta dejarlo completamente desnudo, observando lascivamente su cuerpo.

 

— ¡Maldito bastardo! ¡Suéltame de una buena vez! —Aoi gritó enérgicamente, mientras se removía tratando de liberarse o al menos cubrirse, sintiendo su sangre hervir por la rabia, deseando poder vengarse de ese hijo de puta, sin embargo lo único que lograba era asfixiarse con aquel jodido collar; mientras que por su parte el rubio volvió a golpearle en el estómago varias veces, repitiéndole que le pertenecía y que iba a aprender a obedecerle por las buenas o las malas.

 

El pelinegro pronto comenzó a resentir la falta de oxigeno en su cuerpo, por lo que cada vez su resistencia era menor, al igual que sus quejidos se volvían más débiles, mientras el rubio tomaba sus mejillas con fuerza y reía. —Pensé que aguantarías más. —Acarició sus labios con una delicadeza que no había mostrado desde que le había conocido, para después depositar un beso en los mismos que provocó una revolución en el interior del menor, la cual no era nada más que desagradable, así que lo mordió con toda la fuerza que pudo, sintiendo pronto el gusto metálico de la sangre del contrario, quien a diferencia de responderle con otro golpe como se lo esperaba, esbozó una media sonrisa y tomó su nuca, presionándola contra su rostro mordiendo con más fuerza sus labios, llevando su lengua a invadir de forma agresiva y lujuriosa su boca, al mismo tiempo que paseaba sus manos por todo su cuerpo, marcando el mismo con sus uñas, en especial sus glúteos, enterrando la uña de su pulgar en su glande con fuerza, tratando de explorar hasta el más pequeño rincón de aquella preciosa y tersa piel que le había fascinado desde la primera vez que la vio, hasta que de un momento a otro simplemente se separó y fue a buscar una caja que se encontraba al otro lado de la habitación.

 

—Sabes te iría muy bien el rojo —comentó desde el otro lado de la habitación de donde tomaba un “gato de nueve colas” el cual consistía en un pequeño palo de madera al cual estaba unida una cuerda gruesa, separada en nueve más delgadas, las cuales tenían nudos al final, el chico al ver aquello comenzó a temblar pues aunque siempre fue considerado por sus amigos e incluso por el mismo alguien fuerte e incluso hasta voluntarioso, no hace mucho era un niño que se asustaba con los truenos cuando caía una tormenta.

 

—No... Espera... ¿Qué piensas hacer?

 

—Date la vuelta.

 

— ¡Estás demente! ¡Déjame ir!

 

— ¿No querrás terminar con mi paciencia cierto?

 

Aoi no sabía si era idea suya o su voz salía más grave de lo normal y sus ojos brillaban intensamente, mientras el mango de aquel artefacto acariciaba su mejilla. —Así que cállate y da media vuelta. —Después de eso, su cerebro no pudo procesar nada más que acatar aquella orden y ponerse de frente contra la pared, donde para su sorpresa por espacio de cinco minutos aproximadamente, su espalda, su nuca, sus brazos, sus glúteos y todo su cuerpo solo fuera acariciado por las cuerdas del instrumento, haciendo que en ese momento su corazón se desbocara y su respiración se volviera irregular, pues no sabía en que momento aquella “agradable” sensación terminaría para darle paso al verdadero uso del látigo.

 

Así pronto uno tras otro su espalda recibía aquellos azotes, siendo más intensos cuando encorvaba su cuerpo y trataba de girarse para cubrir su cuerpo, por lo que enterró sus dedos en la pared y trato de concentrarse en la rigidez de sus músculos, al mismo tiempo que la habitación era inundada por amenazas, insultos, órdenes y la “música” que representaban los gritos del pelinegro para los oídos del rubio que no dejaba de relamer sus labios, disfrutando de su cuerpo bañado en carmín, para luego antes de amancillar su piel al grado de tener que llevarlo al hospital, se acercó al chico por la espalda, aprisionándolo entre su cuerpo y la pared, comenzando a besar su hombro mientras llevaba el mango de aquel artefacto empapado por su sangre a su boca, obligándolo a morderlo, simulando después una felación al mismo tiempo que tomaba el miembro del menor y empezaba a estimularlo con suaves caricias alrededor de la base, subiendo lentamente por todo el tronco hasta llegar a su glande, el cual presionó entre sus dedos, masajeándolo al mismo ritmo, enterrando de vez en cuando la uña de su pulgar en el orificio del mismo, sintiendo como poco a poco su erección comenzaba a crecer, para el de cabellos azabaches le resultaba algo enfermo el estarse excitando mientras era tratado de aquella manera y comenzaba a odiarse a si mismo casi como odiaba al maldito que acosaba su mente, respirando en su cuello sin dejar de susurrarle una y otra vez, dictándole su sentencia, describiéndole su tortura, avivando su dolor y doblegando su voluntad.

 

—D-deten...te...por favor...

 

Suplicó luego de que aquel el artefacto abandonara sus labios para ahora pasearse por su torso, dibujando un delgado camino de saliva por el mismo, haciendo círculos alrededor de sus pezones hasta dejarlos erectos y lastimados, pues también eran golpeados y rasguñados sin piedad alguna, mientras que sus súplicas eran simplemente ignoradas y usadas solo para alimentar al sádico monstruo que habitaba dentro de su... amo.

 

—Ni siquiera para suplicar sirves, puta. —Murmuró despectivo Reita y después bajó el artefacto hasta su miembro, acariciando el mismo con el objeto, buscando cubrirlo de su pre-semen, para luego llevarlo a sus glúteos, acariciando los mismos, empujando un poco entre estos como si quisiera penetrarlo, sin embargo no lo hizo y solo lo dejó caer al piso, tomando de las caderas al menor, haciendo que se inclinara un poco, exhibiéndose completamente ante él, quien acariciaba lascivamente su parte baja antes de abrir sus pantalones y entrar con brusquedad en su pequeña entrada, sin importarle  aquel dolor desgarrador que le provocaba a su victima, el cual se vio reflejado en la repentina tensión de su cuerpo, haciendo que el estar en su interior fuera demasiado tortuoso para el rubio, quien más que sufrir disfrutaba aquello, por lo que no tardó en comenzar a embestirlo rudamente, provocando que su interior comenzara a sangrar, dibujando delgados hilos rojizos por toda la extensión de sus muslos.

 

—No pensaste que dejaría que esa cosa te robara tu preciosa virginidad... ¿Cierto?

Dio una última embestida fuerte y certera contra su próstata, haciendo que de lo más profundo de su garganta saliera un ahogado gemido de placer, al darse cuenta de aquello, Aoi cubrió sus labios con sus manos sin dejar de pensar en que no debía sentir ni una pizca de placer por aquello.

 

Posteriormente por medio de un tirón a su cadena el rubio le hizo colocarse  como si fuese a comenzar a gatear y se inclinó, tomando su cabello con fuerza —Sin mordidas, encanto. —Le mordió los labios con fuerza, tirando de estos hasta que resbalaran de entre sus dientes para después volver a erguir su cuerpo y dirigir la punta de su miembro a la boca del contrario y por medio del agarre de su cabellera comenzar a embestir su boca, deleitándose con cada una de las continuas arcadas que le producía al chico quien se concentraba en simplemente mantener su boca abierta y controlar aquellos espasmos. — ¡Joder... muévete! —En ese momento casi por instinto su lengua se movió alrededor de su erección, acariciándola con asco, creyendo tontamente que el obedecerlo mejoraría las cosas cuando en realidad solo aumentaban la lujuria ajena y provocaban que su cabeza fuera obligada a moverse más rápido, dejando la misma pegada al abdomen del mayor por unos segundos hasta que necesitara algo de aire, volviendo a tirar de su cabello para continuar embistiéndolo. Instantes más tarde el olvidado látigo volvió a ser tomado por el mayor quien se inclinó un poco sobre el cuerpo ajeno e invadió su entrada con el mismo, moviéndolo en su interior un poco, sintiendo como este resbalaba fácilmente en su interior, gracias a las sangrantes heridas internas del pelinegro.

 

<< Haz que se detenga... esto está mal... esto es enfermo... >> Le repetía una y otra vez una voz en su cabeza cada que se le escapaba algún gemido, sin embargo algo dentro de su mente comenzaba a torcerse y aquella voz era ignorada con mayor frecuencia, pues muy en el fondo de su ser le gustaba ser dominado, humillado y controlado al grado de sentirse una marioneta, una hermosa marioneta  irremplazable.

 

Y así esta marioneta fue “forzada” a sentarse sobre el regazo de su amo y a auto-penetrarse sin poder ser dueña de nada, pues se le ordenaba cuando gemir, cuando jadear, cuando tocarse, cuando ir más rápido o más lento, cuando terminar, de que forma hacerlo y ella como cualquier ser fuera de si, dominada por una torcida lujuria y un éxtasis hasta ahora desconocido acataba las órdenes a la perfección sin saber exactamente si lo hacía por placer, temor, inconsciencia o todas estas fuertemente entretejidas, logrando confundir y extraviar a su yo racional, dejando en su lugar al recipiente vacio y autómata. Hasta que por fin el hambre hace poco insaciable del depredador fue calmada y después de repetir durante toda la noche aquel acto inmoral y enfermo, tomó sus ropas, se vistió como si nada y tirando de la cadena de su mascota volvió a llevarlo a su habitación, ordenándole asearse para recibir la visita de un médico al día siguiente, pues como todo muñeco debe ser reparado inmediatamente después de haberse roto para poder ser usado de nueva cuenta.

 

 

~Destiny~

 

Cinco meses han transcurrido desde su primera noche o quizás un poco más que eso, a ciencia cierta no podía ni quería recordarlo, puesto que ya no sabía absolutamente nada, ni siquiera quien era antes de despertar todos los días en esa cama azulada, con aquel maldito collar de cuero que laceraba su blanca piel, convertido en “Aoi” la mascota de uno de los más peligrosos y buscados traficantes del país, en espera de una de aquellas noches de libidinosa pesadilla, dolorosa, insoportable y excitante, odiaba admitirlo, pero el placer otorgado por aquellas expertas manos hiriendo su piel, pisoteando su orgullo, era sencillamente exquisito y tentador, aunque considerablemente pequeño a comparación con el odio que creía o fingía sentir por aquel ser despreciable y enfermo, pues sus pensamientos, sensaciones y emociones cada que lo veía o estaba con él, le resultaban enormemente confusas, pues había días que incluso en su interior un deje de impaciencia por su llegada se hacia presente, sin embargo pronto era silenciado por otros que despertaban cada que tocaba las invisibles cicatrices en su cuerpo, delineándolas a la perfección con sus dedos, pues aquellos médicos se encargaban de borrarlas de su piel y dejarla perfecta como siempre, aunque jamás recordaban el borrarlas de su memoria y así en ese instante la causa de su demencia, atravesaba el umbral de la puerta para cumplir con su fatídico destino y obsequiarle una nueva marca que reemplazaría a alguna otra que estuviera olvidada entre otras tantas.

 

Sin embargo esa noche sería diferente pues el joven pelinegro se hallaba recostado sobre la cama, en posición fetal presionando su estómago con ambas manos, mientras se quejaba en voz baja, por su parte el rubio se acercó molesto, dispuesto a levantarlo de la cama como fuera dirigiendo su mano hacia el cuello de la camisa, deteniéndose en cuanto vio su rostro pálido con aquella expresión dolorida, acercando la palma de su mano a su mejilla sin atreverse a tocarla, sintiendo una extraña sensación en su pecho que lo hizo preguntar algo que el más bajo jamás creyó poder escuchar.

 

— ¿Te encuentras bien?

 

—Me duele el estómago y tengo muchas nauseas.

 

Esas palabras bastaron para que el rubio tomara su celular y llamara a uno de los médicos que siempre atendía al chico, dejándolo con él un buen rato, lo que solo hizo que el rubio se impacientara al grado de querer entrar en la habitación y para averiguar que tanto era lo que hacían ahí dentro.

 

— ¿Por qué  demonios no sale de una vez? —dijo mientras daba vueltas de un lado a otro en el amplio pasillo.

 

—Cálmate, tu mascota estará bien. —Su amigo y socio Tora, quien lo conocía a la perfección, trataba de calmarlo pues sabía que en caso contrario podría incluso desatar incluso la tercera guerra mundial en ese lugar.

 

Afortunadamente antes de alguna otra queja el doctor salió y pidió hablarle a solas, por lo que fueron hasta la biblioteca, donde conversaron por un largo rato, hasta que por fin salieron; obviamente Tora rápidamente acudió para saber que era lo que había pasado, puesto que aquella cara de susto que llevaba el rubio preocuparía a cualquiera, pues él jamás desde que lo había conocido se había preocupado por nada o nadie.

 

—Señor dicen que no aceptaran menos de veinte millones para liberarla —habló un hombre de traje a su jefe quien leía atentamente algunos papeles supuestamente importantes, pues en realidad se hallaba bebiendo y charlando con su socio.

 

—Uhmm... es demasiado dinero para un producto de tan mala calidad ¿No lo crees Tora?

 

—Así es, pero ¡ella es tu novia! E iban a casarse —Hizo una pequeña pausa y después lo miró fijamente entrecerrando de forma apenas perceptible sus ojos —No piensas dejarla morir ¿Verdad?

 

El rubio rió y negó con la cabeza para tranquilidad de su amigo. —Claro que no, ellos serán quienes la dejaran morir. —Soltó una ligera risa burlona y después se dirigió al otro hombre. —Diles que no les daré más de ocho millones y si no aceptan, entonces pueden hacer lo que quieran con ella.

 

Y ahora este repentino cambio provocaba en él más curiosidad que nunca, pues se preguntaba que significaba ese chiquillo para el rubio, sin embargo lo único que recibió fue una “cordial” despedida forzada.

 

— ¿Qué le sucede?

 

—No es nada grave, pero ya te contaré después, ahora estoy ocupado, así que vete por favor. —Una fingida sonrisa amable se dibujo en los delgados labios del dueño del lugar quien sin darle tiempo a nada, se giró sobre sus talones para luego encerrarse en su enorme despacho.

 

—Casos como este se han dado frecuentemente los últimos años, por lo que le pido que tome las cosas con calma. —El doctor hizo una pausa para darle tiempo de procesar lo que acababa de escuchar, sin embargo por la cabeza de Akira, pasaban millones de enfermedades, de las cuales la mitad él era el culpable, por lo que una minúscula sensación de culpa se albergó en su pecho.

—No es su culpa, al menos no del todo —Frases como esa no ayudaban del todo y la paciencia no era una de sus virtudes, por lo que enfadado tomó al médico por la solapa de su saco y le murmuró entre dientes. —Joder dígame de una vez que es lo que le sucede—

 

—El chico está embarazado

 

— ¿Qué? Eso es imposible...

 

—Como dije esto ha comenzado a suceder desde hace un tiempo y aunque por lo general no requería de cuidados extremadamente especiales, dada su relación, él está muy delicado de salud y deberá estar bajo constante chequeo médico y sobre todo tranquilo, claro eso solo si desea que el bebe o el mismo chico sobrevivan.

 

El doctor sin código ético alguno, palmeó el hombro del anonadado y caminó para tomar sus cosas y abandonar el lugar.

 

—Por cierto, ya sabe donde está mi factura —Murmuró antes de abandonar el lugar.

 

Ahora dentro de su despacho se quebraba la cabeza pensando en lo que haría con respecto a su enorme problema, deshacerse de él resultaba la más fácil y tentadora pero no podía, desconocía la razón de aquello, solo sabía que por primera vez en su “carrera” no podría hacerlo, confirmando su pensamiento en cuanto entró a la habitación, encontrándose al chico de cabellos azabaches plácidamente dormido, tan tranquilo como nunca lo había visto antes, atormentando aún más su interior y lo que parecía ser la humanidad que había olvidado hace mucho tiempo.

 

— ¿Qué fue lo que me paso? — “No puede ser más oportuno” pensó luego de que despertara casi al mismo tiempo que el mayor se sentara en el borde la cama.

 

—No es nada serio, solo necesitas descansar. —Un beso en su frente lo descolocó por completo e hizo que algo parecido a una corriente eléctrica recorriera su espina, para después observar como su amo volvía a salir de la habitación, dejándolo aún más confundido de lo que se encontraba, perdiendo su vista sobre la madera de la puerta, tratando de entender el porque de su repentino y extraño comportamiento, pues desde que lo conocía jamás había tenido ese tipo de “atenciones” hacia él.

 

Pasaron un par de días igual, en las que el rubio solo se le acercaba para preguntarle sobre su estado, al mismo tiempo que salud empeoraba, pues comenzaba a comer como nunca antes lo había echo, probando incluso comidas que jamás hubiera imaginado, al mismo tiempo que sus malestares eran mucho más frecuentes y fuertes, por lo que después de mucho insistir el otro le contó la razón de esto... un embarazo; se repetía una y otra vez para si mismo que esto no era mas que una cruel broma, mientras se miraba frente al espejo con su torso desnudo, el cual aún estaba plano como siempre, o al menos eso era lo que percibía por medio de su propio tacto pues no podía ni quería imaginarse así, con un enorme bulto creciendo día a día, para después ser arrancado de sus entrañas de una forma dolorosa e incluso hasta peligrosa, su mente estaba llena de ideas absurdas, alimentadas por la ignorancia y el miedo, sin embargo para su sorpresa aquel estaba ahí, velando por él desde la lejanía, como si no quisiese que notara que lo estaba, quizás porque estaba igual o incluso más confundido, a menos que solo estuviera esperando el momento exacto para deshacerse de él, pues era obvio que esto sería una enorme carga para él.

 

¿Qué pasaría entonces? No lo sabía, solo le quedaba esperar pacientemente, bajo la constante vigilancia médica a la cual estaba más que acostumbrado aunque no precisamente por razones de ese tipo, mientras que conforme pasaba el tiempo las atenciones de Reita hacia él eran más frecuentes, sus acercamientos cariñosos más constantes pues había ocasiones en que lo besaba o abrazaba y como siempre se alejaba sin más o simplemente mientras charlaban se quedaba mirando fijamente su cada vez más abultado vientre con suma atención y un curioso brillo en sus ojos que no sabía descifrar, pero que gracias a este pudo superar sus miedos durante aquel largo tiempo.

 

—Aoi... ¿Estás despierto? —Movió suavemente su hombro para no molestarlo demasiado mientras como siempre lo hacía desde algunos meses atrás, entraba en su habitación por la madrugada y lo contemplaba dormir, sintiendo cada vez más intensamente aquella calidez en su pecho que se estancó ahí desde que aquella noticia llegó a sus oídos, la cual en un principio los sorprendió e incluso torturó, pero al final lo hizo darse cuenta de que aquella obsesión por aquel chico, no era nada más ni nada menos que el comienzo de un profundo amor que lo dominó paciente y sigilosamente.

 

— Él desea conocerte. —El mayor sostenía en sus brazos al pequeño mostrándoselo a su... amante, realmente no sabía como debía llamarlo pero ahora no importaba, nada más importaba que tenerlos a ambos a su lado, después de todo le pertenecían y siempre sería así.

Notas finales:

A decir verdad el final no me convenció, pero seguro habrá una continuación, donde trataré de aclarar muchos puntos, así que galones de gasolina se ganó esto?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).