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About Money por LadyScriptois

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Notas del fanfic:

07/01/2013

El primer fic del 2013 :D

Bien, esta historia está basado/inspirado en un anime, cuyo nombre revelare al final de fic.

Sin embargo, cabe destacar que es solo la base o en lo que me inspire, muchas cosas han sido modificada, eliminadas, agregadas, lo que ha provocado que en el proceso pierda la similitud con lo que fue basado, solo conserva lo que sería el tema principal. 

Notas del capitulo:

07/01/2013

¡FELIZ AÑO 2013!

Primeramente, de corazón deseo que este año esté lleno de dicha, paz, amor y salud para todos ustedes. Que todas las metas propuestas sean cumplidas y que sean bendecidos con fortaleza y voluntad para luchar por sus sueños. 

Ahora. El dispositivo donde esta My guitar teacher se me extravió y he intentado continuar con los capítulos, pero no me quedan como antes y no sé, por ello no he publicado, pero luego en mi tiempo de bloqueo y vacaciones en el fin del mundo sin internet, escribí esta historia, que cuenta con nueve capítulos y un extra. 

Como solo tengo que corregir y no me aguanto, subiré dos capítulos hoy. 

Un millón de euros

Era hijo único, pero aun así su niñez fue muy feliz. Sus dos padres, Simone y Gordon Trümper,  juntos que se amaban y lo amaban. No tenían una vida escaza de lujos, pero tampoco podían despilfarrar el dinero, tenían suficiente para cubrir las necesidades familiares y cumplir uno que otro capricho. Gracias a los esfuerzos de sus progenitores estudió en el mejor colegio de aquel pueblo, recibiendo una educación de calidad.

Siempre fue un chico de bien. Un estudiante deslumbrante, orgullo de sus padres y el prototipo del adolescente perfecto para las demás madres.

No fumaba, no bebía, no frecuentaba a fiestas. Libre de pecados, como dirían los señores mayores, e incluso en lo más dentro e íntimo de si, era puro.

El pelinegro aprendió que a cierta edad los jóvenes de su sexo empezaban a manifestar algunas necesidades en su cuerpo.

Nunca lo hizo.

Nunca llegó a tocarse pensando que era malo, que no estaba bien brindarse placer a sí mismo. Solo podría disfrutar del placer de esa forma tan física con el amor verdadero. Eso era lo que estaba bien.

Siempre se alejó de las tentaciones, y su mente y sentimientos se acostumbraron a ello. No pensaba en el sexo o en otras chicas, aunque pensaba en el amor.

Todos aquellos años de perfección y felicidad en su vida fueron remplazados por dolorosas lágrimas a causa de la muerte su padre. Su madre estaba desconsolada e intentaba ser fuerte ante su hijo, pero no podía. No podía engañar a Bill.

Pudieron seguir viviendo sin apuros por algunos meses, pero sin su padre sus ingresos económicos eran muy escasos.

Su madre buscaba día y noche un empleo que le permitiera sacar a su hijo adelante, pero para una señora con más de cuarenta años y sin experiencia laboral solo estaban disponibles aquellos por un sueldo que apenas y  alcanzaba para cubrir las necesidades de ambos. Bill muchas veces intentó trabajar a escondidas de su madre, pero no pasaba más de una semana cuando ella se enteraba.

“Los estudios son lo primero” le repetía miles de veces.

Simone quería que su hijo fuera a la universidad. Ese era su plan.

 

Cuando Bill se graduara lo enviaría a Berlín con unos parientes lejanos. Con su hijo en la capital pensaba vender su casa y comprar algo más sencillo, con el dinero que sobrara podría establecer un pequeño negocio y podría enviarle dinero a su hijo sin problemas.

Si, así solo sería más sencillo y Bill no tendría que padecer. En esos momentos no pensaba desligarse de la casa donde vivían, porque era lo único que tenían y si las cosas no marchaban como ella esperaba no quería que las consecuencias también las viviera su hijo.

Tal y como lo anheló Simone, su Bill fue becado en la universidad berlinesa. Había hablado meses atrás con su tía y aseguró un espacio en su casa para el pelinegro. Simone se sentía feliz porque todo marchaba bien.

Sin embargo, no todo lo esperado por aquella viuda fue tal cual.

Su hijo ya tenía un año en Berlín, los primeros meses con trabajo duro pudo enviarle suficiente dinero, pero luego todo empeoró. Le dieron menos dinero del esperado por la venta de su casa y luego de comprar una vivienda apenas y le quedó dinero para una inversión, inversión en la que fue estafada.

Su situación empeoraba con el pasar de los días y estaba en el punto en que solo le alcanzaba para comer.

 

:::

 

Bill estaba un poco confundido por la reacción de sus tíos. Al principio fueron muy amables, lo ayudaban y cuidaban. El pelinegro estaba muy agradecido por todo lo que hacían por él, pero desde un par de meses atrás todo cambió y le sacaban en cara día y noche que era un arrimado en aquella vivienda y le hacían sentir como si fuera un estorbo.

Sabía que la situación económica de su madre no era buena, o al menos tenía una idea ya que Simone no le contaba todo. Así que decidió conseguir un empleo, pero éste no le alcanzaba en mucho, solo para cubrir su transporte a la universidad y la compra de algunos libros que necesitaba para su carrera.

En su hogar le enseñaron a ser humilde y agradecido siempre, por eso, trataba de colaborar en todo lo que pudiera en la casa que le había acogido. Aseaba casi diario en el poco tiempo libre que tenía y siempre que podía cocinaba para sus tíos y primos, los fines de semana lavaba la ropa e intentaba de hacer cualquier tarea domestica que pudiera.

Para cualquiera Bill no representaría una molestia, todo lo contrario, gracias a él la vivienda siempre se mostraba reluciente y cuidada. Se preocupaba por la salud y bienestar de todos, sin importar que estuviese demasiado cansado. Como lo estuvo ese día cuando Georg le pidió un favor. Le solicitó que lo acompañara a una fiesta, no quería ir, pero luego de muchas suplicas terminó cediendo.

 

Georg era el hijo de sus tíos, sin duda. Tenía el pelo liso y castaño de su madre y los ojos verdes de su padre. Aunque tenían la misma edad, Georg no parecía interesado en los estudios. El dinero que sus padres le daban para cubrir las cuotas universitarias él lo malgastaba en los casinos, su gran vicio y perdición.

Algunas veces lo que más gusta no es lo conveniente y eso sucedía con el ojiverde, a quien le encantaba apostar, pero no tenía suerte en ello y tenía una gran deuda con un mafioso prestamista.

Mr. D, un corrupto de primera, quien no temía matar a quien no le cumplía. Y Georg no le cumplía.

Bill era su última esperanza. Era él o su vida.

El prestamista de Georg vio a su primo varias veces cuando iba a buscar al castaño a su casa y sabía que en él había un buen negocio.

Cuerpo delgado, lechoso y esbelto; no tenía las curvas de una mujer ni los atributos propios de ellas y no le hacían falta. Poseía su cintura ligeramente curvilínea, caderas estrechas y trasero pequeño y perfecto; facciones tan finas y angelicales que le daban una belleza fuera de lo normal, enmarcada por una larga cabellera que cubría más allá de sus hombros, lisa y negra, que se mecía con el viento. Una verdadera delicia, para Mr. D y para cualquiera.

En SexSale. Lo vendemos mínimo por ciento cincuenta millones, yo me quedo con la parte que me debes, el resto lo dividimos en partes iguales, te perdono la vida y no apareces más” Ese sería el trato que salvaría la vida de Georg.

El de ojos verdes tenía todo planeado para ese día. Le diría a sus padres que Bill se fue con su pareja que tenía hace años. De igual forma a ellos les daría igual, habían aceptado tener a Bill solo por el dinero que Simone enviaba, y como hace mucho que enviaba solo una miseria ahora no les agradaba del todo tener a su sobrino.

El pelinegro no estaba seguro del todo sobre a donde iban, las calles se veían oscuras y solas. Georg estacionó frente al único lugar donde se podía percibir iluminación y poca gente saliendo y entrando.

Bill bajó del auto cuando el castaño se lo pidió y sintió como unas manos se situaban en su rostro y luego todo fue negro.

 

:::

 

—Nuestra última pieza en una verdadera belleza. Un joven de dieciocho años, universitario. Quiero que noten su delicada piel tersa como la crema. – promocionaba el subastante a aquel chico.

El chico se encontraba en el escenario completamente desnudo, su cuerpo estaba totalmente adormecido y se hallaba arrodillado con su torso inclinado hacia delante debido a su debilidad, con el cabello cubriéndole la cara y sus brazos sostenidos por dos fuertes hombres que le mantenían en posición.

— Y su cara…– indicó.

Quienes lo sostenían lo movieron haciendo que su pelo callera en cascada sobre su espalda y su rostro  estuviera despejado para los pervertidos presentes.

Con sus mejillas rojas y los labios húmedos, estaba absolutamente desconcertado y sumiso. Se dejaba hacer sin protestar. Incluso, si estuviera, por lo menos, un poco consiente, estaba tan débil que no tendría fuerzas para impedir que lo trataran de ese modo.

—Es de alta calidad. Solo vean a esta sensual figura. Totalmente virgen. – informó, recalcando la última frase.

Ante lo dicho, los hombres a los lados del joven tomaron sus piernas y las apartaron exponiendo toda su intimidad ante el público. 

Quedó al descubierto su terso y flácido miembro, sus testículos rosas, y su sonrojada  y pequeña abertura. Muchos de los hombres presentes se excitaron por la simple muestra de la estrecha y virgen entrada de aquel hermoso chico.

Querían tenerlo. Tenerlo, mancillarlo y humillarlo. Eso era lo que les excitaba hacerle a aquel angelical joven.

— El cliente que lo adquiera lo puede confirmar con sus propios ojos. – continuó. — Empezaremos la subasta con  ciento cincuenta millones de euros.

— ¡Ciento cincuenta! – ofreció un señor del fondo haciendo sonreír a Georg. Su pellejo ya estaba salvado.

— ¡Doscientos diez! – contraatacó alguien adelante.

— ¡Doscientos cincuenta! – se escuchó

— ¡Trescientos! –ofertó un señor de al menos treinta y cinco años.

— ¡Trescientos setenta!  – propusieron.

— ¡Cuatrocientos! ¿A nombre de quien hago el cheque? – sonrió triunfal el señor de los antiguos trescientos, mientras sacaba su chequera.

—Tenemos cuatrocientos ¿Quién ofrece más?  – preguntó el subastante con una enorme sonrisa. Aquel muchacho había rompido el record de precios. — No oigo a nadie. Entonces será…

— ¡Quinientos millones de euros! – ofreció una voz grave y masculina entrando al lugar y aproximándose al frente. — En efectivo. – aclaró, sonriéndole ladino y con superioridad al anterior postor.

 

:::

 

Bill abrió sus ojos con lentitud y pesadez. Se sentía aturdido, confundido y muy mareado. Sentía todo su cuerpo pesado y sus pulsaciones aceleradas. Cuando su vista se adaptó a la luz blanca de aquella habitación se asustó mucho. No sabía dónde estaba.

— ¿Georg? – murmuró débilmente su pregunta. Quería saber dónde se encontraba su primo.

Se removió un poco en la suave y esponjosa superficie en la que se encontraba acostado llamando la atención de su acompañante.

— ¿Te encuentras bien? – le preguntó acercándose y examinando sus ojos.— Esos bastardos utilizaron drogas. – comentó para sí mismo enojado.

— ¿Quién eres? – intentaba incorporarse, pero no podía.

— ¿Debería llamar a un médico?  – se preguntó, mientras observaba y tocaba aquel rostro que le parecía hermoso en busca de fiebre.

— ¿Dónde está Georg? – seguía cuestionando, nervioso.

—Te traeré algo de beber. – se irguió para ir en busca de la bebida.

—Disculpe. – Bill le tomó la mano al hombre antes de que se marchara. — Mi… mi primo ¿Dónde está? – el menor estaba nervioso.

—Tranquilízate. – le pidió, saliendo de la estancia.

No entendía como aquel chico se podía mostrar tan preocupado por Georg ¿Qué acaso no se daba cuenta de que estaba en aquel estado por su culpa?

Fue en busca de agua y decidió agregarle una pasilla efervescente de vitaminas. El chico las iba a necesitar.

—Gracias. – le murmuró, tomando el vaso que le tendían.

—Tómalo todo. – le pidió y tomó asiento a un lado de la cama, junto a su huésped. — ¿Recuerdas algo? – le preguntó.

—No… es… hay cosas. No sé. – Bill no recordaba con claridad.

En su mente había imágenes de alguien quitándole la ropa, y de como su rostro era alumbrado por una cegadora luz, mientras miles de personas lo observaban y hablaban.

— ¿Me dirá dónde está mi primo? – le pidió y el otro suspiró.

—Toma esto. – le entregó un sobre y le ayudó a sentar en la cama.

Cuando la manta se corrió, Bill se dio cuenta que tenía una pijama que le quedaba enorme, posiblemente de aquel hombre.

 

En el sobre había fotos de su primo en casinos y junto a un hombre de traje, también papeles con la firma de Georg y de un tal D.

—Mr. D es un prestamista y tú primo uno de sus clientes. Según los documentos tu primo le debía una gran cantidad de dinero. – explicó, mientras se aflojaba un poco el nudo de su oscura corbata. —Cien millones de euros. Te vendió para salvar su deuda.

— ¿Él… él está bien? – fue lo único que pudo preguntar.

— ¿Eres tan tonto o es por la droga? – le preguntó, un tanto molesto.

—Pero… Georg… él es mi primo. – decía a punto de llorar.

—Pero eso no quita que no le importes. – le dijo, haciendo brotar lágrimas silenciosas de los ojos del pelinegro.

—No… Él… Quiero ir con él… ¿Dónde está? – preguntó desesperado.

—No iras con él. Te cambio a ti por salvar su asquerosa vida.

—No es cierto. Déjame ir. Por favor. – le pidió entre lágrimas.

—Tu primo te vendió a cualquiera sin importarle que pudiera pasar contigo ¿Y tú solo te preocupas por él?  – Bill solo necesitó escucharlo así de claro y se sintió triste y utilizado.

Aquel extraño tenía razón.

Lloró varios minutos, mientras intentaba comprenderlo todo. El otro hombre no sabía qué hacer, no estaba acostumbrado a ver a la gente llorar y aquel chico estaba llorando por su culpa.

—No llores. – le pidió, acariciando con temeridad sus cabellos.

—Tú me… tú me salvaste. ¿Verdad? – le preguntó esperanzado, mirándolo con sus grandes ojos avellanas húmedos.

—Algo así. – dijo inseguro. — Estas bastante agitado. – le acarició sus mejillas. —Recuéstate. – Bill sentía todo su cuerpo bastante pesado y cansado, así que con ayuda de su acompañante volvió a recostarse en la cama. — Duerme un poco. – le pidió.

 

:::

 

Tom era el hijo del más temido e importante mafioso de toda Europa, su padre Jörg Kaulitz, quien se encontraba en alguna parte del mundo disfrutando de la buena vida que podría darse luego de acumular una gran fortuna. Fortuna que su primogénito Thomas se encargaba de duplicar día a día desde hace un año.

 

No solo por ser hijo de quien era, ni por el dinero que tenía. Fue por mérito propio, por su frialdad y valentía, por su mirar penetrante e intimidante, por su seguridad y elegancia, por su astucia e inteligencia. Por todo, es que en estos momentos se mantenía como el líder de la mafia Europea.

Un chico de veintiún años con trenzas azabaches, que utilizaba bandanas  y una sexy perforación en el labio inferior. Su cuerpo delgado y atlético que se dejaba notar  por esas delicadas camisas de marca ajustadas a su cuerpo y que eran adentradas en finos pantalones de vestir, acompañados por los cinturones del más exquisito cuero y zapatos totalmente lustrados. Rasgos tan varoniles y perfectos, que parecía su rostro tallado por los dioses del Olimpo. Un hombre de carácter y porte envidiable, poderoso y atractivo.

Thomas estaba de paso por Alemania, solo estaría allí unos días, pero aprovechó para hacer un encargo que le había pedido su padre.

A Tom todo le vino como anillo al dedo. Hace meses que trabaja en ese chico. Seguía los pasos de él e incluso dos de sus empleados en Alemania solían vigilarlo y cuidarlo en la distancia.

¿Beca universitaria? Eso no era cierto, él corría con los gastos universitarios del chico y estafó al rector de la universidad para que le hiciera creer aquello.

Su gente le mantenía informado acerca de todo. Sus calificaciones eran una de las mejores de la universidad, le gustaba ir a la iglesia al menos una vez por mes y era muy querido en la zona donde vivía. Tenía un empleo de medio tiempo en una cafetería, que no le alcanzaba para mucho y su mamá tampoco estaba en las mejores condiciones.

Poseía cientos de fotos de aquel lindo chico, las cuales le enviaba su personal como prueba de su bienestar, y no había alguna que no le gustara. Era muy hermoso, en todos los sentidos. Su cuerpo, su rostro, todo. Todo lo hacía muy deseable para Tom.

Gracias a esa vigilancia era que descubrió como desde hace un par de meses la gente de Mr. D estaba muy pendiente de su protegido.

Existían muchas maneras de protegerlo, aumentó su vigilancia a distancia y luego infiltrado a alguien en su trabajo, pero el verdadero peligro era su familia y eso lo complicaba aún más.

Cuando su nombre apareció en la lista de ventas del SexSale se alarmó, pero luego pensó fríamente y se aprovechó de ello. Sabía que la gente de D merodeaba y controlaba varias zonas de Berlín, así que no había forma más segura que mantener al chico con él.

—Ya lo tengo. – dijo al teléfono.

—Que se quede contigo por al menos un mes. – le pidió su padre. —No puede volver a aquella casa.

—El primo es un desgraciado. – le dijo a su padre.

 

—D lo quiere. Parece que tiene varios compradores que están dispuestos a pagar por él una gran suma de dinero. – le informó a Tom.

—Es solo lo sé. Joder, solo porque es virgen. – bufó. —Viejos asquerosos. – dijo haciendo reír a su padre.

—El chico es muy lindo. – dijo lo que Tom ya sabía.

—Bastante…

—Ahora es tuyo. – le recordó y luego rio ante el silencio de Tom. — Cuando te vayas de Alemania, llévalo contigo.

—No querrá. Está desesperado por su primo. No pretendo obligarlo.

—Entonces ¿Qué harás? ¿Dejaras que vuelva y que le hagan sabrá Dios que? – le regañó su padre.

—Solo veamos que tanto dura el interés de D por él y luego veré.

—No saldrás de Alemania dejando al chico en peligro. No lo dejes solo Tom. – le demandó su padre.

—Está bien. Algo se me ocurrirá. Adiós, saludos a mamá. – se despidió y colgó el teléfono.

Tom apoyó sus codos en el escritorio y dejó caer su cabeza, mientras masajeaba su sien.

Meses cuidando de ese chico, meses de tranquilidad y donde no pasaba nada interesante, pero tuvo que ir su estúpido primo y mezclarse con gente peligrosa.

Tomó un baño y se vistió con una camisa y corbata negra, pantalones y zapatos del mismo color y una bandana. Salió de su habitación y pasó por la cocina pidiéndole a Marta que llevara su desayuno y el de su huésped a la habitación del último. 

Cuando entró a la habitación, Bill se encontraba sentado en la cama llorando silenciosamente.

— ¿Como has dormido? – preguntó pasando por alto el llanto del menor, al ver como este se limpiaba las lágrimas intentando que Tom no lo notara.

—Bien…– le murmuró.

—Pronto nos traerán el desayuno. Debes tener hambre. ¿Quieres bañarte antes? – le propusó recibiendo un ligero asentimiento. —En el closet hay un poco de ropa y también ropa interior nueva. – le informaba, mientras se dirigía al enorme ropero. —Tal vez te queden un poco grande. – le dijo, mientras sacaba algunas prendas. —Pero serán útiles. – le sonrió cálidamente al pelinegro.

—Gracias… ¿Uhn? – quiso saber, tomando la ropa que le daba el trenzado.

—Tom. – le sonrió nuevamente.

—Gracias, Tom. – le agradeció nuevamente antes de intentar bajar de la cama e ir al baño, fallando en el intento.

—Te ayudaré. – le dijo mientras lo sostenía en brazos.

Bill había bajado muy rápido de la cama y su cuerpo estaba aún bastante débil, así que no pudo mantenerse de pie y cayó en los rápidos brazos de Tom.

El mayor lo tomó de la mano y lo ayudó a llegar al baño y lo sentó en la orilla de la tina, mientras la llenaba con agua caliente.

Bill estaba un poco incómodo. Tom no se quedaría mientras él se bañaba ¿Verdad?

—Aquí hay toallas, cepillo dental, y…–  le decía sacando cosas de los estantes de aquel enorme baño. —Aquí jabones y shampoo. – los tomó y los colocó para que el menor lo tuviera a su alcancen. —Esto ya está listo. – informó cerrando la lujosa llave de agua.

— ¿Podrías…? – le preguntó sonrojado y Tom entendió.

—Sí. Estaré afuera por si necesitas ayuda. – dijo y salió.

Pronto llegó la comida y la acomodó en una pequeño desayunador que había en la habitación. Bill salió  del baño con el cabello un poco húmedo y ligeramente ondulado, pero renovado y fresco. La camiseta celeste que traía puesta le quedaba un poco grande y el pantalón de chándal igual. Sin embargo, ante los ojos de Tom estaba hermoso, su piel tan blanca y su rostro embellecido por un ligero rubor carmín al igual que sus tersos labios.

—Tal vez debería comprarte ropa. – decía mientras rodaba una silla para que Bill se sentara.

El desayuno transcurría el silencio, aunque Bill tenía mucho que preguntar.

— ¿Cuándo… cuándo iré a casa? – le preguntó temeroso.

Tom lo miró, pero decidió pasar de ello.

— ¿Me dirás donde esta Georg? Quiero… quiero irme.

El trenzado no sabía que decirle a Bill y no hizo falta, ya que uno de sus hombres, Gustav, entró a la habitación interrumpiendo y le entregó un sobre.

 

—Acaba de llegar. – informó el joven serio y rubio que acababa de llegar.

—Iremos a ver a Georg. – le dijo luego que leyó el contenido del sobre.

D quería verlo, quería negociar y quería tener a Bill. Si estaba él, estaba Georg, y así podría demostrarle a Bill lo que en realidad era su primo.

 

Notas finales:

Espero lo hayan disfrutado.


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