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¡Qué doloroso es el amor! por Risu

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Notas del fanfic:

Jeee... más dramática soy. Digo que no voy a volver a publicar en MUCHO tiempo, y a la semana ya llego con algo nuevo ._. Yo misma me quito mi propia credibildad, que mal *suspiro*.

 

Pero qué les puedo decir, mis clases comenzaron, las del colegio y de inglés el mismo día, es como un complot hacia mi persona. Pero por alguna razón, mi cerebrito en la noche me decía: «Vamos, Risu, tú puedes, yo sé que tú quieres escribir». Y bueno, cerebro dice, cerebro manda.

 

Así que... los personajes no me pertenecen, pues son de la propiedad exclusiva de Masashi Kishimoto.

Notas del capitulo:

La mayoría de los lectores deberán decir: «¡Diablos! Otra historia de un Naruto malo que lastima a Sasuke. Qué poca originalidad de los escritores». Pues, mis amores, déjenme defraudarles diciendo que se equivocan, odio que mi Uchiha favorito sufra, me parte el alma, y no me agrada el Naruto malote, me cae mal.

 

Aunque... aquí sí va a salir Sasuke lastimado, pero abajo ya diré el por qué, claro, si es que no han cerrado antes este one-shot, todos indignados.

 

En fin, espero que guste. Sinceramente, en mi mente se veía más divertido, pero al pasarlas con mis palabras se volvió aburrido, creo estoy perdiendo el poco estilo que tenía. ¡Oh, Dios, me siento vieja!

 

 

 

 

Un nuevo día iniciaba para todo Japón, con un sol deslumbrante que saludaba a los mañaneros; las calles comenzaban a ser pobladas por un número de personas que paulatinamente aumentaba a cada segundo. Los habitantes transitaban con paso acelerado para llegar más temprano a su destino, a excepción de un estudiante que caminaba pensativo. Su nombre era Namikaze Naruto, asistía a la prestigiosa escuela de Konoha, el centro de estudios donde conoció a su dolor de cabeza que tenía nombre y apellido: Uchiha Sasuke.

 

 

Su relación con el Uchiha no comenzó siendo la mejor, se peleaban cada vez que cruzaban miradas, no se soportaban, el rubio no concebía la idea de que un niño con el ego elevadísimo atrajera la atención de todas las niñas de su salón, en especial, la chica que le gustaba; por otro lado, el moreno prefería ignorar todo a su alrededor para sólo concentrarse en superar a su hermano mayor. Asimismo, fue su rivalidad la que los volvió amigos muy unidos, pues sin darse cuenta, la presencia del otro ya no les molestaba, es más, la disfrutaban.

 

 

Pasaron los años y su amistad se fortaleció, al punto de ser inseparables, no obstante, los sentimientos de Naruto maduraron de manera… desviada. No supo cuándo fue que dejó de ver a su amigo como tal y se volvió un ser hermoso que deslumbraba con cada acción que hacía. Tiempo después, se informó que se había enamorado “por casualidad” de su amigo, el asexual Sasuke.

 

 

Embotelló sus sentimientos por mucho tiempo, no por el desprecio que recibiría por su inclinación sexual, sino por la reacción negativa del azabache. Era bien sabido que un Uchiha no caminaba de la otra acera, siempre recto, nunca torcido. Podía soportar las miradas de desdén  de sus compañeros y hasta de su familia, pero jamás la indiferencia de su secreto amor, por eso callaba lo que sentía, mejor era ir por lo seguro.

 

 

Sin embargo, el de piel trigueña no era muy bueno ocultando secretos, y fue su amigo Shikamaru quien descubrió que lo que sentía por el Uchiha no era la supuesta amistad-rivalidad que profesaba. El castaño sólo le aconsejó seguir con su corazón, unas palabras muy simples, pero le parecía muy problemático darle un verdadero consejo, además, confiaba en su amigo, sabía que no haría nada estúpido. Lástima que no le importaba lo que podría pasar.

 

 

Por otro lado, en un salón de clases, un pequeño grupo de alumnas comentaba sobre los rumores que habían oído, entre ellos se cuestionaba la amistad de dos compañeros que siempre estaban juntos. Estas jovencitas no murmuraban, más bien lo decían en voz alta para que uno de los involucrados escuchara.

 

 

—¿Pero tú crees?

 

 

—¡Obvio! Sólo basta mirar cómo Namikaze se queda observando a Sasuke-kun, no es una mirada de amigos.

 

 

—Yo creo que estás exagerando. Ahora las cosas son así: dos amigos que son muy unidos son gays, no, señor, yo digo que son sólo amigos muy cercanos.

 

 

—Esa ni tú te la crees.

 

 

—Te apoyo. ¿Amigos?, amigos mis calzones.

 

 

—¡Habla bonito!

 

 

Rompieron en unas carcajadas escandalosas que ganaron más de una mirada molesta, mas estas mujercitas siguieron como si nada, poco les importaba. Pero su conversación logró lo deseado: hacer dudar al pelicorto.

 

 

Sasuke siempre fue consciente de que su amistad con el Namikaze era especial, tenía ese algo en particular que los distinguía de los demás, tal vez era el constante acoso del ojicielo hacia su persona lo más resaltante. Naruto decía que, porque era su rival, tenía que estar atento a cada paso que hacía.

 

 

Aunque, analizando a fondo su relación con el blondo, podía compararse a la de una pareja de enamorados, tenía hasta los celos enfermizos cuando veía que alguien se acercaba mucho a él, o el simple hecho de no despegarse ni para ir al baño. Aquello lo trajo a la realidad y, finalmente, aceptó que a su amigo le gustaba, y no le molestaba, en lo absoluto. Su familia era conservadora, en especial su padre, quien despreciaba abiertamente a los homosexuales, al igual que odiaba a las personas tatuadas, pero luego de que Itachi apareciera a casa con un adorno de por vida, cambió de parecer; su padre jamás podría aborrecer a sus hijos.

 

 

Pero no estaba muy seguro de los rumores, ya que no era más que historias que o bien podían ser ciertas o no.

 

 

La llegada de Naruto al salón fue igual que todos los días: ruidoso, como él. Se saludaron como siempre, los insultos eran su mejor forma de comunicarse; desde pequeños se menospreciaban mutuamente, y más de una vez fueron castigados por su lenguaje soez, pero —tiempo después—los maestros tuvieron que aceptar que esa era su manera de quererse y que no iban a cambiar sin importar las horas que estuvieran limpiando los pasillos.

 

 

Pero ese día no iba a ser como los demás.

 

 

A primera hora les tocó deportes con Maito Guy, un hombre calificado como estúpido por los alumnos, pues su comportamiento era completamente absurdo y lo hacía quedar en ridículo, sin que él se percatar de ello. Su clase era la más agotadora, no paraban de ejercitarse hasta que terminara la hora, cuando el entrenador se apiadaba de ellos y les permitía darse  una ducha.

 

 

Los hizo correr por toda la chancha como calentamiento; al parar, les ordenó jugar un partido de baloncesto, mientras él hacía una cantidad de lagartijas que parecía imposible, pero aún así las completaba.

 

 

Se dividieron en dos grupos para jugar, desafortunadamente —más que nada para el obsesionado trigueño—a los dos amigos no les tocó juntos. No hubo contratiempos en el juego, claro, sin contar que al final del partido, el ojinoche reposaba desmayado en la enfermería.

 

 

Naruto no se consideraba celoso, pero por algún motivo la complicidad de Kiba con su amigo le trajo una sensación amarga que quemaba sus entrañas y lo cegó por completo, haciendo inevitable el pelotazo que le lanzó al ónix, quien intentó detener el pase, sin embargo, este tenía tanta fuerza que rozó con su mano y dobló hacia atrás su dedo índice, mediano y anular, fracturando el primero y ocasionando que su dueño soltara un auténtico grito de dolor que asustó a todos.

 

 

Los presentes se acercaron y rodearon al lastimado que sostenía su mano como si su vida dependiera de ello; se aguantaba las horribles ganas de llorar (aunque sus brillantes ojos lo delataban) y maldecir a los cuatro vientos, teniendo que morderse el labio inferior con fuerza, hasta el punto de hacérselo sangrar. El blondo se disculpaba reiteradamente, sintiendo que era su culpa —y así era—.

 

 

El profesor lo mandó a enfermería para que revisaran su herida superficial, así de optimista era, alegando que era muy joven como para recibir fracturas, tonterías que molestaban más al moreno. Le otorgó ayuda, diciéndole al alumno Inuzuka que lo acompañara. Los celos volvieron al Uzumaki, quien no controló su impulso y gritó el nombre del Uchiha, el cual giró a verlo, ganándose una pelota en la cara que lo mandó a dormir, obligando al castaño a cargarlo hasta llegar a su destino.

 

 

—¡Mierda! Pasó lo que menos quería —murmuraba hirviendo de la cólera acumulada.

 

 

—¿Acaso la pelota iba para Kiba? —interrumpió el Nara, mirándolo con su expresión despreocupada—. ¿Tan lejos irías por Sasuke?

 

 

—Eso y más —aseguró fijando su mirada que mostraba determinación.

 

 

—¿Pero no crees que casi lo matas?

 

 

—No fue mi intensión, sólo quería que se separara de Sasuke, pero solo logré que se fueron lo más pegados posibles.

 

 

—Solo te diré que no dejes que los celos te dominen y trata de no matar a Sasuke.

 

 

—Ya lo sé.

 

 

Al llegar a su salón de clase, encontraron a los dos ojinegros  hablando, uno tenía una venda en la cabeza, una curita en la nariz y en la mejilla izquierda, además de tener el dedo índice entre dos pedazos de madera sujetados por una cinta; el otro sólo le preguntaba si estaba seguro de haber dejado la enfermería, aún cuando la asistente dijo que tenía que reposar. Lo primero que hizo el ojicielo al visualizar a su amigo fue darle un sofocante abrazo mientras se disculpaba nuevamente, se separó de él al percatarse que no se movía: se había desmayado una vez más.

 

 

—¿Qué le pasó? —samaqueó al cuerpo inerte que tenía entre sus brazos en un vano intento de despertarlo.

 

 

—Lo ahogaste hasta el punto de hacerle perder la conciencia —explicó Sakura Haruno, la anterior persona que al rubio le gustaba. Apartó de un manotazo al chico y se llevó a rastras al de piel nívea hasta la enfermería, donde lo atendería personalmente, ya que la medicina era su pasión.

 

 

—Ahh… —suspiró decaído, nada bueno le estaba saliendo.

 

 

No lo volvió a ver hasta que acabaran las clases, tuvo que volar para encontrarlo en la enfermería, acostado, durmiendo como si no fuera consciente que a su costado había un joven muy cercano a él que estaba muy preocupado. Tan preocupado que le tiró el líquido de una botella —pensando que era agua—para levantarlo.

 

 

Sasuke no despertó de la mejor manera, sintió agua caer en su rostro, cuando quiso abrir los ojos, le entró gotas de aquel líquido y le ardió en abundancia; se rascó los parpados mientras se quejaba del nuevo dolor. Naruto vio el envase y se fijó que era alcohol puro, desesperado eliminó la evidencia tirándola al aire, que casualmente cayó a la cabeza del desafortunado Uchiha, quien soltó un nuevo quejido.

 

 

—¿Es que no puedo hacer nada bien? —se recriminó a sí mismo.

 

 

—¿Naruto? —con algo de dificultad abrió sus profundos ojos que estaban brilloso y algo rojos—. Dobe, ¿qué haces aquí? Deberías estar de camino a tu casa.

 

 

—Quise acompañarte, es peligroso que andes a tan altas horas de la tarde.

 

 

—Más peligroso sería que tú me acompañes —se burló, aunque en el fondo tenía razón.

 

 

—Sasuke… —bajó su cabeza apenado, sabía que ese día hacía lastimado más de una vez a su amigo—, lo siento, no era mi intensión hacerte daño.

 

 

—Lo sé, dobe, lo sé.

 

 

—Sólo quería llamar tu atención de alguna manera —confesó fijando sus zafiros en las orbes contrarias—. Quería que me vieras solo a mí, que permanecieras a mi lado, pero sólo logré mandarte a la enfermería.

 

 

—No importa, ya estoy bien —restó importancia desviando su sonrojado cutis, parecía una confesión de amor.

 

 

—Sasuke —cogió las manos pálidas del joven que estaba sentado en la camilla—, lo que quiero decir es que me gustas, y mucho —la seriedad de sus palabras confirmaron los rumores que había oído—. Y quiero que seamos más que amigos.

 

 

—Naruto, yo… —dejó que el bronceado lo estrechara en un delicado abrazo, ya que ahora tendría cuidado de no hacerle algún daño.

 

 

—Sasuke, ¿estás llorando? —se separaron por unos segundos para que el hablante observara una lágrima que descendía de la mejilla derecha de su amor—. ¡Tú, grandísimo marica!

 

 

—No me malinterpretes, idiota —se limpió el rastro de la gota salada—. Uno de los picos de tu cabello se metió a mi ojo.

 

 

—Me haces muy feliz, teme —cambió rápidamente el tema, obviando el hecho que lo había herido nuevamente; se aproximó al rostro contrario en busca de cerrar su nueva relación con un dulce beso, pero no contó con que la puerta de aquel cuarto blanco se abriera repentinamente.

 

 

—Sasuke-kun —llamó ingresando a la habitación sin despegar su vista de la pantalla de su celular, en el cual mandaba mensajes a su pretendiente de un año mayor, Rock Lee.

 

 

Ante la adrenalina que sintió cuando se dio por descubierto, empujó a su recién enamorado con tanta fuerza que lo tiró fuera de la cama, el pobre azabache se dio un golpe en la cabeza que lo durmió una vez más en ese mismo día.

 

 

—¡No puede ser! —se jaló sus alborotados cabellos dorados, para luego verificar la salud de su amado junto a la pelirrosada que se alarmó al escuchar un sonido seco.

 

 

Aquellos que dijeron que el amor no lastima, pues nunca se enamoraron. El amor duele, y mucho, sino pregúntenselo a Sasuke.

 

 

 

 

Notas finales:

Si llegan hasta aquí es por dos razones: la primera, quieren quejarse de algo (las acepto, en verdad, me ayudaría bastante las críticas, tengo que escribir un cuento fantástico para el lunes y no he hecho ni michica); la segunda, para poner... cualquier cosa que no sea crítica ._.

 

Bueno, bueno, aquí va dónde saqué mi inspiración:

 

El año pasado, mis amigas me dijeron: «Andrea, creo que a X le gustas» y yo: «No, naa que ver (síp, todo chabacano). Sólo somos amigos, nada más». Pero fue justamente en la clase de educación física que me demostró su "amor".

 

¿Cómo termine ese día? Pues... los tres dedos intermedios heridos por un balonazo, siendo el indice el peor (hasta el día de hoy no me puedo sacar un conejo de ese dedo, ya que me sigue doliendo); mis dos huesos húmeros con un dolor terrible, gracias a sus "abrazos" de disculpas que me lastimaron más; con moretones en las costillas, ya que para llamar mi atención cuando estabamos en clases, hundía sus largos dedos en mis costillitas. Sin contar el pelotazo que me cayó en mis piernas y me dejó todo esa zona roja.

 

Y, al final me dije a mí misma: «Si esto es amor, yo no quiero que me amen. Prefiero seguir viviendo».

 

Y de ahí saqué esta idea. Gracias por leer ^^

 

Sara: ¿Nada más? ¬¬'

 

No, gracias.


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