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Un cuento de invierno por Orion de Long

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Notas del fanfic:

Pues tenía ganas de escribir algo por el estilo y aprovechando que las bajas temperaturas están comenzando a llegar para parte de nosotros, decidí escribir sobre lo doloroso que puede ser el invierno para algunas personas.


Espero les guste.

Notas del capitulo:

"Él me pidió que no lo olvidara y hasta el día de hoy no lo he hecho. Su sonrisa amable sigue en mi memoria como si la hubiese visto apenas ayer."

Un cuento de invierno

 

 

 

El invierno caía con toda su fuerza por las calles de la ciudad. Yo miraba fijamente como los copos de nieve caían encima de la delgada madera que cubría mi cabeza y la de otros niños que dormían a mi lado. La vida era difícil para nosotros, pero no nos quejábamos, nos manteníamos juntos para encontrar el calor que otros encontraban cerca de una fogata o la cocina a gas que debían tener en sus casas.

 

Mi nombre es Diedrick. Tengo dieciséis años y actualmente vivo con otros niños mas pequeños que yo y de mi misma edad, en una pequeña choza improvisada con algunos trozos de madera y cajas apiladas. Es por aquella razón, que para nosotros, cada invierno es como la muerte encarnada de blanco, Zac y Elías se fueron el invierno pasado, durante una fría noche de Agosto y ahora temo por Liev, el chico que se encuentra durmiendo a un costado de donde yo me encuentro sentado. Le he puesto incluso mis mantas para ver si aquél temblor que recorre su cuerpo decide marcharse y no mentiré, no puedo hacerlo, tengo miedo de perderlo, tengo miedo de que el invierno me siga quitando a más de mis queridos amigos, tengo miedo de que me lleve a mi y no pueda hacer nada en este mundo; porque todos se imaginan que no somos mas que vagos de la calle, chicos sin un futuro...no es así, claro que no. Todos tenemos sueños, Zac y Eli los tenían, yo los tengo...

 

El gemido de parte de Liev me hace pensar, que esta noche tampoco podrá dormir bien y aunque hemos logrado calmar la fiebre, la misma aún se mantiene ahí y no creo que podamos evitar que se eleve. No se confundan, soy positivo, creo en que las cosas pueden mejorar, pero también tengo mi dosis de realismo, es por eso que estoy alerta y justamente, no espero dormir esta noche. He intentado que el doctor del pueblo venga a ver a Liev, pero con el invierno se han desatado también las enfermedades de los niños pequeños y el riesgo es compartido por los ancianos y en este caso, nosotros pasamos a ser uno de los últimos problemas para el consultorio del pueblo.

 

Invisibles...sí, a veces pienso que somos invisibles para el resto del mundo. Nadie ve que también sufrimos, que también nos enfermamos, que también podemos morir y creo, que no hay nada peor que morir solo y sintiéndote olvidado por todos.

 

 Abracé mis piernas contra mi pecho. El frío cala hasta los huesos, pero me ayuda a mantenerme despierto. Y mientras giro mis ojos hacia uno de los árboles cubiertos de nieve que se encuentran a unos metros de distancia de nosotros, siento un ruido desde detrás, seguido de un adolorido quejido. Me pongo de pie, el ruido parece venir del callejón que se encuentra entre el negocio del señor Norton y la farmacia de la señora Twinkie.

 

Todo volvió a quejar en silencio, pero aun así aquél quejido me produjo una extraña sensación, por lo mismo fue que decidí dejar atrás nuestro hogar improvisado y acercarme con cuidado hacia el callejón.

 

 Por suerte las botas que traía puestas eran lo suficientemente largas como para que no se me mojara el pantalón con la nieve, la cual la debía estar por encima de los treinta centímetros de profundidad. Las mismas me las había encontrado en uno de los contenedores que se hayaban en ese mismo callejón, no se encontraban en tan mal estado y si tenían algo de buenas, eran que por dentro poseían un material resistente al frío y me quedaban grandes por diferencia de unos cuantos números, así que podría conservarlas por un buen tiempo.

 

 Me detuve a la entrada del callejón. Allí no se veía mas que las sombras de los contenedores y el quejido de las ratas que se escondían bajo los mismos, aunque u nuevo ruido, me alerto de una presencia que no esperaba. El mismo ruido venía desde delante del contenedor que daba hacia el final de la callejuela e incluso, fijándome bien en aquél lugar, ahora podía ver como una pequeña figura en el piso hacía fuerza intentando zafarse de algo. Me aproximé con cuidado, manteniendo cierta distancia, hasta que fue la misma luna y su poderosa luz a través de las nubes, la que me permitió ver el cuerpo de un pequeño zorro rojo. No pude evitar retener el aire por un segundo mientras lo observaba: Era la criatura más bella que había visto en mi vida; pero por mucho que me pareciera hermosísimo, no pude detenerme en sus detalles porque la misma criatura, chillaba de dolor.

 

Me acerqué un poco más para poder acercarme a ver de qué podía tratarse, fue entonces que distinguí que una de sus patas estaba atrapada en una de aquellas trampas que el señor Thelsor —El dueño de la tienda de armas y artículos de casería — había puesto hace una semanas atrás para evitar que los zorros entrasen a comerse las gallinas. Jadee al ver como la misma sangraba y teñía la nieve de rojo, pero no me quedé allí mirando, me arrodille junto a la criatura y aún si esta llegaba a morderme, lo liberaría de aquél dolor por el que debía de estar pasando.

 

 —No te preocupes amiguito. —Le susurré al zorrito mientras jalaba de la trampa intentar liberarlo. El animalillo, al verme tan cerca y con las manos sobre la trampa, posiblemente debió haber pensado que era cosa mía, puesto que me gruño mientras se alejaba todo lo que la trampa le permitía, aunque eso solo hacía que la herida sangrara más. —No te haré daño. —volví a susurrar mientras abría la trampa con cuidado de no causar más daño a la pata del pequeño zorro.

 

 Un sonido hueco fue el indicio de que la trampa había cedido, pero la pata del pequeño animal no estaba nada de bien. A mis ojos la misma podía estar quebrada, el animal de orejas en punta intentó apoyar la misma en el suelo, pero esto solo causo que chillara una vez más antes de mantenerla en lo alto e intentar caminar, pero la falta de sangre lo estaba debilitando, yo lo sabía, si se alejaba de allí con aquella pata herida, seguramente no llegaría lejos y sí, aún intentaba llegar hasta las gallinas, podía ser que otra trampa terminara el trabajo.

 

 Me levanté y camine siguiendo al zorrito, alcanzándolo y tomándolo por la cintura. El animalillo volvió a chillar, pero esta vez por mi intromisión, intentó morderme sin conseguirlo y lo levanté del suelo. Realmente no era para nada pesado, pero debía tener cuidado con sus garras y sus dientes.

 

—Tranquilo amiguito, no quiero hacerte daño...solo...solo quiero ayudarte. —Murmuré hacia el pequeño zorro mientras lo abrazaba de tal forma que bloqueara con mis manos y brazos el movimiento de sus brazos, tanto para que no intentara escapar, como para que no me mordiera.

 

 El zorro volvió a chillar una vez mas mientras se revolvía intentando escapar, mas mientras yo me aproximaba de vuelta a nuestro hogar, se quedó quieto. Me asusté, lo mismo podía deberse, a la pérdida de sangre y el dolor. Esa noche, tampoco quería perderlo a él.

 

—Aguanta por favor amiguito.

 

Una vez que estuve nuevamente bajo techo, puse al zorrito sobre la parche del viejo colchón donde dormía yo. Todos los demás dormían y no era mi intención despertarlos, por lo que traté de hacer el menor ruido posible.

 

Jalé de una de las mangas de mi camisa, tomando una buena porción de la tela para cortar el sangrado, eso era lo único que podía hacer por el pequeño animalillo...eso era lo único que podía hacer por él y eso me hizo sentir débil...tan débil, no podía salvar a nadie, ni a Liev...ni a aquél zorrito.

 

Las lágrimas cayeron por mi rostro mientras enrollaba la tela en su pata.

 

—Por favor...por favor...no te mueras...—Susurraba arrodillado junto a la pequeña criatura, mientras mis lágrimas mojaban su pelaje. Podía ver como su pecho se agitaba producto de su respiración y realmente quería que viviera, que alguien pudiese detener el dolor, para que pudiera volver a caminar libre con otras criaturas tan bellas y libres como él.

 

 Una de mis manos rozó la piel del animalillo, arrastrando con ella mis propias lágrimas que habían caído sobre él. Y deseaba...deseaba que mis plegarias fueran escuchadas por alguien, por cualquier persona, que alguien pudiera vernos y acercarse a ayudar, era solo eso, un poco de ayuda...eso era todo lo que deseaba.

 

 —No llores más, Diedrick.

 

 Una voz masculina vino desde atrás de mi y por tanto, me dí vuelta para observar de quien se trataba. Y efectivamente vi a alguien a unos cuantos metros de donde me encontraba yo, un chico de cabello rojizo y un largo abrigo blanco, tan blanco como la nieve. En los ojos de aquella persona, pude ver bondad. Me había llamado…sabía que estaba en problemas...sabía que necesitaba de alguien. Las lágrimas se detuvieron. No lo pensé dos veces antes de tomar al pequeño zorrito entre mis brazos y correr en dirección de aquella persona, que aunque no se veía mas que un par de años más grande que yo, poseía una bondad en su mirada que ningún otro de los habitantes del pueblo poseía.

 

Me detuve a poco menos de un metro de aquella persona, para que pudiera ver a la criatura que sostenía entre mis brazos.

 

—¡Por favor!...por favor, ayúdalo. —Pedí al muchacho pelirrojo, el cual me observaba a mí fijamente, con una sonrisa tranquila en los labios. Me pareció que nunca había conocido a nadie como él.

 

Para mi sorpresa, aquél muchacho se acercó más hacia mí y detuvo una de sus manos sobre la criatura que yo sostenía, pero aun así, él no me quito la vista de encima.

 

—Tu amabilidad a salvado a esta criatura...y mantendrá a salvo a los tuyos, Diedrick. Así que no llores, se fuerte, porque los tiempos mejorarán...confía en ello. —Su voz fue como un suave murmullo que me envolvió y sentí por primera vez, que podía creer que aquello que me decían, era la verdad.

 

Pestañee algo sonrojado, mas volví a observar algo preocupado al zorrito y aunque el mismo se encontraba inconsciente, la tira de género que le había colocado ya no se encontraba y la herida en su pata, había comenzado a regenerarse ante mis ojos. No podía creerlo, lo estaba viendo...y aun así se me hacía tan difícil creerlo. Sonreí hacia el muchacho frente a mí y él me devolvió la sonrisa.

 

—¿C-Como es...? —No pude terminar la pregunta que deseaba formular.

 

Sentí la cálida presión de unos labios ajenos contra los míos y fue realmente, como si algo realmente puro me hubiese llenado de energía. Me quedé completamente quieto mientras las manos de aquél muchacho tomaban mis mejillas por un momento, antes de separar sus labios unos centímetros de los míos para susurrarme:

 

—Cree en mí y en que las cosas van a mejorar, porque ya no estás solo.

 

 Las manos de aquél hombre envolvieron las mías y con cuidado, tomaron del pequeño zorro. Yo no sabía que decir, ahora me sentía por primera vez, completamente feliz, pero a la vez, no sabía cómo reaccionar. Mis brazos dejaron ir a la criatura y la vi acomodarse entre los brazos del pelirrojo.

 

 El muchacho pelirrojo sonrió mientras acariciaba con una de sus manos al zorrito, pero pronto sus ojos volvieron a posarse en mí, esta vez con algo de...¿tristeza?

 

Eso me extraño.

 

—Ya es hora de partir, pero es posible, que en un futuro nos volvamos a ver.

 

Fue todo lo que él murmuró antes de darse la vuelta y dar un par de pasos lejos de mí.

 

Yo me quedé congelado ante la despedida del pelirrojo, pero una presión en el corazón, me empujó a hacer una última pregunta antes de que él se marchara.

 

—¡¿Cómo...cómo te llamas?! —pregunte mientras restaba distancia nuevamente entre nosotros, deteniéndome a un metro de él y aunque, él se detuvo, no se giró de inmediato ni me respondió tampoco. Pasaron unos cuantos segundos, antes de que viese nuevamente observarme con aquella sonrisa y delinear con sus labios un nombre:

 

—Liev.

 

 Sentí que el corazón se me encogía en aquél momento, pero entonces el se me acercó nuevamente, agachándose un poco y dejando su frente pegada a la mía.

 

—No llores Diedrick. Tú velaste por mí, me protegiste como a una parte de tu familia y ahora es mi turno de velar por ti y los demás. Confía en mí y recuérdame ¿sí? y gracias...gracias por ser quien más me amo en este mundo, —La voz de él y sus palabras, calaron en mí e impidieron que las lágrimas brotaran nuevamente. —Te quiero Diedrick. —Fue la despedida final de Liev antes de desaparecer frente a mis ojos, llevado por la noche, junto al pequeño zorrito que había salvado.

 

 Al volver a nuestro hogar, me quedé observando por unos momentos el tranquilo rostro de Liev. Y ahora, tiempo después puedo recordar esta historia y como al día siguiente, el médico del pueblo fue a primera hora hacia nosotros para examinarnos. El cuerpo de Liev fue sepultado en el bosque, allí donde yo sabía, estaría como en casa. Otras cosas también comenzaron a mejorar, una mujer de avanzada edad decidió tomarnos bajo su cuidado y con ello, pudimos volver a la escuela, ahora teníamos una cama y un verdadero techo bajo el cual guarecernos en invierno, teníamos una estufa con la cual calentar nuestros fríos cuerpos y yo tenía al fin, alguien en quien creer. Desde entonces siempre llevo conmigo el recuerdo de aquél amigo que me amó y que me permitió creer en que las cosas mejorarían y debo admitir que en sueños lo he vuelto a ver, con aquella misma sonrisa amable que en aquél entonces me hizo sonrojar.

Notas finales:

Bueno, espero les haya gustado. Ya saben que es interesante leer sus reviews con sus opiniones (: Pronto estaré subiendo mas cosillas.

 

Gracias por pasarse a leer y aún muchas mas gracias por dejarme un mensajito con vuestra opinión. Será hasta la próxima.

 

Orion_.


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