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Quizás sea un nerd, pero es mi nerd por Niji_Takagawa

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Notas del capitulo:

Aquí Kira haciéndole el favor a mi niña de actualizar el fin así que... 

LEAN Y COMENTEN!

Ya habían pasado un par de semanas desde que los seis muchachos, incluyendo al bebé de dos de ellos, habían llegado a la famosa playa japonesa de Shirahama, localizada en la prefectura de Wakayama, bastante cerca del pueblo en que el vocalista había nacido, y el lugar en que éste solía vacacionar cuando era pequeño, por lo que él conocía bastante bien dichas playas. El último fin de semana de libertad había llegado finalmente, por más que hubieran deseado retrasar su regreso a la urbe donde residían, por lo que el plan que Kyo llevaba días ideando, debía tomar lugar pronto, antes de que se vieran obligados a volver a sus ocupadas vidas de estudiantes universitarios y trabajadores. La mañana del último viernes que pasarían en aquella hermosa playa, Hide despertó mostrándose hondamente desconcertado, pues al abrir los ojos se encontraba solo en la cama junto a su pequeño hijo, quien despertó de forma tranquila tan sólo dos minutos después, en medio de un leve bostezo, al que siguió una interrogante, preguntando por el paradero de su padre, el cual su otro padre, no supo responder. Inmediatamente ambos se levantaron de la cama en la busca de alguna pista que le dijera dónde se hallaba, hasta que el pequeño notó una hoja de papel pegada al espejo colocado unos centímetros por sobre la mesa de noche de la habitación, por lo cual la señaló en medio de balbuceos.

 

–Qué pasa mi amor –aquellos ruidos habían conseguido atraer su atención del mayor, por lo que rápidamente se acercó a su hijo para saber qué señalaba con tanta insistencia, y una vez que se dio cuenta de lo que era, se volvió a enderezar, dedicándose a despegar con cuidado aquel papel, que tenía escrito su nombre en una caligrafía que ya conocía muy bien– es de tu papá mi niño –le mencionó apenas al bebé, quien le miraba atento, conservando esa expresión curiosa, propia de los bebés, al mismo tiempo que él tomaba unos segundos para desdoblar la hoja, leyendo el contenido de ésta.

 

Hide:

Tuve que salir de improviso a arreglar algunos asuntos, no es nada grave, así que puedes quedarte tranquilo, pero creo que voy a tardar, así que mientras tanto por favor coman su desayuno con tus amigos, pero espera por más instrucciones mías. Dale muchos besos a nuestro hijo de mi parte, que más tarde se los daré en persona, de igual forma que a ti, los amo mucho a los dos.

Tuyo, Kyo”

 

Que esperara por más instrucciones suyas, le había dicho, pero cómo podía conformarse con sentarse a esperar, si le había dejado tan intrigado con ese misterioso asunto, que no iba a poder concentrarse en ninguna otra cosa. No obstante, por ahora no podía hacer nada más que esperar a que fuera el mismo Kyo quien le hiciera saber de sus planes, a pesar de su muy inquieta curiosidad, aunque no le fue muy fácil mostrar un poco de calma ante la situación, y su recompensa fue recibir el siguiente indicio de parte de su amado.

 

Hasta entonces se mostró un poco serio, pensativo, pues su mente, motivado por su muy curiosa personalidad, no podía dejar de tratar de adivinar el tipo de instrucciones que iba a recibir más tarde, y se hizo una ligera idea, no demasiado complicada, la cual estaba a punto de confirmar si era correcta o no. A tres horas de que el sol se pusiera, estando en la playa, tomando un poco de sol con sus amigos, y construyendo un castillo de arena con ellos, para que su hijo jugara, recibió una nueva nota de parte de su amado, siendo la que recibió con un evidente entusiasmo, reflejada en su expresión tan emocionada, pues a través de ella probablemente obtendría al menos un poco de alivio para su curiosidad tan insistente. Rápidamente se dedicó a leerla con sumo detenimiento, tras lo cual una amplia sonrisa se dibujó sus labios al leer que le avisaba que contaba solamente con una hora para arreglarse, pues pasado ese lapso de tiempo, mandaría a una persona para que lo llevara a su encuentro. Apenas terminó de leer la nota, con el mismo entusiasmo que al inicio, cuando dejó a su bebé en las confiables manos de sus amigos, y así dedicarse a vestirse y arreglarse, pues a pesar del tiempo con el que contaba, deseaba verse lo mejor posible para su amado. En el momento que estuvo listo, mirándose frente al espejo para no dejar escapar ni el más mínimo detalle de su apariencia, sonrió satisfecho, pues debía admitir que le agradaba la imagen que le devolvía. Le quedaron apenas cinco minutos de sobra, los cuales aprovechó para confirmar con sus amigos que ellos se encargarían de cuidar a su bebé, y para “despedirse” melosamente de él, haciéndole saber que ambos regresarían muy pronto para estar de nuevo con él.

 

Se mostró un tanto reacio a separarse del pequeño, puesto que no acostumbraba hacerlo con demasiada frecuencia, empero, la ocasión lo ameritaba, incluso le era necesario para  poder pasar unas horas a solas con su amado, algo que no habían podido hacer desde el día en que llegaron a esa playa. Muchas escenas se agolparon en su mente, pensando en un sinnúmero de posibilidades respecto a la sorpresa que le tenían planeada, después de todo, le hacía mucha ilusión pensar en ello, y le emocionaba profundamente pasar la noche de su último viernes libre, en compañía del hombre que le había robado el corazón, probablemente en un escenario romántico, donde ambos podrían amarse sin ningún tipo de reserva. Se vio obligado a dejar de lado sus pensamientos, en el momento que llegó a la entrada del hotel donde se hospedaban, frente a la cual se encontraba un empleado del hotel, evidentemente más alto que él, de cabellos rojizos, con algunos centímetros más de estatura de él, y que además tenía una pequeña fotografía en su diestra, aparentemente suya, pues apenas le vio salir del edificio, miró de reojo aquella imagen nuevamente, para así acercarse a su encuentro de inmediato, siendo un saludo lo primero que le dirigió al bajo castaño. Una vez que el empleado aclaró con el contrario que era él la persona que estaba esperando, le condujo hacia un auto de color negro con cuatro puertas unido a la acera enfrente del hotel, y una vez que le hizo entrar a la parte trasera de dicho vehículo, le colocó sobre los ojos un pañuelo de seda, igualmente negra, para que no pudiera ver a dónde le dirigía. Cuando le dejó en su lugar, no tardó más que unos segundos en tomar el suyo, detrás del volante, para comenzar a conducir a una velocidad media, no demasiado rápido, pero sí lo suficiente, teniendo en cuenta que entre las instrucciones que le habían dejado, estaba incluido un límite de tiempo para llevar ahí a Hide.

 

Pasaron aproximadamente quince minutos de esa manera, provocando que las ansias del más bajo crecieran con cada segundo en que sentía moverse, pero no podía ver nada, y en esa ocasión, lo mucho que conociera la ciudad, no le era suficiente para intuir a dónde lo llevaban. Fue hasta que el auto se detuvo, cuando sintió al menos un poco de alivio, de manera que una leve sonrisa nerviosa se dibujó en sus labios, y más aún cuando percibió que la puerta a su izquierda se abría, tras lo cual bajó del vehículo, dejándose ayudar por el hombre que anteriormente había estado conduciendo. Por un momento se sintió algo confundido, pues no escuchó voz alguna a su alrededor, hasta que la única persona que sabía que estaba cerca suyo, se disculpó con él, no obstante, antes de poder pedirle una explicación  al respecto, sintió que le alzaba en brazos, comenzando así a caminar con él, llevándolo, como sospechaba, al lugar desconocido en donde le esperaban. Debido a que sus ojos se encontraban cubiertos, lo único que podía notar a su alrededor era la salada brisa marina, y el cada vez más fuerte sonido de las olas chocando contra la arena, por lo que le pareció evidente el hecho de que se hallaban muy cerca de la playa, pues incluso el aroma de la sala se hacía cada vez más agudo. No preguntó más sobre la sorpresa a la que se acercaban, pues sabía que sería inútil tratar de que dijera algo, por consecuencia se mantuvo en silencio todo lo que restaba del camino.

 

No hubo protesta alguna en cuanto le dejó de nuevo en el suelo, sobre una superficie que pudo identificar como madera, debido al sonido que hicieron sus zapatos cuando estos la tocaron. El mayor se despidió de él de forma amable, pidiéndole que por favor se quedara en ese lugar, sin moverse y sin remover el pañuelo de sus ojos, pues muy pronto llegaría alguien más que se encargaría de quitárselo. El muchacho de cabello castaño, y bastante ansiedad reflejada en sus manos y pies inquietos, se limitó a seguir las instrucciones del sujeto que lo había dejado esperando a ciegas en ese lugar, hasta que percibió un cálido brazo deslizándose por el contorno de su cintura, aferrándose a ella, al mismo tiempo que otra mano, perteneciente a la misma persona, ascendía por toda la longitud de su espalda y se detenía sobre su muy sensible nuca, provocando que la piel de esa zona se erizara al instante. Irremediablemente, un suspiro se escapó de sus labios, lento y profundo, y un tenue sonrojo coloreó rápidamente sus mejillas, al igual que gran parte de su rostro, el cual quedó completamente al descubierto en cuanto la mano que se había posado en su nuca, subió unos centímetros más, con el propósito de remover el pañuelo que le impedía ver a su alrededor. Muchas imágenes habían cruzado por su cabeza durante el trayecto hacia ese sitio, pero ninguna de ellas se asemejaba lo suficiente a la que verdaderamente le esperaba, allí, en medio de la playa, dentro del mar prácticamente, pues a pesar de que ésta tuviera apenas diez centímetros de profundidad aproximadamente, estaban rodeados de agua en su totalidad, a excepción de lo que asemejaba un corredor de madera que los conectaba con la seca orilla de la playa. No se había equivocado cuando adivinó que la superficie que sus pies habían tocado era madera, y ahora podía comprobar que, sobre lo que se hallaba parado, era una plataforma bastante amplia, similar a una terraza, donde estaba colocada una mesa puesta para dos, con las sillas correspondientes, y una cama con dosel, de cortinas rojas semi transparentes, en contraste con el blanco inmaculado y brillante de las sábanas de seda que la cubrían, pero del mismo color que los pétalos de rosas que reposaban sobre el colchón y el suelo, y las velas que rodeaban totalmente la orilla de la terraza, creando así el ambiente romántico perfecto, tanto, que le su reacción de sorpresa fue tal, que se quedó con la boca abierta, contemplando toda la escena con un sonrojo aún más fuerte, además de algunas lágrimas de emoción.

 

–Bienvenido a una noche de puro romance, mi querido Hide… ¿estás listo para la mejor noche de toda tu vida? –Habló finalmente el pelinegro de ojos marrones, directamente al oído del más bajo, usando una voz suave y dulce.

 

–Me imaginé muchas cosas mientras venía en camino…pero ninguna de esas ideas era tan bella y especial como…todo esto…–apenas pudo hablar en un hilo de voz, reflejando así la sorpresa que aún sentía, y que no le permitía reaccionar más.

 

–Pues teniendo en cuenta tu reacción, mi plan ha causado el impacto que deseaba…así que, ¿tienes hambre? Porque preparé una cena que espero que te guste.

 

–Acabas de comprobar que todo lo que preparas para mí, me gusta.

 

Tras darse un cariñoso beso en los labios, ambos se sentaron a la mesa que el más alto había dispuesto para ambos, para dedicarse a cenar, en medio de una tranquila y melosa conversación, además de risas y algunos mimos. Sin embargo, al terminar de cenar, no se mantuvieron frente a la mesa, pues en cuanto acabaron, se pusieron de pie, a petición de Kyo, pues algo que siempre había deseado era tener un baile lento con su amado, y la suave música de jazz que les acompañaba, gracias a uno más de sus ingenios, era ideal para ello. El chico pelinegro colocó ambas manos sobre la cintura ajena, balanceándose con él suavemente, de lado a lado, y guiándolo para dar algunas vueltas lentas, al mismo tiempo que Hide llevaba sus brazos alrededor de su cuello, mirándole a los ojos con una amplia sonrisa siempre presente en sus labios. A pesar de lo serenos que ese momento les hacía sentir, de repente, se encendió algo dentro de ambos, con el mismo frenesí que el de un fósforo al frotarse contra una lija, un calor creciente, una magia que hacía mucho no experimentaban, y que clamaba por ser asistida con urgencia. Sin decir nada, el más alto deshizo la distancia entre sus labios, para apoderarse de los ajenos en un beso, lleno de cariño, de un amor que nunca murió y que sólo había crecido en ambos, sin importar el tiempo en que no se vieron, o en la distancia que el vocalista había tratado de poner entre ellos, un beso en el que inevitablemente, sin pensar en darse ese permiso, entregaron por completo el alma, la vida entera. Los ojos de ambos se cerraron despacio, permitiendo que sus dueños se abandonaran de lleno a ese contacto, cada vez más profundo, pero igualmente cálido y lleno de amor, y que pronto se fuera atizando por ese algo más, ese ardiente e incontenible fuego de una pasión contenida por demasiado tiempo. Lo que compartían no era sólo un amor dulce, nacido sin que ninguno de los dos se hubiera dado cuenta, sino también un deseo que, por más que uno ellos se hubiera negado admitir en un principio, era mutuo, y que ahora ambos necesitaban desatar, sus cuerpos lo pedían, sus almas ansiosas por amarse, sus cuerpos quemándose por entregarse el uno al otro. Y fue de esa manera que poco a poco las prendas que los cubrían a ambos se despidieron de sus cuerpos, una a una, no había necesidad de acelerarse, si tenían tanto tiempo para reconocerse, para volver a amarse, una y otra vez.

 

No tardaron en abandonar la posición de pie que tenían en medio de la terraza, para esta vez dirigirse juntos a la cama, uno sobre el otro, no dejaban de mirarse con una intensidad que atravesaba las barreras físicas que sus ojos imponían, de tocarse con desesperación porque sus propias manos rememoraran la sensación de la piel ajena, y de besar diversas partes del rostro de su amante, buscando que no sólo el tacto evocara su memoria, pues asimismo sus otros sentidos se invadían. El pelinegro se sentía extasiado, abrumado por las sensaciones que experimentaba, por el hecho de poder escuchar de nuevo la voz del ser que tanto amaba siendo presa del placer, observar con deleite las expresiones que ese bello rostro mostraba, siendo aún más estimulante al saber que eran provocadas por su causa; todo aquello le ocasionaba un océano de sensaciones casi infinito, desde la pasión más abrasadora, el amor más cálido, hasta la mayor ternura, era como si estuviera a punto de fundirse en esos brazos que ahora se aferraban con fuerza a su espalda. Por otro lado, el castaño desde hacía mucho que había rebasado los límites de sonrojo que conocía, como si su rostro estuviera a punto de explotar por el calor que se acumulaba en éste, igual que en su abdomen, evidente signo de una excitación que subía cada vez más, gracias a las caricias que recibía por el largo de sus piernas, los besos repartidos en su cuello y pecho, con la misma sutileza que gruesas gotas de una tibia lluvia empapando su cuerpo de amor.

 

Siguieron despacio, no había necesidad alguna de caer en el frenesí, a pesar de la lujuria que crecía a niveles inagotables, era más bello y significativo permitir que fuera el amor el que tomara el control de la situación; un juego de seducción ejecutado de forma correcta, les llevaría a una conclusión más satisfactoria, encaminada a algo más profundo. En ese instante, dentro de Hide, no hubo sentimiento que rebasara al amor y su profundo anhelo de volver a sentirse uno con quien jamás dejaría de ser el amor de su vida. Lo comprobó en el instante que su voz volvió a retumbar en sus oídos, cuando las miradas de los dos se cruzaron, interceptándose para convertirse en una sola, de igual manera que ahora hacían sus cuerpos, se fusionaban hasta el punto de perderse el fin de uno y el principio del otro. Era una unión que los dos necesitaban más que nunca, un reencuentro de sus cuerpos, para permitir que se reconocieran, la liberación de un amor que hasta entonces sólo había salido en pequeñas dosis, porque no podía ser expresado a su dueño en el verdadero nivel de intensidad que poseía, pero ahora era distinto, pues todas las cadenas que ambos se habían auto impuesto se rompieron. Eventualmente aquel sitio se llenó de jadeos, gemidos de los dos, y un calor abrumador que estaría a punto de derretirlos sobre la cama, de no ser por ese deseo tan ardiente de seguir amándose interminablemente, de todas las formas posibles; por un momento, mientras sus cuerpos chocaban una y otra vez gracias al ritmo que marcaban las caderas de ambos mediante sus acompasados movimientos en forma de vaivén, el tiempo se detuvo, y todo el mundo que se seguía moviendo lejos de ellos, se detuvo, dejándolos solos en un universo entero. La primera vez que habían estado juntos evidentemente fue muy especial, pero esa noche, sus sentimientos se acrecentaron; no era como todos decían, que volaban hasta alcanzar las estrellas, pues las estrellas danzaban alrededor de los dos, como si hubieran bajado para ser testigos silenciosos de su amor, como si aprobaran esa unión, el renacimiento de su amor, cuya demostración no tardó mucho más en llegar a su fin, una vez que la esencia de uno se liberó, llenando de calor el interior del otro, acto seguido un gemido mezclado con el nombre del primero salió de los labios de su amante, provocándole un escalofrío y un suave gemido, placenteros y cargados de satisfacción.

 

Una vez que sus cuerpos se detuvieron por completo, quedándose inmóviles tras el gran desgaste de energía, el pelinegro rodó sobre la cama para quedar de lado sobre ésta, sin soltar a su amado ni un segundo, no lo liberaría de sus brazos por ningún motivo. Poco a poco sus cuerpos se relajaban, sus respiraciones recuperaban su ritmo normal, de igual manera que su temperatura descendía hasta alcanzar niveles óptimos; mientras tanto, una de las manos del más alto peinaba con ternura los cabellos castaños de ese ser que reposaba a su lado, con una expresión de cansancio, pero excesivamente feliz, la sonrisa que éste le demostraba, superaba a cualquiera que le hubiera visto en todo el tiempo que lo había conocido, sin ninguna tristeza mermándola, sin ningún dolor oculto ni la sombra de la desconfianza, esta vez sólo demostraba felicidad pura.

Notas finales:

¿Y bien? ¿A poco no quedó genial?

Y como dije....

COMENTEN!! 

Te amo Niji <3


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