“Eres anormal”

La primera vez que escuché ésas dos palabras, tenía once años y estaba al borde de la muerte. Me las dijo la persona a la que más quise (O tal vez a la que más creí querer) y en la primera que puse mi confianza. Mi padre. Pero ésa no fue la única vez que las escuché, para nada. Seguí escuchándolas durante el resto de mi vida, en distintos contextos y ocasiones: “Matt, eres un anormal porque nunca juegas con los niños de tu edad”, “Matt, eres un anormal porque sólo te la pasas jugando juegos de video”, “Matt, eres anormal porque te la pasas en la luna”… “Matt, eres anormal porque no puedes amar”. ¿Pues saben una cosa? Sí, soy anormal. Soy anormal porque no me gustan las personas de mi edad, soy anormal porque prefiero los juegos de video donde la vida es mucho más interesante que en la realidad, soy anormal porque antes de nacer alteraron completamente mis genes pero…de algo sí estoy seguro.

-Te amo, Mello.-susurré y cerré los ojos, sintiendo las lágrimas agolparse detrás de mis párpados.

Lo amaba, nunca estuve más seguro de ello como ahora que estaba al borde la muerte. Desde que le conocí, siempre tuve miedo porque me dijeron que por mi condición, no era capaz de sentir empatía ni ningún otro sentimiento de afecto. Pero ahora sé que todo fue sólo una mentira de mierda. Abrí los ojos y vi como aquellos hombres levantaban sus enormes armas y me apuntaban directo. Iban a dispararme, aunque antes hubiese dicho que no lo harían.

-Te amo, te amo, te amo… ¡TE AMO! ¡MELLO TE AMO!-grité a todo pulmón.

“Aunque no pude decírtelo de frente, espero que al menos puedas escucharlo. Te amo, Mello, te amo mucho y…lo siento” pensé dejando por fin dejando escapar aquel líquido salado por mis mejillas. ¿Por qué había tenido que darme cuenta ahora que mi vida estaba a punto de terminar? ¿Por qué no pude habérselo dicho cuando sus enormes ojos azules me miraban expectantes y yo extinguí su brillo tan precioso con mi cruel indiferencia? ¿Por qué? Ahora ya era tarde para arrepentirse, pero no por eso menos difícil de no hacerlo. Sonreí con melancolía al recordar su pequeña sonrisa tímida que casi nunca asomaba, su rostro dulce y a la vez tan masculino, su olor siempre a chocolate y One Million, su voz irritada cuando fumaba cerca de él, sus ojos que me desnudaban con una sola mirada, sus manos fuertes y firmes sobre mi cuerpo, sus labios sellando los míos con sus besos fogosos…todo pasó frente a mi memoria en menos de un segundo. Amaba a ése maldito bastardo más de lo que me amaba a mí mismo ¡La puta madre que así era! No quería morir por la única razón de que sí lo hacía ya nunca más volvería a verle ni a tener que soportar sus rabietas. Escuché el clic de las armas al cargarse y retuve el aire. No tenía miedo de otra cosa que no fuese no ver más a Mello. Diez, nueve, ocho… la primera vez que vi su bello rostro sobre mi cabeza. Siete, seis, cinco… su cuerpo fundiéndose junto al mío mientras hacemos el amor. Cuatro, tres, dos… su mano sobre la mía, sonriéndome y dándome valor como sólo él sabía hacerlo.

-Te amo.-repetí dejando salir el aire, y las balas volaron por todos lados.

Ésa fue la primera y última vez que dije “Te amo”.

Elisabeth Priccolo tiene dolores acumulados en su ser, y tiene la idea de que nunca podrá olvidar a su mayor dolor. Tiene la idea de que nunca podrá olvidar a su primer amor, pero  se dará cuenta de que es posible, claro que con la ayuda de otro individuo, por suerte conoce a quien será ese "individuo" que la hará olvidar a la mierda que llegó a ser su primer amor.