-Me tengo que marchar Potter.-Comentó el profesor Snape, mirando a Harry y a Abigail.
-Hasta luego Severus, encantada de volver a verte.- Dijo Abigail, despidiéndose con una sonrisa suave y divertida.
-Adiós Profesor.-Se despidió Harry sabiendo que le debía una.
-Adiós, le veré en septiembre Potter.-Se despidió Snape antes de aparecerse.
- Me podrías explicar… ¿Todo lo que sepas?-Preguntó dudoso Harry, mientras se le iba la voz, intentando que el miedo y las inseguridades no fueran reales.
- Bueno, vamos a Florean Fortescue, y te explico todo, ¿te parece bien?- Añadió Abigail notando a Harry inseguro y tensó, que aunque lo evitase le miraba con una mirada perdida.
-Si, de acuerdo.- Dijo Harry de acuerdo con lo sugerido por Abigail.
Cuando llegaron, Harry pidió un helado de chocolate y frambuesa con nueces picadas, mientras que Abigail no quiso nada.
-Bueno me parece que sigues sin creer que soy hermanastra de Sirius , ya que hablaban más de Regulus que de mí ¿No? .- Comentó y Harry asintió.
- Es porque yo soy hija de Orión Black, cuando Walburga Black, murió mi padre, Orión, tuvo un desliz muy gordo, al parecer de los demás miembros de la familia. En el cual dejó embarazada a mi madre, pero mi padre no quería que se enterasen de su desliz, por eso, aunque tengo su apellido, me enviaron a la Academia Beauxbatons para cursar allí y me desterraron del tapiz de los Black. Pero antes de que me fuera a Beauxbatons conocí a mi hermanastro Sirius y a Regulus, y de allí nació un vínculo de amistad y de verdaderos hermanos, con ambos. Nos contábamos todo a través de cartas desde su selección hasta su graduación en Hogwarts, ese día quería ir a verlos graduarse, me tuve que escapar de Beauxbatons para poder verlos. Al final le ví y allí conocí a tus padres, a Remus, bueno a todos, y también a los amigos de Regulus. Durante mucho tiempo seguimos carteándonos hasta que entró Azkaban, y Regulus desapareció. Para cuando salió, teníamos que hacerlo a escondidas.- Explicó Abigail, detalladamente.
-¿Te he podido aclarar algunas cosas, Harry?- Preguntó mientras le sonreía cariñosamente, esperando que esto calmara sus inseguridades.
-Si, se han aclarado algunas de las dudas. Pero ¿Por qué no hablaba de ti a Dumbledore?- Preguntó Harry, curioso.
-Harry, cariño. Se que es extraño creer esto, pero Dumbledore es un manipulador, y si sabía ese desliz, lo utilizaría en su favor consiguiendo manipular a todos los Black , incluyéndome. - Aclaró Abigail, sin saber si Harry la creiría.
-Como ha estado haciendo conmigo todo este tiempo.- Sentenció Harry entre dientes.
-Bueno, porque no, ¿decidimos en qué casa, vas a vivir Harry?-Dijo Abigail.
-Bueno si quieres venir a vivir conmigo claro...-Añadió Abigail aclarándose la voz, dudosa.
-¿Entonces ya no tendré que ir a vivir con los Dursleys?- Preguntó esperanzado Harry, y estando cada vez más seguro de que por primera vez la suerte estaba de su parte.
-Si tu no quieres, no.- Dijo Abigail sincera.
Harry no se lo podía creer, era lo mejor que le había pasado en su vida, bueno lo mejor no, pero una de las mejores cosas si. Harry estaba tan entusiasmado y alegre que se levantó y abrazó a Abigail, mientras que sonreían.
-¿Dónde vamos a vivir?- Preguntó Harry, feliz, sabiendo que no iba a volver con los Dursleys.
-Dónde tu quieras cariño.- Dijo Abigail, con eso Harry le sonrió.
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En Hogwarts, en el despacho del director.
El director Albus Dumbledore entraba a su oficina mientras pensaba en cómo serían las vacaciones de su “querido chico de oro” y como “ lo quería”.
Al llegar se sentó en su silla y se metió en la boca uno de sus queridísimos caramelos de limón ácidos mientras revisaba el correo que le había traído su lechuza.
-Cartas del Ministerio, de Gringotts y por último de los Dursley sobre Potter ¿Qué habrá hecho este niño?-Se preguntó cuando vio la última carta.
En las cartas del Ministerio y de Gringotts, básicamente le comunicaban que la custodia de Harry Potter era de Abigail Black Di Morillo, y ya no era el tutor de Harry.
Y en la carta de los Dursleys ponía que Harry Potter se había escapado con la mayoría de sus cosas, y no sabían de su paradero.