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Un San Valentín de ensueño por Paz

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Notas del capitulo:

Aquí tenéis la conclusión de este fic.

La letra en cursiva son recuerdos o pensamientos.

 
 

Un San Valentín de ensueño

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

By Paz

2ª parte

Kaede observaba el cronómetro, estaban en el último segundo del juego, Reiji tenía el control del balón y atravesaba raudo la duela, dejando atrás a los defensas a los que había esquivado sin dificultad, llegó hasta debajo del aro y de un salto metió el balón.

Al oír el silbato se detuvieron todos, el partido de entrenamiento había concluido.

Kaede alzó el brazo mostrando su muñeca, haciéndole una clara seña.

Hanamichi comprendió su gesto y asintió.

-Muy bien, muchachos... basta por hoy, todos a las duchas -atronó la voz de Sakuragi dando enérgicas palmadas para llamar su atención.

Los muchachos acataron las palabras de Hanamichi con un suspiro de alivio, enseguida sus miradas fueron hacia su entrenador, quien parado en el borde de la duela tenía una expresión satisfecha, habían aprendido a leer en aquel rostro hermético sus impresiones. Rukawa no era tonto como para no saber que necesitaban su beneplácito y con un leve gesto de asentimiento les hizo saber que estaba complacido con su esfuerzo.

Al instante una algarabía de voces se dejo oír y los jóvenes dirigieron sus pasos hablando animadamente en dirección al vestuario.

Hanamichi les miró irse con una atrayente sonrisa en su rostro.

Era aquel el tercer año consecutivo que el equipo de Shohoku ganaba los Nacionales y los jugadores sentían un gran respeto hacia las dos personas que habían hecho lo posible para que así fuera.

Kaede dió unos pasos acercándose al centro de la duela. Mirando con nostalgia a su alrededor.

De estar allí el entrenador Anzai se hubiera sentido orgulloso por ese nuevo triunfo de sus muchachos como solía llamarles cuando hablaba de ellos, los dos jóvenes no solo levantaron la moral de los jugadores cumpliendo las expectativas del anciano, sino también habían conseguido colocar al equipo de Shohoku en el puesto número uno de la clasificación.

La suya fue una decisión acertada en varios sentidos, por uno consiguió que sus jugadores consiguieran una escalada triunfal de puestos, alcanzando una vez más los Nacionales, por otra devolvió a Sakuragi las ganas de vivir plenamente, volviendo a ser el mismo chico que él había conocido, también él tenía una nueva meta cuando sus deseos de volver al basquetball se malograron definitivamente.

Los tres habían salido beneficiados con la decisión del entrenador Anzai de ponerles al frente del equipo de Shohoku. Las esperanzas que puso en ellos dieron su fruto y él pudo estar presente durante dos años consecutivos para ver la remontada del equipo, las favorables críticas y el entusiasmo que levantaban entre el público durante los espectaculares encuentros que se llevaban a cabo, ya fuera en encuentros amistosos como en competiciones.

Lamentablemente el anciano no pudo estar presente al siguiente año y el triunfo se lo dedicaron al entrenador Anzai, que les había dejado tres meses atrás, una tarde se sintió indispuesto, su esposa le indicó que se recostara un momento, mientras ella le preparaba un té, cuando fue a llevárselo pocos minutos después le encontró muerto.

El entierro del anciano profesor y entrenador fue multitudinario, fue increíble la cantidad de personas que se acercaron para darle el último adiós. No solamente ellos estaban acompañando a la viuda, él siempre les había considerado como los hijos que no pudo tener, también fueron todos aquellos que estuvieron más cercanos a él, Akagi, Kogure, Mitsui, Ayako y todos aquellos jugadores que habían ido sustituyendo a los antiguos titulares y que también habían sostenido ese título, también estuvieron presentes ex jugadores de aquellos equipos que habían tenido ocasión de tener reñidos partidos con los jugadores del Shohoku y conocer las tácticas que el entrenador Anzai mostraba a sus jugadores durante los años que estuvo al frente del equipo de Shohoku. Si bien muchos de ellos ya no vivían en Kanagawa, seguían manteniendo con el anciano la amistad que él les había brindado incondicionalmente a lo largo de sus vidas. Todos sus condiscípulos estaban allí, así como distinguidos hombres que le habían conocido durante los años que ejerció como entrenador universitario.  Hubo una emotiva ceremonia en la que se exaltó las cualidades que habían regido su vida, su trabajo y su talento como entrenador al frente del equipo de Shohoku.

Una leve cojera le había apartado definitivamente del basquetball profesional, no lo lamentaba porque sentía verdadera pasión por los logros que sus chicos habían conseguido con su ayuda y con la de Hanamichi. Los dos se complementaban a la perfección, él desarrollaba las técnicas para defensa y ataque, estudiaba el juego de los equipos rivales con los que se enfrentaba, conseguía videos grabados para que vieran sus posibles fallos  y sus defensas, para encontrar el modo de derribarlas y era su ayudante quien trasmitía sus palabras a los muchachos, él pocas veces hablaba, pero cuando lo hacia todos sabían que habían agotado su paciencia y eso que tenía mucha.

Kaede permanecía absortó en esos tristes, pero también esperanzadores pensamientos. Hanamichi que le observaba en silencio se le acercó reuniéndose con él.

-Sabes que día es mañana? -murmuró abrazándole por detrás y posando sus labios suavemente en la curva de su cuello.

Se estremeció al contacto de sus labios. Hanamichi conseguía con esa suave caricia dejarle con las ganas de más. Giró su cabeza para verle, una tenue sonrisa asomaba en sus labios, al mismo tiempo que sus manos se posaban sobre las suyas y dejaba que su espalda descansara en su pecho, meciéndose en sus brazos.

-No, dímelo -sus ojos brillaban traviesos.

-Te has fijado en que todos los estudiantes están hoy muy alborotados...?

-¡Ah si?! No me había fijado. -fingió no haberlo notado.

-Los muchachos me han pedido que te diga que mañana les dejes descansar, les dije que si..., no te molesta, verdad?

-No..., sabes bien que puedes tomar decisiones sin consultármelo. -Se volvió quedando frente a él- Me parece correcto que se tomen un día libre, se han esforzado mucho estos últimos días. Les vendrá bien relajarse, porque él lunes tengo pensado pedirles un gran esfuerzo.

-Te has decidido? -habían estado hablando de ello durante varias semanas, entrenando y perfeccionando entre ellos una nueva táctica de juego, una alternativa a la que recurrir en caso de necesidad, se trataba de un factor sorpresa que desconcertaría a sus contrarios, haciéndoles perder la concentración. 

A partir de su lesión Kaede no podía seguir el ritmo de los partidos profesionales, su velocidad se veía mermada como consecuencia de su lesión, pero si solía jugar amistosamente con él, aunque quien tampoco podía excederse en sus jugadas.

Eran como dos renqueantes ancianos que caminaban despacio, debido al peso de los años sobre sus hombros. Conscientes de sus disminuidas capacidades nunca se excedían jugando, por lo que ninguno de los dos podían ni deseaban poner a prueba el límite de sus fuerzas.  Manteniéndose en el ritmo que él marcaba porque era quien primero quedaba agotado.

-¡¡Somos dos tontos!! -decía al terminar Kaede cuando cansados por el poco esfuerzo que realizaban se derrumbaban en el duela, intentando recuperar el ritmo de sus latidos.

-Si. -dijo mirándole con una sonrisa.

-Entonces, ¿te parece bien que lo intentemos? -dijo masajeándose el tobillo dolorido.

-Tú eres el capitán, -dijo arrastrándose a su lado a gatas, hasta llegar a la altura de su pierna extendida- Debiste parar si te dolía -le reprochó sacándole la zapatilla y la media masajeando con suavidad toda la zona- No lo tienes hinchado.

-Solo eran unos pequeños pinchazos -murmuró dejándose caer hacia atrás. Los dedos de Hanamichi eran la única medicina que necesitaba. Tenían un toque mágico sobre él. Se adormeció relajándose en sus manos.

Concentrado en su tarea Hanamichi no se dio cuenta que estaba dormido.

-Esto ya esta..., dime si te sigue molestando. Podríamos considerar la opción de ir a un traumatólogo... -al levantar la mirada al sentir que el silencio era toda su respuesta. Le vió dormido. Sonrió con ternura viendo la relajada expresión de su rostro. Cuando terminó de calzarle se levantó para recoger de un banco próximo sus zamarras, una se la echó por los hombros para que no se enfriara, con la otra cubrió sus piernas. Recogió el balón guardándolo en el bolso, que dejó sobre el banco.

Se sentó con la espalda apoyada en el travesaño que sostenía el panel con el aro, levantando la cabeza de Kaede y apoyándola sobre su muslo.

-Así estarás más cómodo -le dijo acariciando su mejilla, que mantenía un tono sonrosado debido al esfuerzo que había realizado. Kaede no despertó pero su mano se alzó como si buscara algo, Hana la tomó entre la suya y al instante se aquietó.

-Qué hacéis ahí? -preguntó sorprendido Miyagi cuando se los encontró allí algunas horas más tarde.

-Habla más bajo, se ha quedado dormido... -le pidió al abrir los ojos y verle parado frente a ellos. No supo cuanto tiempo había transcurrido, pero se sentía frío y las primeras estrellas se veían en el cielo.

-Quién se va a quedar helado eres tú -dijo apresurándose a quitarse su abrigo y echárselo sobre los hombros de Hanamichi que agradeció el calorcillo que invadió sus miembros- ¿Por qué no le has despertado? -inquirió.

-Me dio pena... anoche apenas durmió un par de horas, se ha pasado la tarde y la noche diseñando una nueva estrategia.

-Habéis estado jugando? ... -les miró con enojo- ¡¡Sois dos irresponsables!!  Te ayudaré a llevarlo a casa... -dijo más calmado e inclinándose pasó el brazo por debajo de las axilas de Kaede para ponerle de pie.

Kaede era demasiado grande para él, aunque le apoyó contra su costado, su peso le vencía. Hanamichi se apresuró a levantarse para ayudarle. Le sujetó por la cintura, al instante, Kaede se dejo caer de su lado.

Despacio echaron a andar, al pasar, junto a su bolso, medio se inclinó para recogerlo. Miyagi se lo quitó de la mano, colgándolo de su hombro. Tardaron más de media hora en recorrer el mismo camino que solían hacer en diez minutos.

-Ve a darte una ducha caliente -le dijo cuando le recostaron sobre la cama- Mientras prepararé té -ofreció su ayuda extendiendo el edredón por encima de Kaede, luego se ocuparía Hanamichi de acostarle debidamente.

Hanamichi se sintió agradecido.

Un rato después apareció en la cocina, secándose el cabello y dejando el lienzo alrededor de su cuello cuando se sentó a la mesa donde esperaba Ryota.

-Cuando necesitéis ayuda no dudéis en pedirla..., seguro que Mitsui estará encantado de venir a echar una mano. -dijo sirviéndole el té.

-Gracias.

-Para eso estamos los amigos -dijo Miyagi.

-Cómo esta tú familia? -la última vez que la vió fue en un triste momento para todos y no hubo tiempo ni ganas de hablar de frivolidades.

-Aumentando... -dijo con expresión de resignación.

-¡¡Enhorabuena, amigo!! -le palmeó el hombro con enérgica cordialidad.

-¡¡Ey!! Quieres dejar huérfanos a mis hijos? -preguntó ante las fuertes sacudidas que le propinó.

-Y para cuándo?

-Solo esta de dos meses.

-¡Qué guardado te lo tenías!! No me dijiste nada la última vez que nos vimos.

-No estábamos seguro si era una falsa alarma o no.

-Tenemos que brindar por...

-Qué vais a festejar? -preguntó Kaede asomándose con ojos somnolientos.

-Disculpa te hemos despertado con nuestros gritos -dijo Hanamichi- Soda para tres!! -Abrió la nevera y sacó los botes- Ryota va ser padre... otra vez. Ya va por la tercera... -rió entregándoles la bebida-  "KAMPAI"   -y entrechocó su lata contra la de Ryota, derramando parte del contenido de ambas.

-¡¡¡¡¡KAMPAIII!!!! -respondió Ryota.

-Kampai -dijo somnoliento y sin excesivo entusiasmo Kaede.

Mitsui y Ryota se portaron muy bien con ellos, ayudándoles a perfeccionar la técnica de las jugadas y ahora Kaede le comentaba que ese lunes pondría en campaña a los muchachos para que comenzaran a practicar las diversas jugadas claves en las que habían invertido, no solo su tiempo, sino también el de sus amigos.

-¿No le tocaba a Fujiwara quedarse a limpiar? -preguntó cuando se dio cuenta que estaban solos.

-Le dije que se marchara, vi a su novia que estaba esperándole junto a la puerta, pensé que ya que se había tomado la molestia de venir a verle desde tan lejos, bien merecía no cansarse esperándole a que terminara el aseo del gimnasio. Me ofrecí a hacerlo en su lugar. Se quedo tan contento que me prometió ocuparse de limpiar el gimnasio durante una semana seguida. No pude rechazar su generosa oferta, además, el resto de los muchachos me lo agradecerán también -dijo riendo Hanamichi.

-Eres un sentimental... -dijo yendo a buscar la cesta de las pelotas para guardarlas.

-¿Verdad que si? -asintió con una sonrisa enigmática.

-Deja de sonreír como un tonto y cumple con lo prometido. -dijo con una sonrisa Kaede.

-A la orden, capitán. -dijo poniéndose firme.

-¡¡¡Baka!!!

Hanamichi riendo se dirigió en busca la fregona. Una hora después y con ayuda de Kaede habían terminado con toda la limpieza, dejando la duela como un espejo y las pelotas relucientes, aún seguían encontrándose algunas con la firma de Sakuragi.

-Recuerdas? -preguntó Kaede mostrándole la pequeña mancha oscura que ostentaba el balón que sostenía en su mano.

-Aha... fue una tontería por mi parte. Intente hacer meritos a toda costa -murmuró con expresión nostálgica.

-Yo te ame por eso...

-Creí que te morías por mis huesitos. -dijo riendo.

-También.

Hanamichi le rodeó con sus brazos atrayéndole contra su pecho.

-Sabes lo que pienso que podemos hacer ahora tú y yo... -murmuró junto a su oído, el estremecimiento de su cuerpo le hizo saber como le afectaban sus muestras de afecto.

-Si no me lo dices... -gimió al sentir la humedad de su lengua jugueteando con su oreja.

-Los dos juntos bajo el chorro de agua caliente, relajándonos...

-Es una buena idea... -aprobó pasando sus manos por su cuello y apoyándolas en su nuca acariciantes, enredando sus dedos entre sus suaves cabellos rojizos. Al tiempo que arqueaba sus caderas para sentir más íntimamente a Hanamichi. Dejo escapar un suspiro al percibir la protuberancia que destacaba bajo la suave tela del pantalón de deporte que no ayudaba en nada a disimular el volumen de su excitación y el lento deslizar de su muslo en su entrepierna. Buscó el apoyo de la pared contra su espalda, mientras su abrazo se volvía más apretado.

Sus labios fueron succionados por los suyos y su lengua traspasó la barrera de sus dientes como una exhalación. La fuerza de su beso dejo sus rodillas temblorosas, estaba seguro de caer sobre el piso de no estar sostenido por sus fuertes brazos.

Inesperadamente, una violenta irrupción, la puerta del gimnasio fue abierta con excesiva fuerza y el muchacho que así se presentaba se inmovilizó al ver el intimo momento que había interrumpido. 

Turbado fue a retroceder, cuando Hanamichi ya le había visto.

-Qué ocurre, Yamato? -preguntó sin separarse de Kaede, no porque no quisiera hacerlo sino para evitarle sentirse al chico más turbado al verles excitados.

-Disculpen... no... sabía... Mi libro... me deje mi libro de historia -explicó de un tirón su presencia allí.

-Recógelo y cierra al salir -dijo Hanamichi.

Kaede turbado había escondido su rostro en el cuello de Hanamichi.

-Disculpen, senpais... -dijo algunos minutos después cuando se retiraba tan apresuradamente como había llegado- entrenador... lo siento. -sus mejillas aparecían acaloradas.

-Vete ya... Yamato -dijo Kaede mostrando su rostro que competía en color con el del joven.

Cuando quedaron solos, se permitieron una suave sonrisa.

-Vamos a ducharnos... me temo que puede llegar alguno más confirmar que nos han pillado in fraganti. -dijo riendo Hanamichi.

-Acaso pretendes que nos sorprendan duchándonos?

Esa idea soltó otra carcajada en Hanamichi.

-Trabaré la puerta por dentro. -dijo.

Kaede asintió.

Afortunadamente no volvieron a tener más interrupciones y pudieron acabar lo que habían empezado.

-Me dejas llevar el coche? -preguntó cuando llegaron al aparcamiento donde Kaede había dejado aparcado.

Kaede le miró inquisitivo, preguntándose a que se debía aquella solicitud, normalmente, cuando le pedía conducir era por algún secreto motivo. Hanamichi le devolvió la mirada con total inocencia, pensó que estaba buscándole un motivo que no existía. Le pasó la llave.

Cuando se acomodaron en su interior, mientras lo encendía Hanamichi comentó.

-Si quieres puedes dormir un rato.

-¿Hoy no quieres hablar? -preguntó un tanto sorprendido con su sentido de alerta despierto.

-Seré un chico bueno y te dejaré reposar -dijo con una sonrisa.

-Me dormiré mas rápido si me hablas -dijo apoyando su cabeza en su hombro.

-¡¡Baka!! -su tono de voz sonaba ofendido pero la suave caricia de la palma de su mano en su mejilla le hacia saber que no era así- Hablaré si lo prefieres. -habló de todo y de nada en especial, con la mirada puesta en la carretera, dirigiendo de vez en cuando tiernas miradas hacia la cabeza inclinada a su lado. Su suave respiración le daba a entender que estaba dormido.

El resto del camino lo hizo en silencio, hasta que se detuvo delante de la fachada del edificio donde vivían sin apagar el motor ni hacer intención de salir, menos aún despertar a Kaede. Permaneció quieto hasta que vió salir del edificio una figura conocida, llevaba consigo una maleta, solo entonces abrió el maletero, cuando sintió la suave presión al ser cerrado supo que estaba todo listo para la sorpresa que había preparado para Kaede.

Ryota se acercó a la ventanilla cerrada y le hizo un gesto conocido, dándole a entender que todo estaba controlado. Le sonrió, dándole las gracias, modulando las palabras en silencio.

Ryota levantó el pulgar hacia arriba deseándole suerte.

Con suavidad se apartó del bordillo reemprendiendo la marcha, tomó la ruta uno y se mantuvo atento a la circulación, al cabo de un par de horas comenzó a escasear hasta que solo fueron pequeños puntos de luz los que circulaban a esa hora y se cruzaban con él yendo en dirección contraria.

En la entrada debían estar esperándoles porque no necesitó llamar, apenas acercó su coche, el acceso a la finca le fue permitido hasta detenerse junto a la puerta principal. Unos sirvientes esperaban por ellos haciéndose cargo de su equipaje.

Despertó a Kaede con un suave beso hasta obtener su respuesta, solo entonces se intensifico hasta dejarles sin aliento.

-Hemos llegado... -susurró.

Kaede soltó su cinturón de seguridad, más antes que descendiera del coche, Hanamichi estaba de su lado para ayudarle.

Mimoso se dejó levantar en sus brazos, apoyando su mejilla en su hombro y rodeando su cuello con sus brazos, iba más dormido que despierto.

Hanamichi se dejo conducir por el engawa que rodeaba ese primer piso hasta una puerta-panel que fue descorrida mostrándole una amplia habitación, con los futones dispuestos uno junto al otro. Tras las inclinaciones de rigor, les dejaron solos.

Se sentía cansado por estar conduciendo tantas horas seguidas, tras dejar a Kaede acostado procedió a quitarle la ropa para que pudiera dormir sin agobios, solo le dejó el slip, cuando se acostó a su lado desdeñando el otro futón, él también llevaba puesto el suyo. No deseaba que a la mañana siguiente fueran sorprendidos sin otra ropa que la de dormir.

Su precaución nunca estaba de más.

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Fue despertado por el gorjeo de los pájaros, en un primer instante, su mente aún bajo los efectos del sueño no fue capaz de percibir ese súbito cambio en la normalidad de su vida cotidiana.

Permaneció quieto, rodeado por los amorosos brazos de Hanamichi, fue ese detalle lo que consiguió que en un primer momento no se diera cuenta que algo había diferente, abrió los ojos, lo que estaba al alcance de su mirada le resultaba desconocido, al instante, rectificó había en todo aquello algo que le era familiar y entonces lo supo, aquellos sonidos que le habían despertado, eran los mismos que durante su infancia había escuchado a menudo, haciéndole recordar la pajarera que su madre tenía en el jardín que rodeaba su hogar, hasta que un día les abrió la puerta dándoles la libertad, sin embargo, los pajarillos que no conocían otro lugar más que ese volvían una y otra vez, hasta el punto que comían de su mano.

Dejo escapar un suspiro entrecortado y unas lágrimas emotivas asomaron en sus pupilas  al recordar estremecido los felices días transcurridos en lo que un día fue su hogar.

Ahora mientras escuchaba el gorjeo de los pájaros y el familiar sonido del agua  de alguna fuente próxima recordó la última vez que vió a sus padres.

Los recuerdos se agolparon en su mente, cuando su madre vivía, dándole todo su cariño, contándole historias de la naturaleza, acerca de diversas plantas o de animales mitológicos, sus paseos estaban aderezados de risas, abrazos y besos. Aquellos hermosos días acabaron cuando su madre enfermó y meses después fallecía. Nunca supo exactamente que enfermedad se la llevó. Él tenía seis años cuando ella se fue, ahora se daba cuenta lo mucho que echaba de menos su hogar, aquel que tuvo que dejar cuando su padre volvió a casarse y su nueva esposa no deseaba tener a su lado, al hijo de otra mujer, quería tener sus propios hijos.

Nunca perdonó a su padre que le enviara lejos, en aquellos años cuando más le necesitaba, fue como si también le hubiera perdido a él.

Aquella mañana, después de levantarse y tomar su primera comida del día fue a reunirse con su madre, encontrándola en el mismo lugar donde la había visto durante las últimas semanas. Seguía recostada sobre almohadones, de forma que pudiera contemplar el jardín, los paneles había sido retirados, porque el verano estaba en pleno apogeo y las temperaturas eran tan altas que ella podía ver pasar el transcurso de las horas, y como el día daba paso a la noche, y como las estrellas llenaban el firmamento de un tono azulado oscuro y que él con sus pocos años intentaba pintar en láminas para enseñárselas a su madre, que las admiraba y elogiaba con calor.

Muchas de esas noches, acababa quedándose dormido en su regazo, no sabía que era su padre quien le tomaba en sus brazos y le llevaba a su cama, solo que al despertar estaba en su lecho e impaciente tomaba su comida para reunirse con ella, como si entonces supiera que los días a su lado se iban acortando inexorablemente.

Su madre le recibía con una alegre sonrisa, le preguntaba que había comido y como se portaba con la señorita que tenía que cuidarlo. Él contestaba a sus preguntas de buen grado, añorando los momentos agradables que pasaban cuando paseaban por el jardín, cuando ella se inclinaba ante una plantita y le explicaba como se llamaba, o al escuchar el gorjeo de un pajarillo, se detenía, la sonrisa que iluminaba su rostro, le hacía recordar a un angel que había visto en un libro que poseía su mamá.

Aquella mañana llegó provisto de hojas en blanco y lápices de colores y tras una corta charla, comenzó a pintar para ella.

-¡¡Mira... mira, mamá!!! -sujetaba con ambas manos la lámina mostrándole sus dibujos.

-¿Qué es esto? -preguntaba su madre, señalando un pequeño borrón en un extremo de la hoja sobre un fondo oscuro.

-La luna, mamá... y aquí estas tú... -señalaba la figura que había pintado

-¡¡Qué bonito dibujo!! Es precioso, pero yo no soy rubia -dijo pasando la punta de su dedo por el contorno del dibujo que la representaba.

-No, no es tu cabello -rió al escucharla- Tú eres un angel y tienes... -no pudo seguir hablando, su madre le estrechó entre sus brazos- Siempre serás mi angel, mamá.

-Y siempre estaré a tu lado, ahora no lo entenderás, pero siempre estaré contigo -dijo emocionada.

-¿Cómo? -preguntó mirándola un tanto perplejo.

-Aquí -y posó su mano sobre su pecho- en tu corazón.

-¡¡Otra vez esta aquí!! -exclamó su padre apareciendo de improviso e interrumpiéndoles.

-Me gusta que este conmigo... -dijo su madre, sin apartarle de su calido abrazo- Su compañía me resulta muy preciosa.

Su padre se sentó a su lado, tomó su mano entre las suyas llevándola a los labios y besándola con suavidad.

-¿Cómo te sientes hoy? ¿Has descansado bien? -posó con ternura su mano en su vientre abombado por la maternidad.

-Igual que ayer, o antesdeayer e igual que mañana -dijo con una triste sonrisa en los labios- No te preocupes por mí, saldré adelante. -sus padres se miraron como si estuvieran enterados de algo que él ignoraba.

Cuando una mañana despertó se sorprendió al encontrar a su padre junto a su lecho, su mirada tenía un brillo extraño como si hubiera estado llorando. Pero los hombres no lloran -pensó- ¿0 si?

-Kaede... -dijo intentando abrazarle- mamá se ha marchado y nos ha dejado solos.  .

-¡¡¡Noooo!!! -se desprendió de sus brazos y salió corriendo hacia la habitación de su mamá, con su padre detrás. Al entrar en su cuarto la encontró acostada en un futón la habían vestido y peinado, sus manos estaban apoyadas sobre su pecho, sus ojos permanecían cerrados- Ves, no se ha marchado. Mamá esta dormida. -se volvió hacia su padre.

-No, cariño. Mamá se ha ido para siempre. Ella quiso despedirte de ti, pero no pudo ser. Dale un beso y dile adiós.

Kaede obedeció a su padre. Veía como las lágrimas caían abundantemente por sus ojos, pero no comprendía muy bien porque lloraba, su mamá iba a despertar y podría seguir con ella y con esa esperanza se quedo tranquilo. Cuando poso sus labios en su mejilla la sintió fría y pensó iría a buscar una manta para taparla. No pudo hacerlo, su padre se lo llevó de allí y de nada sirvieron sus esfuerzos por desprenderse de sus brazos para evitar que su mamá sintiera frío, a sus gritos, su padre le sacudió agarrándole por los hombros y mirándole fijamente le dijo con brusquedad.

-Ella ya no necesita nada. ¡¡Nunca más volverás a verla!!. ¡Ahora, vete a tu cuarto y no salgas hasta que te llame!

Nunca antes su padre le había hablado así, nunca le alzó la voz, y tampoco le hizo llamar y permaneció solo en su habitación durante largas horas, sin dejar de llorar porque su mamá tenía frío y él nada podía hacer por ella a menos que incurriera en el enojo de su padre.

A partir de aquella mañana apenas despertaba corría a buscarla a su cuarto. Solo cuando el tiempo pasó y no volvió a verla, pensó que ella no le quería más a su lado y por eso le dejo solo.

Su padre paso a ser un ser extraño que apenas si estaba a su lado. La habitación de su madre se convirtió en el único lugar donde se quedaba esperando su regreso. Cuando se cansaban de buscarle, era allí donde le encontraban. Veía conmiseración en las miradas de los que trabajaban en la casa, más nadie se le acercaba para hablarle, nunca más recibió una muestra de cariño, ni abrazos, ni besos, dejando de ser el niño sonriente y feliz.

Pasaron los años y fue entonces cuando comprendió el significado de la muerte, su mamá no le había abandonado, la muerte se la había arrebatado de su lado y se prometió a si mismo que nunca entregaría su cariño a nadie, porque no quería volver a pasar por el dolor de la perdida, inexplicablemente un día dejo de pensar en ella, solo ahora comenzó a recordar que había pasado durante aquellos meses de oscuridad, su aislado mutismo, su soledad en una habitación vacía con la esperanza del regreso de su madre. Y cuando su padre le llamó a su presencia una tarde, se afianzó más aún en ese deseo de no entregar su cariño para no sentirse defraudado.

-Kaede, voy a enviarte a vivir con tus abuelos maternos. Ellos siempre me han pedido que te lleve a conocerles, hasta ahora me he resistido, pero creo que ya has crecido lo suficiente para comprender que será lo mejor para todos. Estarás mejor con ellos.

-Pero... yo no quiero irme. Aquí esta mamá. -tuvo un instante de lucidez, mas su padre no comprendió que no hacia referencia a su cuerpo.

-No..., por mucho que lo desees ella esta muerta y nunca más volverá. -se arrodillo para poderse a su altura, posando sus manos sobre sus hombros, presionándole con suavidad- Ya esta todo dispuesto para tú marcha. -y como llevado por un impulso, le estrechó contra su pecho, luego le apartó- Mañana a primera hora te llevaré con tus abuelos.

Tenía diez años cuando vió por última vez su hogar, había tristeza en su mirada, porque donde fuera no iba a tener a su mamá, allí en su casa quedaba su espíritu y él se sintió más solo aún. Los dos ancianos le acogieron con cariño en su hogar, a su manera les quiso, solo que no permitió que ellos pudieran llegar a su corazón. Y una vez más su recuerdo volvió a borrarse de su mente y aunque suponía que alguna vez tuvo una madre, no era capaz de imaginar como era, ni de recordar su voz, ni su rostro, era como si nunca la hubiera conocido.

A los dos años falleció su abuelo, y casi enseguida, la pena se llevó a su abuela, dejándole solo. Cuando dejaron atrás el cementerio le pidió a su padre volver con él y fue cuando supo una terrible verdad.

-Lo siento, no puede ser, me he casado y tengo otros hijos, mi esposa no vería con buenos ojos tu presencia allí. Me ocupare que nunca te falte nada, además tus abuelos te han dejado este piso, podrás vivir aquí siempre.

Miró a su padre inexpresivo, como si las palabras no hubieran sido pronunciadas, veía que él miraba al frente como si tuviera miedo de enfrentarse a su mirada acusadora, no dijo nada, ni un reproche, ni una protesta. Se irguió en el asiento, cuadrando los hombros y mirando hacia delante, como si estuviera solo, porque era así como se sentía.

Aquel fue la última vez que vió a su padre, tal como le dijo recibía todos los meses una cuantiosa cantidad en su cuenta corriente, capaz de permitirle vivir sin privaciones, excepto el amor de su padre, lo único que él necesitaba.

Cuando creció su padre recordó que tenía otro hijo y se puso en contacto con él pidiéndole que fuera a verles, para que conociera a sus hermanos, le dijo que aquella siempre fue su casa, no podía perdonarle que le hubiera abandonado cuando más le necesitaba y siempre encontró excusas para no hacerlo. Su padre debió comprenderlo y no volvió a insistir, sus llamadas fueron espaciándose hasta que cesaron, se sintió agradecido por ello, le evitaba tener que buscar excusas que ninguno de los dos se creían.

Unos cuchicheos audibles le apartaron momentáneamente de sus recuerdos, intentó percibir el sentido de las palabras, no lo consiguió aunque no tuvo dudas que se trataba de niños. Extrañado por esa circunstancia, su mirada volvió a recorrer lo que estaba al alcance de sus pupilas, no deseaba moverse para no despertar a Hanamichi que dormía apaciblemente a su lado.

Cerró los ojos y sin proponérselo se sumergió nuevamente en el pasado.

-Cierra los ojos... dime que escuchas... -la voz de su madre llegó con tanta nitidez a su mente que estuvo a punto a abrir los ojos convencido que había regresado a su lado, la misma modulación de su voz, la misma la risa que escapaba cantarina de su garganta, el mismo sentimiento de amor que sentía por él le alcanzó una vez más y recuerdos que creyó olvidados le envolvieron reconciliándole con el pasado- Sin trampas....cariño.

Estaban sentados sobre un lienzo bajo un árbol de sakuras, el viento sacudía sus flores dejando caer pétalos rosados a su alrededor y sobre ellos.

Con la risa del niño unos pajarillos que sobre el árbol estaban arrullándose echaron a volar. Cerró sus ojos con fuerza prestando atención a lo que le rodeaba. Escuchó el sonido del agua cuando llegaba hasta el caño de bambú, el golpe seco de la madera cuando dejaba caer el agua a la alberca, sentía en su rostro la suave brisa del viento que se dejaba oír como un ligero murmullo.

-¿Qué oyes?

-El agua de la fuente... y el viento... -dijo sin abrir sus ojos.

-¿Y qué más? -insistió su madre.

-Nada más...

-Presta más atención...

Así lo hizo.

Su concentración tuvo su recompensa y una sonrisa ensanchó sus labios al cabo de unos minutos.

-Te oigo respirar... -se dejo caer hacia atrás y extendió los brazos en forma de cruz- Mamá.... -su respiración tranquila se alteró cuando escuchó como un quejido- ¡¡Mamá!! -se levantó apresuradamente yendo a su lado al verla muy pálida, con las manos sobre su vientre y una expresión de dolor en su rostro.

-No... no es nada... una pequeña molestia... sigamos jugando... -sus labios se curvaron en una mueca que quiso ser una sonrisa- Ve a ver que hacen los patos y vienes a decírmelo.

Aún con sus pocos años no se dejo engañar y permaneció quieto a su lado, con la cabeza apoyada en su regazo, sintiendo las suaves caricias de su mano que pasaban por su cabeza. Su mamá no le reprendió por no hacer lo que le pidió. Se sentía tan a gusto a su lado, tan  amado y protegido que no deseaba separarse nunca de ella.

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Una sacudida le invadió cuando el registro de sus recuerdos sufrió un brusco cambio. Desapareció su madre, su casa, el jardín y se vió un poco mayor, en un lugar que no reconocía. No encontraba el motivo por el que estuviera allí, no sabía quien era ese hombre que le miraba con expresión seria y le hablaba con un tono afable.

-Kaede... tienes que decirme que piensas.... Si no lo haces no podré hacer nada por ti... -le miraba expectante- Si mantienes esa actitud se agravará tu mal.

Sus ojos estaban fijos en un punto por encima de su hombro, preguntándose que quería decir aquel cuadro que estaba en la pared, donde una palabra destacaba sobre las demás "psicología"  Él solo deseaba que su mama volviera. ¿Qué era todo aquello? Era incapaz de expresar con palabras lo que quería, se sentía desamparado sin su presencia, necesitaba tenerla a su lado, sentir el contacto de sus manos calidas y amorosas, sus besos suaves, el tono de su voz animándole a emprender tareas que más parecían juegos que trabajo escolar. Estaba solo.

-Puedes marcharte...

Siguió sin reaccionar, solo cuando le tomó del hombro y le llevó hasta la puerta se dejo llevar sin una protesta, aunque estaba intrigado preguntándose que lugar era aquel.

Fuera, en una salida provista de sillones donde estaba sentado un hombre con expresión seria, le esperaba una mujer que se hizo cargo de él. Antes de marchar, vió que a un gesto del hombre, el otro se levantaba. La puerta se cerró tras ellos. Sintió que le agarraban de la mano sacándole de allí sin dirigirse a él. Abajo en la calle, junto al bordillo les esperaba un coche.

Permanecía ajeno a todo lo que fuera su exterior. Solo contaban sus sencillos pensamientos y la angustia por la ausencia de su mamá. Por eso no reaccionó cuando se escuchó un fuerte estruendo y su cuerpo se vió impulsado hacia delante, golpeándose con fuerza.

Cuando abrió los ojos estaba en un lugar desconocido, paredes blancas, una cama desconocida, y cortinas de un tono desvaído por el tiempo. Tenía un fuerte dolor de cabeza y al llevarse la mano hacia ella sintió que una banda de tela rodeaba su frente, al sentir una presión en su otra mano giro la cabeza, dejando escapar un quejido.

-No te muevas... -su padre estaba allí, le miraba con ternura y una preocupación evidente.

-Papá... -murmuró- ¿Qué hago aquí? -se sentía confuso.

-Hubo un accidente con el coche y te has golpeado en la cabeza.

Algunas semanas después se reincorporaba a sus clases, sin dejar de sentir un sentimiento de pérdida que no era capaz de comprender y esa impresión se mantuvo durante mucho tiempo condicionando su vida.

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Hanamichi despertó. Sus parpados se abrieron fijándose en el rostro que permanecía a escasos centímetros del suyo. Se dio cuenta que Kaede no dormía.

-¿A dónde me has traído? -había algo allí que se le hacia vagamente familiar, pero lo que más le sorprendía era el tropel de recuerdos que inesperadamente le provocaba ese lugar, recuerdos que no recordaba tener y sin embargo allí estaban dentro de su mente, haciéndole saber que hubo un tiempo que fue feliz, que tuvo el amor de su madre y también el de su padre, entonces que fue lo que realmente le sucedió para que todo quedara en el olvido.

-Míralo tú mismo -dijo soltándole de su abrazo- Me han dicho que la mejor vista es el jardín.

Kaede intrigado por sus palabras se levantó para comprobarlo. Suponía que debían estar en algún onsen, pero eso no explica el torbellino de sus recuperados recuerdos.

-Yo que tú me vestiría -dijo alcanzándole un yukata que habían dejado doblado al alcance de sus manos.

Kaede mientras se vestía dirigió su mirada alrededor. Su corazón latía con fuerza en su pecho, aquella habitación, aunque desnuda de objetos decorativos o láminas serigrafiadas en papel de arroz, contenía un mueble que se le hizo tan conocido que se precipitó hacia los paneles descorriéndolos con brusquedad.

Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver que Hanamichi le había devuelto a su hogar.

Le sintió a su espalda, y enseguida sus brazos le rodearon la cintura, y sus labios se posaron en el hueco de su cuello

-Feliz San Valentín, Kaede -murmuró.

Se giró para quedar frente a él.

-¿Cómo has sabido? Yo nunca te he hablado de esto.

-Justamente por eso. -Abarcó su rostro con sus manos, sus pulgares secaron las lágrimas que rodaban por sus pálidas mejillas- Sería muy malo contigo si no te conociera, por eso quise saberlo todo de ti, no podía preguntártelo porque era evidente que tú lo ignorabas.

-Volver aquí me ha ayudado a recordar... -le echó los brazos al cuello, llorando con desconsuelo, sin embargo, el brillo de su mirada llorosa era tan luminosa que mostraba la felicidad que le embargaba- Gracias Hanamichi, no solo me has traído aquí, me has devuelto los recuerdos de mi madre y es el regalo más hermoso que has podido darme. -un suspiró entreabrió sus labios mientras apoyaba su frente en su pecho.

Posó sus dedos pulgar e índice en su barbilla para alzar su cabeza, sus miradas quedaron enganchadas como si tuvieran imán. Sus labios se distendieron en una sonrisa feliz, posó los suyos en ellos que se abrieron permitiéndole su acceso. El contacto de sus labios se prolongó algunos minutos, luego Kaede se refugió más aún contra su cuerpo.

-No estamos solos... -musitó Hanamichi.

Kaede se apartó de él y siguió la dirección de su mirada, en el jardín, en el borde el engawa estaba un hombre de unos cincuenta años, vestía una bata corta y un hakama de color oscuro.

Al ver que su presencia había sido advertida, el hombre se acercó lentamente, la expresión de su rostro tenía cierta incertidumbre, no sabía como iba a reaccionar su hijo. Ahora viéndole convertido en un hombre, sintió orgullo, pero también tristeza porque se había perdido los mejores años de su vida. No era lo mismo saber de él por terceros, o verle a través de la televisión, cuando hablaban del regreso de uno de los mejores jugadores del Shohoku como entrenador y como había alcanzado el triunfo. Seguían recordándole como el mejor jugador por tres años consecutivos en la NBA y su forzado retiro cuando sufrió una lesión, lesión que los directivos del equipo habían mantenido en silencio durante toda una temporada hasta que se hizo evidente que no volvería a jugar, rescindiendo su contrato dejándole marchar.

Habían transcurrido dos semanas desde que una tarde recibió una sorprendente llamada.

-Moshi... moshi... -respondió levantando el teléfono que sobre el escritorio de su oficina permanecía normalmente en silencio, porque solo sus hijos tenían acceso a esa línea privada.

-¿Rukawa-sama? -escuchó la voz de un hombre que le resultó completamente desconocida y sorprendido por ese hecho atinó a preguntar.

-¿Cómo ha conseguido este número? -sabía que los gemelos eran lo suficientemente prudentes para no dárselo a desconocidos, ni siquiera a sus amigos.

-Tengo amigos... -escuchó una risilla al otro lado del tubo.

-Voy a colgar... -avisó.

-Rukawa Kaede.... -dijo la voz.

Le bastó escuchar ese nombre para mantener la línea abierta.

-¿Qué pasa con mi hijo? ¿Quién es usted? ¿Qué es lo que quiere? Si es dinero... -la risa se dejo oír del otro lado interrumpiéndole.

-Demasiadas preguntas..., me llamo Sakuragi Hanamichi... -dejo escapar un sonido de sorpresa- Veo que sabe quien soy... me alegra saber que esta al tanto de Kaede, porque me resultará más fácil  hacerle una petición.

-Si es dinero...

-No... no se trata de eso... -había molestia en su tono de voz ante su insistencia- Quiero información.

-¿Información? ¿Acerca de qué? -preguntó un tanto sorprendido.

-Sobre lo único que me importa: Kaede.

-¿Qué puedo decirle de él que no lo sepa su pareja? -inquirió.

-Por ejemplo, ¿Qué le paso de niño? ¿Por qué no vive con su familia? ¿Por qué nunca habla de si mismo? ¿Por qué actúa como si fuera huérfano? Y lo más importante ¿Por qué su padre  no hace nada por evitar ese alejamiento de su hogar y por qué no conoce a sus hermanos?

-No es algo de lo que pueda hablarse por teléfono, si ha conseguido este número supongo que también conoce el modo de encontrarnos.

-Se donde vive y también la dirección de su oficina, solo hay un inconveniente, no puede desplazarme, Kaede tendría que saber porque voy a ausentarme y deseo que sea una sorpresa.

-De acuerdo..., dígame donde podemos vernos.... -tomó papel y su estilográfica para escribir la dirección que le dio.

Al día siguiente se presentó puntual en el lugar de la cita. No le fue difícil ver al joven pelirrojo que esperaba en una mesa junto a la ventana, al parecer había llegado mucho antes, le agradaba la puntualidad y a través de ella juzgaba a la gente con la que trataba. Le vió levantarse para llamar su atención.

Tras los saludos, pidieron de beber para distender el ambiente creado alrededor de ambos.

Fue aquella una larga conversación y Sakuragi fue un atento oyente.

Ahora solo esperaba ver su reacción. Siempre fue consciente del rechazo de su hijo, todos sus intentos de acercamiento se estrellaron contra el muro en el que había encerrado sus emociones y tuvo la certeza que había perdido a su hijo mayor hasta que inesperadamente Sakuragi contactó con él, devolviéndole en gran parte la esperanza de recuperarlo accediendo a su objetivo llevarle de regreso a su casa sin él saberlo, cuando esa madrugada, le avisaron que habían llegado se preguntó que no conseguía hacer ese pelirrojo por Kaede.

Cuando les vió juntos supo que el amor que había en sus miradas era autentico, y cuando Kaede se volvió se fijo que aparentemente se mostraba tranquilo, aunque no había olvidado las palabras de Sakuragi "Kaede lleva años siendo el Rey del Hielo. Así que no se sorprenda si al principio se muestra frío con usted. Es su forma de ser." Sin embargo, en esos momentos su mirada tenía una calidez inusitada que no parecía no tener consonancia con las palabras del pelirrojo, ni con la anterior actitud que siempre mostró su hijo cuando intentaba contactar con él.

Kaede no hizo ningún movimiento de acercamiento, se quedo quieto esperando, fijándose en él fijándose en las huellas marcadas en su rostro, haciéndole saber que a pesar del tiempo transcurrido era capaz de reconocerlo, sus cabellos comenzaban a canear y su mirada tenía un velo de tristeza como si temiera su enfrentamiento y supo que durante esos años, en los que su padre le llamaba insistiéndole con su regreso a casa era sincero y que solo el dolor que había sentido con la perdida de su madre y sus pocos años le habían impedido ser capaz de reconocerlo. Aun había ciertas lagunas en su mente, cosas a las que le resultaban incomprensibles, sus recuerdos no eran completos, supo que solo su padre tenía que estar enterado de las causas que habían provocado esa amnesia.

-Kaede...

-Padre...

Se quedaron mirándose, Hanamichi se movió a su espalda con la clara intención de darle un empujoncito a su koi, pero no fue necesario, inesperadamente, Kaede adelantó el par de pasos que le separaban de su padre y le abrazo impidiendo que el hombre se inclinara hacia él, con expresión sentida. El arrepentimiento estaba claramente reflejado en su mirada.

-¡Perdóname, padre! Yo... yo... lo...

-No digas nada... no es necesario -murmuró sintiendo el calido abrazo de su hijo.

El emotivo momento se alargó, habían transcurrido muchos años de separación y parecía que ninguno de ellos deseaba separarse, cuando lo hicieron en sus ojos había un rastro de lágrimas.

-Gracias por traerlo a casa -dijo mirando hacía el pelirrojo que se había aproximado hasta rodear con su brazo la cintura de su koi.

-Ya le dije que solo lo hice por Kaede...

-Cómo supiste? -se volvió sin ocultar su interés.

-No hay nada imposible para este Tensai -dijo con la risa burbujeando en su garganta- Pero lo importante ahora es que vosotros dos tendréis mucho de que hablar, os dejaré solos mientras busco algo de comer.

-Disculparme por mi falta de atención, hablaremos luego de que hayáis comido.

Como si solo estuvieran esperando que el dueño de la casa expresara esas palabras, se produjo en ellos una interrupción con la llegada de unos jóvenes que llegaban portando bandejas con alimentos suficientes para calmar el apetito más voraz.

Kaede y Hanamichi se sentaron frente a su comida, Rukawa-sama lo hizo frente a ellos, a su petición de que les acompañara.

Mientras daban cuenta de los alimentos, Kaede quiso saber los motivos que habían provocado su salida de esa casa.

-Solo eras un niño pequeño, no quisimos que supieras que su enfermedad era tan grave, concentró sus ganas de vivir el tiempo suficiente para conseguir que los gemelos nacieran,  falleció esa misma noche, me pidió que nunca te dejara solo, que eras especial, intente hacer lo mejor para todos.

-Me abandonaste.... -su tono de voz fue acusador aunque no pretendía que sonara así.

-No pude evitarlo, los médicos me aconsejaron que por tu salud mental te alejará de aquí, tuve que enviarte con tus abuelos. Fue la decisión más dura que me ví obligado a tomar.

-¿Salud mental? -preguntó perplejo.

-Sufriste un gran trauma emocional tras el fallecimiento de tu madre, tu natural comportamiento desapareció y comenzaste a desarrollar una conducta extraña, al principio no creí que pudiera ser grave, te negaste a ir a la escuela, luego aparecieron las crisis de ansiedad y finalmente el autismo, te quedabas encerrado en ti mismo, sin expresar emociones, tumbado en el suelo del cuarto donde tu madre pasó sus últimos meses de vida, permanecías con los ojos abiertos pero sin ver realmente, esperando que volviera tu madre.

-No recuerdo...

- Te costo aceptar que tu madre había muerto y que debías seguir viviendo sin ella, no pudiste superarlo y se desencadenó una serie de circunstancias que nos han impedido llevar una vida familiar normal. Afortunadamente para ti, y esta mal que lo diga, durante un accidente de tráfico te golpeaste la cabeza y olvidaste lo que te resultaba traumático, tú psicólogo me aconsejó que detuviéramos tu terapia y que te enviara a otro lugar donde nada pudiera recordarte por lo que habías pasado. Ahora me pregunto si realmente fui un ingenuo al confiar en su palabra.

Si los gemelos eran sus hermanos ¿Cómo fue que esa supuesta esposa los aceptó a ellos y en cambio a él lo enviaron fuera? Por otro lado, era comprensible, ellos necesitaban más la presencia de una mujer y en cambio un muchacho emocionalmente inestable era un estorbo.

-Puedo preguntarte, ¿Por qué volviste a casarte?

-No lo hice..., fue lo primero que se me ocurrió decir... tú madre, después de vosotros fue la persona que más amé. Nunca podría reemplazarla por otra mujer. -dijo.

-Si dices que había olvidado todo... podría haber regresado...

-Aun era pronto, solías tener crisis esporádicas de angustia, aunque tú no lo sabías, tus abuelos te suministraban tu medicación mezclada con la comida, nos lo aconsejaron así para que se redujeran tus síntomas de ansiedad y procurándote un mejor manejo del tiempo dándote la ocasión de ejercer algún ejercicio físico que te mantuviera ocupado. Tú abuelo había sido un basquetbolista en su juventud por eso él pensó inculcarte su pasión por ese deporte, tengo que agradecerle que hizo un buen trabajo contigo porque te volcaste por completo en el juego dejando atrás tus traumas. Siempre he estado al tanto de tus adelantos y triunfos y me he sentido muy orgulloso de ti.

-No ha sido tan fácil como tú puedas pensar... -aún tenía presente el miedo a la perdida, la falta de amor, su insensibilidad, su soledad, la imposibilidad de expresar sus sentimientos hasta que conoció a Hanamichi. La suya fue una relación difícil desde el primer instante de conocerse, y sorpresivamente el único capaz de sacarle del profundo pozo en el que él mismo se había introducido y que le hizo conocerse a si mismo al darse cuenta que era capaz de sentir emociones y sentimientos que hasta entonces era incapaz de expresarlos.

-Tus hermanos están impacientes por conocerte... -calló al fijarse que había cerrado los ojos como si estuviera meditando que hacer.

-Eran ellos quienes hace un buen rato estaban cuchicheando en el pasillo? -preguntó.

-Supongo que si... desde que supieron que venías no ha habido forma de mantenerles tranquilos...

Hanamichi se levantó y con una sonrisa descorrió el panel que comunicaba con el interior de la casa, apenas lo hizo dos pequeñas figuras se tambalearon cayendo al interior.

-... y alejados. -concluyó. Miró con gesto serio a sus hijos- ¿Qué modo es ese de comportarse? Espiando a vuestro hermano -les reprendió- ¡Qué va a pensar de vosotros!

-Gomen... -murmuraron avergonzados por haber sido sorprendidos.

Kaede no ocultó la impresión que recibió al posarse su mirada en ellos, el niño era idéntico a él a su misma edad y la niña con sus rasgos más femeninos era como una copia exacta de su hermano. Si tuvo alguna duda, al verlos quedaron descartadas, eran sus hermanos de sangre.

Se levantó y se puso en cuclillas para quedar a su altura, abrió los brazos, los gemelos cayeron sobre él con exaltado ánimo, echándole los brazos alrededor de su cuello y atropellándose entre ellos para hablarle, consiguiendo con su entusiasmo tirarle al suelo, donde los tres rodaron sin separarse.

Hanamichi quedo encantado al ver la expresión satisfecha de su koi, mientras los gemelos seguían dándole sus muestras de cariño y haciéndole saber que la distancia no fue un pretexto para impedirles querer a su hermano mayor. La adoración que sentían por él quedaba demostrada por las muestras de cariño y las constantes preguntas acerca de lo que hacía en Kanagawa, querían saberlo todo.

Cuando los gemelos se tranquilizaron y su curiosidad quedo en parte satisfecha, se fijaron entonces en el otro joven, su padre no les había dicho que su hermano vendría acompañado, y se quedaron mirando con admiración su cabellera rojiza. Fue el niño quien se adelantó diciendo.

-Me llamo Kozue Rukawa y ella es mi hermana Kazue -la tomó de la mano quedando los dos a la misma altura.

-Encantado de conoceros. Mi nombre es Sakuragi Hanamichi. -tenía la impresión de estar viendo a su kitsune de niño y pensó que debió de ser adorable.

-¿Eres amigo de mi hermano mayor? -la niña dio un tirón a la mano de su hermanito quien se inclinó hacia ella para que le hablara a él solo, mientras la escuchaba su mirada se posaba más sorprendida en él.

-Kozue...Kazue no olvidéis vuestros modales -les reprendió su padre.

-Gomen...

-Te quedaras siempre con nosotros? -miró a su hermano olvidando la pregunta que había hecho.

-No..., tengo un trabajo en Kanagawa y no puedo dejarlo... -dijo y al ver la tristeza en sus miradas se apresuró a añadir- pero vendré a veros siempre que pueda.

-Y él no puede hacerlo por ti? -miró hacia el pelirrojo- Kazue dice que le vió durante uno de los partidos que televisaron. Si trabaja para ti....

-No trabaja para mí... -dijo suavemente Kaede- Trabajamos juntos que es diferente, formamos un equipo y tomamos decisiones juntos...

-Pero tú eres el entrenador!! ¿Verdad? -preguntó Kozue interrumpiéndole.

-Si, no puedo negarlo y él es mi ayudante. Veréis, tengo un problema de comunicación -lo reconoció mirando hacia Hanamichi- él es mi voz, le necesito. Si yo fallo ahí esta él, solo no hubiera podido sacar adelante al equipo, nuestro antiguo entrenador lo sabía por ese motivo nos llamó a los dos para dirigir su equipo, además los muchachos necesitan la alegría y la vitalidad de Hanamichi, él sabe como incentivarlos, a mi me respetan, pero a Hanamichi le quieren y por él están dispuestos a realizar cualquier esfuerzo.

Kazue escuchaba atentamente las palabras de su hermano, más ella miraba también más alla de lo que se decía, veía las miradas que intercambiaban su hermano y Sakuragi, su timidez podía parecer que era un impedimento, más le ayudaba a fijarse en las personas y comprender muchas cosas que se callaban.

Se acercó al pelirrojo y parándose frente a él dijo.

-Me gustas...

Hanamichi quedo perplejo, Kaede se volvió sorprendido, fijando su mirada en la niña. Ninguno de los presentes supo que decir y entonces la pequeña continuó hablando.

-Papá nos dijo que había conocido a un chico pelirrojo y que le había prometido traer a casa a nuestro hermano. Tienes que quererle mucho... y ahora sé que él también te quiere. ¿Eres su novio? -Preguntó con naturalidad- Si es así ahora también eres nuestro hermano -miró a su padre que asintió en silencio.

Kozue miraba a uno y otro preguntándose como se le ocurría esa demencial idea. Vió que Kaede le miraba como esperando su aprobación o su rechazo y tuvo la certeza que su hermanita no iba tan descaminada.

-Dos hermanos es mejor que uno -dijo con un leve encogimiento de hombros- Me gustaría saber ¿cómo lo haces? -miró a su gemela.

-Observo... -dijo con placidez.

Hanamichi posó cariñoso su mirada sobre la niña.

-Tú también me gustas, -a modo de explicación añadió- siempre he querido tener una hermanita.

-Niños... -su padre llamó su atención- ya esta bien por ahora. Dejemos que vuestro hermano tengo unos momentos tranquilos.

Los gemelos con cierta renuencia aceptar salir, tras ellos se fue su padre, dejándoles solos.

-Tienes una familia encantadora -murmuró Hanamichi.

-Tenemos... ahora también es tuya, ya has escuchado a Kazue, te han adoptado... -sus labios se plegaron en una suave sonrisa, al mismo tiempo que se acercaba hasta donde él estaba, en el engawa, mirando hacia el florido jardín- Es bonito, ¿verdad? -su mirada estaba puesta en el rostro de su koi.

-¿El jardín o yo? -preguntó con picardía mientras sus brazos rodeaban su cintura y le atraían contra su cuerpo.

-Los dos... -no negó lo que era evidente- Pero más aún es hermoso tu interior. -recostó su cabeza en su hombro dejándose mecer en sus brazos- Gracias, Hanamichi.

-¿Por qué? -creía saber a que se refería, pero también era bonito escucharlo de sus labios.

-Por este hermoso día que me has regalado. He recibido de ti tanto, que me siento avergonzado por mi regalo, ahora se que no es nada comparado con el tuyo.

-¿Tienes un regalo para mi? -preguntó sorprendido.

-Acaso esperabas ¿Qué olvidará tan importante día? Hoy es nuestro aniversario. Sabes ¿Cuánto tiempo llevamos juntos?

-Déjame recordar... hummm.... -su expresión se volvió reconcentrada, como si estuviera haciendo memoria.

-¡¡Baka!! -dijo con cariño.

-Guardaré mi impaciencia hasta que volvamos a casa...

-No es necesario... lo tengo aquí. -Sonrió al ver su expresión- Supuse que Miyagi estaba al tanto de tu plan, así que le pedí que se ocupara también del mío.

-Así que fuí demasiado evidente... -murmuró apesadumbrado.

-Sabía que preparabas algo, pero no qué... -le consoló- me has dado tanto que no se como retribuírtelo. Excepto... hay un modo... -se fijo que los futones habían sido recogidos, pero eso no era motivo suficiente para impedirles amarse, lo habían hecho muchas veces en los lugares más insospechados.

-Me gustaría, -sabía a que se refería- siento decírtelo pero tenemos dos diablillos escondidos junto a la fuente -le avisó con una sonrisa Hanamichi, que había distinguido hacia un rato el movimiento de los gemelos.

Dejando escapar un suspiro de resignación Kaede se apartó. Hanamichi le siguió con la mirada, mientras se dirigía hacia el mueble y lo abría, al instante, le vió volver a su lado, llevando en la mano un paquete que le entrego sosteniéndole con ambas manos.

-Feliz San Valentín, Hanamichi. Aishiteru.

-Aishiteru, Kaede -respondió tomándolo entre las suyas- ¿Es un libro? -preguntó al sentir su peso y dureza.

-Ábrelo y lo sabrás...

Sin contemplaciones destrozó el envoltorio, dejando al descubierto un libro de tapas plateadas con hermosos arabescos grabados en ella.

-¡¡Un álbum de fotos!! -abrió la tapa y se quedó mirando la primera fotografía.

-Ahí comprendí que te amaba -murmuró Kaede al fijarse que pasaba las yemas de los dedos sobre la primera fotografía, donde triunfales, daban un salto y unían sus manos en un gesto que a ellos mismos les sorprendió.

-Es hermoso... -murmuró emocionado al evocar en su mente el instante en que aquellas imágenes habían sido plasmadas para la eternidad, sus recuerdos le provocaban una intensa emoción. Siguió pasando las páginas hasta que encontró un lapsus de tiempo, durante los años que Kaede estuvo en la Liga universitaria primero y luego en la NBA y él permaneció perdido en Kanagawa, para reanudarse después del reencuentro, a partir de entonces, la cantidad de fotos era más numerosa- Gracias Kaede, es un hermoso regalo.

Y sin importarle que tuvieran testigos unió sus labios a los suyos, mientras su mano a espaldas de Kaede hacia un gesto hacia los gemelos, entreabrió un ojo viendo como se marchaban.

Ahora, definitivamente estaban solos, su caricia se volvió más profunda, más intensa hasta conseguir que Kaede respondiera con igual ardor y durante los siguientes minutos se olvidaron de todos entregándose al más dulce momento de sus vidas, conscientes que no necesitaban de esa celebración para saber lo mucho que se amaban, porque para ellos todos los días era San Valentín.

Fin

14 de febrero de 2008

Paz

Notas finales:  

Llevo más de dos semanas luchando con este fic, tenía escritas unas diez páginas de Word desde el año pasado y al retomarlo tuve que enredar la trama y bueno, me ha costado terminarlo, pero finalmente aquí esta. ¡¡Hoy lo conseguí, a tiempo para subirlo en este día tan especial!!

Muchas felicidades a todos los enamorados

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