El despertador sonó a las siete con la primera alarma, realmente no había alarma más inservible que esa, jamás cumplía con su función. Media hora después sonaba la alarma a la cual llamaba “por si me quedo dormido”, pero esa era con la que se levantaba siempre.
Otro día de llegar tarde al colegio.
Una cabellera rubia se asomó por debajo de las sábanas, luego un brazo salió al aire y entre golpes por encima de la cómoda llegó darle al reloj, se apagó de inmediato.
Se sentó en la cama bostezando, sus ojos estaban enchinados por la luz que entraba con todo su esplendor por la ventana, tendría que haber cerrado las cortinas antes de dormir. Ni se fijó lo tarde que era; dormido como estaba tomó una toalla, su uniforme y salió de su habitación arrastrando los pies hasta el baño.
Quince minutos después, con el apetito al tope abrió el refrigerador y sacó leche. Cuando pensó que su mañana sería normal se dio cuenta de que había magdalenas de chocolate en la mesa.
-¡ITADAKIMASU!
Y se lanzó a llenarse la boca. Estaban deliciosas. Recién cuando se había acabado hasta la última miga se dio cuenta de la nota al lado del plato.
“Suerte en tu primer día de clases, Joey.
No llegues tarde.
Papá.”
-…no llegues tarde… -leyó. Levantó la vista hasta el reloj en la pared, faltaban cinco minutos para que se diera la entrada-. ¡Ay no!
Tomó su mochila, de esas que se cruzan al pecho y las llaves de su casa, la cual casi se olvida de cerrar cuando salió. Corrió por las escaleras del edificio donde vivía, el apartamento no era la gran cosa, pero peor era nada. Abrió el candado de su bicicleta y lo guardo en uno de los bolsillos de su mochila antes de salir disparando.
No podía llegar tarde a su primer día de clase. Otra vez. Sus profesores quedarían con una muy mala impresión de él. Otra vez.
Pero es que ellos no entienden la importancia de los videojuegos. Había pasado las dos semanas de receso en abril jugando un juego que hacía bastante había salido al mercado y que había estado ahorrando para comprárselo. Pudo afirmar que era tan bueno como decían y se enorgullecía de poder divulgar todo lo que había logrado en apenas un mes.
Y ahora llegaba tarde, porque en resumen un nuevo competidor había aparecido y le estaba retando justo antes de la hora en la que ya debía dormirse. No podía negarse frente a un novato y el resto que llegó luego. ¡Debían de conocer quién era Joey Wheeler!
En fin, cuando quiso acordar eran las cuatro de la madrugada.
Pero había ganado.
-¡Hola señor Hiroshi! -saludó alegremente a un señor que estaba abriendo su tienda, al principio no conoció quien le habló pero lo saludo mientras se alejaba.
Sus piernas estaban acalambras de tanto pedalear. Sabía que llegaría tarde pero al menos trataría de no llegar tan tarde.
-¡Joey! Llévame.
Tristán apareció corriendo por una esquina, se ve que también llegaba tarde, probablemente no por los mismos motivos que él. Como si lo hubieran hecho cientos de veces, y lo habían hecho, Joey solo necesito desacelerar para que Tristán se subiera detrás suyo en la bici y se sostuviera de sus hombros.
-¿Cómo estás hermano? ¿Por qué vas tarde?
-Mala costumbre de las vacaciones. Tú ni me digas, te quedaste jugando anoche.
-No puedo creer que pienses eso de mí, la próxima vas a tener que pedirle a otra persona que te lleve en su bicicleta –se hizo el ofendido.
Llegaron sanos y salvos… y escondidos. Casi no los dejan entrar por haber llegado tarde, suerte que se llevaban bien con el portero. Joey estaba colocándole el candado a su bici cuando escuchó el chirrido del portón de la escuela abrirse llamándole la atención.
Del otro lado, sobre la calle estacionó una limusina negra como la noche, brillante, sin ningún rastro de mancha o choque. Cara conocida bajó sosteniendo un maletín.
-Ahí viene el ricachón –dijo Joey mientras se quedaba mirando junto a su amigo-. Me parece injusto que a él nunca le digan nada cuando llega tarde.
-Ni siquiera entiendo por qué sigue viniendo, no lo necesita, es rico –comentó Tristán-. Además dicen que ha tenido profesores particulares y siempre estudia por fuera, por eso es que siempre sabe todo antes de darlo.
-No me sorprendería que dejase de venir en cualquier momento –dio por finalizada la charla.
Entraron al colegio y se dirigieron al ala derecha, hacia el gimnasio. Sabían que como siempre el director querría decir unas palabras con las cuales se dormiría, agradecía haber llegado tarde, esas cosas le aburrían.
Y al parecer no era el único al cual le aburría, al mirar disimuladamente sobre su hombro vio como Kaiba ni siquiera se molestaba en asistir al gimnasio como todos, dobló a la izquierda.
-Genial, así que tampoco lo obligan a ir a estas cosas –susurró por lo bajo.
Estaba lleno de estudiantes así que podía pasar desapercibida su llegada tarde, no se habían cruzado con nadie más que el portero. Cuando terminó la charla, Joey ya estaba recostado contra una pared y bajos ronquidos salían de su boca.
-Oye Joey, ya terminó –le avisó Tristán con un codazo.
Cuando abrió los ojos, todos los presentes estaban aplaudiendo así que los imitó y comenzó a aplaudir también.
Después de un rato en el que todos se empezaron a dispersar, distinguió una cabeza de pinchos seguida de una castaña. Yugi y Tea se arrimaron a ellos.
-¿Otra vez llegaron tarde? Tienen que comenzar a ser más responsables –los regañó Tea. Ellos la miraron con cara de perros tristes y respondieron a la vez.
-Lo siento Tea… no volverá a ocurrir.
Tea negó con la cabeza, no había caso con esos dos. De todas formas los abrazó, los había extrañado, se había ido de vacaciones con su familia así que no los pudo ver en todo el receso.
Cuando los cuatro entraron a clase vieron sentado en el medio del salón a Seto Kaiba, tenía un libro entre manos y su computadora y cuaderno ya estaban fuera. Estaba listo para el primer día. Joey no lograba entender cómo es que siempre estaba listo y con ganas para algo tan aburrido como la escuela.
Apuesto a que tiene un millón, no, un trillón de videojuegos solo para su uso. No negaba jamás que debía tener el empleo más divertido que existía, el daría su pie derecho con tal de ser un fabricante de juegos.
Amaba jugar videojuegos, así que no podía ni imaginarse lo divertido que sería crearlos y además que le pagaran por eso.
Agradeció que el tiempo pasara rápido hasta el corte para el almuerzo, su estómago ya rugía cuando faltaba media hora. Juntaron sus bancos para comer y Ryou, al que no habían podido encontrar en la multitud, se les unió también. Joey estaba sentado al lado de Yugi y enseguida se pusieron a hablar.
-…entonces hice ese truco nuevo que descubrí la semana pasada y le gané. ¡Oh sí! Eso le pasa por querer enfrentarme –le contó el rubio sobre la noche anterior-. ¿Qué me cuentas tú? Dijiste que estabas probando un juego nuevo, ¿cómo está?
-Qué extraño ustedes hablando de videojuegos -comento riéndose Tea y Tristán se le unió. Sabían que por más que siempre dijera eso, no le molestaba su fanatismo por los juegos.
Yugi miró hacia los lados y le hizo una seña para que se acercara más a él. Joey lo hizo intrigado, ¿por qué tanto esconderse?
-Probé el nuevo juego creado por Kaiba Corp. –así que ahí estaba el motivo pensó Joey, no quería que Kaiba lo escuchara. Después de todo, él había creado ese juego-. Y realmente puedo decir que está increíble, ya se hizo súper popular, es el mejor juego que he probado.
-¿Tan así? –preguntó Joey. Yugi asintió frenético, él no mentiría ni exageraría de ese modo si no fuera cierto. Tentado miró a Seto, si lo que Yugi le decía era cierto, entonces estaba sentado a pasos de un genio, su orgullo le obligaba a dudarlo.
Kaiba estaba solo, lo usual, nadie se animaba a hablarle. No te echaba si tratabas de hablar con él, como muchos piensan que hace, pero definitivamente no se te une a una charla. Bebía su usual café de la mañana y comía lentamente un sándwich. Joey no entendía dos cosas: primero, ¿cómo hacía para comer tan lento? Y segundo, ¿cómo demonios se llena comiendo solo eso?
-Ya llevo cuatro semanas jugándolo, es difícil, pero pude con él. Ya me encuentro entre los mejores –comentó con emoción Yugi y agregó-. En serio debes probarlo, te encantará.
-Puede ser, será un nuevo reto –pensó seriamente al respecto.
Realmente la vida de un adicto a los juegos como ellos eran los retos. Por más que le encantaba el juego de anoche, ya casi no había personas a las que enfrentarse fuera divertido. Además él también había oído hablar sin parar de ese juego y sus “conocidos” (realmente no los conocía de verdad, sino a través de la pantalla) también hablaban maravillas del juego.
-Podemos ir después de clase a mi casa, si te gusta pídeselo al abuelito.
Algo bueno de ser amigo de Yugi era que el fanatismo por los juegos en su familia venía de generaciones pasadas. El abuelito de Yugi tenía una tienda de juegos, la primera vez que había entrado ahí se sintió en el paraíso y tanto abuelo como nieto le habían enseñado a jugar millones de juegos.
El abuelito además le daba descuentos en juegos, lo cual le venía genial o no podría comprarlos con sus ahorros. También le dejaba tomar uno y pagarle después, esto era lo que estaba pensando hacer si le gustaba este juego. Y ahí estaba el motivo por el cual Yugi era el “Rey de los Juegos” como lo había nombrado Joey, siempre era de los primeros en tener los juegos en la mano. Y también porque era muy bueno en cualquier juego que se le presentara.
-No se queden hasta tarde despiertos, recuerden que mañana también hay clases –les dijo Tea mientras se despedían a la salida. Ella era la mamá del grupo.
Joey caminó al lado de Yugi, llevando junto a él su bicicleta. Habían hecho este mismo camino millones de veces.
Entraron a la casa de los Muto a través de la tienda y la encontraron abarrotada de gente. Apenas saludaron al abuelito corrieron a la habitación de Yugi, este prendió la computadora con entusiasmo mientras no dejaba de hablar sobre todo lo que poseía el juego.
Yugi dejó sentarse en su silla a Joey mientras él quedaba parado detrás. Se maravilló apenas entró al juego, en toda la pantalla decía “Magic & Wizards: Duelo de Monstruos”.
Media hora después Joey confirmó lo que Yugi decía; el juego era simplemente increíble. ¿Cómo podía describirlo? Era diferente, pero usual. Los gráficos superaban todo lo que había conocido. Esta vez Seto Kaiba se había superado a sí mismo y a Joey no le quedaba de otra que aceptarlo.
El juego consistía en crearse un avatar bajo un seudónimo y este interactuaba con otros a través de los diferentes mapas; ambientados desde la historia egipcia a la medieval, contenía desde desiertos a selvas con pueblos pequeños o ciudades enormes. Pero el verdadero reto estaba al llegar a enfrentarse a un oponente en un duelo de cartas, un duelo de magia.
Yugi poseía un gran maso ya, con diferentes monstruos a los que podía convocar y con un poder único, así como cartas mágicas y de trampa. Acumulabas cartas cuando ganabas a tus oponentes y al cumplir diferentes misiones colocadas por todo el mapa. Era realmente difícil, extremadamente divertido.
Joey estaba concentrado en el juego caminando por las calles de un pueblo egipcio, aun le costaba pero no dudaba de que le agarrase la mano enseguida. En la parte inferior izquierda de la pantalla aparecieron letras. Era un claro chat, Yugi dijo que trataba también de un juego de interacción, era necesario a veces luchar junto a un compañero en algunas de las misiones.
Así que la amistad se desarrollaba rápido, no era el primer juego con esta propuesta que Joey veía, la verdad que era algo que le gustaba.
-Faraón -leyó Joey. A continuación vio que decía “¿Cómo estás?” Miro a Yugi extrañado-. ¿Quién es, Yugi?
-¿Ehh? Na-nadie –Yugi saltó por encima de él y bloqueó la llegada de mensajes-. Es un compañero que hice. Mira, allí está él.
Yugi señaló a un avatar en el juego acercándose. En el juego era un chico moreno vestido con claras ropas egipcias, ropas de un faraón. Joey entendió enseguida el por qué de su seudónimo.
-¡¿Cinco estrellas?! –se asombró Joey.
En el juego eran todos clasificados por cantidad de estrellas, empezabas con cero y el máximo son cinco. Contra más duelos y misiones cumplidas hagas, más oportunidades tienes de conseguir una estrella. Si no fuera porque ese “Faraón” era amigo de Yugi, él habría salido corriendo, como todo un principiante. No era bueno enfrentarse a alguien con cinco estrellas en tu primer día, eso era obvio.
-Pues sí. Él es el Faraón, todas las zonas poseen un administrador, él es el que manda en Egipto pero lo puedes enfrentar y derrocar, aunque nadie ha podido hacerlo –le comentó Yugi, el personaje nombrado comenzó a alejarse, probablemente debido a que no obtuvo respuesta-. Lo conocí la semana pasada cuando me enfrenté a su mano derecha y gane a mi Mago Oscuro.
Otra cosa más que tenía de interesante era que todos los avatares eran acompañados continuamente por su monstruo más fuerte. Flotando detrás del avatar que representaba a Yugi había un mago de capa morada y con un cetro en el que brillaba una piedra esmeralda en la punta.
-No puedo creer que ganaras, apuesto a que fue muy difícil –Yugi asintió con ganas confirmándolo-. ¿Por qué él no tiene ningún monstruo a su lado? No creo que le hagan falta monstruos poderosos.
-Él posee los dioses egipcios, son de las cartas más poderosas del juego, son invencibles. Pero nunca lo acompañan, cuando los usa gastan por completo su energía –señala en la parte superior de la pantalla, una barrita celeste, cuando abandonabas el juego esta cargaba y los duelos y batallas la hacían disminuir.
A Joey esto le pareció aburrido, ¿qué gracia tiene enfrentarse a alguien que es invencible? Aunque la idea de él mismo siendo invencible no le caía nada mal…
-¿Cómo es que terminó siendo amigo tuyo? -le preguntó con curiosidad.
-No lo sé, él fue quien me hablo primero. Dijo que admiraba mi forma de jugar –Joey quiso reírse cuando vio los cachetes de Yugi rojos-. Desde entonces hemos jugado juntos y hablado bastante.
-¿Te ha pasado algún que otro truco? –no vendría mal que un administrador le pasara uno que otro detallito, ¿verdad?
-No, nunca. Nunca se lo he preguntado y no sé si lo haría tampoco –a Joey no le sorprendió esto, Yugi era de los que jugaban cien por ciento limpio, libre de trampas.
Una hora más tarde, Joey ya tenía el juego guardado en su mochila y salía de la casa de los Muto derecho a la suya. Su padre no estaba en casa cuando llegó, tenía dos trabajos así que la mayoría del tiempo estaba fuera. Pero al menos cuando se veían la pasaban bien juntos.
Tomó el uniforme que usaba para su trabajo de medio tiempo; consistía en un pantalón negro con camisa blanca y zapatos de vestir. El gasto de sus hobbies de los videojuegos lo pagaba trabajando en un restaurante caro en el centro de la cuidad cuatro veces a la semana, eran pocas horas y le pagaban bien.
-¿Cómo fue la escuela? –le preguntó su padre cuando volvió a casa.
-Aburrida –su padre lo miró mal-. Pero tengo que terminar mis estudios para tener un trabajo decente… lo sé, lo sé.
Apenas terminó de devorar su cena corrió a su habitación, tomo el juego entre sus manos y después de instalarlo ya estaba pronto para comenzar. Llenó la planilla de datos, indicó que vivía en Japón y su edad.
-Seudónimo –leyó.
¿Cómo podría llamarse? Debía ser genial porque después no podría cambiarlo. Comenzó a girar en su silla mientras pensaba. ¿Qué tal uno aterrador? ¡Así ya les adelantaba a todos lo que era enfrentarse contra Joey Wheeler!
No. Quizá algo significativo, que le haga referencia a él mismo. Yugi por ejemplo se había puesto “Hikari”, esa era una clara referencia a alguien como él. No quería poner su nombre, quería ser irreconocible, además le quitaría lo divertido.
Decidió hacerlo simple: “J-Senshi”. La inicial de su nombre y la palabra guerrero. Sonaba bien.
Se centró en cómo se vería su personaje. Sexo: masculino. Cabello: rubio, más largo que el propio y atado en una media colita. Abuso de ser un juego y agregó músculos a su cuerpo junto a cicatrices, según él eso lo haría ver más temible.
Dio inicio al juego y se encontró en medio de una selva oscura.
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Habían pasado tres semanas y Joey se encontraba con la cabeza escondida entre sus brazos sobre su banco en la escuela. La profesora de matemática estaba parada a su lado viendo como roncaba y Yugi le picaba desesperadamente el brazo para que despertara.
-¿Le aburre mi clase, señor Wheeler? –Joey se llevó un susto de muerte cuando despertó y sonrió para disimular.
-¡No, qué va! A mí me encanta la historia –dijo y escuchó a la clase reírse a sus espaldas.
-Me alegra mucho, señor Wheeler, pero ahora estamos estudiando matemáticas. La próxima vez lo castigaré.
Clase normal, día normal. Joey se llevó una reprimenda de Tea también y él la escuchaba medio dormido aún.
-Lo siento, pero me quede jugando –Tea negó con la cabeza-. Es que después de la escuela tengo que ir al trabajo, así que solo puedo jugar en la noche. No quiero tener que esperar hasta el fin de semana para poder jugar.
Yugi se le acercó y le hablo por lo bajo.
-¿Entonces te gustó el juego?
Joey miró a Kaiba de reojo, estaba bebiendo un café mientras gruñía por lo bajo y tecleaba a toda velocidad. Eso sonaba a que alguien va a ser despedido apenas el jefe salga de la escuela. Que irónico era juntar las palabras jefe y escuela.
-Juro que si no fuera un idiota con todos y por mi orgullo, le daría un premio –respondió y Yugi se rio, continuó-. Es el mejor juego que he conocido jamás. Es simplemente increíble.
-Me alegro que te gustara. Ayer hablé con el Faraón –Joey no se sorprendió, últimamente Yugi se la pasaba hablando con ese extraño, solo esperaba que no fuera un viejo depravado del otro lado de la pantalla, porque su amigo ya le había tomado confianza-. Me contó que Kaiba Corp. está planeando una competencia y elegirán a los mejores entre los mejores.
-¿De verdad? Increíble -volvió a mirar a Kaiba que cada vez lucía más enfadado-. Puede ser que sea eso lo que tiene a Kaiba tan alterado. Ya hace días está así.
Yugi también miró pensativo a Kaiba, se llevó un dedo al mentón y asintió.
-Puede que sea eso, pero también el Faraón me dijo…
-Ese faraón te dice muchas cosas, no puedes estar dos minutos sin nombrarlo –Yugi se coloreó y Joey se empezó a reír con ganas.
-Cállate, no es verdad –le dijo haciendo puchero.
-Ya, ya. ¿Qué decías?
-Decía que el faraón me dijo que ha habido jugadores que han entrado al juego y están haciendo trampa utilizando códigos que ellos crearon para conseguir las mejores cartas y otras cosas. Los administradores están buscando a los jugadores pero dijo que era difícil y podrían arruinar el juego.
-¡Por Kami-sama, no! Acabo de empezarlo -se vio interrumpido cuando escucharon el golpe de una computadora cerrase bruscamente. Todos se quedaron mirando como Seto Kaiba se iba del salón enojado-. Espero que lo arreglen pronto.
-¿Te preocupa la integridad de Kaiba? –le preguntó extrañado Yugi.
-¡Claro que no! Pero hace poco que tengo mi Dragón Negro de Ojos Rojos que le gane a ese tonto fanático de los dinosaurios y quiero disfrutarlo. Todavía no patee los suficientes traseros ni llegué a las tres estrellas. ¡Ya les enseñaré quien es el mejor duelista!
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Pasó otra semana, era domingo así que Joey no trabajaba, eso solo puede significar una cosa: jugar con su computadora todo el día, igual que lo venía haciendo todo el fin de semana. Ya ni le importaba que hubiese escuela desde que conoció ese juego.
Festejaba su segunda victoria consecutiva en el día, así como al fin lograr llegar a las tres estrellas y eso que apenas eran las diez de la noche. En el juego estaba andando por un pueblo medieval, había ganado algunas piedras preciosas que podría cambiar por cartas. Decidió dar una vuelta a las montañas donde Yugi había descubierto una misión nueva que le otorgó una carta mágica.
Antes de poder llegar si quiera su personaje se detuvo, por más que presionara las teclas una y otra vez no se movía, estaba irritado. Se fijó en el fondo de la pantalla, se había creado una nube de polvo y de ahí salió un avatar extraño. Era un chico con apariencia de mago, cuatro estrellas flotaban sobre su cabeza junto a un zombi.
-¿Qué demonios? –se quejó.
Inmediatamente se encontraron comenzando el duelo, Joey nunca había aceptado ese duelo. ¿Qué estaba sucediendo? Ni siquiera aparecía el seudónimo de la persona. Pensó que quizá ese era el reto, Yugi no le había dicho qué era, así que podría ser.
Si esa era la prueba, entonces iba a pasarla.
-¡Es hora del duelo! –gritó a la vez que aparecían esas mismas palabras en la pantalla.
Joey se sentía confiado, después de todo había ganado un Dragón Negro de Ojos Rojos, con él sentía que podía arrasar con todo. El dragón voló hacia dentro del deck que todos los personajes poseían en su brazo izquierdo y desapareció uniéndose al resto de sus monstruos.
Debajo a la izquierda en la entrada de chat recibió un mensaje sin nombre, claramente se dio cuenta de que era de la persona que tenía en frente, pero era extraño, los personajes que ya eran del juego (Personajes No Jugadores) no interactuaban, al menos no de esa forma. Si tenían algo para decir usualmente aparecía en un globo en la pantalla. Solo los jugadores usaban el chat. ¿Entonces quién era?
Leyó lo escrito por su contrincante: “Me llevaré tu dragón”.
-En tus sueños -murmuró con rabia Joey.
Quince minutos después Joey seguía peleando para salvar a su dragón, pero lamentablemente no estaba muy cerca de hacerlo. Todo esto le parecía extraño. Se le trancaba el juego y cuando se destrancaba las cosas estaban diferentes, estaba seguro de que estaba usando cartas repetidas y a veces los puntos de vida que le sacaba eran más de lo que debía.
Si no fuera porque era bueno en el juego hubiese perdido hace tiempo.
Ya casi se le acababan sus cartas y si las perdía todas entonces perdería el juego, lo que estaba pasando no le parecía para nada justo. Si llegaba a perder a su dragón negro (que estaba en el campo de juego ahora) por culpa de un tramposo, iría personalmente a quejarse con Kaiba sobre lo inútil que era su juego, por más divertido que fuera.
Este debía de ser uno de los tramposos que Yugi le había contado, no tenía duda de eso. Lo haría arrepentirse de haber jugado sucio.
-En serio tienes que resolver cuestiones de seguridad Kaiba –se quejó cuando su protección de las espadas de luz fue echada abajo sin motivo.
De repente apareció un nuevo personaje a la derecha de la pantalla, poseía cinco estrellas y a su alrededor volaba un Dragón Blanco de Ojos Azules. Joey se asombró. ¡Esas criaturas eran legendarias! Así como los dioses egipcios. ¿Cómo había logrado obtenerlo?
Yugi le había explicado que todos los administradores eran cercanos a Seto Kaiba, elegidos por él para mantener las cosas en orden, había dicho “amigos personales”. Admitía que estaba sorprendido de que tuviera tal cosa. Pero en fin, todos los administradores estaban marcados con una sombra azul debajo de sus pies.
Él no tenía sombra, no era administrador. Su idea de que lo ayudara se fue por los aires.
Solo se quedó ahí observando.
Volvió a concentrarse en el juego y se dio cuenta de que desde que esa persona había llegado ya no había más trampas. Estaba ganando. Joey quería burlarse y lo hizo, escribió por el chat:
“¿Te pones nervioso en presencia de otros?”
No recibió respuesta, pero en cambio la pantalla de su computadora se puso en negro. Casi grita del susto, comenzó a maldecir. Su preciada computadora, para la cual había tenido que ahorrar durante meses, le estaba traicionando.
De repente el color volvió.
No ganó ni perdió, estaba en el mismo lugar. La persona con la que estaba teniendo un duelo desapareció y solo estaba ese extraño. Su ropa era egipcia, así que debía de venir de ese mapa. Al comenzar el juego te hacían escoger un lugar de origen: los desiertos de Egipto, un bosque medieval, las montañas llenas de nieve del Himalaya o la selva Africana. Jugar en tu territorio de origen te daba ventaja y jugar en uno que no lo era hacía subir los puntos más rápido.
Cada uno de estos mapas era gobernado por un administrador, Egipto claramente por el Faraón, que por muy extraño que parezca parecía que se había hecho amigo de Yugi.
Sobre la cabeza del otro personaje estaba su nombre. “Sacerdote”. Nombre extraño, pensó Joey, él nunca se hubiese puesto ese nombre. Esperó a que se fuera pero al ver que no se iba decidió escribirle.
“¿Sabes cómo es que hacía eso?” Tardó una eternidad en responder pero lo hizo. Qué irritante.
“Es un tramposo, lo denuncié a los administradores”. Joey quiso golpearse por un momento, podría haber hecho lo mismo y denunciarlo cuando se dio cuenta de que algo no iba bien. “Me pregunto si tú también lo eres”.
-¡¿Qué?! ¿Quién se cree que es? –Joey se ofendió. Apenas se habían cruzado hace cinco minutos. Enojado le respondió.
“No lo soy. No sé por qué piensas eso”. Esta vez recibió una repuesta rápida.
“Tengo motivos para creer que lo eres. Llevas poco tiempo en este juego”.
Joey pensó en cómo sabia él eso, pero luego recordó que esa información era pública para todos los jugadores, cliqueo por encima del personaje egipcio, para que le apareciera toda la información pública del jugador y vio como este estaba desde el inicio del juego. Pero le llamó la atención los pocos duelos a los que se había enfrentado, pero los había ganado todos. Se preguntó en cuál de todos ganó el Dragón blanco de ojos azules.
“¿Y qué tiene eso de raro? El que sea nuevo no me hace tramposo”.
“Quizá no, pero llamaste la atención del administrador. Tu puntuación subió muy rápido y la mayoría de los duelos que has ganado ha sido por apenas, aun así has ganado casi todos. Creo que haces trampa”.
Joey quería golpear a la persona que estaba manejando a ese estúpido personaje. ¡Él no hacía trampa! Simplemente daba todo de sí hasta que lograba ganar. Es cierto que de vez en cuando tenía mucha suerte y agradecía eso, pero no significaba que hiciera trampa.
“Ya te he dicho que no soy un tramposo. Solo soy bueno jugando, asúmelo”.
“Pues ya que no haces trampa, yo diría que lo tuyo es más suerte que talento”.
“Cállate, tú no sabes nada”. Respondió Joey y luego se sintió como un tonto por escribir cállate, es decir estaban escribiendo no hablando. Como sea, esa persona lo hacía poner de mal humor.
“¿De dónde sacaste al Dragón Negro de Ojos Rojos? ¿A quién se lo robaste?”
Genial, ahora esto se había convertido en un interrogatorio.
“No lo robé. Se lo gané a un chico llamado ‘RexRaptor’. No tengo idea de dónde la sacó él, pero puedes ir a preguntarle y verás que el juego fue completamente limpio”.
“Lo haré y si hiciste trampa al conseguir esa carta se te quitará y será devuelta a su antiguo dueño”.
Y así como si nada desapareció, eso solo quería decir que había cerrado la cuenta.
Bien, Joey quería gritar de rabia. ¿Qué se suponía que pasaba ahora? ¿Y si lo denunciaba frente a los administradores? Podrían quitarle la cuenta. Juró que si eso llegaba a pasar iría a quejarse frente al mismísimo Seto Kaiba. Él y su estúpido juego dirigido por estúpida gente.