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Dos amores y un amante por Paz

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Dos amores y un amante

 

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

By Paz

Capítulo X: ¿A quién amo?

 

Su madre asomó la cabeza por la puerta entreabierta, él que había dejado de estudiar un momento, la vio.

-¿Ocurre algo? -preguntó al advertir que se había puesto su mejor vestido.

-No. Tengo que salir, me han entregado los resultados de las pruebas que me hicieron y voy a llevárselas al especialista.

-Bien.

-Keiko esta durmiendo.  -le avisó.

-Vete tranquila, cuidaré de Keiko hasta que regreses. Tengo que estudiar y no pensaba salir.

-Me voy. -miró con cariño a su hijo mayor. Tenía dieciséis años, y ya era un mocetón de un metro ochenta, a veces se preguntaba a quien se parecía. Nadie en su familia había alcanzado esa altura ni esa complexión. Hanamichi se mantenía en forma debido al basquetball que practicaba incansable, viéndole pensó que había sido una gran decisión cuando comenzó la preparatoria en Shohoku y entró a formar parte de su equipo de basquetball. Se sentía orgullosa de él porque intentaba ser un buen estudiante y se esforzaba por obtener buenas notas, lo que no siempre conseguía, más ella no le exigía más porque sabía que daba todo de si. No era como esas madres que pensaban que siendo exigentes conseguían más. Ella solo deseaba que fuera un buen chico y luego un hombre de bien. No pedía más.

-Conduce con cuidado -le recomendó.

-Y tú no te agobies estudiando. -le rogó- Me voy  o no llegaré a tiempo.

-Adiós. -murmuró Hanamichi bajando la mirada hacia sus libros abiertos.

Su concentración fue total y solo salió de ella, cuando le dieron un tirón en la manga de su camisa. Al volverse vio a su hermana.

-Te has aburrido de jugar sola? -preguntó.

-¿Dónde esta mamá? -preguntó a su vez- La buscado y no la encuentro.

-Ha tenido que salir. -se estiró en la silla, llevaba varias horas en la misma postura. Su reloj pulsera marcaba las cinco y media. Pensó que su madre llevaba fuera más de tres horas, normalmente no tardaba tanto- ¿Quieres un vaso de leche con galletas? -le preguntó.

-Si.

-Vamos -se puso de pie. Estiró la mano hacia ella, sintiendo al rato el calor de la suya, así, de la mano fueron a la cocina.

-¿Mamá volverá pronto? -preguntó.

-No lo se. -Abrió la puerta de la nevera y sacó el brick de leche, llenando hasta el borde un vaso, Keiko ya estaba sentada a la mesa, le acercó el vaso y un plato con galletas favoritas dejándoselo al alcance de la mano.

Se sentó frente a ella viéndola mojar las galletas en la leche hasta que reblandecidas se rompen y caen la fondo del vaso. Se estiró para abrir el cajón de los cubiertos, le alcanzó una cucharilla.

-¿Papá dónde fue? -a veces se acordaba de él.

-Salió. -el interés de su hermana desaparecía enseguida. Su padre había sufrido un infartó hacia ya algunos años, fue mortal, ni tiempo les dio para avisar al servicio de urgencias. Sin embargo, Keiko eso no lo entendía. La muerte para ella era una palabra sin significado real. Recordar a su padre le puso triste.

-¿Y mamá? -volvió sobre el mismo tema.

-Fue a ver al médico. -le contesto con mucha paciencia.

-¿Por qué fue al médico?

-Tenía que hacerle una revisión

-¿Y qué es eso? -pregunta con curiosidad Keiko bebiendo su leche y mirándole por encima del vaso. En el fondo quedan las galletas, que luego come ayudándose con la cuchara.

-¿Quieres más? -pregunta a su vez.

Al ver su gesto negativo, recoge de la mesa y lo lleva a la pila, en pocos minutos todo quedo lavado y guardado.

-¿Qué es una revisión? -insistió.

Sabía que no iba a dejar de preguntarlo mientras no se lo explicara para que pudiera comprenderlo.

La cogió por debajo de los brazos y la sentó encima de la mesa. De esa manera quedo un poco más a su altura.

-Veamos, supongamos que tú eres mamá y yo soy el médico. -sonrió al ver que asentía con la cabeza- Vienes a verme y me cuentas lo que te pasa. Necesito auscultarla te digo -se apresura a agarrar un vaso limpio y con gesto muy profesional lo apoya en la espalda de su hermana y finge escuchar por el otro extremo- Tosa... -le pide.

Keiko riendo obedece.

-Respiré hondo -hace una inspiración para que ella comprenda que tiene que hacer. Le hace gracia verla tan entretenida y por una vez lo suficientemente callada, por lo que prolonga la pantomima, coge su muñeca y le toma el pulso mientras su mirada está en su reloj como si contara sus pulsaciones- Señorita, usted esta sanísima, no hace falta que vuelva por aquí. Eso es una revisión. -concluye.

-Es divertido, hazlo otra vez -le pidió.

El timbre de teléfono comienza a sonar.

-No intentes bajarte -le pide- recuerda que la última vez te hiciste daño. -sin dejar de observarla, se acerca al teléfono y levanta el tubo.

-Hanamichi..., soy mamá.

-¿Dónde estás? -pregunta sorprendido.

-Estoy en la clínica. Han querido ingresarme. -se apresuró a añadir- No es nada grave, van a hacerme una biopsia. Mañana o pasado volveré. Tienes que quedarte con tu hermana, lamento que tengas que perder tus clases.

-No importa, voy bastante adelantado. -no era verdad pero no quería preocuparla más- Llamaré al entrenador para decirle que no podré ir a los entrenamientos. Piensa en ti solamente. Keiko esta aquí conmigo.

-¿Qué hace?

-Como siempre esta jugando sola -no le dijo que se había acostado en la mesa y ella sola representaba el papel de medico y enfermo- Tranquila, me ocupare de que cene, la acostaré y le contaré un cuento para que consiga dormir.

-Cariño, no se que haría sin ti. -dijo enternecida por su solicitud hacia su hermana.

-Seguramente que lo mismo que ahora -le dijo con una sonrisa.

-Dile a Keiko que no se preocupe por su baño.

-¿Baño? -preguntó con sobresalto. No había caído en la cuenta de ese detalle.

-Tranquilo... me ocuparé personalmente de eso -dijo su madre.

-Tengo que dejarte, Keiko esta haciendo una de las suyas.

-Ella esta bien? -preguntó inquieta.

-Si..., no te preocupes. Está intentando bajarse de la mesa sin ayuda. No me apartaré ni un minuto de su lado.

-Gracias, Hanamichi. Keiko ha tenido mucha suerte teniéndote como hermano.

Hanamichi no rebatió sus palabras. Colgó apenas su madre se despidió.

Se acercó a la mesa, su hermana había cambiado de distracción, ahora levantaba primero una pierna y luego la otra. Al estar a su lado, vio que los extremos de su yukata se había apartado con sus movimientos, ella no había hecho nada por acomodárselo. Con cierto sobresalto observó que no llevaba ropa interior.

-¿Qué haces? -inquirió a pesar de conocer su respuesta, al tiempo que pudorosamente le acomodaba el yukata.

-Juego sola. ¿Quieres ser mi médico otra vez? -preguntó.

-Mamá no vendrá esta noche a casa. -Dijo sin responder a su pregunta- Su médico quiere observarla y hacerle algunas cosas.

-¿Qué cosas?

-Cosas como estas -le cogió su pie descalzo y comenzó a tocarlo como si estuviera controlando que todos sus huesos estuvieran en su lugar, ella reía cuando le hace cosquillas en la planta del pie e intentaba soltarse, pero él la mantenía sujeta a la mesa, poniendo su mano libre sobre su estomago y no permitiéndole levantarse- Tal vez es aquí donde esta el dolor -tocaba su rodilla- No ahí no.

Durante el nacimiento de Keiko, que fue riesgoso, el médico se había ayudado con un fórceps para sacarla del seno materno produciéndole un daño cerebral irreversible que no fue advertido hasta un par de años después. Ahora, con trece años Keiko esta alcanzado la pubertad, su crecimiento siempre ha sido más lento respecto a otras niñas, aprendió más tarde a caminar, a hablar, todo en ella sucede más tarde, por eso su cuerpo se desarrolla a esa tardía edad, al contrario su mente se ha quedado detenida a los ocho años y como tal se comporta.

La toma por la cintura y la baja de la mesa.

-Se acabaron los juegos... ve a tu cuarto mientras preparó la cena.

Keiko asiente.

Mientras se ocupa de esos menesteres, comienza a pensar en si mismo, tiene sus propios problemas y no sabe como resolverlos, decide que primero se ocupará de su hermana y una vez solo en su dormitorio decidirá que hacer.

Tal como le prometió a su madre se ocupa que Keiko.

-Primero tengo que bañarme -dijo Keiko cuando va a buscarla a su dormitorio.

-Olvide decírtelo, mamá me dijo que no te preocuparas por eso, mañana ella te ayudará.

-Puedes hacerlo tú. Solo tienes que frotarme... -le comentó pensando que ese era el problema.

-Lo sé... -una sonrisa asomó en sus labios ante su inocencia- Pero, ¿no querrás disgustar a mamá? -Preguntó- Seguro que las dos disfrutáis haciéndolo juntas.

Keiko sacudió la cabeza con energía.

-Cenemos...

-Una sabía decisión...

Keiko era un niña muy dócil excepto cuando tenía alguna de sus rabietas, esas sucedían siempre cuando le llegaba el momento de comer porque alguno de los ingredientes no le gustaban , sin embargo, esa noche todo transcurrió con total normalidad y poco después estaba acostada esperando que fuera a leerle uno de sus libros de cuentos.

Hanamichi con toda paciencia así lo hizo y antes de terminarlo se fijó que estaba dormida.

Cerró el libro y lo dejo apoyado sobre la mesilla, apagó la luz y dejó la puerta entreabierta para estar atento a cualquier llamada, algunas noches Keiko despertaba asustada y había que ir a su lado a consolarla.

Esa noche Hanamichi tumbado en su cama intenta aclarar sus sentimientos.

Pasa gran parte de noche pensando, en esas dos únicas personas que han conseguido llegar hasta su corazón. No es ninguna ilusión, tiene la absoluta certeza del amor que siente por Haruko. Ama su dulzura, su tierna solicitud, su generosidad. Al segundo de conocerla lo supo, ella sería su esposa, su compañera, la madre de sus hijos. Nunca antes le había sucedido algo así, ninguna de las otras chicas, todas aquellas que le habían rechazado habían entrado tan profundamente en su pecho, y ahora sabe que estaba enamorado de la idea de amar. Con Haruko es diferente, la ama a ella y es a su lado donde quiere que transcurra su vida.

Ahora es consciente que todo no es tan sencillo como creyó al conocerla, cuando decidió que Haruko era su verdadero amor, la única persona que le ha enseñado lo que realmente significa amar, que ese mundo maravilloso que vió junto a ella puede romperse.

Ese mismo sentimiento lo siente por su compañero de equipo Rukawa Kaede. Su rival en el juego y en el amor de Haruko. No tardó en saber que Kaede nunca fue su rival en el amor, y fue a partir de entonces cuando creció en ellos cierta amistad que se diluyó cuando Kaede ante su insistencia para saber que le pasaba le confesó sus sentimientos con un tierno beso y sin saber como se encontró respondiendo a su caricia. Dándose cuenta que también amaba a Kaede, que su corazón le había reconocido desde un principio, más él demasiado torpe para comprenderlo, creyó sentir otro sentimiento tan fuerte como el amor, pero que interpretó como odio.

Se estremece ante Kaede, su soledad, su apocada personalidad le hacen sentir la necesidad de protegerle, de acompañarle siempre, para hacerle comprender que no esta solo. Que juntos serán uno solo, siente la necesidad de plasmar en su rostro una sonrisa y de que sus ojos azules brillen con esa calidez que le da el amor, la misma mirada que vió cuando se atrevió a besarle. 

Por otro lado, es consciente que no es posible que ame a dos personas totalmente diferentes, hombre y mujer,  opuestos en caracteres, él débil, ella fuerte. Tiene que haber una forma de saber si otra vez está confundiendo sus sentimientos. Le ha pasado tantas veces que ni siquiera él se siente seguro, su mente da vueltas y vueltas al mismo tema que le preocupa. Y sus razonamientos le llevan una y otra vez al mismo resultado, ama a Haruko, pero también ama a Kaede.

Pero... y si está equivocado, se pregunta a si mismo que no es posible que haya sido normal toda su vida y de pronto, inesperadamente, crea estar enamorado de un hombre, a lo mejor no es amor, sino deseo de protección. Cree saber que Rukawa lleva una triste vida, ha oído que vive solo. No se le conoce ninguna familia, ya de por si es bastante huraño, y su escaso trato con sus compañeros le hace arrastrar fama de antisocial. Puede que sea tímido y no sepa cómo hacer amigos y yo haya malinterpretado todo. -Se giró en el lecho mirando a través de la ventana abierta, la luna llena brillaba en lo alto de cielo- Solo una cosa tenía en claro Rukawa sentía un sentimiento amoroso hacia él, el mismo lo había declarado en la terraza cuando le escuchó decir con cierto sobresalto que estaba enamorado. Recordaba la expresión de su rostro, una mezcla de asombro y felicidad. En las dos semanas que transcurrieron desde aquella declaración, Rukawa no hizo nada para acercarse a él, es más se mostraba más rudo y buscaba continuamente pelea. Ahora comprende que ese es el modo que él encontró para sentirse cerca de él. Solo su tenacidad consiguió que Rukawa le besara, haciéndole así saber quién era el objeto de su amor.

Se ha dado cuenta que durante la mayor parte de esa madrugada todos sus pensamientos se han centrado en Rukawa y no en el problema que se le presenta, cómo descubrir de quien está realmente enamorado, su corazón le dice que ama a Haruko, el dolor que siente en el pecho ante la sola idea de perderla le confirma ese sentimiento, al mismo tiempo un dolor idéntico se asienta en su corazón cada vez que cree que está confundiendo lo que siente por Kaede, por otra parte, su mente racional le hace saber que eso es imposible que no es posible que ame a dos personas tan dispares entre sí.

Inesperadamente, en su mente surge una inesperada idea, la forma de comprobar a quien de los dos ama realmente y es entonces cuando se relaja y se queda dormido.

Continúa en el próximo capítulo...


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