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Dos amores y un amante por Paz

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Notas del capitulo: A partir de esta actualización solo queda un cápítulo y un epílogo, con ello se acaba este fic.Estoy deseando terminar de subirlo para poder dedicarme a "Haz realidad...." a la que también le quedan pocos capítulos.
No me matéis con vuestra indiferencia si este capítulo no os satisfaga. Si las cosas no se tuercen, esta semana acabo de subir todo.
Dos amores y un amante

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen
By Paz

Capítulo XX: El amor es cosa de tres



Hanamichi se casó con Haruko y su padrino de boda fue Rukawa.

A nadie pareció extraño verle tan próximo a los novios durante las ceremonias que se llevaron a cabo aquella tarde. La sintoísta y la occidental.

Fue en esta última donde Rukawa fue el padrino de los novios haciendo entrega de los anillos.

Cuando concluyó la ceremonia occidental, tras llevarse a cabo los tramites de firmas y demás, los invitados entretanto se estaban trasladando a los salones donde se iba a llevar a cabo el festejo.

Salieron al jardín durante unos minutos, solo los necesarios para llevar a cabo un pequeño ritual, tirar el ramo de la novia a las jóvenes solteras que alborotaban haciendo señas para que fueran a sus manos. Keiko estaba apartada del grupo, junto a su madre que mostraba en su rostro la felicidad que la embargaba, saber a su hijo casado la llenaba plenamente.

Kaede se acercó a ellas y alargó la mano hacia Keiko.

-Tu también –le dijo, la sonrisa de su rostro fue suficiente para saber que ella también deseaba participar. La llevó hasta ubicarse por detrás del grupo de jóvenes.

Hanamichi se había fijado en la posición de ambos y sonrió al ver el júbilo en el rostro de su hermana.

-Tíralo hacia arriba –le susurró a Haruko que le miró sin comprender.

-Abre las manos con los brazos medio alzados –le dijo a Keiko, Rukawa.

Haruko lanzó el ramo, de pronto, Hanamichi dio un gran salto, la punta de sus dedos lo golpearon lanzándolo por encima de las cabezas de las chicas, que seguían su trayectoria sorprendidas. Kaede, frenó su recorrido con un salto, dejando que cayera en las manos abiertas de Keiko que lo recibió alborozada.

Lo estrechó contra su pecho, yendo a mostrárselo a su madre con expresión feliz.

-Gracias, Kaede. La has hecho muy feliz.

-Déselas a su hijo, Sakuragi-san. Sin él no podía hacer nada.

-Os habías puesto de acuerdo para dárselo a ella. –comentó.

-No lo hicimos, surgió así.

Sakuragi-san quedo muy sorprendida, le miró unos segundos y luego volvió su atención hacia su hijo que en ese instante se inclinaba hacia su esposa y le hablaba dirigiéndose al salón.

Kaede les ofreció su brazo y con ellas dirigió sus pasos hacia el interior del edificio.

El resto de los invitados, pasaron a la sala, donde serviciales camareros ofrecían bebida y comida, mientras terminaban de asignar Volvieron al interior del salón ocupando las mesas dispuestas con los nombres de los invitados, Kaede había sido ubicado en la mesa más alejada, junto a los padres de los novios, porque en la mesa principal estaban Hanamichi y Haruko junto a sus jefes, tal como señalaba el ceremonial.

Se escucharon los distintos discursos, cuando lo hicieron los novios consiguieron que sus padres se emocionaran, las madres no pudieron evitar dejar caer algunas lágrimas, también se pasaron videos de la pareja y los amigos hicieron un show muy divertido que fue recibido con mucho alborozo. Todos se divertían y lo pasaban bien, hasta que llegó el momento del baile.

Durante todo ese tiempo Haruko seguía manteniendo en su rostro la sonrisa, sin embargo, en su cabeza machaconamente retumbaban unas palabras dichas por quien era su esposo “no te arrepentirás… no te arrepentirás…” Seguro que estaba allí, entre todos los invitados, viéndoles y tal vez añorando no estar en su lugar. Miraba a todos los hombres jóvenes, buscando en ellos una mirada amorosa, un gesto cálido, no lo consiguió.

Se sentía feliz, aquel era un gran día en su vida, se había casado con Hanamichi, le miró con timidez porque había demasiada gente a su alrededor, pensó había sido muy comprensivo y cuando le pidió que Rukawa fuera su padrino de boda y entregara los anillos accedió sin pedirle explicaciones, es más se ofreció a pedírselo él mismo. Verle tan cerca provocaba en ella una emoción intensa, solo eclipsaba por la felicidad que la embargaba saber que estaba casada con Hanamichi, que juntos les esperaba un futuro venturoso, se mordió levemente el labio al recordar que no iban a estar solos. Por qué acepto? Qué locura se adueño de ella cuando accedió a su petición? Hanamichi la había engañado durante todos esos años de noviazgo, la había echo sentirse única y no era así.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando comenzó a sonar las primeras notas de un vals, supo que ellos iniciaban el baile.

Hanamichi se levanto y estiró la mano la tomar la suya, se dirigieron hacia la pista seguidos por las miradas de los asistentes a la reunión, se movían con elegancia, sus pasos armoniosos seguían el compás de la música. En ese instante, pensó que su vestido no era el adecuado para esos pasos, pero llevaba por su esposo, olvidó todo excepto perderse dentro de esa mirada que la hacia saberse hermosa.

Los convidados que seguían sus primeras evoluciones como esposos veían la hermosa pareja que formaban y se congratulaban por ellos.

A los pocos minutos, Hanamichi interrumpió sus pasos, tomó su mano, la llevó a los labios musitando tras un suave beso.

-Te dejo en sus manos -posó su mano sobre la de Rukawa que se había aproximado a ellos, al instante enlazó su cintura y continuó el baile.

Haruko se sentía transportada a un mundo maravilloso, ella y Rukawa juntos, soñaba con él, sin olvidar de dar los pasos, su frente se apoyó en su pecho, como queriendo cerciorarse que no era un sueño, su brazo se enlazó un poco más alrededor de su espalda y por un instante tuvo la impresión que sus pies se alzaban del piso y volaba, volaban juntos, maravillada por lo que sentía, se atrevió a alzar su mirada hacia él y lo que vió la deslumbró, Rukawa sonreía, por primera vez la sonreía, a ella que durante tanto tiempo había soñado con eso, consiguiendo que perdiera el ritmo de sus pasos y dando un traspiés. Se sintió sujeta y pegada contra ese pecho ancho y duro, sin saber lo que hacia, sus manos se alzaron hacia sus hombros como temerosa de caer, con su rostro levantado hacia el suyo, con sus labios entreabiertos como si estuviera esperando un beso, fue un instante surrealista que deshizo Hanamichi acercándose presuroso.

-¿Qué ha pasado? –las palabras de Hanamichi le arrancaron de su ensoñación.

-Creo que se ha torcido un tobillo –dijo Kaede inquieto por su seguridad.

-No… no… estoy bien. Sigamos bailando –y cuando lo dijo no pensó que Hanamichi lo tomara literalmente, porque de inmediato se encontró bailando otra vez con Hanamichi y Rukawa, como si lo tuvieran ensayado se movían con ella como si fueran uno solo, sus ojos se abrieron ante el descubrimiento, había estado buscando con harto frenesí a la persona que amaba Hanamichi cuando lo tenía a su lado todo el tiempo.

No hubo necesidad de palabras, ellos se dieron cuenta que Haruko finalmente lo había comprendido, su sonrisa radiante les hizo saber que aceptaba.

Durante unos segundos que parecieron minutos, lo único que se escuchaba en el enorme salón fueron los acordes de la música que desgranaba la orquesta, las conversaciones cesaron, la algarabía de los pequeños enmudeció como preguntándose que pasaba, todas las miradas estaban puestas en los jóvenes que en mitad de la pista bailaban ajenos a la expectativa que estaban creando.

Los dos jóvenes, apuestos y esbeltos enlazaban por el talle a la más hermosa novia, cuyos ojos a pesar de la distancia se veían húmedos.

Nadie podía saber que pasaba por sus mentes.

Haruko no deseaba llorar ante ellos, pero no pudo evitar que sus ojos se empañaran con un rastro de lágrimas que intentaba no derramar para no estropear el maquillaje, se sentía como si estuvieran ante uno de sus maravillosos sueños, su esposo, Hanamichi quien tanto se había esforzado por conseguir su amor y Kaede, su amor de adolescente, los dos juntos acababan de hacerle el mejor regalo de su vida.

Sonrió, dejando que las lágrimas rodaran por sus mejillas, ellos tenían que saber que era de felicidad, porque su sueño de adolescente se había cumplido, aunque entonces Hanamichi no formaba parte de el. Juntos los tres. A partir de ese instante dejo de cuestionarse como era posible que Hanamichi pudiera enamorarse de un hombre. Que lo hiciera de Rukawa no le extrañó. Sentirse enlazada por su Hanamichi y por su Kaede, por fin podía llamarle suyo, era lo única certeza que necesitaba tener. En ese instante, sus sonrisas hicieron latir su corazón con más fuerza y pensó no que podía existir tanta felicidad, debía tratarse de un sueño, si así fuera no quería despertar, porque por fin Kaede la había aceptado en su vida.

Hanamichi se inclinó y besó sus mejillas húmedas secando sus lágrimas, Ayako podía sentirse feliz, el rímel que le había recomendado para ese día especial había resistido, sus lagrimas cayeron limpias por sus mejillas, sin dejar chorretes oscuros en su rostro.

-Te amo, Haruko…. –le susurró al oído.

Aquella muestra de amor, fue suficiente para distender el ambiente que se había creado, las conversaciones se reanudaron, los gritos de los niños se escucharon chillones y nuevas parejas se incorporaron a la pista.

De entre todos los invitados, unos ojos de mujer seguían las evoluciones de los bailarines, y le llamó la atención la felicidad que se veía en sus rostros, no le sorprendía la de los recién casados, pero si el brillo luminoso en la mirada de Rukawa, quien había sido nombrado sorprendentemente padrino para la ceremonia occidental que se había celebrado después del rito sintoísta.

La felicidad de Haruko era evidente, sus lágrimas así lo evidenciaban, su esposo la miraba con una tierna sonrisa, Rukawa en cambio permanecía serio, sin embargo, algo había diferente en él y no tardo en comprender de que se trataba, su mirada, brillaba cálida y sus labios se movían mientras miraba a Haruko, extrañada les contempló mientras se detenían un instante, los tres quedaron quietos, al parecer Rukawa les dijo algo antes de separarse, le vió inclinarse a modo de saludo o tal vez agradeciéndoles la atención que habían tenido con él.

Haruko se volvió hacia su esposo y le dijo algo, porque Hanamichi le contestó, desde donde ella estaba no podía ni oírles ni escucharles. El sonido atronador de la música moderna se estaba volviendo pesada, pensó, acariciándose el vientre con ternura, luego se volvió hacia su esposo.

-Quiero bailar…

Ryota se levantó con presteza y ofreció su mano a Ayako que la tomó decidida, poco después bailaban con parecido entusiasmo que otras parejas, aunque ella un tanto comedida debido a su avanzado estado de gestación.

Se movió de forma que se fue acercando a la joven pareja, su esposo la miró con curiosidad y ella se justificó diciéndole lo que realmente deseaba.

-Quiero hablar con Hanamichi… a solas por favor –le pidió melosa.

A poco de alejarse Rukawa, Haruko no pudo evitar una pregunta desilusionada al ver la espalda que se alejaba de ellos.

-¿Se va?

-No…, sigamos bailando –dijo cuando la música recomenzó, se fijó que su amigo Ryota era prácticamente arrastrado por su esposa hacia ellos, a veces Ayako era demasiado evidente.

Dio unos pasos con su esposa como si estuviera ajeno a cualquier otra cosa que no fuera la presencia de Haruko quien estaba preciosa con su vestido de novia, se había quitado el que llevó durante la ceremonia sintoísta para ponerse uno de estilo occidental y antes de pasar al salón volvió a cambiarse poniéndose el que llevaba en ese instante. Se trataba de un qipao hasta los tobillos que le daba una dignidad y elegancia que deslumbraba, el vestido estrechaba su cintura, ajustado a su cuerpo, dándole una soltura de movimientos que no hubiera tenido de vestir el tradicional kimono, el amplio corte mostraba con generosidad su pierna.

-Dejamos un rato a tu esposa, acaparador –dijo una voz en tono alegre.

Hanamichi se volvió, encontrándose con Ryota y Ayako, sonrió cediéndole su mano, en tanto él reanudaba el baile con Ayako.

-¿Cuánto tiempo te falta? –preguntó con total confianza.

-Un par de meses…

-Estarás deseando que nazca… -llevaba los brazos un poco estirados para dar amplitud al embarazo de la joven, cuyo vientre abultaba considerablemente- Parece que vas a tener gemelos –dijo sin ningún tipo de delicadeza.

-¡¡Tonto!!! Ryota me mata si llegan a serlo…., pero no, va a ser un niño, pero no se lo digas, por favor, quiere que sea una sorpresa…

-De acuerdo… -vió que se mordía levemente el labio inferior, como si dudara en hablar, al fin se decidió.

-¿Qué significaba ese espectáculo que montasteis? –preguntó seria.

-¿A qué te refieres? –se hizo el desentendido.

-No te hagas el tonto, bien sabes de que hablo. He visto como os mirabais, no me gustaría saber que haces daño a Haruko.

-Estas equivocada. –No tenía porque darle explicaciones de su conducta pero lo hizo- Desde el primer día en que la conocí supe que era mi verdadero amor –no aclaró que ya no tenía esa certeza- y nunca haría nada que pudiera lastimarla. Hoy por fin mi sueño se ha cumplido, mis amigos están aquí para festejarlo a nuestro lado. Al parecer has olvidado que Haruko creyó estar enamorada de Rukawa –nunca olvidaba no mencionar su nombre ante los demás, porque ignoraban que su trato pasaba más allá de una solida amistad- Haruko ahora lo acepta como un buen amigo, ¿Qué te extraña entonces que desee pasar un rato con él?

-Y tú?

-También.

-¿Y vuestra rivalidad?

-Dejo de existir cuando Haruko me aceptó. –dijo sin un titubeo, dándose cuenta que Ayako se las daba de perspicaz y sin embargo, desde que se conocen no ha sido capaz de comprender nada, ni siquiera los sentimientos que albergaba Haruko en su corazón respecto a Kaede cuando estaba de novia con él, del mismo modo que Kaede y él mantuvieron una actitud de indiferencia de cara a sus conocidos, matizada a veces con pequeñas discordias para hacer ver que el pasado no estaba olvidado.

-Así, ¿sin más?

-Me da la impresión que no te alegras con mi felicidad –contraatacó Hanamichi sin ningún rencor hacia la joven porque conocía la amistad casi de hermana que la unía a Haruko.

-No es eso –se apresuró a decir- Lo lamento, no deseaba molestarte.

-Tranquila, sé que te preocupas por Haruko. –Palmeó su mano con cariño- A partir de ahora ella es mi preocupación y te aseguro que haré todo lo posible para que siempre sea tan feliz como se merece… –…y también Kaede, ellos son mi prioridad pensó.

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Era madrugada cuando los novios se retiraron a su habitación, pueden marcharse aprovechando un descuido de sus amigos más íntimos que deseaban continuar la juerga yéndose con ellos.

Hanamichi estaba muy pendiente de su pequeña esposa, en su rostro aunque lucia una esplendorosa sonrisa, sus ojos se veían marchitos, su vivacidad no era natural. Aprovechando un instante que quedo sola, fue a su lado evitando que nadie interrumpiera su camino hacia ella.

-Ha llegado el momento de irnos –le dijo tomándola de la mano y llevándola cariñoso a sus labios. Se sintió recompensando al ver el brillo de júbilo de sus ojos.

-Estoy agotada… -reconoció- ¿Cómo lo haremos?

-Kaede nos ayudará en nuestra escapada.

-¿Cómo…?

-En cinco minutos te diriges hacia la salita que os fue asignada para vuestras cosas…, como si fueras a arreglarte el tocado. Kaede te acompañará hasta el ascensor, ahí me reuniré contigo.

Así lo hicieron, solo unos pocos amigos íntimos se dieron por enterados, mientras allí seguía llegando abundante bebida y comida, no se marcharon decididos a hasta agotar las existencias.

-Qué energías tienen todos -murmuró ocultando tras su mano un ahogado bostezo apenas traspasaron el umbral de la suite, al tiempo que se libraba de los zapatos para liberar sus pies del encierro- ¡¡Estos tacos altos me estaban matando!! –Exclamó con un suspiro de satisfacción- ¿Por qué no quiso subir con nosotros? –preguntó refiriéndose a Kaede.

-Tiene que dejarse ver un poco más, sería sospechosos si desaparecía al mismo tiempo que nosotros.

-Seguro que nadie sospecharía nada… su carácter es así.

-Ayako sí.

-Siempre se ha sentido como mi hermana mayor.

-Pues esta noche ha querido ejercer sus funciones como tal. Se preocupa por tu bienestar, le dije que ahora estoy yo para cuidarte. –La miró embelesado hasta el punto que consiguió ruborizarla- Estas preciosa con ese vestido…, no es por meterte prisa, pero creo que necesitas ayuda para soltar todos esos botoncitos –Hanamichi hablaba con una sonrisa feliz, había tenido cuidado para no beber en exceso, quería que esa noche fuera maravillosa para su esposa, esa palabra ensanchó su pecho. Lo había conseguido… Haruko era su esposa, su sueño se había cumplido.

Se ubicó a su espalda comenzando a soltar uno a uno cada botoncillo, acompañando su acción con suaves besos en cada fracción de piel que quedaba al descubierto.

Cuando alcanzó el último se irguió, sus manos calidas se posaron en sus hombros atrayéndola contra su cuerpo, acariciándola y buscando sus labios.

Haruko sentía su corazón latiendo acelerado. Hanamichi inclinado hacia su rostro la beso apasionado, se estremeció cuando la punta de sus dedos pasaron por encima del cuello “mao” del qipao para alcanzar su piel, el calor de la caricia la dejo ansiosa de más, sus manos se posaron en sus hombros descubiertos. Sintió el leve roce de sus dedos buscando el primer botón de su vestido.

Mientras estuvo viviendo con sus padres no tuvo muchas ocasiones para encuentros furtivos con Hanamichi, pero cuando comenzó la universidad y se veían algunos fines de semana se había negado a ser tratada como una joven virginal, después de lo que hubo aquella tarde, al principio de su noviazgo, supo que su cuerpo deseaba sentir las emociones que Hanamichi le había hecho sentir, la ternura, el amor con que la acariciaba, conseguía que todo su cuerpo deseara ser poseído por él.

Esa madrugada Hanamichi no parecía tener prisa, sus besos y caricias estaban consiguiendo que quisiera ser tomaba por él hasta dejarla exhausta con su exaltada fogosidad, la suavidad de sus caricias, el roce de la seda en su cuerpo la estremecían, sus rodillas se doblaron por las sensaciones que él provocaba en ella, Hanamichi dejo de besarla mirando por encima de su hombro. Se volvió.

Rukawa estaba parado junto a la puerta.

Turbada al verle aquí, alto, varonil y con ese traje que realzaba su prestancia, se sintió estremecer, su reacción más pueril fue esconderse detrás de su esposo, turbada porque él podía verla a medio vestir, mientras con una mano sujetaba el vestido sobre su pecho, su otra mano se agarraba al brazo de Hanamichi, para poder mirar a través de una rendija para asegurarse que él no pudiera verla.

Solo oír una suave risa junto a la carcajada de Hanamichi pudo más su curiosidad, por tanto asomó la cabeza por detrás dejando ver solo sus ojos y el tocado medio deshecho mirando con repentina timidez hacia Kaede.

-Ya lo sabes… -dijo Hanamichi ante su actitud ruborosa sin moverse para no perturbarla más.

Asintió incapaz de pronunciar palabra.

-Muéstrate, deja que Kaede te conozca como yo… -estiró la mano hacia ella que alargó la suya dejándose llevar hasta donde él estaba, su otra mano se mantenía firme sobre su pecho, sujetando el vestido- Esta será nuestra noche de bodas, la nuestra, la de los tres –aclaró- porque esta tarde hemos pronunciado nuestros votos pensando en las personas que amamos. –su mirada les abarcó y ellos asintieron- Kaede, no seas tímido y saluda como corresponde a tu esposa. Porque a partir de esta noche, seremos tres en uno.

Haruko quedo extasiada cuando su brazo la rodeó atrayéndola contra su pecho y sus labios descendieron hacia los suyos, cuando los sintió posarse le provocaron un delicioso estremecimiento que levantó oleadas de calor en la parte baja de su cuerpo. Se entregó a la dulce y emocionante caricia dejándose llevar por el amor que sentía y que nunca pudo desterrar de su corazón, le amaba y le parecía un maravilloso sueño estar en sus brazos y sentir la ternura de sus labios y la húmeda lengua que buceaba en el interior de su boca consiguiendo que sus rodillas se aflojaran por lo que la hacia sentir.

Mientras la caricia se prolongaba, Hanamichi continuó desabrochando los botones del vestido, sus brazos caídos a lo largo del cuerpo facilitaron a Hanamichi que pudiera sacárselo, dejándoselo a la altura de su cintura, se fijo que llevaba un bustier blanco que estilizaba su figura, con paciencia comenzó a aflojar las tiras sacándoselo sin que ella pareciera darse cuenta.

Estremecida, alzó sus manos hacia sus hombros, deseando que ese su primer beso con Kaede durara una eternidad, no fue consciente que su vestido se deslizaba por sus caderas hasta quedar arrugado en el suelo, solo percibió el calor de sus manos en su cintura y la presión de su cuerpo al estrechar el abrazo.

Quedo temblorosa y turbada cuando la caricia ceso y fue consciente que su cuerpo estaba escasamente vestido, apenas un triangulo de encaje, haciendo juego con dos diminutos retazos unidos por tirantes, un sexy conjunto para esa noche especial, quería excitar a Hanamichi, pero viéndoles ahora a los dos supo que era más de lo que se había propuesto.

Hanamichi viéndola intentar cubrirse con las manos, le acercó un yukata y se lo echó por los hombros.

-Tomate el tiempo que necesites, Kaede y yo no nos iremos de aquí.

Agradeció el cariñoso gesto.

-Te ayudaré con el tocado –dijo Kaede, comenzando a soltarlo con delicadeza, hasta que su cabello quedo libre de ataduras.

-Gracias… -murmuró temblorosa, sintiendo sus dedos desarmando el complicado peinado.

Hanamichi les envolvía en la misma mirada amorosa, en el fondo de su corazón le inquietaba que Kaede no congeniara con ella, ahora viendo con que ternura soltaba el tocado de sus cabellos comenzó a sentirse más relajado, Kaede no la amaba, le había pedido que fuera cariñoso con ella, era consciente que solo por él aceptaba estar ahí, le hizo saber que Haruko nunca dejo de amarle, por ese motivo deseaba que no le hiciera saber que no sentía ese mismo sentimiento.

Convino con Kaede que esa noche iban a compartirla para fortalecer el vínculo que iban a formar los tres, sin saber que esa ambivalencia de sentimientos iba a unirlos con unas ataduras que solo la muerte podía romper.

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Se sentía nervioso, aunque en el exterior no lo pareciera, era como si miles de mariposas revolotearan en su estomago, produciéndole una sensación molesta y persistente que amenazaba con acabar con su impasibilidad.

Sensación que se materializaba también porque era consciente que la mirada de Ayako le seguía siempre que pasaba cerca de la mesa que ocupaba, como si deseara ver en su interior.

Hanamichi le había advertido de sus sospechas para que tuviera cuidado. Ayako debido a su estado no podía moverse con agilidad y por ese motivo pudo evitarla fingiendo no haber advertido sus continuos intentos.

Respiró tranquilo cuando se sintió atraído por la mirada de su koi, haciéndole saber que pensaban retirarse. Salió de la sala sin que su ausencia fuera advertida.

Cinco minutos después aparecía Haruko, fue a su lado raudo y tomándola levemente del codo la condujo hasta una salita vacía próxima a los ascensores, se quedaron callados mirándose en silencio sin saber que de hablar, afortunadamente Hanamichi se reunió con ellos enseguida.

-Esperad aquí…. –dijo saliendo.

Llamó al ascensor que llegó en pocos segundos.

-Esperé un momento –pidió al ascensorista. Fue a buscarlos- Esta aquí –les dijo.

Ellos como dos chiquillos haciendo una travesura se dieron prisa para ocupar el ascensor, antes de ser visto por alguno de sus invitados.

-¡Salvados! –exclamó Hanamichi con una amplia sonrisa que le subyugó- Gracias, Kaede. No te demores. –miró al imperturbable ascensorista- Veinte.

Las puertas se cerraron delante de él. Al volverse, se fijo que Ayako y Miyagi avanzaban hacia donde él estaba.

-Nosotros también nos vamos –le dijo Miyagi, que había estado esperando el momento que se marcharan para llevarse a su esposa a casa.

-Quería hablar contigo… -dijo Ayako mirando a Kaede.

-No es el momento adecuado, te ves cansada, no creo que a tu bebé le guste seguir trasnochando. –Murmuró para evitar la charla- Otro día estaré disponible para lo que desees. –pensó que estaría ausente en los próximos días, los necesarios para que ella olvidara su afán por hablar con él.

-De acuerdo… -accedió dándole la razón, su pequeño estaba muy revoltoso, su mano lo sostenía como si así pudiera calmarle.

Solo la lógica volvía razonable a Ayako, al anteponer a su bebé a su deseo de indagar, consiguió librarse de ella.

Dirigió sus pasos hacia el salón principal, donde seguían los invitados, antes de dar la vuelta al recodo del pasillo, miró disimuladamente hacia la salida, tal como había pensado Ayako se estaba cerciorando que él regresaba al salón.

Dio una vuelta al salón dejándose ver y salió como había llegado, en silencio.

Mientras ascendía el ascensor, con el mismo inmutable ascensorista, palpó su bolsillo derecho, donde guardaba la tarjeta que le entregó Hanamichi para entrar en la suite sin necesidad de llamar la atención de los asiduos residentes.

Se detuvo delante de la sala donde Hanamichi procedía a desabrochar el vestido de su esposa, sentía que no estaba bien lo que pretendía su koi, así lo creyó hasta que vió la mirada ilusionada de la joven, ella estaba de acuerdo, se dijo que no podía comprenderlo, hasta que un vago recuerdo de su pasado volvió a su mente

Recuerdo de Kaede


Escuchó que alguien entraba al gimnasio y pudo ver que era esa molesta chiquilla que revoloteaba a su alrededor siempre que podía. La miró fríamente, cuando se le acercó, preguntándose que quería esa vez. Se fijo que sus hombros se sacudían temblorosos, como si no supiera que hacer, luego comenzó a balbucear mientras sorpresivamente estiraba sus manos hacia él, sosteniendo en ellas un paquete primorosamente envuelto en papel dorado, con pequeños corazones, veía su rostro ruborizado.

-Me….me…me… gustas… acéptalo… por favor.

Su balbuceo le resultó patético.

-Levanta la cabeza… -le dijo sin aceptar su presente, sus palabras le dieron unos ánimos que no sentía, el brillo ilusionado de su mirada se apagó cuando continuó hablando- Lo lamento. No puedo aceptar tu obsequio.

-Por favor, acéptalo… Me gustaría poder salir contigo. Estoy segura que llegaras a sentir algo por mí. Lo siento aquí.

Su insistencia al tiempo que llevaba su mano al pecho le molestó, por eso dijo lo único que podía alejarla de su lado y que le olvidara.

-No puedo responder a tus sentimientos, porque otra persona ocupa todos mis pensamientos.

Vió que su mirada se empañaba, no tenía sentido conmoverse y como no deseaba ver sus lágrimas le dio la espalda y se marchó.


Fin del recuerdo de Kaede


Ahora se pregunta viéndoles, si realmente ella tuvo razón aquella mañana cuando con la mano en el pecho insistió en decir que él sentiría algo por ella.

Sabía que no la amaba, ella le había arrebatado desde un principio la exclusividad del pelirrojo, porque los pensamientos de Hanamichi estaban divididos, había aceptado porque desde muy niño había descubierto que sus padres no eran biológicos, y aunque le querían supo que no era un cariño sincero, por eso ansiaba encontrar una persona que pudiera amarle por lo que era, cuando supo que se había enamorado de su compañero de equipo se sintió feliz, pero también triste porque Hanamichi nunca se fijaría en él, las constantes peleas le ayudaban a mantenerse cerca suyo, era consciente que su actitud hacia él no fue la correcta, tras su lesión, vió el cielo abierto cuando él le pidió ayuda para ponerse en forma, su constante presencia llenó su pecho de una felicidad que desbordaba, no era tan tonto como para no saber que él estaba enamorado de la que ahora era su esposa.

Cuando puso al descubierto sus sentimientos, pasó unos días deprimido porque pensaba que la vida le había mostrado el peor lado. La soledad a la que creía estar acostumbrado era una falsa fachada en la que se convenció a si mismo que era lo mejor. La necesidad de tener a sus padres y hermanos se le hizo más soportable cuando él acepto esa situación, no así la ausencia de Hanamichi, si él se alejaba de su lado se moriría de dolor.

Ansiaba amor, cariño sincero, su existencia se transformó cuando Hanamichi con su comportamiento le mostró el otro lado de una existencia que desconocía, conoció una felicidad matizada por encontrados sentimientos porque tuvo que transigir aceptando forma parte de un trío amoroso. En ese instante, recordó una frase depresiva que había leído en algún lado y que podía aplicarse en parte a él: “Los hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar sobre las vidas ajenas, pero les da pereza conocerse a si mismos y corregir su propia vida” Nunca se interesó por los demás, como tampoco se molestó en conocerse a si mismo, aceptaba ser como era, la presencia de Hanamichi cambió por completo su status de vida. Moldeándole a su manera, haciéndole comprender que debía cambiar, ahora se preguntaba si ese era el camino correcto. Su corazón, Hanamichi le había enseñado a fiarse de él, le dijo que si.

En ese instante su mirada se cruzó con la de Hanamichi. Su esposa al notar que perdía su atención se volvió y al verle rauda se escondió tras Hanamichi mientras intentaba sujetar la pechera del vestido que caía sobre su cintura, mostrando un encaje blanco que ceñía su cuerpo y que él apenas tuvo tiempo de vislumbrar.

-Ya lo sabes… -habló Hanamichi dirigiéndose a la joven. Kaede no la escuchó responder pero supo que lo había hecho, al escuchar decir con un tono cariño- Muéstrate, deja que Kaede te conozca como yo… -vió que accedía a mostrarse, su rostro se mostraba ruboroso, se dejo llevar hasta pararse delante de suyo, su mano libre seguía aferrando la tela del vestido- Esta será nuestra noche de bodas, la nuestra, la de los tres, porque esta tarde hemos pronunciado nuestros votos pensando en las personas que amamos. –su mirada amorosa paso sobre ellos que asintieron- Kaede, no seas tímido y saluda como corresponde a tu esposa. Porque a partir de esta noche, seremos tres en uno.

Sumiso a su deseo, paso sus manos por la cintura de la joven y se inclinó hasta alcanzar su rostro que alzado hacía él le esperaba, un jadeo suave invadió la joven, presionó sus labios a los suyos, solo pretendía darle un beso casto, pero de pronto, sus labios se abrieron ofreciéndole su boca, su entrega enardeció sus sentidos y su lengua saboreó con plenitud su cavidad, llevándose sus suspiros y los suaves jadeos que su beso le provocaba.

Sintió sus manos apoyándose en sus hombros, presionándole, tratando con su gesto de prolongar la caricia, tuvo la certeza que con ellos iba a tener la familia que ansiaba y que su resignada situación iba a transformarse en aceptada porque un nuevo sentimiento crecía en su pecho junto con la caricia, comprendió que a veces el amor también llega suavemente.

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Con las primeras claridades del nuevo día, la feliz pareja partió hacia Okinawa donde iban a pasar unos días de ensueño.

A nadie sorprendió su ausencia pero si la de Rukawa que no fue visto por nadie, Ayako perspicaz se lo hizo notar a su esposo, que se encogió de hombros indiferente, comprendió que Rukawa le había dado esquinazo sabedor que no iba a estar.

Lo que si causó asombro fue enterarse que Rukawa se trasladaba a vivir en el mismo edificio que los recién casados. Hanamichi se alegraba que todos desconocieran el hecho que durante su estancia en las playas de Okinawa Kaede estaba con ellos.

Fueron quince días maravillosos, recorriendo la isla, hasta tuvieron la ocurrencia de llevar a cabo una excursión para ver las luciérnagas en una montaña cercana, dejando durante unas horas las comodidades que estaban disfrutando en el hotel de lujo donde se alojaban, durante ese tiempo llevaron a cabo el inicio de una maravillosa relación de pareja, cumpliéndose así los sueños de los tres.

Haruko compartía su vida con Kaede, su amor de adolescencia, Hanamichi consiguió una novia y una esposa maravillosa y Kaede vió su sueño cumplido de vivir con Hanamichi, resignado a compartirlo con Haruko por la que sintió un cariño que nunca creyó sentir por una mujer, durante esos días fueron conociéndose mejor y cimentando las bases para una autentica relación de pareja a tres.

Continúa en el próximo capítulo…
Paz


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