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Dos amores y un amante por Paz

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Notas del capitulo: Puede que este capítulo os resulte un poco extraño en su redacción, fue el primero que escribí, hace ya mucho tiempo, en un principio solo mencionaba el nombre de Haruko sin saber quienes eran los otros dos hombres, cuando el fic estuvo más adelantado, ya no tenía sentido mantenerlo oculto por lo que lo modfique dando nombres... en fin que al final ha quedado un poco extraño.
Dos amores y un amante

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen
By Paz
Capítulo XXI: Siempre estaré con vosotros



Haruko es llevada al paritorio cuando le llega el momento de traer al mundo a su bebe, ha tenido muchas dificultades durante esos meses anteriores al parto, más en ningún momento se ha quejado, es el fruto de su amor, el amor que siente a raudales y que inunda su corazón por ellos y que le ha ayudado a sobrellevar con alegría todas las aflicciones que ese embarazo le ha ocasionado, por las satisfacciones que también ha obtenido.

Ha tenido que cuidarse mucho y siempre les ha tenido a su lado por ese motivo se le hizo más soportable. Es joven, y aunque su cuerpo menudo ha engrosado hasta límites insospechados se siente capaz de alumbrar todos los bebés que sus semillas prendan en ella, porque les ama y sabe con que ilusión ellos quieren a ese bebé que esta a punto de nacer. No se cuestiona quien de ellos lo ha engendrado, lo importante es que ambos van a ser sus padres.

-Han venido? –preguntó a su madre que permanecía sentada a la cabecera de su cama en el hospital donde la habían ingresado cuando rompió aguas y tuvo que llamar al servicio de urgencia porque estaba sola en casa.

-Aún no…
-Debe faltar poco para terminar el partido… -murmuró y una fuerte contracción la estremeció, sus manos se aferraron con fuerza a la ropa de cama antes sentirse debilitada por el dolor que cesaba paulatinamente dejándola unos minutos de relativa calma antes que volvieran a repetirse, ahora las tenía cada cuatro minutos.

-No llegaran… -dijo su madre con pesimismo.

-Vendrán… me lo han prometido. Ganaran por mi y apenas terminen mi hermano les dirá que estoy aquí.

Su seguridad se vió recompensada cuando ya estaba en el paritorio, dos figuras, enfundadas en batas, con gorros y mascarillas fueron a su lado.

-Aquí estamos, amor mío –susurró tomando su mano izquierda con ternura.

-Ganasteis? –preguntó.

-Acaso lo dudabas? –El tono de voz se escuchó jactancioso aún bajo la mascarilla- Por supuesto que ganamos. Les dimos una paliza como te prometimos. –se fijo que el médico le hacia una seña, se bajo un poco la mascarilla para posar sus labios en su frente- Enseguida estoy contigo cariño. Por favor, quédate con ella.

-No tienes que pedírmelo. –también él se había fijado en la expresión preocupado del ginecólogo que la había asistido durante todos los meses desde que comenzaron a surgir diversos problemas.

-Su esposa esta sin fuerzas, durante la última consulta al examinarla comprobé que el feto estaba en la posición adecuada, sin embargo, en estos momentos debido a la estrechez de su pelvis, el feto no puede no puede alcanzar el canal del parto, el feto se ha desplazado durante estas últimas horas, ni el feto ni su esposa no pueden seguir soportando la presión a la que están sometidos, debemos actuar de inmediato. Cada segundo que pase la vida del feto corre más peligro. Es preciso extraerlo mediante una cesárea, solo así podemos salvar al bebé.

-¿Ella podrá soportarlo? –miró con ternura hacia la pequeña figura que reposaba confiada en la camilla.

-Se le administrará anestesia general será como una operación, ni ella ni el feto sentirán dolor. –explicó.

-De acuerdo. –Volvió al lado de su esposa, acarició su mejilla, se la veía tan pálida y desmejorada- Todo esta bien, mi amor –le dijo- van a dormirte para que no sufras ni tú ni el bebé, es por vuestro bien, confía en mi amor, sabes que no permitiríamos –miró hacia su compañero que asintió con la mirada- que te hicieran algo que no fuera bueno para ti, van a hacerte una cesárea –le avisó para que supiera a lo que se enfrentaba.

-Lo se…, no tengo miedo… adelante… -asintió débilmente, por su torrente sanguínea ya circulaba el calmante- Si estáis a mi lado no tendré miedo –se aferró a sus manos con excesiva fuerza considerando lo débil que estaba su gesto desmentía sus palabras.

-Cuando despiertes, tú y el bebe estarán en la habitación.

Permanecieron a su lado hasta que se quedo dormida, luego a un gesto del médico se apartaron, ocupando un espacio donde no molestaban ni al médico, ni al anestesista ni a las enfermeras que se movían alrededor de la mesa donde permanecía Haruko.

Sin embargo, su cuerpo menudo no es capaz de soportar el momento del parto y cuando el médico comprende que todo se complica y amenaza con írsele de las manos, hace una seña para que los dos hombres abandonen el paritorio.

-Salgan por favor –les pide una de las ayudantes- Podrán verlo a través del vidrio.

Desalentados, no tienen más remedio que obedecer.

Se ubican delante de la ventana acristalada que permite ver el interior. La misma enfermera que les avisó descorre parte de la cortina para que puedan seguir los pasos que se llevan a cabo en el paritorio, así ven como el médico extrae un pequeño cuerpo cubierto de un color amarillento, y como hilos oscuros envolviéndolo, sus manos se buscan y se agarran con fuerza, deseando escuchar el primer grito de su bebé, aún sabiendo que el cristal les impide oírle. Observan que el médico entrega al bebé a la comadrona que le acompaña quien se apresura a limpiar la nariz y la boca del bebé, después se fijaron como pinzaron el cordón umbilical en dos puntos y lo cortaron en medio de ambos. Saben que el bebé ya puede respirar por si mismo, a través del cristal se fijan que su piel tiene un tono azulino, no le ven moverse, ni gritar, ni tampoco acercárselo a su madre para que el bebé sienta su proximidad.

En cambio, una enfermera se apresura a envolver a la criatura en un lienzo llevándosela apresuradamente tras una puerta que quedo fuera del alcance de sus miradas.

-¡¡Kamisama, haz que viva por favor!! –rogó desolado Hanamichi.

-Vivirá, es fuerte como tú, seguro que tiene tu mismo tesón, no se dejará vencer, ya lo veras –le dijo pasando su brazo por su hombro.

Médico y enfermeras continuaban junto a Haruko, esforzando en evitar un desenlace fatal, solo que eso su esposo lo ignora y aunque esta al otro lado del cristal y ven su rostro demudado, aún no sabe la gravedad que afecta a su esposa.

Algunos minutos después el ginecólogo consigue detener la hemorragia y reponer el torrente sanguíneo con varias transfusiones hasta normalizar la situación, es entonces cuando va a hablar con los dos hombres que permanecen inmóviles ante el cristal.

Lo siento… -murmura el doctor algunos minutos después cuando se presenta ante los dos hombres- No puedo ocultarle que su esposa esta muy grave –les informa antes que le asalten con sus preguntas- No puedo garantizarle que sobreviva, ha sobrellevado un embarazo con demasiados problemas, su cuerpo estaba débil y luego el bebé... Tenía el cordón umbilical enrollado alrededor del cuello, estaba cianótica, se ha intentado hacerle respirar por todos los medios, no ha sido posible. Lamento darles tan malas noticias. –es la primera vez en su larga trayectoria como tocólogo que una mujer acude a su consulta acompañada de dos hombres, le consta que el pelirrojo es su esposo, pero no que parentesco les une con el moreno.

-Podemos verla? –preguntó aunque no se lo habían dicho, comprenden que era una niña.

-Por supuesto… -él mismo les llevó hasta la habitación donde la habían ubicado antes de trasladarla al mortuorio- Les dejo unos minutos a solas.

La bebita esta apoyada sobre una mesa metálica, la habían lavado y cubierto con un lienzo blanco, se veía su rostro levemente azulino, tomando un tono sonrosado que era más natural, sus ojitos cerrados, sus labios prietos en una mueca que parecía una sonrisa y una pelusilla de un color rojizo, que declaraba sin lugar a dudas que es su hijita.

La tomó en sus brazos, acercándola a su pecho, bajo la cabeza y su mejilla tocó la fría piel de su carita.

-Parece dormida… -susurró acercándose el otro hombre y rodeándoles a los dos en un mismo abrazo.

-Nuestra pequeña Akari esta dormida…, ella tiene que verla al despertar, se lo prometí. –susurró acunándola en sus brazos con una delicadeza inusitada en él.

-Y la vera… -dijo con decisión- Espera mientras le entretengo, luego sales, conseguiré saber a que habitación la llevaron.

-De acuerdo… -su apresurado plan le parecía tan bueno como cualquier otro. Le vió recoger de una bolsa un lio de batas desechadas para lavar, y formar con ella una especie de paquete que cubrió con un lienzo limpio dejándolo sobre la mesa metálica como si se tratara del bebé, de manera que pareciera que cubría también su rostro- Muy bien, aprobó.

Se ubicó detrás de la puerta, mientras él salía fuera de la habitación, estrechaba a la bebita contra su pecho, dándole su calor.

Un tanto sorprendido al verle salir solo, miró hacia atrás.

-Esta desconsolado… -echó mano de todo su control para no desmoronarse él también- Desea quedarse un rato más con su hija, su pequeña Akari –dijo con una emoción intensa al mencionar el nombre que él le había dado, su pequeña Luz, apenas había salido al mundo y no pudo ni siquiera llegar a conocer a su madre, ni a sus padres, nunca podrían arrullarla en sus brazos, ni sentir la tibieza de su cuerpecillo junto al suyo, carraspeó para alejar la emoción que le invadía- ¿En qué habitación esta la madre?, quisiera acompañarla mientras él, -miró levemente a su espalda- continua ahí.

-La han llevado a maternidad, en la planta quinta, en el control la enfermera le indicaran su habitación –mientras hablaba una enfermera joven, apareció con la clara intención de entrar en el cuarto donde él continuaba- Señorita… -el médico la llamó- ¿Quién la ha autorizado a entrar? –preguntó imperioso porque lleva una bata que no corresponde a esa área restringida.

-Me han pedido que me ocupe de bajar al mortuorio el cadáver de un bebé –explicó.

-Hágalo…. –dijo pensando que así el padre se resignaría antes a su perdida.

-Por favor, señorita… un poco más –se escuchó la voz rota del hombre.

-Lo siento… tengo que llevármela. La podrá ver más tarde… -dijo angustiada porque nunca antes había pasado por una situación así, nunca estaban los familiares de los fallecidos.

-Unos minutos más. –volvió a escucharse la petición

Al instante se escuchó un ahogado sollozo y un sonido metálico de ruedas al girar.

Los dos hombres siguieron con su mirada los pasos de la enfermera llevando el carrito donde se distinguía un pequeño bulto.

-Más tarde subiré a ver a la señora Sakuragi –dijo el médico apresurándose a marchar, ya nada le retenía allí.

-Hanamichi…. –llamó- puedes salir… estamos solos. –al verle asomar prudentemente la cabeza preguntó con cierta preocupación- Se la llevó?

-Por supuesto que no. Crees que dejaría que mi hija se fuera con cualquiera? –dijo con acento protector saliendo por completo y mostrando el pequeño bulto que sostenía contra su pecho- Tuve que dejarla un momento escondida en un armario… ¿me perdonas, pequeña Akari –preguntó posando un suave beso en su frente.

A nadie pareció sorprender ver a dos hombres vestidos con batas verdes, gorros y mascarillas, los tomaron por médicos todos aquellos con los que se cruzaban, llevando uno de ellos un pequeño bulto, por donde de vez en cuando, el lienzo que lo cubría se deslizaba mostrando dos piececillos menudos que se apresuraba a tapar el otro médico, mostrando una tierna preocupación por la bebita que llevaba su compañero.

-¡Que hermoso bebé! –exclamó una señora al ver su rostro que había adquirido un tono sonrosado muy saludable.

-Es mi hija y se llama Akari –dijo Hanamichi orgulloso, mostrando un poco más a su hijita.

La mujer levantó su mano, posando levemente el extremo de su dedo para acariciar su mejilla que sintió fría a su tacto.

-Esta… -levantó la mirada con sobresalto fijándola en el rostro del hombre joven.

-Si, lo se. Esta dormida. –Confirmó- Es tan dormilona como su padre y al decirlo su mirada se posó en unos ojos azules que le contemplaban con incredulidad.

-¿Qué pretendías llamando la atención? –preguntó algunos momentos después cuando bajaron en la planta tercera a instancias de Kaede.

-¿Y tú que pretendes sacándonos a empujones del ascensor? Haruko esta dos plantas más arriba.

-Exactamente, cuando esa mujer hable con los de seguridad, porque no dudes que lo hará les dirá que hemos bajado en esta planta. Eso nos dará el tiempo que necesitamos.

-Gracias, Kaede…

-No me las des todavía –dijo llevándole hacia las escaleras de servicio, subieron a la planta que les interesaba sin encontrarse con nadie.

Mientras Kaede comprobaba que podían dejarse ver sin peligro, Hanamichi acunaba a su bebita canturreándole suavecito, cuando la acercó a su mejilla creyó sentir que su cuerpecillo estaba menos frío y que sus mejillas tenían un tono más sonrosado. Aún así no se atrevió a pensar en la posibilidad de que los médicos se habían apresurado al prescribir su muerte.

Se siente aliviado cuando consigue entrar en la habitación sin llamar la atención de las enfermeras, ubicadas en el control.

-Kaede es muy bueno –murmura a su bebita- Tienes que estar muy orgullosa con tu papá, es un hombre con muchos recursos –le contó bajito acercándose al lecho donde reposaba Haruko- Mira, pequeña Akari, mamita esta dormida, ha sobrellevado valientemente tu nacimiento, ahora vamos a dejarla descansar –hizo ademan de levantarse.

-Hanamichi… -la voz sonó débil- eres tú….

-Si, cariño… estoy aquí… -volvió a sentarse en la silla junto a la cabecera.

-¿Dónde esta Kaede? –preguntó con creciente ansiedad.
-Estoy aquí, amor mío. –dijo había entrado sin dejarse oír, moviéndose silenciosamente, se acercó al lecho. Tomó su mano al tiempo que se inclinaba para besar suavemente sus labios- Enhorabuena, mamá –le susurró sin dejar que su tono de voz pudiera sobresaltarla.

-La habéis visto… la oí llorar… -susurró.

Ellos se miraron por encima de ella.

-Si…, nos llevaron a verla. Es una niña preciosa.

-Pídele a la enfermera que la traiga.

-No es necesario cariño, te prometí que cuando despertaras tendrías a la bebita contigo –dijo Hanamichi dejando el pequeño bulto en el hueco del brazo de Haruko- Esta dormidita… -le avisó rogando mentalmente para que ella no se diera cuenta de la realidad.

-Mi niñita… -susurró Haruko inclinándose a besar su cabecilla.

A pesar de las transfusiones que le hicieron Haruko queda muy débil después del nacimiento de su hija y poco a poco su vida se va debilitando. En el transcurso de las horas, los dos se dan cuenta que la están perdiendo.

Para entonces, ya se sabría que uno de ellos era quien se había llevado el cadáver de la bebita, quien continuaba en los amorosos brazos de su mama.

Fue Rukawa quien se enfrentó con el medico y dos tipos de seguridad que pretendieron entrar para sacarla de allí. Hanamichi desde el interior de la habitación estaba dispuesto a defender a su esposa y a su hija por lo que no se movía de su lado, mientras escuchaba las airadas protestas de todos. A pesar del tono pausado, las amenazas que profería Kaede contra el que se atreviera a traspasar el umbral de esa puerta eran particularmente audibles.

-Ella se esta muriendo… por lo menos tengan la decencia de permitirle hacerlo tranquila… -dijo antes de entrar y cerrar tras él y si por si acaso pretendían entrar, acercó uno de los sofás atrincherándose en su interior.

Sobre la madrugada Haruko ya ha comprendido que ha llegado su fin y mirando con ternura a los dos hombres que intentan ocultar su angustia, estira sus manos hacia ellos, Rukawa toma la izquierda, Sakuragi la derecha.

-Siempre estaré con vosotros. Nunca me iré por completo. Estaré en vuestros corazones. Me consuela saber que me habéis dado tanto amor que mi corazón rebosa de dicha. Hanamichi, Kaede no os entristezcáis por mi marcha. Os amo tanto que aunque me vaya seguiré cuidando de vosotros, estaré a vuestro lado, viéndoos y también todo mi amor esta con mi pequeña Akari. –Seguía diciendo que la había escuchado llorar instantes antes de perder la consciencia- Os dejo el consuelo de tenerla a ella. Se que seréis unos padres maravillosos. –añadió al ver que sus ojos se velaban con una intensa tristeza, el sonido de su voz cada segundo que pasaba era más tenue.

-Haruko, pronto te reunirás con ella –murmuró Hanamichi haciéndola saber lo que le han ocultado hasta ese instante- La cuidarás por nosotros y le darás todo ese inmenso amor que hay en tu corazón.

-Dile que la queremos mucho y que nunca nos olvidaremos de su carita sonrosada, ni de sus rizos pelirrojos, ni de su boquita… -las palabras se ahogaron en su garganta, incapaz de seguir al darse cuenta que ella ya no le escuchaba, su mirada estaba puesta en la cabecilla que sostenía sobre su brazo, una sonrisa asomo en sus labios y con un ronco suspiro dejo de respirar.

Kaede besó la mano que sostenía, antes de posarla sobre el pecho, vió como Hanamichi humedecía con agua sus labios, al ser un gesto simbólico con la esperanza que Haruko volviera a la vida y les reconfortara.

Fue en ese preciso instante cuando un suave vagido les galvanizó y como si fueran uno solo los dos se precipitaron hacia el bolso que habían dejado sobre el sillón y donde habían acomodado con cariño el cuerpecillo de la bebita rodeada de la ropa que con tanto cariño Haruko había confeccionado para ella, antes de recordar que su hijita no estaba ahí.

Aquel bolso fue su moisés cada vez que la enfermera se presentaba para controlar el goteo de suero y calmantes y que asistía durante esa larga noche a Haruko. La única persona a la que permitían pasar.

Haruko la había reclamado una de las veces al despertar durante aquella larga duermevela y ellos abrumados por la perdida, en ese primer instante no fueron capaces de ver ni recordar que la pequeñina estaba al costado de su madre.

Maravillados volvieron la mirada hacia la bebita, contemplando con asombro, como manoteaba con sus manitas y sacudía sus piececillos con una fuerza inusitada y sus ojillos, sorprendentemente, muy abiertos parecían mirarles.

Kaede la alzó en sus brazos sin poder evitar que unas lágrimas asomaran en sus ojos azules.

-Enfermera… enfermera…. –salió Hanamichi al pasillo alborozado después de apartar de un empellón el sillón que le impedía salir.

El alboroto consiguió que acudieran un par de enfermeras y que una de ellas saliera corriendo en busca del médico.

-Es un milagro…. –le comentaba algunos minutos después- La bebita está viva, ha comenzado a respirar por si sola.–les avisó al mismo tiempo que se inclinaba saludándoles efusivamente por tan buena noticia que les comunicaba aunque ellos habían sido los primeros en constatar ese hecho- La han llevado a la incubadora por si fuera necesario.

Una sonrisa asomó en la mirada de los dos hombres. Uno de ellos solo pudo decir.

-Te lo dije… es como tú. Es una luchadora y nada la vencerá. –y al instantes se estrecharon en un fuerte abrazo, llorando desconsolados por la perdida de su esposa, pero también por la alegría de saber que su pequeña hijita vivía.

Después, ya más tranquilos, se volvieron hacia el lecho, donde Haruko había encontrado su descanso, su rostro parecía sonreír y ellos supieron que en aquel último instante de su vida, supo que su hijita vivía. Entre los dos la lavaron y la vistieron, dejándola preparada y llevando a cabo entre ambos el ritual acostumbrado a poco de su fallecimiento, después la dejaron en manos de un monje.

Ni Hanamichi ni Kaede consintieron en que el hospital se encargara de su cuerpo. Ellos y los monjes harían lo que fuera necesario. Iba a ser enterrada según el rito budista.

*****************


Hanamichi y Kaede, vestidos completamente de blanco, se acercaron al ataúd deteniéndose frente al rostro que con expresión serena mantenía Haruko más allá de la vida. Hanamichi llevaba en sus brazos a la bebita dormida.

-Haruko, intentaremos ser buenos padres para ella, pero recuerda estar siempre cerca, porque vamos a necesitarte a menudo.

Una suave brisa les envolvió y los dos comprendieron que ella les había escuchado y les enviaba su respuesta.

Poco después su cuerpo fue cremado.

Ninguno de los médicos que asistieron durante a la bebita pudo explicarse como era posible que comenzara a respirar horas después de ser declarada sin vida. Su corazón no latía en el momento de extraerla del cuerpo de su madre, sus pulmones se habían visto privados de aire durante largos minutos, provocándole una evidente asfixia y durante más de tres horas permaneció en aquel estado cataléptico. Las pruebas que le efectuaron que no fueron capaces de detectar ninguna enfermedad o carencia. La única explicación que pudieron expresar es que la niña padecía alguna extraña enfermedad y que solo el tiempo podía ponerse de manifiesto.

Otra razón les resultaba inexplicable.

Hanamichi lo explicó con unas simples frases que para él lo decían todo.

-Es tan dormilona como su padre. Se sentía a gusto y por ese motivo no deseaba despertar. Te avise que era contraproducente cantarle nanas antes de nacer –dijo mirando a Kaede como si él fuera el responsable de todo- ¡¡Mira lo que has conseguido!! Ahora será una dormilona como tú.

-Do’aho…

-Disculpe… -intervino uno de los médicos- pero, ¿no es usted el padre? –preguntó perplejo.

-¡¡¡¡Por supuesto que lo soy!!! –Exclamó Hanamichi- ¿Acaso lo pone en duda?

-Usted se llama Sakuragi Hanamichi –leyó el dato que constaba en la documentación que les habían entregado antes de comenzar la reunión.

-Si…

-Y él es? –reviso el documento sin encontrar su nombre.

-Rukawa Kaede, ese es mi nombre.

-¿Puedo preguntarle que relación tiene con la familia Sakuragi? –preguntó al no haber constancia en el expediente médico, ni el nombre ni el parentesco.

-Puede… -dijo sin inmutarse ni molestarse en aclarárselo.

-¿Y es….? –insistió al ver que parecía no muy decidido a hablar.

-¿Es que? -preguntó imperturbable.

-El parentesco… -le recordó.

-¿Qué parentesco? –preguntó a su vez con fría actitud.

Los tres médicos se miraban perplejos por la actitud de ese hombre, nunca se habían tropezado con alguien tan inexpresivo e inflexible, más aún cuando Sakuragi-san se reía ante su desconcierto.

-Yo se lo diré… -dijo cuando pudo dejar de reírse de las expresiones que tenían los rostros de los tres médicos.

-Cállate, Hanamichi… -pidió suavemente.

-Es mi esposo…

Atolondrado y atropellado como siempre pensó Kaede sacando un móvil y marcando un número que se sabía de memoria y que no figuraba en ninguna parte escrito.

-Ha vuelto a hacerlo –dijo cuando escuchó la voz de su hermano mayor.

Todas las miradas se volvieron hacia él.

-Si, te doy la razón. Es un baka, pero le amo. Estoy en el hospital central, delante de mi están los doctores, -echo una rápida ojeada a las tarjetas que les identificaban- Oshiro-sensei, Sato-sensei y Watarai-sensei –le vieron escuchar unos segundos antes de volver a hablar- De acuerdo, te paso con el que lleva el mando…, doctor Oshiro-sensei… -le pasó el teléfono.

Todos vieron palidecer al doctor Oshiro-sensei, la conversación fue corta, porque antes que Rukawa terminara de abrocharse el abrigo, ya le devolvía el móvil.

-Vámonos, Hanamichi… ya nada tenemos que hacer aquí.

Hanamichi se apresuró a recoger el moisés donde su pequeña Akari dormía plácidamente.

-Lo siento… ¿sabes lo que ha podido decirle?

-No, pero supongo que le habrá amenazado con retirar las subvenciones que reciben todos los meses. –dijo con un leve encogimiento de hombros- ¿Por qué has tenido que decirlo? –le reprochó.

-Pareciera que te avergüenzas de mí.

-Sabes bien que no es eso… -se detuvo a mirarlo- Has llegado a pensar en Akari?

-Qué tiene ella que ver…? –Se detuvo- ¿Crees que pueden quitárnosla? Es nuestra hija.

-No se lo que pueden llegar a hacer. Solo te pido que por ella seas prudente.

-Te prometo no hacer nada que ponga en peligro nuestra relación. Ahora nos tiene solo a nosotros y a esa persona a la que sueles llamar y que es aún más misteriosa que tú.

-Si, solo a nosotros… -y a toda mi familia que se mantiene en las sombras, pensó con cinismo Kaede. Protectores no le iban a faltar a su hija. Akari iba a ser la niña más querida y cuidada de Kanagawa, aunque ellos nunca les vieran, ellos estaban ahí- Anda, sube al coche y vámonos –le apremió.

-No les harán daño? –preguntó preocupado mirando hacia el edificio que habían dejado atrás sin dejar de ajustar las correas que mantenían sujeto el moisés con el bebé en el asiento trasero.

-A quienes? –al seguir su mirada comprendió- Seguro que no –Espero que no dijo una vocecilla en su mente- ¿Puedo ponerlo en marcha? –preguntó mientras se ajustaba también el cinturón de seguridad.

-Adelante… -dijo Hanamichi sentado junto al bebé para asegurarse de su bienestar.

Kaede puso en marcha el coche y en pocos minutos dejo atrás el estacionamiento del hospital, adentrándose en una atestada autopista en dirección a su hogar.

Un nuevo peligro, real o imaginario quedaba atrás, se dijo mentalmente mirando por el espejo retrovisor, no tardó en distinguir el coche negro que los seguía.

-¿Qué hay? –preguntó Hanamichi al verle mirar repetidamente hacia el espejo.

-Nada…, todo esta bien. y ahí ¿cómo os va? –preguntó.

-Esta dormidita…

-Intenta dormir tú también –sabía que llevaba unos cuantos días durmiendo apenas aunque él intentaba disimularlo.

-No podría… -dijo cerrando los ojos.

Algunos minutos después los suaves ronquidos de Hanamichi le hicieron sonreír. Al poco rato comenzó a escuchar los suaves gorjeos que emitía Akari haciéndole saber que estaba despierta. Sin apartar la mirada de la carretera le habló tenuemente.

-Papá esta muy cansado y necesita dormir, que te parece si durante un ratito te mantienes tranquila, mi niña, mi luz –y suavemente sin abrir la boca le canturreó una nana, una de las muchas que le había cantado cuando aún no había nacido. Eso le hizo pensar en Haruko y durante los siguientes minutos tuvo necesidad de apartarse fuera de la autopista para poder aclararse la visión. La mirada se le había nublado debido a las lágrimas.

Sintió sus brazos abrazándole desde atrás.

-Kaede…

-Estoy bien… solo… solo pretendía quitarme la lentilla para limpiarla, creo que me entró algo en el ojo…

-Por supuesto, y yo te ayudaré, -volvió su rostro hacia él, sopló suavemente en su ojo y luego secó sus lágrimas con sus besos- Te sientes mejor ahora?

-Si, gracias Hanamichi, no se que haría sin tu ayuda… -dijo confortado por su cariño.

-Lo mismo me pregunto yo. –dijo con una sonrisa, al mirar hacia el moisés vió que la bebita estaba despierta, muy quietita y calladita, como si hubiera comprendido lo que su papá le había pedido- Es un cielo, nuestra pequeña Akari esta despierta.

-Lo sé, lleva así un rato, le pedí que te dejará dormir.

-Pues te ha hecho caso. –dijo maravillado.

Unos golpecitos en el vidrio les hicieron mirar hacia el exterior.

-Necesitan ayuda? –preguntó el hombre joven que se había acercado hasta ha ventanilla del conductor.

-No salgas… -le pidió preocupado Hanamichi.

-Tranquilo… parece buena gente… -había reconocido a su hermano mayor- No temas… solo abriré la ventanilla… -dijo al ver la cara de sobresalto de Hanamichi- Qué decía? –preguntó porque apenas si había oído lo que hablaba.

-Le ví detenerse y creí que podían sufrir una avería –dijo el hombre de unos treinta y cinco años acercándose más y viendo la expresión tensa de Sakuragi. Comprendió que le estaba asustando, cuando en realidad creía que les pasaba algo malo- Disculpen… -se apresuró a marchar subiendo al coche negro y acelerando la marcha para incorporarse otra vez al trafico de la autopista.

-¡¡Qué hombre más extraño!! –murmuró Hanamichi, posando la mano sobre el cuerpecillo de su pequeña como si pretendiera tranquilizarla, la bebita dormía nuevamente con placidez.

-Y que lo digas… -dijo Kaede dándole la razón, al mismo tiempo que volvía a poner en marcha el coche y también buscaba un hueco para intercalarse entre los vehículos que llenaban la autopista.

Diez minutos después vió el coche que circulaba una vez más tras ellos. Su hermano debía considerar que era un asunto primordial la seguridad de él y su familia porque había tomado para si el cuidar de ellos.

Saberle cerca le ayudaba a sentirse más tranquilo.

-Kaede!!? –su tono de voz era inquieto.

-Qué…? –no apartó la mirada del frente.

-No quiero preocuparte… pero un coche negro nos está siguiendo desde hace un rato largo.

Miró por el espejo retrovisor al oírle, supo que había llegado el momento de explicar a Hanamichi quien era.

-No te preocupes, todo está bien.

-Estás seguro? –no parecía muy convencido.

-Recuerdas al tipo que se acercó al coche? –preguntó a su vez.

-Vas a decirme que le conoces? –inquirió con expresión risueña.

-Es mi hermano mayor…

-¡¡¡¡Que!!! –dio un grito sobresaltando a la bebita se removió inquieta- Lo siento, lo siento –murmuró mirando a su hijita hasta que vió que seguía durmiendo- Has dicho tú hermano? –preguntó en un susurró echando el cuerpo hacia delante.

-Aha…

-Nos conocemos desde hace diez años, llevamos viviendo juntos la mitad de ese tiempo –dijo a modo de reproche- Por qué me dejaste creer que no tenías familia?

-Para evitar que corrierais peligro.

Hanamichi no insistió al oírle expresarse en esos términos, no el momento adecuado ni el lugar.

-Cuando estemos en casa me lo contaras todo. –dijo.

-De acuerdo…

Una hora después se detenían ante el portal de su vivienda, tras encontrar un lugar para dejar el coche aparcado, se volvió para mirar a Hanamichi, sin embargo, él estaba agarrando el moisés y no le vió. Salió y fue a abrir la puerta de atrás, se inclinó para recoger al bebé.

-Estas enojado conmigo? –preguntó ante su silencio.

-No, no lo estoy, por qué lo preguntas?

-No has hablado durante estos últimos cuarenta y cinco minutos.

-Pensé que podía despertarla.

-O sea que fue por ella que estuviste callado. Me preocupaste.

-Acércate… -pidió.

Se inclinó hacia el interior del coche, al instante Hanamichi estaba besándole.

-He supuesto que tenías buenos motivos para ocultármelo. Realmente corremos peligro? –pensó que no podía ser tan malo.

-Sí.

-Me ocupare de cerrar el coche.

Asintió, le dejo solo llevándose a la niña. Hanamichi les alcanzo antes de entrar al edificio. Abrió la puerta y se hizo a un lado sosteniéndola para que pudiera pasar.

En pocos minutos el ascensor les dejo en su piso y no tardaron nada en entrar a su apartamento, entre los dos se ocuparon de dejar a su hijita en su cuna, Hanamichi la tomó en brazos dejándola en su cunita sin que despertara.

-Tengo que preparar todo para cuando tenga hambre –dijo Kaede disponiéndose a salir de la habitación.

Hanamichi le agarró de la mano entrecruzando sus dedos.

-Te ayudaré, pero antes pongámonos ropa más cómoda. –propuso.

Su propuesta era aceptable, así que se dejo llevar al interior de su dormitorio, el mismo que habían compartido con Haruko, se quedo parado, mirando cada objeto, cada cosa que allí había.

-Yo también extraño su presencia –murmuró Hanamichi- Nos ha dejado un maravilloso regalo. Nuestra pequeña Akari… -se volvió a mirarlo con intensidad- Ese peligro es real? –volvió a insistir.

-Creo que si…, mi madre hizo un trato con mi padre… -no pudo seguir hablando, Hanamichi le puso la punta de los dedos sobre sus labios.

-Solo responde a mis preguntas…, viven?

-Sí.

-Tienes más hermanos?

-No, solo él, pero si tres hermanas, dos más jóvenes que yo.

-Casado? Casadas? Con hijos?

-Sí, sí y sí -respondió.

-O sea que si por cualquier causa nosotros faltamos…

-Nunca la dejaran desamparada. –le interrumpió.

-Entonces no hay más que decir.

-No quieres saber los motivos? –preguntó sorprendido.

-No…., me basta con que tú digas que es lo mejor para los tres.

-Lo es… -afirmó.

-Te creo.

-Aún así quiero que lo sepas.

-Luego…, Akari nos esta reclamando.

Juntos se ocuparon de la pequeña Akari.
Continúa en el siguiente capítulo, que será el epílogo…

Paz
Notas finales: Aquí esta el último capítulo..., el viernes subiré el epílogo.

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