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Mi vida en tus manos por Paz

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Notas del fanfic:

Me quede un tanto trabada en el fic Haz realidad nuestros sueños, por lo que el domingo pasado de pronto, junto con Junior me inspiré en esta historia.

Notas del capitulo: Es un fic muy suave, ni siquiera tiene romance, pero algo tuve que poner en el género.
Mi vida en tus manos
Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen
By Paz
Capítulo Único




Hanamichi es perseguido por un sicario, en su huida lleva consigo lo único que no han podido arrebatarle: su hijo. Sabe que no puede seguir huyendo con el pequeño y decide dejarlo al cuidado de la única persona que puede ocuparse de él y en quien confía, sin levantar sospechas acerca de su identidad.

Se había alojado en una pensión, en un nuevo intento de perder de vista a sus perseguidores, eran persistentes y debían saber que había conseguido llevarse información importante, por ello no cesaban en su búsqueda. Alguno de los anteriores inquilinos había dejado olvidada una pequeña radio y llevado por el aburrimiento, mientras su hijo dormía, la encendió y la acercó a su oído con el volumen bajo para no despertarle. Es entonces cuando ha escuchado la noticia que el jugador Rukawa Kaede regresa a Japón, cuando por una lesión ha tenido que dejar el básquet.

Se ha arriesgado a salir de su escondite para encontrarlo. Sabe que pueden pensar que él tratará salir del país y que mejor medio que el transporte aéreo, más esa no es su intención. Llega al enorme vestíbulo y busca el panel de salidas. Mira a su alrededor perspicaz, tras asegurarse que los viajeros estén atentos a sus conversaciones y a sus equipajes recorre el vestíbulo procurando pasar inadvertido si eso es posible, cuando llegó a ver el mostrador de los vuelos a Japón no le fue difícil verle. Estaba de espaldas y no le vió acercarse.

-¡¡Rukawa!! –llamó.

El sonido de esa voz levanta ecos de reconocimiento. Se vuelve y fija la mirada en el hombre que esta allí, a pesar del tiempo que ha transcurrido desde la última vez que le vió, más de diez años, reconoce al pelirrojo.

-Sakuragi!! –su tono de voz tiene un matiz de sorpresa.

-Ahora no puedo darte explicaciones. –Se justifica avanzando hasta quedar muy próximo a él para entregarle el pequeño bulto que sostiene en sus brazos, al mismo tiempo que se asegura que nadie parece estar pendiente de ellos- …l es mi vida, -mira alrededor como si temiera encontrarlos allí- ¡Cuídale! Se llama Yoichi, no tiene madre. –Se apresuró a decir- Apenas pueda me reuniré con vosotros. Te dejo mi vida en tus manos. –le entrega un bolso bastante pesado- Tiene todo lo necesario para su cuidado. Gracias.

Rukawa queda perplejo, sin comprender de qué va todo eso. Antes que pueda reaccionar, Sakuragi se ha perdido entre la multitud de personas que abarrotan esa tarde el aeropuerto internacional de Los Ángeles. Cuando mira lo que sostiene, ve el rostro de un sonriente bebé, de la sorpresa casi lo deja caer. Se apresuró a sostenerle con más cuidado.

-¡Rukawa-san! –Su equipaje ya ha sido facturado -dijo su asistente en ese país entregándole su documentación, entonces observa que sostiene un bulto que antes no llevaba.

-Gracias...-vió su desconcierto- Es… es mi hijo…, al parecer su madre se acordó a última hora de que yo existía y ha insistido que debido a su nuevo trabajo no puede llevarle y me lo ha entregado. –Improvisó- Estamos separados. –Añadió al ver su expresión de incredulidad- En realidad, nunca nos casamos…., ni siquiera sabía que existía, de pronto me he enterado que soy padre. –cada vez se aturrullaba más, por lo que terminó diciendo una gran verdad. Ese bebe le había caído de golpe en sus brazos.

Debido a la presencia del bebé su salida se demoró algunas horas más, las que necesitó la embajada de su país para entregarle documentación en la que dejaba constancia que él bebé era su hijo, tomando el siguiente avión que iba hacia su ciudad de origen, cuando él llegara su equipaje le estaría esperando en Narita.

-¿Qué voy a hacer contigo? –murmuró mirando al bebé que gorjeaba feliz en el moisés ajustado al asiento junto al suyo, le había cedido el lugar de la ventanilla, pues estaba más protegido, al tiempo que posa su mano sobre su pecho para hacerle saber que no está solo- Tu padre me matará cuando se entere que has sido inscrito como si fueras mío. ¿Qué otra cosa podía decir? Tú padre tiene que estar metido en un buen lío para dejarte conmigo y muy desesperado también.

Tuvieron un viaje muy cómodo y distendido, sorprendentemente no se durmió, su mirada estaba pendiente del bebé, intentando sacarle parecido a su padre, tenía el cabello negro, sus ojos marrones, eran más oscuros que los de Sakuragi, ahí acaba la similitud entre ambos, supuso que era pronto para encontrarle similitud con su padre biológico, tal vez cuando creciera pudiera decirse que el contorno de su barbilla o la naricilla respingona que tenía ahora pudieran ser iguales a los de Sakuragi, por el momento, solo el color de los ojos eran los suyos.

Levantó la mirada del bebé durante unos instantes, al escuchar a la azafata que se acercaba donde él sentado, se fijo que estaba repartiendo un servicio de bebidas.

-¿Qué desea tomar Rukawa-san?

No era la primera vez que era reconocido, por lo que no tomo en consideración la admiración que veía en su mirada.

-Una soda y… -acercó el bolso que le había dejado Sakuragi y abriéndolo buscó en su interior, encontró una nota que Sakuragi previsor le había dejado escrita- agua templada para… -su torpeza era evidente- … finalmente encontró el biberón, fijándose que tenía una medida de unos polvos que consideró que era leche.

-Enseguida, Rukawa-san… -le ayudó a bajar las tablillas que servían de mesa- Su hijo es precioso, se le parece mucho. –comentó instantes antes de alejarse para cumplir con su cometido a bordo.

-La has oído? –Preguntó mirando al bebé- Debería decirla que necesita unas gafas. –en tanto le hablaba al bebé apoyó el bolso sobre la mesa tras comprobar que estaba bien fijada y cuidando que no fuera a caerle encima durante alguna turbulencia, en la otra mesilla apoyo el biberón, junto a su bote de soda- Seguro que tu también tienes hambre –le acercó la mano a las suyas, al instante el bebé se aferraba a ella, llevándola hacia su boca- No, a la boca no –dijo intentando soltarse, fue entonces que comenzó a lloriquear- Oh no, que hago ahora contigo. –exclamó fijándose que algunas cabezas se volvían en su dirección. Le tomó en brazos y comenzó a mecerlo susurrándole despacito- ¡¡chist….chist…chist!! –como si así conseguía tranquilizarlo.

Le llevó el agua para el biberón, lo agitó hasta conseguir que tuviera aspecto de poder tomarse, recostó al bebé en su regazo y acercó la tetina a su boquita que comenzó a succionar con ansiedad.

-Estabas hambriento, por eso querías comerte mis dedos. –Le susurró y un tanto sorprendido consigo mismo, por ser capaz de saber como atenderle- Debo tener instinto de padre…, quien lo hubiera dicho. –poniendo cuidado en no molestarle mientras se alimentaba, rebuscó en la bolsa hasta encontrar un segundo biberón, también preparado, solo faltaba añadirle el agua, le hizo una seña a la azafata – Por favor, ¿podría traerme más agua? –le pidió cuando se le acercó.

-Permítame… me ocupare de prepararle su toma. –dijo alargando la mano para llevarse el biberón.

-Se lo agradezco… -dijo entregándoselo.

Durante el resto del viaje tuvo que alimentarlo, en dos ocasiones más, y tuvo que cambiarle los pañales tres veces, esa fue la tarea más ardua por la que pasó. Sintiéndose torpe e inútil. Fueron necesarios varios intentos hasta conseguir levantarlo sin que el pañal se deslizara hacia sus pies, el bebé feliz pataleaba cuando le dejaba suspendido en el aire para comprobar que quedaba bien ajustado.

-¿Te gusta, eh? –dijo balanceándole suavecito arriba y abajo- Ahora voy a recoger tus cosas, quédate tranquilo un ratito, eh? –le habló recostándole en la tabla. Vió que también había botes de leche en polvo, por lo que dispuso todo para tenerlo listo cuando lo necesitara. Al mirar todo el contenido del bolso encontró un portabebes. Estuvo examinándolo y comprobando como se ajustaba para trasportarlo cuando llegaran al Aeropuerto de Narita- ¡Aha! Esto es mucho más fácil que cambiarte el pañal. –el bebé le seguía con la mirada y parecía escuchar lo que le hablaba, por lo que siguió haciéndolo, comprendió que era el sonido de su voz lo que atraía al bebé.

La azafata le siguió con la mirada mientras se dirigía a su asiento, había estado en el aseo más de una hora y en ese tiempo se acercó un par de veces para comprobar que no estaba en problemas. Le oía renegar, sus palabras llegaban a ella distorsionadas, aún así le hacían saber que todo iba bien. Apenas se fijo como llevaba al bebé supo que era un padre primerizo, aún así era enternecedor verle con que solicitud y cuidado ponía en su hijo.

**********************


Se sintió aliviado después de dejar a su hijo con Rukawa, era consciente que en el pasado, habían mantenido una relación muy turbulenta, nunca fueron amigos, sino rivales por diversas causas que habían malogrado lo que pudo haber sido una buena amistad. Aún así era consciente que podía confiarle su vida, por eso no había tenido ni una duda, apenas leyó el titular del periódico supo no había mejor persona que Rukawa para dejarle a cargo del bebé.

No había tiempo para explicaciones, por eso ni siquiera se quedo a ver su cara de asombro cuando viera que le había entregado, estaba seguro que tampoco le dio tiempo a procesar sus palabras, era primordial que se alejara de ellos lo más pronto posible y así lo hizo. Aunque era consciente que Yoichi quedaba en buenas manos, sintió una opresión en el pecho, como si una mano invisible se lo estrujara.

Mientras se perdía entre la multitud se dirigió hacia la salida, al pasar por delante de las cabinas telefónicas, se dirigió a la más apartada, ubicándose de forma que tuviera su espalda protegida y su mirada puesta en el acceso de entrada al aeropuerto. Estaba hablando con su contacto cuando los vió entrar, su aspecto era inconfundible, se dobló las rodillas para disimular su altura, su cabellera recortada al mínimo estaba oculta tras una gorra, inesperadamente, un contingente de adolescentes ruidosos se interpuso entre ellos y él, por su altura debían pertenecer a algún equipo de básquet, la guía se detuvo para esperar a los que se retrasaban lo que ayudó aún más a ocultarle, cuando se marcharon en caminaba en medio de ellos, y cuando subieron al autobús que les iba a llevar al hotel se coló con ellos, demás esta decir que su presencia no paso inadvertida, con su simpatía consiguió que no alertaran a la guía, a la puerta del hotel se despidió de ellos, dándoles las gracias por su inestimable ayuda.

Allí mismo tomó un taxi y se dirigió hacia el lugar acordado para sacarle del país sin pasar por el control de aduanas.

-¿Esta seguro que quiere que le deje aquí? –Preguntó el taxista cuando le pagó la carrera- Si se dirige a Malibu Hills puedo acercarle.

-Se lo agradezco, pero mi amigo me dijo que le esperara entre la carretera Corral Canyon y la autopista 1 del Pacifico, junto a la gasolinera.

-Esa es Corral Canyon –señaló la carretera que se veía a la derecha.

-Gracias. –descendió del automóvil y dio unos pasos hacia vía como si fuera a quedarse esperando. Se fijo que el taxista miraba por el espejo retrovisor sacudiendo la cabeza. “Debe pensar que estoy loco” pensó mientras le veía dirigirse hacia Malibú para poder dar la vuelta y regresar nuevamente a Los Ángeles. Cuando él volviera él ya no estaría ahí y podía pensar que su supuesto amigo le había recogido.

Había llegado a pensar que aquel lugar estaba desierto, más no era así, se veían edificios en la margen izquierda de Corral Canyon y también un poco más atrás un grupo de casas que le hicieron saber que podía llamar excesivamente la atención si le veían echarse al mar.

Cosas peores había hecho a la largo de esos últimos meses, así que aprovechando un instante que la circulación de vehículos aminoro, porque un camión se incorporaba a la autopista desde el carril contrario, cruzó rápido la autopista, descendiendo por una pequeño camino hacia la playa.

Junto a la playa, en primera línea, había alineados diferentes edificios, no se veía a nadie, parecían viviendas, pero también podían tratarse de locales de comidas abiertos en la temporada de verano.

El sol estaba sobre su cabeza, descendiendo en el cielo para ir a ocultarse sobre la línea del horizonte, ajustó su gorra a modo de visera para impedir ser deslumbrado. Alcanzó la arena de la playa y se descalzó caminando por ella y pasando por delante de los edificios para comprobar si estaban o no ocupados, al llegar al final, distinguió unos cien metros más adelante otro edificio.

Desde donde estaba le permitía distinguir una terraza que daba al mar, constaba de dos plantas a la vista, con muchas ventanas, volvió la mirada al océano, que aparecía despejado de barcos, miró la hora, era el momento de prepararse. Había vuelto sobre sus pasos dejando atrás el primer edificio que se sostenía bajo un intrincado conjunto de vigas de madera para confirmar una vez más que su impresión de que estaba vacío era la correcta.

Las cristaleras estaban cubiertas con cortinados, por lo que pudo acercarse sin ser visto, observó las macetas en hilera, puestas de tal manera que parecían un parapeto para evitar que se acercaran al borde del piso sin ninguna protección, acercó lo más posible quedando debajo de la casa, allí se quitó toda la ropa, excepto el slip de color negro que podía pasar por un bañador, dobló todo y junto con sus zapatillas lo metió en una bolsa de plástico que había tenido la precaución de pedir a uno de los muchachos. Anudó bien los extremos cuidando que no fuera a mojarse su contenido.

-Vamos allá –dijo en voz alta como si pretendiera darse ánimos, colgó la bolsa de su muñeca izquierda y camino sin un titubeo en dirección al agua. Miró a derecha e izquierda, sorprendentemente la playa aparecía desierta, ni una pareja, ni nadie paseando a un perro, ni siquiera un deportista corriendo. Se adentró en el mar, la primera impresión le dio un escalofrío, a medida que el agua iba subiendo de nivel, su cuerpo se iba acostumbrando a su temperatura. Su reloj era sumergible y apto para diferentes servicios. Controlo que estuviera programado para avisarle cuando se encontrara a dos kilómetros de la playa.

Se sumergió por completo aclimatándose, luego comenzó a nadar en línea recta, alejándose más y mas de la playa y del margen de seguridad de las boyas, adentrándose mar adentro, nadaba despacio para no agotarse excesivamente, comenzaba a sentir la fuerte corriente del mar y tuvo que luchar por mantenerse en el punto que le advirtieron, sus brazadas comenzaron a ser más débiles por lo flotó un instante dejándose llevar preguntándose si su contacto tenía intención de presentarse o estaba esperando que el cansancio acabara con él. La playa era un punto a sus espaldas. Sus lúgubres pensamientos se interrumpieron cuando escuchó el potente motor de una zodiac.

Se incorporó flotando, levantó y agitó el brazo para hacerse ver, el fuerte movimiento del mar le alzaba y le dejaba caer una y otra vez. Se sintió más tranquilo cuando se detuvo a dos metros suyo, dio una brazadas y la alcanzó.

-Seguro que ya pensaba que no venía –dijo a modo de saludo.

-¿Qué le ha demorado? – no le hizo saber que se había preocupado.

-No estaba el encargado de alquilarme una motora. Tuve que pedir prestada esta zodiac. –dijo pasándole un lienzo para que se secara.

-Gracias. –sacó su ropa y comprobó que estaba ligeramente húmeda, se vistió y calzó.

Su acompañante se alejo rápidamente del lugar del encuentro, dirigiéndose hacia el sur.

-Hacia donde me lleva? –preguntó dándose cuenta que seguían bordeando la lejana costa llegaría a su anterior punto de salida.

-Los Ángeles es el puerto con mayor capacidad en contenedores, de allí salen grandes barcazas cargados con ellos llevando gran diversidad de productos. Hace diez minutos salió un barco con un cargamento de alimentos, seguramente que ya sabemos que somos el principal proveedor de alimentos a tú país, principalmente granos y carnes, ese es tu transporte a casa, tenemos que alcanzarlo, lo abordaremos en alta mar, fuera de las doscientas millas náuticas, estarás dentro de la jurisdicción internacional, nadie podrá impedirle subir a bordo. ¡Ahí esta!!

Diez minutos después, con bastante dificultad consiguieron ponerse al pairo, el barco no se detuvo, desde cubierta le echaron un cabo.

-Adiós… gracias por todo –dijo estrechando su mano con calor.

A pesar del balanceo consiguió subir agarrando a los nudos para no deslizarse hacia abajo, cuando estaba arriba, le agarraron dos marineros y en segundos quedo de pie en la cubierta.

-Señor… tendrá que trabajar para ganar su pasaje. –dijo una voz firme.

-Por supuesto, capitán.

Fue una larga travesía, aunque su trabajo en el barco le mantuvo distraído, su simpatía y sus ganas de hacer las cosas bien le gracejaron la amistad de los marineros, al cabo de los días era tan avezado en esas tareas como cualquiera de ellos.

-Sakuragi-san… -le llamó el capitán desde la cabina de mando.

Se apresuró a llegar a su lado.

-Capitán…

-Mañana tendremos a la vista las costas de Japón, llegaremos por la tarde al puerto de Yokohama. Bajará a tierra durante la descarga, ni mis hombres ni yo nos daremos por enterados cuando decida marcharse.

-Gracias, capitán.

Tal como le dijo así sucedió.

Comenzó a andar entre el estrecho paso entre los contenedores cuando de improviso una sombra cayó sobre él. Alzó la mano a modo defensivo cuando advirtió que se trataba de su compañero de litera.

-Vas a necesitarlo… -dijo entregándole un petate.

-Gracias…

Volvió a quedarse solo. Se inclinó para ver el contenido, se trataba de ropa, era la suya, lavada y planchada. Se quito sus ropas marineras, pantalón corto y camiseta a rayas. Cuando estuvo vestido y calzado pensó que ya no llamaría tanto la atención, ahora era como cualquier otro viandante. Encontró también su cartera con su documentación y dinero para sus primeros gastos.

Poco después tomaba un taxi.

**********************


Había conseguido dormir a Yoichi cuando el timbre del piso comenzó a sonar con insistencia. Se apresuró para detener al inoportuno que estaba llamando con tanto apremio.

-¡¡Shimata!! Acaba de dormirse. –susurró exasperado como si el bebé estuviera ahí mismo.

-Lo siento. No me di cuenta… -separó la mano del timbre.

-¡¡¡Sakuragi!!! –Abrió mucho los ojos al reconocer la voz de la persona que estaba en la penumbra del distribuidor- Pasa, no te quedes ahí –se hizo a un lado.

Hanamichi paso dejando caer el petate en el piso.

-Yoichi-kun ¿duerme?

-Si no le despertaste, si. –Supo que deseaba verle- Ven, compruébalo tu mismo. –le guió hasta su dormitorio donde había ubicado su cuna.

Una emoción intensa se asomó en su rostro cuando pudo ver a su hijo, dormía placidamente, acarició suavemente su mejilla. Miró a Rukawa con un brillo inusitado en sus ojos.

-Gracias. –se incorporó fijándose en el resto del dormitorio, supo que era el de él más ahora había otros muebles de uso exclusivo para el bebé. Dio unos pasos y se tambaleó.

Rukawa fue a su lado para sujetarlo.

-Estoy cansado… -se justificó.

Le ayudó a tenderse sobre su cama, antes de acomodarlo Sakuragi se quedo dormido y así continuó durante las siguientes veinticuatro horas.

**********************

-¡Mira, Yoichi-kun… papá ha venido a buscarte.

Estaba en una duermevela, cuando escuchó a Rukawa hablarle al bebé y el gorjeo de Yoichi-kun le hizo saber que tomó la decisión correcta al dejarlo en sus manos, solo entonces durmió profundamente.

Cuando abrió los ojos se fijo que habían puesto un paño para impedir el paso de la luz, se levantó, dándose cuenta que solo llevaba su slip, apartó el paño para mirar el exterior, era de día y el sol se veía en lo alto. Calculó que era media mañana. A los pies de la cama encontró una happi a supuso que era para él por lo que se la puso y salio del dormitorio, abrió un par de puertas antes de encontrar el aseo. Hizo uso del baño antes de darse una ducha para despejarse, no sabía cuantas horas había dormido, pero tenía la sensación que muchas pues se sentía su relajado.

Antes que se acercara a la cocina se escuchó moverse por el piso, fue entonces que comenzó a prepararle algunos alimentos, con toda seguridad que ahora estaba hambriento.

Sobre la mesa estaba apoyada una maxi cosi y en ella Yoichi-kun dormía placidamente, de vez en cuando le echaba una ojeada, comprobando que estaba bien.

Hanamichi se detuvo ante la puerta de la cocina, observando hasta que punto altero la tranquila vida de Rukawa, sobre la encimera de la cocina se veía un esterilizador de biberones con una capacidad de seis biberones.

-Ohayo…., -saludó entrando en la cocina y sentándose frente al bebé-Te agradezco todo lo que hecho por Yoichi-kun. Te he ocasionado un montón de gastos, -había visto en el baño el cambiador y una bañera.

-Nunca creí que fuera tan emocionante hacer esas compras, he disfrutado haciéndolas –musitó de espaldas a Hanamichi- Solo tienes que decirme donde quieres que te las envié. –al decirlo intento que su tono de voz sonara normal, sin embargo en esos veinte días, aunque acelerados, tuvo que apañarse solo para saber cuales eran las necesidades primordiales de un bebé, sabía que iba a extrañarle.

-El caso es… -se llevó la mano a la cabeza, frotándose los cabellos aún húmedos. Rukawa se volvió fijándose en su expresión desconcertada- Le encargue a Yohei, ¿le recuerdas? que alquilará mi casa, por lo que me contó es una familia con tres niños pequeños, no tengo fuerza moral para echarlos.

-No hay problema, a Yoichi-kun le gusta esta casa, puede quedarse el tiempo que sea necesario.

Hanamichi abrió mucho los ojos al oírle.

-¿Sabes lo que estas diciendo?

-Come… seguro que estás hambriento… -dijo- Que prefieres, ¿té o café?

-Té…

-Gracias por la comida… -exclamó suavemente con la cabeza inclinada y las palmas de las manos unidas.

Cuando Sakuragi quedo servido comenzó a ocuparse de las tomas del bebé, Yoichi-chun no tardaría en despertar y si bien era un niño muy tranquilo, se inquietaba si no tenía sus biberones preparados.

Una vez que tuvo preparadas sus tomas, dejo los biberones dentro del calienta-biberones en espera que despertara.

-Aprovecharé que estas aquí para salir.

Dejo un instante la cocina para buscar su segundo juego de llaves.

-Aquí tienes… si necesitas algo dímelo y lo traeré. A Yoichi-kun le gusta salir un rato al parque, la bolsa porta-bebes esta en el segundo cajón de su cómoda, por cierto vas a tener que explicarme, porque apenas llegue a casa se presentaron unos tipos y vaciaron su bolso, revolviéndolo todo.

-Cuando regreses te contaré todo.

-Conforme.

**********************


-Después de dejarte a mi hijo llame a la embajada, poniéndome en comunicación con mi contacto para que me dieran instrucciones para salir del país, diciéndole que era prescindible por la seguridad nacional que el bebé saliera rumbo a Japón sin demora.

-Le usaste como correo…? –preguntó con incredulidad.

-No tuve más remedio, consideré que era el único lugar donde la aduana no iba a comprobar si llevaba o no contrabando.

-¿Dónde y qué llevábamos?

-En el bolso, debajo de los pañales, un microfilm –explicó.

-¿Cómo supiste? ¿Acaso trabajas para el servicio secreto?

-No exactamente. Mi mujer era especialista…

-¿Era? … -le interrumpió.

-Nos descubrieron cuando ya salíamos de un falso almacén, donde se llevaba a cabo tareas de investigación y desarrollo acerca de armas bacteriológicas y nucleares, nuestro contacto nos dijo que allí se guardaban los legajos de los estudios que estaban llevando a cabo, solo un experto en física podía saber si los datos eran falsos o validos. Mi esposa comprobó su autenticidad y yo los fotografié. Estábamos saltando la verja cuando sonó la alarma, se escucharon gritos y carreras conminándonos a detenernos, como comprenderás no hicimos caso, estaba ayudándola a pasar al otro lado, cuando dispararon, la alcanzaron en la espalda, se soltó de mis manos, cayendo del lado de ellos, supo que iba a morir, me incitó a marcharme, no solo para dar a conocer la atrocidad del gobierno que estaba preparándose para el control armamentismo nuclear, sino también para abandonar el país, con el microfilm, habíamos dejado el coche que utilizamos en un lugar próximo, oculto de miradas indiscretas, en su sillita, Yoichi continuaba durmiendo, tal como la habíamos dejado media hora antes, de alguna manera me identificaron y tuve que salir huyendo primero del hotel donde estaba hospedado y dos días después de la pensión, fue entonces cuando escuche la noticia de tu regreso a casa. Había rogado mentalmente por la oportunidad de poner a salvo a mi hijo, él era inocente, cuando ví tu nombre supo que Kamisama estaba de mi lado.

-Y me utilizaste para sacar del país el microfilm.

-No fue así, lo tenía escondido ahí por si me agarraban no lo encontraran de buenas a primeras, confiaba en que no se les ocurriera mirar entre las cosas de mi hijo, con el temor que me hubieran seguido al aeropuerto, me olvidé de él… estaba hablando con mi contacto cuando lo recordé, aproveche para decirle que era prioritario que el bebé tuviera carta blanca para salir del país, también entonces ví a los sicarios que me estuvieron persiguiendo durante más de una semana. Habían dado conmigo otra vez, no podía volver sobre mis pasos y arriesgar tu vida y la de mi hijo.

-¿Estás a salvo aquí? No temes que esas personas envíen a alguien por ti.

-No, lo único que lamento es la muerte inútil de Masako, puedes creer que la Dieta ha restado importancia a las pruebas que están llevando a cabo en el mar de Japón, dicen que son maniobras militares, que no hay que preocuparse.

-¿Por qué llevasteis a vuestro hijo con vosotros? –preguntó.

-Masako no quiso dejarle en manos extrañas, nuestro último destino fue Paris, aunque estuvimos allí seis meses no conocíamos a nadie de confianza, además no íbamos a cruzar medio mundo dejando atrás a nuestro hijo, era impensable. Llegamos a la costa este donde trasbordamos para llegar cruzar el país hasta Las Vegas. …ramos un joven matrimonio con su hijo que iban a probar fortuna durante un fin de semanas, nuestra presencia allí no llamó excesivamente la atención, alquilamos un vehículo y nos trasladamos hacia una parte del desierto donde nos dijeron que estaban ocurriendo cosas raras, demasiados extranjeros se movían por la zona, la misma CIA, estuvo investigando, después de lo del 11-M están muy atentos, sin embargo, el control fue bastante rutinario porque al tratarse de asiáticos no vieron peligro en sus actividades.

-Lamento la muerte de tu esposa…

-Gracias.

-Has comentado que dejaste a Yoichi durante media hora, solo en el coche.

-Aha…

-¿En el desierto? –preguntó con incredulidad, en menos de cinco minutos podía estar muerto. Fue una imprudencia.

-Teníamos el mismo problema que en Francia, solo que esta vez era peor, no conocíamos a nadie y no iba a llamar a mi contacto para decirle, necesito una niñera. Acondicionamos el vehículo para que fuera refrigerado. Yoichi-kun nunca corrió peligro.

-Comprendo. Y tú, ¿Cómo conseguiste salir?

-A nado… -vió que había conseguido dejarle sorprendido- Me recorrió una zodiac a tres millas de la costa.

-No sabía que eras tan buen nadador… -dijo sorprendido- nadar en mar abierto tiene que ser perturbador.

-Entonces no lo era, cuando deje la universidad tuve que aprender muchas cosas nuevas. Me reclutaron para hacer trabajos de espionaje.

Abrió mucho los ojos.

-No es peligroso que hables tan libremente.

-Pedí la retirada para criar a mi hijo. Me la concedieron porque conocen toda mi vida, saben que no tengo ningún familiar vivo, les dije que para mi había dejado de tener importancia lo que pasara fuera de mi casa, y que sería yo quien se iba a encargar de cuidar a mi hijo y que no lo entregaría a ninguna institución como me proponían. …l es lo único que me queda de Masako, ni siquiera pude recuperar su cuerpo.

-Lo lamento. –sabía que se estaba repitiendo.

-Gracias.

-Siempre creí que acabarías casándote con aquella chiquilla que conociste en la preparatoria. –dijo rememorando en unos instantes el pasado en común.

-¿Haruko? –Inquirió mirándole con extrañeza- Es curioso que te acuerdes de ella. Entonces parecía que no existía para ti.

-Eso no impedía que supiera el interés que mostrabas hacia ella. Tú te fuiste antes que me declarara, tomé valor cuando ya no estabas pensando que me aceptaría, me equivoque. Me rechazo.

-Lo siento.

-Yo no… , se caso antes de terminar la facultad, tuvo un descuido con su novio, eso fue… -se quedo pensativo- hace siete años, ahora tiene cinco niños, dos de ellos gemelos, su esposo es un bebedor empedernido y ella tiene que trabajar para poder alimentar a sus hijos, su cintura ha engrosado de un modo muy peligroso, se dice que su marido la golpea cada vez que se emborracha, ella ni lo niega ni lo confirma. Es de nuestra edad, pero parece tener diez años más. ¡¡Es una lastima, la vida la ha tratado muy mal!! –se condolió.

-Y tú… ¿Qué has hecho durante este tiempo? Aparte de tu trabajo, claro.

-Acabe la universidad, me reclutaron enseguida, estuve tres años en un centro de entrenamiento. Allí, durante el invierno, te quedabas incomunicado, por la nieve, y el frío te calaba más allá de los huesos. Si te acercabas demasiado a las chimeneas te caldeabas tanto que podías sentir como te ardían los fondillos del pantalón. –vió que sus labios se distendían en una clara sonrisa- Ríete, pero allí no teníamos termino medio o excesivo frío o demasiado calor, sin olvidar las agotadoras jornadas caminando en la nieve, con el peso de nuestras mochilas a la espalda. Nuestros entrenadores eran duros, no tenían compasión con los débiles, porque un segundo de duda podía ser motivo suficiente para o que mataran a un compañero o que le mataran a uno mismo. Cuando deje aquel lugar me destinaron a la embajada belga, mi trabajo era de seguridad, nada emocionante, ni aventurero. Hice un curso acelerado de ingles y desde entonces no tengo problemas para hacerme entender, dos años después me enviaron a España, estuve en Madrid dos años, aprendí a hablar español, en Paris conocí a Masako y fue entonces cuando mi existencia fue más emocionante. Nos casamos tres meses después de conocernos, nuestro matrimonio duro seis años. Con nuestro estilo de vida, no pudimos tener familia antes, nuestro deseo era retirarnos después de nuestro último trabajo, para ella todo se ha acabado.

-Lo siento….

-Por favor, deja de disculparte…

-O sea que estas desempleado…

-Si, pero no te preocupes, puedo hacerme cargo de nuestros gastos.

-No me preocupa…, solo me preguntaba…¿si te interesa un trabajo como ayudante de entrenador de un equipo de básquet?

-Volver a mi primer amor… -dijo con un brillo de entusiasmo- Me gustaría volver a jugar…, pero ese entrenador ¿querría aceptarme?

-Te lo estoy pidiendo.

-¡¡Tú!! –abrió mucho los ojos- Acepto, kitsune. –ni se molestó en pensarlo.

Rukawa asintió.

-Solo espero que no sigas siendo el mismo do’aho de entonces.

-¡¡Baka!! ¿Acaso quieres pelea? –el brillo divertido de su mirada desmentía sus palabras.

Se miraron y al rato reían alegremente.

-Fueron buenos tiempos –dijo Hanamichi cuando se calmaron.

-Los mejores…

-¿Dónde trabajas? –se intereso.

-En Shohoku…, me lo pidió Anzai-san apenas supo que estaba de regreso.

Una amplia sonrisa abarcó el rostro del pelirrojo.

-Volvemos al principio…

-Si.

**********************


Aquella mañana se celebraba la gosotsugiou shiki de Yoichi-kun y un nervioso Hanamichi revisaba cajones sin encontrar lo que buscaba.

-Qué te falta ahora? –preguntó Kaede asomándose a la puerta del dormitorio.

-Mi cartera. ¿Dónde esta mi cartera? –preguntó Hanamichi, que no había perdido ni la apostura ni la jovialidad que le caracterizaba.

-En el segundo cajón, junto a mis calcetines –dijo Kaede, sacudiendo.

-Gracias. –la recogió y tras guardarla se volvió hacia el hombre que esperaba.

-Ya podemos irnos.

-Enhorabuena. Yoichi-kun. Estamos muy orgullosos de ti.

Yoichi-kun vestía un traje que realzaba su figura, era tan alto como su padre y tenía un cabello negro bastante rebelde que no siempre conseguía amoldar a su gusto.

-Gracias, papá.

-No demores más, do’aho, seguro que ya no encontramos asiento… -murmuró empujándole hacia la puerta.

Una vez en la Universidad se reunieron todos en el salón de actos, allí los profesores dieron unos cuantos discursos antes de proceder a la entrega de los diplomas a los egresados.

Hanamichi sacaba foto tras foto, queriendo plasmar cada paso que daba Yoichi-kun. Cuando concluyó la entrega, la gente comenzó a salir, los muchachos y las muchachas se reunían con sus familiares, Yoichi se acercó a ellos, tras los abrazos y las felicitaciones, Yoichi les indicó donde quedaba el pabellón deportivo, se había preparado una pequeña fiesta, en la que había comida y bebida. Yoichi les dejo para ir a saludar a sus amigos de promoción.

-Hemos hecho un buen trabajo con él –murmuró Hanamichi.

-Aha…

-Vamos a buscar comida… -dijo palmeándole en el hombro.

-¿Algún día dejaras de pensar en la comida?

Hanamichi se quedo pensativo unos segundos.

-No… -respondió serio.

-Eso me parecía.

Rió alto consiguiendo que algunas miradas se volvieran hacia ellos.

-Vamos, kitsune. –echó a andar sin esperarle.

-Do’aho… -se apresuró a alcanzarle.

Yoichi-kun, que estaba saludando a los padres de su mejor amigo, volvió el rostro hacia sus padres que se alejaban juntos, no fue el único, muchas chicas les miraban embobadas. Sin embargo, ellos no tenían ojos para nadie, excepto ellos dos, vió como sin ningún disimulo, se agarraban de la mano. Así fue desde que el pudiera recordarlo. Siempre juntos.

14 de agosto de 2009
Fin
Paz

Notas finales:

Nota autora: Google maps es muy practico, la descripción de los edificios es así. Es una herramienta muy práctica.


Shimata: Maldición


Happi: bata típica japonesa. 


Oyaho: Hola


Gosotsugiou shiki: Graduación universitaria.

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