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i believe in angels por black_phenix

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Notas del capitulo:

Bien, gracias a todos los lectores que han esperado. No se si son mucho o pocos, pero aun así, me alegro de tenerlos. Lastimosamente no había podido subir el capitulo, demasiadas tensiones y muy poco tiempo para escribir. Estoy sublevado a, cosas sin importancia por el momento, algunas situaciones que me atañan de manera precaria.

Espero disfruten del capitulo; es un poco corto, pero me gusto su finalidad. oh, y por cierto, al final les dejare un dibujo que (trate, lo juro) hice de Harry con el pelo largo. Mmm, no se si les guste, espero comenten.

The calm before the storm II.




“Un rompecabezas es confuso; sino hasta que las piezas son juntadas”.







Severus estaba en un sofá barroco color verde botella, admirando la escena que se ejecutaba frente a sus oscuros ojos. Ere hermosa, no cabía duda alguna de ello. Frente a él, parado junto a la ventana, se encontraba Lilith, admirando el oscuro paisaje que era regalado por los jardines de la mansión Malfoy. Su largo cabello, casi rojo, casi negro, danzaba por el vaho del viento. Ninguno había dicho nada desde que subieron a los aposentos que compartirían, según había dicho su amigo Lucius. Sólo se encargaban de admirarse de vez en cuando, regalarse una escueta sonrisa y tomar sorbos de un Johnny Walker Muggle a las rocas. (No tenía idea de que Lucius tomaba de esos licores). 






El tintinear del hielo lo atrajo a la realidad. Lilith había movido su vaso vacío de cristal, y su mirada se tornó un tanto oscura mientras cerraba las ventanas y rápidamente, por parte de un hechizo, el ambiente cobraba calidez: —Te molesta mi nueva apariencia, Severus, ¿verdad? Por eso no me has dirigido la palabra, ¿cierto? —Severus abrió los ojos al escuchar las melancólicas notas salidas de aquellos bellos y pálidos labios. Ahora que lo notaba, desde que se reencontraron, sólo se habían dirigido unas cuantas palabras producto de la exaltación al descubrir lo sucedido detrás del velo, más no para un saludo o una palaba que denotase algo que ambos sentían—. No hubo otra opción más que esta para salvarme. No me hubiese perdonado dejar a Sirius en aquel aletargado dolor. Hubiese sido bastante más doloroso presenciar a Sirius retorciéndose que ayudándolo a sabiendas que nuestras personas se unirían. También pensé en lo que dirías…






— ¿Qué importa mi opinión? —Musito calmadamente, pero por dentro su corazón de piedra estaba palpitando furiosamente, fracturando la roca agazapada alrededor de aquel blando musculo; que se había endurecido hacia bastante tiempo. Le había agarrado por sorpresa todo aquello. Nunca creyó que Lily, o Sirius en su defecto, revelase que le interesaba su opinión al respecto de algo que era su propia decisión y que él no debía entrar en la ecuación.






—Por qué no habría de importarme lo que opinas de esto. Tú, para ambos, eres importante. —Poso una sonrisa entre chula, como la de Sirius, y tranquilizadoramente hermosa, como la de Lily. El corazón de Severus se derrumbó en ese momento. Era perfecto. Cada gesto, cada movimiento, cada milímetro de esa persona era perfecta. La arrogancia de Sirius era complementada con la personalidad bondadosa de Lily, y ambos cuerpos en uno solo hacían al ser más bello que en su vida hubiese visto. Lilith se acercó con pasos cortos y elegantes—. Ambos, antes y ahora, te queremos, Severus. El sentimiento es multiplicado por los dos. Te amamos y queremos diez veces más de lo que antes lo hacíamos.






Lilith se reclino, sujeto de los brazos del sillón, hacia el rostro de Snape, con una sonrisa lasciva e incisiva. Ciertamente, Lilith, con aquellas personalidades tan perfectas, era un peligro para cada molécula genéticamente codificada de su cuerpo.





Soltó un resignado suspiro, largo y pesado. Sus oscurecidos orbes parecían sonreír con burla, admiración y algo de determinación en lo que estaba planteando hacer. Así que, sin pensar mucho en lo que estaba a punto de realizar, tomo el rostro de Lilith y le dio un casto beso, uno cálido, pequeño y ciertamente electrizante. Tanto así, que ambos sacudieron la electricidad que se apodero de ellos. Se volvieron a admirar a los ojos. El verde azulado que era la representación de los ojos de Sirius y Lily, era un color hermoso. Único a su opinión. 






—Debo reconocer, aunque es un tanto extraño, que me agradas enormemente—Lilith le dio una enorme sonrisa que le hizo estremecer como nunca lo había hecho. Demonios, quería follárselo—. Creo que esto me libra de tener que escoger entre ambos, Lily y Black, ya que sería algo bastante difícil, y tener al chucho acosándome seria… —dejo la frase en el aire y la completo con un escalofrió. Lilith río mientras se sentaba en sus piernas, enlazaba sus brazos tras su cuello, y se pegaba hasta quedar a centímetros de aquellos pálidos y bellos labios.






—Por qué no dejamos esa conversación para otro momento y mejor nos ponemos a explorarnos entre nosotros. —Se mordió los labios con morbosidad. Oh, sí, esa era la mejor parte de Black; aquella que no tenía pudor alguno en demostrar lo que deseaba, y cuando lo deseaba (hasta como lo deseaba). Snape se levantó (años como Mortifago espía daban bastante trabajo físico) y cargo a Lilith hasta la cama, consciente de lo que allí ocurriría dentro de unos minutos. Mmmm, mejor era comenzar rápido…











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Ciel gemía sin control ante el toque experto de aquel oscuro hombre que lo miraba tan deleitablemente. Estaba seguro que si perdía un minuto más en caricias terminaría muriéndose de manera indecorosa (gimiendo como mujer a todo tono). Pero, ¿Cómo no hacerlo? Vlad le estaba dando la (primera) mejor experiencia sexual que hubiera experimentado. Sus frías manos se paseaban por su cuerpo sin pudor, tocando cada centímetro de piel a su vista. Era frustrante no poder moverse ante el poder desprendido por su oscura y excitante aura. Era hermoso, y esa sonrisa socarrona (aparecida después de los primeros gemidos de su persona) no ayudaba a calmar su libido. No podía pensar con la cabeza fría, como siempre lo hacía. Podía parecer un niño, pero era alguien con una mentalidad adulta bastante desarrollada.







En su búsqueda por el legendario señor de la oscuridad, Vladimir Tepes, Ciel se fue enamorando de un mito. De una leyenda urbana entre los seres humanos no mágicos, incluso entre los mágicos, de un ser de temer incluso en las historias infantiles. A medida que su emprendedora búsqueda avanzaba, sus pensamientos se llenaban más y más con ideas de índoles insospechadas. Se imaginaba siendo amado por aquel hombre, abrazado y acariciado (las pinturas que había conseguido de su persona lo habían hecho sentir una conexión extrasensorial a primera vista). Podría llamarse deseo, lujuria, pero… El amor había entrado en la cuestión. 






¿Qué se podía esperar, si él, un joven de tan solo diez años de edad, había comenzado a investigar el pasado de una leyenda entre leyendas? A medida que el cuento en cuestión avanzaba, los sentimientos comenzaban a colarse en su interior, gritando cada vez que se hallaba cerca de una pista para dar con el paradero de su, hasta en ese entonces, amor platónico. Nunca le había comentado a Lagolos, tenía miedo de que este finiquitara esa búsqueda y quisiera encontrar otra manera de rescatar a su papi.






Por eso aquella sonrisa emocionada había aflorado cuando lo vio allí, tendido en aquel inmundo calabozo disfrazado como Night club de mala vibra. Se había sentido emocionado, incluso su voz fue como se la había imaginado (se había corrido un par de veces de sólo sentir ese diabólico tono). Se estremeció, regresando a la realidad de golpe, cuando sintió las manos de Vlad acariciar su miembro y pasar uno de sus afilados colmillos, con delicadeza, por la punta. Su glande (igual que todo su cuerpo) se estremeció de cabo a rabo. Esa escena, para su joven mente, fue perturbadora. La puntiaguda lengua acaricio su pequeña extensión. No que se avergonzara, apenas era un adolescente en desarrollo. 






—Mi querido maestro—gimió ante acento francés en aquellas palabras, cortantes y con matices de oscuridad dirigido hacia su persona—, debería dejar de pensar, y sentir a complacencia. —Una mordida en su muslo derecho lo hizo gemir. Vlad había clavado sus colmillos y succionaba con avidez y suavidad su sangre desde esa posición tan lasciva. Sus piernas estaban separadas, desnudas y con su orificio anal a la vista. Un torrente de endorfina recorría su cuerpo, deseando más y más.






Un frio, largo y, en abundancia, mojado dedo, se había adentrado en su virgen culo hasta la matriz que dominaba el ovidiano placer. No se sentía tan doloroso, es más, era hasta placentero. La endorfina atrofiando sus sentidos no permitía más que al placer correr por su sistema nervioso. Un segundo y tercer dedo angostaban su ano, entrando y saliendo, abriéndose y cerrándose de manera mecánica mientras la succión, de tan sólo unos minutos de intenso placer, se detenía poco a poco. Cuando todo paro, y la endorfina y tontera dejo su cuerpo de golpe, otra sensación de placer lo inundo. Aquella que estaba corriendo dentro de su pared y paladar anal.






Vlad había tocado un punto dentro de su persona que lo había hecho soltar un gemido indecoroso (abstenido en la habitación gracias a un hechizo de insonorización). Se ruborizo al darse cuenta de que algo de tal índole había escapado de su garganta, produciendo tal velico sonido.






Vlad le regalo una sonrisa lasciva y complacida mientras, en una bruma oscura, su ropa se desintegraba. Fue magnifico en toda palabra bienhechora hacia su figura y persona. Aquel erguido y (inmenso ante sus inocentes ojos) duro pedazo de carne entre la ingle y las caderas, se mostraba con glamour propio. 






Inconscientemente, Ciel había abierto las piernas, y movido su trasero hasta una posición más cómoda para ser penetrado. (Tan salvaje como en sus más profundos sueños). ¡Joder! Era un adolescente que no había experimentado ni siquiera lo que era masturbarse. Demasiado puro para su gusto. Vlad se recostó sobre él, acercándose hasta su oído: —Relájate, mon cheri, esto será para largo…






Seguida de aquellas palabras que hicieron a su cuerpo entrar en un trance inductivo de relajación, sintió algo colándose en su interior, con lentitud y tacto, impropio y sorpresivo, a su parecer, en alguien que argumentaba ser cruel. Oh, y por supuesto, era doloroso. No tanto como sentir el frio vaho proveniente de aquellos labios antes de que su piel fuera penetrada por los finos colmillos. Era una sensación de temor al principio antes de la succión y después de la decepción que sentía cuando su sangre dejaba de fluir hasta aquella apetecible boca. Era algo que lo había estado preocupando desde hacía un tiempo, más precisamente desde que encontró a Vlad y recibió la primera mordida cargada de un torrente de endorfina.






Vlad se lo había explicado: la endorfina emanada de su saliva era implementada para sumir a sus presas en un trance de placer que, si no se tenía cuidado, se convertía en algo bastante adictivo para la persona. Pero también le había asegurado que por su parte era algo normal. Él se había convertido en su compañero, por lo que no era raro que desarrollara un poco de resistencia a la tentación de querer ser secado sólo por sentir el placer de sus colmillos. 






Se quedó sin aire cuando se movió en su interior, tocando algo que desconocía y que ponía su cuerpo en una presión gravitada, sus ojos desorbitados y su aliento acompasado irregularmente. Era un punto indescriptible en su propio interior que, como fue tocado en ese momento, enviaba miles de señales a los puntos inconexos de placer en su cuerpo. Su pene se endureció como roca y sus pezones parecieron adquirir dureza. 





Un par de estocadas más, y ya gemía como magdalena por más, y más, y más, y más…






Sus cuerpos parecieron adentrarse en un vals donde se arqueaban y tensaban como cuerdas de un violín. Movimientos curvilíneos, circulares y rectos. Posiciones indecorosas donde sus cuerpos eran recompensados con las más ínfimas de las bajas paciones. Era amor compartido, encontrado e ilusionado. Ciertamente, era algo esplendoroso que los hacia ver el cielo nocturno plagado de estrellas. 






Vlad dio una estocada más profunda, provocando que Ciel gimiera agudamente. El pequeño cuerpo se agito cuando su miembro fue atrapado en aquellos fríos dedos. Los movimientos no tenían comparación alguna. La mano se movía lenta y placentera, mientras la pelvis arremetía sin control contra su ano, causando un dolor placentero en su próstata, que auguraba poco tiempo antes de cerrarse con fuerza para obligar al vampiro a correrse. 






En un movimiento poco habitual en su persona, Vlad se abrazó a Ciel, respirando con dificulta después de que el joven Nephilim se corriera entre sus dedos y apresara su miembro con sumo poder. Dio sólo cuatro estocadas, potentes y pretensiosas, antes de correrse en un tenso gemido salido, para complacencia de Ciel, de sus labios. Con un “te amo”, sorpresivo y mutuo. 






Ciertamente, había tenido muchos amantes de turno, (en los tiempos de su libertina libertad), pero ninguna asemejaba a la cálida sensación que había sentido con Ciel. Algo que lo confundía en soberana manera, aunque tuviera la explicación a todo el asunto.






Así que, dejando de pensar por un momento, se dejó guiar por la sensación que le transmitía Ciel mientras se abrazaba a su cuerpo y Morfeo lo arrastraba hasta sus brazos. Quizás fuera mejor acompañarlo…










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Una suave sonrisa se extendió en su rostro al verlo llegar hasta su persona. Se notaba contrariada, pero igual de feliz por reencontrarse nuevamente. Arthur se bajó del montículo de escombros que servía como asiento, y se acercó a Harry con parsimoniosa tranquilidad, aunque supiera que muchas cosas estaban a punto de ocurrir en unas cuantas horas más. 






—Hay algo que siempre me he preguntado sobre este asunto del Regis y lo que lo atañe a todos los problemas que le siguen—Arthur asintió, dándole permiso a proseguir—. Sé que el Regis es una deidad que protege al mundo, sus vidas, y el destino de cada persona. Algo que se ha mostrado por si solo con el paso de los días. Días que han augurado muchas cosas extrañas. La pregunta que me carcome es, ¿Qué nos ata a lucifer? Se, por parte de Aeón, que él proviene de un principio, donde el mundo antes de llamarse así, se originó. Cuál es su meta, que lo guía a quererme/querernos con tanto ahínco.






—Sólo hay un ser que podría responderte esa duda sobre cuál es su deseo realmente, no obstante, puedo responder el porque nos quiere tan fervientemente. —El negro león apareció desde las sombras y se acercó a Arthur, saludando a Harry en el proceso. Y, para sorpresa del mismo, un fénix oscuro descendió desde lo alto del firmamento, posándose al otro lado del actual Regis—. Es tu otra forma Animaga—sonrió quedamente—. Muy pocas veces ronda por estos lares, ya que es guardiana de otras cosas. Entre ellas tu amor, y que tu no sueles usarla habitualmente. Pero dejando eso de lado, la respuesta más factible es “un círculo vicioso sin principio ni fin”.







—No entiendo. —Musito con sinceridad.






—Lucifer es lo que los humanos llaman “un ángel caído”. Era alguien verdaderamente hermoso, único, y muy querido por su creador. Pero, lamentablemente, sus ansias de poder sosegaron todo sentimiento en su persona. Él deseaba, y aún desea (es sólo una especulación de mi parte), regir el universo. Controlarlo todo. —Se encogió de hombros—. Ni yo mismo lo entiendo, aun después de tantos milenios. Es una existencia un tanto contradictoria para consigo mismo. El círculo vicioso fue implementado de su parte, para el fin que está a punto de suceder. 






— ¿Qué busca este círculo vicioso, como comenzó? —Arthur le dio una sonrisa soslayada de tristeza.






—Yo soy el principio de ese círculo vicioso, Harry. Yo, un príncipe que de la noche a la mañana se volvió rey por la repentina muerte del que se decía era su padre. Que fue amado como nadie por alguien aparecido un día ante mi puerta con una hermosa sonrisa, un padre abnegado que una noche, el día del nacimiento de su más preciado tesoro, fue traicionado y casi asesinado. —Harry lo miro sorprendido—. Mi hijo nació la misma noche en que lucifer, quien en ese entonces se hizo llamar Lancelot; mi mano derecha, y mi amante, me traiciono. —Harry abrió los ojos espantado—. Si, Harry, Aeón es mi hijo, y Ciel es mi nieto. Y, en consecuencia de las ataduras subyugantes de nuestras almas, también los son tuyos. 






Harry quedo sorprendido. Era, de alguna forma bizarra y extraña, padre y abuelo. Su vida siempre lo sorprendía con cosas extrañas. Lo que más le sorprendió fue lo de Arthur: — ¿Te traiciono por poder? —Arthur asintió. El león lanzo un suspiro al igual que el fénix que lo escrutaba con cariño, o eso parecía. 






—Las cosas que te he dicho pueden parecerte algo… confusas ahora mismo, pero lo entenderás llegado el momento. — Le dijo con tranquilidad—. Lucifer deseaba convertirme en el Regis para obtener lo que deseaba, pero al parecer algo le fallo, y no me convertí en lo que soy sino hasta su muerte.






— ¿Su muerte? —Harry estaba cada vez más contrariado con todo aquello. Preguntas sin una respuesta sustancial sólo lo hacían perderse más de lo que estaba. 






—Parte de su alma murió ese día, pero no así sus ambiciones, que siendo tan oscuras, trajeron a la vida su maltrecho cuerpo. Su poder es solamente oscuridad. La otra parte de su alma, perdonada por la divinidad, renació en un cuerpo nuevo. —Los ojos del Regis lo escrutaron con brillo que lo desubico—. Ahora, Harry, regresa… Es momento de que te encamines a enfrentar tu destino, como la divinidad lo dicta. 






Antes de que Harry pudiera hacer nada, se encontró levantado de golpe en su cama, con Draco a su lado, y el sol rayando en su ventana. Suspiro comprendiendo las últimas palabras: era momento de encaminarse al castillo para enfrentar a ese hombre. 






—Ruego a los dioses por éxito—murmuro acariciando las largas y platinadas hebras de cabello esparcidas por aquel cálido rostro. Antes, claro, de salir disparado al baño por los estrépitos de sus nauseas….

Notas finales:

Aquí esta. Hecho por mi mismo: 

 

 


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