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i believe in angels por black_phenix

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Notas del capitulo:

me alegro de que les haya gustado mi histoia, espero les guste este capitulo

Miro su esbelta e ilustre figura en la cara del espejo de cuerpo completo que estaba en su habitación; decir que estaba perfecto era poco, pero eso no era nada para lo que deslumbraba su apellido y fortuna; junto a todas aquellas conexiones que tenia con países aledaños y gente de importancia dentro del ministerio; sea inglés o sin importar  cual sea  en el mundo, el derivado dirigido por el consejo mágico: en otras palabras; tenía “amigos” en todas partes del globo terráqueo mágico.

Lucius Abraxas Malfoy era el cabeza de familia de uno de los abolengo más grande y antiguo de toda Europa; sin contar con que era uno de los más ricos del mundo mágico y por así decirlo del mundo muggle: secretamente tenía varias empresas repartidas por todo el mundo que producían grandes beneplácitos.

Todo eso en caso de que nada saliera como su amo lo había estado planeando al igual que en la última gran guerra; donde por parte de un infante -de apenas un año de edad-, su señor perdió temporalmente -por más de 14 años-, su cuerpo. La última vez en su juicio mágico había alegado ser controlado por una de las tres imperdonables; logrando así ser exento de todos los cargos impugnados a su persona.

Por lo mismo su apellido no perdió prestigio.

Se acerco al mini-bar; después de minutos de estar viendo que tan perfecto estaba en el espejo, y tomo una copa del mejor whisky de fuego escocés que tenia.

Sentía la dicha y el regocijo recorrer su cuerpo; su amo lentamente iba ganando terreno en aquella post-guerra contra el anciano director de Howarts. Sabía bien  que el director era fuerte, no por nada era el héroe que detuvo hacía muchos años a Gellert Grindelwald; el anterior gran señor oscuro antes del poderoso Lord Voldemort: quien superaba con más que creces a aquel des-prolijado hombre que aun se debía estar refulgiéndose  en la mísera de la prisión mágica Nurmengard: creada por el mismo para tener prisioneros a sus opositores.

Aunque Lucius era alguien que no mostraba sentimientos, solo habían dos personas que lo hacían sentir, no su difunta esposa; que murió debido a una aquejante enfermedad: que al parecer heredo de su madre.

Sino su hijo, Draco. Por quien mataría de ser necesario…

… y la persona que realmente amo y aun-sin importar cuánto tiempo había transcurrido-,  amaba.

Nunca amo a Cissa; siempre la tuvo presente como la mejor amiga que jamás existió y la que lo ayudo a sobrellevar todo aquel yugo que tuvo que pasar por culpa de su-gracias a Merlín-, difunto  padre.

Siempre odio a Abraxas. Era un hombre que ni siquiera por su hijo mostraba la más leve de las expresiones: siempre regio y altivo, con el honor familiar pregonando en cada rincón de su cuerpo. Era un hombre admirable. Sí, pero era la cosa más despreciable en el ámbito familiar que, cuando todo Malfoy debía recordar que era lo más importante, él solo lo utilizaba como un paso más para tapar errores que imprescindiblemente existían en su propio carácter; encubriéndose ante la sociedad como un padre modelo y un hombre de confianza sea en política o economía para confiar.

Y no como la vil rata que era.

Siempre apoyo la pureza de la sangre, jamás fue condescendiente con lo muggles, aunque no particularmente le agradaba matarlos; solo uno que otro que cometían fechorías contra los propios hijos de magos o séase por defecto, sus propios hijos: alegando que eran fenómenos y esas cosas.

El único partidario-y a veces orquestador; según algunos informes que llegaron a sus manos después de una exhaustiva investigación a petición de su amo en el ministerio-,  de este comportamiento; era el mismísimo director de Howarts, líder de la orden-lleno de imbéciles ciegos y manipulativos miembros-, del fénix y uno de los miembros de mayor influencia-para su desgracia-, en el Wizengamot: Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore.

Su maestro tenía razón; ese hombre era aun-después de tantos años-, alguien de temer y con un poder avasalladoramente grande, sea en ámbitos políticos o en el social.

El imbécil del ministro –dígase Fuge-, bailaba al son de sus hilos.

Trago el contenido de su copa y se dirigió detrás de su escritorio para sacar algunos folders y uno que otro documento antes de salir de su despacho.

-. ¡Wilshire!-exclamo para segundos después de un-plup-  apareciera una vieja elfina domestica haciendo una exagerada reverencia ante Lucius.

-. ¿Sí,  amo Lucius?-dijo mirando el porte elegante e imperial del hombre al que había servido desde que nació. Lucius le dirigió una leve sonrisa: ese elfo era como su nana, era la única compañía que tenía en los días que su padre le daba aquella estúpida charla de los sentimentalismos y esas estupideces de negocios que lo deprimían; y que ahora extrañamente adoraba.

-. Saldré al ministerio. Si alguien de importancia viene, sea el Lord o algún compañero del círculo interno, me avisas discretamente, como siempre y los atiendes como es debido mientras dure mi ausencia. -la elfina comprendió con un leve movimiento a su cabeza, mirándolo con un cariño exuberante en sus grandes y cansinos ojos.

-. Como ordene, amo Lucius-y antes de desaparecer-. Que pase buen día… -solo se escucho el-plup- de desaparición cuando el elfo se esfumo de su vista, después de darle un leve cabeceo.

El único lugar donde podía mostrar sus sentimientos era dentro de sus propios terrenos; dentro de los propios límites establecidos para ellos. Pudiera ser que su padre lo hubiese olvidado, pero él no: por esa razón adoraba a su Dragón con devoción; su único y primogénito hijo.

Del cual estaba preocupado: después de que le dijo sobre su ascendencia Veela por parte de su madre, la cual ya no estaba. Tenía el extraño presentimiento de que querría tirarse-como en sus viejos tiempos de colegiatura-, de la torre de astronomía cuando tuviera noticia de la congraciada jovencita o joven en su defecto, que termine enlazado a su hijo.

Tendría que visitar a Severus y ponerlo al tanto de la situación para que estuviera al pendiente: no quería recibir la noticia de golpe como solía decirle las cosas su heredero.

Lanzo un lánguido, no digno de un Malfoy, y profundo suspiro antes de adentrarse a la  refulgente chimenea y tomar un poco de polvos Flu y decir su destino:

-. Ministerio de magia.

 

:::::::::::::::::::::::::::::

 

Harry salía de las regaderas, después de un intenso día de entrenamiento en el campo de Quiddich, con dubitativo rumbo: no sabía hacia donde, pero simplemente se le apetecía dar un paseo por los corredores de Howarts. Los cuales estaban casi vacios a esa hora; todos estaban o en las salas comunes o en la biblioteca; gracias a los extensos trabajos que cada profesor se intereso en dejarles para esa semana.

Solo unos cuantos de primero y otros de los cursos superiores estaban por Howarts; no tan a la vista.

Camino hacia el lago: uno de los lugares que más paz le traían. Miro a la lejanía como el calamar gigante lanzaba agua a unos críos que curiosos se habían acercado. Suspiro con una sonrisa nostálgica; aun recordaba cuando hacia ese tipo de cosas. Aunque su vida no fue muy libre que el supiera; algunos días mientras Voldemort no intentaba matarlo, podía disfrutar de los terrenos del colegio.

Cosa que no ocurría muy a menudo.

Ya que o estaba luchando con un perro de tres cabezas o matándose con una serpiente de más de tres metros de alto y dos pisos de largo. Y agregando el extra de los dementares tras sus recuerdos.

Camino hasta la orilla y toco el árbol  de haya que siempre sostenía su espalda cuando buscaba paz y tranquilidad, o cuando estaba tan cabreado que para no matar a alguien simplemente se recostaba de este. Ese sitio siempre seria especial ya que representaba lo que siempre estuvo buscando durante toda su vida.

Y le pertenecía durante cierto tiempo de su estancia en Howarts: oculto entre matorrales y protegido por un juguetón calamar súper desarrollado.

-. ¿Nostalgia, Potter?- una hermosa sonrisa se dibujo en sus facciones al no escuchar ese seseante arrastrar de su apellido, más bien fue como un susurro trinado de fénix el que llego a sus oídos. Draco Malfoy estaba a su espalda, con una mirada que no supo como descifrar pero que tampoco le desagradaba; le quedaba completamente bien el tener aquella relajada expresión en su presencia y no aquella típica mascara de pura indiferencia y desprecio que siempre lo acompañaba y que a él le parecía de estreñido.

-. Pues como vez, tienes razón-Harry sonrió nuevamente  y Draco trago en seco al ver aquel radiante y hermoso gesto dirigido hacia él,  que hizo sentir el latir de su corazón en su oído. Potter miro aquella expresión que Draco hacia: tratando de no saltarle encima y violarlo-. Te ocurre algo, Draco?-pregunto divertido, a sabiendas que el rubio no intentaría nada malo contra su persona: al final de cuentas, los Veelas jamás dañarían a sus parejas.

Malfoy retrocedió unos pasos mientras temblaba algo excitado, imprestablemente ante la vista de cualquiera Malfoy seguía igual; pero no para aquellos ojos verdes que lo escaneaban con un brillo que hizo jadear por lo bajo a  Draco-. ¿Q-quién te dio permiso de llamarme por mi nombre?-¡maldita sea! Ahora resultaba tartamudo y débil delante de aquel hermoso ser.

¡Jodete madre naturaleza!

La sonrisa de Harry-en un claro momento que él no logro intuir ni mediar cuando despotricaba internamente con la madre naturaleza, y contra todo dios y las pelotas de Merlín y los ovarios de la bruja Circe que estaban en su contra-,  se volvió seductora-. Oh, vamos-Harry se lamio los labios y Draco se atraganto-: puedes llamarme Harry si lo deseas.

 Harry Se acerco cual felino hambriento mientras el rubio-el cual parecía ya gelatina-, simplemente quedaba absorto en el aroma de su pareja mientras daba leves pasos alejándose de aquel Potter seductor; no lo negaba, ese Potter le encantaba: pero eso no quita el hecho de querer auto dominarse- y no desnudarse ahí mismo-, y antes de violar a un Harry Potter absorto en deseo delante de un calamar gigante con posibles tendencias hacia el voyerismo, quiso irse de ese lugar.

-. Harry… -se maldijo internamente al ver la cara de satisfacción en aquel hermoso y angelical rostro cuando pronuncio de aquella manera suave su nombre,  y al ver como este se acercaba cada vez más,  corrigió aquel leve error-: Potter… ¿qué crees que haces?

El tono parecía un ronroneo salido de sus labios, ¡maldito Veela!

-. ¿Qué crees que haces tú, Draco?-el Slytherin no entendió por que Potter sonreía con altanería y ese toque de sensualidad; votaría esos malditos lentes cuando pudiera. No le permitían apreciar la mirada hambrienta que sentía sobre su cuerpo-. ¿Qué no te has dado cuenta de lo que haces…?

Draco lo miro de nuevo y, se percato de cuan cerca lo tenía; y más raro era aquella estrecha cintura que estaba entre sus manos. Vale, quien tenía a Potter cerca era él y estaba contra un árbol sin posibilidades de escape.

Harry acerco lentamente su lengua a la comisura de los labios del Sly y Draco inconscientemente saco la suya y se froto un poco con la de Potter.

 Draco retiro un poco a Harry y luego Se soltó como si quemara y trastrabillando con una de las raíces del árbol de haya, se dio media vuelta y se encamino lo más rápido que pudo –todo lo rápido que un Malfoy se da la gana de caminar-, hasta el interior del castillo; dejando a un muy feliz Harry Potter.

Ah, el pequeño juego de excita al hurón lo dejo satisfecho-. Todavía no, mi dragón, todavía no… -se dijo mientras caminaba silbando  The Good Left Undone de una de las bandas muggles que le gustaba oír cuando sus tíos salían de viaje y se creían que estaba bien encerrado en su habitación con todos los candados puestos: suerte que supo usar el encantamiento Alohomora sin uso de varita de por medio; por ende el maldito ministerio no registraría su magia siendo usada, ya que eran los catalizadores quienes tenían el hechizo de rastreo de magia en menores de 17 años.

Suspiro felizmente.

Excitar a Draco se convertiría en uno de sus juegos preferidos.

 

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Maldito potter; Maldito Potter, Maldito Potter.

¡Maldito Veela y malditos sean sus antepasados al haberse ligado a creaturas tan insulsas como aquellas!    

Draco caminaba presuroso por los pasillos con dirección a las mazmorras; aun cuando ni siquiera había comenzado la primera clase. Necesitaba calmar esos ánimos suyos y de su muy acalorado amigo que requería de atención inmediata.

Se volvía a maldecir por ser débil, a Merlín por ser un gillipollas y a los Black por tener complejo de estúpidos en la sangre.

Solo por culpa de uno de los antepasados de los nobles y antiguos Black, ahora mismo estaba con aquella encrucijada que le carcomía día con día la cabeza y los sentidos desde que ingreso ese año a Howarts: quería y no quería con Potter. Más bien deseaba tirarse a Potter, complacerlo y mimarlo en todos los aspectos de la palabra que existieran; pero aun estaba ese lado dolido porque el muy miserable lo había rechazado cuando él le ofreció su amistad.  Y eso que Sentía cuando Potter andaba cerca de él; su instinto sobreprotector le indicaba donde podría estar metido siempre Harry, también  sabía lo que este sentía; podía intuir al meramente verlo que este se encontraba en plena tranquilidad pero que algo aquejaba su mente.

Chasqueo la lengua en señal de frustración.

Y aunque estaba consciente de que su parte Veela había escogido a Potter como su pareja; aun le quedaban días a su parte humana para hacerse a la idea de que se tiraría día con día a su peor enemigo; y no negaba que Harry estaba como quería.

También estaba el hecho de cuando el Lord se enterara; terminaría matándolo por traicionero, sin importar que no fuera por sus deseos.

 ¿A quién estaba engañando?

 Estaba enamorado de Potter desde la primera vez que lo vio; no era que necesitaba aceptarlo, es que no quería ser rechazado de nuevo. El sentimiento fue doloroso la primera vez y, aunque Potter no quiso nada con él, el se planteo inconscientemente-oculta tras la falsa idea de que nadie se negaba a un Malfoy-, la forma de hacer que este le prestara atención solo y exclusivamente a él.

Aunque fuera solo odiándolo.

¡Merlín y sus dos bolas mágicas!

¿Por qué siempre Potter ponía su mundo de cabeza?

Suspiro sonoramente y al llegar a la sala común de Slytherin, antes de que su adorada amiga Pansy se acercara a guindarse de su brazo, preguntarle que le pasaba y luego de que el la mandara prácticamente al diablo,  esta desviara el tema a que hizo ese día; se encamino a su habitación de prefecto. Necesitaba estar solo y acomodar sus ideas; y de paso dígase arreglar un problema que estaba creciendo entre sus pantalones.

Aun recordaba el sabor vagamente a vainilla de la lengua de Potter.

Esta vez soltó un suspiro mas profundo:

Esperaba el día en que Harry y el consumaran su inexistente relación. Porque de algo estaba seguro; antes de morir bajo la imperdonable de su amo; quería disfrutar junto a Harry, aunque fuese a la fuerza: cosa que su Veela, con el mero toque de Potter, se lo reclamaba.

 

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Severus caminaba por los corredores de Howarts algo azorado y con el corazón latiendo en la punta de un alambre de púas; lo que había hablado con su Lord y la respuesta de este en contesta al estúpido del Griffindor lo dejó helado y con miles de cuestiones en  si  su amo mataría al hijo de Lily.

-. ¡Maldito irresponsable!-gritó: a sabiendas de que no había nadie por los corredores en ese momento-. ¡Maldito estúpido! Mira que pedir tal petición y me sorprende que precisamente ÉL aceptara el encuentro, ¿Qué demonios el Griffindor de pacotilla le habrá escrito para que aceptase encontrarse con él?

Siguió caminando para detenerse abruptamente y suspirar-. ¡¿Por qué demonios lo ayude?!

-. ¿Se puede saber que lo aqueja, señor?-Snape casi tuvo un infarto de la impresión cuando escucho aquella voz: ese mocoso insolente pagaría caro. Se dijo y volteo a ver al sonriente Gry que no dejaba de verlo con burla.

-. No lo mato ahora,  señor Potter -espeto escupiendo cada palabra-, porque considero que es innecesario ser yo quien lo haga; cuando usted mismo esta concertando una cita con la muerte misma-siseo molesto mientras achicaba su mirada y lo miraba; con esos ojos negros que parecían atravesarle el alma. Harry solo ensancho un poco más su sonrisa-. Se puede saber, ¿Qué pretende con todo esto?

-. Todo a su debido tiempo profesor-culmino sonriendo nuevamente pero con un matiz de diversión y misterio que no le gusto para nada al pocionista.

Snape suspiro-. Más me sorprende el señor oscuro…

-. Entonces parece que Tom ah aceptado mi propuesta para encontrarnos-interrumpió hablando para sí mismo en un susurro, pero llego a oídos de Snape quien bufo sonoramente fastidiado con la actitud tan Slytherin de ese Griffindor-. Descuide profesor-espetó ante la mirada inquisitiva  que Snape le lanzaba esperando a que reaccionara y terminaran su trato-, un trato es un trato y yo siempre cumplo.

-. Tenga, señor Potter-Severus lo fulmino con la mirada y le tendió una carta con el Sello de una serpiente verde  y Harry saco el diario de Lily-, el lugar y la hora están escritos allí. Me retiro.

-. Profesor… -le llamo al verlo dar vuelta para irse de allí. Snape volteo y lo miro de mala manera esperando a que prosiguiera-; le pido de favor que de nada de esto que ha ocurrido, Dumbledore se entere: no deseamos al anciano director inmiscuido en esto-el hombre asintió-, y dentro del diario hay un pedido especial; cuando lea la pagina cuarenta y dos y asimile lo que leyó, lo que le pido está en la pagina 70 usted mismo sabrá para que la deseo.

-. Con respecto al director,  ya lo sé,  señor Potter- escupió indignado-.  Y con lo de su pedido, solo si me interesa lo hare, ahora… Será mejor que se largue…

-. Le interesara- y con esto, Harry dio media vuelta; con paso seguro al séptimo piso, hacia la sala Multipropósito con intenciones de leer la carta a gustó y sin que nadie se inmiscuyera.

-. Estúpido niñato-murmuro refunfuñando y despotricando contra Potter  mientras se dirigía a su habitación: tenia claras intenciones de leer ese diario y acabarlo en tiempo record.

Quizás podría continuarla en la clase de la tarde dentro del salón mientras los estúpidos mocosos trabajaban en la las pociones: les daría la más difícil para que no lo interrumpieran.

 

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Remus Lupin, era un hombre encantador, atractivo y aunque muchos no lo vieran o no lo creyeran por la encantadora sonrisa que siempre regalaba; era alguien que había pasado por todas las cosas malas que el mundo de los magos ofrecía a quienes ellos consideraban como inferiores.

Mordido por Fenril Greyback-hombre lobo buscado-,  a la edad de tan solo cinco años y por ese mismo hecho desheredado por su padre y exiliado de su familia: teniendo que sufrir una y mil penurias en el proceso. Vivió de las limosnas de su familia; que lo mantenía en una casa de campo para que la sociedad no lo viera y supieran de enfermedad, hasta que llego la hora de partir a Howarts, donde estudio gracias al permiso del gran Albus Dumbledore; un héroe entre muchos, por haber detenido una guerra que había perdurado demasiado tiempo contra el Lord oscuro Grindelwald y en esos días, reciente director del colegio de magia y hechicería más grande de toda Inglaterra, así como el más importante.

Durante seis continuos años-después de la mordida y antes de ingresar a Howarts-, lloro ante la indiferencia que sus padres le mostraban; su madre nunca lo volvió a ver después de eso y el altivo Lord Lupin lo miraba con desprecio cada vez que iba a dejarle unos cuantos galeones para que se mantuviera con vida durante su estadía en aquel sitio apartado de todo poblado y personas en miles de kilómetros a la redonda.

Estuvo siempre solo; inclusive en los dolorosos procesos de transformaciones donde gritaba pidiendo ayuda a su madre que jamás respondía o a su padre que jamás llegaba a su rescate como siempre hacia antes de que ese hecho innegable que marco su vida ocurriese. Siempre lloraba  el día antes de la luna llena tanto o más que en el proceso de cambio. Cuando sus huesos comenzaban a romperse y reacomodarse, cuando sentía que moría en el proceso, cuando se perdía en la inconsciencia y cuando a la mañana siguiente despertaba solo, tirado en el piso y con el cuerpo tan adolorido como estaba su alma mientras se hacia un ovillo y lloraba gritando el nombre de su-aun amada-, madre.

Después de que ingreso a Howarts, el primer día, todo cambio: conoció a ese egocéntrico chico llamado Sirius Black y a ese sonriente chico de lentes llamado James Potter. 

Ambos descubrieron su secreto y el acongojado solo vio que todo el esfuerzo que hizo fue en vano; que todos lo odiarían al igual que sus padres y lo expulsarían del colegio. Pero su sorpresa fue inmensa cuando estos le prometieron guardar el secreto, al igual que su tercer amigo, el pequeño Pete Pettigrew.

Lloro como nunca el primer día de su transformación en aquel cuartucho viejo y olvidado al que los chicos apodaban la casa de los gritos. Estuvo cierto tiempo así, solo, como siempre lo estuvo.

-. ¡Te tenemos una sorpresa, Moony!- recordó como le gritaron sus tres amigos una noche antes de su transformación y el con una conciliadora sonrisa los siguió a aquella habitación que descubrieron en uno de sus tantos paseos ilícitos en el castillo.

Ante sus ojos, con asombro presencio la transformación de los tres chicos en animales. Y después de esa noche, más nunca tuvo que pasarlo solo en sus dolorosos cambios; hasta ese día…

-. ¿Profesor Lupin?-lo saco de sus recuerdos una de las nuevas estudiantes de ingreso en ese año.

-. ¿Si, Agatha?-respondió con una hermosa sonrisa mientras la pequeña niña se sonrojaba. Estaban en el salón de DCAO. Enseñando a los pequeños de primero, con hechizos y teorías simples de cómo evadir algunos hechizos de magia negra.

-. ¿Podría explicarme de nuevo? Es que, no me puedo concentrar y el hechizo no me sale bien- Agatha agacho la cabeza avergonzada, esperando a que el profesor se decantara contra su ignorancia como lo hacia aquel profesor lúgubre de la clase de pociones que para ella era un vampiro.

-. Descuida, aun eres nueva en esto; todo lleva su tiempo- Remus le sonrió a la pequeña y esta tuvo de nuevo la decencia de sonrojarse-, bien, vamos a practicar…

 

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Harry entraba en la sala de los menesteres; acomodada a conveniencia con los colores de Griffindor y Slytherin, dándole un aire ceremonial y a la vez- con una paradoja un tanto extraña entre ambos colores-, estético y a la moda.

Tomo asiento en uno de los sofás rojo y plata que se cernían cerca de la chimenea y a paso presuroso abrió la carta. Tenía ganas de saber que le respondía Tom a la carta que le había enviado con Snape.

Después de analizar la hermosa caligrafía que todo lord tenebroso debe tener, se dispuso a leer:

Mí muy agraciado Potter:

Me ah intrigado por completo lo que me has contado: no sé cómo has sabido sobre aquel acontecimiento de mi vida, pero ni se te ocurra divulgarlo o tendrás una sesión completa de crucios conmigo  y quita esa estúpida cara de burla que traes.

Harry soltó una leve risilla ante eso; ¿Tanto lo conocía Tom?

Si, te conozco demasiado:

Una carcajada se escucho dentro de la sala de los menesteres; era hilarante que hasta indirectamente conociera las expresiones que pondría. Después de calmarse un poco, continúo leyendo:

Al final de cuentas, eres mi enemigo. Volviendo al tema principal; aquella extraña propuesta de encontrarnos, estoy dispuesto a hacerlo. Me resultan atrayentes algunas cosas que ocurren contigo que no logro explicarme; quizás si te veo logre entenderlas.

Te espero en la casa de los gritos,  se que la conoces,  allí estaré, solo,  a las 10 pm de mañana y sí, puedes traer a Severus; aunque no se para que deseas que esté presente.

Tu muy querido Lord Voldemort.

PD: lleva algo para cenar; preferiblemente para dos.

Harry negó con la cabeza ante la forma de responder, su misiva, de Voldemort y quemo la carta: era mejor prevenir que lamentar, ya al día siguiente se las arreglaría para encontrarse con él. Salió de la sala multipropósito y se encamino presuroso a la sala común de Griffindor a prepararse junto con sus amigos que de seguro estaban preocupados por él, para las clases.

Estaba feliz y todo salía como había imaginado;

Poco a poco daría a conocer todos los planes que trazo y toda la información que obtuvo el tiempo que estuvo tanto en la mansión Black como en el callejón Knocktourn recolectando información que le seria de utilidad llegado el momento.

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Dumbledore se encontraba dando vueltas dentro de su despacho: algo que él no controlaba estaba por ocurrir y el no tenía la menor idea de que podría estar alertándolo con tanta fuerza. Sus nervios eran visibles, pero no había nadie cerca, más que Fawkes para verlo; incluyendo los cuadros de sus antecesores.

-. Puedo sentirlo, Fawkes-murmuro suspirando-, quizás sea la profecía que la querida Trelawney hizo; la cual este empezando a formarse.

Dumbledore rápidamente se paro entre los estantes y en un movimiento con su varita, de uno de los objetos brillantes y esféricos de la superficie de una caja con gemas incrustadas, una pequeña pelotita salía y caía en manos de Albus.

-. Veamos que dice-susurro-; hacia mucho que no lo sacaba- con otra floritura de su varita, la esfera brillo y la voz de la profesora de adivinación se escucho retumbando entre las cuatro paredes del elegante despacho:

“el único con el poder de derrotar al falso mesías, se acerca… -dijo y Albus presto mayor atención a lo que continuaba-: nacido del que ha desafiado a las tinieblas tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes… y el señor tenebroso dará su marca haciéndolo su igual-Dumbledore recordó ese momento con una sardónica sonrisa que hizo a todos los directores fulminarle con la mirada. El ex –director Black, grababa cada palabra; Dumbledore pagaría-: pero él lo superara, porque poseerá algo que nadie había alcanzado y que todos deseaban… una nueva luz surgirá en el mundo mágico; porque el regresara al concluir el séptimo mes…”

La pequeña esfera regreso  su lugar y Dumbledore no cambio expresión alguna, todavía le daba rabia no ser el que se ha nombrado sino ese mocoso hijo de James.

Pero todo estaba a su favor y no había nadie que pudiera cambiar las cosas.

-. Quien podría desconfiar del muy amado director Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore-sonrió ante eso-. ¿Verdad, mí querido Fawkes?

Fawkes lo miro y no emitió sonido alguno: había tomado un voto de silencio aquella noche en que el hombre frente a ella olvido por completo quien fue en realidad. Dumbledore no presto atención y comenzó a caminar a la salida luego de tomar unos cuantos caramelos de limón.

Una vez el despacho se volvió todo silencio el director Black hablo.

-. Fawkes… - el ave fénix lo miro curioso-. Por favor, trae a Potter aquí… debemos ayudarlo.

El ave trino y  ante la atenta mirada de todos los directores que asentían de acuerdo con el plan de Nigellus, se consumió en llamas desapareciendo para ir en búsqueda del chico.

El Rey necesitaba de su ayuda…

Notas finales:

esero sus revews-


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