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With a thousand Lies. por black_phenix

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Notas del capitulo:

espero sea de su agrado el capitulo, lo hice bastante largo, estube reescribiendo durante dos dias completos para lograr esto; disfrutenlo.

 

Shopping and fun.


“Somos una gran onda de pensamientos; esparcidos por el mar de los recuerdos.”
Phenix.


Mansión Lindcleir (Francia) 15 de agosto, presente año. 

Los dedos, que con delicadeza se envolvían en la botella de whisky de fuego, eran finos y hermosos. Draco era una persona de un cuidado personal excepcional. Y por supuesto, alguien de un ego de igual índole, por eso no perdía oportunidad de demostrar lo hermoso que eran él y cada parte de su cuerpo, como en ese momento. Estaba extendiendo con calma la botella hacia Harry, con delicados movimientos dignos de una estirpe como los Malfoy. La única diferencia, era que estaba tirado en la tupida alfombra de la sala, al lado de la chimenea. Sus ropas estaban un poco desajustadas y algo arrugadas por los últimos bruscos movimientos que había ejecutado al pasar y tomar la botella. 



Harry extendió su mano y la tomó, absorto en los delicados movimientos del fuego dentro de la chimenea. Estaba sentado, con las piernas cruzadas y los brazos extendidos hacia atrás para sostener su peso. Ambos habían caído bajo el efecto del alcohol desde hacía varias copas atrás, donde sus razonamientos rozaban la línea de la realidad. Ambos habían decidido olvidarse de sus preocupaciones por un día, tomándose una copa. La cual se convirtió en dos, luego en una botella y por ultimo en la reserva especial del joven amo de los Malfoy. 



Ése, sin duda alguna, era un momento especial para el tan nombrado salvador del mundo mágico; estaba sentado al lado de una cálida hoguera, desahogando sus penas junto a su enemigo jurado desde que entro al colegio. Lo más divertido del asunto era que, estaban en un lugar remoto, desconocido para los magos, en la parte más exclusiva de Francia. Sin duda nadie pensaría que la mansión de una noble y excéntrica familia, adinerada y con títulos de la realeza francesa, era el refugio de dos jóvenes magos que buscaban sólo paz y tranquilidad. Un lugar donde nadie les apuntaría por cosas que ellos no deseaban ser.



— ¡El Lord es un capullo…! Y un gran hijo de puta…—vocifero Malfoy, riendo atontado entre hipidos mientras arrebataba a Harry la botella que le extendía. Ya estaba por la mitad. Sus mejillas estaba de un rosa pálido y sus ojos se veían brillosos, más de lo normal. Harry rió un poco con él, no muy pendiente de la línea de dialogo Draco. El alcohol ya tenía un poco nublado su juicio y sus conversaciones eran un tanto extrañas como para querer prestar atención; aunque la risa de Draco era musicalmente adictiva— ¿sabes, Potter—continuo, mirándolo con una boba sonrisa de oreja a oreja—, que mí padre es un gran capullo, al igual que el Lord? 



Harry le asintió, meciéndose de adelante hacia atrás. Draco entrecerró los ojos y luego lanzo un suave y elegante hipido que hizo a Harry mirarlo. Sus ojos se cruzaron momentáneamente, despertando una sensación extraña en sus cuerpos, pero la desestimaron como un efecto de la borrachera que habían adquirido. Luego, sus grandes y verdes ojos se posaron en los finos y delicados dedos que sostenían la botella extendida hacia él. Tenían, según su corto raciocinio, un Glamour propio que los hacían verse como aquellos que aparecían en revistas, modelando joyas y relojes caros. 



Con un corto movimiento de su mano, paso rosando, suavemente, los dedos; llamando la atención de Draco por la rica sensación, terminando en su muñeca, la cual envolvía con gentileza. Malfoy lo miro con una expresión de sorpresa, la cual cambio a una sonrisa boba y burlona de su parte. Harry sonrió de lado, atraído por un aura magnética que aquella serpiente emanaba, llamando a su lado negativo hacia él. Con un simple impulso hacia atrás, la botella término desparramando algo del escaso liquido dentro de ella, por el suelo. Harry no resistió el peso y termino con Draco sobre él, a horcajadas sobre sus caderas y con sus manos en su pecho. Sus rostros estaban cerca y sus respiraciones eran lentas. 


Aquellos labios eran atractivos, pálidos y finos. Brillaban como una joya hecha por el mejor de los artesanos. Poso con delicadeza su dedo anular por debajo del labio inferior, un poco mas encima de la barbilla, presionando hacia abajo. Las finas gemas se entreabrieron y Harry estuvo tentado a decir algo en honor a ellos. Pero de alguna manera, pensó que el olor a whisky que saldría de su boca los despertaría del incitante transe en que habían caído. Como si Draco hubiese leído su pensamiento, se dejo caer hacia sus carnosos labios, atrapándolos con hambre y lujuria, pasión y pérdida de cordura por el alcohol que recorría sus venas. 



Su miembro tironeo cuando Draco le mordió el labio inferior, mirándolo con los ojos abiertos, divertido ante lo que podía sentir acrecentándose, rosando sus muslos. Un corto gemido se fugo de su boca y Draco lamio su barbilla, con sus ojos brillando en algo que no supo describir, pero en lo que si se quiso sumergir. Cuando su espalda se arqueo con el brusco movimiento de Draco, haciendo que su miembro rosase su muslo izquierdo, la chimenea crepito con gran fuerza, en un esplendido estallido mientras él se corría…


…y terminaba abriendo los ojos en aquella cama King size de la época victoriana, con la respiración entrecortada y su piel perlada en sudor frio y pegajoso. Trago con fuerza cuando, lentamente, los recuerdos del sueño fueron arremetiendo contra su mente de golpe. Se sintió como un niño que hace algo mal y necesita disculparse, porque si Malfoy lograba ver ese sueño en una de las clases de Oclumancia que llevaban practicando desde hacía una semana, estaba seguro que la palmaria. Y no tendría vergüenza para siquiera mirarle en el desayuno.


El murmullo de las aves en sus ventanas lo hicieron buscar a tientas los lentes sobre la mesita de noche. Cuando se los coloco y dejo de percibir el borroso haz de luz que era todo el cuarto, se fijo que las cortinas de las ventanas estaban abiertas y dejaban que la luz se colara impertinente hacia su cama, pegando directo en su rostro.


Con ojos saltones al sentir lo húmedo de su pijama, hizo una expresión abatida y retiro los edredones para encontrarse con el manchón de semen que tenia. No cabía duda, si Malfoy se enteraba de eso, era mejor terminar con su vida. De un rápido salto se tiro al suelo y corrió hacia la regadera, quitándose las prendas por el camino, y cuidando de retirarse los pantalones y los calzoncillos en el baño, donde estarían seguros hasta la hora de la limpieza.


Abrió el agua tibia y dejo que esta lo limpiara…, aun no estaba del todo seguro de haberse recuperado de su sueño (o quizás pesadilla). Malfoy era un chico, y él estaba más que seguro que sus gustos por las mujeres no cambiarían. “Quizás soy bisexual”, se dijo y lanzo un lánguido y angustioso suspiro. No, no creía serlo. Si pensaba en todos los chicos que había visto desnudos, en las regaderas del campo de Quiddich, nada de eso no tenía lógica. ¡Jamás se empalmo con ninguno de ellos!



Con Ron lo entendería, el chico era como un hermano para él, siquiera imaginárselo compartiendo una cama “¡Uhg! Si Ron sabe que estuve pensando eso, me mata”. Suspiro una vez más y se dejo llevar por la sensación del jabón limpiando su piel. Olía a lavanda y flores silvestres. Ahora que lo pensaba con más tranquilidad, aparte de que no tenía intereses por chicos (Malfoy no contaba), no sabía si realmente tenía algún deseo sexual, como el del sueño, hacia alguna mujer. 



Cho Chang estaba descartada; lo que le hizo en el baile de navidad era imperdonable. También el hecho de que no entablaba nada con ella, desde lo que le ocurrió al pobre e inocente de Cedric. La culpa por no haberlo salvado ese día era grande, tanto como la culpabilidad que se lo carcomía por el asunto de la muerte de su padrino en el velo.


Meneo la cabeza de lado a lado, tratando de concentrarse en lo de antes…


Si bien Cho ya no le atraía, la relación que había cortado con Ginny, la hermanita de Ron, tampoco es que le importase mucho. Hubo un momento donde pensó sentir algo intenso e intrínseco por ella, un sentimiento que jamás supo descifrar pero que le decía que era algo más que camaradería, y algo más que verla como una hermanita. Pero tan pronto llego, el sentimiento se esfumo con la gama de sentimientos que lo invadió con la muerte de Cedric, la cual se rectifico con la muerte de Sirius.


“¡Mierda, deja de pensar en eso!”


Pero era imposible hacerlo. Era culpable, las miradas que aun recordaba en la oficina de Dumbledore se lo aclaraban con perfección. Pero Dumbledore y Snape también lo eran, ninguno le advirtió lo que desde un principio debió saber. “¡Maldito viejo!” Aún no lograba personarle eso. ¿Vivir como un niño normal? Desde que nació había sido un puto elfo para los Dursley, y aun sabiendo eso le importa una mierda lo que le pasase ahí mientras él regresase vivo para ser su maldita arma.



Dio un golpe seco a las baldosas, cerrando los ojos con fuerza y gimiendo adolorido. Extrañaba a Sirius demasiado, el hombre se había ganado su corazón de forma única. Su única familia, con quien pensaba pasar gran parte de su vida, después de derrotar a Voldemort, dando la vuelta al mundo. Conociendo lugares increíbles, a los que sus padres fueron también. Pero ahora todo aquello eran promesas vacías que jamás se cumplirían. Él no tenía el valor para hacerlo por sí mismo.



Cerró la llave y salió a la que sería su habitación durante los últimos meses, encontrándose con la fina decoración que lo hizo suspirar y calmarse. La atmosfera era perfecta, y los colores que poseía eran calmantes. Se dirigió al armario y saco varias prendas. Unos pantalones desgastados, que estaba bastante seguro que en su vida anterior fueron marrones; una camiseta crema y unos calzoncillos negros. Cuando termino de vestirse, un elfo lo sobresalto cuando apareció frente a sí, de improviso. Debían aprender a tocar la puerta.


— ¡Lo lamento, señor, Harry Potter, señor…! ¡No era intensión de Twiki sobresaltarlo, señor! —Harry parpadeo fuertemente por la autoflagelación que el elfo estaba realizando en su presencia. Lo sostuvo por la cabeza, para impedir que un baño de sangre fuera esparcido por su habitación cuando el elfo terminara de romperse el cráneo contra las patas de la cama. Rió un poco y soltó a la acojonada criatura.



—Con un, lo siento, es suficiente. —Dijo pausado, terminado de ponerse los viejos tenis de su primo Dudley —. ¿Ha sido Malfoy quien te envió? —La pregunta podía escucharse estúpida, “¡Pues claro que él lo envió, capullo!” El elfo asintió, encogiéndose sobre si. Harry suspiro, estaba harto de tratar que esas criaturas no actuaran como servidumbre delante de él, pero siempre acababa de peor forma. Aun recordaba a Dobby flagelándose cada vez que le pedía que lo llamara por su nombre.



—El amito Draco lo está esperando en el comedor, señor, Harry Potter, señor—Harry le asintió, diciéndole que le avisara a su amo que pronto estaría allí. Realmente le cansaba tener que escuchar a un elfo hablar. Era irritante. Las pequeñas criaturas siempre eran así cuando estaban en presencia de alguna persona o invitado de su amo. Y realmente odiaba toda la pleitesía que estos le daban.



Se dio una última ojeada en el espejo del baño y trato de acomodar sus rebeldes cabellos, cayendo en la gracia de rendirse, como cada vez que lo intentaba. Nunca podría domarlos, no por el momento. Tantas tenciones lo estaban acabando. Y ahora que estaba huyendo de la orden del fénix y de Lord Voldemort como si fuera un vil prófugo, no amedrentaba nada el peso de las responsabilidades. Aunque la estadía en Lindcleir Manor era increíble, sólo una semana y ya amaba ese sitio.





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En Little Hangleton, a las afueras de la ciudad, donde un espeso bosque comenzaba a extenderse por millas y millas de terreno inexplorado, se encontraba una vieja cabaña, sucia y desmadejada. Por alguna extraña razón, aun cuando el bosque y aquella cabaña pudiesen atraer el interés de miles de personas, nadie se atrevía a adentrarse. Parecía como si el sitio los repeliera y ellos no se quejaban sobre nada anormal.



Para los Muggle’s, ese era un lugar viejo y que no atraía ningún interés. Pero la realidad era otra. Oculta bajo un potente hechizo de ocultación y un sin número de hechizos repelentes para Muggle, se encontraba la mansión de la antigua y noble familia Gaunt. Descendientes del gran y renombrado Salazar Slytherin, mago oscuro más poderoso conocido en toda la historia. Y donde todos sus descendientes murieron a manos de un mestizo que poseía su sangre; el último descendiente, Thomas Sorvolo Riddle, mejor conocido como Lord Voldemort. 



La mansión era guardada por una horda de encapuchados que nunca bajaban su guardia. Los Dementores, unas criaturas aberrantes, que gustaban de desgarrar el alma y devorarla, recorrían los perímetros del cielo en busca de alimento e intrusos. Hombres lobo vigilaban desde los lugares más recónditos en tierra, en espera de alguna presa que tonta se deje atrapar.



En su interior, en el salón principal, se encontraban los Mortifagos de mayor rango entre las filas del que no debe ser nombrado. Los Mortifagos del círculo interno, los ángeles de la muerte.




— ¡Crucío! —detrás del seseante silbido; desde la punta de su varita, una luz roja, asemejando un trueno embravecido que surca el oscurecido cielo tormentoso, impacto contra el cuerpo de uno de los encapuchados que estaba de rodillas frente a él. Los síntomas fueron simples y comunes; se convulsionaba mientras miles y miles de finas heridas, tanto internas como externas, se abrían sobre su piel y su cuerpo parecía impactado por uno de los más potentes relámpagos, sin llegar a rostizar su carne—. Sabes… ¡tanto como todos estos inútiles…! Cuanto odio que me fallen…—su quijada se endurecía por momentos y sus ojos brillaban con locura mientras parecía reptar en lentos y escalofriantes movimientos sentado en su trono. Se dejo una vez más caer hacia atrás mientras movía en perenne enojo su dedo índice por debajo de su labio inferior, tocando un poco más por encima de su barbilla—. Gibbon, Gibbon, Gibbon… me has fallado una y otra vez, y otra, y otra, ¡y otra…!



El Mortifago en cuestión sucumbió ante un escalofrió por la rudeza en las palabras del Lord. Se levanto como pudo y quedo de rodillas, con el cuerpo aun convaleciente por el uso de la Imperdonable. Había fallado en su misión y estaba sufriendo las consecuencias de ello. ¡Maldición! Si no hacia algo pronto, moriría a punta de cruciatas. Trago una arcada que le sobrevino por un rudo movimiento: — Lo lamento, mi Lord. Pero es imposible rastrearlo, señor. Al parecer, el director encubre su huida…—rogo por que le creyera la mentira. No había podido dar con el objetivo en cuestión por qué no tenía ni puta idea de dónde buscar.



—Gibbon…—cerro los ojos con fuerza cuando escucho los pasos de su maestro—. ¿Por qué me mientes, Gibbon? —“¡Oh, mierda!” un crució aun más potente que el anterior le dio de lleno en la espalda y lo hizo caer abatido—. ¡No me gusta que me crean un idiota, Gibbon…!



Se estaba retorciendo dolorosamente, sintiéndose más y más perdido cada instante. “Debí cerrar mi gran boca”, cuando pensó esto, el hechizo ceso y muy a su pesar, tuvo que tratar arrodillarse de nueva cuenta para no recibir el hechizo otra vez.



—Por… por favor, mi señor… ¡Deme otra oportunidad! —rogo mientras escupía la sangre que no pudo contener. Logro ponerse s de rodillas mientras sentía su cuerpo acuchillado y mutilado. El rostro del señor tenebroso se oscureció y sus dientes crisparon con fuerza, haciendo a más de uno sentir suerte de no haber recibido aquella misión. En una fina floritura, un rayo igual, aun mas rojo que el anterior, dio de de lleno en el pecho del Mortifago obligándolo a chillar como cerdo. Las comisuras de los labios del Lord oscuro se ensancharon ligeramente mientras escuchaba los ruegos por que se detuviera…


—Creo que has olvidado quien soy, Gibbon. —después de decir esto, las cuencas en los ojos del Mortifago se abrieron en enorme sorpresa cuando, después de que aquellos ojos rojos brillaran enojados, desde la punta de la varita de Lord Voldemort un rayo verde y oscilante, salió a su encuentro. Su cuerpo cayó como un trozo de madera frio y rígido. Sus ojos parecían vacios y su boca quedo ligeramente abierta—. ¡Dolohov! —el Mortifago en cuestión sacudió un escalofrió y se dejo caer en presencia de su amo, de rodillas, sin mirarle a la cara. El Lord regreso a su trono, tratando de calmar las ganas de matar a todos los presentes.




—A sus servicios, mi Lord—Voldemort lo miro indiferente y comenzó a juguetear con su varita. Nagini, su serpiente, repto por su cuerpo y se quedo con la cabeza en sus hombros, mirándolos a todos con lo que parecía ser diversión. Desde hacía un par de días, el Lord estaba bastante enojado con la ineptitud de sus hombres para con sus misiones. 



—Te daré esta misión a ti, Dolohov —murmuro con hastió, como si le cansara repetir lo mismo nuevamente. Dolohov ahogo un pequeño gemido al escuchar aquello. Ya eran varios Mortifagos los que habían caído a manos del amo por fallarle en esa simple misión—. No quiero que falles, toma el tiempo que sea necesario para encontrarle. O sino…


No necesito decir más, el leve temblor en el cuerpo del hombre le dejo ver que sabía de sobra, al igual que todos los que los miraban, lo que le pasaría si le fallaba. La prueba estaba a su lado, con ojos vacios y sin alma: —No le fallare, mi Lord.


—Más te vale, Dolohov, más te vale. De ello depende tu vida. —Voldemort dio una fría barrida con su mirada, hurgando en la mente de los presentes y sintiéndose satisfecho con lo que encontró. Luego de mirar a Dolohov una vez más, entrecerró los ojos—. Draco Malfoy debe estar de rodillas aquí para antes de que inicie Hogwarts, ¡queda entendido!


—Así será, mi Lord…



—Pueden retirarse.



No necesito decirlo dos veces, todos los Mortifagos se retiraron, llevándose el cuerpo de su compañero caído con ellos. Tom estaba enojado en sobre medida. Todos sus hombres eran unos ineptos que no podían hacer nada bien, ni siquiera derrotar a un grupo de mocosos aprendices de brujería. Y Potter era quien lo irritaba mas entre todos. Ese maldito chiquillo siempre se interponía entre sus planes. Pensó que con la muerte de su adorado padrino, Sirius Black, este se haría más débil y poder hurgar en su mente seria de mayor facilidad para él. Torturarlo enviándole imágenes crueles de la muerte de sus padres y todo lo que ha ocurrido por su culpa, pero extrañamente era imposible acceder a la conexión que los ataba.



Los cimientos de la mansión se estremecieron cuando Voldemort desato una oleada de magia negra. La atmosfera se tenso más de lo que antes estaba y todas las criaturas que lo pudieron sentir, huyeron despavoridas. ¡Maldito mocoso! ¿Qué mierda estaría haciendo Potter en esos momentos?



—“Ya deberías ser capaz de controlar tu temperamento, Tom” —murmuro Nagini, indiferente ante la rabieta de su amo. Ya estaba acostumbrada a esos sucesos y, sinceramente, ya le estaban cansando—. “Tú eres quien siempre dice que la educación va primero”.


Tom gruño pero se guardo su comentario despectivo de querer hacer botas de serpiente con ella. Si algo conocía a la perfección, ese era el mal humor de esa serpiente rastrera. Nagini se desenrosco y descendió al suelo: —“También me impresiona que el joven Malfoy, de entre todos, te traicionara. Bueno, a la causa. Después de todo, es el hijo de tu más fiel Mortifago”.



—“No sólo a ti te tomo por sorpresa. Estaba pensando contar con el joven Malfoy para una importante misión y todos mis planes se han ido a pique con esta decisión repentina que ha tomado” —crispo los dientes y apretó la varita en sus manos. Había planeado la caída de Hogwarts y del estúpido y senil anciano. Podía usar a cualquier vástago de sus Mortifagos para ello, pero el mejor entrenado de todos era el hijo de Lucius, quien poseía la capacidad para ser un buen Mortifago y su próximo lugarteniente. Todo estaba tan bien trenzado entre sus dedos, que ya podía saborear la sangre de Potter entre sus manos, pero ahora esto…—“Ahora tendré que rediseñar planes y saber elegir bien a un remplazo para el chico Malfoy”.



—“Lo comprendo, al chico, me refiero. Hasta yo te hubiera traicionado en ese momento” —Voldemort vio a su serpiente con un rostro contorsionado y lleno de sorpresa—. “Vamos, Tom... el chico amaba a su madre, y tú la mataste. Mala jugada de tu parte; puede que Lucius sea un Malfoy, pero su esposa era una Black. Era lógico intuir que trataba a su hijo de diferente forma que la escoria de su padre”.



—“Ahora más que nunca, pienso que no debí instruirte en moral y ética” —Nagini soltó un silbido divertida y espero a que su amo se levantara.



—“Vamos, Tom, que sabes bien que te encanta discutir conmigo” —Voldemort alzo una ceja y puso una sonrisa sádica mientras avanzaba por las escaleras, no rebatiendo a Nagini y su comentario—. “Te puedo asegurar que los inútiles no encontraran el escondite del chico, ¿usaras a Lucius?”



Voldemort se detuvo frente a su oficina y sonrió: —“Eso sería una buena idea”.





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Pesadamente se dejo caer en una de las cajas de madera a su espalda. Estaban cansados, después de todo. Su largo recorrido les tomo mucho tiempo y esfuerzo y aun así no habían podido dar con absolutamente nada. Remus miro a Snape y soltó un largo suspiro: —No creo que podamos dar con ellos con tan poca información. Es cierto que aquí queda el último rastro y todo eso, y es posible que, con la cantidad de magia detectada, hayan usado un traslador ilegal. No podremos rastrearlos así sin más. Y dudo mucho el que aún estén todavía en el país.



Severus termino de eliminar las firmas mágicas independientes del traslador que aquellos inconscientes habían utilizado. Sabía que Draco estaba preparado para cualquier situación, pero parecía que no tenía un vasto conocimiento sobre los rastros que dejan los objetos ilegales y las firmas mágicas bizarras que siempre coincidían con las originales.



—Concuerdo contigo en que no están en el país. Draco no es tan tono como para utilizar las propiedades que Lucius conoce aquí. Y también dudo que él haya comprado alguna; siempre hay algunos esbirros del señor tenebroso oculto en los departamentos de bienes raíces mágicos de gran Bretaña. —Comento con el ceño fruncido, algo frustrado por no tener muchos indicios de donde se encontraba oculto su ahijado. En cierto modo, le alegraba; eso indicaba que no serian de muy fácil rastreo por los Mortifagos del Lord que tenían asignada aquella misión. 


— ¿Crees que Lucius vendería a su propio hijo? —Remus jadeo sorprendido. Bueno, eso era lo que lograba descifrar de lo que Snape había dicho. Severus guardo su varita y se dejo caer al lado del hombre lobo. Habían sido tres días desde que lograron obtener el permiso del director para poder salir a buscar a Draco por su cuenta, claro, tuvieron que decirle que posiblemente Potter había escapado con él; razón por la que estaban borrando las huellas mágicas que esos dos dejaron a su paso en su huida. Eran ellos quienes querían reprenderlos personalmente.



—De Lucius, Lupin, se puede esperar cualquier cosa. Incluso vender a su propio hijo para salvarse del Lord. —Remus bajo la mirada, con una mueca enferma de asco—. También puede que le ayude a ganar tiempo. Recuerda que para Lucius, lo primordial es el linaje. Draco es su primogénito, heredero y amo de todo lo suyo. No puede dejarlo perder a manos del ministerio si a este le ocurre algo.



—Algo bastante enfermo…—suspiro—. ¿Tienes idea de a donde pudo haber ido Draco?



—Tanta idea tengo, de cómo tú sabes donde esta Potter. —Remus viro los ojos, mosqueado por el comentario.


— ¡Oh, vamos! Tienes que tener algo en mente. Narcisa era la única persona, aparte de ti, a quien Draco le confiaría algo con la vida. Y viceversa. ¡Eso es…!—exclamo con sorpresa. Severus lo vio algo perdido, no estaba siguiendo la línea de conversación de Lupin, que era un tanto errada—. ¡Cissa! Severus, Narcisa debió comprar alguna propiedad que desconozcamos en algún país lejano. El problema viene siendo, ¿en cuál? 


Severus lo miro como si una segunda cabeza le hubiese surgido de la nada. ¿De dónde diablos Lupin sacaba esas conclusiones? Que para colmo, si las analizaba bien, no había error alguno en que Cissa tenía mucho que ver con sus dolores de cabeza. Cerró los ojos y comenzó a rememorar conversaciones cortas que había tenido con la adusta mujer, dando en el clavo de todo el apogeo. Se levanto, recompuso su fría expresión y se giro para caminar con dirección al colegio.



— ¿Qué haremos ahora, Severus? —pregunto Lupin a su lado, quien se le había unido al ver que se marchaba. Snape lo miro de lado y puso una sonrisa altanera.



—Conseguir un permiso de viaje y un traslador a Francia. Aquellos dos lamentaran haberme dado tanto dolor de cabeza…






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Harry frunció profundamente el ceño y miro mal a Malfoy, por decima vez consecutiva en aquellos diez minutos en que lo estaba evaluando como si fuera una muñeca. Malfoy hizo una expresión desdeñosa, como si estuviera viendo a un Hipogrifo con un tutu rosa y unos pantalones de tela de vestir blancos ¡absurdo! “¡que maldito problema tiene ahora!”



—No me gusta…—tajante y directo. Harry sintió como si una daga se hubiera clavado en su corazón y se le fuera enterrando lentamente, mientras su asesino le daba la vuelta al mango de la hoja. Miro con odio a Malfoy, tomo lo que le extendía y se giraba para meterse en el maldito probador, ¡otra vez! Lo último que se había imaginado que recibiría de Malfoy, seria la burla por enterarse de aquel malversado sueño húmedo que tuvo con su persona.



Cuando bajo las escaleras (debía admitirlo, fue divertido ver aquella expresión) Malfoy estaba en el comedor, desayunando tranquilamente. Lo primero que hizo cuando alzo el rostro, fue escupir la mitad de lo que había llevado a su boca y luego, después de limpiarse, recuperando su educación, lo había mirado con aquella desaprobadora expresión que le decía que tenía serios problemas. Aquella que sólo lograba ver en Mione y la señora Weasley (y estaba seguro que Draco lo mataba si se lo decía).



Segundos después, tenía a Malfoy mirándolo con asco —no a él, por supuesto, sino a su ropa—y apuntándole con un dedo acusador. Debía admitir que daba miedo cuando lo miraba con aquella expresión desdeñosa de esposa regañona. Le había aclarado; “Potter, si piensas que te dejare andar a tus anchas con esos andrajos por la casa, prefiero comer Escorguto y vomitar Mocomurcielago”. Demás está decir que esa imagen fue asquerosa. Harry le rebatió que no tenía nada mejor, eran las ropas de su primo Dudley después de todo.



Lamentablemente, cuando dijo aquello, hizo su propia tumba. Malfoy había endurecido la mirada. Claro, primero le permitió desayunar, y minutos después estaba siendo “desinfectado” por dos elfos domésticos por pedido de Malfoy. Cuando salió, tiritando y maldiciendo cada puta generación de esa familia, descubrió que todas sus prendas habían sido desaparecidas. (Encontrándolas, desde su ventana, siendo quemadas por los elfos como si rindieran rito a algún dios con eso). Antes de que lanzara el grito al cielo y derrumbara las paredes a hechizo limpio, Malfoy entro con un par de prendas, encontrándolo para su infortunio con la toalla desparramada en el suelo y él maldiciendo a los elfos, con las manos en el cristal y ofreciendo su trasero para cualquier uso (desde su punto de vista).



— ¡Perfecto, Sasha! —otra razón para odiar al Slytherin. Cuando Draco le explico que saldrían de compras para renovar su guardarropa, que estaba ya vacio, había establecido que ambos usarían aquellas identidades Muggle para no ser atrapados por magos viajeros que gustaban de andar por la Francia Muggle, donde irían a comprar las prendas que reemplazarían las quemadas. Él seria “Sasha”, un nombre ruso según Malfoy, y Draco seria “Morgan”, que era el nombre que él siempre utilizaba cuando salía con su madre de compras por aquellas tiendas.



Primero tenía que lidia con un perfecto sueño donde el rubio era una delicia y despertaba sensaciones vergonzosas en su persona, y ahora también tendría que lidiar con el que lo hubiera visto completamente desnudo y en una posición poco favorable para su persona. Dejo de prestar atención a aquellos pensamientos suicidas que comenzaban a emerger desde lo profundo de si, mitigando sus estúpidas agallas Gryffindor. Al fondo de la tienda en donde estaban, un espejo le devolvía el reflejo, impresionándolo a más no poder. 



Debía admitir que Malfoy tenía buen gusto, aunque, ¿Por qué en negro? Harry frunció el ceño en desacuerdo, no le gustaban esos colores tan “tenebrosos”, aunque sacaran a relucir parte de sus encantos. Parecía un rompecorazones gótico. El pantalón era de un grisáceo profundo, bastante oscuro a su parecer, pero se mezclaba con diferentes tonos dándole una apariencia parda a la tela. Se ajustaba a sus muslos y realzaba su trasero. ¿Lo tenía tan grande? Cuando subió un poco más la vista, tratando de olvidar que Malfoy lo había visto mejor que él y en “total” disposición, viendo la camiseta de vinil negro que se le ajustaba al torso. En verdad había alcanzado grandes logros con el Quiddich, ¡no sabía que tenía tan buen cuerpo! Y para finalizar, un pequeño chaleco sin mangas que daba una apariencia salvaje a su opinión.



Y las miradas que los espectadores le daban no eran muy buenas que dijera. 




Draco le había hecho crecer un poco más el cabello y le había cambiado el color a sus ojos con un Glamour. Lo difícil fue la cicatriz, la cual tuvo que cubrir con maquillaje. ¿Por qué Malfoy tenía maquillaje? No lo sabía, y no quería averiguarlo. Harry miro a Draco, tenía el pelo de color negó cuervo y sus ojos eran de color azul electrizante, “bello”, pensó, y se dio de topes ante sus fascinaciones para con esa serpiente: —“Morgan”, ¿es necesario todo eso, y en negro? 



Draco lo miro indiferente, encogiéndose de hombros y virando los ojos cansado de las replicas de Potter: —Sí, es necesario y sí, tiene que ser en colores oscuros. Para tu información, Sasha, tu atlético cuerpo y tus facciones sólo coinciden con colores oscuros, y tonos medios. Con colores claros te vez ridículo y con colores bastante llamativos humillas a tu propia persona. Marrones opacos o profundos, y azules oscuros; todos esos tonos te favorecen. Mírate, ¿no te ves bien?




Tenía que aceptarlo, Malfoy era bueno en esas cosas. Volvió a darse un repaso en el espejo y lo acepto con mayor convicción. Le gustaba, se veía imponente y atractivo. Aunque algo no encajaba en todo el conjunto, no sabía qué, pero algo hacía falta. Quizás y todo el tiempo que estaba pasando con Malfoy lo había vuelto loco, o se había vuelto tan ególatra como él.



Draco alzo una ceja: —No soy ególatra, Sasha. Sólo tengo buen gusto y buen linaje.




Harry crispo los dientes al darse cuenta que sus pensamientos habían sido profanados de aquella manera. Miro con odio a Malfoy, nunca le gusto aquello, y menos de improvisto. Puede que el rubio sea su profesor de Oclumancia, pero eso era…: — ¡Malfoy…!


Su rabieta quedo en el aire cuando aquella gélida mirada congelo cada parte de su cuerpo. ¿Desde cuándo le tenía miedo a Malfoy? No, esa no era la cuestión, ¿desde cuándo Malfoy daba tanto miedo? Harry retrocedió un paso cuando Draco subió al pequeño probador y lo halo del chaleco para hacer un poco mas privada la advertencia.




—Escúchame bien, “Sasha” —recalco con enojo, recordándole el desliz que casi provoca un problema al decir su apellido tan deliberadamente—, hacemos esta visita al Francia Muggle para corregir uno de tus tan grandes problemas, el de la moda. El que estemos aquí no indica que detendré las clases de Oclumancia, que si según recuerdas, te advertí, bien alto y claro, que no me detendría en ninguna hora del día. Debes dominar la Oclumancia para antes de entrar a Hogwarts. No quiero que ni el estúpido viejo, ni alguno de los miembros de la orden, y mucho menos el Lord, sepan donde estuvimos durante nuestra fuga. Estoy contigo, no con ellos, ¡y soy tu maldito instructor hasta que el tiempo sea! ¿Quedo claro?




Harry asintió temeroso, Malfoy estaba con un aura asesina bastante temible. Lo peor fue aquella sonrisa conciliadora que casi lo hace desmayar cuando este lo soltó. Decidido, no se metería con Malfoy por el momento (debía salvaguardar su seguridad). ¡Espera! El dijo, ¿todo el puto día? ¿Eso quería decir que Malfoy sabía sobre su sueño húmedo? Harry lo miro horrorizado y su rostro se matizo de un blanco único. Su vida había llegado a su fin.



Malfoy sonrió, dándose cuenta de lo que pasaba por la mente de Potter. Sólo por molestarlo, se acerco a él, patinando sus labios por su quijada, y rosando su lóbulo antes de decirle con voz seductora: — Lindo sueño, Potter. Y linda mañana la que tuviste. 



Ahora era oficial, cuando llegaran a la mansión, se suicidaría. ¡Y nadie lo impediría!



Lo interesante de todo ese viaje, era que Malfoy había dicho que era una simple compra, de dos simples jóvenes que buscaban renovar sus guardarropas. “Sí. Claro. Y un simple viaje es andar en limosina—la mas excéntrica de todas— con dos guarda espaldas (elfos disfrazados) aterradores y varios maletines de dinero Muggle; suficiente como para comprarte media ciudad”, pensó con sarcasmo. Malfoy no tenía idea de qué diablos era la discreción. Inclusive oculto, desvelaba elegancia y belleza en cada maldito movimiento. “¡Y lo peor es que sabe del sueño! ¡Maldita serpiente rastrera!” 



Harry se fijo que Malfoy terminaba de cerrar la compra entregando varios fajos de dinero a la dependiente. Uno de los guardas tomo todas las bolsas y las llevo a la limosina, regresando minutos después con ellos. Draco se giro hacia Harry y lo tomo de la mano, provocando que un gran rubor se extendiera por toda su cara, y lo llevo fuera de la tienda, para terminar entrando en otra. “¿Una óptica?” 




— ¡Bienvenue! —saludo la dependiente, una mujer joven y pequeña, con una enorme sonrisa que le dio escalofríos. Era como si pensara exprimirle cada gota de dinero que cargaran encima. Bastante terrorífico. Draco la saludo y luego apunto hacia él, murmurando algunas palabras que hicieron asentir a la mujer. Después de arreglar algunos temas que, al ser entablados en francés no entendió, Draco se acerco a él y le apunto al rostro con el ceño fruncido.



—Hoy, Sasha, esos mueren—Harry parpadeo con sorpresa. Malfoy, en un momento que no determino, le arranco los lentes y los tiro a la basura, terminando de entregarlo a él a la mujer que sonriente lo llevo hasta la parte de atrás, donde (sin exagerar) paso una tortura con una maquina Muggle que media los ángulos de visión de la retina humana. Minutos después de salir casi mareado y con arcadas, la dependiente se acerco a su persona con un montón de monturas diferentes, deshaciéndose de las que no le quedaban bien, según la opinión que daba Malfoy.



Al finalizar en la óptica, Harry salió con varias monturas para toda ocasión; desde fiestas hasta monturas de oficina, que lo hacían ver elegante y daban finura a su rostro (los cuales estaba usando ahora) y algunos para el sol; inclusive algunos para la lectura suave. También tenia de contacto para los partidos de Quiddich y futuros enfrentamientos Mortifagos. 



“¿Es que Malfoy piensa en todo?”




— ¡Y ahora los zapatos!




Y, para el final del día, Harry comprendió que el pasatiempo de Malfoy era peligroso.



“¡Que Merlín me ampare! ¡Esto es peor que andar con una mujer!”



 

Notas finales:

!Quiero comentarios!! XD


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